martes, 6 de enero de 2015

LOS CUERPOS DE LA MENTE (Parte 1)

LOS CUERPOS DE LA MENTE

(TOMADO DEL LIBRO: EL HOMBRE Y SUS CUERPOS)

(Parte 1)

Estudiemos ahora el tercer gran plano, el mundo mental. Cuando sepamos algo de éste, tendremos ante nosotros los mundos físico, astral y mental nuestro globo y las dos esferas que le rodean como una triple región en donde actúa el hombre durante sus encarnaciones terrestres, y en donde también mora durante los períodos intermedios entre la muerte que pone fin a una vida terrestre y el nacimiento que principia otra. Estas tres esferas concéntricas son la escuela del hombre y su reino; en ellas verifica su desarrollo, en ellas su peregrinación evolutiva; más allá de ellas no puede pasar conscientemente antes que se abran para él las puertas de la iniciación, pues fuera de estos tres mundos no existe camino alguno.

Esta tercera región que he llamado mundo mental, comprende lo que los teósofos conocen con el nombre de Devachán o Devaloka, la tierra de los dioses, la tierra de la dicha o tierra bendita, como algunos lo traducen. Lleva este nombre a causa de su naturaleza o condición, pues nada de lo que cause dolor o pesar tiene relación con este mundo. El Devachán es esencialmente el mundo de la mente, de la mente libertada de las limitaciones físicas y astrales, y por tanto, es un mundo en el cual, aunque imperfecto, ya no puede penetrar el mal en sus aspectos positivos.

Para evitar confusiones respecto de esta región, es necesario hacer algunas explicaciones preliminares. Al paso que como las demás regiones está subdividida en siete subplanos, tiene la particularidad de que estos siete se dividen en dos grupos: uno de tres y otro de cuatro.
Los tres subplanos superiores son llamados técnicamente arupa o sin cuerpo, debido a su extremada sutileza,
mientras que los cuatro inferiores se llaman rupa o con cuerpo.

El hombre, por tanto, tiene dos vehículos de conciencia para funcionar en este plano, a los que se puede aplicar indistintamente el nombre de cuerpo mental.

Al inferior, del cual vamos a tratar en primer término, puede, sin embargo, aplicarse exclusivamente dicho nombre (CUERPO MENTAL) hasta que se le encuentre otro mejor pues el superior es conocido por el de CUERPO CAUSAL por razones que se comprenderán más adelante.
Los estudiantes de Teosofía están familiarizados con la distinción entre el MANAS SUPERIOR y el INFERIOR;
- el CUERPO CAUSAL es el de MANAS SUPERIOR, el cuerpo permanente del Ego u hombre: PASA DE UNA VIDA A OTRA;
- el CUERPO MENTAL es el del MANAS INFERIOR: permanente después de la muerte y pasa al Devachán, pero SE DESINTEGRA CUANDO TERMINA LA VIDA EN LOS NIVELES RUPA DEL DEVACHÁN.

A.- EL CUERPO MENTAL

Este vehículo de conciencia pertenece a los cuatro niveles inferiores del Devachán, de cuya materia está formado. Al paso que es especialmente el vehículo de conciencia para aquella parte del mundo mental, obra sobre los cuerpos astral y físico y por medio de ellos en todas las manifestaciones que llamamos de la mente en nuestra conciencia ordinaria del estado de vigilia.
En el hombre no desarrollado verdaderamente, no puede funcionar por separado, en su propio plano, durante la vida terrestre, como un vehículo independiente de conciencia; y cuando un hombre así ejercita sus facultades mentales, tienen éstas que revestirse de materia astral y física para poder darse cuenta de su actividad.

El cuerpo mental es el vehículo del Ego, del Pensador, para todo lo que razona, pero durante la primera parte de su vida se halla débilmente organizado y algún tanto incipiente y desamparado, lo mismo que el cuerpo astral del hombre sin desarrollar.

