Las Razas Humanas
CUARTA CONFERENCIA
Parte III
Tomado del libro: “La Genealogia del Hombre.”
De Annie Besant
Los grandes
poderes súper físicos de los Asuras, convertidos ahora en Magos negros del tipo
más terrible, impusieron un reinado de terror en aquella parte de la tierra que
dominaban. Con el fin de
aterrorizar y oprimir, se recurrió a las más negras practicas de la magia.
Ayudados por las mujeres semianimales de los de cabeza estrecha de la tercera Raza,
y por procedimientos mágicos de indecible asquerosidad, producían monstruos
poderosos, los cuales poseían la fuerza del bruto y la astucia del salvaje, y
animaban estas viles formas con elementales de los peores tipos. Estos elementales
eran sus guardas y mensajeros, los símbolos terribles de su poder y los Señores
de la Faz Oscura se elevaron a las alturas del poder, y personificaron a
ahamkara, convirtiéndose en los verdaderos Reyes del Averno.
De este modo
fueron amalgamadas en torno de un centro único todas las fuerzas de la materia,
mientras que por otra parte el Emperador Blanco reunía las suyas para resistir.
Entre tanto en las esferas elevadas continuaban los preparativos para el
futuro. Entre los
Hijos de la Luz, algunos de los cuales habían alcanzado la iluminación suprema,
y se habían convertido en Buddhas, existía una gran reserva de fuerza
espiritual dispuesta para la elevación del mundo, después de su sumersión en la
materia. Doscientos mil años debían pasar todavía antes de que
tuviese lugar la gran lucha, cuando los Dragones de Sabiduría comisionaron a
uno de sus miembros, Vaivasvata, para elegir de entre la turbulenta quinta
subraza, la Semítica, las semillas de la quinta Raza Raíz, y conducidas a la
Imperecedera Tierra Sagrada, la cuna, como se ha dicho antes, de cada Raza
Raíz. Un millón de años
han transcurrido desde que las semillas de la quinta Raza fueron segregadas de
la cuarta. Hacia esta inexpugnable fortaleza fueron conducidas sucesivas
emigraciones que debían constituir la Raza Elegida, a fin de preservarla de las
agitaciones venideras, y tenerla lejos de las escenas de lucha y exterminio. En esta pacifica y risueña tierra podemos ver a
Vaivasvata aleccionando a Sus discípulos y a la infantil y aun embrionaria
Raza. En ella existe el futuro Zarathushtra, el futuro Hermes, el futuro Orfeo,
el futuro Gautama, el futuro Maitreya y muchos otros, velando todos sobre la
progresiva semilla. Pero debemos
dejar esta pacifica escena y volver a las convulsiones y tumultos de la
turbulenta Raza cuarta. Los ejércitos de los Señores de la Faz Oscura
principiaron entonces a avanzar hacia el norte, y entre estos y los del
Emperador Blanco se libraron una larga serie de combates. Unas veces salían
victoriosas las fuerzas oscuras y otras veces las blancas, a pesar de lo cual
la balanza de la victoria se inclinaba a favor de las primeras, pues el ciclo
era contrario al triunfo del Espíritu, era el tiempo del triunfo de la Materia. Por doquier
fluían huestes que se alistaban en las banderas de los Señores Oscuros, pues
estos apelaban a las pasiones del lado animal del hombre, fomentando un odio
feroz contra los partidarios de la Buena Ley, el odio que siempre siente el
lujurioso por el "pálido asceta", el odio del impúdico hacia aquellos
cuya pureza es un constante reproche para el. Lentamente, y
en medio del flujo y reflujo de las victorias y derrotas, y entre fieros
combates y grandes matanzas, la corriente de las fuerzas oscuras prosiguió
avanzando. Al fin el
Emperador Blanco fue arrojado de su capital, y la Ciudad de las Puertas de Oro,
en donde los Reyes divinos habían gobernado, y que había estado embalsamada por
los efluvios espirituales que emanaban de los Santos Seres, fue presa de los
Señores de la Faz Oscura, y el Emperador Oscuro, el famoso Hiranyakha, fue
entronizado en el sitio en donde la Buena Ley había sido proclamada. Se hallo a la
Cueva de la Iniciación convertida en un montón de ruinas; a las grandes
columnas de la entrada divididas en dos partes, y la bóveda hecha pedazos. Pero
en el Templo de Oro, en donde había oficiado un Sacerdocio divino, la sangre de
inocentes animales fluyo en inmundas corrientes, y allí donde el Disco del Sol
había brillado, las grandes estatuas de los magos negros proyectaron su
siniestra mirada.
Al fin la copa del mal se lleno. Unos 50.000 años habían
pasado desde la profanación del Templo de Oro. La hechicería había sentado sus
reales por doquier, y la etapa más inferior de materialidad había sido
alcanzada. Habla llegado el momento en que la tierra debía ser aligerada de la
carga de crueldad, lujuria y opresión bajo la cual estaba sumida.
