jueves, 6 de octubre de 2016

EL PRALAYA DE LA CIENCIA MODERNA

EL PRALAYA DE LA CIENCIA MODERNA
Blavatsky

Si la ciencia tiene razón, entonces, el futuro de nuestro sistema solar y, consecuentemente, de lo que llamamos universo, depara muy poca esperanza o consuelo a nuestra posteridad. Dos de sus paladines: el señor Thompson y el señor Klansius han alcanzado, simultáneamente, la opinión conclusiva según la cual el destino del universo consiste en una completa destrucción que acontecerá en un futuro no muy remoto. De igual parecer son las teorías de varios astrónomos, las cuales describen el gradual congelamiento y la disolución final de nuestro planeta usando términos casi idénticos a los que empleaban los hindúes más grandes y aún algunos sabios griegos. Casi se podría pensar que estamos leyendo nuevamente a Manu, Kanada, Kapila y a otros. Lo que sigue son algunas de las teorías más inéditas de nuestros pandits occidentales.

Nuestros científicos nos informan que: "Todas las masas ponderables que deben haberse separado al momento de la evolución o en la primera aparición en la tierra de la masa primordial de materia se reunirán, nuevamente, en un cuerpo celestial gigantesco e infinito. Todo movimiento visible en esta masa se detendrá y sólo la moción molecular permanecerá, esparciéndose, equitativamente, a través de todo este cuerpo voluminoso como calor." El atomista Kanada, el antiguo sabio Hindú, dijo: "En la creación dos átomos empiezan agitándose hasta que, al final, se separan de su unión previa cohesionándose después, formando una nueva substancia que posee las cualidades de las cosas desde las cuales surgió."

Lohschmidt, el profesor austríaco de matemáticas y astronomía y Proctor, el astrónomo inglés, al tratar el mismo tema han llegado a otra concepción diferente sobre la causa productora de la futura disolución del mundo. La atribuyen al lento y paulatino congelamiento del sol, cuyo corolario final es la extinción venidera de este globo. Entonces, todos los planetas, siguiendo a la ley de gravitáción, se estrellarán en el astro inanimado y frío, fundiéndose con él y formando un cuerpo gigantesco. Si esto aconteciera, dice el sabio alemán y si tal período iniciara, es imposible que dure para siempre; ya que no sería un estado de equilibrio absoluto. Durante un período maravilloso, el sol, endureciéndose gradualmente, seguirá absorbiendo el calor radiante del espacio universal concentrándolo a su alrededor.

Escuchemos al profesor Tay con respecto a este asunto. Según su opinión, el congelamiento total de nuestro planeta implicaría la muerte segura. La vida animal y vegetal que, antes del evento, se habrá trasladado de las áreas norteñas y ya congeladas hacia el ecuador, al final desaparecerá para siempre del haz del globo sin dejar atrás ningún vestigio de su existencia. La tierra se encontrará envuelta en un frío intenso y en las tinieblas. El actual movimiento atmosférico incesante se habrá convertido en el silencio y en el reposo completo. Las últimas nubes habrán derramado sobre el globo las últimas aguas. El curso de los arroyos y de los ríos, destituido de su vivificador y motor: el sol, se paralizará y los océanos se congelarán en una masa. Nuestro globo no tendrá otra luz que el ocasional brillo de las estrellas fugaces que aún no habrán cesado de internarse en nuestra atmósfera, inflamándose. Quizá, también el sol, bajo la influencia del cataclismo de la masa solar, exhibirá, momentáneamente, algunas señales de vitalidad. Así, la luz y la vitalidad volverán a penetrarlo por un breve lapso, sin embargo, la reacción se restablecerá indefectiblemente y el sol, impotente y moribundo, se apagará, esta vez para siempre. Tal cambio fue observado y en realidad aconteció, en el período de congelamiento de las constelaciones del Cisne, de la Corona y del Ofiuco, ahora extintas. El mismo destino se depara para todos los otros planetas, los cuales, entretanto, obedeciendo a la ley de inercia, seguirán circunvalando al sol muerto [...]. Después, el docto astrónomo retrae el último año del globo moribundo, empleando las mismas palabras que un filósofo hindú usó para describir el Pralaya: "El frío y la muerte soplan del polo norte esparciéndose a lo largo de toda la superficie terrestre cuyos nueve décimos ya han cesado de vivir. La vida, casi imperceptible, se ha concentrado toda en su corazón, el ecuador, en las pocas regiones restantes aún habitadas y donde reina una confusión completa de lenguas y nacionalidades. Muy pronto, a los representantes sobrevivientes de la raza humana se unen las especies  animales más grandes que el intenso frío condujo a esta faja de tierra. Un objetivo, una aspiración, acopia esta masa variada de seres: la lucha por la vida. Grupos de animales, sin distinción de género, se amontonan en una horda esperando encontrar un poco de calor en los cuerpos que se congelan rápidamente. Las serpientes no conminan más con sus falanges venenosas ni los leones y los tigres con sus garras puntiagudas. Todo lo que cada uno de ellos pide es la vida y solamente la vida ¡la vida hasta el último minuto! Al final, sobreviene el último día y los pálidos y moribundos rayos solares iluminan la siguiente escena tétrica: ¡ los cuerpos congelados de los últimos de la familia humana, muertos por el frío y la carencia de aire en la ribera de un mar inmóvil que está congelándose rápidamente! [...]

Las palabras podrán no corresponder, precisamente, con las del erudito profesor; ya que se extrajeron de apuntes sentados en un idioma extranjero, pero las ideas son, literalmente, las suyas. La imagen es realmente tétrica, sin embargo, las ideas basadas sobre deducciones matemáticas no son nuevas y un autor hindú de la era precristiana describe la misma hecatombe según lo presenta Manu en un idioma muy superior a éste. Invitamos al lector a comparar y al hindú a discernir, en esto, una ulterior corroboración de la gran sabiduría y saber de sus antepasados que anticiparon las investigaciones modernas en casi todo campo.

