martes, 13 de octubre de 2015

EL ADIESTRAMIENTO DE LA MENTE (Parte 1)

EL ADIESTRAMIENTO DE LA MENTE
Dion Fortune

(Parte 1)

La virtud de un artículo material no reside en el complicado y elaborado proceso que se emplea en su
preparación, sino en el estado producido en la contra parte etérica de ese artículo u objeto, por el manipuleo y la concentración mental que sufre en todo el curso de la operación.
En primer lugar queda magnetizado por el magnetismo personal del operador;
luego se forma en torno a él un aura de formas mentales y en
tercer término, mediante el debido empleo de la imaginación y de la voluntad, se lo convierte en vehículo físico de una Fuerza o Potencia Cósmica invisible, con la cual se ha puesto en contacto el operador, concentrándola.

Por estas consideraciones se verá que
la esencia de todas las operaciones prácticas es puramente mental. Y de ello se infiere claramente que en los poderes de la mente es donde se encuentra la clave de todo el proceso. Sin embargo, aunque todo el mundo posea una mente, no tienen de ninguna manera ni los medios ni el empleo consciente de esos poderes, aunque existen más personas de lo que podría creerse que los usan subconsciente o involuntariamente. Una gran parte de la preparación y del adiestramiento del Iniciado consiste, por lo tanto, en el desenvolvimiento de estos aspectos latentes de la mente.

Para los propósitos de nuestro estudio, podríamos considerar la mente dividida en tres partes, como se hace en psicología:
sentimiento, voluntad y razón, pero en vez de considerarlas, como hacen los psicólogos, como unidades separadas, las consideraremos como hacen los Cabalistas, esto es, como emanaciones sucesivas que resultan en un equilibrio.
Podríamos considerar el Sentimiento y la Razón como una polaridad y la voluntad kinética como el resultado de su unión. Pero esto no bastaría. De acuerdo con los principios Cabalísticos, una trinidad formada así debe resumirse en un cuarto principio en un plano inferior, antes de que pueda funcionar. Si el plano que consideramos es un plano inferior, entonces se resumirían en un cuerpo físico, el que les dará expresión en el plano de la materia bajo la forma de instinto. Pero si el plano en consideración es un plano superior, entonces se resumirían en esa facultad tan poco comprendida que se llama imaginación. El Poder Oculto surge solamente de esta síntesis sobre un plano superior y sólo de allí.
Tenemos pues, que considerar el proceso mediante el cual el Adepto en formación puede primeramente diseccionar estos factores separados de la coordinación general de su mente, purificándolos y concentrándolos, para poderlos resintetizar en una aspiración superior. Este es, por supuesto, el verdadero proceso alquímico La Gran Obra.

Suciedad ha sido definida como substancia colocada fuera de su sitio apropiado. Por lo tanto, la purificación consiste en tornar a su debido lugar todo cuanto haya sido desplazado, entremezclado o adulterado con aquello que es diferente. Así pues, si la emoción se intrusa en cualquier proceso intelectual, contamina y adultera sus resultados, porque los procesos intelectuales deben realizarse solamente en términos de la razón, para que puedan alcanzar ultérrimamente la verdad.
De ahí derivamos que como acto preliminar a todo proceso mental debemos adquirir tal dominio de las emociones que éstas no puedan funcionar involuntariamente. Ese dominio no se obtiene por el expediente comparativamente simple de la represión, sino por el proceso muchísimo más difícil de la sublimación, de manera que la fuerza generada por un estímulo externo, en vez de producir una reacción emotiva inmediata, que puede surgir donde no convenga, es dirigida hacia una reacción mucho más remota, descargándose inofensivamente en otro plano. De esta manera, una reacción inmediata de resentimiento, se transmuta en compasión y tiene su manifestación en forma de caridad.

