Blog para el estudio y la difusion de la Teosofia y algunos otros temas afines. Un espacio para los que no conformes con detenerse en el camino de la vida, avanzan sabiendo que los desafíos son grandes pero que no hay nada que temer.
domingo, 8 de septiembre de 2019
sábado, 13 de julio de 2019
LOS ESPIRITUS DE LA NATURALEZA. Charles W. Leadbeater. Parte IV
LOS ESPIRITUS DE LA NATURALEZA
Charles
W. Leadbeater
Parte
IV
En una sagrada montaña de Irlanda. -
Cosa extraña es que la altura sobre el nivel del mar parece influir
en la distribución geográfica de los espíritus de la naturaleza, pues los que moran en las montañas, rara vez se mezclan
con los del llano. Recuerdo que al subir a la montaña de Slievenamón,
una de las tradicionalmente sagradas de Irlanda, observé los definidos límites
de demarcación entre los distintos tipos. Las estribaciones y escotaduras inferiores, así como las
llanuras circundantes, estaban pobladas por una maligna y activísima variedad
roja y negra, que pulula en todo el este de Irlanda, atraída por los centros
magnéticos que hace cerca de dos mil años establecieron los sacerdotes magos de
la antigua raza milesia para asegurar y perpetuar su dominio sobre las
gentes, manteniéndolas bajo la influencia de la gran ilusión. Sin embargo, al cabo
de media hora de ascensión a la montaña, no vi ni uno de estos seres
rojinegros, sino que la falda estaba allí poblada por el apacible tipo azul
moreno que desde hace mucho tiempo debía especial vasallaje al Tuatha de
Danaan. También tienen éstos
su zona perfectamente deslindada, y ningún espíritu de la naturaleza de
cualquier otro tipo se atreve a penetrar en el espacio aledaño a la cumbre
consagrada a los poderosos devas de color verde que durante más de dos mil años
están allí custodiando uno de los centros de fuerza viva que eslabonan el
pasado con el futuro de la mística tierra de Erin. Estos devas aventajan
al hombre en estatura, y sus gigantes formas son del color de las nuevas hojas
primaverales, pero de indescriptible suavidad, refulgencia y brillo. Miran a
la tierra con sus admirables ojos que lucen cual estrellas, llenos de la paz de
quienes viven en lo eterno y esperando con la tranquilidad certeza que infunde
el conocimiento, la llegada del señalado tiempo.
Se advierte plenamente el poderío e importancia del aspecto
oculto de las cosas al contemplar semejante espectáculo. Pero, a decir verdad,
apenas está oculto, porque su influencia es tan poderosa y señalada, que aun
los menos sensitivos la advierten, y así se explica la
tradición irlandesa de que quien duerme una noche en la cima de la montaña
sagrada, al despertar por la mañana, es poeta o loco. Será poeta si logra
responder a la exaltación de todo su ser, ocasionada por el tremendo
magnetismo que influyó en él mientras dormía. Será loco, si no tuvo fuerzas
bastantes para soportar el estremecimiento.
Vida y muerte de las hadas. - La duración de la vida de las diversas clases de espíritus de la
naturaleza varía muchísimo. En algunos es muy
corta y en otros mucho más larga que la del hombre. El universal principio de
la reencarnación también prevalece en su existencia, aunque las condiciones
son algún tanto diferente.
No tienen
lo que nosotros llamamos nacimiento y desarrollo. El hada aparece en su mundo
completamente formada como los insectos. Vive poco o mucho sin apariencia de
fatiga ni necesidad de descanso y sin envejecer con los años. Pero llega tiempo
en que su energía se agota y se siente cansada de la vida.
Cuando esto
ocurre, su cuerpo se va volviendo más y más diáfano hasta convertirse en una
entidad astral que vive durante cierto tiempo en este mundo entre los espíritus
del aire, que representan para ella la inmediata etapa de evolución. Después de
la vida astral vuelve a su alma-grupo, en donde si está lo bastante adelantada
puede tener algo de existencia consciente antes de que la ley cíclica actúe una
vez más en el alma-grupo, despertando en el hada el deseo de separación. Entonces su
impulso dirige de nuevo hacia fuera la corriente de su energía, y aquel deseo,
obrando en las plásticas materias astral y etérea, materializa un cuerpo de
análogo tipo, a propósito, para expresar el adelanto logrado en la última vida. Por lo
tanto, el nacimiento y la muerte son mucho más sencillos para las hadas que
para los hombres, con la ventaja de que la muerte del hada está libre de todo
pensamiento de tristeza y temor. Verdaderamente su vida entera parece más
sencilla; es una existencia dichosa e irresponsable, como la de una cuadrilla
de felices niños rodeados de un ambiente por todo extremo favorable. Los espíritus de la naturaleza no tienen deseos ni conocen las
enfermedades ni la lucha por la existencia, de suerte que están exentos de las
más fecundas causas del sufrimiento humano. Tienen profundos afectos y son
capaces de contraer íntimas y duraderas amistades de que obtienen intenso e
imperecedero placer. Pueden sentir envidia y cólera, pero se desvanecen ante el
vivísimo deleite con que llevan a cabo las operaciones de la naturaleza que es
su más señalada característica.
