miércoles, 12 de diciembre de 2018

Las Razas Humanas, CUARTA CONFERENCIA. Parte III


Las Razas Humanas
     CUARTA CONFERENCIA     

Parte III

Tomado del libro: “La Genealogia del Hombre.”
De Annie Besant

Los grandes poderes súper físicos de los Asuras, convertidos ahora en Magos negros del tipo más terrible, impusieron un reinado de terror en aquella parte de la tierra que dominaban. Con el fin de aterrorizar y oprimir, se recurrió a las más negras practicas de la magia. Ayudados por las mujeres semianimales de los de cabeza estrecha de la tercera Raza, y por procedimientos mágicos de indecible asquerosidad, producían monstruos poderosos, los cuales poseían la fuerza del bruto y la astucia del salvaje, y animaban estas viles formas con elementales de los peores tipos. Estos elementales eran sus guardas y mensajeros, los símbolos terribles de su poder y los Señores de la Faz Oscura se elevaron a las alturas del poder, y personificaron a ahamkara, convirtiéndose en los verdaderos Reyes del Averno.
De este modo fueron amalgamadas en torno de un centro único todas las fuerzas de la materia, mientras que por otra parte el Emperador Blanco reunía las suyas para resistir. Entre tanto en las esferas elevadas continuaban los preparativos para el futuro. Entre los Hijos de la Luz, algunos de los cuales habían alcanzado la iluminación suprema, y se habían convertido en Buddhas, existía una gran reserva de fuerza espiritual dispuesta para la elevación del mundo, después de su sumersión en la materia. Doscientos mil años debían pasar todavía antes de que tuviese lugar la gran lucha, cuando los Dragones de Sabiduría comisionaron a uno de sus miembros, Vaivasvata, para elegir de entre la turbulenta quinta subraza, la Semítica, las semillas de la quinta Raza Raíz, y conducidas a la Imperecedera Tierra Sagrada, la cuna, como se ha dicho antes, de cada Raza Raíz. Un millón de años han transcurrido desde que las semillas de la quinta Raza fueron segregadas de la cuarta. Hacia esta inexpugnable fortaleza fueron conducidas sucesivas emigraciones que debían constituir la Raza Elegida, a fin de preservarla de las agitaciones venideras, y tenerla lejos de las escenas de lucha y exterminio. En esta pacifica y risueña tierra podemos ver a Vaivasvata aleccionando a Sus discípulos y a la infantil y aun embrionaria Raza. En ella existe el futuro Zarathushtra, el futuro Hermes, el futuro Orfeo, el futuro Gautama, el futuro Maitreya y muchos otros, velando todos sobre la progresiva semilla. Pero debemos dejar esta pacifica escena y volver a las convulsiones y tumultos de la turbulenta Raza cuarta. Los ejércitos de los Señores de la Faz Oscura principiaron entonces a avanzar hacia el norte, y entre estos y los del Emperador Blanco se libraron una larga serie de combates. Unas veces salían victoriosas las fuerzas oscuras y otras veces las blancas, a pesar de lo cual la balanza de la victoria se inclinaba a favor de las primeras, pues el ciclo era contrario al triunfo del Espíritu, era el tiempo del triunfo de la Materia. Por doquier fluían huestes que se alistaban en las banderas de los Señores Oscuros, pues estos apelaban a las pasiones del lado animal del hombre, fomentando un odio feroz contra los partidarios de la Buena Ley, el odio que siempre siente el lujurioso por el "pálido asceta", el odio del impúdico hacia aquellos cuya pureza es un constante reproche para el. Lentamente, y en medio del flujo y reflujo de las victorias y derrotas, y entre fieros combates y grandes matanzas, la corriente de las fuerzas oscuras prosiguió avanzando. Al fin el Emperador Blanco fue arrojado de su capital, y la Ciudad de las Puertas de Oro, en donde los Reyes divinos habían gobernado, y que había estado embalsamada por los efluvios espirituales que emanaban de los Santos Seres, fue presa de los Señores de la Faz Oscura, y el Emperador Oscuro, el famoso Hiranyakha, fue entronizado en el sitio en donde la Buena Ley había sido proclamada. Se hallo a la Cueva de la Iniciación convertida en un montón de ruinas; a las grandes columnas de la entrada divididas en dos partes, y la bóveda hecha pedazos. Pero en el Templo de Oro, en donde había oficiado un Sacerdocio divino, la sangre de inocentes animales fluyo en inmundas corrientes, y allí donde el Disco del Sol había brillado, las grandes estatuas de los magos negros proyectaron su siniestra mirada.
Al fin la copa del mal se lleno. Unos 50.000 años habían pasado desde la profanación del Templo de Oro. La hechicería había sentado sus reales por doquier, y la etapa más inferior de materialidad había sido alcanzada. Habla llegado el momento en que la tierra debía ser aligerada de la carga de crueldad, lujuria y opresión bajo la cual estaba sumida.
