sábado, 26 de septiembre de 2015

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 25

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 25
Carta del Mahatma K.H. a A. P. Sinnett.


CARTA Nº 25
Adiciones posteriores a las Notas sobre el Devachán.
Recibidas el 2 de febrero de 1883.
RESPUESTAS A LAS PREGUNTAS
(1) ¿Por qué ha de suponerse que el Devachán es una condición monótona sólo porque un momento determinado de sensación terrenal se perpetúa indefinidamente —se alarga, por así decirlo, durante eones? No es, no puede ser así. Eso sería contrario a todas las analogías y antagónico a la ley de los efectos, según la cual los resultados son proporcionales a las energías precedentes.
Para entenderlo mejor, usted debe tener presente que hay dos campos de manifestación causal, a saber: el objetivo y el subjetivo.
Así, las energías más toscas, aquellas que operan en las condiciones más pesadas o más densas de la materia, se manifiestan objetivamente en la vida física, siendo su resultado la nueva personalidad de cada nacimiento comprendido dentro del gran ciclo de la individualidad en evolución. Las actividades morales y espirituales encuentran su esfera de efectos en el "Devachán".
Por ejemplo: los vicios, las atracciones físicas, etc., digamos de un filósofo, pueden dar por resultado el nacimiento de un nuevo filósofo, de un rey, un mercader, un rico epicúreo o cualquier otra personalidad cuyo modo de ser fuese el inevitable resultado de las tendencias dominantes en el ser que le precedió en el nacimiento anterior. Bacon, por ejemplo, a quien un poeta llamó—"El más grande, el más sabio y el más ruin de los hombres"—podría reaparecer en su nueva encamación como un avariento prestamista con extraordinarias dotes intelectuales.
Pero las cualidades morales y espirituales del Bacon anterior deberían encontrar también un campo en el cual pudieran expandirse sus energías. El Devachán es ese campo. Por lo tanto, todos los grandes planes de reforma moral, de investigación intelectual y espiritual en los principios abstractos de la naturaleza, todas las divinas aspiraciones, llegarían a su realización en el Devachán, y la entidad abstracta, conocida previamente como el gran Canciller, se ocuparía en ese mundo interno de su propia preparación viviendo, si no por completo lo que uno llamaría una existencia consciente, al menos un sueño de tan vivida realidad, que ninguna de las realidades de la vida podría comparársele jamás.
Y ese "sueño" dura hasta que el Karma está satisfecho en ese sentido; las ondas de fuerza alcanzan la orilla de su estanque cíclico, y el ser entra en la siguiente área de causas, y ésta la puede encontrar en el mismo mundo, como antes, o en otro, según su estado de progreso, a través de los anillos y rondas necesarios para el desarrollo humano.

Así pues, —¿cómo puede usted pensar que "un solo momento de sensación terrestre sea seleccionado para perpetuarse?" Es muy cierto que ese "momento" dura desde el principio hasta el fin; pero dura tan sólo como la nota clave de toda la armonía, como el tono preciso que se aprecia en el diapasón, alrededor del cual se agrupan y desarrollan en variaciones progresivas de melodía y como variaciones sin fin sobre un tema, todas las aspiraciones, los deseos, las esperanzas, los sueños que, en conexión con ese "momento" determinado hayan atravesado jamás el cerebro del soñador durante su vida, sin haber hallado nunca su realización sobre la Tierra; todo lo cual, él lo encuentra ahora plenamente realizado en el Devachán en toda su intensidad, sin sospechar jamás que toda esa bendita realidad no es más que la progenie creada por su propia imaginación, los efectos de las causas mentales producidas por él mismo.
Ese momento particular único, que será el más intenso y que está más allá de todos los demás pensamientos de su cerebro moribundo en el momento de la disolución, será, naturalmente, el que regirá todos los demás "momentos"; no obstante, los últimos pensamientos, aún siendo menos vividos y de menor importancia, estarán también allí, y tendrán su plan asignado en esta revista fantasmagórica de sueños pasados, y proporcionarán variedad al conjunto. No hay hombre en la Tierra que no tenga alguna predilección determinada o alguna pasión que lo domine; nadie, por humilde y pobre que sea, y a menudo a causa de eso, puede dejar de entregarse a esos sueños y deseos, aunque no hayan sido satisfechos. ¿Es eso monotonía? A esas variaciones al infinitum sobre el mismo tema, y a ese tema que se configura a sí mismo a partir de ellas y de las que toma color y forma definida, a ese grupo de deseos que fue el más intenso durante la vida, ¿les llamaría "una confusa carencia de todo conocimiento en la mente devachánica", como si fueran, en "cierto modo", deshonestas? Entonces, en verdad, o se ha equivocado usted, como dice, al no entender lo que yo quería decir, o bien soy yo el culpable. Debo haber fracasado lamentablemente al transmitirle el sentido exacto, y he de confesar mi falta de habilidad para describir lo indescriptible. Esto último es una tarea difícil, mi buen amigo. A menos que las percepciones intuitivas de un chela entrenado no lo subsanen, ninguna descripción que se dé, por gráfica que sea, ayudará.
Realmente, no hay palabras adecuadas para expresar la diferencia existente entre el estado mental en la Tierra y otro fuera de su esfera de acción; no hay términos en inglés equivalentes a los nuestros; nada, excepto los prejuicios inevitables (debidos a su anterior educación occidental), y de ahí la línea de pensamiento en dirección equivocada en la mente del estudiante; ¡para ayudarnos a nosotros en esta inoculación de pensamientos completamente nuevos! Usted tiene razón. No sólo "las personas corrientes" — sus lectores— sino incluso idealistas de tan elevado rango intelectual como el señor C.C.M. fracasarán, me temo, al calibrar la verdadera idea, y nunca la penetrarán hasta sus mismas profundidades. Quizás algún día usted se dará cuenta, mejor que ahora, de una de las principales razones de nuestra resistencia a impartir nuestro Conocimiento a los candidatos europeos. No tiene más que leer las disquisiciones y diatribas del señor Roden Noel en Light.
Claro está, por supuesto, que usted debió contestarlas, tal como le aconsejé por medio de H.P.B. Su silencio es un pequeño triunfo para el pío caballero, y parece como una deserción del pobre señor Massey.
"Un hombre en vías de aprender algo de los misterios de la naturaleza parece estar, para empezar en la Tierra, en un estado superior de existencia a aquel que la naturaleza le tenía aparentemente reservado, como recompensa a sus mejores acciones."
Tal vez no tan "aparentemente" en realidad, cuando se comprende correctamente el modus operandi de la naturaleza. Luego ese otro erróneo concepto: "A mayor mérito, más largo período de Devachán. Pero en el Devachán. . . se ha perdido todo concepto del transcurso del tiempo; un minuto equivale a mil años... entonces a quoi bon, etc."
Esta observación y ese modo de enfrentarse con las cosas podrían aplicarse también a toda la Eternidad, al Nirvana, al Pralaya y a cualquier otra cosa. Diga al mismo tiempo que todo el sistema del ser, de la existencia separada y colectiva, de la naturaleza objetiva y subjetiva, no son sino hechos absurdos, sin propósito, un gigantesco fraude de esta naturaleza, la cual, vista con poca simpatía por la filosofía occidental, cuenta además con la cruel desaprobación del mejor "discípulo laico". ¿Aquoí bon, en tal caso, este predicar de nuestras doctrinas, todo este arduo trabajo y este nadar in adversus flumen7 ¿Por qué, entonces. Occidente estaría tan ansioso de aprender algo de Oriente si, evidentemente, es incapaz de asimilar aquello que nunca puede satisfacer las exigencias de las preferencias especiales de su estética? Triste perspectiva para nosotros, puesto que incluso usted mismo fracasa al observar toda la magnitud de nuestra filosofía, o incluso al abarcar de una sola vez un pequeño ángulo —el Devachán— de esos sublimes e infinitos horizontes del "más allá de la vida". No quiero desanimarle. Sólo quisiera llamar su atención sobre las enormes dificultades que encontramos en cada tentativa que realizamos para explicar nuestra metafísica a las mentes occidentales, incluso entre las más inteligentes. ¡Ay, amigo mío! Parece usted tan incapaz de asimilar nuestro modo de pensar, como de digerir nuestro alimento o de disfrutar de nuestras melodías.
No; no hay relojes ni aparatos para medir el tiempo en el Devachán, mi estimado chela, aunque, en cierto sentido, todo el Cosmos es un gigantesco cronómetro. Ni siquiera nosotros, los mortales —íci bas même— tenemos muy en cuenta el tiempo, si es que lo tenemos, durante los períodos de felicidad y dicha, y siempre los encontramos demasiado cortos; lo cual, de ninguna manera nos impide gozar igualmente de esa felicidad cuando llega. ¿Nunca ha pensado usted en la simple posibilidad de que tal vez en el "Devachán", debido a que la copa de la dicha está rebosante, se pierde "todo sentido del transcurso del tiempo", y que esto no es así para los que caen en el Avitchi, aunque tanto el que mora en el Devachán como el que lo hace en el Avitchi no tienen ninguna noción del tiempo, es decir, de nuestros cálculos terrestres de períodos de tiempo? Debo recordarle también en relación con todo esto, que el tiempo es algo creado enteramente por nosotros; que, si bien un corto segundo de intensa angustia puede parecerle a un hombre una eternidad, incluso en la tierra, a otro más afortunado, las horas, los días y a veces los años enteros puede parecerle que se esfuman en brevísimos instantes; y que, finalmente, de todos los seres sensitivos y conscientes en la Tierra, el hombre es el único animal que tiene noción del tiempo, aunque esto no le hace ni más feliz ni más sabio. ¿Cómo puedo, entonces, explicarle a usted aquello de lo que no puede ser consciente, puesto que usted parece incapaz de comprenderlo? Los símiles finitos son inadecuados para expresar lo abstracto y lo infinito; ni puede lo objetivo reflejar lo subjetivo.
Para darse cuenta de la dicha en el Devachán, o de las aflicciones del Avitchi, debe usted asimilarlos —tal como nosotros lo hacemos.
El idealismo crítico occidental (como se manifiesta en los ataques del señor Roden Noel), tiene todavía que aprender la diferencia que existe entre el ser real de los objetos supersensibles y la intangible subjetividad de las ideas a las que han sido reducidos.
El Tiempo no es un concepto establecido y, por lo tanto, no puede ser comprobado ni analizado de acuerdo con los métodos de la filosofía superficial. Y, a menos que aprendamos a neutralizar los resultados negativos del método por el cual sacamos nuestras conclusiones según las enseñanzas de ese llamado "sistema de la razón pura" y a distinguir entre la materia y la forma de nuestro conocimiento de los objetos perceptibles, nunca podremos llegar a conclusiones precisas y correctas. El caso que tratamos, defendido por mí en contra de su erróneo concepto (aunque muy natural), es una buena prueba de la superficialidad e incluso de la falsedad de ese "sistema de la razón pura (materialista)". El espacio y el tiempo pueden ser —según Kant— no el producto, sino los reguladores de las sensaciones, pero sólo en lo que se refiere a nuestras sensaciones en la Tierra, no a las del Devachán. Allí no encontramos ideas a priori de ese "espacio y tiempo" que controlan las percepciones de los residentes en el Devachán por lo que se refiere a los objetos de sus sentidos; sino que, al contrario, descubrimos que es el mismo morador del Devachán el que crea absolutamente a los dos, y al mismo tiempo los aniquila. De ahí que los llamados "estados póstumos" no pueden ser nunca juzgados correctamente por la razón práctica, puesto que esta última sólo puede tener actividad en la esfera de causas y conclusiones finales, y difícilmente podría ser considerada, como lo hace Kant (para quien significa por un lado la razón, y por el otro la voluntad), como el poder espiritual más elevado en el hombre, teniendo como esfera de acción esa VOLUNTAD. Todo esto no se ha esgrimido aquí —tal como usted podría pensar— para favorecer un argumento (llevado tal vez demasiado lejos), sino en previsión de una futura discusión "familiar", según usted lo expresa, con estudiantes y  admiradores de Kant y de Platón, con los que tendrá usted que enfrentarse.
Y ahora le diré algo en un lenguaje más sencillo, y no será culpa mía si todavía no consigue usted comprender plenamente su significado. Así como la existencia física va acumulando la intensidad de su fuerza desde la infancia hasta la plenitud, y su energía va disminuyendo, a partir de entonces hasta la senectud y la muerte, de igual modo transcurre el sueño que se vive en el Devachán. Por eso, usted tiene razón al decir que el "Alma" nunca puede darse cuenta de su equivocación y sentirse "engañada por la naturaleza", tanto más cuanto que, estrictamente hablando, toda la vida humana y sus ostentosas realidades no son mejores que ese "engaño".
Pero usted se equivoca al hacerse eco de los prejuicios e ideas preconcebidas de los lectores occidentales (ningún asiático estará nunca de acuerdo con usted sobre este punto), cuando usted añade que "hay un sentido de irrealidad en todo este asunto, que es penoso para la mente", puesto que usted es el primero en percibir que, sin duda alguna, esto se debe más a "una imperfecta comprensión de la naturaleza de la existencia" en el Devachán que a cualquier defecto de nuestro sistema. De ahí mis órdenes a un chela para que copie, en un apéndice a su artículo, extractos de esta carta y explicaciones destinadas a sacar de su error al lector y a borrar, tanto como sea posible, la penosa impresión que esta confesión suya es seguro que le producirá. El párrafo entero es peligroso. No me siento con derecho a suprimirlo puesto que, evidentemente, es la expresión de sus sinceros sentimientos, amablemente disimulados, aunque algo torpemente —perdone que se lo diga— como una aparente defensa del punto débil (según su mente) del sistema. Pero, créame que no es así. La naturaleza no engaña ni al morador del Devachán ni al hombre físico viviente. La naturaleza le proporciona allí una verdadera dicha y una felicidad mucho mayores que aquí, donde se enfrenta a todas las condiciones para el bien y para el mal, y donde su inherente desamparo —igual que el de una brizna violentamente arrastrada de acá para allá por todos los vientos despiadados— ha hecho de la felicidad pura en esta tierra una total imposibilidad para el ser humano, cualesquiera que sean sus oportunidades y condiciones. Llame más bien a esta vida una pesadilla fea y horrible, y tendrá usted razón.
Llamar un "sueño" a la existencia en el Devachán en cualquier otro sentido que no sea el de un término convencional, muy adecuado a nuestro lenguaje tan lleno de palabras inapropiadas, es renunciar para siempre al conocimiento de la doctrina esotérica, el único custodio de la verdad.
Permítame, entonces que, una vez más, trate de explicarle algunos de los muchos estados en el Devachán y en el Avitchi.
Igual que en la vida presente en la tierra, también hay para el Ego en el Devachán —el primer latido de la vida psíquica, su plena realización, el desgaste gradual de fuerza al pasar a la semi-inconsciencia, el olvido gradual y la inacción, el olvido total—, no la muerte, sino el nacimiento: nacimiento en otra personalidad y la reanudación de la acción que crea diariamente nuevos cúmulos de causas que deben traducirse en otros períodos de Devachán y, habitualmente, en otro renacimiento físico como una nueva personalidad. Lo que serán las vidas en el Devachán y en la Tierra, respectivamente en cada caso, está determinado por el Karma. Y esta fatigosa ronda de nacimiento tras nacimiento debe recorrerse una y otra vez hasta que el ser alcance el fin de la séptima ronda o bien, en el Ínterin, alcance la sabiduría de un Arhat, después la de un Buddha, y de esa manera quede aligerado de una ronda o dos, por haber aprendido cómo atravesar los círculos viciosos y pasar periódicamente al Paranirvana.

