sábado, 6 de agosto de 2016

VEGETARIANISMO y OCULTISMO (Parte 1)

VEGETARIANISMO y OCULTISMO
C.W. Leadbeater

(Parte 1)

Al hablar de la relación que existe entre el vegetarianismo y el ocultismo, estaría bien que comenzásemos por definir nuestros términos, como generalmente hemos hecho en otras ocasiones.
Todos sabemos lo que la palabra vegetarianismo significa, y aunque existen algunas variedades del mismo, creo que no es necesario discurrir acerca de ellas.
El vegetariano es el que se abstiene de comer carne.
-Algunos de ellos admiten los productos animales que se obtienen sin destruir la vida del animal, tales, por ejemplo, como la leche, la manteca y el queso.
-Otros se concretan a determinadas variedades vegetales, las frutas quizás.
-Hay otros que prefieren tomar sólo aquellos alimentos que pueden comerse sin cocerlos
-y otros que no toman alimento alguno que haya crecido debajo de la tierra, tal como las patatas, los nabos, las zanahorias, etc.
Nosotros no debemos inmiscuimos en estas divisiones, concretándonos simplemente a definir al vegetariano como al que se abstiene de todo alimento que proceda del sacrificio de la vida animal, incluyendo, por supuesto, a los pájaros, aves de corral y pescado.

¿Cómo  debemos  definir  al  ocultismo?  Esta  palabra  se  derive  del latín  occultus, oculto; de modo que significa el estudio de las leyes ocultas de la naturaleza. Desde el momento en que todas las grandes leyes de la naturaleza trabajan en realidad en mucha mayor escala en el mundo invisible que en el visible, el ocultismo envuelve la aceptación de una perspectiva mucho más amplia de la naturaleza que la que ordinariamente se acepta.
El ocultista es, pues, un hombre que estudia todas las leyes de la naturaleza que están a su alcance o de las que oye hablar, y como resultado de su estudio se identifica con ellas y consagra su vida al servicio de la evolución.
¿Cómo considera el ocultismo al vegetarianismo?
Lo considera muy favorablemente, y esto por muchas razones.

Estas razones pueden ser divididas en dos clases:
-las ordinarias y físicas,
-y las ocultas o secretas.
Existen muchas razones en favor del vegetarianismo consideradas en el orden físico que se presentan claras y visibles a los ojos de cualquiera que se tome la molestia de examinar este asunto, las cuales influyen sobre el estudiante de ocultismo con mucha mayor energía que sobre el hombre ordinario. Además de estas razones, e independientemente de ellas, el estudiante de ocultismo conoce otras que adquiere por el estudio de estas leyes ocultas que tan poco conocidas son todavía por la inmensa mayoría de los hombres. Debemos,  por  lo  tanto,  dividir  nuestro  estudio  de  estas  razones  en  estas  dos  partes, principiando por las ordinarias y físicas.

Razones Egoístas en Favor de un Alimento Moderado

Hasta estas razones ordinarias pueden ser subdivididas en dos clases, conteniendo la primera aquellas que son de orden pura y absolutamente físico y, por decirlo así, egoístas, y la segunda las que pueden considerarse como de orden moral y antiegoísta.
Estudiemos, pues, ante todo, las razones que existen en favor del vegetarianismo que se refieren exclusivamente al individuo y que pertenecen únicamente al plano físico. Por el momento dejaremos a un lado el estudio del efecto que el vegetarianismo produce en los demás planos, lo cual es un asunto muchísimo más importante, y nos limitaremos al estudio de los resultados particulares que produce en el individuo aquí abajo. Debemos proceder así porque una de las objeciones que con más frecuencia se aducen contra el vegetarianismo es que es una muy bella teoría, pero que no es posible llevarlo al terreno de la práctica, puesto que, según suponen, el hombre no puede vivir sin comer carne. Esta objeción es por completo errónea, y está basada en la ignorancia y en la desnaturalización de los hechos. Yo mismo soy un ejemplo de esta falsedad, pues he vivido sin comer carne, pescado ni huevos durante un período a lo menos de veintisiete años, y no sólo todavía vivo, sino que durante todo este tiempo he disfrutado de una salud perfecta. Más debo añadir que en esto no soy yo un caso aislado, puesto que conozco millares de personas que han hecho otro tanto. Conozco algunos jóvenes que han tenido la dicha de no probar la carne en toda su vida, y se ve claramente que están más libres de enfermedades que aquellos que la comen. Es indudable que existen muy buenas razones en favor del vegetarianismo desde el punto de vista puramente egoísta, y a propósito las he expuesto en primer término, porque creo que las consideraciones egoístas harán mella en un gran número de personas, si bien espero que a los estudiantes de Teosofía les harán mucha más impresión las consideraciones morales que más adelante tendré ocasión de presentar.

