EL
ADIESTRAMIENTO DE LA MENTE
Dion Fortune
Dion Fortune
(Parte 2)
Sólo
al principio de la Evolución encontramos fuerzas que se mueven libremente, que
no han quedado todavía estereotipadas en
la forma, las que entonces pueden ser dirigidas y guiadas por la voluntad
humana y, por consiguiente, sólo al servicio de la Jerarquía por cuyo
intermedio Dios "guió a Arcturus con sus hijos", puede emplearse la
magia blanca. El neófito que sigue el Sendero usa los poderes de su voluntad
dedicada y disciplinada sobre sí mismo, no sobre la Naturaleza externa.
Llegamos ahora a la consideración del adiestramiento del intelecto mismo. Esta cuestión es muy discutida generalmente entre aquellos que buscan la Luz Interior, porque muchos de ellos son de un temperamento puramente místico, cuyo sendero es el de Bjakta Yoga, la senda o disciplina del amor. Estas personas no son adecuadas para el sendero oculto, donde las calificaciones intelectuales son esenciales.
Así ocurre que muchos llegan a ese Sendero sin el equipo necesario, salvo sus grandes ideales y aspiraciones y se lamentan amargamente acerca de las condiciones exigidas, condiciones que por temperamento no están en condiciones de cumplir. Y preguntan: ¿No es nuestra devoción y amor lo suficiente para llevarnos a Dios? Ciertamente, es bastante, si se contentan con el Sendero de la Devoción, pero no es bastante para el Sendero Oculto, que es el de la Inteligencia preparada e iluminada.
La mentalidad del iniciado tiene que estar muy bien preparada y adiestrada en la disciplina de la lógica y de la filosofía. Si carece de alguna de ellas, caerá en los más graves errores, porque siempre tomará la apariencia por la realidad. Contemplados metafísicamente, todos los planos de manifestación son diferentes tipos de existencia, y los cuerpos del hombre, sin exceptuar al físico, son diferentes modos de conciencia y diferentes tipos de organización de la energía. A menos que sepamos exactamente lo que es la conciencia y cómo se produce la captación o aprehensión, seremos incapaces de trasladar nuestra conciencia de un modo a otro. El proceso puede compararse con la manera en que, en el arte musical, se transpone una pieza de una clave a otra. El amateur que puede improvisar un poco, puede muy bien ser capaz de realizar semejante transposición. El gran error en que puede caer el psíquico es el de confundir los planos, pensando en términos de uno cuando en realidad está funcionando en otro. Así es como obtenemos semejantes conceptos antropomórficos de Dios o del Universo Invisible. Y para prevenirlo contra estos errores está delineada la disciplina mental del iniciado.
Sin embargo, por más verdaderos y claros que puedan ser nuestros conceptos metafísicos; por más claramente que reconozcamos el significado del cambio de modo de conciencia entre los planos, a menos que tengamos un control perfecto de nuestros pensamientos, no podremos impedir que una clase de conciencia fluya dentro de la zona de otra; causando así confusión. Todos sabemos, por amarga experiencia, qué difícil es mantener quietos y fijos nuestros pensamientos en la iglesia o en clase, impidiendo su divagación. Suponiendo que estuviéramos funcionando fuera de nuestro cuerpo, en el Mundo Astral y que nuestros pensamientos divagaran, nuestra posición en el espacio cambiaría
inmediatamente, metafóricamente hablando. Si estuviéramos pensando en la Magia Egipcia y nuestros pensamientos divagaran hacia la Magia Atlante, veríamos que inmediatamente habríamos cambiado tanto de continente como de centuria. A menos de estar seguros de poder mantener un pensamiento firmemente en la conciencia durante un tiempo considerable sin divagar, sería inútil para nosotros tratar de llevar a cabo ninguna operación de ocultismo práctico.
El neófito tiene, pues, que seguir un curso graduado de ejercicios mentales que tienen por objeto permitirle alcanzar un alto grado de concentración. Nadie es capaz de meditación oculta si no puede meditar en una estación de ferrocarril mientras espera su tren. Esto implica dos cosas: el poder de absorberse profundamente en la meditación, olvidándose por completo del medio físico circundante, y el poder de mantener simultáneamente cuenta del tiempo y volver a voluntad. Sin el segundo poder el primero es peligroso y desorganizado y es causa de tantas incoordinaciones que se notan en algunos ocultistas.
Se eleva la conciencia a un plano determinado inhibiendo todos los pensamientos y modos de conciencia que corresponden a todos los planos que se encuentran por debajo de él. Esto exige por supuesto, una concentración perfecta. Cuando el tren de asociación de ideas entre los diferentes planos queda completamente cortado, como cuando un actor se olvida súbitamente de su papel y se encuentra mudo en escena, la conciencia queda libre para funcionar fuera del cuerpo sobre el plano que haya elegido.