Pero supongamos que no se trate de un Bacon, un Goethe, un Shelley, un Howard, sino de una persona corriente, de una personalidad sin relevancia, sin objetivos, que nunca causó el suficiente impacto en el mundo para hacerse notar, ¿qué ocurre entonces?
Sencillamente, que su estado en el Devachán es tan irrelevante y débil como lo fue su personalidad. ¿Cómo podría ser de otro modo, puesto que la causa y el efecto son iguales?
Pero supongamos el caso de un monstruo de iniquidad, de sensualidad, ambición, avaricia, orgullo, superchería, etc., pero que sin embargo tuviera un germen o varios gérmenes de algo mejor, destellos de una naturaleza más divina — ¿a dónde iría? Ese destello, latente bajo una capa de suciedad, contrarrestaría, sin embargo, la atracción de la octava esfera, donde sólo caen las nulidades absolutas, "los fracasos de la naturaleza" que habrán de ser remodelados por completo, cuya mónada divina se separó de los cinco principios durante su vida terrena (tanto si esto tuvo lugar en la vida precedente como en otros nacimientos anteriores, pues tales casos existen también en nuestros registros), y que han vivido como seres humanos sin alma. (Véase Isis, vol. 2, pp. 368 y 369 de la edición en inglés —la palabra Alma significa aquí Alma "Espiritual", desde luego, la cual siempre que deja "sin alma" a una persona se convierte en la causa de que el quinto principio(Alma Animal) caiga en la octava esfera.
Esas personas cuyo sexto principio las ha abandonado (mientras que el séptimo, al haber perdido su vahan (o vehículo) no puede seguir existiendo independientemente), son aquellas cuyo quinto principio o alma animal desciende, evidentemente, "al pozo sin fondo". Tal vez esto le aclarará aún más las alusiones de Eliphas Levi, si además repasa usted lo que él dice y mis comentarios al margen, (vea en el Theosophist de octubre de 1881 el artículo titulado "La Muerte"), y si reflexiona sobre las palabras empleadas, tales como zánganos, etc. Ahora bien, la entidad nombrada en primer lugar no puede ir a la octava esfera, aún con todas sus maldades, puesto que su maldad es de una naturaleza demasiado espiritual y refinada. Es un monstruo, no un simple bruto sin alma. No debe ser meramente aniquilada, sino  CASTIGADA, puesto que la aniquilación, es decir, el olvido total y el hecho de haber sido eliminada de la existencia consciente no constituye un castigo per se, y tal como lo expresó Voltaire, "le néant ne laisse pas d'avoir du bon". ("La nada no deja de tener algo bueno".)
 No se trata aquí de una vela encendida para ser luego apagada por la brisa, sino de una energía potente, directa, maléfica, que ha sido alimentada y desarrollada por las circunstancias, algunas de las cuales pueden haber estado realmente más allá de su control. Para una naturaleza así debe existir un estado correspondiente al del Devachán, y ese estado se encuentra en el Avitchi la antítesis perfecta del Devachán —lo que ha sido vulgarizado por las naciones occidentales como Infierno y Cielo, estados que usted ha perdido de vista por completo en su "Fragment".
Recuerde: "Para ser inmortal en el bien uno debe identificarse con el Bien (o Dios); para ser inmortal en el mal uno debe identificarse con el mal (o Satán)". La falsa interpretación del verdadero valor de términos tales como "Espíritu", "Alma", "individualidad", "personalidad" y, especialmente, "inmortalidad", provoca guerras de palabras entre un gran número de polemistas idealistas, además de los señores C.C.M. y Roden Noel. Y para completar su "Fragment" sin riesgo de caer de nuevo en las garras destructoras de la crítica de este último honorable caballero, considero necesario añadir al Devachán, el Avitchi como complemento y aplicarle las mismas leyes que al primero. Esto se hace, con su permiso, en el Apéndice. (Este Apéndice se encontrará en The Theosophist de marzo de 1883, p.137.—Eds.).
Habiendo explicado suficientemente la situación, puedo contestar ahora directamente su pregunta nº 1. Sí, es cierto, hay "cambio de ocupación", un cambio continuo en el Devachán, tanto —y mucho más— como lo hay en la vida de cualquier hombre o mujer que dedique toda su vida a una sola ocupación, cualquiera que ésta sea, con la diferencia de que para el morador del Devachán su ocupación especial es siempre agradable y llena su vida de éxtasis. Luego, debe haber cambio, puesto que esa vida de ensueño no es más que el goce, el momento de la cosecha de esos gérmenes psíquicos de semillas caídas del árbol de la existencia física en nuestros momentos de sueños y esperanzas, vislumbres imaginativos de bienaventuranza y felicidad, sofocados en un terreno social ingrato, que florecen en la rosada aurora del Devachán, y maduran bajo su siempre fructífero cielo. ¡Allí no hay ni fracasos ni desengaños! Aunque un hombre haya tenido un único momento de felicidad y experiencia ideal durante su vida —como usted cree— aún así, si el Devachán existe, no podrá ser —como usted erróneamente supone— la indefinida prolongación de ese "momento único", o momentos, según sea el caso; sino los desarrollos infinitos, las peripecias y acontecimientos basados en y surgiendo de este "momento único" o de estos momentos, según el caso; en resumen, todo aquello que se le ocurra a la fantasía del "soñador". Como he dicho, esa nota única, pulsada de la lira de la vida, formaría la Nota Clave del estado subjetivo del ser, y se traduciría en innumerables y armoniosos tonos y semitonos de fantasmagoría psíquica. Allí, todas las esperanzas no realizadas, las aspiraciones y los sueños, se ven plenamente colmados, y los sueños de lo objetivo se convierten en las realidades de la existencia subjetiva. Y allí, tras el velo de maya, el adepto percibe su apariencia quimérica y engañosa, pues él ha aprendido el gran secreto de cómo penetrar profundamente en el arcano de la existencia.
Indudablemente, mi pregunta sobre si usted había experimentado monotonía durante lo que usted considera el momento más feliz de su vida, le ha desorientado por completo. Esta carta es, pues, mi justo castigo por mi pereza al no ampliar la explicación.

