jueves, 6 de diciembre de 2018

Las Razas Humanas, CUARTA CONFERENCIA, Parte I


      CUARTA CONFERENCIA     

Parte I

Tomado del libro: “La Genealogia del Hombre.”
De Annie Besant

Queridos amigos: Hemos visto que el hombre se separó en sexos a la mitad de la tercera Raza, hace de ello unos 18.000.000 de años. Sin embargo, mientras el tercer ojo no quedó completamente obstruido por la densa materia, la Mónada ejerció directamente alguna ligera influencia sobre sus vehículos. Esta influencia disminuyó a medida que la densidad de la materia aumentó, y desarrollándose más y más la mente inferior, arrastró a la Mónada hasta el fondo, obligando a que pasasen a través de ella toda clase de influencias. En los tiempos en que la cuarta Raza nació, la parte más avanzada de la humanidad había negado a este estado, y de aquí que se diga que los Atlantes eran la "primera raza verdaderamente humana y terrestre" (D. S., II, 218.).

El  continente  Atlante  surgió  lentamente  a  medida  que  el  continente  Lemuria  se  cuarteó,  debido  a  los terremotos y erupciones volcánicas: el uno surgió a medida que el otro se hundió. Los tipos más idóneos para la cuarta Raza -los más intelectualmente desarrollados, los más robustos y más densos de cuerpo- fueron elegidos de la tercera Raza por el Manu de la cuarta, y fueron conducidos hacia el norte, hacia la Imperecedera Tierra Sagrada, para ser aislados y desarrollados, y para establecerlos, al abandonar esta "una de las razas, en las partes norte del Asia no afectadas por las grandes catástrofes Lemures. Las primeras dos subrazas de los Atlantes fueron contemporáneas de la sexta y séptima subrazas Lemures durante la última parte de la Edad Secundaria que precedió a la gran catástrofe Lemur que tuvo lugar 700.000 años antes de la conclusión de dicha edad. El período más glorioso de espiritualidad de la cuarta Raza -el de su dinastía divina- se desarrolló en la Edad Eocena, y el primer gran cataclismo que la destruyó tuvo lugar cerca de la mitad de la Edad Miocena, hace de ellos unos cuatro millones de años. Otra grande y espléndida civilización -la Tolteca- se desarrolló después de este primer cataclismo, la cual fue destruida por la catástrofe de hace 850.000 años . Otras civilizaciones siguieron a ésta, pero ninguna de ellas rayó a tanta altura. De estas últimas hablaremos luego. El último resto del continente Atlante, la isla llamada Poseidonis por Platón, se sumergió 11.000 años hace, 9504 años antes de Cristo. El enorme continente que nosotros llamamos Atlante, el continente de la cuarta Raza, llamado Kusha en los anales ocultos, abarcaba el norte de Asia -intacto, como se ha dicho, desde los tiempos Lemures extendiéndose más allá del norte del gran mar que ahora es el Desierto de Gobi. Se extendía hacia el oriente en una grande y compacta lengua de tierra que incluía la China y el Japón, pasando más allá de ellos a través del actual Océano.
Existe una gran oscuridad acerca de estas fechas. H. P. B. coloca la primera catástrofe a la mitad de la Edad Miocena (D. S., II, 751, 755); Y en la nota de la página 328 dice que "la mayor parte del continente Atlante pereció algunos millones de años hace".
La catástrofe de hace 850.000 años, la de la Edad Pliocena, la llama la de la Ruta y Daitya, evidentemente porque la tierra que posteriormente formó las islas así llamadas fue entonces separada de América, y coloca la primera división de la Raza Aria cerca de 200.000 años antes de esta catástrofe, esto es, más de un millón de años.
De este modo la edad de la quinta Raza se fija una vez más (II, 9), Y esto coincide con otras autoridades, pudiendo ser considerada provisionalmente como exacta. Pero esto está en abierta oposición con un dato aislado (II, 755) que coloca este millón de años antes de la catástrofe Miocena, contradiciendo por completo los otros datos que concuerdan entre sí, y que generalmente han sido aceptados. Entre la Doctrina Secreta y la Historia de los Atlantes existe una seria discrepancia. La catástrofe de hace 850.000 años es la segunda, según la Doctrina Secreta, pero según la Historia de los Atlantes es la primera. La tercera (o segunda) catástrofe de hace 200.000 años no se menciona en la Doctrina Secreta, al paso que en la Historia de los Atlantes se habla de ella como de una cosa "relativamente insignificante'. Además, la Doctrina Secreta tampoco se ocupa de la catástrofe de hace 80.000 años. El hecho es que las convulsiones y la división de los hechos del océano continuaron más o menos violentamente durante edades, y una u otra convulsión debía ser elegida como dato para hacer constar este hecho. Por lo que a mí se refiere, no poseo dato alguno para poder fijar fechas antiguas y, por lo tanto, en este bosquejo he tomado los de la Doctrina Secreta.