La materia de que se compone el cuerpo mental es de una clase excesivamente rarificada y sutil. Hemos visto ya que la materia astral es mucho menos densa que el mismo éter del plano físico, y tenemos que ampliar ahora mucho más nuestro concepto de la materia para concebir la idea de una substancia invisible a la vista astral lo mismo que a la física, demasiado sutil para ser percibida ni aún por los sentidos "internos" del hombre. Esta materia pertenece al quinto plano del Universo, contando hacia arriba, o al tercero, contando hacia abajo, y en esta materia el Yo se manifiesta como mente, así como en el que le sigue por debajo (el astral) se manifiesta como sensación.

Observase una particularidad marcada en el cuerpo mental al mostrarse su parte externa en el aura humana; crece, aumenta su tamaño y su actividad, encarnación tras encarnación, con el crecimiento y desarrollo del hombre mismo. Esta es una peculiaridad a la que ya estamos acostumbrados. Un cuerpo físico es construido encarnación tras encarnación, variando con arreglo a la nacionalidad y sexo, pero nos lo imaginamos poco más o menos como del mismo tamaño desde los tiempos de la Atlántida. En el cuerpo astral hemos visto el perfeccionamiento de la organización a medida que el hombre progresa.
Pero el cuerpo mental aumenta literalmente de tamaño a medida que avanza la evolución del hombre. Si miramos una persona muy poco desarrollada, vemos que hasta es difícil distinguir su cuerpo mental, pues estará tan poco desarrollado, que se necesita alguna atención para llegarlo a percibir.
Mirando luego a un hombre más avanzado, que aunque no sea espiritual haya desarrollado sus facultades mentales, que haya educado y desenvuelto su inteligencia, veremos que el cuerpo mental ha empezado a adquirir un desarrollo muy definido, y que tiene una organización que permite reconocerlo como un vehículo de actividad; es un objeto claro y definidamente bosquejado, de material delicado y de hermosos colores, que vibra continuamente con actividad enorme, lleno de vida, lleno de vigor: la expresión de la mente en el mundo mental.

Respecto, pues, de su naturaleza, está formado de esta materia sutil;
en cuanto a sus funciones, es el vehículo inmediato, en el cual el Yo se manifiesta como inteligencia;
respecto de su crecimiento, crece vida tras vida en proporción del desarrollo intelectual, organizándose también más y más definidamente a medida que los atributos y cualidades de la mente se hacen más y más marcados.
No se convierte, como el cuerpo astral, en una representación clara del hombre en la forma y en las facciones, cuando se halla obrando en relación con los cuerpos astral y físico; es oval -semejante a un huevo- en sus contornos, y compenetra los cuerpos astral y físico, y los rodea con una atmósfera radiante a medida que se desarrolla, haciéndose, como he dicho, más y más grande conforme aumenta el desarrollo intelectual.

No es necesario decir que esta forma oval se convierte en un objeto hermosísimo y glorioso, así que el hombre desarrolla las aptitudes superiores de la mente; no es visible a la vista astral, pero es perfectamente perceptible a la visión superior perteneciente al plano devachánico o mundo de la mente. Así como el hombre ordinario que vive en el mundo físico no ve nada del astral, aunque éste le rodea, hasta que se le abran los sentidos astrales, así también el hombre que sólo posea en actividad los sentidos físicos y astrales, no ve nada del mundo de la mente ni las formas compuestas de su materia, por más que el Devachán nos rodea por todas partes, a menos que se le abran los sentidos devachánicos.

Estos sentidos más sutiles, los sentidos que pertenecen al mundo de la mente, difieren muchísimo de los sentidos que nos son aquí familiares. La palabra misma "sentidos" es realmente un término erróneo, pues debiéramos más bien decir el "sentido" devachánico. La mente se pone en contacto con las cosas de su propio mundo, como si dijéramos directamente sobre toda su superficie. No hay órganos distintos para la vista, el oído, el tacto, el gusto y olor; todas las vibraciones que aquí recibimos por medio de órganos de sensación separados, dan lugar en aquella región a la vez a todas estas condiciones características, cuando se ponen en contacto con la mente. El cuerpo mental las recibe todas a un tiempo, y se halla consciente de cuanto concierne a: todo lo que llega a impresionarle.

