EL
CEREBRO ETERICO.
Es obvio que esta parte del organismo tan sensible a todas las
influencias, incluso durante nuestras horas de vigilia, debe ser aún más
susceptible durante el estado del sueño.
Examinando el cerebro etérico en tales circunstancias por un
clarividente, se observó que por él están siempre pasando corrientes de pensamientos;
no hay pensamientos propios, pues le falta el poder de pensar, pero hay pensamientos
ocasionales que flotan a su alrededor.
Es una verdad perfectamente conocida por los estudiantes de ocultismo,
que "los pensamientos son cosas", porque todo pensamiento queda
impreso en la esencia elemental plástica, y genera una entidad con vida
temporal, cuya duración depende de la energía del pensamiento-impulso. Vivimos,
por lo tanto, en medio de un océano de pensamientos ajenos, los cuales, estemos
dormidos o despiertos, se presentan constantemente a la parte etérica de
nuestro cerebro.
Mientras estamos pensando activamente, y tenemos así nuestro cerebro
perfectamente ocupado, este se vuelve prácticamente impermeable a la incesante
intromisión de pensamientos desde afuera; pero a partir del momento en que lo
dejamos ocioso, la corriente caótica comienza su invasión. Entre los
pensamientos, hay muchos que no son asimilables y que pasan casi desapercibidos;
de cuando en cuando, sin embargo, sobreviene uno que provoca vibraciones a las
que no está acostumbrada la parte etérica del cerebro, y éste lo incorpora como
propio y lo aumenta de intensidad. Tal pensamiento, a su vez, sugiere otro, y
así, toda una serie de ideas comienzan hasta que eventualmente también se
disipan.
Entonces, la corriente disconexa y confusa recomienza a fluir a través
del cerebro. La gran mayoría de las personas, si prestaran atención a lo que habitualmente
consideran sus pensamientos íntimos, verán que ellos consisten en gran medida
en una corriente ocasional como aquella, que en verdad no es de pensamientos
propios, pero se compone de meros fragmentos dispersos de los de otras
personas.
Porque el hombre ordinario no tiene dominio sobre su mente; casi nunca
sabe exactamente lo que está pensando en determinado momento, o porqué le viene
tal o cual pensamiento; en vez de orientar la mente hacia un rumbo certero,
consiente en que ella vague sin voluntad y sin objetivo.
Y así cualquier semilla adventicia traída por los vientos, encuentra
terreno propicio para germinar y fructificar. El resultado es que aún cuando el
ego realmente desee alguna vez pensar ordenadamente sobre un asunto en particular,
se ve prácticamente imposibilitado de hacerlo; de un lado a otro convergen súbitamente
todo tipo de pensamientos errantes, y no acostumbrado a dominar la mente,
carece de fuerzas para detener su caudal. No sabe que el verdadero pensamiento
se caracteriza por la concentración; y no habiendo ésta, aquella debilidad de
la mente y de la voluntad, hace que para el hombre común sean tan difíciles los
primeros pasos en el sendero del progreso oculto. Además de esto, ya que en el
presente estado de evolución del mundo, hay probablemente, más pensamientos
malos que buenos en circulación alrededor de él, semejante debilidad de la
mente transforma al hombre en un ser expuesto a toda suerte de tentaciones, que
serían del todo evitadas si hubiese un poco de atención y esfuerzo.
En el sueño, entonces, la parte etérica del cerebro se encuentra aún más
que normalmente a merced de aquellas corrientes de pensamiento, dado que en
esta situación, el ego está en asociación menos íntima con él. Hecho curioso
mostrado en experiencias recientes, es el de que si por cualquier circunstancia
son esas corrientes alejadas de la parte etérica del cerebro, éste no permanece
absolutamente pasivo, sino que evoca para sí mismo escenas de su almacén de
memorias pasadas. Más adelante daremos ejemplos en este sentido describiendo
algunas de las experiencias.
Fragmento de “El Libro de los Sueños¨ de
CWL.
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