sábado, 3 de enero de 2015

EL CUERPO ASTRAL (Parte 2)

EL CUERPO ASTRAL

(TOMADO DEL LIBRO: EL HOMBRE Y SUS CUERPOS)

(Parte 2)


Del mismo modo que tomamos un alambre para producir una vibración simpática, eligiendo con este objeto su diámetro, longitud y tensión, así también podemos templar nuestros cuerpos astrales para que respondan con vibraciones simpáticas a las nobles armonías que a nuestro alrededor suenen en el mundo.

Esto no es asunto de pura especulación o teoría: es un hecho científico. Así como templamos las cuerdas de un instrumento, podemos templar también las cuerdas del cuerpo astral; la ley de la causa y del efecto es tan efectiva en lo uno como en lo otro; apelamos a la ley, nos acogemos a ella y en ella confiamos. Lo que necesitamos es conocimientos y la voluntad para llevar estos conocimientos a la práctica. Este conocimiento se puede experimentar primeramente como mera hipótesis, con arreglo a los hechos conocidos en el mundo inferior; más adelante, a medida que se purifica el cuerpo astral, la hipótesis se cambiará en conocimiento; puede ser asunto de la observación directa, de modo que se llega a comprobar las teorías que en un principio se aceptaran sólo como hipótesis practicables.

La posibilidad, pues, de dominar el mundo astral y de ser verdaderamente útiles en él, depende primeramente de todo este proceso de purificación. Hay sistemas definidos de Yoguismo, por los cuales puede ayudarse el desarrollo de los sentidos astrales de un modo racional y saludable; pero de nada sirve tratar de enseñarlos a quien no use estos simples medios preparatorios de purificación. Comúnmente la gente ansía ensayar algún método nuevo, extraordinario, para hacer progresos; pero es inútil instruir las gentes en el Yoguismo, cuando ni tan siquiera practican estos estados preparatorios en su vida ordinaria.

Supongamos que se principia a enseñar una forma no preparada:
la acogería ansiosamente, con entusiasmo, porque era nueva, porque era extraña, porque espera resultados muy inmediatos, y antes de que hubiese pasado un año trabajando en ella, se cansaría del esfuerzo metódico de la misma en su vida diaria, y se desanimaría por la falta de inmediatos efectos;
no acostumbrado a un esfuerzo persistente, sostenido con constancia día tras día, cejaría en su propósito y abandonaría el ejercicio; pasada la novedad, el cansancio dominaría.

Si una persona no puede o no quiere cumplir el sencillo deber, comparativamente fácil, de purificar sus cuerpos físico y astral, usando una abstinencia temporal para romper los lazos de sus malos hábitos en las comidas y bebidas, es inútil que apetezca procedimientos más difíciles que le atraigan a causa de su novedad, y que abandonaría pronto como carga intolerable.

Es inútil cuanto se hable sobre métodos especiales, mientras no se haya practicado por cierto tiempo estos modestos sistemas ordinarios; pero con, la purificación empezarán a mostrarse nuevas posibilidades. El discípulo verá aumentar gradualmente su conocimiento, se despertará una visión más penetrante; las vibraciones llegarán a él de todos lados, produciendo en él contestaciones que no se hubieran mostrado en los días de ceguera e impedimento. Más pronto o más tarde, con arreglo al Karma de su pasado, esta experiencia será suya, y lo mismo que el niño al dominar las letras del alfabeto siente el placer de poder leer un libro, así el que se dedique a estos estudios verá llegar a su conocimiento y bajo su dominio posibilidades que no había ni soñado en sus días de abandono; percibirá ante su vista nuevos horizontes de saber, un universo más vasto desarrollándose en todas direcciones.

