EL AURA HUMANA
Tomado del libro "El Aura Humana y los Anales Akashicos" de CWL.
Una larga observación casi nos ha convencido de que el temperamento del
propio vidente pone algo en el asunto, y
que, mientras uno puede tomar una coloración brillante como indicadora de un
cierto grado de elevación espiritual, moral o intelectual del individuo; otro,
instintivamente, asociará el citado a otro matiz.
Hay, sin embargo, un perfecto acuerdo en creer que la brillantez y
delicadeza de los colores acompaña a un carácter elevado y al perfecto ideal
humano;
la obscuridad y lobreguez de las nubes parduscas a la degradación moral;
el rojo
vivo a la crueldad. pasiones
generalmente salvajes; y
el color
verde de limo, ni claro ni brillante, al engaño, a la traición y al egoísmo.
Reino mineral,
reino vegetal,
reino animal,
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tienen cada uno su aura envolvente,
|
confirmada por las experiencias del Barón Reichenbach sobre el universal
predominio de la incandescencia ódica
en algunos reinos (Véase sus Dynamics of Magnetism Electricity, etc. Ashbumer's
Trans., edi. 1851, página 251 y siguientes),
y por el hecho de que las plantas, y los
minerales, se dividen entre sí en dos grupos, de los cuales, uno de ellos es
ódicamente (es decir, aúricamente)
positivo y otro negativo.
El Barón Reichenbach ha extendido la generalización aquella «donde la
naturaleza está menos ocupada, en donde la creciente actividad debilitada,
negativamente prevalece, mostrándose la misma propulsión de un modo positivo».
Aplicando esto al aura humana, síguese que la más
intensamente activa es expresión de mayor intensidad, pudiendo observarse la
más pasiva bajo un color amortiguado. Sentado esto para el fin de la
argumentación, es de esperar que el carácter del hombre traicionase a sí mismo,
revelándose, en la relativa brillantez u opacidad de los colores aureolares que
corresponden a los diversos aspectos del mismo.
Quédanos por
probar por el mayor número de observaciones de muchos observadores:
que los
colores indican absolutamente las más elevadas y las más bajas cualidades del
alma, la inteligencia y el corazón.
Nuestros lectores indos prestarán un señalado servicio enviándonos para su
publicación extractos de los Sastras y otras obras, y traducciones de algunos
pasajes donde se apunta la presente cuestión. Los Tantras son los que prometen
más en su examen.
El Atarva Veda
tiene, me parece, un precepto, indicando que debemos separarnos dos codos de
los atacados de algunas enfermedades, porque sino esas dolencias se comunican a
uno.
Esto, sin duda, quiere significar que pueden transmitirse entre las dos
auras cuando se tocan y entremezclan, lo que ocurrirá cuando los dos individuos
- que tiene cada uno un aura de un codo de radiación - se aproximan a una
distancia de dos codos uno de otro. Los experimentos del sabio coronel De
Rochas, que fue director de la Escuela Politécnica de París, han señalado
clarisímamente la existencia de ese aura humana.
En efecto el doctor Baraduc, de París, nos ha demostrado una colección de
fotografías, hechas en la obscuridad, con auxilio de un potente aparato
eléctrico, que vienen a probar su existencia y la facultad de afectarse y
modificarse por el ejercicio de nuestra fuerza de voluntad. Una observación
puede hacerse antes de concluir estas líneas.
Varios observadores han manifestado que el aura de un adepto, no sólo tiene
un intensísimo brillo argentino y que irradia infinitamente más en el
espacio que el aura de un hombre ordinario, sino que constantemente vibra y
se ordena en figuras geométricas.
Si esto actualmente ocurre o no,
no podemos decirlo; y quizá sea solamente una impresión sobre la espiritual
visión del vidente.
Parece extraño el caso, y la suposición más natural es que esas figuras
geométricas se formen por sí mismas en el aura pura, divinamente.
¿Podrá ser esto una explicación de aquel aforismo de Platón que dice: «Dios
geometriza»?