Los Dragones de Sabiduría vieron que habían llegado los tiempos, y que las fuerzas de la naturaleza debían ser dirigidas contra "la oscura casta de los hechiceros". Con este objeto se circularon desde Shambhallah las órdenes oportunas, así para llevar a cabo la sumersión de esta tierra profanada hasta lo indecible, como para salvar a los que quisieran obedecer la intimación de abandonarla, puesto que estaba condenada a perecer. Acerca de este punto dice el Comentario: "Y el gran Rey de la Brillante Faz, el jefe de todos los de la faz amarilla, se entristeció, al ver los pecados de los de la faz negra. Así, pues, mando sus vehículos aéreos a todos sus jefes hermanos con hombres piadosos que los  tripulaban,  diciendo:  Preparaos.  Levantaos vosotros, hombres de la Buena Ley, y cruzad la tierra mientras está seca. Los Señores de la Tempestad se aproximan. Sus carros se hallan próximos a la tierra. Solo una noche y dos días más deben vivir los Señores de la Faz Oscura sobre esta paciente tierra. Ella está condenada a perecer, y ellos deben sumergirse con ella. Los Señores inferiores de los Fuegos están preparando sus mágicas armas. Pero los Señores de Mirada Tenebrosa son más fuertes que ellos, y estos últimos son sus esclavos. Ellos son hábiles en el ejercicio de las armas. Venid y emplead las vuestras. Que los Señores de la Faz Brillante hagan que los vehículos aéreos de los Señores de la Faz Oscura pasen a sus manos, a fin de que ninguno de ellos pueda por su medio escapar a las aguas, evitar el castigo de los Cuatro, y salvar a sus perversos secuaces. Que los de Faz Amarilla suman en el sueño a todos los de Faz Negra. Que asimismo se les evite todo dolor y sufrimiento. Que los hombres adictos a los Dioses Solares impidan que los que se hallan bajo el imperio de los Dioses Lunares, sufran o escapen a su destino. Y que los de Faz Amarilla den su agua de vida a los animales parlantes de los de Faz Negra para que no despierten a sus amos. La hora ha sonado; la negra noche se acerca ... Que su destino se cumpla. Nosotros somos los servidores de los grandes Cuatro. Que vuelvan los Reyes de Luz... Llovieron estrellas (meteoros) sobre las tierras de las Fases Negras; pero ellos dormían. Las bestias parlantes permanecían tranquilas. Los Señores inferiores esperaban ordenes, pero estas no llegaron porque sus amos dormían. Las aguas se elevaron y cubrieron los valles desde uno a otro extremo de la tierra. Las tierras elevadas permanecieron en pie; la parte baja de la tierra continuo seca. Allí moraban los que escaparon a la catástrofe; los hombres de Faz Amarilla y de corazón puro. Cuando los Señores de la Faz Oscura despertaron y buscaron sus vehículos aéreos para escapar de las aguas, no los encontraron"(Comentario, D. S., II, 445-446)
Este es un fragmento de la historia tal como se cuenta en el Comentario. Los "animales parlantes" son los monstruos antes mencionados, y el "agua de vida" es la sangre.
Los hombres de la Buena Ley escaparon al desastre que amagaba, y entonces la tempestad estallo. Furiosas ráfagas de un viento impetuoso convirtieron las aguas del océano en elevadas montañas; convulsiones subterráneas precipitaban inmensas olas sobre la tierra que crujía; lluvias torrenciales sumergieron los valles y cañadas convirtiendo los ríos en cataratas; los montes y cerros, sacudidos y cuarteados por los terremotos, eran lanzados por los aires, y caían en avalanchas de fragmentos sobre la llanura. Parecía que la tierra se dividía y desgarraba sacudida por los choques de las rugientes olas, por el furioso ímpetu de los desbordados ríos, y por el ensordecedor estruendo de las aguas mezclado con los gritos de los hombres y los aullidos de los animales que se ahogaban. De este modo feneció la gloria de los Atlantes, sepultada debajo de las aguas, dejando el recuerdo de un diluvio que se exagero en la literatura de las naciones, y dando lugar a muchas leyendas y poesías en tiempos posteriores.
De este modo fue la tierra aligerada de su pesada carga, y el Negro Arte recibió un golpe del que jamás se ha repuesto. Y los mismos Asuras recibieron una lección que labro su redención, y los condujo gradualmente hacia un progreso estable y seguro. La cuarta subraza, la Turania, no debe interesarnos mucho.