Si ahora, por algunos momentos, estudiamos el cuerpo astral actuando en los estados de sueño y de vigilia, podremos apreciar rápida y fácilmente sus funciones cuando se convierte en vehículo de la conciencia fuera del cuerpo.
- Si estudiamos una persona cuando está despierta y cuando está dormida, nos haremos cargo de un cambio muy marcado respecto del cuerpo astral; cuando está despierta, las actividades astrales -el cambio de colores y lo demás- todo se manifiesta en el cuerpo e inmediatamente a su alrededor; pero cuando duerme tiene lugar una separación y vemos el cuerpo físico -el cuerpo denso y el doble etéreo- que yacen solos en la cama, mientras que el cuerpo astral flota en el aire sobre ellos.
- Si la persona que estudiamos es de mediano desarrollo, el cuerpo astral, así separado del físico, es una masa algún tanto informe, según antes se describió; no puede ir lejos de su cuerpo físico, es inútil como vehículo de conciencia, y el hombre dentro de él está en un estado vago de soñolencia, no estando acostumbrado a actuar fuera de su vehículo físico; en una palabra, puede decirse que casi está dormido, faltándole el medio por cuyo conducto se ha acostumbrado a obrar, y no puede recibir impresiones definidas del mundo astral, ni expresarse claramente por medio del cuerpo astral pobremente organizado.
Los centros de sensación en este último pueden ser afectados por formas de pensamiento pasajeras, y pueden responder en él a estímulos que despierten la naturaleza inferior; pero el efecto general que representa al observador, es el de un estado de vaguedad y de sueño, careciendo el cuerpo astral de toda actividad definida y flotando perezoso, incoherente, sobre la forma física dormida. Si sucediese algo que tendiese a llevarlo lejos de su compañero físico, éste se despertará, y el astral volverá a entrar en él inmediatamente.

Pero  si se observa una persona mucho más desarrollada, .por ejemplo, uno que esté acostumbrado a actuar en el mundo astral, y a usar el cuerpo astral con este objeto, se verá que cuando el cuerpo físico se duerme y el astral se desliza fuera, tenemos ante nosotros al hombre mismo en completa conciencia; el cuerpo astral está claramente delineado y definidamente organizado, siendo la imagen del hombre, y el hombre puede usarlo como vehículo, vehículo mucho más útil que el físico. Hállase por completo despierto, y trabaja mucho más activamente, con más exactitud y con mayores poderes de comprensión que cuando se halla confinado en su vehículo físico más denso, pudiendo moverse libremente y con inmensa rapidez a cualquier distancia, sin causar la menor perturbación al cuerpo que duerme en la cama.

Si esta persona no ha aprendido aún a enlazar sus vehículos astral y físico; si hay una interrupción de la conciencia cuando se duerme, y el cuerpo astral se desliza fuera, entonces, al paso que él mismo se halla completamente despierto y en completa conciencia en el plano astral, no podrá imprimir el conocimiento de lo que ha estado haciendo durante su ausencia; en estas circunstancias su conciencia de "vigilia", como se acostumbra llamar la forma más limitada de vuestra conciencia, no participará de las experiencias del hombre en el mundo astral, no porque él no las conozca, sino porque el organismo físico es demasiado denso para recibir sus impresiones.
Algunas veces, al despertarse el cuerpo físico, hay el sentimiento de algo que se ha experimentado, y de lo cual no hay recuerdo; sin embargo, este mismo sentimiento demuestra que ha habido un funcionamiento de la conciencia en el mundo astral aparte del cuerpo físico, aunque el cerebro no es lo suficientemente receptivo para obtener ni aún un recuerdo vago de lo que ha ocurrido.

Otras veces, cuando el cuerpo astral vuelve al físico, el hombre consigue hacer una impresión pasajera en el doble etéreo y cuerpo denso, y cuando éste despierta, hay un recuerdo vívido de una experiencia obtenida en el mundo astral; pero el recuerdo se desvanece bien pronto y no se puede despertar, y cada esfuerzo hace más imposible el éxito, porque despierta fuertes vibraciones más sutiles del astral.

También puede el hombre llegar a imprimir nuevos conocimientos en el cerebro físico, sin poder recordar cómo ni cuándo los obtuvo; en estos casos las ideas se despertarán en el estado de vigilia como engendradas espontáneamente; así se presentarán soluciones de problemas antes incomprensibles, y se hará luz en asuntos antes oscuros. Cuando esto sucede, es un signo lisonjero de progreso, pues demuestra que el cuerpo astral está bien organizado y funciona activamente en el mundo astral, aunque el cuerpo físico sea todavía sólo muy parcialmente receptivo.

Algunas veces, sin embargo, el hombre consigue que el físico responda, y entonces tendremos lo que se considera como un sueño vívido, coherente y razonable: sueños de una clase que la mayoría de los pensadores han experimentado alguna vez, en que se sienten más vivos que "despiertos", pudiendo hasta adquirir conocimientos útiles en la vida física. Todos estos son grados de progreso que señalan la evolución y el perfeccionamiento en la organización del cuerpo astral.