"Se oyen ruidos extraños proceder de cada punto [...] Son los precursores de la Noche de Brahma. El crepúsculo se eleva en el horizonte y el sol desaparece [...] Paulatinamente, la luz empalidece, el calor disminuye y en la tierra se multiplican los lugares inhabitables, el aire se hace más y más enrarecido. Las fuentes acuíferas se secan, los grandes ríos ven sus olas agotarse, el océano enseña su abismo arenoso y las plantas mueren. [...] La vida y el movimiento pierden su fuerza, los planetas gravitan en el espacio con dificultad, extinguiéndose uno a uno [...] Surya (el Sol), flamea y se  apaga. La materia cae en disolución y Brahma (la fuerza creativa), se funde nuevamente en Dyaus, el no revelado, el cual, habiendo cumplido con su tarea, duerme. [...] ¡Ha llegado la noche para el Universo!" (Vamadeva).

(The Pralaya of Modern Science,  The Theosophist, oct. 1880)


ISIS SIN VELO Y EL VISISHTADWAITA

ISIS SIN VELO Y EL VISISHTADWAITA

Blavatsky


CORRESPONDENCIA


Señor, en el número de Octubre de nuestra revista, "R.P." trata de probar que en el libro "Isis sin Velo" enseñé, sustancialmente, la doctrina Visishtadwaita; sin embargo discrepo con este punto de vista. Estoy consciente del hecho de que "Isis sin Velo" dista mucho de ser la obra completa que hubiera podido resultar si el mismo material lo hubiese redactado una persona más erudita. Vale la pena agregar que como trabajo literario carece de simetría y, quizá, de vez en cuando, de exactitud. Pero tengo algunas excusas para todo esto: fue mi primer libro en un idioma que no era mi lengua madre y, por lo tanto, no tenía la costumbre de escribir en él. Además, el inglés era un idioma con el cual, ciertos filósofos asiáticos que me auxiliaron, tenían muy poca familiaridad y, finalmente, elCoronel Olcott, que revisó el manuscrito, colaborando desde el principio, en 1875-1876, ignoraba, casi por completo, la Filosofía Aria y, por lo tanto, no podía detectar ni rectificar, los errores que yo podía fácilmente cometer cuando expresaba mis pensamientos en inglés. No obstante lo antedicho, opino que la crítica de "R.P ." es errónea.
Si me equivoqué porque no enfaticé la distinción entre un Dios Impersonal o Parabrahm y un Dios Personal, tampoco me confundí al grado de que permuté, completamente, el uno por el otro. Las páginas 2, 216-17 del primer volumen de Isis sin Velo y la 153 del segundo volumen (versión inglesa original), de las cuales se vale "R.P." en su crítica, no representan mi doctrina; sino las ideas de otros autores. Las primeras dos son una cita entresacada de Manu, mostrando la respuesta que un brahman y un budista letrados darían a la afirmación del profesor Max Müller, según la cual, Moksha y Nirvana significan aniquilación. Mientras en la página 153 del segundo volumen, se encuentra una defensa y una explicación del sentido esotérico de la Biblia, desde el punto de vista de un místico cristiano. Es obvio que esto tendría visos de Visishtadwaítismo que, análogamente al Cristianismo, adjudica atributos personales al Principio Universal. En lo que concierne al prefacio de la página 2, podemos decir que, aun cuando se lee literalmente, refleja sólo mi opinión personal y no la Doctrina Esotérica. Siendo una  escéptica en mi juventud, busqué y obtuve, mediante los Maestros, la plena confirmación de la existencia de un principio, (no un Dios Personal), "un océano ilimitado e insondable" del cual mi "alma" era una gota. Al igual que los Adwaitas, no hice ninguna distinción entre mi Séptimo Principio y el Espíritu Universal o Parabrahm, ni creo en un espíritu individual recluído dentro de mí, como algo separado del entero. Como prueba de lo antedicho, lean mi observación sobre "la omnipotencia del espíritu inmortal del ser humano", la cual sería un absurdo lógico si se basara en alguna teoría de separación egoísta. El error que cometí fue que, en toda la obra usé, indistintamente, la palabras Parabrahm y Dios para expresar la misma idea: seguramente un pecado venial, cuando uno se percata de lo limitado que es el idioma inglés, al grado de que, aun ahora, estoy usando una palabra sánscrita para expresar una idea y el inglés para otra. Que sea Adwaita ortodoxo o no, como ocultista y valiéndome de la autoridad de la Doctrina Secreta, sostengo que el espíritu del ser humano, aun cuando se sumerge enteramente en Parabrahm y aunque no sea individual por sí, preserva su individualidad distinta en Paranirvana, debido a la acumulación de los agregados o skandhas que han sobrevivido de las facultades superiores de Manas después de cada fallecimiento. Después de la muerte de cada personalidad a lo largo de las líneas de renacimientos, las aspiraciones más espirituales, es decir, superiores y más divinas de cada personalidad, siguen a Buddhi y al Séptimo Principio en Devachan (Swarga), convirtiéndose en parte integrante de la Mónada. La personalidad desaparece, disipándose antes de que ocurra la evolución de la nueva personalidad que sale del Devachan, renaciendo; sin embargo, la individualidad del espíritu-alma (ay y de nuevo ay, ¡qué se puede hacer con este inglés!), se preserva hasta el final del gran ciclo (Maha-Manwantara), cuando cada Ego entra en Paranirvana o se sumerge en Parabrahm. Para nuestra comprensión de talpas, el espíritu humano se pierde, entonces, en el Espíritu Uno, así como la gota de agua en el océano no se puede detectar ni recuperar. En efecto no es así en el mundo del pensamiento inmaterial, cuya relación con el pensamiento humano dinámico es comparable al poder visual del microscopio más poderoso concebible y la vista de un ser semiciego. Sin embargo, este es un símil muy insuficiente; ya que la diferencia es inexpresable en términos de sistema métrico. A pesar de lo largo que la "noche de Brahma" o aun el Pralaya Universal (no el local, que afecta sólo a un grupo de mundos) pueda ser, cuando ésta termine, la misma Mónada individual Divina vuelve a empezar su majestuoso sendero evolutivo, aunque en una cadena de tierras superiores y cien veces más perfecta y más pura que anteriormente, llevando consigo toda la esencia de las espiritualidades compuestas por sus previos e innumerables renacimientos. Por lo tanto: lo antedicho demuestra que estos "espíritus" o unidades Parabrhámicos y Paranirvánicos tienen y deben conservar sus individualidades divinas y (no humanas).
No hay que olvidar que la evolución espiral es dual y que el sendero de la espiritualidad gira, como un sacacorchos, dentro y alrededor de la evolución física, semifísica y suprafísica. Me estoy enfrascando en detalles que es mejor dejarlos a la plena consideración que su importancia se merece y que le otorgaremos en mi inminente libro: "La Doctrina Secreta".


