EL CUERPO ASTRAL
(TOMADO DEL LIBRO:
EL HOMBRE Y SUS CUERPOS)
(Parte 2)
Del mismo modo que
tomamos un alambre para producir una vibración simpática, eligiendo con este
objeto su diámetro, longitud y tensión, así también podemos templar nuestros
cuerpos astrales para que respondan con vibraciones simpáticas a las nobles armonías
que a nuestro alrededor suenen en el mundo.
Esto no es asunto de pura especulación o teoría: es un
hecho científico. Así como templamos las cuerdas de un instrumento, podemos templar
también las cuerdas del cuerpo astral; la
ley de la causa y del efecto es tan efectiva en lo uno como en lo otro;
apelamos a la ley, nos acogemos a ella y en ella confiamos. Lo que necesitamos es conocimientos y la
voluntad para llevar estos conocimientos a la práctica. Este conocimiento
se puede experimentar primeramente como mera hipótesis, con arreglo a los
hechos conocidos en el mundo inferior; más adelante, a medida que se purifica
el cuerpo astral, la hipótesis se cambiará en conocimiento; puede ser asunto de
la observación directa, de modo que se llega a comprobar las teorías que en un
principio se aceptaran sólo como hipótesis practicables.
La posibilidad, pues, de dominar el mundo astral y de
ser verdaderamente útiles en él, depende
primeramente de todo este proceso de purificación. Hay sistemas definidos
de Yoguismo, por los cuales puede ayudarse el desarrollo de los sentidos
astrales de un modo racional y saludable; pero de nada sirve tratar de
enseñarlos a quien no use estos simples medios preparatorios de purificación.
Comúnmente la gente ansía ensayar algún método nuevo, extraordinario, para
hacer progresos; pero es inútil instruir las gentes en el Yoguismo, cuando ni
tan siquiera practican estos estados preparatorios en su vida ordinaria.
Supongamos que se principia a
enseñar una forma no preparada:
la acogería ansiosamente, con entusiasmo,
porque era nueva, porque era extraña, porque espera resultados muy inmediatos,
y antes de que hubiese pasado un año trabajando en ella, se cansaría del
esfuerzo metódico de la misma en su vida diaria, y se desanimaría por la falta
de inmediatos efectos;
no acostumbrado a un esfuerzo
persistente, sostenido con constancia día tras día, cejaría en su propósito y
abandonaría el ejercicio; pasada la novedad, el cansancio dominaría.
Si una persona no puede o no quiere cumplir el
sencillo deber, comparativamente fácil, de purificar sus cuerpos físico y
astral, usando una abstinencia temporal para romper los lazos de sus malos
hábitos en las comidas y bebidas, es inútil que apetezca procedimientos más
difíciles que le atraigan a causa de su novedad, y que abandonaría pronto como
carga intolerable.
Es inútil cuanto se hable sobre métodos especiales,
mientras no se haya practicado por cierto tiempo estos modestos sistemas
ordinarios; pero con, la purificación empezarán a mostrarse nuevas posibilidades. El discípulo verá aumentar
gradualmente su conocimiento, se despertará una visión más penetrante; las
vibraciones llegarán a él de todos lados, produciendo en él contestaciones que
no se hubieran mostrado en los días de ceguera e impedimento. Más pronto o más
tarde, con arreglo al Karma de su pasado, esta experiencia será suya, y lo
mismo que el niño al dominar las letras del alfabeto siente el placer de poder
leer un libro, así el que se dedique a estos estudios verá llegar a su
conocimiento y bajo su dominio posibilidades que no había ni soñado en sus días
de abandono; percibirá ante su vista nuevos horizontes de saber, un universo
más vasto desarrollándose en todas direcciones.
Si ahora, por algunos momentos,
estudiamos el cuerpo astral actuando en los estados de sueño y de vigilia,
podremos apreciar rápida y fácilmente sus funciones cuando se convierte en
vehículo de la conciencia fuera del cuerpo.