Pacífico del norte, tocando casi las costas occidentales de la América del Norte. Hacia el sur abarcaba la India y Ceilán, Burmah y la península Malaya, y hacia el oriente incluía la Persia, la Arabia y Siria, el Mar Rojo y Abisinia, ocupando la cuenca del Mediterráneo, cubriendo el sur de Italia y España y proyectándose desde Escocia e Irlanda, hallándose sobre la superficie de las aguas lo que es ahora mar, se extendía hacia el occidente, abarcando el actual Océano Atlántico y una gran parte del Norte y Sur de América. La catástrofe que lo dividio a la mitad de la Edad Miocena, hace cerca de cuatro millones de años, en siete islas de diversos tamaños, hizo aparecer sobre la superficie de las aguas Noruega y Suecia, una gran parte del sur de Europa, Egipto, casi toda el América, y una gran porción del Norte de América, al paso que, hundiéndose el norte de Asia, separo a los Atlantes de la Imperecedera Tierra Sagrada. Las tierras posteriormente llamadas Ruta y Daitya, al presente lecho del Atlántico, fueron separadas de América; sin embargo, una lengua de tierra las unja, lengua que se sumergió en la catástrofe de hace 850.000 años, en el último periodo Plioceno, dejando a las dos tierras como islas separadas. Estas dos islas perecieron a su vez hace de ello unos 200.000 años, dejando Poseidonis en medio del Atlántico. Con respecto a las fechas en que ocurrieron las catástrofes, y a la relativa distribución de mar y tierra, debe recordarse que estas fechas varían según sean las catástrofes elegidas por el cronista, y el punto entre periodos enormemente separados en el cual se hace el mapa. Los informes de que se dispone son fragmentarios, Y no siempre es fácil hacerlos concordar; de aquí que las fechas más arriba dadas deben ser consideradas como provisionales.
Los Lemures elegidos como progenitores del tronco Atlante, y guiados por su Manu a la Imperecedera Tierra Sagrada, fueron divididos en grupos, ocupando las siete zonas o promontorios de la tierra. "Así, dos por dos, en las siete zonas", dice el Libro de Dzyam, "La tercera Raza dio nacimiento a la cuarta (Stanzas, D. S., II, 23.), hace de ello cerca de ocho millones de años, en la última parte de la Edad Secundaria. Nacieron bajo el imperio de la Luna y Saturno - Soma y Shani- y mucha de la magia negra que se desarrollo entre ellos, especialmente en la subraza Tolteca, fue obtenida por medio de un hábil empleo de los "rayos oscuros" de la luna, las emanaciones de la parte oscura de la luna. A Saturno fue en parte debido al gran desarrollo de la mente concreta que distinguió a esta subraza, y una gran parte del saber egipcio fue obtenido bajo su influencia. Eran también llamados los "hijos de Padmapani", siendo la flor del loto un símbolo de la generación, una alusión al hecho de que la cuarta Raza fue generada por la unión de los sexos. La gran densidad alcanzada entonces por el cuerpo humano trajo a la mente el claro conocimiento de los choques ocasionados por los sólidos, a cuyos choques las formas más sutiles de los primitivos tiempos apenas habían ofrecido resistencia.
En la primera subraza de la cuarta Raza, la Rmoahal, de hermoso color, encarnaron los Asuras, la primera clase de Pítris Solares y Mónadas exlunares. Después de largas edades, cuando el tipo Atlante fue definitivamente formado, se dirigieron hacia el sur, y bajo la dirección y gobierno de sus Reyes divinos, los Pitris Agnishvatta, desarrollaron gradualmente una poderosa civilización. Rechazaron ante sí a los Lemures que todavía habitaban en Africa y en las tierras contiguas que habían surgido del Atlántico, construyendo grandes ciudades, y convirtiéndose en un pueblo fijo y estable. El tercer ojo funcionaba todavía, pero los dos ojos físicos ordinarios se habían desarrollado y lo reemplazaban. El mundo astral no se había cerrado todavía por completo a la visión ordinaria, de suerte que aún existía bastante susceptibilidad a las impresiones astrales, y mucha docilidad a los mandatos de sus Gobernadores divinos en los cuales confiaban, y quienes eran prácticamente adorados por aquellos a quienes Ellos dirigían y educaban. Los Asuras no eran aún bastante dueños de sus cuerpos para poder dirigir su atención al dominio de los demás, y la joven civilización continuó tranquilamente su marcha. La segunda subraza, los Tlavatli, de color amarillo, se desarrolló en la tierra que ahora se halla debajo del Atlántico, dirigida y guiada todavía desde arriba por los Reyes divinos. A medida que pasaron los tiempos, los Asuras se colocaron asidua y regularmente a la cabeza de la evolución humana, pero todavía eran dóciles a los mandatos de los Señores de la Luz, gobernando grandes comarcas y trabajando por el mejoramiento de la agricultura y arquitectura, las cuales