Publicado originalmente en “The Theosophist” de Enero 1886



miércoles, 5 de octubre de 2016

EL ÁRBOL SAGRADO DE KUM BUM

EL ÁRBOL SAGRADO DE KUM BUM

Blavatsky


Reivindicando la veracidad de lo que dijo el Abate Huc, que fue puesto en entredicho por un visitante más reciente del monasterio de Kum Bum, Huc un misionero Lazarista, en su Viajes en la Tartaria, el Tibet y la China; escribió que había visto aparecer caracteres tibetanos perfectos en las hojas de un Árbol que, según la leyenda,  había brotado de la cabellera de Tsong-ka-pa, HPB puntualiza que las inscripciones que crecían en las células y en los tejidos de las hojas eran en Sensar.


El Arbol Sagrado de Kum Bum
                       
         Hace 37 años, dos misioneros lazaristas valientes, miembros de la Misión Católica Romana establecida en Pekín, emprendieron la hazaña desesperada de penetrar en el territorio del Tibet, llegando hasta Lhassa, para predicar el cristianismo entre los budistas sumidos en la ignorancia. Se llamaban Huc y Gabet; la narrativa de su viaje muestra su valentía y entusiasmo extremos. El volumen más interesante apareció en París, hace más de 30 años y, desde entonces, se tradujo al inglés dos veces y, quizá, a otros idiomas. En esta coyuntura no nos importan sus méritos generales; sino que limitaremos nuestra consideración a la parte del libro ( Vol. II, pago 84, de la edición americana de 1852) donde el autor, Huc, describe el maravilloso
"Arbol de las diez mil Imágenes", que ellos vieron en la Lamasería o Monasterio de Kum Bum o Koun Boum.

Huc nos dice que, según la leyenda tibetana, cuando la madre de Tsong-Ka-pa, el famoso reformador budista, lo entregó a la vida religiosa, siguiendo la tradición: "cortó su pelo y lo arrojó. Donde cayó, nació un árbol, cuyas hojas llevaban inscritos caracteres tibetanos." La traducción inglesa de Hazlitt (Londres 1856) es más literal (aunque no sea la exacta) versión del original. Sin embargo, hemos entresacado (Pag.324-6.) los siguientes particulares interesantes:

Sobre cada una de las hojas, transpiraban caracteres tibetanos bien formados. Todos eran verdes, algunos más oscuros y algunos más claros que la hoja misma. Nuestra primera impresión fue sospechar un fraude por parte de los Lamas; pero, al examinar minuciosamente todo detalle, no pudimos descubrir el más mínimo engaño. A nuestro juicio, todos los caracteres nos parecieron parte integrante de la hoja, recorridos por las mismas venas y nervios. La posición no era la misma en todas. En unas hojas los caracteres se encontraban en la parte superior, en otras en el medio y, en otras más, en la base o a un lado. Las hojas más jóvenes representaban los caracteres sólo en un estado de formación parcial. También la corteza y las ramas, que se parecen a las de un árbol ordinario, están cubiertas con estos caracteres. Si se remueve un trozo de la vieja corteza, la nueva, que está detrás, exhibe los bosquejos individuales de los caracteres en un estado embrionario y, lo que es particular, a menudo, estos nuevos caracteres son distintos de los que remplazan. A nuestro juicio, el árbol de las Diez mil Imágenes era vetusto. Su tronco, que tres hombres casi no podían abrazar, no supera los ocho pies. Las ramas, en lugar de crecer hacia arriba, se expanden en la forma de un penacho de plumas particularmente densas, algunas están muertas. Las hojas son siempre verdes y la madera, que es de un tinte rojizo, emite un aroma exquisito, similar a la canela. Los Lamas nos informaron que, durante el verano, alrededor de la octava luna, el árbol produce flores rojas gigantescas y extremadamente hermosas.

         El mismo abate Huc, describe lo antedicho más enfáticamente.
"Estas letras son tan perfectas que los caracteres tipográficos de Didot, no tienen nada que las supere." Que el lector tenga presente tal afirmación, porque tendremos ocasión de recurrir a ella.

 El vio en las hojas, no sólo simples letras; sino: "oraciones religiosas" ¡que la naturaleza había auto impreso en la clorofila, en las células y en la fibra de madera! La superficie, interna y externa, estrato tras estrato, de las hojas, las ramitas, las ramas y del tronco, estaban inscritos por las letras maravillosas y no había dos caracteres idénticos, superpuestos. "No se imaginen que estos estratos sobrepuestos repitan la misma impresión. Al contrario; ya que, al levantar cada hoja, se nos presenta un tipo distinto. ¿Cómo es posible, entonces, sospechar un fraude? Me he esmerado, en esa dirección, para descubrir la más mínima huella de asechanza humana y mi mente, desconcertada, no pudo encontrar la más pequeña sospecha."