Por otra parte, personas que están haciendo verdaderos y rápidos progresos espirituales, pueden estar funcionando del modo más activo y provechoso en el mundo astral, sin imprimir en su cerebro a su vuelta de aquél, ni el más ligero recuerdo de la obra en que han estado ocupados, aunque en su conciencia inferior pueden notar mayor claridad y un conocimiento mayor de las verdades espirituales. Hay un hecho que los estudiantes pueden tomar como estímulo, y en el que deben tener confianza, por más nula que sea su memoria física respecto de las experiencias suprafísicas: a medida que aprendemos a trabajar en pro de los demás, a medida que tratamos de ser más y más útiles al mundo, a medida que nos hacemos más fuertes .Y más firmes en nuestra devoción hacia los Hermanos Mayores de la Humanidad, y procuramos ejecutar, cada vez con más ardor, nuestra pequeña parte en su grande obra, estamos desarrollando de modo inevitable el cuerpo astral, y el poder de funcionar en él que nos hace ser más útiles; con memoria física o sin ella, dejamos nuestras prisiones físicas sumidas en profundo sueño, y nos lanzamos a trabajar en el plano astral en obras de provecho, coadyuvando a la labor de gentes que de otra manera no hubiéramos podido alcanzar, prestando servicios y consuelos en condiciones que de otro modo no podríamos emplear.

Esta evolución se verifica en aquellos que son puros de mente, elevados en pensamientos, y con su corazón dedicado al deseo de servir. Pueden trabajar durante muchos años en el plano astral, sin traer recuerdo alguno a sus conciencias inferiores, y emplearán poderes para el bien del mundo mucho más trascendentales de lo que se consideran capaces; éstos tendrán, cuando karma lo permita, la conciencia completa no interrumpida que pasa a voluntad del mundo astral al físico y viceversa; se construirá el puente que permite a la memoria cruzar de uno a otro sin esfuerzo, de modo que el hombre, al volver de su trabajo en el plano astral, se revestirá de su envoltura física sin perder nada de su conciencia.

Esta certeza constituye una esperanza de los que escogen una vida de abnegación. Llegará día en que adquieran esta conciencia continuada, y entonces la vida no será para ellos de días de recuerdos y de noches de olvido, sino que será un todo continuado; el cuerpo físico se pone a un lado cuando necesite tomar descanso, y entretanto el hombre emplea su cuerpo astral para su trabajo en aquel mundo; se conservarán entonces los eslabones del pensamiento sin roturas, con conciencia de cuánto se deje el cuerpo físico, de cuándo se sale de él; con conciencia de la vida fuera de él, y del momento en que se vuelve a ocuparlo; de este modo, semana tras semana, año tras año, se conservará la conciencia continua e infatigable, la cual da la certidumbre absoluta de que el cuerpo es tan sólo una vestidura que se lleva, que se pone y se quita según se quiera, y no un instrumento indispensable para pensar y vivir. Se verá que lejos de ser necesario para ambas cosas, son, por el contrario, sin él, el pensamiento mucho más activo, y la vida mucho más desembarazada.

Cuando el hombre ha alcanzado este estado, principia a comprender el mundo y su vida en él es mucho mejor que antes; comienza a penetrar mejor lo que halla ante sí, las posibilidades de la humanidad superior. Gradualmente llega a ver que del mismo modo que el hombre adquiere primeramente la conciencia física y luego la astral, podrá adquirir también estados de conciencia superiores, llevando su actividad a planos más elevados de mundos más vastos, ejerciendo poderes más trascendentes cuando actúa como servidor de los Maestros en ayuda y beneficio de la Humanidad. Entonces la vida física principia a reducirse a sus verdaderas proporciones, y nada de lo que pasa en el mundo de los sentidos puede afectarle ya, como sucedía antes de conocer la vida más amplia y más rica, siendo la muerte impotente para afectarle en nada que a él o a sus deseos de servir a los demás pueda referirse. La vida terrestre queda relegada a su verdadero lugar, como la parte menor de la actividad humana, y no volverá a ser tan oscura como antes, porque la luz de las regiones superior es brilla en sus más lóbregas profundidades.