Sus placeres. - Se gozan en la luz y resplandor del sol, aunque con el mismo
placer danzan a la luz de la luna. Participan de la satisfacción de la sedienta
tierra, de las flores y de los árboles al caer la lluvia, y también juguetean
igualmente dichosas con los copos de nieve. Gustan de
flotar perezosamente en la calma de una tarde de verano, y sin embargo también
se solazan con la violencia del viento.
No sólo
admiran con una vehemencia que pocos de nosotros pueden comprender la belleza
de un árbol o de una flor,
la delicadeza
de sus matices o la gracia de su forma, sino que toman vivísimo interés y
sienten hondo deleite en todos los procesos de la naturaleza, en la circulación
de la savia, el brote de los renuevos y el nacimiento y caída de las hojas. Por supuesto que de esta característica se aprovechan los
grandes Seres que presiden la evolución, valiéndose de los espíritus de la
naturaleza para ayudar a la combinación de los colores y al arreglo de las
variedades. Además, atienden cuidadosamente a la vida de las aves e
insectos, a la empolladura de los huevos ya la eclosión de las crisálidas,
así como se complacen en vigilar los retozos y jugueteos de los cervatos,
corderillos, ardillas y lebratillos.
Otra ventaja inestimable de la evolución etérea es que no necesitan
alimentar sus cuerpos por medio de la comida y bebida, sino que el cuerpo del
hada absorbe del éter circundante sin esfuerzo, fatiga ni tasa cuanta materia
necesita la nutrición de su cuerpo.
En rigor no cabe decir que absorbe materia etérea sino más bien
que continuamente se efectúa un intercambio de partículas, desasimilándose las
desgastadas por haber consumido su energía y asimilándose otras plenamente
dinamizadas.
Aunque los
espíritus de la naturaleza no comen, la fragancia de las flores los deleita en
grado análogo al placer que los hombres experimentan al saborear los manjares.
El aroma es para ellos algo más que un halago del olfato o del gusto, pues se
bañan en él hasta empapar todo su cuerpo. Lo que en ellos
desempeña funciones de sistema nervioso es mucho más delicado que el nuestro.
Perciben grandísimo número de vibraciones que escapan a nuestros groseros
sentidos y así notan el olor de no pocas plantas y minerales que a nosotros
nos parecen inodoros. No tienen estructura
interna, pues sus cuerpos son como neblina, y por lo tanto no es posible
desmembrarlos ni herirlos ni les afecta penosamente el calor ni el frío. Así hay una
variedad de hadas que parecen preferir a toda otra cosa el bañarse en el fuego. Cuando estalla
un incendio acuden presurosas de todas partes y se deslizan con salvaje
deleite entre las oscilantes llamas como los muchachos en el declive de un
tobogán. Estas hadas son los espíritus
del fuego o salamandras de la literatura medieval.
Los espíritus
de la naturaleza sólo pueden sentir dolor corpóreo a consecuencia de una
desagradable o inarmónica emanación o vibración, pero les cabe evitarlas por
la facultad que tienen de trasladarse celérrimamente de un punto a otro. Según se
infiere de las observaciones hechas hasta ahora, las
hadas están del todo libres de la maldición del miedo, tan prevaleciente en
la vida del reino animal, que en nuestra línea de evolución es correlativo del
reino de las hadas en la evolución etérea.
LOS ESPIRITUS DE LA NATURALEZA. Charles W. Leadbeater. Parte III
LOS
ESPIRITUS DE LA NATURALEZA
Charles W. Leadbeater
Parte III
Tipos étnicos. Los tipos
predominantes en las diferentes partes del mundo se distinguen fácilmente y
son en cierto modo característicos. Pero ¿no puede provenir esta
distinción de la persistente influencia de las hadas, que en el transcurso de
los siglos han modelado a los hombres, animales y plantas de su vecindad, de
suerte que el hada estableció las formas a que inconscientemente se adaptaron
los demás reinos?