 ¿Quién dice esto? Un devoto misionero cristiano que fue intencionalmente al Tíbet con el objeto de probar que el Budismo era falso y el Cristianismo verdadero; por lo tanto, se hubiera aferrado, ansiosamente, a la más mínima prueba que corroborase su posición, exhibiéndola delante de los oriundos. En Tíbet, él vio otras maravillas y las describe; aunque la edición americana las omite y algunos de sus críticos ortodoxos más viscerales, las atribuyen al diablo. En Isis sin Velo, especialmente en el primer volumen, (versión inglesa), se describen y se discuten algunos de estos prodigios, tratando de mostrar su reconciliación con la ley natural.

           El tema del árbol de Kum Bum ha vuelto a nuestra mente gracias a una reseña en la revista Nature, por A. H. Keane, sobre la Relación, recientemente publicada, de Herr Kreitner, acerca de la expedición al Tíbet en 1877-80, por parte del Conde Szechenyi, un noble húngaro.

El grupo dio un paseo de Siningfu hasta el monasterio de Kum Bum: "con el propósito de verificar el relato extraordinario de Huc acerca del famoso árbol de Buda. No encontramos ninguna imagen [del Buda en las hojas] ni las letras, sino una sonrisa burlona en los labios del anciano sacerdote que nos guiaba. Al contestar a nuestras preguntas, nos dijo que, hace mucho tiempo, el árbol producía realmente hojas con la imagen de Buda; sin embargo, ahora, tal prodigio ocurría raramente. Sólo unos pocos hombres, favorecidos de Dios, tuvieron el privilegio de descubrir tales hojas."

Para este testigo, lo antes dicho es suficiente: a un sacerdote budista, cuya religión le enseña que no hay personas favoritas por algún Dios, que no existe un ser tal que llamamos Dios que otorga favores y que cada ser humano cosecha lo que siembra, ni más ni menos, se le hace decir tal insensatez. ¡Esto muestra lo que vale el testimonio de este explorador para su adorada ciencia escéptica! Sin embargo, parece que hasta el sacerdote, con la sonrisa burlona, les haya dicho que los hombres buenos pueden ver y, en realidad, ven las maravillosas hojas con las letras; entonces, Herr Kreitner, a pesar de sus esfuerzos, avala, en lugar de desacreditar, la narrativa del abate Huc. Si nunca hubiéramos podido verificar, personalmente, la veracidad de la historia, deberíamos admitir que las probabilidades facilitan su aceptación; ya que los peregrinos han llevado las hojas del árbol Kum Bum a todo rincón del imperio chino (hecho reconocido aun por Herr Kreitner); por lo tanto, si todo el asunto era un fraude, los adversarios chinos contra el budismo, cuyo nombre es Legión, lo hubieran denunciado sin piedad.

Además: la naturaleza ofrece muchas analogías que confirman lo descrito. Según se dice, ciertas conchas del Mar Rojo tienen impresas las letras del alfabeto hebraico y sobre ciertos saltamontes son visibles las del alfabeto inglés. Además en la revista The Theosophist, Vol. 11., pago 91, un corresponsal inglés traduce un relato de Sheffer, titulado Luz y más Luz, que habla de las características particulares de ciertas mariposas alemanas (Vanissa Atalanta) que llevan inscritas las cifras del año 1881. Los muebles de los entomólogos modernos pululan con ejemplares que muestran que la naturaleza produce, continuamente, animales con características miméticas, asumiendo el aspecto de vegetales. Por ejemplo: hay orugas que se parecen a la corteza de un árbol, al musgo o a ramas muertas,  e insectos que no pueden distinguirse de las hojas verdes, etc. Hasta las rayas del tigre es mimetismo de los tallos de la hierba de la jungla donde él hace su guarida.

Todos estos hechos separados contribuyen a que la historia de Huc del árbol Kum Bum, sea un hecho probable; ya que muestran que la misma naturaleza, sin intervención milagrosa, es capaz de producir vegetales en la forma de caracteres legibles. Esto es también el punto de vista de otro corresponsal de Nature, W. T. Thiselton Dyer, quien, en el número del 4 de Enero de esta estimable revista, después de sumar las pruebas, llega a la conclusión de que: "en el tiempo de Huc, hubo un árbol cuyas hojas llevaban inscritos ciertos caracteres, sin embargo, la imaginación del piadoso abate, lo indujo a asociarlos a las letras tibetanas." ¿Piadoso? Deberíamos recordar que su testimonio no procedía de un piadoso y crédulo budista tibetano, sino de un enemigo abierto de esa fe, M. Huc, quien se fue a Kum Bum para denunciar el fraude y que se esmeró "en esa dirección, para descubrir la más mínima huella de asechanza humana"; sin embargo, su mente desconcertada: "no pudo encontrar la más pequeña sospecha."

Así, hasta que Herr Kreitner y Dyer puedan mostrar que el cándido motivo del Abate era el de mentir en detrimento de su religión, debemos exonerarlo de los acusados, considerándolo un testigo irrecusable e importante. Sí; el árbol de las letras tibetanas es un hecho, además, las inscripciones en las células de las hojas están en Sensar o el idioma sagrado usado por los Adeptos y, en su totalidad, constituyen todo el Dharma del budismo y la historia del mundo.

En lo que atañe a alguna similaridad fantástica con caracteres alfabéticos reales, la confesión de Huc, según el cual son tan hermosamente perfectos: "que los caracteres tipográficos de Didot (famosa tipografía parisiense) no tienen nada que los supere", dirime la cuestión de manera perentoria. Con respecto a la aserción de Kreitner, que el árbol pertenece a la especie de lila, la descripción que Huc hace del color, de la fragancia de canela emitida por su madera,  y de la forma de las hojas, lo confirman sin duda.