Pregunta (2) ¿A qué ciclo se refiere?
El "ciclo menor" significa, como es natural, la terminación de la séptima Ronda, tal como se ha enunciado y explicado. Además de esto, al final de cada una de las siete rondas tiene lugar un recuerdo menos "completo", sólo de las experiencias devachánicas que se han sucedido entre los nacimientos al final de cada vida personal. Pero, la memoria completa de todas las vidas (terrestres y devachánicas), es decir, la omnisciencia, sólo llega en el momento del gran final de las siete Rondas completas (a menos que, en el Ínterin, uno se haya convertido en un Bodhisatva, en un Arhat), significando el "umbral" del Nirvana un período indefinido.
Naturalmente, un hombre que pertenezca al ciclo de la séptima Ronda (que complete sus migraciones terrestres al comienzo de la última Raza y del último Anillo), tendrá que esperar más tiempo en el umbral que uno de los últimos de esas Rondas.
Esa Vida del Elegido entre el Pralaya menor y el Nirvana —o mejor dicho, antes del Pralaya— es la Gran Recompensa, la más grande en realidad, puesto que hace del Ego (aunque puede que nunca haya sido un adepto, sino simplemente un hombre virtuoso y digno en la mayoría de sus existencias) virtualmente un Dios, un ser omnisciente y consciente, un candidato a Dhyan Chohan durante eternidades de eones.... Pero basta.
Estoy revelando los misterios de la iniciación. Pero, ¿qué tiene que ver el NIRVANA con los recuerdos de las existencias objetivas? Ese es un estado todavía más elevado y en el cual se olvidan todas las cosas objetivas. Es un estado de reposo absoluto y de asimilación con Parabrahm —es Parabrahm en sí. ¡Oh, la triste ignorancia occidental de nuestras verdades filosóficas y la incapacidad de vuestros intelectos más brillantes para calibrar el verdadero espíritu de esas enseñanzas! ¡Qué le haremos . . . qué podemos hacer!

Pregunta (3) Usted supone una relación entre las entidades en el Devachán que sólo se aplica a las relaciones mutuas en la existencia física. Dos almas que simpaticen la una con la otra crearán, cada una, sus propias sensaciones devachánicas, haciendo partícipe a la otra de su dicha subjetiva, pero sin embargo, cada una de ellas está separada de la otra en lo que respecta a una verdadera comunicación mutua. Porque, ¿qué unión podría existir entre dos entidades subjetivas que ni siquiera son tan materiales como esa sombra de cuerpo etéreo —el Mayavirupa?

Pregunta (4) El Devachán es un estado, no un lugar. Kama-Loka, Rupa-Loka y Arupa-Loka son las tres esferas de espiritualidad ascendente, en las cuales los diferentes grupos de entidades subjetivas encuentran sus atracciones. En el Kama-Loka (la esfera semi-física) moran los cascarones, las víctimas de accidente y los suicidas; y esta esfera está dividida en innumerables regiones y sub-regiones que corresponden a los estados mentales de los que allí llegan a la hora de la muerte. Esta es la gloriosa "Tierra de Estío" de los espiritistas, a cuyos horizontes queda limitada la visión de sus mejores videntes; visión imperfecta y engañosa debido a la falta de preparación y a no estar guiados por Aloya Vijnana (el conocimiento oculto). ¿Quién, en Occidente, conoce algo del verdadero Sahalokadhatu, el misterioso Chiliocosmo, de cuyas muchas regiones solamente tres pueden darse a conocer al mundo externo: el Tríbhuvana (tres mundos), a saber: Kama, Rupa y Arupa-Lokas? Y sin embargo, ¡vea la triste confusión producida en las mentes occidentales por la mención siquiera de estos tres! ¡Vea "Light" del 6 de enero!
Y he aquí a su amigo (M.A. Oxon) informando al mundo de sus lectores de que según la hipótesis de usted en su "doctrina secreta" —"no podría ser pronunciada ninguna acusación más grave contra un hombre por parte de su más cruel enemigo" que la que usted presenta  contra nosotros— "estos misteriosos desconocidos". Y esta clase de crítica cruel no es la más a propósito para conseguir de nosotros más conocimientos o para hacer que los "desconocidos" sean más conocidos. Y el placer, además, de enseñar a un público, una de cuyas más grandes autoridades (Roden Noel) dice, unas cuantas páginas más adelante, que los teósofos han dotado a los "cascarones" de conciencia simulada. Vea la diferencia que una palabra puede establecer. Si se hubiera escrito la palabra "asimilada" en lugar de "simulada", se habría expresado la verdadera idea de que la conciencia de los cascarones es asimilada del médium y de las personas vivientes que se encuentran presentes, ¡mientras que ahora!... Pero, naturalmente, no son las exposiciones de nuestros críticos europeos, sino las de nuestros chelas asiáticos las que "parecen absolutamente proteicas en su siempre cambiante variedad".
A ese hombre hay que contestarle y, en cualquier caso corregirle, tanto si es usted como el señor Massey quien lo haga. Pero, ¡ay! este último sabe muy poco, y usted, ¡usted considera nuestro concepto del Devachán más bien como una "incomodidad".
Pero, resumiendo:
Así pues, desde el Kama-Loka, en el gran Chiliocosmo, las "Almas" recién trasladadas, una vez que han despertado de su adormecimiento post-mortem, van todas (menos los cascarones), y de acuerdo con sus atracciones, al Devachán o al Avitchi. Y esos dos estados se diferencian, de nuevo, ad infinitum y sus grados ascendentes de espiritualidad obtienen sus nombres de los Lokas que los producen. Por ejemplo, las sensaciones, percepciones e ideaciones de un morador del Devachán en el Rupa-Loka serán, naturalmente, de una naturaleza menos subjetiva de lo que serían en el Arupa-Loka; y en ambos casos las experiencias devachánicas variarán en su presentación ante la entidad-sujeto, no sólo en lo que se refiere a la forma, el color y la substancia, sino también en sus potencialidades formativas. Pero ni siquiera la experiencia más exaltada de una mónada en el estado devachánico más elevado, en el Arupa-Loka (el último de los siete estados), puede compararse a aquella condición perfectamente subjetiva de pura espiritualidad, de la cual emerge la mónada para "descender a la materia", y a la cual debe retornar al final del gran ciclo. Ni el mismo Nirvana es comparable al Pari-Nirvana.

Pregunta (5) El despertar de la conciencia comienza después de la lucha en el Kama-Loka, en la puerta del Devachán, y solamente después del "período de gestación". Le ruego que lea de nuevo mis respuestas sobre este tema en sus "Famosas Contradicciones".