Esas manifestaciones geométricas en un aura tan pura como la del principio
universal, cuyas vibraciones engendran todas las formas, ¿no nos indican el
misterioso comienzo de idénticas ordenaciones geométricas de la materia en los
minerales, los vegetales y en los animales del mundo? ¿Son esas concretas
manifestaciones de lo que hallamos en la materia visible, en el mundo, la
consecuencia física de la conexión con Akasha de la prístina disposición
geométrica que palpita en la Inteligencia Divina?
EL AURA HUMANA
Todos los miembros de
nuestra Sociedad Teosófica están familiarizados con la idea de que cada ser
humano está rodeado de una especie de nube luminosa, a la que hemos convenido
en llamar el «aura», y dicen, los que han conseguido un desarrollo especial en
el sentido por que puede conocerse, que posee hermosos y variados colores, y
que del examen inteligente de ellos podemos deducir las disposiciones, los
pensamientos y hasta la vida pasada de su poseedor.
En nuestras obras teosóficas hallamos, sin embargo, sólo una pequeña
mención del aura, y no dejará de ser interesante recoger y ordenar los datos
que haya nuestra disposición sobre el asunto. No es tarea tan fácil como puede
suponerse, pues tropezamos primeramente con las dificultades que surgen de la
complejidad del aura humana,
y en segundo lugar, con el hecho de que aquí, como en otros muchos casos,
una visión inexperta es prácticamente inútil cuando se trata de comparar de
cerca y de analizar exactamente; consideración que reduce en seguida el número
de testigos dignos de crédito.
La descripción que sigue no debe, pues, considerarse como completa y cabal;
hay, no obstante, la probabilidad de que sea tan justa como es posible. Este
estudio es, además, el resultado de una serie de investigaciones proseguidas
durante varios años por algunos independientes observadores avanzados en la
Sociedad Teosófica, y está también aprobado por aquellos estudiantes cuyo saber
sobre el particular es necesariamente mayor.
No ha sido sólo alrededor
del cuerpo humano donde se ha visto el aura; una nube luminosa semejante se ha
distinguido también alrededor de los animales, de los árboles y hasta de los
mismos minerales, aunque en estos últimos casos esa nube sea menos compleja que
en el hombre.
Aquí, sin embargo, no nos ocuparemos sino del lado humano del problema.
Antes de considerar lo que se llama propiamente el aura; que rodea y penetra el
cuerpo, vale la pena echar una ojeada sobre un fenómeno que parcialmente
desenvuelto se observa en los limites de ese mismo cuerpo.
Una persona que posee semejante visión, aun en su menor grado, asegurase
por sí misma de la exactitud de la enseñanza teosófica sobre el problema de la
constitución septenaria del hombre, al menos en lo que toca a sus cinco
principios inferiores.
Lo que se llama en nuestros escritos el Linga Sharira, por ejemplo, es claramente visible bajo la forma de
una niebla gris azulada ligeramente luminosa, coincidiendo exactamente con el
cuerpo físico, pareciendo como que lo penetra.
No será, sin duda, científicamente exacto decir que se puede percibir Jiva
en un estado esencial; pero su manifestación en el caso de la raza humana es
perfectamente visible bajo la apariencia de una continua corriente de
partículas de un hermoso rosa pálido, que parecen circular a lo largo de todo
el cuerpo y de los nervios, como los corpúsculos sanguíneos en las venas y en
las arterias, siendo el cerebro aparentemente el centro de esa circulación
nerviosa.
La absorción y la especialización, para el uso del cuerpo humano, de la
fuerza vital que el sol vierte constantemente sobre la tierra, parece ser una
de las funciones del órgano denominado el bazo, y sin duda a la acción de ese
órgano se debe la hermosa coloración rosa que hemos mencionado antes, pues Jiva
- que entonces se conoce como prana - irradia constantemente del cuerpo en
todas las direcciones, formando así una de las auras de que hablaremos más
adelante.
Un hombre perfectamente sano, por eso, no sólo puede intencionalmente
comunicar algo de su salud a otro por los poros magnéticos u otro
procedimiento, sino que puede también extender consciente o inconscientemente
la vitalidad y la fuerza sobre aquellos que le rodeen. Y al contrario, un
hombre por su debilidad o por otra causa, que es incapaz de especializar
bastante fuerza vital cósmica para su propio uso, obra comúnmente, sin darse
cuenta, como una esponja, absorbiendo el prana ya especializado de las personas
sensitivas que han tenido la desgracia de aproximársele, para su propio
beneficio temporal, sin duda, pero con serios perjuicios, casi siempre, para
sus víctimas.