Por ejemplo, no puede darse
más señalado contraste que el que existe entre
las vivarachas y juguetonas muñequitas de color anaranjado y
púrpura, o escarlata y oro, que bailotean por las viñas de Sicilia,
y las discretas criaturas verdigrises que se pasean gravemente
por los juncales de Bretaña
o las bondadosas hadas aurimorenas que frecuentan las montañas de
Escocia.
En
Inglaterra es más común la variedad verde esmeralda, que también he visto en
los bosques de Francia y Bélgica, en el Estado norteamericano de Massachussets
y en las orillas del Niágara. Las vastas llanuras del país de los dakotas
están habitadas por una variedad blanca y negra, que no he visto en ninguna
otra parte, y
California disfruta de otra variedad muy linda, blanca y oro, que también parece
ser única. La especie más común de Australia
es muy característica por su admirable y luminoso color azul celeste; pero hay
mucha diferencia entre las hadas de Nueva Gales del Sur y Victoria y las de la
tropical Tierra de la Reina. Las de este último país se parecen mucho a las de
las Indias holandesas. La isla de Java es muy prolífica en estas graciosas
criaturas, de las que hay dos distintas variedades, ambas monocromáticas: una
color añil con débiles reflejos metálicos, y otra en que aparece toda la gama
del amarillo. Son extrañas, pero simpáticas.
Una sorprendente variedad local está fastuosamente
exornada con alternas rayas verdes y amarillas como una chaqueta deportiva.
Esta variedad listada es tal vez peculiar de aquella parte del rojo y amarillo
en la península de Malaca, y verde y blanco al otro lado de los Estrechos, en
Sumatra. Esta gran isla también disfruta de la posesión de una variedad de
hadas de un lindo color de helio tropo pálido, que anteriormente sólo había
visto yo en las colinas de Ceilán. La
especie habitante en Nueva Zelandia es de azul intenso con motas de plata, mientras
que en las islas del mar del Sur se encuentran una variedad de color argentino
irisado como una madreperla. En la India
hallamos hadas de diversas especies, desde las de color rosado y verde pálido o
azul claro y amarillo-verdoso de las montañas del país, hasta las
entremezcladas de soberbios colores, casi chillones por su intensidad, que
moran en las llanuras. En algunas partes de este maravilloso país, he visto la
variedad negro y oro, que es más común en los desiertos africanos, y también
otra cuyos individuos parecen estatuitas de refulgente metal carmesí, semejante
al latón de los atlantes. Algo parecida a esta última es una curiosa variedad que
parece como fundida de bronce bruñido. Habita en la vecindad de los volcanes
activos, pues los únicos parajes en donde se la ha visto son las estribaciones
del Vesubio y del Etna, en el interior de lava, las islas Sandwich, el Parque
Yellowstone del norte de los Estados Unidos, y en cierta comarca septentrional
de Nueva Zelanda. Varios indicios dan a entender que esta variedad es una
supervivencia de un tipo primitivo, y representa una especie de eslabón de
tránsito entre el gnomo y el hada. En algunos casos, comarcas contiguas resultan estar
habitadas por muy distintas clases de espíritus de la naturaleza. Por ejemplo,
según ya dijimos, los gnomos de color verde esmeralda son comunes en Bélgica, y,
sin embargo, a 160 kilómetros de distancia, en Holanda, apenas se ve ni uno de
ellos. En cambio, hay una variedad de soberbio color de púrpura oscuro.
miércoles, 10 de julio de 2019
LOS ESPIRITUS DE LA NATURALEZA Charles W. Leadbeater. Parte II
LOS ESPIRITUS DE LA NATURALEZA
Parte II
Solapaciones. - El
trámite de la oleada de vida de uno a otro reino no se efectúa en rigurosa
continuidad, sino que se nota mucha latitud en la variedad, y así quedan no
pocos huecos o solapaciones entre los reinos. Esto se ve más claramente en nuestra línea de evolución, porque
la vida que llega a los niveles superiores del reino vegetal no pasa nunca a
los inferiores del animal, sino que, por el contrario, entra en éste por etapas
bastante adelantadas.