Pregunta (6) Siendo injustificadas sus deducciones con respecto a la prolongación indefinida en el Devachán de un momento determinado de dicha en la tierra, su pregunta del último párrafo de este interrogatorio no necesita ser tenida en cuenta. La estancia en el Devachán es proporcional a los impulsos psíquicos inconclusos originados en la vida terrena; aquellas personas cuyas atracciones fueron predominantemente materiales serán atraídas más pronto hacia el renacimiento por la fuerza de Tanha. Y como muy bien hace observar nuestro adversario de Londres, estos temas (metafísicos) sólo pueden comprenderse en parte. Una facultad más elevada perteneciente a la vida superior debe ver, y es realmente imposible imponer esos conceptos a nuestra comprensión —simplemente en palabras. Uno debe ver con su visión espiritual, oír con el oído dharmakáyico, sentir con las sensaciones de su Ashta- Vijnana (el "Yo" espiritual) antes de poder comprender por completo esta doctrina; de otro modo, puede que no haga más que aumentar la propia "incomodidad" y añadir muy poco a su conocimiento.

Pregunta (7) La "recompensa proporcionada por la naturaleza para los hombres que son bondadosos de un modo exhaustivo y sistemático" y que no han enfocado sus afectos sobre un individuo solamente o sobre una particularidad, es —si son puros— la de pasar más rápidamente a través del Kama y Rupa-Lokas, hacia la más elevada esfera superior del Tribhuvana, puesto que es allí donde la formulación de las ideas abstractas y la consideración de los principios generales llenan los pensamientos de sus ocupantes.
Personalidad es sinónimo de limitación, y cuanto más estrechas sean las ideas de la persona, tanto más se aferrará ella a las esferas inferiores del ser, y tanto más tiempo vagará en el plano de las relaciones sociales egoístas. La condición social de un ser es, naturalmente, resultado del Karma; siendo la ley que: "lo semejante se atrae".
El ser que renace es atraído a la corriente de gestación, a la cual le hacen unirse las atracciones predominantes del último nacimiento. Así, el que murió siendo campesino puede renacer como rey, y el soberano fallecido puede ver la luz de nuevo en la cabaña de un peón.
Esta ley de atracción se reafirma en miles de "accidentes de nacimiento", expresión ésta que no puede ser más inadecuada. Cuando usted se dé cuenta, por lo menos de lo siguiente —que los skandhas son los elementos de la existencia limitada, entonces habrá comprendido también una de las condiciones del Devachán que ahora tiene para usted una perspectiva tan profundamente insatisfactoria. Tampoco son sus deducciones completamente acertadas en su aplicación general (por lo que se refiere al bienestar y la satisfacción de las clases superiores, como debidos a un mejor Karma). Estas deducciones han creado un círculo de eudemonismo (Doctrina moral que sostiene que la felicidad es el sumo bien.)  a su alrededor que es difícilmente compatible con la Ley Kármica, puesto que ese "bienestar y sus satisfacciones" son más a menudo la causa de un Karma nuevo y sobrecargado, que el producto o los efectos del último.
Incluso, como "regla general", la pobreza y la condición humilde en la vida son menos causa de dolor que la riqueza y el nacimiento elevado; pero sobre esto hablaremos más adelante.
Mis respuestas están tomando, una vez más, la forma de un libro más bien que el aspecto razonable de una carta. "¿Está escribiendo un nuevo libro, o para el Theosophist?" Bien; ¿no cree usted (puesto que su deseo es llegar no sólo a la mayoría, sino también a las mentes más receptivas) que sería mejor hacer lo uno y lo otro? Usted podría incorporar en el Buddhismo Esotérico —título excelente, por cierto— material que lo haría aparecer como una continuación o una ampliación de lo ya publicado en el Theosophist, una exposición sistemática y cuidadosa de lo que ya se ha dado y se dará en la revista en cortos fragmentos tomados al azar. Anhelo especialmente —a causa de M.— que la revista constituya, en lo posible, un notable éxito y que circule en Inglaterra más de lo que circula actualmente. Su nuevo libro, al atraer —como es seguro que lo hará— la atención de la parte del público occidental más culto y reflexivo hacia el órgano del "Buddhismo Esotérico" par excellence — haría de ello un gran bien, y ambos se beneficiarían mutuamente. Cuando lo escriba, no pierda de vista la obra de Lillie, Buddha y el Buddhismo Primitivo. A pesar de sus muchas falsedades, injustificables suposiciones, deformación de los hechos e incluso de las palabras sánscritas y palis, este presuntuoso libro ha tenido, sin embargo, el mayor de los éxitos entre los espiritistas e incluso entre los cristianos de tendencia mística. Diré a Subba Row o a H.P.B. que lo revisen, facilitándoles mis notas, pero de esto hablaremos en otra carta. Usted posee amplio material para trabajar con mis notas y escritos. Sólo ha dado a conocer algunos de los muchos puntos que yo he tocado, ampliado y vuelto a ampliar en montones de cartas como la que le estoy escribiendo ahora. De ellas podría sacar material para innumerables artículos nuevos y Fragmentos para la revista, y aún le quedaría bastante y le sobraría para el libro. Y estos artículos, a su vez, podrían ser seguidos de un tercer volumen más adelante.
Puede ser conveniente tener presente este plan.
Su "quimérico proyecto", con Darjeeling como objetivo, no es quimérico, sino simplemente impracticable, mi buen amigo. Todavía no ha llegado el momento. Pero el impulso de sus energías lo están llevando a usted, lenta pero persistentemente, en dirección a una relación personal. Yo no diré que lo desee tanto como usted, porque le estoy viendo casi todos los días de mi vida y me interesan muy poco las relaciones objetivas; pero, si yo pudiera, aceleraría esa entrevista en beneficio suyo. ¿Sin embargo...? Entre tanto, siéntase feliz al saber que ha hecho más bien verdadero a sus semejantes en el transcurso de los dos últimos años, que en muchos anteriores. Y también a usted mismo.
Estoy seguro de que usted no simpatiza con los sentimientos egoístas que impulsan a la Rama de Londres incluso a querer abstenerse de ayudar económicamente con unas pocas guineas anuales a la Sociedad Madre. ¿Qué miembro pensaría nunca en rehusar o tratar de eludir el pago de sus cuotas a cualquier otra sociedad, club o asociación científica a la que pudiera pertenecer? Es esa indiferencia y ese egoísmo lo que les ha permitido mantenerse impasibles y en calma desde el principio, viendo cómo los dos que están en la India entregan sus últimas rupias (y Upasika vendiendo realmente sus joyas por el honor de la Sociedad), aunque muchos de los miembros británicos están en mejor situación que ellos para hacer frente al sacrificio que fuere necesario. La hermana del señor Olcott está realmente pasando hambre en América, y el pobre hombre, amándola profundamente como la ama, no hubiera retirado ni siquiera 100 rupias de los fondos de la Sociedad, o mejor dicho, de los fondos del Theosophist, para ayudarla a ella y a sus seis hijos pequeños, si H.P.B. no hubiera insistido y si M. no hubiera contribuido a ello con una pequeña cantidad.
De cualquier modo, he dicho al señor Olcott que le envíe a usted la autorización oficial necesaria para arreglar en Londres lo de las cuotas o para llevar a cabo cualquier otro convenio financiero que usted considere mejor. Pero tenga presente, mi muy apreciado Hermano, que si se espera de los pobres empleados hindúes, que ganan salarios de 20 y 30 rupias, que paguen la misma cuota para ayudar a los gastos de la Sociedad, es una absoluta injusticia eximir por completo a los miembros de Londres mucho más ricos. Haga justicia "aunque el cielo se hunda". Sin embargo, si hay que hacer concesiones a los prejuicios locales, usted está ciertamente mejor cualificado que nosotros para darse cuenta de ello y para negociar de acuerdo con lo que más convenga. Ponga por todos los medios "en mejor pie las relaciones monetarias" de lo que lo están en la actualidad, si los aires financieros han de ser apaciguados para el trasquilado cordero-Peling. Tengo fe en su sabiduría, amigo mío, aunque usted tendría cierto derecho a perder rápidamente la suya en mí, considerando cuan difíciles demostraron ser las negociaciones para verificar el capital del Phoenix. Usted debe haber comprendido que, a pesar de la aprobación de mi "chela laico" por el Chohan, me encuentro todavía bajo las restricciones del año pasado, y no puedo enfocar sobre las partes correspondientes todos los poderes psíquicos que de otra manera podría. Además, nuestras leyes y restricciones en lo que se refiere a dinero o a cualquier otra operación financiera, ya sea dentro o fuera de nuestra Sociedad, son extremadamente severas —inexorables en ciertos aspectos. Tenemos que proceder muy cautamente, y de ahí la demora. Pero tengo la esperanza de que usted mismo piense que algo se ha hecho ya en este sentido.

Sí; "K.H." quiso significar que la reseña del "señor Isaacs debería aparecer en el Theosophist" redactada "por el autor de El Mundo Oculto" de manera que envíela antes de partir. Y por consideración al viejo "Sam Ward", me gustaría verla mencionada en el "Pioneer". Pero eso no importa tanto, ahora que usted lo deja.
Por consiguiente, —Salam, y mis mejores deseos. Estoy en extremo ocupado con las preparaciones de la iniciación. Varios de mis chelas —Djual-Khool entre otros— están esforzándose para alcanzar "la otra orilla".
Suyo fielmente,
K.H.




martes, 8 de septiembre de 2015

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 24

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 24
Carta del Mahatma K.H. a A. P. Sinnett.


