viernes, 7 de diciembre de 2018

Las Razas Humanas CUARTA CONFERENCIA. Parte II


Las Razas Humanas
CUARTA CONFERENCIA     

Parte II

Tomado del libro: “La Genealogia del Hombre.”
De Annie Besant

Hasta después de su completa desaparición como órgano físico, los hombres fueron susceptibles a los impulsos astrales, y la impresionabilidad súper física era de carácter común entre ellos. En los tiempos de la degradación Tolteca, las clases elevadas recurrieron a la magia negra con el fin de despojar de esta facultad a aquellos a quienes ellos oprimían y esclavizaban. No solo dejaron de estimular y desarrollar esta facultad, como se hacía en los tiempos primitivos, sino que hicieron cuanto estuvo en su mano para entorpecerla y hasta destruirla. A pesar de todo, ella subsiste todavía bastante extendida entre muchas naciones y tribus de la cuarta Raza. El lenguaje era en estos tiempos aglutinativo, así entre los Toltecas como entre la cuarta y quinta subrazas -la Turania y la Semítica- y éste era el más antiguo lenguaje Rakshasa, llamado así como típico de los gigantes Turanios, a quienes se aplicó especialmente el nombre de Rakshasas. A medida que los tiempos pasaron, el lenguaje se hizo inflexivo, y en esta forma paso a la quinta Raza.
Su estatura, como se ha dicho, era gigantesca; Titanes, Gigantes, son los nombres que con frecuencia se les aplican, pero esta estatura disminuyo gradualmente subraza tras subraza. Las estatuas de la Isla de Pascua tienen cerca de veintisiete pies de altura, y representan la cuarta Raza humana en su periodo medio.
Las estatuas de Bamián, cinco en número, dice H. P. B. que son obra de la cuarta Raza de Iniciados, y representan la gradual disminución de estatura de las cinco razas.
La primera de dichas estatuas tiene 173 pies de altura, representando la primera raza; la segunda, la de los nacidos del Sudor, 120 pies; la tercera, la de la tercera Raza, 60 pies; la cuarta y quinta son más pequeñas, siendo la última de ellas un poco más alta que un hombre de elevada estatura de la quinta raza. Estas estatuas han sido recubiertas de  yeso,  y se las ha  hecho representar al Señor Buddha, pero las estatuas originales cortadas en la roca que están recubiertas de yeso fueron labradas muchas edades antes de Su Venida (D. S, II, 353, 355). En la tercera subraza, la Tolteca encarnaron algunos de los más grandes Asuras, Inteligencias de un poder y conocimiento altamente desarrollados, hallando en el tipo más hermoso y elevado de los cuerpos Toltecas, vehículos que, por otra parte, adquirieron rápidamente un desarrollo todavía mayor bajo la estimulante presión del interior. Detrás de ellos vinieron los Asuras que ya anteriormente habían encarnado en la primera y segunda subrazas, así como vinieron también los Pitris Solares que en estas mismas subrazas habían pasado por sus primeras encarnaciones terrestres. Tales eran las clases elevadas de los primitivos Toltecas, y por debajo de ellas había una gran masa de pueblo menos desarrollado, aunque dócil y flexible, y a propósito para ser gobernado y dirigido. Después de estos Asuras y Pitris Solares vinieron los Reyes divinos para ayudarles a desarrollar una gran civilización, y los Dragones de Sabiduría velaron este nuevo desenvolvimiento de la raza humana que tanto prometía en el vigor de su espléndida y fogosa juventud. De aquí que se diga que esta subraza, llamada los Daityas en los Puranas, fue instruida por Shukra, dirigiéndola los Reyes divinos Agnishvatta bajo las inmediatas órdenes y protección de los Dragones de Sabiduría de Venus. De aquí que se diga también que Shukra es el preceptor de los Asuras.
Bajo estas favorables condiciones, esto es, bajo la protección de estos Instructores y Gobernadores divinos por una parte, y de un pueblo apto para ser instruido por otra, la civilización Tolteca creció y se desarrolló. En ella floreció Asuramaya, el más grande de los astrónomos, quien dio principio a los anales astronómicos desde entonces conservados por la Logia Blanca, y quien construyó el Zodiaco, que sucesivamente fue transmitido de generación en generación hasta los Atlantes de Ruta, de quienes lo heredaron los Egipcios en el decurso de las edades.
