LA INICIACIONES SUPERIORES
(Parte 2)
La señora Blavatsky dice que la conciencia nirvánica es como un círculo que tiene
el centro en todas partes y su circunferencia en ninguna. Es una profunda sentencia atribuida
indistintamente a Pascal, al cardenal de Cusa y al Zohar pero que pertenece en justicia a los Libros de Hermes.
-Muy lejos está dicha
conciencia de la aniquilación.
-El iniciado que la alcanza no
pierde en lo más mínimo el sentimiento de su individualidad.
-Su memoria es perfectamente
continua.
-Es el mismo hombre y puede en
verdad decir: «Yo soy Yo», sabiendo lo que el Yo significa.
Aunque esto parezca extraño es
muy cierto. No hay lenguaje humano capaz de dar ni siquiera la más leve idea de
semejante estado de conciencia, porque todo aquello con lo que están
familiarizadas nuestras mentes se desvaneció desde largo tiempo antes de llegar
al nivel nirvánico.
Desde luego que aun en este nivel está el espíritu revestido de una especie de
envoltura de imposible descripción, porque por una parte parece como si
fuese un solo átomo y por otra cosa como si todo el plano nirvánico.
El hombre tiene la conciencia de hallarse
simultáneamente en todas partes, pero en cualquiera de estos puntos del plano
podría concentrarse en sí mismo disminuyendo el efluvio de su energía que
entonces fuera para él como un cuerpo.
Quien sólo una
vez ha experimentado esta maravillosa unidad ya no puede olvidarla ni volver a
ser jamás lo que antes era, pues por muy densamente que se vele en vehículos
inferiores para ayudar y salvar a sus hermanos menores, por muy estrechamente
que se ate a la cruz de la materia, recluido, limitado y preso, no podrá
olvidar que sus ojos han visto al Rey en toda su hermosura, que han contemplado
la lejana, lejanísima tierra, que no obstante su lejanía la descubriríamos en
nuestro interior si fuésemos capaces de explorarla, porque para alcanzar el
nirvana no es necesario subir a un altísimo cielo sino tan sólo abrir nuestra
conciencia a su esplendor
Dijo
el Señor Buda:
“No os quejéis ni lloréis ni
supliquéis sino abrid los ojos y mirad. Porque la luz os envuelve y es tan
admirable y hermosa que trasciende a cuanto los hombres han imaginado y a
cuanto en sus plegarias impetraron. Es la sempiterna luz.”
Habla el profeta Isaías de «la lejanísima tierra»; pero esta frase está
infielmente traducida. No habló Isaías de la tierra lejanísima sino de «la tierra de lejanas distancias» lo
cual es muy distinta y bellísima idea, indicadora de que el profeta había
tenido alguna experiencia de los planos superiores y comparaba en su mente el
esplendor de los estrellados cielos con las angostas catacumbas por donde nos
arrastramos en la tierra. Porque angosta catacumba es la vida terrena
comparada con la vida nirvánica; un ciego reptar por oscuros y tortuosos
caminos en comparación de la espléndida vida con definido propósito, del exacto
cumplimiento de la divina Voluntad que anima y actúa en las voluntades de Quienes
allí moran.
El arhate tiene ante sí la
formidable obra de ascender al pináculo del supremo plano de la existencia
humana, y mientras en esta labor se ocupa ha de quebrantar las cinco restantes
de las diez ligaduras, que son:
6.
Ruparaga.‑ Es el deseo de la belleza
de forma o de existencia física en una forma, incluso en el mundo celeste.
7.
Arruparaga.‑ Deseo de vida sin forma.
8.
Mano.‑ Orgullo.
9.
Uddhachcha.‑ Agitación o irascibilidad. La
posibilidad de que algo lo conturbe.
10.
Avijja.‑ Ignorancia.
La sexta y séptima ligaduras incluyen
además del raga o atracción el dvesha o repulsión,
y el quebrantamiento
de estas ligaduras implica una cualidad de carácter por cuya virtud ni en los
planos inferiores de forma o rúpicos ni en los superiores sin forma o arrúpicos
hay ni es posible que haya nada capaz de atraer ni repeler al iniciado que en
ellos actúe.
Cuando quebranta la octava ligadura olvida la magnitud de
sus proezas y ya le es imposible el orgullo, pues mora en la luz y no se
compara con las cosas inferiores. Entonces posee la perfecta serenidad que nada
puede perturbar y queda libre para adquirir todo conocimiento, para ser omnisciente
en cuanto se refiere a nuestra cadena planetaria.
