LOS CUERPOS DE LA
MENTE
(TOMADO DEL LIBRO:
EL HOMBRE Y SUS CUERPOS)
(Parte 2)
B.- EL CUERPO
CAUSAL
Pasemos ahora al segundo cuerpo mental, conocido por
su propio nombre distintivo del cuerpo causal.
- El nombre es debido al hecho de que todas las causas
residen en este cuerpo.
- Este cuerpo es el "cuerpo de Manas", el
aspecto y forma del individuo, del hombre verdadero.
- Es el receptáculo, el depósito, en el cual todos los
tesoros del hombre se almacenan para la eternidad, y aumenta a medida que la
naturaleza inferior le va suministrando más y más lo que es propio para su
construcción.
El cuerpo causal es
aquel en el cual se teje todo lo perdurable, y en el que se depositan los
gérmenes de todas las cualidades que se transmiten a la encarnación siguiente;
así, pues, las manifestaciones inferiores dependen por completo del hombre,
"para quien jamás llega la hora".
El cuerpo causal acabamos de decir que es el aspecto y
forma del individuo. Hasta
que éste no existe, no hay hombre alguno; pueden existir los
tabernáculos físico y etéreo preparados para su morada, las pasiones, emociones
y apetitos pueden irse reuniendo gradualmente para formar la naturaleza kámica
del cuerpo astral, y hasta que la materia del plano mental principie a
mostrarse en los cuerpos inferiores desarrollados. Cuando por el poder del Ser (Yo), preparando su propia
habitación, principia a desenvolverse lentamente la materia del plano mental,
entonces tiene lugar una emisión desde el gran océano del Atma-Budhi, que
siempre está cobijando la evolución del hombre, el cual, por decirlo, así, sale
al encuentro de la materia mental que se halla en estado de desarrollo y
crecimiento hacia arriba, se une a ella, la fertiliza, y en este punto de unión
se forma el cuerpo causal, el individuo.
Los que tienen el
don de ver en esas elevadas regiones, dicen que este aspecto y forma del hombre
verdadero, es como una delicada película de la materia más sutil apenas
visible, señalando dónde el individuo ha principiado su vida separada; esta película delicada y descolorida de
materia sutil, es el cuerpo que dura toda la evolución humana, el hilo en el
cual se engarzan todas las vidas, el Sutratma que se reencarna: "el hilo
del ser". Es el receptáculo de todo lo que está en armonía con la Ley,
de todos los atributos nobles y armoniosos, y por tanto, perdurables.
Es lo que determina el
crecimiento del hombre, la etapa de la evolución que ha alcanzado. Todos los
pensamientos grandes y nobles, toda emoción pura y elevada, es llevada y elaborada
en su substancia.
Tomemos, como
ejemplo, la vida de un hombre ordinario y tratemos de ver qué parte de esta
vida puede pasar a la construcción del cuerpo causal, e imaginémonos a éste
pictóricamente como una delicada película; ésta tiene que ser fortalecida, que
hermosearse con colores, activa de vida, radiante y gloriosa, y aumentada en
tamaño, a medida que el hombre crece y se desarrolla.
En un estado
inferior de evolución, el hombre no muestra mucha cualidad mental, sino más
bien mucha pasión y apetitos. Siente las sensaciones y las busca; son las cosas
hacia las que se siente atraído. Es como si esta vida interna del hombre emitiese
un poco de la materia delicada de que está compuesta, y a su alrededor se
juntase el cuerpo mental, y éste se introdujese en el mundo astral, relacionándose
con él, de modo que se formase un puente por el cual pasase todo lo que fuese
capaz de ello,
El hombre envía sus
pensamientos por este puente al mundo de las sensaciones, de las pasiones, de
la vida animal, y los pensamientos se mezclan con todas estas pasiones y
emociones animales; de este modo el
cuerpo mental se queda enredado en el cuerpo astral, ambos se adhieren entre
sí, y su separación es dificultosa cuando llega la muerte.
Pero si el hombre
durante la vida que pasa en estas regiones inferiores tiene un pensamiento
desinteresado, un pensamiento provechoso para alguien a quien ame, y hace algún
sacrificio para servir a esta persona, entonces
ha dado lugar a algo perdurable, a algo que puede vivir, a algo que tiene en sí
la naturaleza del mundo superior; esto puede pasar al cuerpo causal e
incorporarse a su substancia, haciéndolo más hermoso, dándole quizás el primer
toque de color intenso; quizás durante la vida del hombre sólo haya unas pocas
de estas cosas perdurables que sirvan de alimento al desarrollo del hombre
verdadero.