Quizá, el viejo monje burlón conocía el mesmerismo común y "biologizó" al grupo del Conde Szechenyi, haciéndole ver y no ver, lo que a él se le antojaba, así como el difunto profesor Bushell hizo imaginar, a sus sujetos indos, cualquier cosa que él desease que vieran.

De vez en cuando, uno incurre en tales "bromas."


(The Sacred Tree of Kumbum, The Theosophist, marzo de 1883)



ALGUNOS PENSAMIENTOS SOBRE LA MUERTE Y SATÁN

ALGUNOS PENSAMIENTOS SOBRE
LA MUERTE Y SATÁN
Blavatsky

I

LA MUERTE

POR EL DIFUNTO ELIPHAS LEVI


La muerte es la disolución necesaria de las combinaciones imperfectas. Es el reabsorber del esbozo de la vida individual, en la gran obra de la vida universal; sólo lo perfecto es inmortal.
Es un bañarse en el olvido. Es la fuente de la juventud donde, por un lado, se sumerge la ancianidad y por el otro, procede la infancia. (Renacimiento del Ego después de la muerte. La doctrina oriental y especialmente la budista de la evolución del nuevo Ego desde el viejo. -Ed. Theosophist.)
La muerte es la transfiguración de lo viviente. Los cadáveres son sólo las hojas muertas del Arbol de la Vida que en primavera, se reviste con todas sus hojas. La resurrección humana se asemeja, eternamente, a estas hojas.
Las formas perecederas son condicionadas por tipos inmortales.
Todos los que han vivido en la tierra, viven ahí en ejemplares aun nuevos de sus tipos; pero las almas que han trascendido su tipo reciben, en algún otro lugar, una nueva forma basada en un tipo más perfecto, mientras ascienden la escalera de los mundos. (Desde un loka al otro; desde un mundo positivo de causas y actividad a uno negativo de efectos y pasividad. -Ed. Theosophist.)
 Los ejemplares malos son disgregados y su materia vuelve a la masa general. (En la materia Cósmica cuando, necesariamente, pierden su conciencia de sí o individualidad o son aniquilados, según dicen los Cabalistas orientales. -Ed. Theosophist.)
Nuestras almas son como si fueran música, mientras nuestros cuerpos son los instrumentos. La música existe sin los instrumentos; pero no puede ser audible sin un intermediario material. Lo inmaterial es siempre inconcebible e inasible.
El ser humano, en su existencia presente conserva, sólo, ciertas predisposiciones de sus existencias pasadas.
Las evocaciones de los muertos son, simplemente, condensaciones de memoria, la coloración imaginaria de las sombras. Evocar a los que han partido, implica volver a emitir sus tipos de la imaginación de la naturaleza.  (El deseo ardiente de ver a un muerto es evocar las imágenes de esa persona, volverla a llamar de la luz astral o éter donde se quedan fotografiadas las imágenes del Pasado. Esto es lo que sucede, parcialmente, en las reuniones espiritistas. Los espiritistas son Nigromantes inconscientes. -Ed. Theosophist.).
Para estar en comunicación directa con la imaginación de la naturaleza, uno debe estar dormido, atosigado, en estado de arrobamiento, cataléptico o demente.
La memoria eterna preserva sólo lo imperecedero.
Todo lo que es Temporal, pertenece, por derecho, al olvido.
Conservar los cadáveres es una violación de las leyes de la naturaleza. Es un ultraje a la modestia de la muerte, la cual oculta la obra destructiva, así como deberíamos esconder la reproductiva. Conservar los cadáveres es crear fantasmas en la imaginación de la tierra; (Intensificar estas imágenes en la luz astral o sideral. -Ed. Theosophist.) los espectros de las pesadillas, las alucinaciones y el miedo, son sólo las fotografías vagantes de los cadáveres preservados. Estos cuerpos, conservados e imperfectamente destruidos, son los que cunden, entre los vivos, la peste, el cólera, las enfermedades endémicas, la tristeza, el escepticismo y el disgusto por la vida.  (La gente está, intuitivamente, dándose cuenta de la gran verdad y, hoy día, en toda Europa, surgen sociedades para la cremación.) La muerte es exhalada por la muerte. Los cementerios emponzoñan la atmósfera de las ciudades y la emanación de los cadáveres plaga a los niños aun cuando están en el vientre materno.
Cerca de Jerusalén, en el valle de Gehenna, se preservaba un fuego perpetuo para quemar las escorias y los restos de los animales y éste es el fuego al cual Jesús hace alusión cuando dice que los malos se arrojarán en Gehenna, queriendo decir que las almas muertas serán tratadas como cadáveres.
El Talmud dice que: las almas de quienes no creyeron en la inmortalidad no se harán inmortales.
La fe es la única que entrega la inmortalidad personal; (La fe y la fuerza de voluntad. La inmortalidad es condicional, como siempre hemos dicho. Es la recompensa de los buenos y los puros. Las personas malas y los materialistas sensualistas sólo sobreviven. Quien aprecia, exclusivamente, los placeres físicos, no vivirá, ni podrá vivir, en los estados después de la muerte, como Entidad autoconsciente. -Ed. Theosophist.) la ciencia y la razón pueden, únicamente, afirmar la inmortalidad general.
El pecado mortal es el suicidio del alma. Este suicidio tiene lugar si el ser humano se entrega al mal con todo su poder mental, un conocimiento perfecto del bien y del mal y una completa libertad de acción que parece imposible en la práctica sin embargo es posible en la teoría, ya que la esencia de una personalidad independiente es una libertad incondicionada. La divinidad no impone nada al ser humano; ni siquiera la existencia. El ser humano tiene el derecho de retirarse aun de la bondad divina y el dogma del infierno eterno es sólo la aserción del eterno libre albedrío.
Dios no arroja a nadie en el infierno. Son los hombres quienes pueden ir allá libre y definitivamente, porque así lo deciden.
A aquellos que se encuentran en el infierno, es decir, entre la oscuridad del mal (Es decir renacen en un "mundo inferior'. que no es el "Infierno" ni al aún purgatorio teológico sino un mundo casi de absoluta materia, el antecesor del último en el "círculo de la necesidad", del cual "no hay redención", ya que ahí reina la oscuridad espiritual absoluta. (Libro de Khiu-te) Ed. Theosophist.) y el sufrimiento del castigo necesario, sin que ésta fuese su voluntad, se les llamará para que salgan de éste. Para ellos, este infierno es sólo un purgatorio. Satán es el condenado, completa, absoluta e irrevocablemente, el cual no es una existencia racional; sino una hipótesis necesaria.
Satán es la última palabra de la creación. Es el fin infinitamente emancipado. Quiso ser como Dios, del cual es su opuesto. Dios es la hipótesis necesaria para la razón, Satán es la hipótesis necesaria para la irracionalidad que se impone como libre albedrío.
A fin de ser inmortal en el bien, uno debe identificarse con Dios; para ser inmortal en el mal, con Satán. Estos son los dos polos del mundo de las almas, entre los cuales vegeta y muere, desmemoriada, la porción inútil de la humanidad.