Así, por ejemplo, la vida que
anima un robusto árbol forestal no descenderá jamás a animar un enjambre de
mosquitos, ni siquiera una familia de roedores o de rumiantes. Estas formas
animales están animadas por la porción de oleada de vida que salió del reino
vegetal en el nivel de la dalia o del diente de león. En todo caso se ha
de recorrer la escala evolutiva; pero parece como si la parte delantera de un
reino fuese paralela a la zaguera del reino inmediatamente superior, de suerte
que el tránsito de uno a otro se puede efectuar por distintos niveles según los
casos. La corriente de vida que entra en el reino humano esquiva por
completo las etapas inferiores del reino animal; esto, es que la vida que ha
de alcanzar el reino humano nunca se manifiesta en forma de insectos ni
reptiles. Antiguamente entró en el reino animal por el nivel de los
enormes saurios antediluvianos; pero ahora pasa directamente de las superiores
formas vegetales a la de los mamíferos. De la propia suerte, cuando se individualizan
los más adelantados animales domésticos, no han de humanizarse necesariamente
por vez primera en la forma de primitivos salvajes.
El siguiente diagrama muestra en ordenación sinóptica algunas
de estas líneas evolutivas, aunque en modo alguno las contiene todas, pues sin
duda hay otras no observadas todavía, con multitud de maneras de pasar de una a
otra por distintos niveles. Así es que el diagrama se contrae a un amplio
bosquejo del plan.
Según se infiere del diagrama, en la última etapa convergen
todas las líneas de evolución, o por lo menos para nuestra ensombrecida vista
no hay distinción entre la gloria de los altísimos seres, aunque acaso si
fuese mayor nuestro conocimiento podríamos completar el diagrama. De todos modos, sabemos que, así como el reino humano está el
grandioso reino de los ángeles o devas, y que la entrada en este reino es una
de las siete puertas que se abren ante los pasos del Adepto.
Este mismo reino de los devas es la etapa superior de la
evolución de los espíritus de la naturaleza, aunque en esto vemos otro ejemplo
de los saltos o solapaciones a que antes aludimos,
porque el Adepto
entra en el reino dévico por la cuarta etapa,
sin pasar por las tres inferiores, mientras que el espíritu de
la naturaleza entra en el reino dévico por la primera etapa, o sea la de los
devas inferiores.
Al entrar en el
reino dévico recibe el espíritu de la naturaleza la divina chispa de la tercera
oleada de vida y logra así la individualidad, como
la logra el animal cuando entra en el reino humano. Además, de la propia
suerte que el animal sólo puede individualizarse poniéndose en contacto con el
hombre, análogamente el espíritu de la naturaleza, para lograr la
individualización, ha de ponerse en contacto con el ángel, servirle de ayudante
y trabajar para complacerle, hasta que aprenda a trabajar como los ángeles.
En rigor, los más
adelantados espíritus de la naturaleza no son seres humanos etéreos o astrales,
porque todavía no están individualizados, pero son algo más que un animal
etéreo o astral, pues su grado de inteligencia es muy superior al de los
animales, y en muchos puntos igual al del común de la humanidad.
Por otra parte, los espíritus de la naturaleza de orden ínfimo
tienen limitadísima inteligencia, por el estilo de la de los pájaros-moscas,
mariposas o abejas a que tanto se parecen. Según se ve en el
diagrama, los espíritus de la naturaleza abarcan un amplio segmento del arco de
evolución, incluyendo etapas correlativas con todas las de los reinos
vegetales, animal y humano, hasta casi en la que hoy está nuestra raza. Algunos tipos
inferiores de espíritus de la naturaleza no tienen nada de estéticos; pero
también ocurre lo mismo con las especies inferiores de reptiles de insectos. Hay tribus de
espíritus de la naturaleza, no desarrollados todavía, de gustos groseros, y,
por lo tanto, su aspecto está en correspondencia con su etapa de evolución. Las
informes masas con enormes y rojas fauces que viven en las nauseabundas
emanaciones etéreas de la sangre y del pescado podrido, son tan horribles a la
vista como a la sensación de toda persona de mente pura. Igualmente,
repulsivas son las entidades rojinegras, semejantes a crustáceos rapaces, que
planean sobre los lupanares, y los monstruos parecidos al octopus que apetecen
regodearse en los vapores alcohólicos de las orgías y festines del beodo. Sin embargo, por muy repugnantes que sean estas arpías, no son
dañinas de por sí ni se pondrán en contacto con el hombre, a menos que se
degrade al nivel de ellas esclavizándose a sus bajas pasiones. Tan sólo los
espíritus de la naturaleza de estas especies inferiores y repulsivas se acercan
voluntariamente al hombre vulgar. Otras de la misma
clase, pero algo menos materiales, se gozan en bañarse en las groseras
vibraciones levantadas por la cólera, avaricia, crueldad, envidia, celos y
odio.