Probablemente muchas personas han experimentado más o menos lo que decimos,
tras las visitas de algunos de sus amigos, encontrándose de pronto de un modo
inexplicable fatigados y rendidos.
Una fatiga semejante es la que con frecuencia experimentan las personas que
asisten a las sesiones espiritistas, sin tomar las precauciones necesarias para
impedir la absorción de vitalidad operada, en esos casos, por las entidades
evocadas.
Llegamos ahora a lo que llamamos el aura propiamente dicha - la que
circunda al cuerpo -, cuya estructura es excesivamente compleja.
A simple vista, asemejase a una nube luminosa que se extiende en todos
sentidos a una distancia de diez y ocho pulgadas o dos pies ( 46 cm.
aproximadamente), afectando la forma oval, lo que hizo llamarla en los escritos
ocultistas el «huevo áureo».
En la mayoría de los casos no tiene forma definida, pues su bordes se
esfuman gradualmente en el espacio. Un examen atento de esa nube, adviértenos
que no sólo contiene diversos componentes, sino que está compuesta de
diferentes estados de la materia. Cada uno de ellos es, en cierto modo, como un
aura distinta y ocupa todo el espacio áurico. Tienen, sin embargo, un estado
especial de tenuidad y parecen penetrarse entre sí como vemos que el Linga
Sharira penetra el cuerpo físico. No es dudoso que, para las facultades
visuales de un adepto, pero no para los medios ordinarios de la humanidad,
solamente sean generalmente visibles.
Aura Primera
es la que suponemos perteneciente al cuerpo físico.
Se le llama algunas veces
el aura de salud, por
el hecho de que su aspecto depende, en gran parte, de la salud del cuerpo
físico a que pertenece.
Es casi incolora, y parece como estriada, como compuesta de una infinidad
de líneas rectilíneas que irradian del cuerpo en todas direcciones.
Tal es al menos su condición normal cuando el cuerpo está perfectamente
sano. Esas líneas son, entonces claras, regulares y tan paralelas como su
radiación lo permite; pero en cuanto acaece la enfermedad todo cambia de
pronto, y las líneas próximas al lado enfermo pierden su rectitud y proyectan
confusamente en todos sentidos.
Aura Segunda
Íntimamente unida con la precedente, está la segunda, o aura pránica, cuya
descripción puede simplificarse acaso examinando en seguida la relación que
existe entre ambas. Hemos dicho anteriormente que el prana especializado
irradia constantemente del cuerpo, y la materia así irradiada constituye el
aura pránica. Pero ha de observarse aquí un hecho curioso cuya explicación no
se presenta en seguida. El prana irradiado no tiene el color rosa, bajo el que
se le distingue fácilmente cuando circunda al cuerpo, sino que posee un color
con matiz clarísimo, pálido.
Para dar una idea más comprensible de ello, puede decirse que se parece
mucho a esas burbujas de aire cálido que, en los días de estío, vemos surgir de
las tierras expuestas a los rayos del sol. Se
podría llamar así también aura magnética, y sirve, en efecto, para
producir muchos fenómenos de mesmerismo. Eso es probablemente la llama
magnética que los sensitivos han observado en algunos experimentos del Barón
Reichenbach.
Y quizá esa irradiación constante del prana alrededor del cuerpo sano
produce la rigidez y el paralelismo de las líneas del aura de salud, pues se
observa que cuando esa irradiación cesa, las líneas, como hemos dicho ya, se
entrelazan y confunden.