No es fácil hacer concebir con la palabra una idea clara del modo como este sentido percibe una suma de impresiones sin confusión alguna, y la mejor descripción que puede hacerse es quizás el decir que si un estudiante ejercitado para esta región y allí se comunica con otro estudiante, la mente, al hablar, lo hace a la vez por el color, el sonido y la forma; de modo que el pensamiento completo se transmite como un cuadro de colores y una combinación musical, en lugar de mostrarse, como aquí, sólo un fragmento por medio de los símbolos que llamamos palabras.

Algunos de nuestros lectores quizás hayan oído hablar de libros antiguos escritos por grandes iniciados en un lenguaje de colores, el lenguaje de los Dioses; este lenguaje es conocido de muchos chelas, y está tomado, en lo que concierne a las formas y colores, del "habla" devachánica, la cual, con las vibraciones de un solo pensamiento, da lugar a la forma, al color y al sonido. No es que la mente piense un color, ni un sonido, ni una forma; piensa una idea, una vibración compleja en la materia sutil, y el pensamiento se expresa de todas estas maneras con las vibraciones que despierta. La materia del mundo mental está siempre en vibración, dando lugar a estos colores, a estos sonidos y a estas formas; y si un hombre está actuando en el cuerpo mental aparte del astral y del físico, se encuentra absolutamente libre de las limitaciones de los respectivos órganos de los sentidos, percibiendo a la vez todas las vibraciones que en el mundo físico se presentarían separadas y distintas unas de otras.

Cuando un hombre piensa en su estado de vigilia y obra por medio de sus cuerpos astral y físico, entonces el productor del pensamiento se halla en el cuerpo mental, y el pensamiento pasa primeramente al cuerpo astral y luego al físico; cuando creemos que estamos pensando con nuestro cuerpo mental, esto es, el agente del pensamiento, el "Yo" que expresa la conciencia es ilusorio,  aunque es el único Yo conocido de la mayoría.

Cuando estábamos tratando de la conciencia del cuerpo físico, vimos que el hombre mismo no está consciente de todo lo que pasa en este cuerpo; que sus actividades son en parte independientes de él; que no puede pensar como las minúsculas células separadamente piensan; que en realidad no participa de la conciencia del cuerpo como un todo. Pero cuando tratamos del cuerpo mental, llegamos a una región tan sumamente identificada con el hombre, que parece que es él mismo: "Yo pienso", "Yo sé",
¿es posible ir más allá?
La mente es el yo en el cuerpo mental, y es lo que para la mayoría de nosotros constituye la meta de nuestro trabajo tras del yo.
Pero esto sólo es verdad cuando nos hallamos limitados a la conciencia del estado de vigilia. Todo el que haya aprendido que la conciencia del estado de vigilia, así como las sensaciones del cuerpo astral son una etapa de nuestro viaje tras el yo, y que sepa además ir más allá del mismo, sabe que éste es a su vez tan sólo un instrumento del hombre real. La mayor parte de, sin embargo, como he dicho, no separamos, no podemos separar en nuestro pensamiento al hombre de su cuerpo mental, que parece ser su expresión más elevada, su vehículo superior, el yo más elevado que de algún modo podemos tocar o comprender. Esto es tanto más natural e inevitable, cuanto que el individuo, el hombre, en este estado de la evolución, principia a verificar su cuerpo y a ponerlo en gran actividad. En el pasado ha vivificado su cuerpo físico como vehículo de conciencia, y lo usa en el presente como cosa natural.

En los individuos atrasados de la raza, está vivificado el cuerpo astral pero en una gran parte este cuerpo se halla, por lo menos parcialmente concluido. En esta Quinta Raza trabaja para el cuerpo mental, y el trabajo especial en que la Humanidad debería ocuparse ahora, es en la construcción, en la evolución de este cuerpo.