Quienes cedan a estos
innobles sentimientos, se exponen a estar constantemente rodeados por las
corroñosas coluvies del mundo astral, que unos a otros se atropellan con
tétricas ansias de antesaborear un arrebato pasional, y en su ceguera hacen
cuanto pueden para provocarlo o intensificarlo. Apenas cabe creer que tan horrorosas
entidades pertenezcan al mismo reino que los simpáticos y jubilosos espíritus
de la naturaleza que vamos a describir.
Hadas.
- Es el tipo mejor conocido
por el hombre. Las hadas viven normalmente en la superficie de las tierras,
aunque como su cuerpo es etéreo, pueden atravesar a voluntad la corteza
terrestre.
Sus formas son muchas y variadas, pero generalmente tienen
forma humana de tamaño diminuto, con alguna grotesca exageración de tal o cual
parte del cuerpo.
Como quiera que la materia etérea es plástica y fácilmente
modelable por el poder del pensamiento, son capaces de asumir cualquier aspecto
que les plazca, si bien tienen de por sí formas peculiares que llevan cuando no
necesitan tomar otras con determinado propósito y no ejercen su voluntad para
transmutarlas.
También tienen colores propios que distinguen unas especies de
otras, así como se distinguen las aves por el plumaje.
Hay un inmenso número de razas de hadas cuyos individuos
difieren en inteligencia y aptitudes, lo mismo que ocurre entre los hombres. Análogamente a los
seres humanos, cada raza mora en distinto país y a veces en diferentes comarcas
de un mismo país, y los individuos de cada raza propenden generalmente a
mantenerse en vecindad como sucede en los hombres de una nación. Están distribuidas las
hadas por la superficie de la tierra tan diversamente cual los demás reinos de
la naturaleza. Como las aves, de las que algunas de ellas proceden, hay
variedades exclusivas de un país; otras que son comunes en un país y raras en
otro, al paso que algunas se encuentran en todas partes. También como las aves, las hadas de más vivos y brillantes
colores moran en los trópicos.
jueves, 4 de julio de 2019
LOS ESPIRITUS DE LA NATURALEZA. Charles W. Leadbeater. Parte 1
LOS ESPIRITUS DE LA NATURALEZA
Charles W. Leadbeater
Parte 1
UNA EVOLUCION APARTE
Aunque con ciertas restricciones, ejercen gran
influencia los espíritus de la naturaleza a quienes debemos considerar como
los habitantes autóctonos de la tierra, expulsados
de diversas partes de ella por la invasión del hombre, análogamente a lo
ocurrido con los animales salvajes. De la propia suerte que éstos, los
espíritus de la naturaleza, evitan por completo las ciudades populosas y todo
lugar en que se reúnen muchedumbres humanas, por lo que allí apenas se nota su
influencia. Pero en los tranquilos parajes rurales, en bosques y campos, en
las montañas y en alta mar, están siempre presentes los espíritus de la
naturaleza, su influencia es poderosa y omnipenetrante, de la propia manera que
el perfume de la violeta embalsama el ambiente, aunque se oculte entre la
hierba.
Los espíritus de la naturaleza constituyen una evolución aparte,
completamente distinta hoy por hoy de la evolución humana.
Todos estamos familiarizados con la trayectoria de la segunda
Oleada de Vida a través de los tres reinos elementales hasta llegar al
mineral, del que asciende por el vegetal y el animal para alcanzar la
individualidad en el nivel humano. También sabemos que una vez lograda esta individualización, el
progreso de la humanidad nos lleva gradualmente a las etapas del Sendero y
después en progresión ascendente al Adepto y a las gloriosas posibilidades de
un más allá. Esta es nuestra línea
de desenvolvimiento, pero no hemos de incurrir en el error de creer que es la
única. Aun en este
nuestro mundo, la vida divina fluye impelentemente por diversas corrientes, de
las cuales la nuestra es tan sólo una, y en modo alguno la más importante en
orden. Comprenderemos esto
mejor, recordando que la humanidad en su manifestación física ocupa solamente
una pequeña parte de la superficie terrestre, mientras que hay entidades
situadas en el correspondiente nivel de otras líneas de evolución, que no sólo
pueblan la tierra más densamente que el hombre, sino que además moran en la
dilatadísima planicie del mar y los campos del aire.
Líneas de evolución. - En
la presente etapa, vemos que las diversas corrientes a que hemos aludido fluyen
paralelamente, aunque por de pronto de todo punto distintas.