Cuando el paciente recobra la salud, la irradiación normal de esa forma
magnética de la fuerza vital se recobra gradualmente, y las líneas del aura de
salud vuelven a ser claras y regulares. Mientras las líneas están firmes y
rectas, y prana irradia convenientemente sobre ellas, el cuerpo parece que está
por completo protegido contra los ataques de las malas influencias físicas,
como si los gérmenes de la enfermedad fueran rechazados por la proyección de la
fuerza vital; pero así que por una causa como la debilidad, una herida, el sobrecargo,
la depresión del ánimo o los excesos de una vida irregular se emplea una
cantidad mayor de vitalidad en el interior para reparar las pérdidas, se
produce una notable disminución en la energía de la irradiación, el sistema de
protección se debilita y peligra, siendo comparativamente fácil que los
gérmenes de la enfermedad penetren. Puede indicarse también que es posible, por
un esfuerzo de la voluntad bien dirigida, proyectar el prana hasta la periferia
del aura de salud, creando así como una especie de escudo impenetrable a
cualquier influencia astral o elemental, mientras dure ese esfuerzo de la
voluntad.
Aura Tercera
El tercer aura que hemos de considerar es la que representa Kama o el
deseo. No sería estrictamente correcto decir que ésta es el Kama-Rupa, pues
este nombre no se aplica, propiamente hablando, sino a la imagen del cuerpo
físico, que tras la muerte se forma por medio de los materiales de este tercer
aura, y es el campo de manifestación de Kama, el espejo en que se refleja todo
deseo, toda sensación y todo pensamiento de la personalidad. Es de su
substancia de donde toman una forma material los malos elementales que crea el
hombre y pone en actividad por sus mas bastos e inferiores sentimientos; del
mismo elemento, pero más raramente, sacan también su cuerpo los elementales
bienhechores engendrados por los buenos deseos. Y también de esa materia se
forma «el cuerpo astral» que permite, a los que están en estado de hacerlo,
viajar sobre otro plano, mientras que su cuerpo duerme. Como puede
comprenderse, las manifestaciones de este aura tan esencialmente fugitivas, su
coloración, su brillo, el número de sus latidos, cambian completamente a cada
instante. Un acceso de cólera llena el aura de ráfagas rojizas sobre un fondo
obscuro y un espanto súbito transforma instantáneamente todo en una masa
lúgubre de gris lívido. Es menester, sin embargo, saber que si esas
manifestaciones áuricas son temporales, su registro en el akasha no lo es;
aunque el elemental creado por un mal deseo cese de existir, tras un período de
tiempo proporcionado a la energía de ese deseo, las fotografías de cada uno de
los instantes de su existencia y de cada uno de sus múltiples efectos, quedan
impresos en el registro akáshico, contribuyendo con una justicia absoluta a la
producción del Kama de su creador.
Aura Cuarta
Muy estrechamente unida al aura kámica se encuentra el cuarto aura, la del
manas inferior, que registra exactamente los progresos de la personalidad.
Hallase, sin embargo, formada por un orden de materia más elevado que el de la
substancia kámica, que corresponde a los subplanos inferiores del plano mental
o devachánico. De esta substancia está formado el vehículo en el que la
personalidad pasa su periodo de sueño en el Devachán; y de ella está formado también
el Mayavirupa, el cuerpo de que el adepto o el discípulo se sirven para obrar
sobre el astral o los subplanos devachánicos inferiores, pues ese vehículo es
superior, bajo todos respetos al «cuerpo astral» de que hemos hablado ya. Este
cuarto aura, representa; en suma, el estado medio de las auras inferiores a
ella; pero es algo más, pues aparecen en la misma rayos de intelectualidad y de
espiritualidad que no dejan su huella sobre las envolturas inferiores. Si las
llamas coloreadas, formadas por las vibraciones engendradas por los deseos, se
producen frecuentemente y con intensidad en el aura kámica, provocan por fuerza
vibraciones correspondientes en este aura manásica inferior, produciendo en
ella un tinte permanente del mismo color. Es así también como en este aura se
pueden leer las disposiciones generales o el carácter de una persona, sus
buenas y peores partes; y en algunas de la corrientes, en relación con esa
aura, pueden registrarse los cuadros de la pasada personalidad terrestre,
cuadros sobre los cuales pueden leer algunos clarividentes como sobre un libro.
