ALGUNOS PENSAMIENTOS SOBRE
LA MUERTE Y SATÁN
Blavatsky
I
LA MUERTE
POR EL DIFUNTO ELIPHAS LEVI
La
muerte es la disolución necesaria de las combinaciones imperfectas. Es el
reabsorber del esbozo de la vida individual, en la gran obra de la vida universal;
sólo lo perfecto es inmortal.
Es
un bañarse en el olvido. Es la fuente de la juventud donde, por un lado, se
sumerge la ancianidad y por el otro, procede la infancia. (Renacimiento del Ego
después de la muerte. La doctrina oriental y especialmente la budista de la
evolución del nuevo Ego desde el viejo. -Ed. Theosophist.)
La
muerte es la transfiguración de lo viviente. Los cadáveres son sólo las hojas
muertas del Arbol de la Vida que en primavera, se reviste con todas sus hojas.
La resurrección humana se asemeja, eternamente, a estas hojas.
Las
formas perecederas son condicionadas por tipos inmortales.
Todos los que han vivido en la tierra, viven ahí en ejemplares
aun nuevos de sus tipos; pero las almas que han trascendido su tipo reciben, en
algún otro lugar, una nueva forma basada en un tipo más perfecto, mientras
ascienden la escalera de los mundos. (Desde un loka al otro; desde un mundo positivo de causas y
actividad a uno negativo de efectos y pasividad. -Ed. Theosophist.)
Los ejemplares malos son disgregados y su
materia vuelve a la masa general. (En la materia Cósmica cuando, necesariamente, pierden su
conciencia de sí o individualidad o son aniquilados, según dicen los Cabalistas
orientales. -Ed. Theosophist.)
Nuestras almas son como si fueran música, mientras nuestros
cuerpos son los instrumentos. La música existe sin
los instrumentos; pero no puede ser audible sin un intermediario material. Lo inmaterial es
siempre inconcebible e inasible.
El
ser humano, en su existencia presente conserva, sólo, ciertas predisposiciones
de sus existencias pasadas.
Las evocaciones de los muertos son, simplemente, condensaciones
de memoria, la coloración imaginaria de las sombras. Evocar a los que han
partido, implica volver a emitir sus tipos de la imaginación de la naturaleza. (El deseo ardiente de ver a un muerto es
evocar las imágenes de esa persona, volverla a llamar de la luz astral o éter
donde se quedan fotografiadas las imágenes del Pasado. Esto es lo que sucede,
parcialmente, en las reuniones espiritistas. Los espiritistas son Nigromantes
inconscientes. -Ed. Theosophist.).
Para
estar en comunicación directa con la imaginación de la naturaleza, uno debe
estar dormido, atosigado, en estado de arrobamiento, cataléptico o demente.
La
memoria eterna preserva sólo lo imperecedero.
Todo lo que es Temporal, pertenece, por derecho, al olvido.
Conservar
los cadáveres es una violación de las leyes de la naturaleza. Es un ultraje a
la modestia de la muerte, la cual oculta la obra destructiva, así como
deberíamos esconder la reproductiva. Conservar los cadáveres es crear fantasmas
en la imaginación de la tierra; (Intensificar estas imágenes en la luz astral o sideral. -Ed.
Theosophist.) los
espectros de las pesadillas, las alucinaciones y el miedo, son sólo las
fotografías vagantes de los cadáveres preservados. Estos cuerpos, conservados e
imperfectamente destruidos, son los que cunden, entre los vivos, la peste, el
cólera, las enfermedades endémicas, la tristeza, el escepticismo y el disgusto
por la vida. (La gente está, intuitivamente, dándose cuenta
de la gran verdad y, hoy día, en toda Europa, surgen sociedades para la
cremación.) La muerte es exhalada por la
muerte. Los
cementerios emponzoñan la atmósfera de las ciudades y la emanación de los
cadáveres plaga a los niños aun cuando están en el vientre materno.
Cerca
de Jerusalén, en el valle de Gehenna, se preservaba un fuego perpetuo para
quemar las escorias y los restos de los animales y éste es el fuego al cual
Jesús hace alusión cuando dice que los malos se arrojarán en Gehenna, queriendo
decir que las almas muertas serán tratadas como cadáveres.
El
Talmud dice que: las almas de quienes no creyeron en la inmortalidad no se
harán inmortales.
La
fe es la única que entrega la inmortalidad personal; (La fe y la fuerza de
voluntad. La inmortalidad es condicional, como siempre hemos dicho. Es la recompensa
de los buenos y los puros. Las personas malas y los materialistas sensualistas
sólo sobreviven. Quien aprecia, exclusivamente, los placeres físicos, no
vivirá, ni podrá vivir, en los estados después de la muerte, como Entidad
autoconsciente. -Ed. Theosophist.) la ciencia y la razón pueden, únicamente, afirmar la inmortalidad
general.