Por ejemplo,
los espíritus de la naturaleza no han sido ni serán nunca
individuos de una humanidad como la nuestra; y, sin embargo, la vida que en
ellos mora dimana del mismo Logos solar de que dimana la nuestra y a El volverá
como la nuestra.
Hasta llegar al
nivel mineral, las corrientes pueden considerarse paralelas; pero tan pronto
como al trasponer el punto de conversión suben por el arco ascendente, aparece
la divergencia.
La etapa mineral es, por supuesto, aquella en que la vida está
más profundamente sumida en la materia física; pero si bien algunas corrientes retienen formas físicas en
las diversas etapas ulteriores de su desenvolvimiento, haciéndolas según adelantan
más a propósito para la manifestación de su vida interna, hay otras corrientes
que desde luego desechan la materia densa y durante el resto de su
desenvolvimiento en este mundo usan cuerpos constituidos exclusivamente por
materia etérea.
Así una de dichas corrientes o colectividad de entidades, luego
de pasar por la etapa mineral, no se transporta al reino vegetal, sino que toma
vehículos de materia etérea para morar en el interior de la corteza terrestre
y en el seno de las compactas rocas.
Muchos estudiantes no aciertan a comprender como es posible que
haya seres vivientes que moren en el seno de las rocas o en el interior de la
corteza terrestre. Sin embargo, los seres
dotados de vehículos etéreos no tropiezan con la más leve dificultad para
moverse, ver y oír en la masa de la roca, porque la materia física sólida es su
natural ambiente y su peculiar habitación, la única a que están acostumbrados
y en la que se encuentran como en su propia casa.
No es fácil formar exacto concepto de estos vagos seres inferiores
que actúan en amorfos vehículos etéreos; pero poco a poco van evolucionando
hasta llegar a una etapa en que, si bien habitan todavía en el seno de las
rocas compactas, se acercan más a la superficie de la tierra, en vez de retirarse
a lo más hondo de la corteza;
y los más evolucionados de
entre ellos son capaces de mostrarse eventualmente al aire libre durante un
corto tiempo. A estos seres se les ha visto y más frecuentemente oído en las
cavernas y minas.
La literatura medieval les dio el nombre de gnomos. En las condiciones ordinarias no es visible a los ojos físicos
la etérea materia de sus cuerpos, por lo que cuando se muestran visiblemente es
porque o se han revestido de un velo de materia física, o quien los ve ha
excitado su perceptibilidad sensoria hasta el punto de afectarle las ondas
vibratorias de los éteres superiores y ver así lo que normalmente no percibe. No es rara ni difícil de lograr la temporánea excitación de la
facultad visual que se necesita para percibir a los espíritus de la naturaleza; y, por otra parte, la materialización es cosa fácil para seres
situados muy cerca de los límites de la visibilidad. Así es que se les
podría ver con mayor frecuencia de la que se ve, a no ser por su arraigada
repugnancia a la vecindad de los hombres.
En la siguiente etapa de su evolución se convierten en hadas, que
suelen morar como nosotros en la superficie de la tierra, aunque todavía con
cuerpo etéreo. Después de esta etapa pasan a ser espíritus aéreos en el reino de
los devas o ángeles,
según explicaremos más adelante.
La oleada de vida en el reino mineral no sólo se manifiesta por
medio de las rocas que constituyen la corteza terrestre, sino también por medio
de las aguas oceánicas; y así como las rocas dejan pasar a través de ellas las
inferiores formas etéreas, todavía desconocidas para el hombre, que moran en
el interior del globo terráqueo, asimismo las aguas dan paso a otras
inferiores formas etéreas que tienen su morada en las profundidades del mar.
En este caso, también la siguiente etapa de evolución nos ofrece
formas más definidas, aunque todavía etéreas, que moran entre dos aguas y muy
raras veces se muestran en la superficie. La tercera etapa (correspondiente
a la de las hadas en los espíritus terrestres) nos da la enorme hueste de
espíritus acuáticos que con su juguetona vida pueblan las dilatadas llanuras
del océano.
Las entidades que siguen estas líneas de evolución, toman
cuerpos de materia exclusivamente etérea y no entran en los reinos vegetal,
animal y humano; pero hay otros espíritus de la naturaleza que antes de su
diversión pasan por los reinos vegetal y animal.
Así en el océano hay
una corriente de vida cuyas nómadas, al salir del reino mineral, entran en el
vegetal en forma de algas, y luego pasan por los corales, esponjas y los enormes cefalópodos de entre dos aguas,
para después emparentar con los peces y convertirse más
tarde en espíritus acuáticos.
