Las Razas Humanas
CUARTA CONFERENCIA
Parte II
Tomado del libro: “La Genealogia del Hombre.”
De Annie Besant
Hasta después de
su completa desaparición como órgano físico, los hombres fueron susceptibles a
los impulsos astrales, y la impresionabilidad súper física era de carácter
común entre ellos. En los tiempos de la degradación Tolteca, las clases
elevadas recurrieron a la magia negra con el fin de despojar de esta facultad a
aquellos a quienes ellos oprimían y esclavizaban. No solo dejaron de estimular
y desarrollar esta facultad, como se hacía en los tiempos primitivos, sino que
hicieron cuanto estuvo en su mano para entorpecerla y hasta destruirla. A pesar de todo,
ella subsiste todavía bastante extendida entre muchas naciones y tribus de la
cuarta Raza. El lenguaje era en estos tiempos aglutinativo, así entre los Toltecas
como entre la cuarta y quinta subrazas -la Turania y la Semítica- y éste era el
más antiguo lenguaje Rakshasa, llamado así como típico de los gigantes
Turanios, a quienes se aplicó especialmente el nombre de Rakshasas. A medida
que los tiempos pasaron, el lenguaje se hizo inflexivo, y en esta forma paso a
la quinta Raza.
Su estatura,
como se ha dicho, era gigantesca; Titanes, Gigantes, son los nombres que con
frecuencia se les aplican, pero esta estatura disminuyo gradualmente subraza
tras subraza. Las estatuas
de la Isla de Pascua tienen cerca de veintisiete pies de altura, y representan
la cuarta Raza humana en su periodo medio.
Las estatuas de
Bamián, cinco en número, dice H. P. B. que son obra de la cuarta Raza de
Iniciados, y representan la gradual disminución de estatura de las cinco razas.
La primera de dichas
estatuas tiene 173 pies de altura, representando la primera raza; la segunda,
la de los nacidos del Sudor, 120 pies; la tercera, la de la tercera Raza, 60
pies; la cuarta y quinta son más pequeñas, siendo la última de ellas un poco
más alta que un hombre de elevada estatura de la quinta raza. Estas estatuas
han sido recubiertas de yeso, y se las ha
hecho representar al Señor Buddha, pero las estatuas originales cortadas
en la roca que están recubiertas de yeso fueron labradas muchas edades antes de
Su Venida (D.
S, II, 353, 355). En la tercera subraza,
la Tolteca encarnaron algunos de los más grandes Asuras, Inteligencias de un
poder y conocimiento altamente desarrollados, hallando en el tipo más hermoso y
elevado de los cuerpos Toltecas, vehículos que, por otra parte, adquirieron
rápidamente un desarrollo todavía mayor bajo la estimulante presión del
interior. Detrás de
ellos vinieron los Asuras que ya anteriormente habían encarnado en la primera y
segunda subrazas, así como vinieron también los Pitris Solares que en estas
mismas subrazas habían pasado por sus primeras encarnaciones terrestres. Tales
eran las clases elevadas de los primitivos Toltecas, y por debajo de ellas
había una gran masa de pueblo menos desarrollado, aunque dócil y flexible, y a
propósito para ser gobernado y dirigido. Después de estos Asuras y Pitris Solares vinieron los
Reyes divinos para ayudarles a desarrollar una gran civilización, y los
Dragones de Sabiduría velaron este nuevo desenvolvimiento de la raza humana que
tanto prometía en el vigor de su espléndida y fogosa juventud. De aquí que se
diga que esta subraza, llamada los Daityas en los Puranas, fue instruida por
Shukra, dirigiéndola los Reyes divinos Agnishvatta bajo las inmediatas órdenes
y protección de los Dragones de Sabiduría de Venus. De aquí que se diga también
que Shukra es el preceptor de los Asuras.
Bajo estas
favorables condiciones, esto es, bajo la protección de estos Instructores y
Gobernadores divinos por una parte, y de un pueblo apto para ser instruido por
otra, la civilización Tolteca creció y se desarrolló. En ella floreció Asuramaya, el más grande de los
astrónomos, quien dio principio a los anales astronómicos desde entonces
conservados por la Logia Blanca, y quien construyó el Zodiaco, que
sucesivamente fue transmitido de generación en generación hasta los Atlantes de
Ruta, de quienes lo heredaron los Egipcios en el decurso de las edades.
De tiempo en tiempo apareció entre ellos el misterioso Narada, el Hijo de voluntad y de yoga, El que había
aprendido el secreto de aparecer sobre la tierra durante edades incalculables,
pasando de un cuerpo a otro, árbitro del destino de las naciones, guía y
director de las giratorias ruedas del cambio, y de quien proceden las chispas
que dan lugar a las guerras y convulsiones naturales.
