lunes, 16 de marzo de 2015

LA INICIACIONES SUPERIORES (Parte 2)

LA INICIACIONES SUPERIORES

(Parte 2)


La señora Blavatsky dice que la conciencia nirvánica es como un círculo que tiene el centro en todas partes y su circunferencia en ninguna. Es una profunda sentencia atribuida indistintamente a Pascal, al cardenal de Cusa y al Zohar pero que pertenece en justicia a los Libros de Hermes.
-Muy lejos está dicha conciencia de la aniquilación.
-El iniciado que la alcanza no pierde en lo más mínimo el sentimiento de su individualidad.
-Su memoria es perfectamente continua.
-Es el mismo hombre y puede en verdad decir: «Yo soy Yo», sabiendo lo que el Yo significa.
Aunque esto parezca extraño es muy cierto. No hay lenguaje humano capaz de dar ni siquiera la más leve idea de semejante estado de conciencia, porque todo aquello con lo que están familiarizadas nuestras mentes se desvaneció desde largo tiempo antes de llegar al nivel nirvánico.

Desde luego que aun en este nivel está el espíritu revestido de una especie de envoltura de imposible descripción, porque por una parte parece como si fuese un solo átomo y por otra cosa como si todo el plano nirvánico.
El hombre tiene la conciencia de hallarse simultáneamente en todas partes, pero en cualquiera de estos puntos del plano podría concentrarse en sí mismo disminuyendo el efluvio de su energía que entonces fuera para él como un cuerpo.

Quien sólo una vez ha experimentado esta maravillosa unidad ya no puede olvidarla ni volver a ser jamás lo que antes era, pues por muy densamente que se vele en vehículos inferiores para ayudar y salvar a sus hermanos menores, por muy estrechamente que se ate a la cruz de la materia, recluido, limitado y preso, no podrá olvidar que sus ojos han visto al Rey en toda su hermosura, que han contemplado la lejana, lejanísima tierra, que no obstante su lejanía la descubriríamos en nuestro interior si fuésemos capaces de explorarla, porque para alcanzar el nirvana no es necesario subir a un altísimo cielo sino tan sólo abrir nuestra conciencia a su esplendor 

Dijo el Señor Buda:
“No os quejéis ni lloréis ni supliquéis sino abrid los ojos y mirad. Porque la luz os envuelve y es tan admirable y hermosa que trasciende a cuanto los hombres han imaginado y a cuanto en sus plegarias impetraron. Es la sempiterna luz.”

Habla el profeta Isaías de «la lejanísima tierra»; pero esta frase está infielmente traducida. No habló Isaías de la tierra lejanísima sino de «la tierra de lejanas distancias» lo cual es muy distinta y bellísima idea, indicadora de que el profeta había tenido alguna experiencia de los planos superiores y comparaba en su mente el esplendor de los estrellados cielos con las angostas catacumbas por donde nos arrastramos en la tierra. Porque angosta catacumba es la vida terrena comparada con la vida nirvánica; un ciego reptar por oscuros y tortuosos caminos en comparación de la espléndida vida con definido propósito, del exacto cumplimiento de la divina Voluntad que anima y actúa en las voluntades de Quienes allí moran.
El arhate tiene ante sí la formidable obra de ascender al pináculo del supremo plano de la existencia humana, y mientras en esta labor se ocupa ha de quebrantar las cinco restantes de las diez ligaduras, que son:
6. Ruparaga.‑ Es el deseo de la belleza de forma o de existencia física en una forma, incluso en el mundo celeste.
7. Arruparaga.Deseo de vida sin forma.
8. Mano.‑ Orgullo.
9. Uddhachcha.Agitación o irascibilidad. La posibilidad de que algo lo conturbe.
10. Avijja.Ignorancia.

La sexta y séptima ligaduras incluyen además del raga o atracción el dvesha o repulsión, y el quebrantamiento de estas ligaduras implica una cualidad de carácter por cuya virtud ni en los planos inferiores de forma o rúpicos ni en los superiores sin forma o arrúpicos hay ni es posible que haya nada capaz de atraer ni repeler al iniciado que en ellos actúe.

Cuando quebranta la octava ligadura olvida la magnitud de sus proezas y ya le es imposible el orgullo, pues mora en la luz y no se compara con las cosas inferiores. Entonces posee la perfecta serenidad que nada puede perturbar y queda libre para adquirir todo conocimiento, para ser omnisciente en cuanto se refiere a nuestra cadena planetaria.