Nota del Editor. Lo que antecede puede parecer incomprensible al lector ordinario; ya que es una de las enseñanzas más recónditas de la doctrina Oculta. La naturaleza es dual: hay un aspecto físico y material y uno espiritual y moral. Además, engloba al binomio bien y mal y este último es la sombra necesaria de su luz. En el Volumen XXXI del Libro de Khiu-te leemos que, para forzarse en la corriente de la inmortalidad o mejor dicho, a fin de asegurarse un sinnúmero de renacimientos como individualidades conscientes, uno debe convertirse en el colaborador de la naturaleza, ya sea para el bien o el mal, en su obra de creación y reproducción o en la de destrucción. La naturaleza se desembaraza sólo de los indolentes, expulsándolos violentamente y haciendo perecer millones de ellos como entidades conscientes de sí. Entonces, mientras los buenos y los puros se esfuerzan por alcanzar Nipang (nirvana o ese estado de existencia y conciencia absolutas, que en el mundo de las percepciones finitas es no-existencia y no-conciencia); los malos buscarán, en cambio, unas series de vidas como seres o existencias conscientes y definidas, prefiriendo un sufrimiento continuo bajo la ley de justicia retributiva, en lugar de abandonar sus vidas como porciones del todo integral y universal. Estando conscientes de que nunca pueden esperar alcanzar el reposo final en el espíritu puro o nirvana, se aferran a la vida en toda forma, en lugar de abandonar ese "deseo por la vida" o Tanha, que causa el renacimiento de un nuevo agregado de Skandhas o individualidad. La naturaleza es una madre buena tanto con el águila cruel como con la inerme paloma. La Madre naturaleza castigará a su hijo, el cual, habiéndose convertido en su colaborador para la destrucción, no puede expulsarlo. Existen seres humanos profundamente malos y depravados, sin embargo altamente intelectuales y agudamente espirituales para el mal, así como hay los que son espirituales para el bien. Los Egos de ellos pueden sustraerse a la ley de destrucción o aniquilamiento final por eras futuras. Esto es lo que Eliphas Levi quiere decir con convertirse "inmortales en el mal" mediante la identificación con Satán. La visión de Revelación le dice a San Juan: "Quisiera que tú fueses frío o caliente" (III., 15-16) "pero, siendo tibio, ni frío ni caliente, te escupiré de mi boca." La "Revelación" es un libro absolutamente Cabalístico. El calor y el frío son los dos "polos": el bien y el mal, el espíritu y la materia. La naturaleza escupe a los "tibios" o a la "porción inútil de la naturaleza", es decir: los aniquila. Esta concepción de que una porción considerable de la humanidad puede, después de todo, no tener almas inmortales, ni siquiera será nueva para los lectores europeos. El mismo Coleridge traza un paralelo con un roble que, aun emitiendo millones de bellotas, las cuales, bajo las condiciones normales, ni una entre mil desarrolla en un árbol, sugiere que, como la mayoría de bellotas no logran convertirse en árboles, así es posible que la mayoría de los seres humanos no acierten a desarrollarse en una nueva entidad viviente después de esta muerte terrenal.

