sábado, 26 de septiembre de 2015

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 25

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 25
Carta del Mahatma K.H. a A. P. Sinnett.


CARTA Nº 25
Adiciones posteriores a las Notas sobre el Devachán.
Recibidas el 2 de febrero de 1883.
RESPUESTAS A LAS PREGUNTAS
(1) ¿Por qué ha de suponerse que el Devachán es una condición monótona sólo porque un momento determinado de sensación terrenal se perpetúa indefinidamente —se alarga, por así decirlo, durante eones? No es, no puede ser así. Eso sería contrario a todas las analogías y antagónico a la ley de los efectos, según la cual los resultados son proporcionales a las energías precedentes.
Para entenderlo mejor, usted debe tener presente que hay dos campos de manifestación causal, a saber: el objetivo y el subjetivo.
Así, las energías más toscas, aquellas que operan en las condiciones más pesadas o más densas de la materia, se manifiestan objetivamente en la vida física, siendo su resultado la nueva personalidad de cada nacimiento comprendido dentro del gran ciclo de la individualidad en evolución. Las actividades morales y espirituales encuentran su esfera de efectos en el "Devachán".
Por ejemplo: los vicios, las atracciones físicas, etc., digamos de un filósofo, pueden dar por resultado el nacimiento de un nuevo filósofo, de un rey, un mercader, un rico epicúreo o cualquier otra personalidad cuyo modo de ser fuese el inevitable resultado de las tendencias dominantes en el ser que le precedió en el nacimiento anterior. Bacon, por ejemplo, a quien un poeta llamó—"El más grande, el más sabio y el más ruin de los hombres"—podría reaparecer en su nueva encamación como un avariento prestamista con extraordinarias dotes intelectuales.
Pero las cualidades morales y espirituales del Bacon anterior deberían encontrar también un campo en el cual pudieran expandirse sus energías. El Devachán es ese campo. Por lo tanto, todos los grandes planes de reforma moral, de investigación intelectual y espiritual en los principios abstractos de la naturaleza, todas las divinas aspiraciones, llegarían a su realización en el Devachán, y la entidad abstracta, conocida previamente como el gran Canciller, se ocuparía en ese mundo interno de su propia preparación viviendo, si no por completo lo que uno llamaría una existencia consciente, al menos un sueño de tan vivida realidad, que ninguna de las realidades de la vida podría comparársele jamás.
Y ese "sueño" dura hasta que el Karma está satisfecho en ese sentido; las ondas de fuerza alcanzan la orilla de su estanque cíclico, y el ser entra en la siguiente área de causas, y ésta la puede encontrar en el mismo mundo, como antes, o en otro, según su estado de progreso, a través de los anillos y rondas necesarios para el desarrollo humano.

Así pues, —¿cómo puede usted pensar que "un solo momento de sensación terrestre sea seleccionado para perpetuarse?" Es muy cierto que ese "momento" dura desde el principio hasta el fin; pero dura tan sólo como la nota clave de toda la armonía, como el tono preciso que se aprecia en el diapasón, alrededor del cual se agrupan y desarrollan en variaciones progresivas de melodía y como variaciones sin fin sobre un tema, todas las aspiraciones, los deseos, las esperanzas, los sueños que, en conexión con ese "momento" determinado hayan atravesado jamás el cerebro del soñador durante su vida, sin haber hallado nunca su realización sobre la Tierra; todo lo cual, él lo encuentra ahora plenamente realizado en el Devachán en toda su intensidad, sin sospechar jamás que toda esa bendita realidad no es más que la progenie creada por su propia imaginación, los efectos de las causas mentales producidas por él mismo.
Ese momento particular único, que será el más intenso y que está más allá de todos los demás pensamientos de su cerebro moribundo en el momento de la disolución, será, naturalmente, el que regirá todos los demás "momentos"; no obstante, los últimos pensamientos, aún siendo menos vividos y de menor importancia, estarán también allí, y tendrán su plan asignado en esta revista fantasmagórica de sueños pasados, y proporcionarán variedad al conjunto. No hay hombre en la Tierra que no tenga alguna predilección determinada o alguna pasión que lo domine; nadie, por humilde y pobre que sea, y a menudo a causa de eso, puede dejar de entregarse a esos sueños y deseos, aunque no hayan sido satisfechos. ¿Es eso monotonía? A esas variaciones al infinitum sobre el mismo tema, y a ese tema que se configura a sí mismo a partir de ellas y de las que toma color y forma definida, a ese grupo de deseos que fue el más intenso durante la vida, ¿les llamaría "una confusa carencia de todo conocimiento en la mente devachánica", como si fueran, en "cierto modo", deshonestas? Entonces, en verdad, o se ha equivocado usted, como dice, al no entender lo que yo quería decir, o bien soy yo el culpable. Debo haber fracasado lamentablemente al transmitirle el sentido exacto, y he de confesar mi falta de habilidad para describir lo indescriptible. Esto último es una tarea difícil, mi buen amigo. A menos que las percepciones intuitivas de un chela entrenado no lo subsanen, ninguna descripción que se dé, por gráfica que sea, ayudará.