Ya se acerca ahora a la quinta iniciación, a la del Adeptado. Ha prescindido de todo cuanto le hizo hombre y emprende la etapa final que ha de convertirlo en superhombre, en asekha, como los budistas le llaman porque ya no tiene nada que aprender y agotó las posibilidades de la naturaleza humana, o en jivanmukta, como le llaman los hinduistas, porque alcanzó la liberación y es un ser libre, no por separada independencia, sino porque su voluntad es una con la Voluntad universal, con la Voluntad del Uno sin segundo.

Mora continuamente en la luz del nirvana, aun en su conciencia vigílica si prefiere permanecer en cuerpo físico en la tierra; y cuando está fuera de este cuerpo asciende al plano monádico que está no sólo allende de nuestras palabras sino de nuestro pensamiento.

Dice el Señor Buda:
“No midas con palabras lo Inmensurable ni hundas la sonda del pensamiento en lo Insondable. Quien pregunta, yerra. Quien responde, yerra. ¡No digas nada!”

En el simbolismo cristiano, la Ascensión de Cristo y la venida del Espíritu Santo en lenguas de fuego, representan la entrada en el Adeptado, porque el adepto asciende a una esfera superior a la humanidad y más allá de la tierra, aunque si lo prefiere puede volver al mundo físico, como hizo Cristo, para enseñar y auxiliar a los hombres. Al ascender el Adeptado se identifica con el Espíritu Santo e invariablemente lo primero que hace con su nuevo poder, es infundirlo en sus discípulos tal como Cristo lo infundió mediante lenguas de fuego en el colegio apostólico el día de la Pentecostés.

El examen del diagrama representativo de los principios del hombre, publicado en otras obras teosóficas, descubrirá el enlace entre la manifestación del Logos en el plano prakrítico del Cosmos y en el alma del hombre. Veremos que el Alma, el trino Espíritu humano, reside en el subplano inferior del Espíritu Santo o Tercer Aspecto del Logos, con la cual se identifica el adepto, y tal es el verdadero significado del domingo de Pentecostés o fiesta del Espíritu Santo. 

A causa de dicha identificación puede el adepto aceptar discípulos; pero el arhate, aunque ya tiene mucho que enseñar, todavía actúa a las órdenes de un adepto y la transmite al plano físico; pero no toma discípulos porque aún no está identificado con el Espíritu Santo.

Superior a la iniciación del adepto es la del choán y aún más allá hay otras…. La escala de los seres asciende hasta nubes de luz en las que muy pocos hombres pueden penetrar; y cuando les preguntamos a Quienes están más altos y saben infinitamente más que nosotros lo único que pueden responder es que la escala se extiende mucho más allá de lo que su vista alcanza. Ellos ven muchos más peldaños que nosotros, pero la escala sigue ascendiendo a inimaginables alturas de gloria y nadie conoce su fin.

Aunque es de todo punto exacto que ninguno de nosotros ve el fin de la escala de los seres y que nos es casi incomprensible la obra de Quienes actúan en los planos superiores de la Jerarquía, conviene advertir que su existencia y actuación es tan real y definida, y aún más, que cualquiera de las cosas del mundo físico, y que no hay la menor vaguedad en nuestra visión de aquellos excelsos Seres. Aunque sólo conozco muy poco de la parte superior de Su obra, durante muchos años he visto constantemente, casi todos los días, al Boddisatva ocupado en ella, y también he visto varias veces al Señor del Mundo en Su maravillosa e incomprensible existencia. Así es que para mí son entidades tan reales como cualquiera de las personas a quienes conozco y trato en este mundo y estoy tan seguro como cabe estar Su existencia y de algo de la obra que realizan en el mundo.

De la portentosa verdad que de Ellos puedo decir, estoy absolutamente seguro; y sin embargo, no acierto a explicar lo que son ni a comprender más que una parte de Su obra. He visto a los Dianchoanes, a los Espíritus planetarios y a los Embajadores de otros sistemas solares y estoy absolutamente seguro de la existencia y trascendental gloria de todos estos Seres; pero desconozco el conjunto de la obra de Su vida.

También he visto la Manifestación del Logos de nuestro sistema solar, tal como es entre Sus iguales; pero millones de veces más esplendoroso que el aspecto en que lo vi ha de ser en el que lo ven los excelsos Seres. Tal como dice el Bhagavad Gîtâ que vio Arjuna la divina Forma, así la he visto yo sin el menor género de duda, por lo que deseo atestiguar personalmente que es tal como declaro, aunque me expongo a la befa de algunos que me preguntarán que quién soy yo para decir semejantes cosas. Pero yo lo he visto y fuera cobardía no atestiguarlo.