II

SATÁN

Satán es meramente un tipo y no un personaje real.
Es el tipo opuesto al tipo Divino que, en nuestra imaginación, es la antítesis de este último. Es la sombra no natural que nos hace visible la luz infinita de lo Divino.
Si Satán fuera un personaje real, habría dos Dioses, haciendo verídico el credo de los Maniqueos. (Maniqueísmo, herejía de Maniqueo, que reconocía dos principios creadores, uno para el bien y el otro para el mal. (N.d.T.)
Satán es la concepción imaginaria de lo absoluto en el mal, una concepción necesaria para la completa afirmación del libre albedrío humano el cual, mediante el auxilio de este absoluto imaginario, parece ser capaz de equilibrar el poder completo, aun de Dios. Es el sueño más intrépido y excelso entre los sueños del orgullo humano.
La serpiente alegórica en la Biblia dice: "seréis como Dioses, conociendo el bien y el mal." En verdad, para que el mal se convierta en ciencia, hay que crear un Dios del mal y, si algún espíritu puede resistir eternamente a Dios, ya no hay un Dios; sino dos Dioses.
Para resistir al Infinito, se necesita una fuerza infinita y dos fuerzas infinitas que se contraponen, deben neutralizarse.  (El mal, siendo infinito y eterno, porque coetáneo con la materia, es lógico deducir que no hay Dios ni Diablo, como Entidades personales; sino sólo un Principio o Ley lncreado, Infinito, Inmutable y Absoluto, el cual se convierte en el Malo en el Diablo mientras más se precipita en la materia, trasformándose, en cambio, en Bien o Dios, tan pronto como se purifica de la materia, volviendo a ser Espíritu puro y prístino o el Absoluto en su Subjetividad eterna e inmutable. Ed. Theosophist.).
Si la resistencia por parte de Satán fuera posible, el poder de Dios no existiría; Dios y el Diablo se destruyen mutuamente y el ser humano se queda solo con el fantasma de sus Dioses, la esfinge híbrida, el toro alado que balancea, en su mano humana, una espada cuyos rayos vacilantes inducen a la imaginación humana de un error a otro y, desde el despotismo de la luz, al de la oscuridad.
La historia de la miseria mundana es simplemente el romance de la guerra, aun inacabada, de los Dioses; mientras el mundo cristiano aun adora a Dios en el Diablo y un Diablo en Dios.
El antagonismo de los poderes es la anarquía en el Dogma.
Así, cuando la iglesia afirma que el Diablo existe, el mundo, con lógica terrificante, le contesta: entonces, Dios no existe. Además es inútil tratar de sustraerse de este argumento, inventando la supremacía de un Dios que permite a un Diablo provocar la condenación de los seres humanos. Tal permiso sería una monstruosidad y equivaldría a ser cómplice y el dios que pudiera ser cómplice del diablo, no puede ser Dios.
El Diablo de los Dogmas es una personificación del Ateísmo.
El Diablo de la Filosofía es el ideal exagerado del libre albedrío humano. El Diablo real o físico es el magnetismo del mal.
Levantar al Diablo es sólo hacer aflorar, por un instante, dicha personalidad imaginaria. Esto involucra la exageración, en uno mismo, que trasciende los límites de la perversión de la locura mediante acciones criminales e irracionales.
El resultado de este comportamiento es la muerte del alma mediante la locura y, a menudo, aún del cuerpo, mediante una congestión cerebral; así como si fuese sacudido por un rayo.
El Diablo siempre importuna y no da nada en cambio. San Juan lo llama la "Bestia", porque su esencia es la locura humana.

He aquí el credo de Eliphas Levi y el de sus discípulos.

Creemos en un Principio Divino, la esencia de toda existencia, de todo bien y de toda justicia, indisoluble de la naturaleza que es su ley, el cual se revela mediante la inteligencia y el amor.
Creemos en la Humanidad, hija de Dios y cuyos miembros están inseparablemente conectados los unos a los otros; así que todos deben cooperar a la salvación de cada uno y cada uno a la de todos.
Creemos que: para servir a la esencia Divina es necesario servir a la Humanidad.
Creemos en la reparación del mal y en el triunfo del bien en la vida eterna.

FIAT



(Editado originalmente en “The Theosophist” de Octubre 1881)