- Si estudiamos una
persona cuando está despierta y cuando está dormida, nos haremos cargo de un cambio
muy marcado respecto del cuerpo astral; cuando está despierta, las actividades
astrales -el cambio de colores y lo demás- todo se manifiesta en el cuerpo e
inmediatamente a su alrededor; pero cuando duerme tiene lugar una separación y
vemos el cuerpo físico -el cuerpo denso y el doble etéreo- que yacen solos en
la cama, mientras que el cuerpo astral flota en el aire sobre ellos.
- Si la persona que
estudiamos es de mediano desarrollo, el cuerpo astral, así separado del físico,
es una masa algún tanto informe, según antes se describió; no puede ir lejos de
su cuerpo físico, es inútil como vehículo de conciencia, y el hombre dentro de
él está en un estado vago de soñolencia, no estando acostumbrado a actuar fuera
de su vehículo físico; en una palabra, puede decirse que casi está dormido,
faltándole el medio por cuyo conducto se ha acostumbrado a obrar, y no puede
recibir impresiones definidas del mundo astral, ni expresarse claramente por
medio del cuerpo astral pobremente organizado.
Los centros de sensación
en este último pueden ser afectados por formas de pensamiento pasajeras, y
pueden responder en él a estímulos que despierten la naturaleza inferior; pero
el efecto general que representa al observador, es el de un estado de vaguedad
y de sueño, careciendo el cuerpo astral de toda actividad definida y flotando perezoso,
incoherente, sobre la forma física dormida. Si sucediese algo que tendiese a
llevarlo lejos de su compañero físico, éste se despertará, y el astral volverá
a entrar en él inmediatamente.
Pero si se observa
una persona mucho más desarrollada, .por ejemplo, uno que esté acostumbrado a actuar
en el mundo astral, y a usar el cuerpo astral con este objeto, se verá que
cuando el cuerpo físico se duerme y el astral se desliza fuera, tenemos ante
nosotros al hombre mismo en completa conciencia; el cuerpo astral está
claramente delineado y definidamente organizado, siendo la imagen del hombre, y
el hombre puede usarlo como vehículo, vehículo mucho más útil que el físico.
Hállase por completo despierto, y trabaja mucho más activamente, con más exactitud
y con mayores poderes de comprensión que cuando se halla confinado en su
vehículo físico más denso, pudiendo moverse libremente y con inmensa rapidez a
cualquier distancia, sin causar la menor perturbación al cuerpo que duerme en
la cama.
Si esta persona no
ha aprendido aún a enlazar sus vehículos astral y físico; si hay una
interrupción de la conciencia cuando se duerme, y el cuerpo astral se desliza
fuera, entonces, al paso que él mismo se halla completamente despierto y en
completa conciencia en el plano astral, no podrá imprimir el conocimiento de lo
que ha estado haciendo durante su ausencia; en estas circunstancias su conciencia
de "vigilia", como se acostumbra llamar la forma más limitada de vuestra
conciencia, no participará de las experiencias del hombre en el mundo astral,
no porque él no las conozca, sino porque el organismo físico es demasiado denso
para recibir sus impresiones.
Algunas veces, al despertarse el cuerpo físico, hay el
sentimiento de algo que se ha experimentado, y de lo cual no hay recuerdo; sin
embargo, este mismo sentimiento demuestra que ha habido un funcionamiento de la
conciencia en el mundo astral aparte del cuerpo físico, aunque el cerebro no es
lo suficientemente receptivo para obtener ni aún un recuerdo vago de lo que ha
ocurrido.
Otras veces, cuando el cuerpo astral vuelve al físico,
el hombre consigue hacer una impresión pasajera en el doble etéreo y cuerpo
denso, y cuando éste despierta, hay un recuerdo vívido de una experiencia
obtenida en el mundo astral; pero el recuerdo se desvanece bien pronto y no se
puede despertar, y cada esfuerzo hace más imposible el éxito, porque despierta
fuertes vibraciones más sutiles del astral.