Realmente, no hay palabras adecuadas para expresar la diferencia existente entre el estado mental en la Tierra y otro fuera de su esfera de acción; no hay términos en inglés equivalentes a los nuestros; nada, excepto los prejuicios inevitables (debidos a su anterior educación occidental), y de ahí la línea de pensamiento en dirección equivocada en la mente del estudiante; ¡para ayudarnos a nosotros en esta inoculación de pensamientos completamente nuevos! Usted tiene razón. No sólo "las personas corrientes" — sus lectores— sino incluso idealistas de tan elevado rango intelectual como el señor C.C.M. fracasarán, me temo, al calibrar la verdadera idea, y nunca la penetrarán hasta sus mismas profundidades. Quizás algún día usted se dará cuenta, mejor que ahora, de una de las principales razones de nuestra resistencia a impartir nuestro Conocimiento a los candidatos europeos. No tiene más que leer las disquisiciones y diatribas del señor Roden Noel en Light.
Claro está, por supuesto, que usted debió contestarlas, tal como le aconsejé por medio de H.P.B. Su silencio es un pequeño triunfo para el pío caballero, y parece como una deserción del pobre señor Massey.
"Un hombre en vías de aprender algo de los misterios de la naturaleza parece estar, para empezar en la Tierra, en un estado superior de existencia a aquel que la naturaleza le tenía aparentemente reservado, como recompensa a sus mejores acciones."
Tal vez no tan "aparentemente" en realidad, cuando se comprende correctamente el modus operandi de la naturaleza. Luego ese otro erróneo concepto: "A mayor mérito, más largo período de Devachán. Pero en el Devachán. . . se ha perdido todo concepto del transcurso del tiempo; un minuto equivale a mil años... entonces a quoi bon, etc."
Esta observación y ese modo de enfrentarse con las cosas podrían aplicarse también a toda la Eternidad, al Nirvana, al Pralaya y a cualquier otra cosa. Diga al mismo tiempo que todo el sistema del ser, de la existencia separada y colectiva, de la naturaleza objetiva y subjetiva, no son sino hechos absurdos, sin propósito, un gigantesco fraude de esta naturaleza, la cual, vista con poca simpatía por la filosofía occidental, cuenta además con la cruel desaprobación del mejor "discípulo laico". ¿Aquoí bon, en tal caso, este predicar de nuestras doctrinas, todo este arduo trabajo y este nadar in adversus flumen7 ¿Por qué, entonces. Occidente estaría tan ansioso de aprender algo de Oriente si, evidentemente, es incapaz de asimilar aquello que nunca puede satisfacer las exigencias de las preferencias especiales de su estética? Triste perspectiva para nosotros, puesto que incluso usted mismo fracasa al observar toda la magnitud de nuestra filosofía, o incluso al abarcar de una sola vez un pequeño ángulo —el Devachán— de esos sublimes e infinitos horizontes del "más allá de la vida". No quiero desanimarle. Sólo quisiera llamar su atención sobre las enormes dificultades que encontramos en cada tentativa que realizamos para explicar nuestra metafísica a las mentes occidentales, incluso entre las más inteligentes. ¡Ay, amigo mío! Parece usted tan incapaz de asimilar nuestro modo de pensar, como de digerir nuestro alimento o de disfrutar de nuestras melodías.
No; no hay relojes ni aparatos para medir el tiempo en el Devachán, mi estimado chela, aunque, en cierto sentido, todo el Cosmos es un gigantesco cronómetro. Ni siquiera nosotros, los mortales —íci bas même— tenemos muy en cuenta el tiempo, si es que lo tenemos, durante los períodos de felicidad y dicha, y siempre los encontramos demasiado cortos; lo cual, de ninguna manera nos impide gozar igualmente de esa felicidad cuando llega. ¿Nunca ha pensado usted en la simple posibilidad de que tal vez en el "Devachán", debido a que la copa de la dicha está rebosante, se pierde "todo sentido del transcurso del tiempo", y que esto no es así para los que caen en el Avitchi, aunque tanto el que mora en el Devachán como el que lo hace en el Avitchi no tienen ninguna noción del tiempo, es decir, de nuestros cálculos terrestres de períodos de tiempo? Debo recordarle también en relación con todo esto, que el tiempo es algo creado enteramente por nosotros; que, si bien un corto segundo de intensa angustia puede parecerle a un hombre una eternidad, incluso en la tierra, a otro más afortunado, las horas, los días y a veces los años enteros puede parecerle que se esfuman en brevísimos instantes; y que, finalmente, de todos los seres sensitivos y conscientes en la Tierra, el hombre es el único animal que tiene noción del tiempo, aunque esto no le hace ni más feliz ni más sabio. ¿Cómo puedo, entonces, explicarle a usted aquello de lo que no puede ser consciente, puesto que usted parece incapaz de comprenderlo? Los símiles finitos son inadecuados para expresar lo abstracto y lo infinito; ni puede lo objetivo reflejar lo subjetivo.