hicieron grandes progresos bajo su acertada dirección. Nada hay en la civilización Atlante tan pacíficamente grande como este primer período que transcurrió bajo el gobierno de los Reyes divinos. Mientras tanto, bajo el cielo occidental, principiaban a desarrollarse las semillas de una subraza más intelectual a la par que más densamente física, la subraza llamada Tolteca, destinada a llevar la civilización de la cuarta Raza a su más elevado nivel material, y también a sufrir su más tremenda caída. Los más poderosos Asuras y los mejores Pitris Solares encarnaron en ella, estableciéndose en tierras que no habían sido afectadas por la gran convulsión que dividió el continente Atlante en las siete grandes islas. Esta convulsión destruyó la mayor parte de la primera y segunda subrazas, dejando sólo algunos restos. Los restos de la primera subraza se dirigieron hacia el norte, disminuyeron de estatura, y cayeron en la barbarie. Los restos de la segunda subraza se dirigieron hacia el sur y oriente, y se mezclaron con los Lemures que todavía quedaban en las comarcas que invadieron, dando así origen a los pueblos Dravidianos.
De este modo fue despejado el campo para dar lugar a la acción de la gran subraza Tolteca, raza hermosa y bien proporcionada, gigantesca todavía, de unos veintisiete pies de estatura, pero de aspecto agradable, de color desde el rojo al rojo-oscuro. Sus cuerpos y los de la cuarta y quinta subrazas, eran de una materia más densa que ninguno de los que les precedieron o siguieron después; estos cuerpos poseían una dureza y solidez suficientes para poder doblar una barra de nuestro hierro actual si se arrojaba violentamente contra ellos o para romper una barra de nuestro acero si se les golpeaba fuertemente con ella. Uno de nuestros cuchillos no hubiera podido cortar su carne, y más que a su carne cortaría un trozo de nuestra piedra actual. Inútil será añadir que los minerales de su tiempo eran mucho más duros que los nuestros, y que su relativa dureza con respecto a estos cuerpos humanos, era tanta como la de nuestros minerales con respecto a nuestros cuerpos actuales. Otra peculiaridad era el extraordinario poder que poseían de curarse las heridas. Con la mayor facilidad se curaban las más profundas y graves heridas que recibían en las batallas o por accidentes, pues la carne se volvía a unir y sanaba con la más asombrosa rapidez. No experimentaban sacudimientos nerviosos a causa de graves heridas, ni sufrían muy intensamente debido a las torturas físicas que la crueldad humana infringía deliberadamente. La estructura nerviosa era robusta pero no delicada, ni estaba primorosamente equilibrada en su  entrelazamiento interno.  De  aquí  que  pudiese  soportar  sin  detrimento,  sacudimientos  y  choques  que postrarían a un hombre de la quinta Raza, y sufrir tensiones violentas y convulsiones que, a este hombre de la quinta Raza, le producirían la ruina del sistema nervioso. Una carne semejante a la roca, y unos nervios semejantes a alambres de acero, describiría a la perfección los cuerpos de estas subrazas. El naciente sentido del gusto solo respondía a los estimulantes cuya naturaleza era muy poderosa, y no podía distinguir ningún sabor delicado. La carne pútrida, el pescado cuyo sabor era muy fuerte y pronunciado, el ajo y todas las plantas de sabor muy acre y picante; los sólidos y líquidos más ásperos y amargos, eran para ellos los únicos manjares apetitosos. Todo lo demás era insípido y carecía de sabor para ellos. Como que no poseían el sentido del olfato, podían vivir tranquilos en medio de la mayor inmundicia, y aunque las clases elevadas eran más escrupulosas en cuanto a sus personas y moradas, la vecindad de la inmundicia no les inquietaba en lo mínimo, con tal que no ofendiese su vista. Las huellas de estas peculiaridades físicas todavía persisten en un gran número de sus descendientes. Los Indios del Norte de América se reponen de heridas que matarían al hombre de la quinta Raza, ya sea que dichas heridas afecten los tejidos o el sistema nervioso. Estos indios pueden soportar valientemente torturas bajo las cuales el hombre de la quinta raza desfallecería al momento. Los burmanos conservan carne y pescado, y cuando estos alimentos se hallan en estado de descomposición, los saborean como un manjar delicado, y todos pueden vivir entre pestilenciales hedores que producirían náuseas al hombre de la quinta Raza.
El tercer ojo, que, como hemos visto, se había retirado al interior, y se había oscurecido más y más con el incremento de la densidad de la materia, desapareció por completo como órgano físico durante la subraza Tolteca, pero continuo funcionando activamente durante largas edades en las subrazas sucesivas.


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