De tiempo en tiempo apareció entre ellos el misterioso Narada, el Hijo de voluntad y de yoga, El que había aprendido el secreto de aparecer sobre la tierra durante edades incalculables, pasando de un cuerpo a otro, árbitro del destino de las naciones, guía y director de las giratorias ruedas del cambio, y de quien proceden las chispas que dan lugar a las guerras y convulsiones naturales.
El estudio de las energías de la naturaleza fue llevado a un grado tal de perfección por estos activos discípulos de los Sabios, que todavía no ha sido alcanzado por ningún hombre hasta el presente. Consiguieron subyugar las sutiles energías del éter, y aprendieron a surcar los aires en navíos aéreos, del mismo modo que los buques de vapor surcan las aguas de los mares; estos navíos aéreos fueron empleados en las grandes guerras que marcaron los últimos tiempos de la supremacía Tolteca. En los relatos antiguos pueden encontrarse muchos datos referentes a combates librados en los aires entre ejércitos enemigos. En estos últimos tiempos, emplearon los conocimientos que en química poseían para construir armas que llevaron la destrucción a lo lejos. Elevaban por los aires un buque de guerra, y cuando se hallaba sobre las cabezas de los combatientes, dejaba caer súbitamente sobre ellos una lluvia de pesados vapores venenosos que narcotizaban o mataban a millares de indefensos guerreros; o arrojaban enormes bombas que explotaban al chocar con el suelo, esparciendo por doquier cientos de miles de balas o flechas incandescentes que sembraban la tierra de mutilados cadáveres.
En los primitivos tiempos, sus estudios científicos fueron dirigidos a fines mas humanos y benéficos; al fomento y desarrollo de la agricultura; a la cría y mejoramiento de los tipos animales; a la producción de granos alimenticios; al cultivo de los árboles frutales; a la fertilización del suelo, y al empleo de la luz de diversos colores para estimular el crecimiento de los animales y plantas, e impedir en ellos el desarrollo de enfermedades.
Hacían, además, uso en gran escala de la alquimia, la madre de la química, para producir lo que ahora se llaman metales "preciosos", pero que entonces solo se estimaban por su belleza como agentes decorativos. El oro era empleado en abundancia en casas y templos, y en las moradas de los ricos, en los palacios de los gobernadores, y en los templos destinados al culto, se veían profusión de columnas doradas. También llevaron a cabo muchas magnificas  aleaciones  con  el  objeto de embellecer y decorar  sus  edificios y palacios, contribuyendo su brillo metálico al esplendor de las ciudades.
La arquitectura fue el arte que rayo a mayor altura entre los Toltecas, pues algunas de sus grandes ciudades eran modelos de solidez y belleza. La más hermosa de ellas era la famosa "Ciudad de las Puertas de Oro", construida sobre una colina coronada por el magnífico Templo de Oro, a la vez que por un templo y un palacio, con sus galerías sostenidas por columnas y patios ricamente adornados, todo lo cual constituía la morada de los Reyes divinos que a tan espléndidas alturas elevaron el Imperio Tolteca. La pintura y el dorado eran profusamente empleados para embellecer el exterior de las casas, así como la estatuaria, los bajo relieves y las molduras de toda clase (En la interesante Historia de los Atlantes, por W. Scott Elliot, se hallarán muchos detalles referentes a este punto).
El sistema de gobierno establecido por los Reyes divinos estaba basado en la idea general de que el conocimiento y el poder deben llevar consigo los cuidados y la responsabilidad, y que la debilidad solo era un motivo de protección, mas no una razón para tiranizar y oprimir. La educación era de carácter general, si bien de muchas clases, conforme con las aptitudes que presentaba el educando. En los tiempos en que la civilización Tolteca alcanzo su mayor esplendor, cada capital de provincia poseía su colegio central, con un departamento para cada arte, ciencia y rama de literatura, con colegios subalternos establecidos a través de toda la provincia, por medio de los cuales se comunicaba el conocimiento de todos los descubrimientos que tendían al mejoramiento de la aplicación de la Ciencia a la producción. El progreso en las Ciencias era estimulado por medio de una ley según la cual se hacían pasar individuos desde los deberes activos que consistían en ejecutar una determinada labor, cuando estos individuos hablan ya pasado más allá del cenit de sus fuerzas físicas, a los trabajos del laboratorio y del estudio, si es que no hacían falta para dirigir grandes empresas industriales, para desempeñar funciones judiciales, o para dirigir la nave del Estado. Las clases menos desarrolladas eran educadas para la agricultura, para las manufacturas, y para toda clase de labores manuales, y su bienestar y comodidad, a los que se atendía por medio de provisiones de abundante alimento y abrigo, eran consideradas como uno de los principales deberes del gobierno. Un gobernador cuyo pueblo estuviese descontento, mal gobernado, mal abastecido, era depuesto de su empleo como siendo inepto o negligente en el desempeño de su cometido, y por cualquier disturbio de carácter algún tanto grave, era castigado por medio de una multa o bien se le encarcelaba.
