LOS
ESPIRITUS DE LA NATURALEZA
Charles W. Leadbeater
Parte III
Tipos étnicos. Los tipos
predominantes en las diferentes partes del mundo se distinguen fácilmente y
son en cierto modo característicos. Pero ¿no puede provenir esta
distinción de la persistente influencia de las hadas, que en el transcurso de
los siglos han modelado a los hombres, animales y plantas de su vecindad, de
suerte que el hada estableció las formas a que inconscientemente se adaptaron
los demás reinos?
Por ejemplo, no puede darse
más señalado contraste que el que existe entre
las vivarachas y juguetonas muñequitas de color anaranjado y
púrpura, o escarlata y oro, que bailotean por las viñas de Sicilia,
y las discretas criaturas verdigrises que se pasean gravemente
por los juncales de Bretaña
o las bondadosas hadas aurimorenas que frecuentan las montañas de
Escocia.
En
Inglaterra es más común la variedad verde esmeralda, que también he visto en
los bosques de Francia y Bélgica, en el Estado norteamericano de Massachussets
y en las orillas del Niágara. Las vastas llanuras del país de los dakotas
están habitadas por una variedad blanca y negra, que no he visto en ninguna
otra parte, y
California disfruta de otra variedad muy linda, blanca y oro, que también parece
ser única. La especie más común de Australia
es muy característica por su admirable y luminoso color azul celeste; pero hay
mucha diferencia entre las hadas de Nueva Gales del Sur y Victoria y las de la
tropical Tierra de la Reina. Las de este último país se parecen mucho a las de
las Indias holandesas. La isla de Java es muy prolífica en estas graciosas
criaturas, de las que hay dos distintas variedades, ambas monocromáticas: una
color añil con débiles reflejos metálicos, y otra en que aparece toda la gama
del amarillo. Son extrañas, pero simpáticas.
Una sorprendente variedad local está fastuosamente
exornada con alternas rayas verdes y amarillas como una chaqueta deportiva.
Esta variedad listada es tal vez peculiar de aquella parte del rojo y amarillo
en la península de Malaca, y verde y blanco al otro lado de los Estrechos, en
Sumatra. Esta gran isla también disfruta de la posesión de una variedad de
hadas de un lindo color de helio tropo pálido, que anteriormente sólo había
visto yo en las colinas de Ceilán. La
especie habitante en Nueva Zelandia es de azul intenso con motas de plata, mientras
que en las islas del mar del Sur se encuentran una variedad de color argentino
irisado como una madreperla. En la India
hallamos hadas de diversas especies, desde las de color rosado y verde pálido o
azul claro y amarillo-verdoso de las montañas del país, hasta las
entremezcladas de soberbios colores, casi chillones por su intensidad, que
moran en las llanuras. En algunas partes de este maravilloso país, he visto la
variedad negro y oro, que es más común en los desiertos africanos, y también
otra cuyos individuos parecen estatuitas de refulgente metal carmesí, semejante
al latón de los atlantes. Algo parecida a esta última es una curiosa variedad que
parece como fundida de bronce bruñido. Habita en la vecindad de los volcanes
activos, pues los únicos parajes en donde se la ha visto son las estribaciones
del Vesubio y del Etna, en el interior de lava, las islas Sandwich, el Parque
Yellowstone del norte de los Estados Unidos, y en cierta comarca septentrional
de Nueva Zelanda. Varios indicios dan a entender que esta variedad es una
supervivencia de un tipo primitivo, y representa una especie de eslabón de
tránsito entre el gnomo y el hada. En algunos casos, comarcas contiguas resultan estar
habitadas por muy distintas clases de espíritus de la naturaleza. Por ejemplo,
según ya dijimos, los gnomos de color verde esmeralda son comunes en Bélgica, y,
sin embargo, a 160 kilómetros de distancia, en Holanda, apenas se ve ni uno de
ellos. En cambio, hay una variedad de soberbio color de púrpura oscuro.
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