También puede el hombre llegar a imprimir nuevos
conocimientos en el cerebro físico, sin poder recordar cómo ni cuándo los obtuvo;
en estos casos las ideas se despertarán en el estado de vigilia como engendradas
espontáneamente; así se presentarán soluciones de problemas antes
incomprensibles, y se hará luz en asuntos antes oscuros. Cuando esto sucede, es
un signo lisonjero de progreso, pues demuestra que el cuerpo astral está bien
organizado y funciona activamente en el mundo astral, aunque el cuerpo físico
sea todavía sólo muy parcialmente receptivo.
Algunas veces, sin embargo, el hombre consigue que el
físico responda, y entonces tendremos lo que se considera como un sueño vívido,
coherente y razonable: sueños de una clase que la mayoría de los pensadores han
experimentado alguna vez, en que se sienten más vivos que
"despiertos", pudiendo hasta adquirir conocimientos útiles en la vida
física. Todos estos son grados de progreso que señalan la evolución y el perfeccionamiento
en la organización del cuerpo astral.
Por otra parte, personas que están haciendo verdaderos y rápidos
progresos espirituales, pueden estar funcionando del modo más activo y
provechoso en el mundo astral, sin imprimir en su cerebro a su vuelta de aquél,
ni el más ligero recuerdo de la obra en que han estado ocupados, aunque en su
conciencia inferior pueden notar mayor claridad y un conocimiento mayor de las
verdades espirituales. Hay un hecho que los estudiantes pueden
tomar como estímulo, y en el que deben tener confianza, por más nula que sea su
memoria física respecto de las experiencias suprafísicas: a medida que aprendemos
a trabajar en pro de los demás, a medida que tratamos de ser más y más útiles
al mundo, a medida que nos hacemos más fuertes .Y más firmes en nuestra devoción hacia los
Hermanos Mayores de la Humanidad, y procuramos ejecutar, cada vez con más
ardor, nuestra pequeña parte en su grande obra, estamos desarrollando de modo
inevitable el cuerpo astral, y el poder de funcionar en él que nos hace ser más
útiles; con memoria física o sin ella, dejamos nuestras prisiones físicas sumidas
en profundo sueño, y nos lanzamos a trabajar en el plano astral en obras de
provecho, coadyuvando a la labor de gentes que de otra manera no hubiéramos
podido alcanzar, prestando servicios y consuelos en condiciones que de otro
modo no podríamos emplear.
Esta evolución se
verifica en aquellos que son puros de mente, elevados en pensamientos, y con su
corazón dedicado al deseo de servir. Pueden trabajar durante muchos años en el
plano astral, sin traer recuerdo alguno a sus conciencias inferiores, y
emplearán poderes para el bien del mundo mucho más trascendentales de lo que se
consideran capaces; éstos tendrán, cuando karma lo permita, la conciencia
completa no interrumpida que pasa a voluntad del mundo astral al físico y
viceversa; se construirá el puente que permite a la memoria cruzar de uno a
otro sin esfuerzo, de modo que el hombre, al volver de su trabajo en el plano
astral, se revestirá de su envoltura física sin perder nada de su conciencia.
Esta certeza constituye una esperanza de los que escogen una vida de
abnegación. Llegará día en que adquieran
esta conciencia continuada, y entonces la vida no será para ellos de días de recuerdos
y de noches de olvido, sino que será un todo continuado; el cuerpo físico se
pone a un lado cuando necesite tomar descanso, y entretanto el hombre emplea su
cuerpo astral para su trabajo en aquel mundo; se conservarán entonces los
eslabones del pensamiento sin roturas, con conciencia de cuánto se deje el
cuerpo físico, de cuándo se sale de él; con conciencia de la vida fuera de él,
y del momento en que se vuelve a ocuparlo; de este modo, semana tras semana,
año tras año, se conservará la conciencia continua e infatigable, la cual da la
certidumbre absoluta de que el cuerpo es tan sólo una vestidura que se lleva,
que se pone y se quita según se quiera, y no un instrumento indispensable para
pensar y vivir. Se verá que lejos de ser necesario para ambas cosas, son, por
el contrario, sin él, el pensamiento mucho más activo, y la vida mucho más desembarazada.