Muchas huellas de estos métodos y costumbres pueden encontrarse todavía en los fragmentos de la literatura más antigua, ocultas en los libros de naciones que cuentan con un remoto pasado.
Estas huellas aparecen en algunos de los libros chinos, y algunos de los fragmentos descubiertos de civilizaciones relativamente modernas, (En la interesante Historia de los Atlantes, por W. Scott Elliot, se hallaran muchos detalles referentes a este punto) En la interesante Historia de los Atlantes, por W. Scott Elliot, se hallaran muchos detalles referentes a este punto aunque al presente desaparecidas, demuestran el paternal y solicito cuidado ejercido por los Gobernadores sobre su pueblo. La magnifica, aunque gastada y decadente civilización del Perú, destruida por Pizarro y sus españoles, presentaba algunas débiles huellas del mundo antiguo del cual la derivo.
El Imperio Tolteca se extendió desde su centro, el continente Atlante propiamente dicho, la tierra que ahora se halla  sumergida debajo del Océano  Atlántico, hacia el occidente sobre la tierra que entonces estaba comprendida en el Norte y Sur de América; también se extendió hacia el oriente en el norte de África y Egipto, supeditando a su gobierno muchas naciones procedentes de la mezcla de la segunda subraza con los Lemures, y de la -cuarta y quinta subrazas más jóvenes que se desarrollaban en sus respectivos centros.
Cuando el Imperio Tolteca hubo alcanzado su punto más elevado, la dinastía divina toco a su fin, pues la sabiduría de la gran Jerarquía vio que habla llegado el tiempo en que la humanidad debía marchar por si sola durante un determinado periodo, obteniendo el conocimiento por medio de sus propias experiencias, y la fuerza por medio de sus fracasos y caídas.
Después de esto se siguió una larga serie de Reyes Adeptos, discípulos de los grandes Señores, pero ahora el ahamkara de los Asuras encarnados, fomentado por el poder y el mando, principio a tomar peligrosas proporciones a medida que su fuerza y predominio aumento, y a medida que la potente mano de los Reyes divinos abandono las riendas del poder, y los destinos del Imperio pasaron a ser regidos por una autoridad más débil. Las Stanzas describen su historia en un breve y sustancioso bosquejo: "Entonces la tercera y cuarta crecieron en orgullo. Nosotros somos los Reyes; nosotros somos los Dioses, dijeron. Tomaron esposas de hermosa apariencia que eligieron de entre los sin mente, los de cabeza estrecha. De esta suerte procrearon monstruos, machos y hembras, también Khado, de escasa mentalidad. Construyeron templos para el cuerpo humano. A varones y hembras ellos adoraron. Entonces el tercer ojo cesó de funcionar. Construyeron grandes ciudades; de tierras y metales raros las construyeron. De los fuegos vomitados, de la piedra blanca y negra de las montañas labraron sus propias imágenes según su talla y semejanza, y las adoraron. Labraron grandes estatuas, de nueve yatis (Veintisiete pies.) de altura, la talla de sus cuerpos. Fuegos internos habían destruido la tierra de sus padres. El agua amenazaba a la cuarta (Stanzas, D. S., II, 23-24.)
Permítasenos aclarar y completar este bosquejo. Ante todo debo decir, con todo el respeto debido, que "la tercera y cuarta" no significan, como se dice en la nota de la página 284, la tercera y cuarta Razas, sino la tercera y cuarta subrazas de la cuarta Raza. En la primera sloka de la Stanza X se dice por modo claro y distinto que: "la tercera Raza dio nacimiento a la cuarta", y luego se mencionan las cuatro primeras subrazas que sucesivamente nacieron. Incluir en esta etapa a la tercera Raza, cuyos degradados restos fueron esparcidos entre las naciones de la cuarta Raza, es una incongruencia evidente, y con ello se falsea la historia; al paso que, si leemos "tercera y cuarta" aplicándolas a las subrazas, el conjunto de la historia tiene una trabazón lógica y razonable.