CARTA Nº 24 

CARTA Nº 24 
LAS FAMOSAS "CONTRADICCIONES"
Recibida en otoño de 1882.
Espero que tendrá en cuenta mi extraordinaria obediencia al haberme esforzado laboriosamente y en contra de mis deseos, en compilar argumentos en favor del demandante con referencia a las contradicciones alegadas. Como ya he dicho en otro lugar, no me parece que valga la pena preocuparse de ellas; aunque, por el momento, confunden mis ideas sobre el Devachán y sobre las víctimas de accidente. Porque no me atormentan es por lo que nunca, hasta ahora, tuve en cuenta su sugerencia de que debería tomar nota de ellas.
En esta etapa de nuestra correspondencia, incomprendidos como en general parecemos ser, incluso por usted mismo, mi leal amigo, puede que valga la pena y que sea útil para los dos que se le ponga en conocimiento de ciertos hechos —hechos muy importantes— relacionados con el adoptado. Tenga presente, pues, los puntos siguientes:
(1) Un adepto —el más elevado como el más humilde— lo es sólo durante el ejercicio de sus poderes ocultos.

(2) En el momento en que esos poderes sean necesarios, la voluntad soberana abrirá la puerta al hombre interno (el adepto), que sólo puede emerger y actuar libremente a condición de que su carcelero —el hombre externo esté total o parcialmente paralizado, según sea el caso; a saber: ya sea (a) mental y físicamente;
(b) mental, pero no físicamente;
(c) físicamente, pero no por completo mentalmente;
(d) ni lo uno ni lo otro, pero con un velo akásico interpuesto entre el hombre externo y el interno.

(3) El más mínimo uso de los poderes ocultos exige pues, un esfuerzo tal como usted verá ahora. Podemos compararlo al esfuerzo muscular interno de un atleta preparándose para utilizar su fuerza física. Igual que no es probable que un atleta esté siempre recreándose hinchando sus venas por anticipado antes del levantamiento de un peso, de la misma manera puede suponerse que un adepto no mantendrá su voluntad en constante tensión y al hombre interno en plena actuación cuando no exista una necesidad perentoria para ello.
Cuando el hombre interno descansa, el adepto se convierte en un hombre corriente, limitado a sus sentidos físicos y a las funciones de su cerebro físico.
La práctica intensifica la intuición de éste pero es incapaz de lograr que estos sentidos sean supersensibles. El adepto interno siempre está dispuesto, siempre está alerta, y eso basta para nuestros propósitos. En momentos de descanso, pues, sus facultades también descansan.
Cuando me siento a comer, o cuando me visto, leo o me ocupo en cualquier otra cosa, no estoy pensando ni siquiera en los que están cerca de mí; y Djual Khool puede romperse fácilmente la nariz hasta sangrar al tropezar en la oscuridad contra un madero, como le ocurrió la otra noche (precisamente porque en lugar de interponer una "película" había paralizado tontamente todos sus sentidos externos mientras hablaba con un amigo distante) y yo permanecía plácidamente ignorante del hecho. Yo no estaba pensando en él, y de ahí mi ignorancia.

De lo que antecede, usted muy bien puede deducir que un adepto es un mortal común en todos los momentos de su vida diaria, excepto en aquellos en que esté actuando el hombre interno.
Una a esto el desagradable hecho de que nos está prohibido utilizar ni una sola partícula de nuestros poderes en relación con los Eclécticos (por lo cual usted tiene que estarle agradecido a su Presidente y sólo a él), y que lo poco que se hace es, como si dijéramos, de contrabando, y después construya en seguida el siguiente silogismo:
Cuando K.H. nos escribe no es un adepto.
Un no adepto —es falible.
Por lo tanto, K.H. puede cometer errores con mucha facilidad:
Errores de puntuación —que cambiarán a menudo y totalmente todo el sentido de una frase;
errores idiomáticos —muy probable que ocurran, especialmente cuando se escribe tan apresuradamente como lo hago yo; errores que surgen de vez en cuando, de una confusión de términos que yo tenía que aprender de usted —puesto que usted es el autor de los términos "rondas" —"anillos" —"anillos terrestres", etc. Ahora bien, en relación con todo esto le ruego que me permita decir que, después de haber leído yo mismo cuidadosamente, una y otra vez, nuestras "Famosas Contradicciones", y después de habérselas dado a leer a M. y luego a un adepto superior cuyos poderes no están bajo tutelaje del Chohan, sino que han sido puestos a buen recaudo por El, para evitar que los malgaste en objetivos inmerecidos de su predilección personal, después de haber hecho todo esto, este adepto me dijo lo siguiente:
"Todo es perfectamente correcto. Sabiendo lo que usted quiere decir, y como cualquier otra persona que conozca la doctrina, no puedo encontrar en esos fragmentos sueltos nada que pudiera ser realmente contradictorio. Pero, puesto que muchas frases son incompletas y los temas están dispersos sin orden alguno, no me sorprende que sus 'chelas laicos' encuentren fallos en ello. Sí; es necesaria una exposición más clara y explícita".

Ese es el mandato de un adepto, y lo cumpliré; trataré de completar la información en atención a usted.
En un solo y único caso, —señalado en sus páginas y en mis respuestas (12A) y (12B) la última— el "demandante" tiene derecho a ser escuchado, pero no lo tiene ni siquiera a un cuarto de penique por daños y perjuicios, puesto que, legalmente, nadie —ni el demandante ni  el demandado— tiene derecho a alegar ignorancia de la ley; también en las Ciencias Ocultas los discípulos laicos deberían estar obligados a conceder el beneficio de la duda a sus instructores en los casos en que, debido a la gran ignorancia de ellos en esa ciencia, es más que probable que interpreten mal su significado, ¡en lugar de acusar a sus instructores, de golpe y porrazo, de incurrir en contradicción'.

Ahora pido que se haga constar que, con relación a las dos frases señaladas respectivamente 12A y 12B, existe una comprensible contradicción sólo para aquellos que no están familiarizados con ese principio. Usted no lo estaba y por eso me declaro "culpable" de una omisión, pero "no culpable de una   contradicción. E incluso con relación a lo primero, esa omisión es tan pequeña que, al igual que la muchacha acusada de infanticidio, al ser conducida ante el juez, dijo en su defensa que el bebé era tan pequeñito que no valía la pena llamarle "bebé", —yo podría aducir lo mismo por mi omisión si no tuviera ante mis ojos su terrible definición de que estoy "sirviéndome de mi ingeniosidad". Bien; lea las explicaciones dadas en mis "Notas y Respuestas", y juzgue.

Y a propósito, mi buen Hermano: hasta ahora yo no había sospechado que existiera en usted una capacidad tal para defender y excusar lo inexcusable, como lo demostró en mi defensa del ahora famoso "ejercicio de ingeniosidad". Si el artículo (contestación a C.C. Massey) ha sido escrito con el espíritu que usted me atribuye en su carta, y si yo o alguno de nosotros tiene más "inclinación a tolerar las maneras más sutiles y engañosas para conseguir un fin", de lo que se admite en general como honorable por parte del europeo amante de la verdad y leal, (¿se incluye al señor Hume en esta categoría?) —en verdad que no tiene usted ningún derecho a excusar semejante modo de proceder, ni siquiera en mí; ni de considerarlo "simplemente de la misma naturaleza que las manchas en el sol", puesto que una mancha es una mancha, se encuentre en el refulgente astro o en un candelabro de bronce. Pero está usted equivocado, mi querido amigo. No hubo ninguna manera sutil ni engañosa de comportamiento para sacarla de la dificultad creada por el estilo ambiguo de ella y por su ignorancia del inglés —no por su ignorancia del tema— lo cual no es lo mismo y cambia totalmente el aspecto de la cuestión.

Tampoco yo era ignorante del hecho de que M. le había escrito a usted con anterioridad sobre el tema, puesto que fue en una de sus cartas (la penúltima antes de que yo tomara este asunto de sus manos) en la cual él se refirió por primera vez al tema de las "razas" y habló de las reencarnaciones. Si M. le dijo a usted que estuviera alerta para no confiar demasiado implícitamente en Isis, fue porque le estaba enseñando la verdad y el hecho, y porque en la época en que fue escrito el pasaje nosotros no habíamos decidido todavía instruir al público indistintamente. El le dio a usted varios de esos ejemplos —con sólo que usted quiera volver a leer su carta— añadiendo que si tal y tal frase se hubieran escrito de tal y tal manera, explicarían mucho mejor los hechos ahora meramente esbozados.
Por supuesto, "a C.C.M." el pasaje debe parecerle equivocado y contradictorio porque es desconcertante, tal como dice M. Muchos son los temas tratados en Isis que ni siquiera a H.P.B. se le permitió conocer por completo; sin embargo, no son contradictorios, aunque sean "desconcertantes".
Obligarla a decir —como hice yo— que el pasaje criticado era "incompleto, caótico, vago . . . mal hecho, como muchos otros pasajes de esa obra", fue un "franco reconocimiento, suficiente, yo diría, para satisfacer al crítico más excéntrico. En cambio, admitir que "el pasaje estaba equivocado" hubiera añadido una falsedad inútil, pues yo sostengo que no está equivocado, puesto que si bien oculta la verdad total, no la desfigura en los fragmentos que de esa verdad se dan en Isis. De lo que se trataba en la crítica de C.C.M. no es que él se lamentara de que no se hubiera dado toda la verdad, sino de que la verdad y los hechos de 1877 fueran considerados como errores y contradicciones en 1882; fue ese punto —perjudicial para toda la Sociedad, para sus chelas internos y "laicos" y para nuestra doctrina— el que tenía que ser mostrado bajo sus verdaderos colores; es decir, se había de mostrar como una total falsa interpretación debida al hecho de que la doctrina "septenaria" todavía no había sido divulgada en el mundo en la época en que Isis se escribió.
Y así es como se mostró. Siento que usted no encuentre "muy satisfactoria" la respuesta de ella, escrita bajo mi directa inspiración, porque esto sólo me demuestra que, hasta el presente, decididamente, usted no ha comprendido la diferencia entre los principios sexto y séptimo y el quinto, o sea, entre las Mónadas = Egos inmortales y las Mónadas = Egos astrales y personales. La sospecha se ve corroborada por lo que H—X expone en su crítica de mi explicación al final de su "carta" en el número de septiembre; la carta de usted, que tengo ante mí, completa la evidencia de esto. No cabe duda de que el "verdadero Ego es inmanente a los principios superiores que reencarnan" periódicamente cada mil, dos mil, tres mil años o más.
Pero el Ego inmortal, la "Mónada Individual", no es la mónada personal, que es el quinto  principio; y el pasaje de Isis no respondía a los reencarnacionistas orientales, que sostienen en esa misma obra, Isis —(si al menos la hubiera usted leído hasta el final)— que la individualidad o "Ego" inmortal tiene que reaparecer en cada ciclo —pero los reencarnacionistas occidentales, especialmente los franceses, enseñan que es la mónada personal o astral, el "moi fluídique", el manas o mente intelectual, en resumen, el quinto principio, el que reencarna cada vez.