Cuando el hombre ha
alcanzado este estado, principia a comprender el mundo y su vida en él es mucho
mejor que antes; comienza a penetrar mejor lo que halla ante sí, las
posibilidades de la humanidad superior. Gradualmente llega
a ver que del mismo modo que el hombre adquiere primeramente la conciencia
física y luego la astral, podrá adquirir también estados de conciencia superiores,
llevando su actividad a planos más elevados de mundos más vastos, ejerciendo poderes más trascendentes
cuando actúa como servidor de los Maestros en ayuda y beneficio de la Humanidad. Entonces la vida física principia a reducirse
a sus verdaderas proporciones, y nada de lo que pasa en el mundo de los
sentidos puede afectarle ya, como sucedía antes de conocer la vida más amplia y
más rica, siendo la muerte impotente para afectarle en nada que a él o a sus
deseos de servir a los demás pueda referirse. La vida terrestre queda relegada
a su verdadero lugar, como la parte menor de la actividad humana, y no volverá
a ser tan oscura como antes, porque la luz de las regiones superior es brilla
en sus más lóbregas profundidades.
Dejando a un lado ahora el
estudio de las funciones y posibilidades del cuerpo astral, pasemos a considerar
ciertos fenómenos relacionados con él.
Puede mostrarse a otras personas
aparte del cuerpo físico, ya sea durante la vida terrestre o después de ésta. Una persona que
tenga dominio completo sobre el cuerpo astral, puede dejar el físico en
cualquier momento, y visitar a un amigo que se halle distante. Si la persona a
quien visita es clarividente, esto es, si ha desarrollado la visión astral,
verá el cuerpo astral de su amigo; de lo contrario, el visitante puede
condensar ligeramente su vehículo, atrayendo de la atmósfera que lo rodea
partículas de materia física, "materializándose" así lo suficiente para
hacerse visible a la mirada física.
Esta es la explicación de muchas apariciones de
amigos, fenómenos que es mucho más común de lo que la gente se imagina, pues la
gente tímida a quien sucede, suele callarlo, temerosa de que se rían de ella
por supersticiosa. Afortunadamente este temor va disminuyendo, y si la gente
tan sólo tuviese el valor y el buen sentido de decir lo que sabe que es verdad,
pronto tendríamos gran cantidad de pruebas de la aparición de personas cuyos
cuerpos físicos se encuentran muy lejos de los sitios donde sus cuerpos astrales
se han manifestado.
Estos cuerpos, en ciertas circunstancias, pueden ser vistos
por los que normalmente no poseen la vista astral, sin necesidad de la
materialización. Si el sistema nervioso de una persona se halla muy excitado y
el cuerpo físico extenuado de modo que el pulso lata más débilmente que de
ordinario, la actividad nerviosa, que tanto depende del doble etéreo, puede ser
anormalmente estimulada, y en estas condiciones el hombre llega a ser
temporalmente vidente.
Por ejemplo: una madre que sabe que su hijo está gravemente
enfermo en país extranjero, y se halle atormentada por la ansiedad, puede, de
este modo, ser susceptible a las vibraciones astrales, especialmente en las
horas de la noche, cuando la vitalidad está en su punto más bajo; en estas
condiciones, si su hijo está pensando en ella. y su cuerpo físico se halla inconsciente
de modo que le permita visitarla astral mente, es muy probable que ella pueda
verlo.
Más a menudo tiene lugar semejantes visitas cuando la
persona acaba de fallecer y de abandonar el cuerpo físico. Estas apariciones no
son muy raras, especialmente cuando el moribundo tiene gran deseo de ver a una
persona a quien quiera en extremo, o cuando ansía comunicar alguna cosa
especial y ha fallecido sin poderlo verificar.