Nosotros Queremos lo Mejor

Creo que en lo tocante al alimento, lo mismo que en todo lo demás, debemos desear lo mejor que esté a nuestro alcance. Debemos igualmente tratar de poner nuestras vidas y, por lo tanto, a nuestro alimento diario que es una parte importante de las mismas en armonía con nuestras aspiraciones, en armonía con lo más elevado que conocemos. Debemos  congratularnos  de  saber  escoger  lo  que  realmente  es  superior;  y  si  por  el momento no somos bastante hábiles para saber apreciar lo que es superior y elevado, entonces debemos estar satisfechos de aprender a saberlo. Si reflexionamos acerca de este punto veremos que otro tanto sucede con respecto a otros conocimientos, en la música, en las artes o en la literatura, por ejemplo. Desde niños se nos ha enseñado que si deseamos desarrollar nuestro gusto musical en el sentido más puro y delicado, debemos escoger únicamente la música del tipo más elevado, y si al principio no la sabemos apreciar y comprender debidamente, entonces debemos voluntaria y pacientemente esperar y escuchar hasta que al fin algo de su dulce armonía desciende sobre nuestras almas, en cuyo momento podemos comprender lo que al principio no despertaba ningún eco en nuestros corazones. Si  deseamos  comprender  lo  mejor  y  más  bello  que  existe  en  el  arte,  no  debemos acostumbrar  nuestra  vista  a  las  groseras  caricaturas  que  aparecen  en  los  periódicos políticos, ni a las repugnantes abominaciones mal llamadas "cuadros cómicos", sino que debemos fijar nuestros ojos y estudiar asiduamente hasta que el misterio de la obra de Turner comience a revelarse a nuestra paciente contemplación, o hasta que el gran lienzo de Velázquez se haga comprensible a nuestro entendimiento. Lo mismo sucede en la literatura. La triste experiencia demuestra que una buena parte de la mejor y más bella literatura se pierde lastimosamente para  aquellos cuyo alimento mental consiste únicamente en los escritos sensacionales, en las novelas de bajo vuelo, o en aquella frívola masa de grosera literatura que a manera de la escoria es arrojada sobre el torrente de la humanidad; novelas, folletines y artículos que no instruyen al ignorante, no prestan vigor ni esperanza al débil y oprimido, ni en modo alguno desarrollan la inteligencia. Si deseamos desarrollar la inteligencia de nuestros hijos en todas estas cosas, no los dejamos por completo que se guíen por su propio gusto que todavía no está cultivado, sino que nos esforzamos en ayudarles a purificar este gusto, ya sea que se trate del arte, de la música o de la literatura.

No cabe duda, pues, de que podemos hallar el mejor alimento así físico como mental, y no cabe duda también de que debemos hallarlo, no por el mero instinto ciego, sino aprendiendo a pensar y a razonar desde el más  elevado  punto  de vista.  Existen  personas  en  el  mundo  que  no  desean  lo  superior,  que  quieren permanecer en los niveles inferiores, a cuyo fin atraen consciente e intencionadamente hacia sí todo lo que es grosero y degradante; pero también existen muchas otras personas que desean elevarse por encima de estos niveles inferiores, las cuales elegirían lo superior ardiente y gozosamente con sólo que lo conociesen, o con sólo que se llamase su atención hacia el mismo. Existen hombres y mujeres de un elevado desarrollo moral que han sido inducidos a comer como las hienas y lobos, y se les ha enseñado que su alimento necesario era el cadáver de un ensangrentado animal. Bastará que reflexionemos un momento para ver que este horror no puede ser ni lo más elevado ni lo más puro, y que si deseamos elevamos en la escala de la naturaleza, si deseamos que nuestros cuerpos sean puros, como deben ser los templos del Maestro, debemos abandonar esta detestable costumbre, y tomar sitio entre la magnífica hueste que trabaja para el bien de la raza humana, y que se esfuerza en obtener lo más puro y elevado en todas las cosas, así para ellos mismos como para sus hermanos. Veamos en detalle por qué la alimentación vegetariana es evidentemente la mejor y la más pura.