Los Dragones de Sabiduría vieron que habían llegado los
tiempos, y que las fuerzas de la naturaleza debían ser dirigidas contra
"la oscura casta de los hechiceros". Con este objeto se circularon
desde Shambhallah las órdenes oportunas, así para llevar a cabo la sumersión de
esta tierra profanada hasta lo indecible, como para salvar a los que quisieran
obedecer la intimación de abandonarla, puesto que estaba condenada a perecer. Acerca de este
punto dice el Comentario: "Y el gran
Rey de la Brillante Faz, el jefe de todos los de la faz amarilla, se
entristeció, al ver los pecados de los de la faz negra. Así, pues, mando sus
vehículos aéreos a todos sus jefes hermanos con hombres piadosos que los tripulaban,
diciendo: Preparaos. Levantaos vosotros, hombres de la Buena Ley,
y cruzad la tierra mientras está seca. Los Señores de la Tempestad se
aproximan. Sus carros se hallan próximos a la tierra. Solo una noche y dos días
más deben vivir los Señores de la Faz Oscura sobre esta paciente tierra. Ella está
condenada a perecer, y ellos deben sumergirse con ella. Los Señores inferiores
de los Fuegos están preparando sus mágicas armas. Pero los Señores de Mirada
Tenebrosa son más fuertes que ellos, y estos últimos son sus esclavos. Ellos
son hábiles en el ejercicio de las armas. Venid y emplead las vuestras. Que los
Señores de la Faz Brillante hagan que los vehículos aéreos de los Señores de la
Faz Oscura pasen a sus manos, a fin de que ninguno de ellos pueda por su medio
escapar a las aguas, evitar el castigo de los Cuatro, y salvar a sus perversos
secuaces. Que los de Faz Amarilla suman en el sueño a todos los de Faz Negra.
Que asimismo se les evite todo dolor y sufrimiento. Que los hombres adictos a
los Dioses Solares impidan que los que se hallan bajo el imperio de los Dioses
Lunares, sufran o escapen a su destino. Y que los de Faz Amarilla den su agua
de vida a los animales parlantes de los de Faz Negra para que no despierten a
sus amos. La hora ha sonado; la negra noche se acerca ... Que su destino se
cumpla. Nosotros somos los servidores de los grandes Cuatro. Que vuelvan los
Reyes de Luz... Llovieron estrellas (meteoros) sobre las tierras de las Fases
Negras; pero ellos dormían. Las bestias parlantes permanecían tranquilas. Los
Señores inferiores esperaban ordenes, pero estas no llegaron porque sus amos
dormían. Las aguas se elevaron y cubrieron los valles desde uno a otro extremo
de la tierra. Las tierras elevadas permanecieron en pie; la parte baja de la tierra
continuo seca. Allí moraban los que escaparon a la catástrofe; los hombres de
Faz Amarilla y de corazón puro. Cuando los Señores de la Faz Oscura despertaron
y buscaron sus vehículos aéreos para escapar de las aguas, no los
encontraron"(Comentario, D.
S., II, 445-446)
Este es un
fragmento de la historia tal como se cuenta en el Comentario. Los
"animales parlantes" son los monstruos antes mencionados, y el
"agua de vida" es la sangre.
Los hombres de la
Buena Ley escaparon al desastre que amagaba, y entonces la tempestad estallo.
Furiosas ráfagas de un viento impetuoso convirtieron las aguas del océano en
elevadas montañas; convulsiones subterráneas precipitaban inmensas olas sobre
la tierra que crujía; lluvias torrenciales sumergieron los valles y cañadas
convirtiendo los ríos en cataratas; los montes y cerros, sacudidos y cuarteados
por los terremotos, eran lanzados por los aires, y caían en avalanchas de
fragmentos sobre la llanura. Parecía que la tierra se dividía y desgarraba
sacudida por los choques de las rugientes olas, por el furioso ímpetu de los
desbordados ríos, y por el ensordecedor estruendo de las aguas mezclado con los
gritos de los hombres y los aullidos de los animales que se ahogaban. De este
modo feneció la gloria de los Atlantes, sepultada debajo de las aguas, dejando
el recuerdo de un diluvio que se exagero en la literatura de las naciones, y
dando lugar a muchas leyendas y poesías en tiempos posteriores.
De este modo fue
la tierra aligerada de su pesada carga, y el Negro Arte recibió un golpe del
que jamás se ha repuesto. Y los mismos Asuras recibieron una lección que labro
su redención, y los condujo gradualmente hacia un progreso estable y seguro. La
cuarta subraza, la Turania, no debe interesarnos mucho.