Para darse cuenta de la dicha en el Devachán, o de las aflicciones del Avitchi, debe usted asimilarlos —tal como nosotros lo hacemos.
El idealismo crítico occidental (como se manifiesta en los ataques del señor Roden Noel), tiene todavía que aprender la diferencia que existe entre el ser real de los objetos supersensibles y la intangible subjetividad de las ideas a las que han sido reducidos.
El Tiempo no es un concepto establecido y, por lo tanto, no puede ser comprobado ni analizado de acuerdo con los métodos de la filosofía superficial. Y, a menos que aprendamos a neutralizar los resultados negativos del método por el cual sacamos nuestras conclusiones según las enseñanzas de ese llamado "sistema de la razón pura" y a distinguir entre la materia y la forma de nuestro conocimiento de los objetos perceptibles, nunca podremos llegar a conclusiones precisas y correctas. El caso que tratamos, defendido por mí en contra de su erróneo concepto (aunque muy natural), es una buena prueba de la superficialidad e incluso de la falsedad de ese "sistema de la razón pura (materialista)". El espacio y el tiempo pueden ser —según Kant— no el producto, sino los reguladores de las sensaciones, pero sólo en lo que se refiere a nuestras sensaciones en la Tierra, no a las del Devachán. Allí no encontramos ideas a priori de ese "espacio y tiempo" que controlan las percepciones de los residentes en el Devachán por lo que se refiere a los objetos de sus sentidos; sino que, al contrario, descubrimos que es el mismo morador del Devachán el que crea absolutamente a los dos, y al mismo tiempo los aniquila. De ahí que los llamados "estados póstumos" no pueden ser nunca juzgados correctamente por la razón práctica, puesto que esta última sólo puede tener actividad en la esfera de causas y conclusiones finales, y difícilmente podría ser considerada, como lo hace Kant (para quien significa por un lado la razón, y por el otro la voluntad), como el poder espiritual más elevado en el hombre, teniendo como esfera de acción esa VOLUNTAD. Todo esto no se ha esgrimido aquí —tal como usted podría pensar— para favorecer un argumento (llevado tal vez demasiado lejos), sino en previsión de una futura discusión "familiar", según usted lo expresa, con estudiantes y  admiradores de Kant y de Platón, con los que tendrá usted que enfrentarse.
Y ahora le diré algo en un lenguaje más sencillo, y no será culpa mía si todavía no consigue usted comprender plenamente su significado. Así como la existencia física va acumulando la intensidad de su fuerza desde la infancia hasta la plenitud, y su energía va disminuyendo, a partir de entonces hasta la senectud y la muerte, de igual modo transcurre el sueño que se vive en el Devachán. Por eso, usted tiene razón al decir que el "Alma" nunca puede darse cuenta de su equivocación y sentirse "engañada por la naturaleza", tanto más cuanto que, estrictamente hablando, toda la vida humana y sus ostentosas realidades no son mejores que ese "engaño".
Pero usted se equivoca al hacerse eco de los prejuicios e ideas preconcebidas de los lectores occidentales (ningún asiático estará nunca de acuerdo con usted sobre este punto), cuando usted añade que "hay un sentido de irrealidad en todo este asunto, que es penoso para la mente", puesto que usted es el primero en percibir que, sin duda alguna, esto se debe más a "una imperfecta comprensión de la naturaleza de la existencia" en el Devachán que a cualquier defecto de nuestro sistema. De ahí mis órdenes a un chela para que copie, en un apéndice a su artículo, extractos de esta carta y explicaciones destinadas a sacar de su error al lector y a borrar, tanto como sea posible, la penosa impresión que esta confesión suya es seguro que le producirá. El párrafo entero es peligroso. No me siento con derecho a suprimirlo puesto que, evidentemente, es la expresión de sus sinceros sentimientos, amablemente disimulados, aunque algo torpemente —perdone que se lo diga— como una aparente defensa del punto débil (según su mente) del sistema. Pero, créame que no es así. La naturaleza no engaña ni al morador del Devachán ni al hombre físico viviente. La naturaleza le proporciona allí una verdadera dicha y una felicidad mucho mayores que aquí, donde se enfrenta a todas las condiciones para el bien y para el mal, y donde su inherente desamparo —igual que el de una brizna violentamente arrastrada de acá para allá por todos los vientos despiadados— ha hecho de la felicidad pura en esta tierra una total imposibilidad para el ser humano, cualesquiera que sean sus oportunidades y condiciones. Llame más bien a esta vida una pesadilla fea y horrible, y tendrá usted razón.