Esta es la primera y más dura lección que el aspirante al Sendero tiene que aprender, pero una vez que la ha dominado completamente, el poder así adquirido puede aplicarse a vencer otras dificultades, porque el impulso del Sendero es acumulativo.
La siguiente tarea a la que tiene que aplicarse el neófito es la del adiestramiento y control de su voluntad.
Podría creerse que para algunas personas esta tarea es inútil y sin esperanza porque naturalmente son débiles de voluntad. Pero la voluntad no puede considerarse como un órgano separado de la mente, que pueda funcionar adecuada o inadecuadamente.
La voluntad no segrega fuerza como el hígado segrega bilis. La voluntad no es más que el poder de
concentrar las energías disponibles.
No importa cuán fuerte sea la voluntad de una persona; no puede llevar el cuerpo o la mente más allá de cierto punto. Tampoco importa cuán musculoso sea un hombre porque no podrá hacer nada con su entero poder, a menos que pueda concentrar su voluntad.
La voluntad fuerte es realmente la voluntad concentrada en un solo punto, como puede verse en el borrachón que es demasiado débil de voluntad para dedicarse al trabajo, pero que demuestra una tenacidad pasmosa para obtener alcohol de cualquier manera.

El secreto de una voluntad fuerte consiste, por lo tanto, en concentrarla sobre un solo objeto. Y esto sólo puede lograrse eliminando todos los demás objetos que puedan dividir la atención de la voluntad y disipar así sus energías. Por esta razón se dice que el sacrificio es el primer paso que se da en los Misterios, pues sólo sacrificando sin miramientos todos los intereses no concordantes es como puede obtenerse la unidad de propósito y por consiguiente el poder de la voluntad.

Podría argüirse que una persona que esté concentrada así será desequilibrada. Esta objeción es muy razonable y el iniciado supera esa dificultad mediante el uso del principio del ritmo. Dice que aunque el arco debe estar bien tirante para lanzar la flecha, si se mantiene siempre tirante pierde su elasticidad, de manera que tiene buen cuidado de aflojar y dejar en descanso su arco cuando no lo necesita. Sin embargo, el objeto del arco es ponerse en tensión y por lo tanto nunca abandona la cuerda.

En los primeros días de su entrenamiento, el iniciado pasa por una disciplina muy estricta, y cada vez que se aparta de la ley del Sendero, tropieza con un castigo inmediato y severísimo. No hay más que una senda para él y esa senda es tan estrecha como el filo de una espada y tan derecha como ese mismo filo.
Ningún ser humano le puede imponer jamás esta disciplina; su instructor, el Adepto bajo quien trabaja y hace su aprendizaje, hace cuanto está en su poder, mediante el ejemplo y el consejo, para evitar que cometa errores, pero no puede constreñirle como no puede evitar las consecuencias de la violación de una ley cósmica. La acción y la reacción son iguales y opuestas en el Sendero como en todas las demás situaciones, y el neófito tiene que recibir la reacción de las fuerzas que su propio pensamiento ponga en acción. Estas fuerzas lo elevan o lo hunden, según sea el caso. 

Una vez que se ha cruzado esta sección del Sendero, el camino se abre y el iniciado puede entonces volver a tomar las cosas que había abandonado en el altar del sacrificio que estaba ante la puerta misma y cuanto más pródigamente dotado esté, tanto más tendrá que traer a sus tareas. Sin embargo,
después de la disciplina del camino angosto y derecho, nunca más volverá a apegarse a las cosas externas como antes; siempre será el dueño de ellas, las usará cuando sea conveniente y jamás será obcecado por ellas, de tal manera que estando libre de las cosas, podrá usarlas y disfrutarlas, enriqueciendo su consciencia sin esclavitudes. Para ello es indispensable la disciplina preliminar, el cautiverio de la libertad.

El iniciado ya preparado viene a su trabajo con la capacidad de limpiar perfectamente el terreno a la voz de mando, para entrar en acción inmediatamente, sin tener que mirar a un costado u a otro para llegar a la meta. Después de haberlo logrado, pero no antes, hace un inventario de los destrozos y venda sus heridas y frecuentemente puede observarse que la velocidad y empuje de su carrera lo ha hecho atravesar esa senda casi sin lastimarse. En la vida real se verá que son muy pocas las personas u organizaciones humanas que pueden resistir el irresistible empuje de una voluntad disciplinada y que su triunfo no tiene nada de mágico. Sólo cuando se emplea el conocimiento de la Cosmogonía de los planos sutiles, empieza el verdadero trabajo oculto. Y únicamente cuando se utiliza la voluntad propia para dirigir fuerzas cósmicas es cuando aparece como una varita mágica de poder o como el cetro del mago.
Jamás se debe olvidar, al considerar estos asuntos, que esas fuerzas deben siempre ser dirigidas en obediencia estricta con las Leyes Cósmicas, pues de lo contrario la reacción retornará inmediatamente en círculo y destruirá al mago.

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