Cuando, durante el sueño, un hombre abandona su cuerpo, la mayor parte del
tercer aura, el cuarto y los que le siguen por debajo, le acompañan, mientras
que la primera y la segunda, más un débil residuo de la tercera, que no se ha
empleado para la formación del cuerpo astral, quedan con su cuerpo. Y ha de
tenerse en cuenta que si ese hombre ha de pasar a un plano superior, el
devachánico o el espiritual, dejará más numerosas auras tras sí. Es interesante
conocer los matices que las diversas cualidades mentales o morales pueden dar a
las auras tercera y cuarta (la kámica y la manásica inferior). Esto es un tema
de estudio de los más complejos y difíciles de proseguir, y en el que la
ecuación personal de los diversos observadores entra por mucho, lo que hace,
además, que haya difícilmente un completo acuerdo. La verdad es que sólo tras
un cuidadoso estudio y una larga práctica se puede asegurar uno de la visión
sobre el plano astral y los demás. Precisa, además, un alto nivel de
instrucción para no equivocarse y recoger aquello que puede contribuir a
exagerar la ecuación personal, cuando se quiere expresarlo con palabras. La
lista de los colores y de su significación que ahora sigue, puede tomarse como
la expresión de la opinión de dos o tres personas únicamente.
Aura Quinta
Venimos ahora a considerar el aura quinta, la del Manas superior o
Individualidad. No hay que decir que ese aura no la ve todo el mundo. En los
casos en que es perceptible, su belleza y su delicadeza están por encima de
toda expresión. Asemejase menos a una nube coloreada, que a una luz viva; pero
no hay en verdad palabras para expresarla. Está compuesta de una materia que
corresponde a la de los subplanos devachánicos más elevados, y es en efecto el
Karana Sharira, el vehículo del Ego reencarnador que pasa con él, de vida en
vida, por las condiciones de su substancia y de su grado de avance. En el aura
de un adepto, tiene tan inmenso predominio sobre el aura de la personalidad,
que esta última en realidad no existe; pero el estudio del aura del adepto está
por encima de los medios de aquellos que están en el comienzo del Path
(Sendero). Uno, por ejemplo, de esos puntos importantes a considerar, es el de
ese obscuro y misterioso factor que indica el tipo particular a que pertenece
el adepto, y de ese orden de ideas que revela una tradición persistente, - y
perfectamente fundada - es la preservación de las pinturas murales que
representan a Gotama Buddha en los templos de Ceilán. El Gran Maestro está
representado en ellas con aura cuya coloración y disposición serían ridículas e
imposibles si se tratara de un hombre ordinario o de un adepto (si puede usarse
sin irreverencia tal expresión), de un adepto medianamente desarrollado, pero
que son en realidad la representación basta del actual estado áureo de los
adeptos del tipo particular al que pertenecen los Buddhas. Es de notar, además,
que algunas de esas pinturas indican también el aura de salud de que hemos
hablado al principio.
Auras Sexta y Séptima
Las auras sexta y séptima existen sin duda, pero no tenemos datos sobre
ellas; las mismas anteriores son ya bastante difíciles de imaginar por el que
no las ha visto. Podrá formarse quizá una idea recordando que todas las partes constitutivas
del aura son sencillamente manifestaciones de una misma entidad en planos
diferentes, no siendo sino emanaciones del hombre como diversas expresiones del
mismo. Al verdadero hombre no podemos verle, pero a medida que aumenta nuestra
vista y nuestro conocimiento nos aproximamos a Eso que se oculta en él; y si
admitimos que el Karana Sharira es el vehículo más elevado que podemos
percibir, estamos entonces cerca de la concepción del verdadero hombre que
podemos ver. Pero si el mismo hombre no se considera sino desde el punto de
vista de los planos inferiores devachánicos, únicamente se verá lo que puede
expresarse por el cuarto aura, la cual es la manifestación de la personalidad;
y si se le examina sobre el plano astral, se encuentra que un nuevo velo le
recubre, y que su parte inferior sólo ha podido expresarse por el vehículo
kámico visible, mientras sobre el plano físico nos hallamos peor situados,
puesto que el verdadero hombre nos está más escondido y oculto que nunca. Y
aunque una vista abierta pueda percibir todas esas manifestaciones, no es menos
cierto que las más elevadas de ellas se aproximan más que las otras a la
realidad, de suerte que es el aura lo que es el verdadero hombre, y no ese
agregado de materia física cristalizada que se ve en medio de ella y a lo que
atribuimos por nuestra ceguera una exagerada importancia. Estas líneas no
pretenden, por lo demás, sino esbozar la superficie de un grandísimo problema,
pero pueden servir para mostrar que el aura no es un estudio que esté desprovisto
de interés para quien la ve, y desde que la visión de ella es a menudo una de
las mayores evidencias de la apertura del sensorio supernatural, es razonable
esperar que un gran número de nuestros miembros se coloquen en situación de
completar por su método de observación directa, la información que han de
decidir para el estudio de nuestra literatura teosófica.