Estas entidades conservan el denso vehículo físico hasta muy
alto nivel; y de la propia manera observamos que las hadas terrestres no sólo
proceden de las filas de los gnomos, sino también de las capas inferiores del
reino animal, pues hay una línea de evolución
que roza ligeramente el reino vegetal en forma de hongos, y después pasa por las bacterias y animálculos (microorganismos) de diversas especies a los insectos y reptiles, para ascender al hermoso orden zoológico de las aves,
de donde al cabo de muchas encarnaciones ornitológicas entra en la todavía más
bella comunidad de las hadas. Hay otra línea de evolución que proviene del reino vegetal,
donde asume la forma de hierbas
y gramíneas, y después toma en
el reino animal la de hormigas
y abejas, hasta convertirse
por fin en seres etéreos que, análogos a las abejas, zumban y revolotean en
torno de plantas y flores, en la producción de cuyas numerosas variedades
influyen notablemente hasta el punto de servir de auxilio sus funciones para la
especialización y cultivo de los vegetales.
Sin embargo, conviene distinguirlos cuidadosamente para evitar
confusiones. Los diminutos seres
que cuidan de las flores, pueden dividirse en dos grandes clases con numerosas
variedades en ambas.
La primera clase son los
elementos propiamente dichos, porque no obstante su belleza, son tan sólo
formas mentales y en modo alguno seres vivientes. Más bien cupiera decir que son criaturas de vida temporánea,
pues si bien activísimos y muy atareados durante su corta vida, no reencarnan
ni evolucionan, y una vez terminada su obra se desintegran y disuelven en la
atmósfera circundante, lo mismo que les sucede a nuestras formas mentales.
Son formas mentales de los ángeles o devas encargados de la evolución
del reino vegetal. Cuando a uno de estos devas se le ocurre una nueva idea
relacionada con alguna de las especies de plantas confiadas a su cuidado, emite
una forma mental con el determinado propósito de realizar dicha idea. Generalmente la
forma de su pensamiento es un modelo etéreo de la planta en cuestión, o bien
una diminuta criatura que ronda por la planta mientras se forman los capullos y
va gradualmente dándoles la configuración y colores que el deva ideó para la
flor. Pero tan luego como
la planta adquiere su completo crecimiento o se explaya la flor, termina la tarea
del elemental, quien, según hemos dicho, se desvanece entonces extinguido ya su
poder, porque la única alma que lo animaba era la voluntad de realizar la
tarea terminada.
Sin embargo, se ven en
torno de las flores otros diminutos seres, verdaderos
espíritus de la naturaleza, de los que hay muchas variedades. Una de las más comunes tiene forma parecida a la
de los pájaros-moscas y se les suele ver zumbando en rededor de las flores
a modo de abejas.
Estas menudas y hermosas criaturas no serán nunca humanas por que no siguen nuestra línea de evolución. La vida que los
anima ha pasado por hierbas y gramíneas tales como la cebada y el trigo en el
reino vegetal y por las hormigas y abejas en el reino animal, hasta alcanzar la
etapa de diminutos espíritus de la naturaleza, que más tarde se convertirán en
las hermosas hadas de cuerpos etéreos, que viven en la superficie de la
tierra. Posteriormente serán salamandras o espíritus del fuego, y luego
se convertirán en sílfides o espíritus del aire, con cuerpos astrales en vez de
etéreos, para pasar por último al reino de los devas.
sábado, 2 de marzo de 2019
Versos Áureos. Pitágoras
Versos
Áureos
Pitágoras
Honra,
en primer lugar,
y
venera a los dioses inmortales,
a
cada uno de acuerdo a su rango.
Respeta
luego el juramento,
y
reverencia a los héroes ilustres,
y
también a los genios subterráneos:
cumplirás
así lo que las leyes mandan.
Honra
luego a tus padres
y a
tus parientes de sangre.
Y de
los demás, hazte amigo
del
que descuella en virtud.
Cede
a las palabras gentiles
y no
te opongas a los actos provechosos.
No
guardes rencor
al
amigo por una falta leve.
Estas
cosas hazlas
en
la medida de tus fuerzas,
pues
lo posible se encuentra
junto
a lo necesario.
Compenétrate
en cumplir
estos
preceptos,
pero
atente a dominar
ante
todo las necesidades
de
tu estómago y de tu sueño,
después
los arranques
de
tus apetitos y de tu ira.
No
cometas nunca
una
acción vergonzosa,
Ni
con nadie, ni a solas:
Por
encima de todo,
respétate
a ti mismo.