Así, pues, el
crecimiento es muy lento, pues todo lo demás de su vida no contribuye a ello;
los gérmenes de todas sus malas inclinaciones, nacidas de la ignorancia y alimentadas
con la práctica, son retrocaídos en estado latente; cuando el cuerpo astral,
que les dio cabida y forma se disipa en el mundo astral, son absorbidos por el
cuerpo mental y permanecen en él en estado latente, por falta de material para
expresarse en el mundo devachánico; cuando el cuerpo mental a su vez perece,
pasan al cuerpo causal, y allí también permanecen latentes, con la vida en
suspenso.
Cuando el Ego
vuelve a la tierra y llega al mundo astral, lánzase afuera y reaparecen allí
como las tendencias malas aportadas del pasado. Así, pues, pudiera decirse que
el cuerpo causal es el depósito tanto de lo bueno como de lo malo, siendo todo
lo que queda del hombre, después de disipados los vehículos inferiores; pero el
bien pasa a formar parte de su constitución y contribuye a su crecimiento,
mientras que lo malo, con la excepción hecha antes, permanece como germen.
Pero el mal que el hombre hace en su vida, cuando pone
en ejecución su pensamiento, ocasiona al cuerpo causal un perjuicio mayor que
el de permanecer latente en él como germen de futuros pecados y tristezas. No es sólo que el
mal no contribuya al crecimiento del hombre verdadero, sino que cuando es sutil
y persistente, arranca, si se permite la expresión, algo del individuo mismo. Si el vicio es permanente, si se persiste
constantemente en el mal, el cuerpo mental se enreda de tal modo en el astral,
que después de la muerte no puede libertarse por completo, y una parte de su
misma substancia le es arrancada; y cuando el astral se desintegra, esta parte
vuelve a la substancia del mundo mental, quedando perdida para el individuo;
de este modo, pensando en nuestra imagen de una película o burbuja, podemos
considerarla como adelgazada hasta cierto punto por la vida viciosa, no
solamente retardada en su progreso, sino con algo inmiscuido en ella que
dificulta más su construcción. Es como si la película fuese afectada en cierto
modo en su capacidad de crecimiento, esterilizada o atrofiada hasta cierto
punto. Más allá de esto no pasa, en los casos ordinarios, el daño que ocasiona
el cuerpo causal.
El Cuerpo Causal
Pero cuando el Ego se ha hecho
poderoso en inteligencia y en voluntad, sin haber desarrollado en la misma
proporción el desinterés y el amor; cuando se contrae a su propio centro
separado, en lugar de extenderse a medida que se desenvuelve, y construye un
muro de egoísmo a su alrededor, usando sus poderes, en curso de desarrollo,
para el "Yo" en vez de para todos; en estos casos surge la
posibilidad que se encuentra indicada en tantas escrituras del mundo, de un mal
más peligroso y arraigado: el del Ego, que conscientemente se vuelve contra la
ley, que lucha de un modo deliberado contra la evolución.
Entonces el cuerpo causal mismo labrado en el plano
mental por vibraciones de inteligencia y de voluntad dirigidas a fines
egoístas, muestra los matices oscuros que resultan de la contracción, y pierde la
deslumbrante radiación que constituye su propiedad característica. Semejante
mal no puede llevarse a cabo por un Ego poco desarrollado, ni por comunes
faltas mentales concernientes a las pasiones; pues para causar un daño de tal
trascendencia, el Ego tiene que estar altamente desarrollado, y debe poseer
energías muy poderosas en el plano manásico. He
aquí por qué la ambición, el orgullo y los poderes intelectuales aplicados a
fines egoístas, son mucho más peligrosos, mucho más mortales en sus efectos,
que las faltas más palpables de la naturaleza inferior.
El "Fariseo" se halla muchas veces más alejado del
"reino de Dios" que el "publicano
y el pecador". En esta senda se desarrolla el "Mago negro",
el hombre que vence la pasión y el deseo, y desarrolla la voluntad y los
poderes mentales superiores, no para ofrecerlos gustosos como fuerzas que
coadyuven a la evolución progresiva del todo, sino para apropiarse cuanto puede
como unidad individual; para guardar para sí en lugar de repartir.
Tales entidades se dedican a
sostener la separación en contra de la unidad universal, trabajan para retardar
la evolución en lugar de apresurarla, y por tanto, vibran en discordancia con
el todo, en vez de vibrar en armonía, y se hallan en peligro de ocasionar el
desprendimiento del Ego, lo cual significa la pérdida de todo el fruto de la
evolución.