El pecado mortal es el suicidio del alma. Este suicidio tiene
lugar si el ser humano se entrega al mal con todo su poder mental, un
conocimiento perfecto del bien y del mal y una completa libertad de acción que
parece imposible en la práctica sin embargo es posible en la teoría, ya que la
esencia de una personalidad independiente es una libertad incondicionada. La divinidad no
impone nada al ser humano; ni siquiera la existencia. El ser humano tiene el
derecho de retirarse aun de la bondad divina y el dogma del infierno eterno es
sólo la aserción del eterno libre albedrío.
Dios no arroja a nadie en el infierno. Son los hombres quienes
pueden ir allá libre y definitivamente, porque así lo deciden.
A
aquellos que se encuentran en el infierno, es decir, entre la oscuridad del mal
(Es
decir renacen en un "mundo inferior'. que no es el "Infierno" ni
al aún purgatorio teológico sino un mundo casi de absoluta materia, el
antecesor del último en el "círculo de la necesidad", del cual
"no hay redención", ya que ahí reina la oscuridad espiritual
absoluta. (Libro de Khiu-te) Ed. Theosophist.) y el sufrimiento del castigo necesario, sin que ésta fuese su
voluntad, se les llamará para que salgan de éste. Para ellos, este infierno es
sólo un purgatorio. Satán es el condenado, completa, absoluta e irrevocablemente, el
cual no es una existencia racional; sino una hipótesis necesaria.
Satán es la última palabra de la creación. Es el fin
infinitamente emancipado. Quiso ser como Dios, del cual es su opuesto. Dios es
la hipótesis necesaria para la razón, Satán es la hipótesis necesaria para la
irracionalidad que se impone como libre albedrío.
A fin de ser inmortal en el bien, uno debe identificarse con
Dios; para ser inmortal en el mal, con Satán. Estos son los dos polos del mundo
de las almas, entre los cuales vegeta y muere, desmemoriada, la porción inútil
de la humanidad.
Nota
del Editor.
Lo
que antecede puede parecer incomprensible al lector ordinario; ya que es una de
las enseñanzas más recónditas de la doctrina Oculta. La naturaleza es dual: hay
un aspecto físico y material y uno espiritual y moral. Además, engloba al
binomio bien y mal y este último es la sombra necesaria de su luz. En el
Volumen XXXI del Libro de Khiu-te leemos que, para forzarse en la corriente de
la inmortalidad o mejor dicho, a fin de asegurarse un sinnúmero de
renacimientos como individualidades conscientes, uno debe convertirse en el
colaborador de la naturaleza, ya sea para el bien o el mal, en su obra de
creación y reproducción o en la de destrucción. La naturaleza se desembaraza
sólo de los indolentes, expulsándolos violentamente y haciendo perecer millones
de ellos como entidades conscientes de sí. Entonces, mientras los buenos y los
puros se esfuerzan por alcanzar Nipang (nirvana o ese estado de existencia y
conciencia absolutas, que en el mundo de las percepciones finitas es no-existencia
y no-conciencia); los malos buscarán, en cambio, unas series de vidas como
seres o existencias conscientes y definidas, prefiriendo un sufrimiento
continuo bajo la ley de justicia retributiva, en lugar de abandonar sus vidas
como porciones del todo integral y universal. Estando conscientes de que nunca
pueden esperar alcanzar el reposo final en el espíritu puro o nirvana, se aferran
a la vida en toda forma, en lugar de abandonar ese "deseo por la
vida" o Tanha, que causa el renacimiento de un nuevo agregado de Skandhas
o individualidad. La naturaleza es una madre buena tanto con el águila cruel
como con la inerme paloma. La Madre naturaleza castigará a su hijo, el cual,
habiéndose convertido en su colaborador para la destrucción, no puede expulsarlo.
Existen seres humanos profundamente malos y depravados, sin embargo altamente
intelectuales y agudamente espirituales para el mal, así como hay los que son
espirituales para el bien. Los Egos de ellos pueden sustraerse a la ley de
destrucción o aniquilamiento final por eras futuras. Esto es lo que Eliphas
Levi quiere decir con convertirse "inmortales en el mal" mediante la
identificación con Satán. La visión de Revelación le dice a San Juan:
"Quisiera que tú fueses frío o caliente" (III., 15-16) "pero,
siendo tibio, ni frío ni caliente, te escupiré de mi boca." La
"Revelación" es un libro absolutamente Cabalístico. El calor y el
frío son los dos "polos": el bien y el mal, el espíritu y la materia.