Nos importa, pues, mucho comprender cómo se construye el cuerpo mental y cómo se desarrolla.
Se desarrolla por medio del pensamiento. Nuestros pensamientos son los materiales con que construimos este cuerpo; con el ejercicio de nuestras facultades mentales, con el desarrollo de nuestros poderes artísticos, con nuestras emociones elevadas, estamos literalmente construyendo el cuerpo mental día por día, cada mes y año de nuestras vidas.
Si no ejercitamos nuestras aptitudes mentales;
si en lo que concierne a nuestros pensamientos somos receptores y no creadores;
si aceptamos constantemente de afuera en lugar de formar adentro;
si a medida que avanzamos en la vida amontonamos en nuestra mente los pensamientos de otros;
si esto es todo lo que sabemos del pensamiento y del pensar, entonces, vida tras vida, nuestro cuerpo mental no puede crecer; vida tras vida volvemos casi lo mismo que nos marchamos; vida tras vida permanecemos un individuo sin desarrollo.
Pues sólo por el ejercicio de la mente, por el uso de sus facultades creadoras, ejercitándolas, trabajando con ellas, esforzándolas constantemente, puede desarrollarse el cuerpo mental, y proseguir su curso la verdadera evolución humana.

Desde el momento en que comprendáis esto, trataréis probablemente de cambiar la actitud general de vuestra conciencia en la vida diaria; principiaréis a vigilar su modo de obrar, y tan pronto como se haga esto, se empieza a notar que, como he dicho antes, una gran parte de vuestros pensamientos no son, en modo alguno, pensamientos vuestros, sino la mera recepción de los de otra gente; pensamientos que vienen no sabéis cómo, pensamientos que vienen no sabéis de dónde, y que se marchan del mismo modo; y principiaréis a sentir quizá con pesar y desconsuelo, que en lugar de tener la mente muy desarrollada, sólo es poco más que un sitio por donde los pensamientos pasan.

Tratad de ver  qué parte del contenido de vuestra conciencia es propiamente vuestra, y qué parte consiste sólo en la contribución externa.
Parad repentinamente vuestro pensamiento alguna que otra vez durante el día, y examinad lo que estáis pensando, y en semejante parada repentina, encontraréis probablemente que no estáis pensando en nada, lo cual es una ocurrencia muy común, o bien notaréis que estáis pensando de un modo tan vago, que sólo tenéis una ligera impresión en lo que entonces os aventuráis a llamar vuestra mente.
Cuando hayáis verificado esto muchas veces, y este ejercicio os haya hecho más conscientes de lo que erais antes, entonces principiad a observar los pensamientos que encontréis en vuestra mente, y ved qué diferencia hay entre el estado en que vinieron a ella y el estado en que se han marchado; tratad de daros cuenta de lo que habéis añadido mientras han estado con vosotros.