Dejando a un lado ahora el estudio de las funciones y posibilidades del cuerpo astral, pasemos a considerar ciertos fenómenos relacionados con él.
Puede mostrarse a otras personas aparte del cuerpo físico, ya sea durante la vida terrestre o después de ésta. Una persona que tenga dominio completo sobre el cuerpo astral, puede dejar el físico en cualquier momento, y visitar a un amigo que se halle distante. Si la persona a quien visita es clarividente, esto es, si ha desarrollado la visión astral, verá el cuerpo astral de su amigo; de lo contrario, el visitante puede condensar ligeramente su vehículo, atrayendo de la atmósfera que lo rodea partículas de materia física, "materializándose" así lo suficiente para hacerse visible a la mirada física.
Esta es la explicación de muchas apariciones de amigos, fenómenos que es mucho más común de lo que la gente se imagina, pues la gente tímida a quien sucede, suele callarlo, temerosa de que se rían de ella por supersticiosa. Afortunadamente este temor va disminuyendo, y si la gente tan sólo tuviese el valor y el buen sentido de decir lo que sabe que es verdad, pronto tendríamos gran cantidad de pruebas de la aparición de personas cuyos cuerpos físicos se encuentran muy lejos de los sitios donde sus cuerpos astrales se han manifestado.
Estos cuerpos, en ciertas circunstancias, pueden ser vistos por los que normalmente no poseen la vista astral, sin necesidad de la materialización. Si el sistema nervioso de una persona se halla muy excitado y el cuerpo físico extenuado de modo que el pulso lata más débilmente que de ordinario, la actividad nerviosa, que tanto depende del doble etéreo, puede ser anormalmente estimulada, y en estas condiciones el hombre llega a ser temporalmente vidente.
Por ejemplo: una madre que sabe que su hijo está gravemente enfermo en país extranjero, y se halle atormentada por la ansiedad, puede, de este modo, ser susceptible a las vibraciones astrales, especialmente en las horas de la noche, cuando la vitalidad está en su punto más bajo; en estas condiciones, si su hijo está pensando en ella. y su cuerpo físico se halla inconsciente de modo que le permita visitarla astral mente, es muy probable que ella pueda verlo.

Más a menudo tiene lugar semejantes visitas cuando la persona acaba de fallecer y de abandonar el cuerpo físico. Estas apariciones no son muy raras, especialmente cuando el moribundo tiene gran deseo de ver a una persona a quien quiera en extremo, o cuando ansía comunicar alguna cosa especial y ha fallecido sin poderlo verificar.

Si seguimos al cuerpo astral después de la muerte, cuando se ha abandonado el doble etéreo así como el cuerpo denso, observaremos un cambio en su apariencia.
Durante su conexión con el cuerpo físico, los subestados de la materia astral se hallan mezclados entre sí, compenetrándose y confundiéndose las clases más densas y las más rarificadas. Pero después de la muerte tiene lugar una nueva disposición, y las partículas de los diferentes subestados se separan unas de otras, y, por decirlo así, se agrupan por el orden de sus respectivas densidades, asumiendo de este modo el cuerpo astral una constitución por capas, o convirtiéndose en una serie de células concéntricas, de las cuales las más densas están por fuera.

En este punto se manifiesta de nuevo la importancia que tiene la purificación del cuerpo astral durante la vida en la tierra; pues vemos que después de la muerte, no ha de colocarse a voluntad en cualquier nivel del plano astral. Este mundo tiene siete subplanos, y el hombre  se encuentra limitado a aquel subplano a que pertenece la capa externa; cuando esta primera envoltura se desintegra, pasa al subplano próximo, y así sucesivamente.

Un hombre de tendencias muy bajas y animales, tendrá en su cuerpo astral mucha parte de la clase más densa y grosera de materia astral; y esto lo mantendrá sujeto al nivel más bajo de Kamaloka; hasta que esta envoltura se desintegre en gran parte, el hombre permanece prisionero en esta sección del mundo astral, y sufre las molestias de una localidad de las menos apetecibles.

Cuando esta capa más externa está lo suficientemente desintegrada para permitir la salida, el hombre pasa al nivel próximo del mundo astral, o mejor dicho, puede ponerse en contacto con las vibraciones del subplano siguiente de materia astral, por lo que le parece que se encuentra en una región diferente; allí permanece hasta que la capa del sexto subplano se disipa y le permite pasar al quinto; correspondiente la duración de su permanencia en cada subplano a la fuerza de aquellas partes de su naturaleza representadas en el cuerpo astral por la cantidad de materia perteneciente a aquel plano.

Así, pues, mientras mayor sea la cantidad de materia de los subestados más groseros, más tiempo permanece en los niveles inferiores de Kamaloka; y mientras con más prontitud pueda desprenderse de tales elementos, más breve será el tiempo que haya de pasar en este mundo. Aun cuando los materiales más groseros no estén eliminados por completo, pues para su completa extinción es necesario un procedimiento largo y difícil, la conciencia puede estar, durante la vida terrestre, tan apartada de las pasiones inferiores, que la materia por la cual pueden éstas manifestarse cesa de funcionar activamente como vehículo de conciencia, y, por decirlo así, se atrofia. En este caso, aunque el hombre puede ser detenido algún tiempo en los niveles inferiores, dormirá apaciblemente en ellos, sin experimentar las sensaciones desagradables que les son peculiares.