Ya se acerca ahora a la quinta iniciación, a la del
Adeptado. Ha prescindido de todo cuanto le hizo hombre y emprende la etapa
final que ha de convertirlo en superhombre, en asekha, como los budistas
le llaman porque ya no tiene nada
que aprender y agotó las posibilidades de la naturaleza humana, o en jivanmukta,
como le llaman los hinduistas, porque alcanzó
la liberación y es un ser libre, no por separada independencia, sino porque su
voluntad es una con la Voluntad universal, con la Voluntad del Uno sin segundo.
Mora continuamente en la luz del nirvana, aun en su
conciencia vigílica si prefiere permanecer en cuerpo físico en la tierra; y
cuando está fuera de este cuerpo asciende al plano monádico que está no sólo
allende de nuestras palabras sino de nuestro pensamiento.
Dice
el Señor Buda:
“No
midas con palabras lo Inmensurable ni hundas la sonda del pensamiento en lo
Insondable. Quien pregunta, yerra. Quien responde, yerra. ¡No digas nada!”
En
el simbolismo cristiano, la Ascensión de Cristo y la venida del Espíritu Santo
en lenguas de fuego, representan la entrada en el Adeptado, porque el adepto
asciende a una esfera superior a la humanidad y más allá de la tierra, aunque
si lo prefiere puede volver al mundo físico, como hizo Cristo, para enseñar y
auxiliar a los hombres. Al ascender el Adeptado se identifica con el Espíritu
Santo e invariablemente lo primero que hace con su nuevo poder, es infundirlo
en sus discípulos tal como Cristo lo infundió mediante lenguas de fuego en el
colegio apostólico el día de la Pentecostés.
El examen del diagrama
representativo de los principios del hombre, publicado en otras obras
teosóficas, descubrirá el enlace entre
la manifestación del Logos en el plano prakrítico del Cosmos y en el alma del
hombre. Veremos que el Alma, el trino Espíritu humano, reside en el
subplano inferior del Espíritu Santo o Tercer Aspecto del Logos, con la cual se
identifica el adepto, y tal es el
verdadero significado del domingo de Pentecostés o fiesta del Espíritu
Santo.
A causa de dicha identificación puede el adepto aceptar discípulos;
pero el arhate, aunque ya tiene mucho que enseñar, todavía actúa a las órdenes
de un adepto y la transmite al plano físico; pero no toma discípulos porque aún
no está identificado con el Espíritu Santo.
Superior a la iniciación del
adepto es la del choán y aún más allá hay otras…. La escala de los seres asciende
hasta nubes de luz en las que muy pocos hombres pueden penetrar; y cuando les
preguntamos a Quienes están más altos y saben infinitamente más que nosotros lo
único que pueden responder es que la escala se extiende mucho más allá de lo
que su vista alcanza. Ellos ven muchos más peldaños que nosotros, pero la
escala sigue ascendiendo a inimaginables alturas de gloria y nadie conoce su
fin.
Aunque es de todo
punto exacto que ninguno de nosotros ve el fin de la escala de los seres y que
nos es casi incomprensible la obra de Quienes actúan en los planos superiores
de la Jerarquía, conviene advertir que su
existencia y actuación es tan real y definida, y aún más, que cualquiera de las
cosas del mundo físico, y que no hay la menor vaguedad en nuestra visión de
aquellos excelsos Seres. Aunque sólo conozco muy poco de la parte superior de
Su obra, durante muchos años he visto constantemente, casi todos los días, al
Boddisatva ocupado en ella, y también he visto varias veces al Señor del Mundo
en Su maravillosa e incomprensible existencia. Así es que para mí son entidades
tan reales como cualquiera de las personas a quienes conozco y trato en este
mundo y estoy tan seguro como cabe estar Su existencia y de algo de la obra que
realizan en el mundo.
De la portentosa verdad que de
Ellos puedo decir, estoy
absolutamente seguro; y sin embargo, no acierto a explicar lo que son ni a comprender
más que una parte de Su obra. He visto a los Dianchoanes, a los Espíritus
planetarios y a los Embajadores de otros sistemas solares y estoy absolutamente
seguro de la existencia y trascendental gloria de todos estos Seres; pero
desconozco el conjunto de la obra de Su vida.
También he visto la
Manifestación del Logos de nuestro sistema solar, tal como es entre Sus iguales;
pero millones de veces más esplendoroso que el aspecto en que lo vi ha de ser
en el que lo ven los excelsos Seres. Tal como dice el Bhagavad Gîtâ que vio Arjuna la divina Forma, así la he visto yo
sin el menor género de duda, por lo que deseo atestiguar personalmente que es
tal como declaro, aunque me expongo a la befa de algunos que me preguntarán que
quién soy yo para decir semejantes cosas. Pero yo lo he visto y fuera cobardía
no atestiguarlo.
Repetidamente he manifestado de palabra y por
escrito que ni siquiera intento que nadie crea en la Teosofía por razón de mis
afirmaciones. Opino que cada cual debe estudiarla por sí mismo e inferir del estudio
sus propias conclusiones, pues la capital razón para aceptar cualquier doctrina
ha de ser que o por individual experiencia la conozca o que le parezca la más
razonable hipótesis de cuantas hasta entonces se le expongan.