Todos los que principian a
comprender algo acerca de este cuerpo causal, pueden hacer que su evolución sea
un objetivo definido de su vida, pueden esforzarse en pensar desinteresadamente
y contribuir así a su crecimiento y actividad. Vida tras vida, siglo tras
siglo, milenio tras milenio, prosigue la evolución del individuo, y ayudando a
su desarrollo por medio de esfuerzos conscientes, obramos en armonía con la
voluntad divina y llevamos a efecto el objeto para el cual estamos aquí; mida
de lo bueno que se teja en la urdimbre de este cuerpo causal, se pierde jamás,
nada se disipa, pues es el hombre que vive por siempre.
Vemos, pues, que
por la ley de evolución, todo lo que es malo, por más fuerte que por el momento
parezca, contiene en sí el germen de su propia destrucción, mientras que todo
lo bueno encierra la semilla de la inmortalidad; el secreto de esto está en el
hecho de que todo lo malo es discordante y va contra la ley cósmica, y por
tanto, más tarde o más temprano ha de ser destruido por esta ley, se hace
pedazos contra ella, y queda reducido a polvo. Por el contrario, todo lo bueno,
estando en armonía con la ley, es acogido por ésta, conducido adelante dentro
de la corriente de la evolución, "no de nosotros mismos, sino de aquello
que marcha hacia lo justo", y por tanto, no puede perecer jamás, no puede
ser nunca destruido.
En esto se encuentra para el hombre
no sólo la esperanza, sino también la certeza de su triunfo final; y por más
lento que sea el desarrollo, allí está; aunque sea largo el camino, éste tiene fin.
El individuo que constituye nuestro Ser, evoluciona y no puede ser destruido
por completo; y aún cuando por nuestras locuras hagamos el desarrollo más lento
de lo que debiera ser, esto no obstante, todo aquello con que contribuyamos al
mismo, por poco que sea, permanece en él eternamente, y queda en nuestro poder por todas las edades futuras.
C.- EL CUERPO
ESPIRITUAL
Podemos elevamos un paso más, pero al hacerlo,
penetraríamos en una región tan excelsa, que está fuera de nuestra esfera de
investigación, aún entregándonos a la imaginación; pues el cuerpo causal no es el más elevado, ni el "Ego
Espiritual" es Manas, sino Manas unido o sumergido a Buddhi, lo cual
es meta de la evolución humana y término de las vueltas de la rueda de nacimientos
y muertes.
Por encima del plano en que nos
hemos venido ocupando, existe otro superior, llamado algunas veces el de
Turiya, el plano de Buddhi, en el cual el vehículo de conciencia es el cuerpo
espiritual, el Anandamayakosha o cuerpo de dicha, y en él pueden entrar los
Yogis y gozar de la dicha eterna de ese mundo glorioso, y realizar en su propia
conciencia la unidad fundamental, que entonces se convierte para ellos en un
hecho de experiencia propia, en lugar de ser una creencia intelectual.
Se nos enseña que llega un tiempo
para el hombre, cuando ha desarrollado el amor, la sabiduría y los poderes, en
que pasa a través de una gran entrada que marca un estado definido en su
evolución; ésta es la entrada de la Iniciación, y el hombre que penetra por
ella conducido por su Maestro, se eleva por vez primera al cuerpo espiritual, y
adquiere la experiencia de la unidad que constituye el fondo de toda la
diversidad y separación del mundo físico y del mundo astral, y hasta el mismo
plano devachánico.
Cuando el hombre deja a éstos tras sí, y revestido del
cuerpo espiritual se eleva por encima de ellos, experimenta por primera vez que
la separación pertenece solamente a los tres mundos inferiores, que él es uno
con todos los demás, y que sin perder la conciencia propia, su conciencia puede
extenderse y abarcar la de los demás, y convertirse real y efectivamente en uno
con ellos. Allí está la unidad que el hombre ansía siempre, la unidad que ha
sentido como verdad y que en vano ha tratado de comprender en los planos inferiores;
la ve allí realizada más allá de lo que pudo alcanzar en sus más elevados
ensueños, encontrando que toda la Humanidad es una con su ser más íntimo.
D.- CUERPOS
TEMPORALES
No debemos dejar fuera de nuestra revista de los cuerpos del hombre, otros
vehículos temporales, a los que pueden darse el nombre de artificiales.