Así pues, si usted lee una vez más el pasaje de Isis citado por C.C.M. y lo compara con la "Crítica de la Vía Perfecta", tal vez descubra que H.P.B. y yo teníamos toda la razón al sostener que en el pasaje citado sólo se aludía a la "mónada astral".
Y hay también un "choque" todavía más "decepcionante" para mi mente al ver que usted se niega a reconocer en la mónada astral al Ego personal —(mientras que todos nosotros la denominamos, sin lugar a dudas, por ese nombre y así la hemos llamado durante milenios)— que el que usted pudo experimentar en la suya al encontrarse con esa mónada bajo su propio nombre en el Fragmento sobre la Muerte, de E. Levi.
La "mónada astral" es el "Ego personal" y, por lo tanto, nunca reencarna tal como los espiritistas franceses quisieran, excepto en "circunstancias excepcionales"; en cuyo caso, reencarnando no se convierte en un cascarón, pero si tiene éxito en su segunda reencarnación, lo llegará a ser y luego, gradualmente, perderá su personalidad, después de haber sido vaciado, por así decirlo, de sus atributos mejores y más elevados por la mónada inmortal o "Ego Espiritual" durante su última y suprema lucha. El "choque de sentimientos" debería ser, pues, por mi parte, ya que realmente sólo "parecía ser otro ejemplo de la diferencia entre los métodos orientales y occidentales" pero no fue así, no en este caso por lo menos. Puedo comprender fácilmente, mi querido amigo, que en la fría condición en que usted se encuentra (mentalmente), esté usted dispuesto a calentarse incluso a los rayos del sol de una pira funeraria sobre la cual se estuviera llevando a cabo un sutti  (Antigua costumbre india de quemar a la viuda en la pira funeraria del esposo.) viviente; pero, ¿por qué, por qué llamar a esta pira un Sol y disculpar su mancha, —el cadáver?
La carta dirigida a mí y que usted, por delicadeza, no se permitió leer, era para que la leyera atentamente y fue enviada con ese propósito. Yo quería que usted la leyera.
Su sugerencia respecto a la nueva tentativa artística de G.K. es ingeniosa, pero no lo suficiente como para ocultar las blancas hebras de la negra insinuación jesuítica. Sin embargo, G.K. se dejó atrapar en ella; "Nous verrons, mus verrons!", dice la canción francesa.
Presentando sus más humildes salaams (Saludo ceremonioso de los orientales.) —G. Khool dice que usted "ha descrito incorrectamente el curso de los acontecimientos con relación al primer retrato". Lo que él dice es lo siguiente: (1) "el día que ella llegó", no le pidió a usted que "le diera un pedazo de" etc.
(Carta 28) sino después de que usted comenzara a hablarle de mi retrato, que ella dudaba mucho que usted pudiera conseguir. Fue sólo después de haber hablado de ello durante media hora en el salón que da a la calle —ustedes dos formando los dos puntos superiores del triángulo, cerca de la puerta de su despacho, y su señora el punto inferior (él dice que estaba allí)— cuando ella le dijo a usted que lo intentaría.
Fue entonces cuando ella le pidió a usted "un pedazo de papel blanco grueso" y usted le dio un trozo de papel de cartas fino que había sido tocado por una persona muy antimagnética.
Sin embargo, él dice que hizo lo mejor que pudo. Al día siguiente, cuando la señora S. hubo visto el papel, justamente 27 minutos antes de que él lo hiciera, él llevó a cabo su trabajo. No fue "una hora o dos antes", como usted dice, pues él había dicho a la "V.D." que se lo dejara ver a su esposa precisamente antes del desayuno. Después del desayuno ella le pidió a usted un trozo de cartulina de Bristol y usted le dio dos trozos, ambos marcados, y no uno, como usted dice. La primera vez que ella lo intentó fue un fracaso, dice él, "con la ceja parecida a una sanguijuela", y sólo se terminó por la tarde, mientras usted estaba en el Club, en una cena a la cual la vieja Upasika no quiso asistir. Y fue de nuevo él, G.K., el "gran artista", el que tuvo que hacer desaparecer la "sanguijuela" y corregir el turbante y los rasgos, y el que hizo que "se pareciera al Maestro" (él insiste en llamarme así, aunque en realidad ya no es mi discípulo) puesto que M., después de estropearlo, no quiso tomarse el trabajo de corregirlo y prefirió irse a dormir. Y finalmente, me dice que, a pesar de que yo me tomé a broma el retrato, el parecido es bueno, sólo que hubiera sido mejor si el sahib M. no hubiera intervenido en él, y si a él, a G.K. se le hubiera permitido usar sus propios métodos "artísticos". Ese es su relato, y por eso no está satisfecho con la explicación de usted, y así se lo dijo a Upasika, la cual le contó a usted algo muy diferente. Y ahora a mis notas.

(1)
Hume se ha sentido impulsado a buscar contradicciones en algunas cartas que se refieren a la evolución del hombre, pero conversando con él yo siempre sostuve que no se trataba en absoluto de contradicciones, sino que se deben simplemente a una confusión sobre rondas y razas —una cuestión de interpretación de palabras. Luego él pretendió creer que usted ha construido la filosofía a medida que iba avanzando, y que sorteó las dificultades inventando muchas más razas de las que en principio se habían estudiado, cuya hipótesis yo siempre he puesto en evidencia como absurda.
(1)(Respuestas de K.H. a las "Famosas Contradicciones"; los números corresponden a los que aparecen en el texto de las Preguntas del señor Sinnett. Véase la Carta anterior n° 24)
Todo eso no me preocupa mayormente. Pero como ellas le facilitan a nuestro mutuo amigo una buena arma contra nosotros, la cual es probable que utilice cualquier día de esa manera tan desagradable que le es propia, prefiero explicarlo una vez más —con su amable aquiescencia.

(2)
No he vuelto a copiar aquí los pasajes sobre las víctimas de accidentes citados en mi carta del 12 de agosto y que están en aparente contradicción con las correcciones de mi Carta sobre Teosofía. Usted ya se ha expresado a propósito de estas citas en el reverso de mi carta de fecha 12 de agosto: —
(2)
Desde luego, desde luego; es nuestro modo habitual de sortear las dificultades. Siendo nosotros mismos un "invento", recompensamos a los inventores inventando Razas imaginarias. Hay una buena cantidad de cosas más que se nos acusa de haber inventado. Bien, bien, bien; de todos modos hay una cosa que no se nos acusará jamás de haber inventado, y esa es el mismo Señor Hume. Inventar algo como él trasciende los más elevados poderes Siddhis que conocemos.
Y ahora, mi buen amigo, antes de que sigamos adelante, le ruego que lea el apéndice n° [A].
Ha llegado ya el momento de que usted nos conozca tal como somos. Solamente para probarle a usted, ya que no a él, que nosotros no hemos inventado esas Razas, para su utilidad expondré lo que nunca ha sido explicado antes. Le explicaré a usted todo un capítulo entero del libro de Rhys Davids sobre el Buddhismo, o mejor dicho, sobre el Lamaísmo que, en su natural ignorancia, él considera ¡como una corrupción del Buddhismo! Puesto que esos señores —los orientalistas— se atreven a dar al mundo sus soi-dísant traducciones y comentarios de nuestros libros sagrados, que los teósofos pongan en evidencia la gran ignorancia de esos pundits86 (Título que se da a los sabios en la India. N.T.) "mundanos", dando al público las verdaderas doctrinas y explicaciones de lo que ellos                  considerarían una teoría absurda y fantástica.