El estudio de
las energías de la naturaleza fue llevado a un grado tal de perfección por
estos activos discípulos de los Sabios, que todavía no ha sido alcanzado por
ningún hombre hasta el presente. Consiguieron subyugar las sutiles energías del
éter, y aprendieron a surcar los aires en navíos aéreos, del mismo modo que los
buques de vapor surcan las aguas de los mares; estos navíos aéreos fueron
empleados en las grandes guerras que marcaron los últimos tiempos de la
supremacía Tolteca. En los relatos antiguos pueden encontrarse muchos datos
referentes a combates librados en los aires entre ejércitos enemigos. En estos
últimos tiempos, emplearon los conocimientos que en química poseían para construir
armas que llevaron la destrucción a lo lejos. Elevaban por los aires un buque
de guerra, y cuando se hallaba sobre las cabezas de los combatientes, dejaba
caer súbitamente sobre ellos una lluvia de pesados vapores venenosos que
narcotizaban o mataban a millares de indefensos guerreros; o arrojaban enormes
bombas que explotaban al chocar con el suelo, esparciendo por doquier cientos
de miles de balas o flechas incandescentes que sembraban la tierra de mutilados
cadáveres.
En los
primitivos tiempos, sus estudios científicos fueron dirigidos a fines mas
humanos y benéficos; al fomento y desarrollo de la agricultura; a la cría y
mejoramiento de los tipos animales; a la producción de granos alimenticios; al
cultivo de los árboles frutales; a la fertilización del suelo, y al empleo de
la luz de diversos colores para estimular el crecimiento de los animales y
plantas, e impedir en ellos el desarrollo de enfermedades.
Hacían, además,
uso en gran escala de la alquimia, la madre de la química, para producir lo que
ahora se llaman metales "preciosos", pero que entonces solo se
estimaban por su belleza como agentes decorativos. El oro era empleado en
abundancia en casas y templos, y en las moradas de los ricos, en los palacios
de los gobernadores, y en los templos destinados al culto, se veían profusión
de columnas doradas. También llevaron a cabo muchas magnificas aleaciones
con el objeto de embellecer y decorar sus
edificios y palacios, contribuyendo su brillo metálico al esplendor de
las ciudades.
La arquitectura
fue el arte que rayo a mayor altura entre los Toltecas, pues algunas de sus
grandes ciudades eran modelos de solidez y belleza. La más hermosa de ellas era
la famosa "Ciudad de las Puertas de Oro", construida sobre una colina
coronada por el magnífico Templo de Oro, a la vez que por un templo y un
palacio, con sus galerías sostenidas por columnas y patios ricamente adornados,
todo lo cual constituía la morada de los Reyes divinos que a tan espléndidas
alturas elevaron el Imperio Tolteca. La pintura y el dorado eran profusamente
empleados para embellecer el exterior de las casas, así como la estatuaria, los
bajo relieves y las molduras de toda clase (En la interesante Historia
de los Atlantes, por W. Scott Elliot, se hallarán muchos detalles referentes a
este punto).
El sistema de gobierno
establecido por los Reyes divinos estaba basado en la idea general de que el
conocimiento y el poder deben llevar consigo los cuidados y la responsabilidad,
y que la debilidad solo era un motivo de protección, mas no una razón para
tiranizar y oprimir. La educación era de carácter general, si bien de muchas
clases, conforme con las aptitudes que presentaba el educando. En los tiempos
en que la civilización Tolteca alcanzo su mayor esplendor, cada capital de
provincia poseía su colegio central, con un departamento para cada arte,
ciencia y rama de literatura, con colegios subalternos establecidos a través de
toda la provincia, por medio de los cuales se comunicaba el conocimiento de
todos los descubrimientos que tendían al mejoramiento de la aplicación de la
Ciencia a la producción. El progreso en las Ciencias era estimulado por medio de
una ley según la cual se hacían pasar individuos desde los deberes activos que
consistían en ejecutar una determinada labor, cuando estos individuos hablan ya
pasado más allá del cenit de sus fuerzas físicas, a los trabajos del
laboratorio y del estudio, si es que no hacían falta para dirigir grandes
empresas industriales, para desempeñar funciones judiciales, o para dirigir la
nave del Estado. Las clases menos desarrolladas eran educadas para la
agricultura, para las manufacturas, y para toda clase de labores manuales, y su
bienestar y comodidad, a los que se atendía por medio de provisiones de
abundante alimento y abrigo, eran consideradas como uno de los principales
deberes del gobierno. Un gobernador cuyo pueblo estuviese descontento, mal
gobernado, mal abastecido, era depuesto de su empleo como siendo inepto o
negligente en el desempeño de su cometido, y por cualquier disturbio de
carácter algún tanto grave, era castigado por medio de una multa o bien se le
encarcelaba.
Muchas huellas
de estos métodos y costumbres pueden encontrarse todavía en los fragmentos de
la literatura más antigua, ocultas en los libros de naciones que cuentan con un
remoto pasado.