De este modo vuestra mente se hará verdaderamente activa, y ejercitará con ello sus poderes creadores, y si sois prudentes, seguiréis el siguiente procedimiento.
Primeramente escogéis los pensamientos a que debéis permitir alguna permanencia en vuestra mente; cuando se reconozca en la mente un pensamiento bueno, se debe persistir en él, alimentarlo, fortalecerlo, tratar de añadirle algo más de lo que tenía, y lanzarlo luego al mundo astral como un agente benéfico; por el contrario, cuando se encuentre un pensamiento malo, debe rechazársele con la mayor prontitud posible. Muy pronto se notará que a medida que se acogen los pensamientos buenos y útiles y se rechazan los malos, se obtiene el resultado de que los pensamientos buenos acudirán más y más numerosos a la mente desde afuera, al paso que los malos se harán más y más raros. El efecto de sostener en la mente toda clase de pensamientos buenos y útiles es convertiros en un imán para todos los pensamientos semejantes que estén a vuestro alrededor, negándonos a dar cabida alguna a los pensamientos malos, los que se os aproximen serán rechazados por una acción automática de la mente misma.
El cuerpo mental asumirá la cualidad característica de atraer todos los pensamientos buenos de la atmósfera circundante y de rechazar todos los malos, trabajando con los buenos y haciéndolos más activos, reuniendo así constantemente una masa de material para la mente, que constituirá su contenido y que se enriquecerá más cada día. Cuando llegue el tiempo en que el hombre abandone los cuerpos físico y astral y pase al mundo mental, llevará consigo todo este material reunido; llevará consigo el contenido de la conciencia a la región a que propiamente pertenece, y empleará su vida devachánica en transformar en facultades y poderes todo el material que ha almacenado.
Al final del período devachánico, el cuerpo mental traspasará al cuerpo causal permanente las cualidades características formadas de este modo, las cuales pueden ser así transmitidas a la encarnación próxima. Cuando el hombre vuelve, estas facultades se revestirán de la materia de los planos rupa del mundo mental formando un cuerpo mental más altamente organizado y desarrollado para la inmediata vida terrestre, y se mostrarán por medio del cuerpo astral y del físico como las "facultades innatas" con que el niño viene al mundo. Durante la vida presente, estamos reuniendo los materiales del modo que lo he bosquejado; durante la vida devachánica trabajamos estos materiales, transformándolos de esfuerzos separados del pensamiento en facultades del mismo, en poderes y actividades mentales. Tal es la inmensa transformación que se verifica en la vida devachánica, y puesto que está limitada por el uso que hacemos de la vida física, haremos bien en no escatimar ahora los esfuerzos. El cuerpo mental de la próxima encarnación depende del trabajo que estamos llevando a efecto en el cuerpo mental de la presente; he aquí la inmensa importancia para la evolución del hombre, del uso que haga de su cuerpo  mental; éste limita su actividad en el Devachán, y al limitarla, limita las cualidades mentales con que deberá volver a la vida terrestre.
No podemos aislar una vida de otra, ni crear milagrosamente algo de la nada. El karma aporta la cosecha con arreglo a lo que sembramos; el grano será escaso o abundante con arreglo a la semilla y al trabajo del labrador.
La acción automática del cuerpo mental de que se ha hablado antes, se comprenderá quizás mejor si tenemos en cuenta los materiales que emplea para su construcción. La mente universal, a la que se halla asociado en su naturaleza más íntima, es el depósito en su aspecto material, de donde saca elementos de construcción. Estos dan lugar a toda clase de vibraciones que varían en cantidad y en poder, con arreglo a las combinaciones que se hagan. El cuerpo mental atrae a sí automáticamente del depósito general la materia que puede sostener las combinaciones que ya existen en él; pues hay un constante cambio de partículas en el cuerpo mental como sucede con el físico, y el sitio que dejan las que se marchan es ocupado por las partículas semejantes que vienen.
Si el hombre ve que tiene malas tendencias y se propone cambiarlas, establece una nueva serie de vibraciones, y el cuerpo mental, que está formado para responder a las antiguas, se resiste a las nuevas, originándose con ello conflictos y sufrimientos.
Pero gradualmente, a medida que se van rechazando las partículas antiguas y reemplazándolas por otras que respondan a las nuevas vibraciones -atraídas desde afuera por su poder mismo de responder a ellas-, el cuerpo mental va cambiando su carácter, cambia efectivamente sus materiales y sus vibraciones se transforman en antagonistas del mal y atractivas del bien. De aquí la extremada dificultad de los primeros esfuerzos a los cuales hace frente y combate el aspecto primitivo de la mente, de aquí la mayor facilidad de pensar bien a medida que cambia el aspecto antiguo, y finalmente, la espontaneidad, y el placer que acompañan al nuevo ejercicio.

Otra manera de ayudar al desarrollo del cuerpo mental, es la práctica de la concentración; esto es, fijar la mente en un punto y mantenerla en él con firmeza sin permitirla salirse de él ni divagar.
Debemos ejercitamos en pensar firme y consecutivamente, sin permitir a nuestra mente pasar de seguida de una cosa a otra, ni gastar sus energías en un gran número de pensamientos insignificantes. Es un ejercicio muy bueno de seguir una línea consecutiva de ideas, en la cual un pensamiento se deduce naturalmente de su antecesor, desarrollando así en nosotros las cualidades intelectuales que ordenan nuestros pensamientos y los hacen, por tanto, esencialmente racionales; pues cuando lamente trabaja así, sucediéndose las ideas de un modo definido y ordenado, se fortalece y se convierte en un buen instrumento del Yo para la actividad en el mundo mental. Este desarrollo del poder de pensar con concentración y consecutivamente, se traducirá en un cuerpo mental más claramente bosquejado y definido, en un crecimiento rápido, en firmeza y equilibrio, siendo los esfuerzos que se han bien compensados por el progreso que de ellos resulta.



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