(3)
"Puedo comprender fácilmente que se nos acuse de contradicciones e incongruencias, e incluso hasta de escribir una cosa hoy y negarla mañana. Si usted pudiera saber tan sólo cómo escribo mis cartas y el tiempo de que dispongo para dedicarlo a ellas, tal vez se sentiría menos crítico, si no menos exigente.—"
 (3)
Y por el hecho de que yo admita la aparente o superficial contradicción (e incluso eso sólo en el caso de alguien que, como usted, conoce tan poco de nuestras doctrinas), ¿es esa una razón para considerarlas realmente contradictorias? Supóngase que yo hubiera escrito en una carta anterior: "la luna no tiene atmósfera", y luego siguiera hablando de otras cosas; y le dijera en otra carta:
"porque la luna tiene una atmósfera propia", etc., no hay duda de que se me acusaría de decir hoy negro y mañana blanco. Pero, ¿dónde podía un cabalista ver contradicción entre las dos frases? Puedo asegurarle que no la vería, porque un cabalista que sabe que la luna no tiene atmósfera que se corresponda en ningún aspecto con la de nuestra tierra, sino que tiene una atmósfera propia, totalmente distinta de lo que sus hombres de ciencia llamarían atmósfera, también sabe que igual que los occidentales, nosotros, los orientales y especialmente los ocultistas, tenemos nuestra propia manera de expresar los pensamientos, tan sencilla para nosotros en su implícito significado como lo es la suya para ustedes.
 Supongamos que os empeñáis en enseñar astronomía a vuestro mandadero. Hoy le decís: "mira cuan gloriosamente se está poniendo el sol; fíjate con qué rapidez se mueve, cómo sale y cómo se pone, etc; y al día siguiente tratáis de inculcarle la idea de que el sol está relativamente inmóvil, y que es sólo nuestra tierra la que le pierde de vista, y luego vuelve a aparecer a la visión del sol en su movimiento diurno; y diez contra uno a que si su alumno tiene sesos en la cabeza, le acusará de flagrante contradicción a usted mismo. ¿Sería esto prueba de que usted ignora el sistema heliocéntrico? ¿Y podría acusársele a usted, con justicia, de "escribir una cosa hoy y negarla mañana", aunque su sentido de lealtad le impulse a admitir que usted "puede entender fácilmente" el por qué de la acusación?
Escribiendo, pues, mis cartas tal como lo hago, unas cuantas líneas ahora y unas cuantas palabras dos horas más tarde; teniendo que volver a coger el hilo del mismo tema, tal vez con una docena o más de interrupciones entre el principio y el final, no puedo prometerle nada parecido a la exactitud occidental. Ergo —la única "víctima de accidente", en este caso, soy yo. El inocente pero riguroso interrogatorio al que me está sometiendo usted —y contra el cual no tengo nada que objetar— y el propósito, absolutamente premeditado por parte del  señor Hume, de cogerme en falta siempre que pueda —procedimiento considerado sumamente legítimo y honrado en la ley occidental, pero ante el cual nosotros, salvajes asiáticos, nos oponemos de la manera más contundente— ha proporcionado a mis colegas y Hermanos una elevada opinión de mi propensión al martirio. En su opinión me he convertido en una especie de Simeón el estilita indo-tibetano. Atrapado en la parte inferior de la curva del signo de interrogación de Simla, y empalado en él, me veo predestinado a mantener el equilibrio en la cúspide del semicírculo, por miedo a resbalar y a caer en cada movimiento incierto, tanto hacia adelante como hacia atrás. —Tal es la actual posición de este humilde amigo. Desde que emprendí la extraordinaria tarea de enseñar a dos discípulos ya crecidos, con cerebros en los que los métodos de la ciencia occidental habían ido cristalizando durante años, y uno de los cuales está bastante deseoso de aceptar las nuevas enseñanzas iconoclastas pero que, sin embargo, necesita que sean     desarrolladas minuciosamente, mientras que el otro no las recibirá sino a condición de que se agrupen los temas tal como él quiere que se agrupen, y no en su orden natural —he sido considerado por todos nuestros Chohanes como un lunático. Y se me ha preguntado seriamente si mis primeros contactos con los "Pelings" occidentales no habrán hecho de mí un semi-Peling y no me habrán convertido en un visionario "dzing-dzing". Todo esto ya era de esperar. No me quejo; sólo explico un hecho y pido humildemente que se me conceda crédito, confiando solamente que no se interpretará de nuevo como una manera "sutil y engañosa" de eludir una nueva dificultad.

 (4)
Ese pasaje fue el que me indujo a pensar que tal vez podría ser que alguna de las primeras cartas hubiera sido en sí la "víctima del accidente".
Pero sigamos con el caso del demandante:—

(5)
"La mayoría de aquellos a los que usted puede llamar —si le place— candidatos al Devachán, mueren y renacen sin recuerdos en el Kama-Loka. . . Difícilmente puede llamarse recuerdo a un sueño suyo, a alguna escena particular o a varias, en cuyos estrechos límites usted encontraría incluidas unas cuantas personas. .. etc. Llámelo el recuerdo personal de A.P. Sinnett, si puede". Notas al dorso de la mía a la Vieja Dama:
(5) Cada entidad cuádruple que acaba de desencarnar —tanto que muriera de muerte natural como violenta, por suicidio o accidente, mentalmente sana o loca, joven o vieja, buena, mala o indiferente— pierde todo recuerdo en el momento de la muerte, y mentalmente es — aniquilada; duerme su sueño akásico en el Kama-Loka. Este estado dura desde unas cuantas horas (rara vez menos), días, semanas, meses —algunas veces, hasta varios años. Todo esto según la entidad, según su estado mental en el momento de la muerte, según su clase de muerte, etc.
Este recuerdo volverá (a la entidad o Ego) poco a poco y gradualmente hacia el final de la gestación, y todavía más lentamente, pero de forma mucho más imperfecta e incompleta, al cascarón; y volverá en su totalidad al Ego en el momento de su entrada en el Devachán.
Y ahora, siendo éste un estado determinado y producido por su vida pasada, el Ego no se precipita en éste de repente, sino que se va sumergiendo en él gradualmente, sin sacudidas. En los albores de esa etapa aparece esa vida (o mejor dicho, esa vida es vivida, una vez más, por el Ego) desde su primer día consciente hasta el último. Desde el acontecimiento más importante hasta el más insignificante, todos son clasificados ante la visión espiritual del Ego; sólo que, al contrario de lo que sucede con los acontecimientos de la vida real, sólo permanecen los que son escogidos por el nuevo viviente (perdone la palabra) manteniéndose fiel a algunas escenas y a algunos actores, los cuales se quedan permanentemente —mientras que todo lo demás se esfuma y desaparece para siempre o bien se reintegra a su creador —el cascarón.
Trate ahora de comprender en sus efectos esta ley altamente importante por ser tan altamente justa y retributiva. Nada queda de ese Pasado que ha vuelto a renacer, excepto lo que el Ego ha experimentado espiritualmente —aquello que evolucionó y vivió por y a través de sus facultades espirituales, ya sea amor u odio. Todo lo que estoy ahora tratando de describir en realidad es indescriptible. Igual que ni dos hombres, ni siquiera dos fotografías de la misma persona, ni tampoco dos hojas se parecen entre sí línea por línea, tampoco son iguales dos estados en el Devachán. A menos que se trate de un adepto que pueda experimentar ese estado en su periódico Devachán, ¿cómo puede esperarse que uno se forme una imagen correcta del mismo?

 (6)
"Ciertamente, una vez que el nuevo Ego ha renacido en el Devachán retiene, durante un tiempo proporcionado a su vida terrestre, el "recuerdo completo de su vida espiritual en la Tierra".
La larga carta sobre el Devachán.
(6) Por lo tanto, no existe contradicción al decir que una vez renacido en el Devachán el Ego "conserva durante un tiempo proporcional a su vida terrestre, un recuerdo completo de su vida (Espiritual) en la Tierra." ¡De nuevo aquí la sola omisión de la palabra "Espiritual" produjo un malentendido!

(7)
"Todos aquellos que no han resbalado y caído en el fango del pecado y de la bestialidad irredimibles —van al Devachán", Ibid.
166
(7)
Todos aquellos que no se hunden en la octava esfera van al Devachán. ¿Dónde está la dificultad o la contradicción?

(8)
"En cada caso (el Devachán) es un paraíso idealizado de la propia creación del mismo Ego, construido y llenado por parte de él con las escenas de los múltiples incidentes, y atestado de personas que él esperaría encontrar en esa esfera de compensadora felicidad." Ibid.
(8)
Repito que del Estado de Devachán se puede decir o explicar tan poco (aunque se diera una minuciosa y gráfica descripción del estado de un ego tomado al azar) al igual que todas las vidas humanas en masa no podrían ser explicadas por medio de la "Vida de Napoleón" o de cualquier otro hombre.
Existen millones de estados diferentes de felicidad y de sufrimiento, estados emocionales que tienen su origen tanto en las facultades y sentidos físicos como espirituales, de los que sólo sobreviven los últimos.
Un honrado trabajador se sentirá de diferente manera de cómo se siente un honesto millonario. El estado de la señorita Nightingale diferirá considerablemente del de una joven novia que fallece antes de la consumación de lo que ella considera como su felicidad. Estas dos personas aman a sus respectivas familias; la filántropa, a la humanidad; la joven hace de su futuro esposo el centro del universo; el melómano no conoce otro estado superior de embeleso y felicidad que la música —la más divina y espiritual de las artes.
El Devachán se va confundiendo desde su grado más elevado al menos elevado —mediante escalonamientos imperceptibles; si bien, desde el último peldaño del Devachán el Ego se encontrará a menudo en el estado más tenue de Avitchi el cual, hacia el final de la selección espiritual de los acontecimientos puede convertirse en un "Avitchi" bona fide.
Recuerde: todo sentimiento es relativo. No existe ni bien ni mal, ni felicidad ni sufrimiento per se.
La dicha trascendente y evanescente de una adúltera que con su acción destruye la felicidad de un esposo, no deja de ser espiritualidad a pesar de su naturaleza criminal.
Si un remordimiento de conciencia (este último siempre se deriva del 6° principio) se ha sentido solamente una vez durante el período de felicidad y amor realmente espiritual nacido en el principio 6° y en el 5°, no importa cuán contaminados estén los deseos del 4° principio o Kamarupa —entonces este remordimiento de conciencia debe sobrevivir y acompañará incesantemente las escenas de amor puro. No necesito entrar en detalles, puesto que un experto fisiólogo como veo que es usted, difícilmente necesitará que su imaginación o su intuición sean inspiradas por un observador psicológico de mi categoría.
Busque en las profundidades de su conciencia y de su memoria, y trate de ver cuáles son las escenas que tienen mayores posibilidades de afirmarse en usted; cuando las presencia una vez más se da cuenta de que las está reviviendo de nuevo; y que, atrapado en sus redes usted habrá olvidado todo lo demás —esta carta, entre otras cosas, puesto que en el curso de los acontecimientos ella entrará mucho más tarde en el escenario de su vida resucitada. Yo no tengo derecho a investigar su vida pasada. Cada vez que he captado un vislumbre de ella he apartado, invariablemente, mi mirada porque tengo que ocuparme sólo del actual A.P. Sinnett (que es también "una nueva invención" e incluso mucho más que el ex-A.P.S.).
Sí; Amor y Odio son los únicos sentimientos inmortales; pero las gradaciones de tonos a lo largo de siete por siete escalas del teclado completo de la vida, son innumerables. Y puesto que esos dos sentimientos —(¿o me atreveré a decir para ser exacto y aún a riesgo de ser mal interpretado otra vez, esos dos polos del "Alma" humana, la cual es una unidad?)— configuran el futuro estado del hombre, tanto para el Devachán como para el Avitchi, entonces la variedad de esos estados también debe ser inexhaustible
y esto nos lleva a su queja o acusación número:

(9)
"Ni tampoco podemos llamarle recuerdo completo, sino más bien un recuerdo parcial. X. El amor y el odio son los dos únicos sentimientos inmortales, los únicos supervivientes del naufragio del Ye-dhamma, o mundo fenomenal. Imagínese, pues, a usted mismo en el Devachán rodeado de aquellos a los que usted ha amado con ese amor inmortal, con las sombras de las escenas familiares relacionadas con ellos como telón de fondo, y un vacío perfecto para todo lo demás relacionado con su anterior vida social, política y literaria." Carta precedente: es decir. Notas.
(9)
—pues, habiendo eliminado de su vida pasada los Ratigans y los Reeds, que con usted no han trascendido nunca los límites de la parte inferior de su quinto principio con su vehículo —el kama— ¿qué es esto sino el "recuerdo parcial" de una vida? Las líneas marcadas con el más rojo de sus lápices también quedan eliminadas. Porque, ¿cómo puede usted discutir el hecho de que para un Wagner, un Paganini, el Rey de Baviera y tantos otros verdaderos artistas y melómanos, la música y la armonía sean motivo del más profundo amor y veneración espiritual? Con su permiso, no cambiaré una sola palabra del inciso 9.

(10)
"Puesto que la percepción consciente de la propia personalidad en la Tierra es tan sólo un sueño evanescente, esa sensación será igualmente la de un sueño en el Devachán —sólo que cien veces más intensa." La larga carta sobre el Devachán.
(10)
Es una lástima que usted no haya acompañado sus citas con comentarios personales. No puedo comprender en qué sentido tiene usted algo que decir de la palabra "sueño". Por supuesto, tanto la bienaventuranza como el sufrimiento no son más que un sueño; y cuando son puramente espirituales, se "intensifican".

(11)
". . . un melómano que pasa eones deleitándose escuchando las sinfonías divinas tocadas por imaginarios coros y orquestas angélicos". Larga Carta sobre el Devachán. Véase (9) X ante.
Vea mis notas 10 y 11 sobre Wagner, etc.
Usted dice:
(11)
Contestada.

(12 A)
"En ningún caso, pues, a excepción de los suicidas y de los cascarones, existe posibilidad alguna para cualquier otro de ser atraído a una sesión espiritista". Notas.
(12 V)
"En el margen dije raramente, pero no he pronunciado la palabra nunca". Apéndice a la mía del 12 de agosto.
(12 A y 12 B)
Si —en respuesta a las objeciones hechas por el señor Hume, quien mediante cálculos estadísticos, con la evidente intención de echar por tierra nuestras enseñanzas, sostenía que, después de todo, los espiritistas tenían razón y que la mayoría de las apariciones de sus sesiones eran realmente "Espíritus" —yo tan sólo hubiera escrito: "En ningún caso, pues, a excepción de suicidas y cascarones" —y aquellos accidentados que mueren llenos de alguna pasión terrenal absorbente— " existe posibilidad alguna para nadie más, etc. etc", ¿hubiera yo estado completamente acertado y hubiera sido pukka (Pukka o pucka, significa en el lenguaje coloquial de la India, auténtico, fiable. N.T.) como "profesor"?
¡Y pensar que usted, ansioso como estaba de aceptar doctrinas que contradicen, desde el principio al fin, algunos de los puntos más importantes de la ciencia física, hubiera consentido, a instigación del señor Hume, mostrarse quisquilloso por una simple omisión! Mi querido amigo: permítame señalar que el simple sentido común debería haberle susurrado al oído que el que un día dice: "en ningún caso entonces, etc.", y unos días más tarde niega haber pronunciado jamás la palabra nunca, no sólo no es un adepto, sino que debe estar afectado por un reblandecimiento del cerebro o por cualquier otro "accidente".
Excepcionalmente, decía en el margen, pero no pronuncié la palabra “nunca”; y esto se refiere al margen de las pruebas de su carta n° 11; ese margen —o más bien, para evitar una nueva acusación— ese pedazo de papel sobre el que yo había escrito algunas observaciones referentes al tema y había pegado con cola al margen de su prueba —que usted ha cortado, así como también las cuatro líneas de poesía. El por qué lo ha hecho, lo sabe usted mejor que nadie. Pero la palabra nunca se refiere a ese margen.
Aunque me declaro "culpable" de un pecado, y es el de un vivo sentimiento de irritación contra el señor Hume después de haber recibido su triunfante carta-estadística; la respuesta a la cual, halló usted incorporada a la suya cuando le envié por escrito los elementos para su respuesta a la carta del señor Khandalawaia, que había usted devuelto a H.P.B. Si yo no me hubiera irritado probablemente no hubiera sido culpable de omisión. Este es ahora mi Karma.
Yo no tenía que haberme enojado ni haber perdido el control de mí mismo; pero aquella carta suya creo que era la séptima o la octava de esa clase que yo había recibido durante aquella quincena. Y debo añadir que nuestro amigo posee el medio más perverso que yo nunca haya conocido de utilizar su intelecto formulando los más inesperados sofismas para excitar los nervios de la gente. Con el pretexto de un estricto y lógico razonamiento lanzará ataques disimulados a su antagonista —cada vez que no pueda encontrar un punto vulnerable, y luego, al ser sorprendido y descubierto, responderá de la manera más inocente: "¡Pero qué pasa, si es por su propio bien, y usted debería sentirse agradecido! Si yo fuera un adepto siempre sabría lo que mi corresponsal quiere decir realmente", etc. etc. Al ser un "adepto" en algunas pequeñas cosas, yo sé lo que él dice realmente, y que viene a ser lo que sigue:
si le revelamos toda nuestra filosofía dejando aclarada cualquier incongruencia, sin embargo, ni siquiera así daría resultado. Porque tal como se dice en la observación expresada en los versos hudibrasianos siguientes:
"Estas pulgas tienen otras pulgas para picarlas,
Y éstas —sus pulgas ad infinitum......"
—así ocurre con sus objeciones y sus argumentos. Explíquele algo y encontrará un fallo en la explicación; trate de satisfacerle demostrándole que, después de todo, ésta era correcta y él se arrojará contra su oponente acusándole de haber hablado demasiado despacio o demasiado deprisa. Es una tarea IMPOSIBLE —y yo renuncio. Que dure hasta que todo caiga por su propio peso. El dice: "No puedo besar las plantas de ningún Papa", olvidando que nadie le ha pedido nunca que lo haga. "Puedo amar, pero no puedo adorar", me dice. Exageración —él no puede amar a nadie, a nadie que no sea A.O. Hume, y no ha amado jamás. Y que, en verdad, casi podría exclamarse: "¡Oh, Hume, —exageración es tu nombre!" —se ve en lo que transcribo a continuación de una de sus cartas:
"Si no por otra razón, yo amaría a M. por su total devoción hacia usted, y a usted siempre le he amado. (!) Incluso cuando más enojado estaba con usted —pues uno es siempre más sensible con aquellos que más quiere— incluso cuando estaba plenamente convencido de que era usted un mito, aún entonces mi corazón se sentía inclinado hacia usted, como ocurre a menudo cuando se trata de un personaje manifiestamente ficticio". ¡Una sentimental Becky Sharp, escribiendo a un amante imaginario, difícilmente podría expresar mejor sus sentimientos!  La próxima semana me ocuparé de sus preguntas científicas. En la actualidad no estoy en mi casa, sino bastante cerca de Darjee-ling, en la Lamasería, el lugar que anhela la pobre H.P.B.
Pensaba irme a finales de septiembre pero me parece que va a ser algo difícil debido al chico de Nobin. Además, lo más probable es que tenga que entrevistarme en persona con la Vieja Dama si M. la trae aquí. Y tiene que traerla —o perderla para siempre— al menos por lo que a la tríada física se refiere. Y ahora, adiós. Y de nuevo le ruego que no asuste a mi muchacho — puede resultarle útil algún día— sólo que, no lo olvide —sólo es una apariencia.
Suyo,
K.H.