En esta etapa de la tercera subraza, la del domino Tolteca, la cuarta subraza, la Turania, habla crecido en poder en los países orientales, aunque todavía era tributaria del Emperador blanco de la Ciudad de las Puertas de Oro, y en la última lucha se alió con los rebeldes del sur. Estas subrazas eran la "tercera y cuarta" que "creció en orgullo". La quinta subraza era también de carácter pendenciero, y fue siguiendo su turbulento sistema para alcanzar el poder en el norte, pero, por el momento, nada tenemos que decir con respecto a ella.
Los Asuras encarnados se revelaron gradualmente contra el gobierno del Emperador Blanco; al principio secretamente, desobedeciendo las Ordenes procedentes de la capital, y esparciendo la idea de que el lejano Soberano era mucho menos útil al pueblo que los Virreyes que este tenía cerca de sí. De este modo consiguieron obtener un poder e influencia cada vez mayores, usurpando en todos sentidos la autoridad imperial. Para aumentar su poderío y grandeza a los ojos del pueblo, lo deslumbraban con la exhibición de poderes mágicos, empleando los grandes recursos del conocimiento súper físico que poseían para engrandecerse, y se rodeaban del mayor misterio para inspirar respeto y terror a los ignorantes. Con el objeto de conseguir que el pueblo se alejara cada vez mas del Emperador Blanco, introdujeron gradualmente muchos cambios en el culto religioso, y sustituyeron las suntuosas fiestas, los brillantes espectáculos y las pompas exteriores, al grandioso y algún tanto severo ritual instituido por los Reyes divinos. Los templos primitivos eran de sólida grandeza, relucientes de oro y ricos en joyas, pero todo era puro y casto, sencillo y grandioso.
Un brillante Sol de oro era el objeto central, la imagen y símbolo del Sol celestial, y este, a su vez, no era más que el símbolo, el ropaje radiante del Señor de la Luz y Amor, el Gobernador del sistema solar, en el cual El velaba Su Presencia de luz inefable.
El culto consistía en cantos sonoros y grandiosas masas de rítmica danza, con guirnaldas de flores y nubes de oloroso incienso que flotaban por los aires, conjunto espléndido y majestuoso sin duda, pero sin embargo de un carácter tan puro y sencillo como severo y elevado. Contigua al Templo de Oro de la capital, existía la Cámara Blanca, o Cueva de la Iniciación, en donde los discípulos de los Dragones de Sabiduría recibían el óleo santo, en donde brillaba la Estrella de la Iniciación sobre la cabeza del Hierofante, y en donde de tiempo en tiempo aparecían las radiantes formas de los Hijos del Fuego. Esto era lo que confería al Templo su augusta santidad, y hacia que fuese el foco del poder espiritual. Hacia él dirigía su corazón el pueblo; en torno de él brillaba constantemente la aureola de su devoción; él era el símbolo visible de la protección de los Dragones de Sabiduría.
Bien sabían los ambiciosos Asuras que mientras el Templo de Oro y la Cámara Blanca fuesen el punto hacia donde estuviesen dirigidas todas las miradas, el corazón agradecido del Imperio Tolteca, el corazón del pueblo permanecería allí. De aquí que determinaron crear una nueva capital, y establecieron en ella un Emperador rival llamado Thevatat, construyendo en su palacio un nuevo templo y una nueva cámara de iniciación. Para dar a este nuevo centro el carácter de súper físico, llamaron en su ayuda a poderosos Elementales del mundo astral inferior, los cuales aparecían en medio de ellos en los grandes festivales, y recibían, vestidos exteriormente de una manera deslumbrante, las ofrendas y adoraciones del pueblo. Después de algún tiempo, para tener a estos terribles seres más estrechamente consagrados a su servicio, principiaron por ofrecerles sacrificios de animales, y en los grandes festivales hasta sacrificios humanos. Después de estos sacrificios principiaron las practicas licenciosas, puesto que la crueldad y la lujuria tienen su natural afinidad, hasta que las orgías de la clase más vil y abyecta ocuparon las noches que se seguían a los días empleados en representar combates y sangrientos sacrificios.
El próximo paso hacia su perdición y ruina fue dado cuando los jefes de los Asuras se proclamaron a sí mismos objeto del culto divino: "Nosotros somos los Reyes; nosotros somos los Dioses", y, esculpiendo grandes estatuas de sí mismos, las colocaron en los templos como objetos de adoración, y el poder creador del hombre, reflexión del poder divino, fue sustituido a aquella energía espiritual de la cual era el representante físico. De este modo se entronizo el falicismo con todo su sequito de repugnantes abominaciones.


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