Con su conciencia había cesado de buscar expresión por medio de estas clases de materia, ya no puede ponerse en contacto por su medio con el plano astral.
El paso por Kamaloka de uno que ha purificado su cuerpo astral, de modo que sólo ha retenido en él los elementos más puros y sutiles de cada subplano, aquellos que sólo un grado más pasarían inmediatamente a la materia del subplano superior siguiente, es verdaderamente veloz.

Hay un punto entre cada dos subestados de materia, conocido como el punto o estado crítico; el hielo puede llevarse a un punto donde el aumento más insignificante de calor, puede convertirlo en líquido; el agua puede elevarse a un estado donde el menor calor puede cambiarla en vapor. Del mismo modo, cada subestado de materia astral puede llevarse a un punto en donde cualquier refinamiento mayor puede transformarla en el subestado próximo. Si esto ha sido hecho en cada subestado de materia del cuerpo astral, si ha sido purificado éste hasta el último grado posible de delicadeza, entonces su paso por Kamaloka será de rapidez inconcebible, y el hombre pasará a través de él como un relámpago, sin tropiezos en su cambio a regiones superiores.

Queda por tratar otro asunto relacionado con la purificación del cuerpo astral, mediante un procedimiento físico y mental; tal es el efecto de esta purificación en el nuevo cuerpo astral que a su debido tiempo ha de formarse para la próxima encarnación.
Cuando el hombre pasa del Kamaloka al Devachán, no puede llevar allí formas de pensamiento del mal género; la materia astral no puede existir en el nivel devachánico, ni la materia devachánica puede responder a las vibraciones groseras de las malas pasiones y deseos. Por tanto, todo lo que el hombre puede llevar consigo cuando se desprende de los restos del cuerpo astral, son los gérmenes latentes o las tendencias, las cuales, cuando pueden encontrar expresión apropiada, se manifiestan como pensamientos y pasiones malas en el mundo astral. Lleva aquellos gérmenes o tendencias latentes a la vida devachánica, y cuando vuelve a la reencarnación les trae consigo y las exterioriza.

Entonces atraen a sí del mundo astral, por una especie de afinidad magnética, los materiales propios para su manifestación, y se revisten de la materia astral en armonía con su propia naturaleza, formando así parte del cuerpo astral del hombre para la encarnación inmediata. Así, pues, no sólo estamos ahora viviendo en un cuerpo astral, sino que estamos modelando el tipo del que tendremos en otro nacimiento; razón de más para purificar el cuerpo astral presente tanto como sea posible, poniendo en práctica nuestros conocimientos actuales para asegurar nuestro progreso futuro.

Todas nuestras vías están enlazadas y ninguna puede separarse de las que la han precedido ni de las que están por venir. A la verdad, sólo tenemos una vida de la que lo que llamamos vidas sólo son realmente los momentos. Nunca empezamos una vida con una hoja en blanco, sobre la cual se ha de escribir una historia completamente nueva; no hacemos más que principiar un nuevo capítulo para desarrollar el plano antiguo.
-No podemos desprendemos de las responsabilidades kármicas de una vida precedente pasando por la muerte, así como no podemos desembarazarnos de las deudas pecuniarias en que incurrimos un día por el sueño de una noche; si contraemos hoy una deuda, no estamos libres de ella mañana, sino que la reclamación se presenta hasta que se haya pagado.
-La vida del hombre es continua, sin interrupción; las vidas terrestres están enlazadas y no aisladas.
-Los procesos de purificación y de desarrollo son también continuos y tienen que desenvolverse por medio de vidas terrestres Sucesivas.
-A cada cual le llega á su vez el momento de principiar la obra de su regeneración, el momento de sentirse cansado de las sensaciones de la naturaleza inferior, de estar Sujeto a lo animal, de estar sometido a la tiranía de los sentidos; y entonces el hombre se decidirá a romper los lazos de su cautiverio.

¿Por qué hemos de prolongar más este cautiverio, cuando está en nuestra mano el destruirlo en todo momento?
Tenemos derecho para escoger; nuestra voluntad es libre, y dado que todos hemos de encontramos un día en el mundo Superior,
¿por qué no hemos de principiar desde luego a romper nuestras cadenas y a reclamar nuestra herencia divina?
El principio de la destrucción de nuestras ligaduras, de la obtención de la libertad, es cuando un hombre se determina a que su naturaleza inferior sea servidora de la Superior, a empezar aquí en el plano de la conciencia física la construcción de los cuerpos superiores, tratando de comprender aquellas elevadas Posibilidades que son suyas por derecho divino, y que sólo están oscurecidas por el animal en que vive.


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