ALGUNAS PALABRAS SOBRE LA VIDA DIARIA

ALGUNAS PALABRAS SOBRE LA VIDA DIARIA
Blavatsky


Es solamente la filosofía divina, la unión espiritual y psíquica del hombre y la
naturaleza, la que revelando las verdades fundamentales que yacen ocultas bajo los objetos de los sentidos y la percepción, puede promover un espíritu de unidad y armonía, a pesar de la gran diversidad de credos en conflicto.
La Teosofía, por lo tanto, espera y pide a los hermanos de la Sociedad, una gran tolerancia mutua y condescendencia hacia los defectos de los demás, así como ayuda mutua en la búsqueda de las verdades en cada aspecto de la naturaleza, tanto moral como físico. Y este estándar ético debe ser aplicado sin vacilación en la vida cotidiana.
La teosofía no debe constituir meramente una colección de verdades morales,
un montón de ética metafísica, personificada en disertaciones teóricas.
La Teosofía debe ser práctica y, por lo tanto, tiene que ser despejada de elucubraciones inútiles, de habladurías que a nada conducen y demasiada conversación. Que cada teósofo cumpla con su deber, con lo que puede y debe hacer, y muy pronto las miserias humanas, dentro y fuera de las áreas de cada Rama de su Sociedad, se verán disminuidas visiblemente.
Olvide su ego trabajando en bien de los demás, y la tarea llegará a serle fácil y ligera.
No se enorgullezca del aprecio y el reconocimiento de su trabajo que le brindan
los demás.
¿Por qué debe cualquier miembro de la Sociedad Teosófica que se esfuerza en llegar a ser un teósofo, valorar las opiniones buenas o malas de los demás, si está consciente de que su labor es útil y beneficiosa para otras personas?
El elogio y el entusiasmo humanos son en todo caso pasajeros, tanto la risa de quien se mofa, como la consecuente condena del observador indiferente que de seguro vendrán, y que generalmente pesan más que el elogio y la admiración del amistoso.   No desprecie la opinión del mundo, ni provoque inútilmente la crítica injusta. Quédese más bien indiferente tanto al abuso como al elogio de quienes nunca pueden saber cómo es usted en realidad, y quienes, por lo tanto, deben hallarle impasible ante cualquiera de los dos, sin poner jamás la aprobación o la condena de su Yo interno más alto que el de las multitudes.
Aquellos de ustedes que han de conocerse a sí mismos en el espíritu de la Verdad,
aprendan a vivir solos aún en medio de las grandes multitudes que pueden ocasionalmente rodearles. Busquen la comunión y el trato solamente con ese Dios dentro de su propia alma. Escuchen solamente el elogio y la culpabilidad que esa deidad les señala, que jamás yace separada de su Yo verdadero, porque es en realidad Dios mismo, llamado la Conciencia Superior. Ponga sin demora sus buenas intenciones en práctica, sin dejar jamás que ninguna de ellas se quede sólo como una intención, y mientras tanto, no espere recompensa ni reconocimiento para lo bueno que haya hecho. La recompensa y el reconocimiento están en usted mismo y le son inseparables, y es su propio ser interno el único que puede apreciarlas en su grado y valor verdaderos. Cada uno de ustedes tiene en su tabernáculo interno al Tribunal Supremo _el fiscal, la defensa, el jurado y el juez-- cuya sentencia carece de apelación.
Nadie puede conocerle mejor que usted mismo, toda vez que ha aprendido a juzgar a ese Yo por la luz jamás vacilante de la divinidad interna  su Conciencia Superior.
Permita entonces que las masas, que nunca pueden conocer su esencia verdadera, condenen a los de afuera según sus propias falsas luces.
La mayoría del Areópago público se compone generalmente de jueces autodesignados, que nunca han tenido una deidad permanente de ídolo alguno salvo sus propias personalidades -- sus seres inferiores. Quienes en su andar por la vida tratan de seguir su luz interior nunca se verán juzgando, mucho menos condenando, a los más débiles.
¿Qué importa entonces que otros le condenen o le alaben; le humillen o exalten en un pináculo? Ellos nunca le comprenderán de una forma u otra. Ellos podrán incluso convertirlo en un ídolo, mientras se imaginen que usted es un espejo fiel de sí mismos, y colocarlo en el pedestal o el altar que hayan creado para usted, mientras usted los divierta o los beneficie. Usted no puede esperar ser para ellos más que un fetiche temporal que ha relevado a otro fetiche apenas derrocado, y al que luego le seguirá otro ídolo. Permita, por lo tanto, que quienes han creado a ese ídolo lo destruyan cuando quieran, dejándolo caer por cualquier pequeña causa como mismo lo alzaron.
La Sociedad Occidental de ustedes no puede vivir más sin su Khalif de una hora, incapaces de venerarlo por un período más largo, y cada vez que rompen un ídolo y lo embadurnan de barro, no es el modelo, sino la imagen desfigurada creada por su propia asquerosa extravagancia y llena de sus propios vicios, lo que esa Sociedad destrona y rompe.
La teosofía sólo puede encontrar expresión objetiva en un código generalizado de vida, completamente impregnado con el espíritu de la tolerancia mutua, la caridad y el amor fraternal. Su Sociedad, como un cuerpo, tiene una tarea ante la cual, a menos que ello se realice con discreción suprema, causará que el mundo del indiferente y el egoísta se alce en armas contra ella. La teosofía tiene que combatir la intolerancia, el prejuicio, la ignorancia y el egoísmo, escondidos bajo el manto de la hipocresía. Tiene que dispensar toda la luz que pueda, de la antorcha de la Verdad que se le confía a sus servidores. Debe hacer esto sin temor o vacilación, sin temer que la reprueben o condenen. La teosofía, por su portavoz, la Sociedad, tiene que decir la Verdad ante el mismo rostro de la Mentira; mantener al tigre en su guarida, sin pensar o temer malas consecuencias, y ponerse a la defensiva de las calumnias y las amenazas.
Como una Asociación, no sólo tiene el derecho, sino el deber, de desenmascarar el vicio y hacer cuanto pueda para el desagravio de las injusticias, ya sea mediante la voz de sus conferencistas escogidos, o por medio de la palabra impresa en los diarios y publicaciones haciendo, sin embargo, sus acusaciones tan impersonales como sea posible. Pero sus hermanos, o sus miembros, no tienen individualmente ese derecho. Sus seguidores tienen, ante todo, que dar el ejemplo de una moral claramente trazada y firmemente aplicada, antes de obtener ellos el derecho de indicar, aun en un espíritu bondadoso, la ausencia de una unidad similar ética y de propósito en otras asociaciones o individuos. Ningún teósofo debe culpar a un hermano dentro ni fuera de la organización, pronunciar una sentencia en su contra o denunciarlo, porque él mismo perdería el derecho a ser considerado como un teósofo. Como tal, tiene que apartar su mirada de las imperfecciones ajenas, y más bien concentrar su atención sobre sus propios defectos para corregirlos y ser más sabio. Que no muestre disparidad entre lo que clama y su acción respecto de los demás, sino, en el caso de un hermano, un vecino, o simplemente el prójimo, que ayude siempre al más débil que él en el arduo andar por la vida.
El problema de la verdadera Teosofía y su gran misión es, primero, dilucidar claros e inequívocos conceptos de ideas éticas y deberes, que mejor y más  plenamente satisfagan los sentimientos correctos y altruistas de los hombres y, segundo, modelar esos conceptos para adaptarlos a las formas de vida cotidianas, para que éstos puedan ofrecer una forma de aplicarlos con más acierto.
Tal es el trabajo común que se presenta ante todos los que están dispuestos a actuar sobre la base de estos principios. Es una tarea laboriosa y requerirá un arduo y perseverante esfuerzo, pero les llevará hacia el progreso, sin dejarles espacio para aspiraciones egoístas fuera de los límites trazados... No se consientan personalmente en hacer comparaciones poco fraternales entre la tarea que ustedes realizan y el trabajo que sus hermanos o vecinos no hicieron o dejaron a medias. En los campos de la Teosofía, a nadie se le confiere la tarea de limpiar un terreno más allá de lo que sus fuerzas o su capacidad se lo permiten.
No sean demasiados severos con los méritos o la falta de mérito de quien busca ser admitido entre sus filas, porque la verdad acerca del estado real de un hombre internamente sólo la sabe el Karma, y sólo puede ser tratada con justicia por esa Ley que todo lo contempla.
Hasta la sencilla presencia entre ustedes de un individuo bien intencionado y que simpatice con ustedes, les puede ayudar magnéticamente... Ustedes son trabajadores libres y voluntarios en los campos de la Verdad y, como tal, no deben colocar obstáculos en los senderos que llevan a ese campo.
El grado de éxito o de fracaso será la señal que observará el Maestro, porque esto constituye la barrera colocada por las propias manos de ustedes, entre ustedes mismos y quienes han pedido que sean sus Maestros. Mientras más cerca estén de la meta contemplada, más corta será la distancia que separe al estudiante del Maestro.


 (Tomadas de Collected Writings, Vol. VII, pp. 173-175, escritas por un Maestro de la Sabiduría)