Llamar un "sueño" a la existencia en el Devachán en cualquier otro sentido que no sea el de un término convencional, muy adecuado a nuestro lenguaje tan lleno de palabras inapropiadas, es renunciar para siempre al conocimiento de la doctrina esotérica, el único custodio de la verdad.
Permítame, entonces que, una vez más, trate de explicarle algunos de los muchos estados en el Devachán y en el Avitchi.
Igual que en la vida presente en la tierra, también hay para el Ego en el Devachán —el primer latido de la vida psíquica, su plena realización, el desgaste gradual de fuerza al pasar a la semi-inconsciencia, el olvido gradual y la inacción, el olvido total—, no la muerte, sino el nacimiento: nacimiento en otra personalidad y la reanudación de la acción que crea diariamente nuevos cúmulos de causas que deben traducirse en otros períodos de Devachán y, habitualmente, en otro renacimiento físico como una nueva personalidad. Lo que serán las vidas en el Devachán y en la Tierra, respectivamente en cada caso, está determinado por el Karma. Y esta fatigosa ronda de nacimiento tras nacimiento debe recorrerse una y otra vez hasta que el ser alcance el fin de la séptima ronda o bien, en el Ínterin, alcance la sabiduría de un Arhat, después la de un Buddha, y de esa manera quede aligerado de una ronda o dos, por haber aprendido cómo atravesar los círculos viciosos y pasar periódicamente al Paranirvana.

Pero supongamos que no se trate de un Bacon, un Goethe, un Shelley, un Howard, sino de una persona corriente, de una personalidad sin relevancia, sin objetivos, que nunca causó el suficiente impacto en el mundo para hacerse notar, ¿qué ocurre entonces?
Sencillamente, que su estado en el Devachán es tan irrelevante y débil como lo fue su personalidad. ¿Cómo podría ser de otro modo, puesto que la causa y el efecto son iguales?
Pero supongamos el caso de un monstruo de iniquidad, de sensualidad, ambición, avaricia, orgullo, superchería, etc., pero que sin embargo tuviera un germen o varios gérmenes de algo mejor, destellos de una naturaleza más divina — ¿a dónde iría? Ese destello, latente bajo una capa de suciedad, contrarrestaría, sin embargo, la atracción de la octava esfera, donde sólo caen las nulidades absolutas, "los fracasos de la naturaleza" que habrán de ser remodelados por completo, cuya mónada divina se separó de los cinco principios durante su vida terrena (tanto si esto tuvo lugar en la vida precedente como en otros nacimientos anteriores, pues tales casos existen también en nuestros registros), y que han vivido como seres humanos sin alma. (Véase Isis, vol. 2, pp. 368 y 369 de la edición en inglés —la palabra Alma significa aquí Alma "Espiritual", desde luego, la cual siempre que deja "sin alma" a una persona se convierte en la causa de que el quinto principio(Alma Animal) caiga en la octava esfera.
Esas personas cuyo sexto principio las ha abandonado (mientras que el séptimo, al haber perdido su vahan (o vehículo) no puede seguir existiendo independientemente), son aquellas cuyo quinto principio o alma animal desciende, evidentemente, "al pozo sin fondo". Tal vez esto le aclarará aún más las alusiones de Eliphas Levi, si además repasa usted lo que él dice y mis comentarios al margen, (vea en el Theosophist de octubre de 1881 el artículo titulado "La Muerte"), y si reflexiona sobre las palabras empleadas, tales como zánganos, etc. Ahora bien, la entidad nombrada en primer lugar no puede ir a la octava esfera, aún con todas sus maldades, puesto que su maldad es de una naturaleza demasiado espiritual y refinada. Es un monstruo, no un simple bruto sin alma. No debe ser meramente aniquilada, sino  CASTIGADA, puesto que la aniquilación, es decir, el olvido total y el hecho de haber sido eliminada de la existencia consciente no constituye un castigo per se, y tal como lo expresó Voltaire, "le néant ne laisse pas d'avoir du bon". ("La nada no deja de tener algo bueno".)
 No se trata aquí de una vela encendida para ser luego apagada por la brisa, sino de una energía potente, directa, maléfica, que ha sido alimentada y desarrollada por las circunstancias, algunas de las cuales pueden haber estado realmente más allá de su control. Para una naturaleza así debe existir un estado correspondiente al del Devachán, y ese estado se encuentra en el Avitchi la antítesis perfecta del Devachán —lo que ha sido vulgarizado por las naciones occidentales como Infierno y Cielo, estados que usted ha perdido de vista por completo en su "Fragment".