Pero enseguida nos vemos afrontados a otros problemas.
¿Cómo recapturaremos la conciencia una vez que la hemos dejado en libertad? No podemos ordenar su regreso por imperio de la voluntad, cuando ha tenido lugar una disociación completa, de la misma manera que el actor no puede ordenar a su lengua que proceda con su tarea. Tenemos que utilizar otro medio, y es el de poner el reloj despertador de la subconsciencia en la hora que queramos, lo que puede llamarse el sentido del tiempo. Esto, y solo esto, es lo que nos puede retrotraer al cuerpo, en la misma forma en que nos despertamos por la mañana. Todo el que se va a los planos internos sin establecer y fijar este sentido del tiempo, está corriendo riesgos indebidos y sus resultados pueden notarse con cierta frecuencia al ver el decaimiento o cambio de calibre que algunas veces ataca al estudiante de la ciencia esotérica, sea un místico o un ocultista; ha disociado su personalidad con el objeto de poder salir del cuerpo y entrar en los planos internos, y luego no le ha sido posible resintetizarla o restablecerla plenamente. Entonces se encuentra viviendo parcialmente en los mundos internos y no es completamente consciente de su medio físico circundante, como tampoco es capaz de emplear sus modos de pensamiento. Por lo tanto, para él un pensamiento es una cosa y un deseo su propia realización.
Finalmente, llegamos a la consideración del cuarto elemento en nuestra preparación
y adiestramiento mental; el
trabajo de la imaginación, la facultad de formar imágenes mentales; en otras
palabras, lo que forma las matrices astrales.Llegamos ahora a la consideración del adiestramiento del intelecto mismo. Esta cuestión es muy discutida generalmente entre aquellos que buscan la Luz Interior, porque muchos de ellos son de un temperamento puramente místico, cuyo sendero es el de Bjakta Yoga, la senda o disciplina del amor. Estas personas no son adecuadas para el sendero oculto, donde las calificaciones intelectuales son esenciales.
Así ocurre que muchos llegan a ese Sendero sin el equipo necesario, salvo sus grandes ideales y aspiraciones y se lamentan amargamente acerca de las condiciones exigidas, condiciones que por temperamento no están en condiciones de cumplir. Y preguntan: ¿No es nuestra devoción y amor lo suficiente para llevarnos a Dios? Ciertamente, es bastante, si se contentan con el Sendero de la Devoción, pero no es bastante para el Sendero Oculto, que es el de la Inteligencia preparada e iluminada.
La mentalidad del iniciado tiene que estar muy bien preparada y adiestrada en la disciplina de la lógica y de la filosofía. Si carece de alguna de ellas, caerá en los más graves errores, porque siempre tomará la apariencia por la realidad. Contemplados metafísicamente, todos los planos de manifestación son diferentes tipos de existencia, y los cuerpos del hombre, sin exceptuar al físico, son diferentes modos de conciencia y diferentes tipos de organización de la energía. A menos que sepamos exactamente lo que es la conciencia y cómo se produce la captación o aprehensión, seremos incapaces de trasladar nuestra conciencia de un modo a otro. El proceso puede compararse con la manera en que, en el arte musical, se transpone una pieza de una clave a otra. El amateur que puede improvisar un poco, puede muy bien ser capaz de realizar semejante transposición. El gran error en que puede caer el psíquico es el de confundir los planos, pensando en términos de uno cuando en realidad está funcionando en otro. Así es como obtenemos semejantes conceptos antropomórficos de Dios o del Universo Invisible. Y para prevenirlo contra estos errores está delineada la disciplina mental del iniciado.
Sin embargo, por más verdaderos y claros que puedan ser nuestros conceptos metafísicos; por más claramente que reconozcamos el significado del cambio de modo de conciencia entre los planos, a menos que tengamos un control perfecto de nuestros pensamientos, no podremos impedir que una clase de conciencia fluya dentro de la zona de otra; causando así confusión. Todos sabemos, por amarga experiencia, qué difícil es mantener quietos y fijos nuestros pensamientos en la iglesia o en clase, impidiendo su divagación. Suponiendo que estuviéramos funcionando fuera de nuestro cuerpo, en el Mundo Astral y que nuestros pensamientos divagaran, nuestra posición en el espacio cambiaría
inmediatamente, metafóricamente hablando. Si estuviéramos pensando en la Magia Egipcia y nuestros pensamientos divagaran hacia la Magia Atlante, veríamos que inmediatamente habríamos cambiado tanto de continente como de centuria. A menos de estar seguros de poder mantener un pensamiento firmemente en la conciencia durante un tiempo considerable sin divagar, sería inútil para nosotros tratar de llevar a cabo ninguna operación de ocultismo práctico.