La naturaleza escupe a los "tibios" o a la "porción inútil de la
naturaleza", es decir: los aniquila. Esta concepción de que una porción
considerable de la humanidad puede, después de todo, no tener almas inmortales,
ni siquiera será nueva para los lectores europeos. El mismo Coleridge traza un
paralelo con un roble que, aun emitiendo millones de bellotas, las cuales, bajo
las condiciones normales, ni una entre mil desarrolla en un árbol, sugiere que,
como la mayoría de bellotas no logran convertirse en árboles, así es posible
que la mayoría de los seres humanos no acierten a desarrollarse en una nueva
entidad viviente después de esta muerte terrenal.
II
SATÁN
Satán es meramente un tipo y no un
personaje real.
Es el tipo
opuesto al tipo Divino que, en nuestra imaginación, es la antítesis de este
último. Es la sombra no natural que nos hace visible la luz infinita de lo
Divino.
Si Satán fuera un personaje real,
habría dos Dioses, haciendo verídico el credo de los Maniqueos.
(Maniqueísmo,
herejía de Maniqueo, que reconocía dos principios creadores, uno para el bien y
el otro para el mal. (N.d.T.)
Satán es la concepción imaginaria de lo absoluto en
el mal, una concepción necesaria para la completa afirmación del libre albedrío
humano el cual, mediante el auxilio de este absoluto imaginario, parece ser
capaz de equilibrar el poder completo, aun de Dios. Es el sueño más intrépido y excelso entre los sueños del orgullo humano.
La serpiente alegórica en la Biblia dice:
"seréis como Dioses, conociendo el bien y el mal." En verdad, para que el mal se convierta en
ciencia, hay que crear un Dios del mal y, si algún espíritu puede resistir
eternamente a Dios, ya no hay un Dios; sino dos Dioses.
Para resistir al Infinito, se necesita
una fuerza infinita y dos fuerzas infinitas que se contraponen, deben
neutralizarse. (El mal, siendo infinito y eterno, porque coetáneo
con la materia, es lógico deducir que no hay Dios ni Diablo, como Entidades
personales; sino sólo un Principio o Ley lncreado, Infinito, Inmutable y
Absoluto, el cual se convierte en el Malo en el Diablo mientras más se precipita
en la materia, trasformándose, en cambio, en Bien o Dios, tan pronto como se
purifica de la materia, volviendo a ser Espíritu puro y prístino o el Absoluto
en su Subjetividad eterna e inmutable. Ed. Theosophist.).
Si la resistencia por parte de Satán fuera posible,
el poder de Dios no existiría; Dios y el Diablo se destruyen mutuamente y el
ser humano se queda solo con el fantasma de sus Dioses, la esfinge híbrida, el
toro alado que balancea, en su mano humana, una espada cuyos rayos vacilantes inducen
a la imaginación humana de un error a otro y, desde el despotismo de la luz, al
de la oscuridad.
La historia de la miseria mundana es simplemente el
romance de la guerra, aun inacabada, de los Dioses; mientras el mundo cristiano
aun adora a Dios en el Diablo y un Diablo en Dios.
El antagonismo de los poderes es la
anarquía en el Dogma.
Así, cuando la iglesia afirma que el
Diablo existe, el mundo, con lógica terrificante, le contesta: entonces, Dios
no existe. Además es inútil tratar de sustraerse
de este argumento, inventando la supremacía de un Dios que permite a un Diablo
provocar la condenación de los seres humanos. Tal permiso sería una monstruosidad
y equivaldría a ser cómplice y el dios que pudiera ser cómplice del diablo, no
puede ser Dios.
El Diablo de los Dogmas es una personificación del
Ateísmo.
El Diablo de la Filosofía es el ideal exagerado del
libre albedrío humano. El Diablo real o físico es el magnetismo del mal.
Levantar al Diablo es sólo hacer aflorar, por un
instante, dicha personalidad imaginaria. Esto involucra la exageración, en uno
mismo, que trasciende los límites de la perversión de la locura mediante
acciones criminales e irracionales.
El resultado de este comportamiento es
la muerte del alma mediante la locura y, a menudo, aún del cuerpo, mediante una
congestión cerebral; así como si fuese sacudido por un rayo.
El Diablo siempre importuna y no da nada en cambio.
San Juan lo llama la "Bestia", porque su esencia es la locura humana.
He aquí el credo de Eliphas Levi y el
de sus discípulos.
Creemos en un Principio Divino, la esencia de toda
existencia, de todo bien y de toda justicia, indisoluble de la naturaleza que
es su ley, el cual se revela mediante la inteligencia y el amor.
Creemos en la Humanidad, hija de Dios y cuyos miembros
están inseparablemente conectados los unos a los otros; así que todos deben
cooperar a la salvación de cada uno y cada uno a la de todos.
Creemos que: para servir a la esencia Divina es
necesario servir a la Humanidad.
Creemos en la reparación del mal y en el triunfo del
bien en la vida eterna.
FIAT
(Editado originalmente en “The Theosophist” de Octubre 1881)
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