LOS ESPIRITUS DE LA NATURALEZA
Parte II
Solapaciones. - El
trámite de la oleada de vida de uno a otro reino no se efectúa en rigurosa
continuidad, sino que se nota mucha latitud en la variedad, y así quedan no
pocos huecos o solapaciones entre los reinos. Esto se ve más claramente en nuestra línea de evolución, porque
la vida que llega a los niveles superiores del reino vegetal no pasa nunca a
los inferiores del animal, sino que, por el contrario, entra en éste por etapas
bastante adelantadas.
Así, por ejemplo, la vida que
anima un robusto árbol forestal no descenderá jamás a animar un enjambre de
mosquitos, ni siquiera una familia de roedores o de rumiantes. Estas formas
animales están animadas por la porción de oleada de vida que salió del reino
vegetal en el nivel de la dalia o del diente de león. En todo caso se ha
de recorrer la escala evolutiva; pero parece como si la parte delantera de un
reino fuese paralela a la zaguera del reino inmediatamente superior, de suerte
que el tránsito de uno a otro se puede efectuar por distintos niveles según los
casos. La corriente de vida que entra en el reino humano esquiva por
completo las etapas inferiores del reino animal; esto, es que la vida que ha
de alcanzar el reino humano nunca se manifiesta en forma de insectos ni
reptiles. Antiguamente entró en el reino animal por el nivel de los
enormes saurios antediluvianos; pero ahora pasa directamente de las superiores
formas vegetales a la de los mamíferos. De la propia suerte, cuando se individualizan
los más adelantados animales domésticos, no han de humanizarse necesariamente
por vez primera en la forma de primitivos salvajes.
El siguiente diagrama muestra en ordenación sinóptica algunas
de estas líneas evolutivas, aunque en modo alguno las contiene todas, pues sin
duda hay otras no observadas todavía, con multitud de maneras de pasar de una a
otra por distintos niveles. Así es que el diagrama se contrae a un amplio
bosquejo del plan.
Según se infiere del diagrama, en la última etapa convergen
todas las líneas de evolución, o por lo menos para nuestra ensombrecida vista
no hay distinción entre la gloria de los altísimos seres, aunque acaso si
fuese mayor nuestro conocimiento podríamos completar el diagrama. De todos modos, sabemos que, así como el reino humano está el
grandioso reino de los ángeles o devas, y que la entrada en este reino es una
de las siete puertas que se abren ante los pasos del Adepto.
Este mismo reino de los devas es la etapa superior de la
evolución de los espíritus de la naturaleza, aunque en esto vemos otro ejemplo
de los saltos o solapaciones a que antes aludimos,
porque el Adepto
entra en el reino dévico por la cuarta etapa,
sin pasar por las tres inferiores, mientras que el espíritu de
la naturaleza entra en el reino dévico por la primera etapa, o sea la de los
devas inferiores.
Al entrar en el
reino dévico recibe el espíritu de la naturaleza la divina chispa de la tercera
oleada de vida y logra así la individualidad, como
la logra el animal cuando entra en el reino humano. Además, de la propia
suerte que el animal sólo puede individualizarse poniéndose en contacto con el
hombre, análogamente el espíritu de la naturaleza, para lograr la
individualización, ha de ponerse en contacto con el ángel, servirle de ayudante
y trabajar para complacerle, hasta que aprenda a trabajar como los ángeles.
En rigor, los más
adelantados espíritus de la naturaleza no son seres humanos etéreos o astrales,
porque todavía no están individualizados, pero son algo más que un animal
etéreo o astral, pues su grado de inteligencia es muy superior al de los
animales, y en muchos puntos igual al del común de la humanidad.
Por otra parte, los espíritus de la naturaleza de orden ínfimo
tienen limitadísima inteligencia, por el estilo de la de los pájaros-moscas,
mariposas o abejas a que tanto se parecen. Según se ve en el
diagrama, los espíritus de la naturaleza abarcan un amplio segmento del arco de
evolución, incluyendo etapas correlativas con todas las de los reinos
vegetales, animal y humano, hasta casi en la que hoy está nuestra raza. Algunos tipos
inferiores de espíritus de la naturaleza no tienen nada de estéticos; pero
también ocurre lo mismo con las especies inferiores de reptiles de insectos. Hay tribus de
espíritus de la naturaleza, no desarrollados todavía, de gustos groseros, y,
por lo tanto, su aspecto está en correspondencia con su etapa de evolución. Las
informes masas con enormes y rojas fauces que viven en las nauseabundas
emanaciones etéreas de la sangre y del pescado podrido, son tan horribles a la
vista como a la sensación de toda persona de mente pura. Igualmente,
repulsivas son las entidades rojinegras, semejantes a crustáceos rapaces, que
planean sobre los lupanares, y los monstruos parecidos al octopus que apetecen
regodearse en los vapores alcohólicos de las orgías y festines del beodo. Sin embargo, por muy repugnantes que sean estas arpías, no son
dañinas de por sí ni se pondrán en contacto con el hombre, a menos que se
degrade al nivel de ellas esclavizándose a sus bajas pasiones. Tan sólo los
espíritus de la naturaleza de estas especies inferiores y repulsivas se acercan
voluntariamente al hombre vulgar. Otras de la misma
clase, pero algo menos materiales, se gozan en bañarse en las groseras
vibraciones levantadas por la cólera, avaricia, crueldad, envidia, celos y
odio.
Quienes cedan a estos
innobles sentimientos, se exponen a estar constantemente rodeados por las
corroñosas coluvies del mundo astral, que unos a otros se atropellan con
tétricas ansias de antesaborear un arrebato pasional, y en su ceguera hacen
cuanto pueden para provocarlo o intensificarlo. Apenas cabe creer que tan horrorosas
entidades pertenezcan al mismo reino que los simpáticos y jubilosos espíritus
de la naturaleza que vamos a describir.
Hadas.
- Es el tipo mejor conocido
por el hombre. Las hadas viven normalmente en la superficie de las tierras,
aunque como su cuerpo es etéreo, pueden atravesar a voluntad la corteza
terrestre.
Sus formas son muchas y variadas, pero generalmente tienen
forma humana de tamaño diminuto, con alguna grotesca exageración de tal o cual
parte del cuerpo.
Como quiera que la materia etérea es plástica y fácilmente
modelable por el poder del pensamiento, son capaces de asumir cualquier aspecto
que les plazca, si bien tienen de por sí formas peculiares que llevan cuando no
necesitan tomar otras con determinado propósito y no ejercen su voluntad para
transmutarlas.
También tienen colores propios que distinguen unas especies de
otras, así como se distinguen las aves por el plumaje.
Hay un inmenso número de razas de hadas cuyos individuos
difieren en inteligencia y aptitudes, lo mismo que ocurre entre los hombres. Análogamente a los
seres humanos, cada raza mora en distinto país y a veces en diferentes comarcas
de un mismo país, y los individuos de cada raza propenden generalmente a
mantenerse en vecindad como sucede en los hombres de una nación. Están distribuidas las
hadas por la superficie de la tierra tan diversamente cual los demás reinos de
la naturaleza. Como las aves, de las que algunas de ellas proceden, hay
variedades exclusivas de un país; otras que son comunes en un país y raras en
otro, al paso que algunas se encuentran en todas partes. También como las aves, las hadas de más vivos y brillantes
colores moran en los trópicos.
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