Recuerde: "Para ser inmortal en el bien uno debe identificarse con el Bien (o Dios); para ser inmortal en el mal uno debe identificarse con el mal (o Satán)". La falsa interpretación del verdadero valor de términos tales como "Espíritu", "Alma", "individualidad", "personalidad" y, especialmente, "inmortalidad", provoca guerras de palabras entre un gran número de polemistas idealistas, además de los señores C.C.M. y Roden Noel. Y para completar su "Fragment" sin riesgo de caer de nuevo en las garras destructoras de la crítica de este último honorable caballero, considero necesario añadir al Devachán, el Avitchi como complemento y aplicarle las mismas leyes que al primero. Esto se hace, con su permiso, en el Apéndice. (Este Apéndice se encontrará en The Theosophist de marzo de 1883, p.137.—Eds.).
Habiendo explicado suficientemente la situación, puedo contestar ahora directamente su pregunta nº 1. Sí, es cierto, hay "cambio de ocupación", un cambio continuo en el Devachán, tanto —y mucho más— como lo hay en la vida de cualquier hombre o mujer que dedique toda su vida a una sola ocupación, cualquiera que ésta sea, con la diferencia de que para el morador del Devachán su ocupación especial es siempre agradable y llena su vida de éxtasis. Luego, debe haber cambio, puesto que esa vida de ensueño no es más que el goce, el momento de la cosecha de esos gérmenes psíquicos de semillas caídas del árbol de la existencia física en nuestros momentos de sueños y esperanzas, vislumbres imaginativos de bienaventuranza y felicidad, sofocados en un terreno social ingrato, que florecen en la rosada aurora del Devachán, y maduran bajo su siempre fructífero cielo. ¡Allí no hay ni fracasos ni desengaños! Aunque un hombre haya tenido un único momento de felicidad y experiencia ideal durante su vida —como usted cree— aún así, si el Devachán existe, no podrá ser —como usted erróneamente supone— la indefinida prolongación de ese "momento único", o momentos, según sea el caso; sino los desarrollos infinitos, las peripecias y acontecimientos basados en y surgiendo de este "momento único" o de estos momentos, según el caso; en resumen, todo aquello que se le ocurra a la fantasía del "soñador". Como he dicho, esa nota única, pulsada de la lira de la vida, formaría la Nota Clave del estado subjetivo del ser, y se traduciría en innumerables y armoniosos tonos y semitonos de fantasmagoría psíquica. Allí, todas las esperanzas no realizadas, las aspiraciones y los sueños, se ven plenamente colmados, y los sueños de lo objetivo se convierten en las realidades de la existencia subjetiva. Y allí, tras el velo de maya, el adepto percibe su apariencia quimérica y engañosa, pues él ha aprendido el gran secreto de cómo penetrar profundamente en el arcano de la existencia.
Indudablemente, mi pregunta sobre si usted había experimentado monotonía durante lo que usted considera el momento más feliz de su vida, le ha desorientado por completo. Esta carta es, pues, mi justo castigo por mi pereza al no ampliar la explicación.

Pregunta (2) ¿A qué ciclo se refiere?
El "ciclo menor" significa, como es natural, la terminación de la séptima Ronda, tal como se ha enunciado y explicado. Además de esto, al final de cada una de las siete rondas tiene lugar un recuerdo menos "completo", sólo de las experiencias devachánicas que se han sucedido entre los nacimientos al final de cada vida personal. Pero, la memoria completa de todas las vidas (terrestres y devachánicas), es decir, la omnisciencia, sólo llega en el momento del gran final de las siete Rondas completas (a menos que, en el Ínterin, uno se haya convertido en un Bodhisatva, en un Arhat), significando el "umbral" del Nirvana un período indefinido.
Naturalmente, un hombre que pertenezca al ciclo de la séptima Ronda (que complete sus migraciones terrestres al comienzo de la última Raza y del último Anillo), tendrá que esperar más tiempo en el umbral que uno de los últimos de esas Rondas.
Esa Vida del Elegido entre el Pralaya menor y el Nirvana —o mejor dicho, antes del Pralaya— es la Gran Recompensa, la más grande en realidad, puesto que hace del Ego (aunque puede que nunca haya sido un adepto, sino simplemente un hombre virtuoso y digno en la mayoría de sus existencias) virtualmente un Dios, un ser omnisciente y consciente, un candidato a Dhyan Chohan durante eternidades de eones.... Pero basta.
Estoy revelando los misterios de la iniciación. Pero, ¿qué tiene que ver el NIRVANA con los recuerdos de las existencias objetivas? Ese es un estado todavía más elevado y en el cual se olvidan todas las cosas objetivas. Es un estado de reposo absoluto y de asimilación con Parabrahm —es Parabrahm en sí. ¡Oh, la triste ignorancia occidental de nuestras verdades filosóficas y la incapacidad de vuestros intelectos más brillantes para calibrar el verdadero espíritu de esas enseñanzas! ¡Qué le haremos . . . qué podemos hacer!