Sus individuos eran preeminentemente los Rakshasas, gigantes de un tipo brutal y feroz, y sus guerras con la joven quinta Raza ocupan bastante lugar en la historia de la India. Como hemos visto, de la quinta subraza, la Semítica, procedieron las semillas de la quinta Raza. Sus individuos eran un pueblo de carácter turbulento y guerrero y una rama de una de sus familias, elegida por el Manu Vaivasvata para semilla de la quinta Raza, y rechazada después porque carecía de plasticidad, es la muy lejana antecesora del pueblo judío.
La sexta rubraza, la Akkadia, nació después de la catástrofe que destruyo las dos terceras partes de la subraza Tolteca, dirigiéndose la tercera parte que sobrevivió hacia el norte y mezclándose más adelante con la naciente quinta Raza. Los pelasgos descienden de esta sexta subraza, con alguna mezcla de la sangre de la séptima subraza. Los etruscos y cartagineses se derivan de la misma raíz, así como también los escitas.
La séptima subraza, la mongola, se desarrollo de la Turania, la cuarta subraza y de ellas descienden los chinos del interior, no los del litoral; los malayos, tibetanos, húngaros, finlandeses y esquimales. Algunos de sus retoños se mezclaron con los toltecas en Norteamérica, y así los pieles rojas tienen alguna sangre Mongolia. Los japoneses son uno de sus últimos retoños.  Una gran parte de esta subraza  se  dirigió  hacia  occidente, estableciéndose en el Asia Menor, Grecia y comarcas contiguas. Allí se hermoseo debido a la mezcla de la sangre de la quinta Raza, de la segunda subraza de la quinta, y dio nacimiento a los antiguos griegos y fenicios. Después de la desaparición de Poseidonis, la postración y decaimiento de las dispersas tribus Atlantes fue rápida, aunque los Atlantes del este de Asia se conservaron incólumes. Los polinesios, samoanos y tongas son reliquias sobrevivientes. Algunas de estas tribus se degradaron hasta el punto de mezclarse con las híbridas criaturas que fueron el producto del pecado de los sin mente. Otras se mezclaron con los degradados restos de la séptima subraza de los Lémures, y los Veddas de Ceilán son los descendientes de semejantes enlaces, del mismo modo que lo son los hombres velludos de Borneo, los isleños de Andaman, los bosquimanos, y algunos aborígenes australianos. La mayor parte de los habitantes de la tierra pertenecen todavía a la cuarta Raza, pero los únicos que al parecer tienen algún porvenir ante si, son los japoneses, y quizás los chinos. Dirijámonos ahora hacia el norte, hacia la Tierra Sagrada, y veamos a nuestro Manu, al santo Vaivasvata, desenvolviendo con una paciencia infinita a Su Raza elegida.
Edades tras edades trabaja El allí; El y Su hueste de cooperadores, formando el núcleo de la futura humanidad, combatiendo lo que es malo, estimulando lo que es bueno, alentando, advirtiendo, persuadiendo, corrigiendo.
Allí el quinto sentido es añadido a los otros cuatro, y el hombre es formado tal como lo conocemos ahora. Allí El dirige el renacimiento de los grandes Asuras, y les enseña a emplear sus poderes para más nobles fines. Allí El atrae a las más brillantes inteligencias, a los caracteres más puros, para que renazcan en las formas que El desarrolla. Y allí moran estas inteligencias bajo la protección de la Estrella Polar, lejos de los tumultos y convulsiones de la tierra, modelándose gradualmente en un nuevo y más perfecto tipo.
Mientras tanto la superficie del globo sufre múltiples transformaciones con respecto a sus tierras y mares. El nuevo continente Krauncha, Europa, Asia, África, América y Australia actuales no ha nacido todavía. Con grandes dificultades aparecen una porción después de otra, en tanto que otras porciones se sumergen, hasta que la gran convulsión de hace 200.000 años deja a Poseidonis sola en medio del Atlántico, y a la configuración de los grandes continentes casi tal como es hoy día. Este quinto "continente" - incluyendo este término toda la superficie de la tierra preparada para una Raza Raíz- perecerá en el decurso de las edades debido a los terremotos y fuegos volcánicos, casi del mismo modo que pereció la Lemuria en los antiguos tiempos. El mundo es destruido por turno unas veces por el fuego y otras por el agua, y nuestro mundo perecerá por el fuego, como le sucedió a la Lemuria. La quinta Raza se desarrollo bajo la protección de Buddha -Mercurio- pues el desenvolvimiento de la mente era su principal objetivo, y así el planeta del conocimiento derramo sus benéficos efluvios sobre ella a la hora de su nacimiento.
De aquí que, en los relatos Puranicos, se diga que Buddha es el hijo de Indu, siendo Indu, la Luna, el Señor de la cuarta Raza, el progenitor, y Buddha, el Señor de la quinta Raza, la progenie.

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