Cuando un hombre
principia a emanciparse del cuerpo físico, puede usar del astral; pero mientras
se halla funcionando en él, se encuentra limitado al mundo astral; sin embargo,
le es posible usar del cuerpo mental, el del Manas Inferior, para pasar a la región
devachánica, y en él puede abarcar los planos astral y físico, sin obstáculo ni
impedimento alguno. El cuerpo de que hace uso en este se llama el Mayavi Rupa o cuerpo de ilusión, que es el cuerpo mental, arreglado de
cierto modo, por decirlo así, para una actividad especial. El hombre modela el
cuerpo mental a semejanza suya, y se halla entonces temporalmente en este cuerpo
artificial en aptitud de atravesar a voluntad los tres planos, elevándose por
encima de las limitaciones ordinarias que le son propias. Este es el cuerpo artificial
que tan a menudo se menciona en los libros teosóficos, en el cual una persona
puede trasladarse de un país a otro, pasar asimismo al mundo de la mente para
aprender allí nuevas verdades y obtener nuevas experiencias, trayendo luego a
la conciencia del estado de vigilia los tesoros así reunidos. La ventaja de
usar de este cuerpo superior, consiste en que éste no está sujeto al engaño e
ilusión del plano astral, como sucede al cuerpo astral.
Los sentidos astrales no ejercitados se extravían con frecuencia, y se
necesita mucha práctica antes de poder confiar en lo que muestran; pero este cuerpo mental, temporalmente formado, no
está sujeto a semejantes decepciones; ve y oye en verdad, y no hay ofuscación
que se le imponga, ni ilusión astral que pueda engañarle; por tanto, es el
que preferentemente usan los que están familiarizados con tales excursiones,
formándolo cuando necesitan de él y dejándolo cuando no les hace falta; de este modo aprende el estudiante muchas veces
lecciones que de otra manera no hubiera podido saber, y recibe instrucciones
que no hubieran podido llegar hasta él.
Se ha dado también a otros
cuerpos temporales el nombre de Mayavi Rupa, pero es mejor aplicar sólo este
término al que acabamos de describir; pues un hombre puede aparecerse a
distancia en un cuerpo que en realidad es más bien una forma mental que un
vehículo de conciencia, aunque esté revestido de la esencia elemental del plano
astral. Estos cuerpos son, por regla general, meros vehículos de algún
pensamiento particular o de un deseo vehemente, y fuera de esto no se muestran
conscientes, por lo que sólo los mencionamos de pasada.
E.- EL AURA HUMANA
Nos hallamos ahora en situación de poder comprender lo que es realmente el
aura humana en todo su significado. Es el hombre mismo, manifiesto a la vez en
los cuatro planos de conciencia, en los cuales puede obrar con arreglo a su desarrollo;
es el agregado de sus cuerpos, de sus vehículos de conciencia, en una palabra,
es la forma en que aparece el hombre, y de este modo es como debemos
considerarlo y no como simple esfera o nube que le rodee.
El más glorioso de todos es el cuerpo espiritual, visible en los
Iniciados, a través del cual funciona el fuego átmico vivo: es la manifestación
del hombre en el plano búddhico.
Luego viene el cuerpo causal, el cual se manifiesta en lo más elevado del
mundo devachánico, en los niveles Arupa del plano de la mente, donde el individuo
tiene su morada propia;
después sigue el cuerpo mental que pertenece a los niveles devachánicos
inferiores, y
luego el cuerpo astral, el etéreo y el denso sucesivamente, formando
cada uno de la materia de su propia región, y expresando al hombre tal como es
en cada cual de ellas.
Cuando el investigador mira al ser humano, ve todos
estos cuerpos que lo constituyen, mostrándose separadamente, por razón de sus
diferentes grados de materia, que señalan el estado de desarrollo que el hombre
ha alcanzado.
Cuando el estudiante ha desarrollado la visión
superior, ve a cada uno de estos cuerpos en completa actividad, y percibe al
cuerpo físico como una especie de cristalización densa en el centro de los
demás cuerpos, los cuales lo compenetran y se extienden fuera de su periferia,
siendo el físico el más pequeño.
Luego viene el astral, mostrando el estado de la
naturaleza kámica, que constituye una parte tan grande en el hombre vulgar,
lleno de pasiones, groseros apetitos y emociones, y varía en delicadeza y en
color, según el hombre es más o menos puro; es muy denso en los tipos más
groseros, más delicado en los más finos, y de lo más refinado en los hombres
muy avanzados en la evolución. Luego sigue el
cuerpo mental, de pobre desarrollo en la mayor parte, pero hermosísimo en
muchos, y de gran variedad de colores conforme al tipo mental y moral.