Pregunta (3) Usted supone una relación entre las entidades en el Devachán que sólo se aplica a las relaciones mutuas en la existencia física. Dos almas que simpaticen la una con la otra crearán, cada una, sus propias sensaciones devachánicas, haciendo partícipe a la otra de su dicha subjetiva, pero sin embargo, cada una de ellas está separada de la otra en lo que respecta a una verdadera comunicación mutua. Porque, ¿qué unión podría existir entre dos entidades subjetivas que ni siquiera son tan materiales como esa sombra de cuerpo etéreo —el Mayavirupa?

Pregunta (4) El Devachán es un estado, no un lugar. Kama-Loka, Rupa-Loka y Arupa-Loka son las tres esferas de espiritualidad ascendente, en las cuales los diferentes grupos de entidades subjetivas encuentran sus atracciones. En el Kama-Loka (la esfera semi-física) moran los cascarones, las víctimas de accidente y los suicidas; y esta esfera está dividida en innumerables regiones y sub-regiones que corresponden a los estados mentales de los que allí llegan a la hora de la muerte. Esta es la gloriosa "Tierra de Estío" de los espiritistas, a cuyos horizontes queda limitada la visión de sus mejores videntes; visión imperfecta y engañosa debido a la falta de preparación y a no estar guiados por Aloya Vijnana (el conocimiento oculto). ¿Quién, en Occidente, conoce algo del verdadero Sahalokadhatu, el misterioso Chiliocosmo, de cuyas muchas regiones solamente tres pueden darse a conocer al mundo externo: el Tríbhuvana (tres mundos), a saber: Kama, Rupa y Arupa-Lokas? Y sin embargo, ¡vea la triste confusión producida en las mentes occidentales por la mención siquiera de estos tres! ¡Vea "Light" del 6 de enero!
Y he aquí a su amigo (M.A. Oxon) informando al mundo de sus lectores de que según la hipótesis de usted en su "doctrina secreta" —"no podría ser pronunciada ninguna acusación más grave contra un hombre por parte de su más cruel enemigo" que la que usted presenta  contra nosotros— "estos misteriosos desconocidos". Y esta clase de crítica cruel no es la más a propósito para conseguir de nosotros más conocimientos o para hacer que los "desconocidos" sean más conocidos. Y el placer, además, de enseñar a un público, una de cuyas más grandes autoridades (Roden Noel) dice, unas cuantas páginas más adelante, que los teósofos han dotado a los "cascarones" de conciencia simulada. Vea la diferencia que una palabra puede establecer. Si se hubiera escrito la palabra "asimilada" en lugar de "simulada", se habría expresado la verdadera idea de que la conciencia de los cascarones es asimilada del médium y de las personas vivientes que se encuentran presentes, ¡mientras que ahora!... Pero, naturalmente, no son las exposiciones de nuestros críticos europeos, sino las de nuestros chelas asiáticos las que "parecen absolutamente proteicas en su siempre cambiante variedad".
A ese hombre hay que contestarle y, en cualquier caso corregirle, tanto si es usted como el señor Massey quien lo haga. Pero, ¡ay! este último sabe muy poco, y usted, ¡usted considera nuestro concepto del Devachán más bien como una "incomodidad".
Pero, resumiendo:
Así pues, desde el Kama-Loka, en el gran Chiliocosmo, las "Almas" recién trasladadas, una vez que han despertado de su adormecimiento post-mortem, van todas (menos los cascarones), y de acuerdo con sus atracciones, al Devachán o al Avitchi. Y esos dos estados se diferencian, de nuevo, ad infinitum y sus grados ascendentes de espiritualidad obtienen sus nombres de los Lokas que los producen. Por ejemplo, las sensaciones, percepciones e ideaciones de un morador del Devachán en el Rupa-Loka serán, naturalmente, de una naturaleza menos subjetiva de lo que serían en el Arupa-Loka; y en ambos casos las experiencias devachánicas variarán en su presentación ante la entidad-sujeto, no sólo en lo que se refiere a la forma, el color y la substancia, sino también en sus potencialidades formativas. Pero ni siquiera la experiencia más exaltada de una mónada en el estado devachánico más elevado, en el Arupa-Loka (el último de los siete estados), puede compararse a aquella condición perfectamente subjetiva de pura espiritualidad, de la cual emerge la mónada para "descender a la materia", y a la cual debe retornar al final del gran ciclo. Ni el mismo Nirvana es comparable al Pari-Nirvana.

Pregunta (5) El despertar de la conciencia comienza después de la lucha en el Kama-Loka, en la puerta del Devachán, y solamente después del "período de gestación". Le ruego que lea de nuevo mis respuestas sobre este tema en sus "Famosas Contradicciones".