El neófito tiene, pues, que seguir un curso graduado de ejercicios mentales que tienen por objeto permitirle alcanzar un alto grado de concentración. Nadie es capaz de meditación oculta si no puede meditar en una estación de ferrocarril mientras espera su tren. Esto implica dos cosas: el poder de absorberse profundamente en la meditación, olvidándose por completo del medio físico circundante, y el poder de mantener simultáneamente cuenta del tiempo y volver a voluntad. Sin el segundo poder el primero es peligroso y desorganizado y es causa de tantas incoordinaciones que se notan en algunos ocultistas.
Se eleva la conciencia a un plano determinado inhibiendo todos los pensamientos y modos de conciencia que corresponden a todos los planos que se encuentran por debajo de él. Esto exige por supuesto, una concentración perfecta. Cuando el tren de asociación de ideas entre los diferentes planos queda completamente cortado, como cuando un actor se olvida súbitamente de su papel y se encuentra mudo en escena, la conciencia queda libre para funcionar fuera del cuerpo sobre el plano que haya elegido.
Pero enseguida nos vemos afrontados a otros problemas.
¿Cómo recapturaremos la conciencia una vez que la hemos dejado en libertad? No podemos ordenar su regreso por imperio de la voluntad, cuando ha tenido lugar una disociación completa, de la misma manera que el actor no puede ordenar a su lengua que proceda con su tarea. Tenemos que utilizar otro medio, y es el de poner el reloj despertador de la subconsciencia en la hora que queramos, lo que puede llamarse el sentido del tiempo. Esto, y solo esto, es lo que nos puede retrotraer al cuerpo, en la misma forma en que nos despertamos por la mañana. Todo el que se va a los planos internos sin establecer y fijar este sentido del tiempo, está corriendo riesgos indebidos y sus resultados pueden notarse con cierta frecuencia al ver el decaimiento o cambio de calibre que algunas veces ataca al estudiante de la ciencia esotérica, sea un místico o un ocultista; ha disociado su personalidad con el objeto de poder salir del cuerpo y entrar en los planos internos, y luego no le ha sido posible resintetizarla o restablecerla plenamente. Entonces se encuentra viviendo parcialmente en los mundos internos y no es completamente consciente de su medio físico circundante, como tampoco es capaz de emplear sus modos de pensamiento. Por lo tanto, para él un pensamiento es una cosa y un deseo su propia realización.
Si el trabajo de los tres aspectos anteriores ha sido realizado debidamente, encontraremos muy pocas dificultades en sintetizarlas en el cuarto. El procedimiento en sí mismo no presenta problema alguno, siempre que el trabajo preliminar haya sido debidamente ejecutado. Nuestra única preocupación debe consistir en formar esos pensamientos de acuerdo con las Leyes Cósmicas, porque si nos desviamos de ellas en nuestras operaciones, serán o peligrosas o inútiles. Por esta razón el iniciado tiene que tener un conocimiento muy completo de la Cosmología Esotérica, porque tiene que trabajar y construir de acuerdo con las leyes del Cosmos, ya que él mismo, al intentar ese trabajo, se ha unido a las filas de los Arkones, Devas o Espíritus Constructores Solares, y la línea que separa a los Beni-Elojím (Elohim) de los Ángeles Caídos es muy angosta.
Vemos, pues, que el equipo del Adepto es bastante extenso y que nadie sino aquellos que comienzan con cierto grado de capacidad y aptitud naturales, que estén acostumbrados a la disciplina y al régimen, y que, además, estén dispuestos a trabajar y a trabajar para vivir, tienen probabilidades de lograr su objeto.
En cierta oportunidad nos dijo un Adepto, a cuyas órdenes tuvimos el privilegio de trabajar, que a menos que el hombre trabaje en Ocultismo como trabaja cuando quiere alcanzar las cimas de su respectiva profesión, nunca alcanzará su objetivo.
Existe un libro, que, sobre todos los demás, recomendaríamos a todo aspirante a la iniciación, y ese libro es el volumen pasado de moda y desdeñado del idealismo victoriano: "Ayúdate a ti mismo", de Samuel Smiles. Allí veréis como todos los grandes "pioneers" y precursores de la industria lucharon y trabajaron para lograr sus propósitos. Allí leeréis acerca de Pallissy, el gran alfarero, que quemaba los muebles de su casa para mantener encendido el horno, reduciéndose a la más miserable pobreza para recuperar los perdidos secretos del vidriado. Y también leeréis allí que muy pocos de esos seres humanos recibieron recompensa alguna en su vida, sino que murieron pobres y olvidados. Su recompensa consistía en el conocimiento de la obra bien realizada y en los secretos arrancados a la Naturaleza para enriquecer a la humanidad. Como Prometeo, habían traído el fuego del cielo y los buitres les comían el hígado por toda recompensa.
Y una vez que el estudiante haya meditado bien sobre todas estas cosas, entonces puede poner sus pies en el Sendero que conduce al Adeptado.
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