Si seguimos al cuerpo astral
después de la muerte, cuando se ha abandonado el doble etéreo así como el
cuerpo denso, observaremos un cambio en su apariencia.
Durante su conexión con el cuerpo físico, los
subestados de la materia astral se hallan mezclados entre sí, compenetrándose y
confundiéndose las clases más densas y las más rarificadas. Pero después de la
muerte tiene lugar una nueva disposición, y las partículas de los diferentes
subestados se separan unas de otras, y, por decirlo así, se agrupan por el orden
de sus respectivas densidades, asumiendo de este modo el cuerpo astral una constitución
por capas, o convirtiéndose en una serie de células concéntricas, de las cuales
las más densas están por fuera.
En este punto se manifiesta de
nuevo la importancia que tiene la purificación del cuerpo astral durante la
vida en la tierra; pues vemos que después de la muerte, no ha de colocarse a
voluntad en cualquier nivel del plano astral. Este
mundo tiene siete subplanos, y el hombre
se encuentra limitado a aquel subplano a que pertenece la capa externa;
cuando esta primera envoltura se desintegra, pasa al subplano próximo, y así
sucesivamente.
Un hombre de
tendencias muy bajas y animales, tendrá en su cuerpo astral mucha parte de la
clase más densa y grosera de materia astral; y esto lo mantendrá sujeto al
nivel más bajo de Kamaloka; hasta que esta envoltura se desintegre en gran
parte, el hombre permanece prisionero en esta sección del mundo astral, y sufre
las molestias de una localidad de las menos apetecibles.
Cuando esta capa más
externa está lo suficientemente desintegrada para permitir la salida, el hombre
pasa al nivel próximo del mundo astral, o mejor dicho, puede ponerse en
contacto con las vibraciones del subplano siguiente de materia astral, por lo
que le parece que se encuentra en una región diferente; allí permanece hasta
que la capa del sexto subplano se disipa y le permite pasar al quinto; correspondiente
la duración de su permanencia en cada subplano a la fuerza de aquellas partes
de su naturaleza representadas en el cuerpo astral por la cantidad de materia
perteneciente a aquel plano.
Así, pues, mientras
mayor sea la cantidad de materia de los subestados más groseros, más tiempo permanece
en los niveles inferiores de Kamaloka; y mientras con más prontitud pueda
desprenderse de tales elementos, más breve será el tiempo que haya de pasar en
este mundo. Aun cuando los materiales
más groseros no estén eliminados por completo, pues para su completa extinción
es necesario un procedimiento largo y difícil, la conciencia puede estar,
durante la vida terrestre, tan apartada de las pasiones inferiores, que la
materia por la cual pueden éstas manifestarse cesa de funcionar activamente
como vehículo de conciencia, y, por decirlo así, se atrofia. En este caso,
aunque el hombre puede ser detenido algún tiempo en los niveles inferiores,
dormirá apaciblemente en ellos, sin experimentar las sensaciones desagradables
que les son peculiares.
Con su conciencia había cesado de
buscar expresión por medio de estas clases de materia, ya no puede ponerse en
contacto por su medio con el plano astral.
El paso por Kamaloka de uno que ha purificado su
cuerpo astral, de modo que sólo ha retenido en él los elementos más puros y
sutiles de cada subplano, aquellos que sólo un grado más pasarían inmediatamente
a la materia del subplano superior siguiente, es verdaderamente veloz.
Hay un punto entre cada dos subestados de materia, conocido como el punto o estado
crítico; el hielo puede llevarse a un punto donde el aumento más
insignificante de calor, puede convertirlo en líquido; el agua puede elevarse a
un estado donde el menor calor puede cambiarla en vapor. Del mismo modo, cada
subestado de materia astral puede llevarse a un punto en donde cualquier
refinamiento mayor puede transformarla en el subestado próximo. Si esto
ha sido hecho en cada subestado de materia del cuerpo astral, si ha sido
purificado éste hasta el último grado posible de delicadeza, entonces su paso
por Kamaloka será de rapidez inconcebible, y el hombre pasará a través de él
como un relámpago, sin tropiezos en su cambio a regiones superiores.