Más Nutritiva

1º Porque los vegetales contienen una mayor suma de alimento que una cantidad igual de carne. Esta afirmación parecerá una cosa sorprendente e increíble a muchas personas, porque se les ha dicho que no pueden vivir a menos que se manchen comiendo carne, y esta falsedad se ha generalizado tanto que es muy difícil desarraigarla de la mente del hombre ordinario.
Debe comprenderse claramente que esto no es una cuestión de hábito, de sentimentalismo o de prejuicio, sino que se trata de hechos, y los hechos como tales no dan ni pueden dar lugar a la más ligera disputa.
Existen cuatro elementos necesarios en el alimento, todos ellos esenciales para la reparación y conservación del cuerpo:
a) alimentos proteicos o nitrogenados;
b) hidrocarburos;
c) hidrocarbonos;
d) sales.
Esta es la clasificación comúnmente aceptada por los fisiólogos, aunque algunas recientes investigaciones tienden a modificarla hasta cierto punto. Ahora bien; es un hecho positivo que todos esos elementos existen en mucha mayor abundancia en los vegetales que en la carne.
Por ejemplo: la leche, la manteca, el queso, las nueces, los guisantes y las habichuelas, contienen una gran parte de materia proteica o nitrogenada. El trigo, la avena, el arroz y otros granos, las frutas y la mayor parte de los vegetales (exceptuando quizás los guisantes, las habichuelas y las lentejas) están formados principalmente de hidrocarburos, esto es, de féculas y azúcar. Los hidrocarbonos o granos se encuentran en casi todos los alimentos proteicos, por cuyo motivo se les puede clasificar como grasas o aceites. Las sales se hallan en mayor o menor abundancia en todos los alimentos, pues son de la mayor importancia para la conservación de los tejidos del cuerpo, y lo que se llama debilidad salina es la causa de muchas enfermedades.

Se ha pretendido a veces que la carne contiene alguno de esos elementos en mayor abundancia que los vegetales, y se han presentado varias estadísticas para demostrado; pero de nuevo repito que esto es cuestión de hechos, y a ellos debemos atenemos. Los únicos orígenes de la energía de la carne proceden de la substancia proteica y de la grasa que contiene, y como que esta última no tiene más valor que cualquiera otra, el único punto que debe tomarse en consideración es el de las proteínas. Debe recordarse que las proteínas sólo tienen un origen; están exclusivamente organizados en plantas y no de otra manera. Las nueces, los guisantes, las habichuelas y las lentejas son mucho más ricas en esos elementos que ninguna clase de carne, y tienen la enorme ventaja que sus proteínas son puras y, por lo tanto, contienen toda la energía originalmente almacenada en ellos durante su organización.

En el cuerpo animal esas proteínas que el animal ha absorbido durante su vida del reino vegetal se desorganizan constantemente, y en ese proceso de desorganización la energía originalmente almacenada en ellos se relaja, por cuyo motivo lo que ha sido ya empleado por un animal no puede ser utilizado por otro. Las proteínas son evaluadas en algunas de esas estadísticas según la suma de nitrógeno que contienen, pero en la carne existen muchos productos procedentes del cambio de los tejidos, tales como la urea, el ácido úrico y la creatina, todos los cuales contienen nitrógeno, por lo cual se les considera como proteínas, aunque en realidad no contienen alimento alguno.

Pero no es éste todo el mal, puesto que ese cambio de tejidos va invariablemente acompañado de la formación de diversos venenos, los cuales se hallan siempre presentes en toda  clase  de  carne,  y  en  muchos  casos  la  virulencia  de  dichos  venenos  es  muy pronunciada.  Así,  pues,  debéis  tener  en  cuenta  que  si  al  comer  carne  obtenéis  algún alimento, éste precede del animal sacrificado que durante su vida se nutrió de materias vegetales; pero de este alimento obtenéis una cantidad mucho menor de la que debierais percibir, debido a que el animal ha consumido ya la mitad del mismo, al propio tiempo que absorbéis con él diversas substancias en modo alguno apetecibles, y hasta a veces activos venenos que como es natural son en alto grado deletéreos. No ignore que existen muchos médicos que prescriben a sus enfermos la detestable alimentación carnívora con el objeto de que recobren sus perdidas fuerzas, y que a veces obtienen ciertos resultados, si bien en este punto no están todos ellos siempre de acuerdo, puesto que el Dr. Milner Fothergill escribe: "Todas las víctimas causadas por las belicosas disposiciones de Napoleón son nada comparadas con las miríadas de personas que han bajado a la tumba a causa de su ciega confianza en el supuesto valor alimenticio de la tajada de vaca". Como quiera que sea, esos resultados pueden obtenerse más fácilmente en el reino vegetal cuando el modo de alimentarse es bien comprendido, y pueden ser obtenidos sin ese horrible contagio y sin todas las detestables concomitancias del otro sistema. Permitidme demostraros que en todo cuanto vengo diciendo no hago afirmaciones sin fundamento; permitidme que os exponga las opiniones de algunos médicos, de hombres cuyos nombres son bien conocidos en el mundo de la ciencia médica, a fin de que os convenzáis de que tango motivos más que suficientes para hablar del modo que acabo de hacerlo.