Pregunta (6) Siendo injustificadas sus deducciones con respecto a la prolongación indefinida en el Devachán de un momento determinado de dicha en la tierra, su pregunta del último párrafo de este interrogatorio no necesita ser tenida en cuenta. La estancia en el Devachán es proporcional a los impulsos psíquicos inconclusos originados en la vida terrena; aquellas personas cuyas atracciones fueron predominantemente materiales serán atraídas más pronto hacia el renacimiento por la fuerza de Tanha. Y como muy bien hace observar nuestro adversario de Londres, estos temas (metafísicos) sólo pueden comprenderse en parte. Una facultad más elevada perteneciente a la vida superior debe ver, y es realmente imposible imponer esos conceptos a nuestra comprensión —simplemente en palabras. Uno debe ver con su visión espiritual, oír con el oído dharmakáyico, sentir con las sensaciones de su Ashta- Vijnana (el "Yo" espiritual) antes de poder comprender por completo esta doctrina; de otro modo, puede que no haga más que aumentar la propia "incomodidad" y añadir muy poco a su conocimiento.

Pregunta (7) La "recompensa proporcionada por la naturaleza para los hombres que son bondadosos de un modo exhaustivo y sistemático" y que no han enfocado sus afectos sobre un individuo solamente o sobre una particularidad, es —si son puros— la de pasar más rápidamente a través del Kama y Rupa-Lokas, hacia la más elevada esfera superior del Tribhuvana, puesto que es allí donde la formulación de las ideas abstractas y la consideración de los principios generales llenan los pensamientos de sus ocupantes.
Personalidad es sinónimo de limitación, y cuanto más estrechas sean las ideas de la persona, tanto más se aferrará ella a las esferas inferiores del ser, y tanto más tiempo vagará en el plano de las relaciones sociales egoístas. La condición social de un ser es, naturalmente, resultado del Karma; siendo la ley que: "lo semejante se atrae".
El ser que renace es atraído a la corriente de gestación, a la cual le hacen unirse las atracciones predominantes del último nacimiento. Así, el que murió siendo campesino puede renacer como rey, y el soberano fallecido puede ver la luz de nuevo en la cabaña de un peón.
Esta ley de atracción se reafirma en miles de "accidentes de nacimiento", expresión ésta que no puede ser más inadecuada. Cuando usted se dé cuenta, por lo menos de lo siguiente —que los skandhas son los elementos de la existencia limitada, entonces habrá comprendido también una de las condiciones del Devachán que ahora tiene para usted una perspectiva tan profundamente insatisfactoria. Tampoco son sus deducciones completamente acertadas en su aplicación general (por lo que se refiere al bienestar y la satisfacción de las clases superiores, como debidos a un mejor Karma). Estas deducciones han creado un círculo de eudemonismo (Doctrina moral que sostiene que la felicidad es el sumo bien.)  a su alrededor que es difícilmente compatible con la Ley Kármica, puesto que ese "bienestar y sus satisfacciones" son más a menudo la causa de un Karma nuevo y sobrecargado, que el producto o los efectos del último.
Incluso, como "regla general", la pobreza y la condición humilde en la vida son menos causa de dolor que la riqueza y el nacimiento elevado; pero sobre esto hablaremos más adelante.
Mis respuestas están tomando, una vez más, la forma de un libro más bien que el aspecto razonable de una carta. "¿Está escribiendo un nuevo libro, o para el Theosophist?" Bien; ¿no cree usted (puesto que su deseo es llegar no sólo a la mayoría, sino también a las mentes más receptivas) que sería mejor hacer lo uno y lo otro? Usted podría incorporar en el Buddhismo Esotérico —título excelente, por cierto— material que lo haría aparecer como una continuación o una ampliación de lo ya publicado en el Theosophist, una exposición sistemática y cuidadosa de lo que ya se ha dado y se dará en la revista en cortos fragmentos tomados al azar. Anhelo especialmente —a causa de M.— que la revista constituya, en lo posible, un notable éxito y que circule en Inglaterra más de lo que circula actualmente. Su nuevo libro, al atraer —como es seguro que lo hará— la atención de la parte del público occidental más culto y reflexivo hacia el órgano del "Buddhismo Esotérico" par excellence — haría de ello un gran bien, y ambos se beneficiarían mutuamente. Cuando lo escriba, no pierda de vista la obra de Lillie, Buddha y el Buddhismo Primitivo. A pesar de sus muchas falsedades, injustificables suposiciones, deformación de los hechos e incluso de las palabras sánscritas y palis, este presuntuoso libro ha tenido, sin embargo, el mayor de los éxitos entre los espiritistas e incluso entre los cristianos de tendencia mística. Diré a Subba Row o a H.P.B. que lo revisen, facilitándoles mis notas, pero de esto hablaremos en otra carta. Usted posee amplio material para trabajar con mis notas y escritos. Sólo ha dado a conocer algunos de los muchos puntos que yo he tocado, ampliado y vuelto a ampliar en montones de cartas como la que le estoy escribiendo ahora. De ellas podría sacar material para innumerables artículos nuevos y Fragmentos para la revista, y aún le quedaría bastante y le sobraría para el libro. Y estos artículos, a su vez, podrían ser seguidos de un tercer volumen más adelante.