Queda por tratar otro asunto
relacionado con la purificación del cuerpo astral, mediante un procedimiento
físico y mental; tal es el efecto de esta purificación en el nuevo cuerpo
astral que a su debido tiempo ha de formarse para la próxima encarnación.
Cuando el hombre pasa del Kamaloka al Devachán, no puede llevar allí formas de pensamiento del
mal género; la materia astral no puede existir en el nivel devachánico, ni la
materia devachánica puede responder a las vibraciones groseras de las malas
pasiones y deseos. Por tanto, todo lo que el hombre puede llevar consigo
cuando se desprende de los restos del cuerpo astral, son los gérmenes latentes
o las tendencias, las cuales, cuando pueden encontrar expresión apropiada, se manifiestan
como pensamientos y pasiones malas en el mundo astral. Lleva aquellos gérmenes
o tendencias latentes a la vida devachánica, y cuando vuelve a la reencarnación
les trae consigo y las exterioriza.
Entonces atraen a sí del mundo astral, por una especie
de afinidad magnética, los materiales propios para su manifestación, y se
revisten de la materia astral en armonía con su propia naturaleza, formando así
parte del cuerpo astral del hombre para la encarnación inmediata. Así, pues, no
sólo estamos ahora viviendo en un cuerpo astral, sino que estamos modelando el
tipo del que tendremos en otro nacimiento; razón de más para purificar el
cuerpo astral presente tanto como sea posible, poniendo en práctica nuestros
conocimientos actuales para asegurar nuestro progreso futuro.
Todas nuestras vías están enlazadas y ninguna puede separarse de las que
la han precedido ni de las que están por venir. A la verdad, sólo tenemos una vida de la que lo que llamamos vidas sólo
son realmente los momentos. Nunca empezamos una
vida con una hoja en blanco, sobre la cual se ha de escribir una historia
completamente nueva; no hacemos más que principiar un nuevo capítulo para desarrollar
el plano antiguo.
-No podemos
desprendemos de las responsabilidades kármicas de una vida precedente pasando
por la muerte, así como no podemos desembarazarnos de las deudas pecuniarias en
que incurrimos un día por el sueño de una noche; si contraemos hoy una deuda,
no estamos libres de ella mañana, sino que la reclamación se presenta hasta que
se haya pagado.
-La vida del hombre es continua, sin interrupción; las
vidas terrestres están enlazadas y no aisladas.
-Los procesos de purificación y de desarrollo son también
continuos y tienen que desenvolverse por medio de vidas terrestres Sucesivas.
-A cada cual le llega á su vez el momento de
principiar la obra de su regeneración, el momento de sentirse cansado de las
sensaciones de la naturaleza inferior, de estar Sujeto a lo animal, de estar
sometido a la tiranía de los sentidos; y entonces el hombre se decidirá a romper
los lazos de su cautiverio.
¿Por qué hemos de prolongar más este cautiverio,
cuando está en nuestra mano el destruirlo en todo momento?
Tenemos derecho
para escoger; nuestra voluntad es libre, y dado que todos hemos de encontramos
un día en el mundo Superior,
¿por qué no hemos de principiar desde luego a romper
nuestras cadenas y a reclamar nuestra herencia divina?
El principio de la
destrucción de nuestras ligaduras, de la obtención de la libertad, es cuando un
hombre se determina a que su naturaleza inferior sea servidora de la Superior,
a empezar aquí en el plano de la conciencia física la construcción de los
cuerpos superiores, tratando de comprender aquellas elevadas Posibilidades que
son suyas por derecho divino, y que sólo están oscurecidas por el animal en que
vive.
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