EL PRALAYA DE LA CIENCIA MODERNA
Blavatsky
Si la ciencia tiene razón, entonces, el
futuro de nuestro sistema solar y, consecuentemente, de lo que llamamos
universo, depara muy poca esperanza o consuelo a nuestra posteridad. Dos de sus
paladines: el señor Thompson y el señor Klansius han alcanzado,
simultáneamente, la opinión conclusiva según la cual el destino del universo
consiste en una completa destrucción que acontecerá en un futuro no muy remoto.
De igual parecer son las teorías de varios astrónomos, las cuales describen el
gradual congelamiento y la disolución final de nuestro planeta usando términos
casi idénticos a los que empleaban los hindúes más grandes y aún algunos sabios
griegos. Casi se podría pensar que estamos leyendo nuevamente a Manu, Kanada,
Kapila y a otros. Lo que sigue son algunas de las teorías más inéditas de
nuestros pandits occidentales.
Nuestros científicos nos informan que:
"Todas las masas ponderables que deben haberse separado al momento de la
evolución o en la primera aparición en la tierra de la masa primordial de
materia se reunirán, nuevamente, en un cuerpo celestial gigantesco e infinito.
Todo movimiento visible en esta masa se detendrá y sólo la moción molecular
permanecerá, esparciéndose, equitativamente, a través de todo este cuerpo
voluminoso como calor." El atomista Kanada, el antiguo sabio Hindú, dijo: "En
la creación dos átomos empiezan agitándose hasta que, al final, se separan de
su unión previa cohesionándose después, formando una nueva substancia que posee
las cualidades de las cosas desde las cuales surgió."
Lohschmidt, el profesor austríaco de
matemáticas y astronomía y Proctor, el astrónomo inglés, al tratar el mismo
tema han llegado a otra concepción diferente sobre la causa productora de la
futura disolución del mundo. La atribuyen al lento y paulatino congelamiento
del sol, cuyo corolario final es la extinción venidera de este globo. Entonces,
todos los planetas, siguiendo a la ley de gravitáción, se estrellarán en el
astro inanimado y frío, fundiéndose con él y formando un cuerpo gigantesco. Si
esto aconteciera, dice el sabio alemán
y si tal período iniciara, es imposible que dure para siempre; ya que no sería
un estado de equilibrio absoluto. Durante un período maravilloso, el sol, endureciéndose
gradualmente, seguirá absorbiendo el calor radiante del espacio universal
concentrándolo a su alrededor.
Escuchemos al profesor Tay con respecto a
este asunto. Según su opinión, el congelamiento total de nuestro planeta
implicaría la muerte segura. La vida animal y vegetal que, antes del evento, se
habrá trasladado de las áreas norteñas y ya congeladas hacia el ecuador, al
final desaparecerá para siempre del haz del globo sin dejar atrás ningún
vestigio de su existencia. La tierra se encontrará envuelta en un frío intenso
y en las tinieblas. El actual movimiento atmosférico incesante se habrá
convertido en el silencio y en el reposo completo. Las últimas nubes habrán
derramado sobre el globo las últimas aguas. El curso de los arroyos y de los
ríos, destituido de su vivificador y motor: el sol, se paralizará y los océanos
se congelarán en una masa. Nuestro globo no tendrá otra luz que el ocasional
brillo de las estrellas fugaces que aún no habrán cesado de internarse en
nuestra atmósfera, inflamándose. Quizá, también el sol, bajo la influencia del
cataclismo de la masa solar, exhibirá, momentáneamente, algunas señales de
vitalidad. Así, la luz y la vitalidad volverán a penetrarlo por un breve lapso,
sin embargo, la reacción se restablecerá indefectiblemente y el sol, impotente
y moribundo, se apagará, esta vez para siempre. Tal cambio fue observado y en
realidad aconteció, en el período de congelamiento de las constelaciones del
Cisne, de la Corona y del Ofiuco, ahora extintas. El mismo destino se depara
para todos los otros planetas, los cuales, entretanto, obedeciendo a la ley de
inercia, seguirán circunvalando al sol muerto [...]. Después, el docto
astrónomo retrae el último año del globo moribundo, empleando las mismas
palabras que un filósofo hindú usó para describir el Pralaya: "El frío y la muerte soplan del polo norte
esparciéndose a lo largo de toda la
superficie terrestre cuyos nueve décimos ya han cesado de vivir. La vida, casi
imperceptible, se ha concentrado toda en su corazón, el ecuador, en las pocas
regiones restantes aún habitadas y donde reina una confusión completa de
lenguas y nacionalidades. Muy pronto, a los representantes sobrevivientes de la
raza humana se unen las especies
animales más grandes que el intenso frío condujo a esta faja de tierra.
Un objetivo, una aspiración, acopia esta masa variada de seres: la lucha por la
vida. Grupos de animales, sin distinción de género, se amontonan en una horda
esperando encontrar un poco de calor en los cuerpos que se congelan
rápidamente. Las serpientes no conminan más con sus falanges venenosas ni los
leones y los tigres con sus garras puntiagudas. Todo lo que cada uno de ellos
pide es la vida y solamente la vida ¡la vida hasta el último minuto! Al final,
sobreviene el último día y los pálidos y moribundos rayos solares iluminan la
siguiente escena tétrica: ¡ los cuerpos
congelados de los últimos de la familia humana, muertos por el frío y la
carencia de aire en la ribera de un mar inmóvil que está congelándose
rápidamente! [...]
Las palabras podrán no corresponder,
precisamente, con las del erudito profesor; ya que se extrajeron de apuntes
sentados en un idioma extranjero, pero las ideas son, literalmente, las suyas.
La imagen es realmente tétrica, sin embargo, las ideas basadas sobre
deducciones matemáticas no son nuevas y un autor hindú de la era precristiana describe la misma
hecatombe según lo presenta Manu en un idioma muy superior a éste. Invitamos al
lector a comparar y al hindú a discernir, en esto, una ulterior corroboración
de la gran sabiduría y saber de sus antepasados que anticiparon las
investigaciones modernas en casi todo campo.
"Se oyen
ruidos extraños proceder de cada punto [...] Son los precursores de la Noche de
Brahma. El crepúsculo se eleva en el horizonte y el sol desaparece [...]
Paulatinamente, la luz empalidece, el calor disminuye y en la tierra se multiplican
los lugares inhabitables, el aire se hace más y más enrarecido. Las fuentes
acuíferas se secan, los grandes ríos ven sus olas agotarse, el océano enseña su
abismo arenoso y las plantas mueren. [...] La vida y el movimiento pierden su
fuerza, los planetas gravitan en el espacio con dificultad, extinguiéndose uno
a uno [...] Surya (el Sol), flamea y se
apaga. La materia cae en disolución y Brahma (la fuerza creativa), se
funde nuevamente en Dyaus, el no revelado, el cual, habiendo cumplido con su
tarea, duerme. [...] ¡Ha llegado la noche para el Universo!" (Vamadeva).
(The Pralaya of Modern Science, The Theosophist, oct. 1880)