COLORACIONES DEL AURA
COLOR
|
INDICA
|
COMENTARIOS
|
Nubes negras
espesas
|
odio y malicia
|
|
Fulgores de
rojo oscuro, sobre fondo negro
|
cólera;
|
en el caso de
una «noble indignación»,
frente a una
injuria o una opresión, esos fulgores son de un escarlata brillante sobre el fondo ordinario del aura.
|
Rojo encendido
|
pasiones
animales.
|
inconfundible,
pero de difícil descripción
|
Rojo pardo, obscuro
como la herrumbre
|
avaricia
|
|
Gris plomizo
|
profunda
depresión
|
y cuando es
habitual el aura revela inexplicable tristeza
|
Gris lívido
|
sensación
de miedo
|
matiz horrible
y horroroso
|
Gris verde
|
picardía
|
peculiar nube
que puede con frecuencia describirse con el epíteto de «viscosa»
|
Verde obscuro
con algunos fulgores de rojo obscuro
|
celos
|
|
Carmesí
|
amor
|
Es comúnmente
un hermoso color claro, que varía muchísimo siguiendo la naturaleza del amor
|
carmesí obscuro
|
amor
|
Puede ser un y
pasar por todos los tonos hasta el rosa pálido a medida que el sentimiento
que genera la coloración es más puro e impersonal
|
rosa brillante
matizado de lila
|
amor espiritual
por la humanidad
|
|
Anaranjado,
claro
|
ambición
|
|
Anaranjado
oscuro
|
orgullo
|
|
Anaranjado
|
Orgullo y
ambicion
|
Los matices de
este color varían por completo según los grados de orgullo o de ambición que
pueden surgir de las generalidades de su descripción.
|
Amarillo
|
intelectualidad,
|
indica un
subplano bastante bajo como campo del intelecto
|
Amarillo con
brillo dorado (acercándose al amarillo limón)
|
objetos más
elevados y menos personales
|
|
Verde brillante
|
ingenuidad,
rapidez en las
resoluciones y, con frecuencia, fuerza vital
|
|
Azul claro u
obscuro
|
sentimiento
religioso
|
varía
naturalmente mucho, desde el índigo al violeta obscuro, según la naturaleza
del sentimiento y el impersonalismo de que está provisto
|
Azul celeste
(ultramar o cobalto),
|
devoción a un
ideal noble y espiritual
|
|
Azul lila
luminoso
|
indica la más
elevada espiritualidad
|
va acompañado
casi siempre de estrellas de oro parpadeantes, que parecen representar las
aspiraciones religiosas
|
Es menester añadir que todos esos colores sufren infinitas combinaciones y
modificaciones, de tal modo que es muy difícil leer con toda claridad las
indicaciones de un aura.
De ahí la necesidad de tener en cuenta
- el grado de su brillo,
- la nitidez de sus contornos
- y el mismo aspecto de sus chakrams o centros de fuerza.
Así las facultades físicas evolucionadas o en vías de evolución se
manifiestan siempre por colores más allá del espectro visible:
Ultravioleta: cuando se emplean para fines
impersonales,
por un color análogo, adicionado de
ultrarrojo, cuando se trata de practicantes
conscientes de magia negra.
Finalmente, el avance oculto se conoce, no sólo por los colores, sino por
- la mayor luminosidad del aura,
- el desarrollo de sus dimensiones
- la precisión de sus contornos.
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