Seguidamente
ejércete
en
practicar la justicia,
en
palabras y en obras,
Aprende
a no comportarte
sin
razón jamás.
Y
sabiendo que morir
es
la ley fatal para todos,
que
las riquezas,
unas
veces te plazca ganarlas
y
otras te plazca perderlas.
De
los sufrimientos que caben
a
los mortales por divino designio,
la
parte que a ti corresponde,
sopórtala
sin indignación;
pero
es legítimo que le busques remedio
en
la medida de tus fuerzas;
porque
no son tantas las desgracias
que
caen sobre los hombres buenos.
Muchas
son las voces,
unas
indignas, otras nobles,
que
vienen a herir el oído:
Que
no te turben ni tampoco
te
vuelvas para no oírla s.
Cuando
oigas una mentira,
sopórtalo
con calma.
Pero
lo que ahora voy a decirte
es
preciso que lo cumplas siempre:
Que
nadie, por sus dichos o por sus actos,
te
conmueva para que hagas o digas
nada
que no sea lo mejor para ti.
Reflexiona
antes de obrar
para
no cometer tonterías:
Obrar
y hablar sin discernimiento
es
de pobres gentes.
Tú
en cambio siempre harás
lo
que no pueda dañarte.
No
entres en asuntos que ignoras,
mas
aprende lo que es necesario:
tal
es la norma de una vida agradable.
Tampoco
descuides tu salud,
ten
moderación en el comer o el beber,
y en
la ejercitación del cuerpo.
Por
moderación entiendo
lo
que no te haga daño.
Acostúmbrate
a una vida sana sin molicie,
y
guárdate de lo que pueda atraer la envidia.
No
seas disipado en tus gastos
como
hacen los que ignoran
lo
que es honradez,
pero
no por ello
dejes
de ser generoso:
nada
hay mejor
que
la mesura en todas las cosas.
Haz
pues lo que no te dañe,
y
reflexiona antes de actuar.
Y no
dejes que el dulce sueño
se
apodere de tus lánguidos ojos
sin
antes haber repasado
lo
que has hecho en el día:
"¿En
qué he fallado? ¿Qué he hecho?
¿Qué
deber he dejado de cumplir?"
Comienza
del comienzo
y
recórrelo todo,
y
repróchate los errores
y
alégrente los aciertos.
Esto
es lo que hay que hacer.
Estas
cosas que hay
que
empeñarse en practicar,
Estas
cosas hay que amar.
Por
ellas ingresarás
en
la divina senda de la perfección.
¡Por
quien trasmitió a nuestro
entendimiento
la Tetratkis
la
fuente de la perenne naturaleza.
¡Adelante
pues!
ponte
al trabajo,
no
sin antes rogar
a
los dioses que lo conduzcan
a la
perfección.
Si
observares estas cosas
conocerás
el orden
que
reina entre los dioses inmortales
y
los hombres mortales,
en
qué se separan las cosas
y en
qué se unen.
Y
sabrás, como es justo
que
la naturaleza es una
y la
misma en todas partes,
para
que no esperes
lo
que no hay que esperar,
ni
nada quede oculto a tus ojos.
Conocerás
a los hombres,
víctimas
de los males
que
ellos mismos se imponen,
ciegos
a los bienes
que
les rodean,
que
no oyen ni ven:
son
pocos los que saben
librarse
de la desgracia.
Tal
es el destino
que
estorba el espíritu
de
los mortales,
como
cuentas infantiles
ruedan
de un lado a otro,
oprimidos
por males innumerables:
porque
sin advertirlo
los
castiga la Discordia,
su
natural y triste compañera,
a la
que no hay que provocar,
sino
cederle el paso
y
huir de ella.
¡Oh
padre Zeus!
¡De
cuántos males
no
librarías a los hombres
si
tan sólo les hicieras
ver
a qué demonio obedecen!
Pero
para ti, ten confianza,
porque
de una divina raza
están
hechos los seres humanos,
y
hay también la sagrada naturaleza
que
les muestra
y
les descubre todas las cosas.
De
todo lo cual,
si
tomas lo que te pertenece,
observarás
mis mandamientos,
que
serán tu remedio,
y
librarán tu alma
de
tales males.
Abstente
en los alimentos como dijimos,
sea
para las purificaciones,
sea
para la liberación del alma,
juzga
y reflexiona
de
todas las cosas y de cada una,
alzando
alto tu mente,
que
es la mejor de tus guías.
Si
descuidas tu cuerpo para volar
hasta
los libres orbes del éter,
serás
un dios inmortal, incorruptible,
ya no sujeto a la muerte.
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