Vemos que Sir Henry Thompson, doctor en medicina y miembro del Real Colegio de Cirujanos  dice: "Es un craso error considerar a la carne como un alimento indispensable a la vida. Todo lo que el organismo humano necesita puede encontrarse en el reino vegetal... El vegetariano puede hallar en el alimento que toma todos los principios nutritivos necesarios al desarrollo y conservación del cuerpo, así como el calórico y la fuerza que le son indispensables. Debe admitirse como un hecho indudable que existen muchas personas que disfrutan  de  una  gran  robustez  y  de  una  salud  perfecta  alimentándose  sólo  de  vegetales.  Creo  que  la costumbre  de  comer  carne  no  sólo  ocasiona  un  gasto  superfluo,  sino  que  es  el  origen  de  graves enfermedades". Este informe, procedente de un médico bien conocido, no puede ser más contundente.

El doctor en medicina Sir Benjamin Ward Richardson se expresa en estos términos: "Debe en justicia  admitirse  que  las substancias  vegetales, cuando son  cuidadosamente elegidas, tienen una enorme ventaja sobre el alimento animal en cuanto a valor nutritivo... Sentiría grata satisfacción si se adoptase un sistema general de alimentación basado exclusivamente en las substancias vegetales, y creo que un día u otro así será".

El bien conocido médico Lord Playfair dice: "la alimentación animal no es esencial al hombre"; y el Dr. F. J. Sykes, médico de S. Pancras, escribe: "la química no es más contraria al vegetarianismo de lo que lo es la biología. La alimentación animal no es en modo alguno indispensable para suministrar los productos nitrogenados necesarios a la reparación de los tejidos y, por lo tanto, una bien escogida alimentación procedente del reino vegetal es perfectamente completa, desde el punto de vista químico, para la nutrición del hombre".

El Dr. Francisco Vacher, miembro de la Sociedad Botánica, dice: "No creo que un hombre se encuentre mejor física o mentalmente por el mero hecho de comer carne".

El Dr. Alexandre Haig, miembro de la Sociedad Química, médico director de uno de los más grandes hospitales de Londres ha escrito: "Que la posibilidad de nutrirse con los productos del reino vegetal no necesitaría ser demostrada por los fisiólogos aún cuando la mayor parte de la raza humana no lo estuviera demostrando constantemente; y mis propias investigaciones, añade, demuestran que no sólo es esto posible, sino que la alimentación vegetal es en absoluto preferible a la otra, debido a que desarrolla una mayor suma de vigor físico y mental.”

El Dr. M. F. Coomes, en "The American Practitioner and News", termina un artículo científico del modo siguiente: "Permítaseme establecer en principio que la carne de los animales de sangre caliente no es esencial como alimento para conservar el cuerpo humana en perfecto estado de salud". Luego hace algunas otras observaciones que citaremos en nuestro próximo epígrafe.

El rector del Colegio Médico de Jefferson (en Filadelfia) dice: "Es un hecho bien sabido que los cereales, como artículos de consumo diario, ocupan un lugar preeminente en la economía humana, pues contienen reconstituyentes más que necesarios para conservar el cuerpo en el mejor estado de salud. Si el valor alimenticio de los cereales fuese mejor conocido, la humanidad beneficiaría con ello. Naciones enteras viven y se desarrollan únicamente de ellos, de modo que queda plenamente demostrado que la carne no es un alimento necesario".

Aquí tenéis, pues, datos claros y precisos tomados de los escritos de hombres bien conocidos, los cuales han hecho un concienzudo estudio de la química de los alimentos. Es imposible negar que el hombre pueda vivir sin recurrir al horrible sistema carnívoro, y que exista una mayor suma de alimento en una cantidad igual de vegetales que en una de carne. Podría presentaros otros muchos datos, pero creo que basta con los expuestos, dado que son una muestra de los demás.


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