Repetidamente he manifestado de palabra y por escrito que ni siquiera intento que nadie crea en la Teosofía por razón de mis afirmaciones. Opino que cada cual debe estudiarla por sí mismo e inferir del estudio sus propias conclusiones, pues la capital razón para aceptar cualquier doctrina ha de ser que o por individual experiencia la conozca o que le parezca la más razonable hipótesis de cuantas hasta entonces se le expongan.
Pero esto no altera en modo alguno la circunstancia de que yo tenga pruebas de ofrecer a quienes se presten a examinarlas, y que he expuesto en este y en otros libros. Los que en el siglo XX escribimos de San Juan, hace dos mil años:
“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado y palparon nuestras manos... lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos.”

Poco nos importa a quienes damos testimonio de lo que hemos visto, que el mundo lo crea o no.
«Quienquiera que ha sentido el Espíritu del Supremo, no puede confundirlo ni de El dudar ni negarlo. Aunque a una voz ¡OH! mundo tú lo niegues, quédate a ese otro lado, mientras yo permanezco aquí en el mío.»

Inmediatamente después del Adeptado, se abren ante los pasos del iniciado siete ramas del Sendero, entre las cuales puede escoger. Sobre este punto será lo mejor repetir lo dicho en la obra: El hombre; de dónde y cómo vino; a dónde va.
Luego que transpuesto el reino humano llega el hombre al dintel de la vida superhumana, se abren siete senderos a la elección de sus pasos.
Puede entrar en las bienaventuradas omnisciencia y omnipotencia del nirvana, cuya actuación trasciende a cuanto conocemos, con posibilidad de llegar a ser en algún mundo futuro un avatar o encarnación divina, lo que suele llamarse «tornar la vestidura dharmakaya».
También puede entrar en el «período espiritual» frase que encubre desconocidos significados, entre ellos probablemente el de «tomar la vestidura sambhogakaya».
Asimismo puede formar parte de aquella tesorería de energías espirituales de donde para Su obra las extraen los agentes del Logos, tomando al efecto «la vestidura nirmanakaya».
Igualmente puede ser un miembro de la Jerarquía oculta que gobierna y protege el mundo donde alcanzó la perfección.
Por otro sendero puede pasar a la cadena siguiente y ayudar a construir sus formas.
De la propia suerte puede entrar en la espléndida evolución angélica o de los devas.
Por último, le cabe consagrarse al inmediato servicio del Logos, que lo destine a algún punto del sistema solar, para ser Su ministro y mensajero y vivir tan sólo para cumplir Su voluntad y realizar Su obra en el conjunto del sistema por El gobernado.
Así como un general tiene su Estado Mayor cuyos individuos transmiten sus órdenes a todos los puntos del campo de batalla, así son aquellos Seres el Estado Mayor del que a todos manda «los ministros que cumplen Su deseo». Parece este sendero muy espinoso y el mayor sacrificio que aguarda al adepto, por lo que se le distingue y considera en extremo. Un individuo del Estado Mayor no tiene cuerpo físico, pero por el poder creador o kriyashakti se construye uno con la materia del globo a donde se le envía. En el Estado Mayor hay Seres de diversos grados de evolución desde el de arhate en adelante.

El que se reviste del dharmakaya se recluye en la mónada y se desprende hasta de su átomo nirváníco.
El sambhogayaka retiene el átomo nirvánico y se manifiesta como trino Espíritu.
El nirmanakaya retiene el cuerpo causal y los átomos permanentes que entrañó en el transcurso de su evolución, de modo que en cualquier momento puede, si tal desea, revestirse de los cuerpos mental, astral y físico. Mantiene concretamente su relación con el mundo de que procede, a fin de constituirse en depósito de la energía espiritual que se derrama sobre el mundo.

La Voz del Silencio dice que el nirmanakaya es una especie de dique a propósito para evitar mayor tristeza y miseria a los hombres del mundo.

A quienes no comprenden el interno significado de este símbolo, les parecerá que la miseria y la aflicción entran en el mundo desde el exterior y que los excelsos Seres impiden la entrada de mayor caudal; pero no es así en modo alguno, pues toda tristeza y miseria proviene del mismo que la sufre.

Cada cual es su propio legislador y decreta su premio o su castigo; pero el deber del nirmanakaya es proporcionar un copioso flujo de energía espiritual en auxilio de la humanidad. Continuamente está el nirmanakaya generando esta energía sin reservarse para sí ni una dina, sino que toda la pone al servicio de la Fraternidad para que la emplee en aliviar la pesadumbre del mundo.

Así vemos que de cuantos alcanzan el Adeptado, relativamente pocos se quedan en nuestro mundo terrestre como miembros de la Jerarquía Oculta; pero tanto, Ellos como Su obra son de vital importancia…



Fragmento del libro 
"Los Maestros y el Sendero" por Leadbeater


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