Puede ser conveniente tener presente este plan.
Su "quimérico proyecto", con Darjeeling como objetivo, no es quimérico, sino simplemente impracticable, mi buen amigo. Todavía no ha llegado el momento. Pero el impulso de sus energías lo están llevando a usted, lenta pero persistentemente, en dirección a una relación personal. Yo no diré que lo desee tanto como usted, porque le estoy viendo casi todos los días de mi vida y me interesan muy poco las relaciones objetivas; pero, si yo pudiera, aceleraría esa entrevista en beneficio suyo. ¿Sin embargo...? Entre tanto, siéntase feliz al saber que ha hecho más bien verdadero a sus semejantes en el transcurso de los dos últimos años, que en muchos anteriores. Y también a usted mismo.
Estoy seguro de que usted no simpatiza con los sentimientos egoístas que impulsan a la Rama de Londres incluso a querer abstenerse de ayudar económicamente con unas pocas guineas anuales a la Sociedad Madre. ¿Qué miembro pensaría nunca en rehusar o tratar de eludir el pago de sus cuotas a cualquier otra sociedad, club o asociación científica a la que pudiera pertenecer? Es esa indiferencia y ese egoísmo lo que les ha permitido mantenerse impasibles y en calma desde el principio, viendo cómo los dos que están en la India entregan sus últimas rupias (y Upasika vendiendo realmente sus joyas por el honor de la Sociedad), aunque muchos de los miembros británicos están en mejor situación que ellos para hacer frente al sacrificio que fuere necesario. La hermana del señor Olcott está realmente pasando hambre en América, y el pobre hombre, amándola profundamente como la ama, no hubiera retirado ni siquiera 100 rupias de los fondos de la Sociedad, o mejor dicho, de los fondos del Theosophist, para ayudarla a ella y a sus seis hijos pequeños, si H.P.B. no hubiera insistido y si M. no hubiera contribuido a ello con una pequeña cantidad.
De cualquier modo, he dicho al señor Olcott que le envíe a usted la autorización oficial necesaria para arreglar en Londres lo de las cuotas o para llevar a cabo cualquier otro convenio financiero que usted considere mejor. Pero tenga presente, mi muy apreciado Hermano, que si se espera de los pobres empleados hindúes, que ganan salarios de 20 y 30 rupias, que paguen la misma cuota para ayudar a los gastos de la Sociedad, es una absoluta injusticia eximir por completo a los miembros de Londres mucho más ricos. Haga justicia "aunque el cielo se hunda". Sin embargo, si hay que hacer concesiones a los prejuicios locales, usted está ciertamente mejor cualificado que nosotros para darse cuenta de ello y para negociar de acuerdo con lo que más convenga. Ponga por todos los medios "en mejor pie las relaciones monetarias" de lo que lo están en la actualidad, si los aires financieros han de ser apaciguados para el trasquilado cordero-Peling. Tengo fe en su sabiduría, amigo mío, aunque usted tendría cierto derecho a perder rápidamente la suya en mí, considerando cuan difíciles demostraron ser las negociaciones para verificar el capital del Phoenix. Usted debe haber comprendido que, a pesar de la aprobación de mi "chela laico" por el Chohan, me encuentro todavía bajo las restricciones del año pasado, y no puedo enfocar sobre las partes correspondientes todos los poderes psíquicos que de otra manera podría. Además, nuestras leyes y restricciones en lo que se refiere a dinero o a cualquier otra operación financiera, ya sea dentro o fuera de nuestra Sociedad, son extremadamente severas —inexorables en ciertos aspectos. Tenemos que proceder muy cautamente, y de ahí la demora. Pero tengo la esperanza de que usted mismo piense que algo se ha hecho ya en este sentido.

Sí; "K.H." quiso significar que la reseña del "señor Isaacs debería aparecer en el Theosophist" redactada "por el autor de El Mundo Oculto" de manera que envíela antes de partir. Y por consideración al viejo "Sam Ward", me gustaría verla mencionada en el "Pioneer". Pero eso no importa tanto, ahora que usted lo deja.
Por consiguiente, —Salam, y mis mejores deseos. Estoy en extremo ocupado con las preparaciones de la iniciación. Varios de mis chelas —Djual-Khool entre otros— están esforzándose para alcanzar "la otra orilla".
Suyo fielmente,
K.H.




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