Pero esto no altera en modo
alguno la circunstancia de que yo tenga pruebas de ofrecer a quienes se presten
a examinarlas, y que he expuesto en este y en otros libros. Los que en el siglo
XX escribimos de San Juan, hace dos mil años:
“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído,
lo hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado y palparon nuestras
manos... lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos.”
Poco nos importa a quienes
damos testimonio de lo que hemos visto, que el mundo lo crea o no.
«Quienquiera
que ha sentido el Espíritu del Supremo, no puede confundirlo ni de El dudar ni
negarlo. Aunque a una voz ¡OH! mundo tú lo niegues, quédate a ese otro lado,
mientras yo permanezco aquí en el mío.»
Inmediatamente
después del Adeptado, se abren ante los pasos del iniciado siete ramas del Sendero,
entre las cuales puede escoger. Sobre este punto será lo mejor repetir lo dicho en
la obra: El hombre; de dónde y cómo vino; a dónde va.
Luego que transpuesto el reino
humano llega el hombre al dintel de la vida superhumana, se abren siete senderos a la
elección de sus pasos.
Puede
entrar en las bienaventuradas omnisciencia y omnipotencia del nirvana, cuya actuación
trasciende a cuanto conocemos, con posibilidad de llegar a ser en algún mundo
futuro un avatar o encarnación divina, lo que suele llamarse «tornar la vestidura dharmakaya».
También puede entrar en el «período espiritual» frase que encubre
desconocidos significados, entre ellos probablemente el de «tomar la vestidura sambhogakaya».
Asimismo puede formar parte de aquella tesorería de energías espirituales de
donde para Su obra las extraen los agentes del Logos, tomando al efecto «la vestidura nirmanakaya».
Igualmente puede ser un miembro de la Jerarquía oculta que gobierna y protege el
mundo donde alcanzó la perfección.
Por otro sendero puede pasar a la cadena siguiente y ayudar
a construir sus formas.
De la propia suerte puede entrar en la espléndida evolución
angélica o de los devas.
Por último, le cabe consagrarse al inmediato servicio
del Logos, que lo destine a algún punto del sistema solar, para ser Su ministro
y mensajero y vivir tan sólo para cumplir Su voluntad y realizar Su obra en el
conjunto del sistema por El gobernado.
Así como un general tiene su
Estado Mayor cuyos individuos transmiten sus órdenes a todos los puntos del
campo de batalla, así son aquellos Seres el Estado Mayor del que a todos manda
«los ministros que cumplen Su deseo». Parece este sendero muy espinoso y el mayor sacrificio
que aguarda al adepto, por lo que se le distingue y considera en extremo.
Un individuo del Estado Mayor no tiene cuerpo físico, pero por el poder creador o kriyashakti se construye uno
con la materia del globo a donde se le envía. En el Estado Mayor hay Seres de
diversos grados de evolución desde el de arhate en adelante.
El que se reviste del dharmakaya se recluye en la mónada y se
desprende hasta de su átomo nirváníco.
El sambhogayaka retiene
el átomo nirvánico y se manifiesta como trino Espíritu.
El nirmanakaya retiene
el cuerpo causal y los átomos permanentes que entrañó en el transcurso de su
evolución, de modo que en cualquier momento puede, si tal desea, revestirse de
los cuerpos mental, astral y físico. Mantiene concretamente su relación
con el mundo de que procede, a fin de constituirse en depósito de la energía espiritual
que se derrama sobre el mundo.
La Voz del Silencio dice que el nirmanakaya es
una especie de dique a propósito para evitar mayor tristeza y miseria a los
hombres del mundo.
A quienes no
comprenden el interno significado de este símbolo, les parecerá que la miseria
y la aflicción entran en el mundo desde el exterior y que los excelsos Seres
impiden la entrada de mayor caudal; pero no es así en modo alguno, pues toda
tristeza y miseria proviene del mismo que la sufre.
Cada
cual es su propio legislador y decreta su premio o su castigo; pero el
deber del nirmanakaya es
proporcionar un copioso flujo de energía espiritual en auxilio de la humanidad.
Continuamente
está
el nirmanakaya generando
esta energía sin reservarse para sí ni una dina, sino que toda la pone al
servicio de la Fraternidad para que la emplee en aliviar la pesadumbre del
mundo.
Así
vemos que de cuantos alcanzan el Adeptado, relativamente pocos se quedan en
nuestro mundo terrestre como miembros de la Jerarquía Oculta; pero tanto, Ellos
como Su obra son de vital importancia…
Fragmento del libro
"Los Maestros y el Sendero" por Leadbeater