Sus individuos
eran preeminentemente los Rakshasas, gigantes de un tipo brutal y feroz, y sus
guerras con la joven quinta Raza ocupan bastante lugar en la historia de la
India. Como hemos visto, de la quinta subraza, la Semítica, procedieron las
semillas de la quinta Raza. Sus individuos eran un pueblo de carácter turbulento y
guerrero y una rama de una de sus familias, elegida por el Manu Vaivasvata para
semilla de la quinta Raza, y rechazada después porque carecía de plasticidad,
es la muy lejana antecesora del pueblo judío.
La sexta
rubraza, la Akkadia, nació después de la catástrofe que destruyo las dos
terceras partes de la subraza Tolteca, dirigiéndose la tercera parte que
sobrevivió hacia el norte y mezclándose más adelante con la naciente quinta
Raza. Los pelasgos descienden de esta sexta subraza, con alguna mezcla de la
sangre de la séptima subraza. Los etruscos y cartagineses se derivan de la
misma raíz, así como también los escitas.
La séptima subraza, la mongola, se desarrollo de la
Turania, la cuarta subraza y de ellas descienden los chinos del interior, no
los del litoral; los malayos, tibetanos, húngaros, finlandeses y esquimales. Algunos de sus
retoños se mezclaron con los toltecas en Norteamérica, y así los pieles rojas
tienen alguna sangre Mongolia. Los japoneses son uno de sus últimos retoños. Una gran parte de esta subraza se
dirigió hacia occidente, estableciéndose en el Asia Menor,
Grecia y comarcas contiguas. Allí se hermoseo debido a la mezcla de la sangre
de la quinta Raza, de la segunda subraza de la quinta, y dio nacimiento a los
antiguos griegos y fenicios. Después de la desaparición de Poseidonis, la postración y decaimiento de
las dispersas tribus Atlantes fue rápida, aunque los Atlantes del este de Asia
se conservaron incólumes. Los polinesios, samoanos y tongas son reliquias
sobrevivientes. Algunas de estas tribus se degradaron hasta el punto de
mezclarse con las híbridas criaturas que fueron el producto del pecado de los
sin mente. Otras se
mezclaron con los degradados restos de la séptima subraza de los Lémures, y los
Veddas de Ceilán son los descendientes de semejantes enlaces, del mismo modo
que lo son los hombres velludos de Borneo, los isleños de Andaman, los
bosquimanos, y algunos aborígenes australianos. La mayor parte de los habitantes de la tierra pertenecen
todavía a la cuarta Raza, pero los únicos que al parecer tienen algún porvenir
ante si, son los japoneses, y quizás los chinos. Dirijámonos ahora hacia
el norte, hacia la Tierra Sagrada, y veamos a nuestro Manu, al santo
Vaivasvata, desenvolviendo con una paciencia infinita a Su Raza elegida.
Edades tras
edades trabaja El allí; El y Su hueste de cooperadores, formando el núcleo de
la futura humanidad, combatiendo lo que es malo, estimulando lo que es bueno,
alentando, advirtiendo, persuadiendo, corrigiendo.
Allí el quinto
sentido es añadido a los otros cuatro, y el hombre es formado tal como lo
conocemos ahora. Allí El dirige el renacimiento de los grandes Asuras, y les
enseña a emplear sus poderes para más nobles fines. Allí El atrae a las más
brillantes inteligencias, a los caracteres más puros, para que renazcan en las
formas que El desarrolla. Y allí moran estas inteligencias bajo la protección
de la Estrella Polar, lejos de los tumultos y convulsiones de la tierra,
modelándose gradualmente en un nuevo y más perfecto tipo.
Mientras tanto la superficie del globo sufre múltiples
transformaciones con respecto a sus tierras y mares. El nuevo continente
Krauncha, Europa, Asia, África, América y Australia actuales no ha nacido
todavía. Con grandes dificultades aparecen una porción después de otra, en
tanto que otras porciones se sumergen, hasta que la gran convulsión de hace
200.000 años deja a Poseidonis sola en medio del Atlántico, y a la
configuración de los grandes continentes casi tal como es hoy día. Este quinto
"continente" - incluyendo este término toda la superficie de la
tierra preparada para una Raza Raíz- perecerá en el decurso de las edades
debido a los terremotos y fuegos volcánicos, casi del mismo modo que pereció la
Lemuria en los antiguos tiempos. El mundo es destruido por turno unas veces por el fuego y
otras por el agua, y nuestro mundo perecerá por el fuego, como le sucedió a la
Lemuria. La quinta Raza se desarrollo bajo la protección de Buddha -Mercurio-
pues el desenvolvimiento de la mente era su principal objetivo, y así el
planeta del conocimiento derramo sus benéficos efluvios sobre ella a la hora de
su nacimiento.
De aquí que, en los relatos Puranicos, se diga que Buddha
es el hijo de Indu, siendo Indu, la Luna, el Señor de la cuarta Raza, el progenitor,
y Buddha, el Señor de la quinta Raza, la progenie.
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