Viene después el cuerpo causal, apenas visible en los
más, y que sólo se distingue examinando minuciosamente al hombre; tan poco
desarrollado se halla, tan respectivamente tenues son sus colores y tan débil
es en su actividad; pero cuando llegamos a ver un alma adelantada, este cuerpo
y el superior llaman la atención en el acto por representar característicamente
al hombre; radiantes de luz, de lo más glorioso y delicado en sus matices,
presentan tonos que ningún lenguaje podría describir, porque no tiene sitio en
el espectro terrestre: tonos de color, no sólo de lo más puro y hermoso, sino
enteramente distintos de los colores que se conocen en los planos inferiores,
pues son otros nuevos, que demuestran en aquellas elevadas regiones el progreso
del hombre por lo que hace a los poderes y cualidades sublimes que en ellas
existen.
Si somos tan afortunados que tengamos
la dicha de ver uno de los Grandes Seres, lo veremos en esta forma viva,
potente en vitalidad y color, radiante y gloriosa, manifestando su naturaleza
por su mismo aspecto, más hermosa que cuanto pueda expresar la palabra, más
resplandeciente que cuanto pueda pintar la imaginación; y, sin embargo, lo que
él es, todos lo serán un día; lo que él es de hecho, existe en cada hombre como
posibilidad.
Hay un punto cerca del aura que debo mencionar, por
ser de utilidad práctica. Podemos hasta cierto punto, defendemos de la invasión
de los pensamientos exteriores, abroquelándonos dentro de una esfera formada de
la sustancia del aura. Esta responde con gran facilidad al impulso del
pensamiento, y si con un esfuerzo de la imaginación nos forjamos su límite
exterior consolidado como una especie de concha, construiremos en realidad un
muro protector alrededor nuestro. Esta, a modo de coraza, impedirá que penetren
en el aura los pensamientos vagabundos que llenan la atmósfera astral, y
eludirá la influencia perturbadora que ejercen en las mentes no ejercitadas,
así como también podrá evitarse el agotamiento de vitalidad que sentimos
algunas veces, sobre todo cuando nos ponemos en contacto con gente que
inconscientemente vampiriza a los que se hallan a su lado.
Los que sean muy sensitivos y se sientan exhaustos por
semejantes pérdidas de vitalidad, harán bien en defenderse de esta manera. Tal
es el poder del pensamiento humano en la materia sutil, que sólo el imaginarse
estar colocado dentro de una coraza protectora, viene a construir la realidad
de esta defensa en torno nuestro.
Observamos a los seres humanos a
nuestro alrededor, podemos verlos en todos los grados de desarrollo,
manifestándose por medio de sus cuerpos, con arreglo al plano que han alcanzado
en la evolución, viviendo en plano tras plano del Universo, actuando en
regiones tras regiones, a medida que desarrollan los vehículos respectivos de
conciencia; pues nuestra aura muestra exactamente lo que somos; le añadimos
algo a medida que crecemos en la verdadera vida; la purificamos, según nuestras
vidas sean nobles y puras, y tejamos en ella cualidades más y más elevadas.
¿Es posible que alguna otra filosofía de la vida esté
más llena de esperanza, de fuerza y de alegría que ésta?
Mirando el mundo de
los hombres únicamente con los ojos físicos, lo vemos degradado, miserable,
aparentemente sin esperanza, tal como es en verdad para los ojos de la carne;
pero este mismo mundo se nos aparece bajo un aspecto completamente distinto
cuando lo miramos como la vista superior. Vemos, a la verdad, el pesar y la
desdicha, la degradación y la vergüenza, pero sabemos que son pasajeras, que
son temporales, que pertenecen a la infancia de la raza, y que la raza se
sobrepondrá a ellas; pues considerando a los más inferiores y más viles, a los
más degradados y brutales, podemos sin embargo, ver sus posibilidades, divinas,
podemos penetrar lo que serán en el porvenir.
Este es el anuncio
de esperanza traído por la Teosofía al mundo occidental, el anuncio de la
universal redención de la ignorancia, y por tanto, de la universal emancipación
de la desdicha, no soñado, sino real, no en esperanzas, sino convertido en
certidumbre. Todos los que en su vida están demostrando el desarrollo, son, por
decirlo así, una nueva realización y confirmación de este anuncio; por todas
partes aparecen ya los primeros frutos, y el mundo entero llegará a estar un
día maduro para la cosecha, y llevará a cabo el objeto para el cual el Logos lo
dio a luz.
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