Estas huellas
aparecen en algunos de los libros chinos, y algunos de los fragmentos
descubiertos de civilizaciones relativamente modernas, (En la interesante Historia de los
Atlantes, por W. Scott Elliot, se hallaran muchos detalles referentes a este punto)
En la interesante Historia de los Atlantes, por W. Scott Elliot,
se
hallaran muchos detalles referentes a este punto aunque al presente
desaparecidas, demuestran el paternal y solicito cuidado ejercido por los
Gobernadores sobre su pueblo. La magnifica, aunque gastada y decadente
civilización del Perú, destruida por Pizarro y sus españoles, presentaba
algunas débiles huellas del mundo antiguo del cual la derivo.
El Imperio
Tolteca se extendió desde su centro, el continente Atlante propiamente dicho,
la tierra que ahora se halla sumergida debajo
del Océano Atlántico, hacia el occidente
sobre la tierra que entonces estaba comprendida en el Norte y Sur de América;
también se extendió hacia el oriente en el norte de África y Egipto,
supeditando a su gobierno muchas naciones procedentes de la mezcla de la
segunda subraza con los Lemures, y de la -cuarta y quinta subrazas más jóvenes
que se desarrollaban en sus respectivos centros.
Cuando el
Imperio Tolteca hubo alcanzado su punto más elevado, la dinastía divina toco a
su fin, pues la sabiduría de la gran Jerarquía vio que habla llegado el tiempo
en que la humanidad debía marchar por si sola durante un determinado periodo,
obteniendo el conocimiento por medio de sus propias experiencias, y la fuerza
por medio de sus fracasos y caídas.
Después de esto
se siguió una larga serie de Reyes Adeptos, discípulos de los grandes Señores,
pero ahora el ahamkara de los Asuras encarnados, fomentado por el poder y el
mando, principio a tomar peligrosas proporciones a medida que su fuerza y
predominio aumento, y a medida que la potente mano de los Reyes divinos
abandono las riendas del poder, y los destinos del Imperio pasaron a ser
regidos por una autoridad más débil. Las Stanzas describen su historia en un
breve y sustancioso bosquejo: "Entonces la
tercera y cuarta crecieron en orgullo. Nosotros somos los Reyes; nosotros somos
los Dioses, dijeron. Tomaron esposas de hermosa apariencia que eligieron de
entre los sin mente, los de cabeza estrecha. De esta suerte procrearon
monstruos, machos y hembras, también Khado, de escasa mentalidad. Construyeron
templos para el cuerpo humano. A varones y hembras ellos adoraron. Entonces el
tercer ojo cesó de funcionar. Construyeron grandes ciudades; de tierras y
metales raros las construyeron. De los fuegos vomitados, de la piedra blanca y
negra de las montañas labraron sus propias imágenes según su talla y semejanza,
y las adoraron. Labraron grandes estatuas, de nueve yatis (Veintisiete
pies.) de altura, la talla de sus cuerpos. Fuegos internos habían
destruido la tierra de sus padres. El agua amenazaba a la cuarta (Stanzas, D. S.,
II, 23-24.)
Permítasenos aclarar y completar este bosquejo. Ante todo
debo decir, con todo el respeto debido, que "la tercera y cuarta" no
significan, como se dice en la nota de la página 284, la tercera y cuarta
Razas, sino la tercera y cuarta subrazas de la cuarta Raza. En la primera
sloka de la Stanza X se dice por modo claro y distinto que: "la tercera
Raza dio nacimiento a la cuarta", y luego se mencionan las cuatro primeras
subrazas que sucesivamente nacieron. Incluir en esta etapa a la tercera Raza,
cuyos degradados restos fueron esparcidos entre las naciones de la cuarta Raza,
es una incongruencia evidente, y con ello se falsea la historia; al paso que,
si leemos "tercera y cuarta" aplicándolas a las subrazas, el conjunto
de la historia tiene una trabazón lógica y razonable.
En esta etapa de
la tercera subraza, la del domino Tolteca, la cuarta subraza, la Turania, habla
crecido en poder en los países orientales, aunque todavía era tributaria del
Emperador blanco de la Ciudad de las Puertas de Oro, y en la última lucha se
alió con los rebeldes del sur. Estas subrazas eran la "tercera y cuarta" que
"creció en orgullo". La quinta subraza era también de carácter
pendenciero, y fue siguiendo su turbulento sistema para alcanzar el poder en el
norte, pero, por el momento, nada tenemos que decir con respecto a ella.
Los Asuras
encarnados se revelaron gradualmente contra el gobierno del Emperador Blanco;
al principio secretamente, desobedeciendo las Ordenes procedentes de la
capital, y esparciendo la idea de que el lejano Soberano era mucho menos útil
al pueblo que los Virreyes que este tenía cerca de sí. De este modo consiguieron
obtener un poder e influencia cada vez mayores, usurpando en todos sentidos la
autoridad imperial. Para aumentar su
poderío y grandeza a los ojos del pueblo, lo deslumbraban con la exhibición de
poderes mágicos, empleando los grandes recursos del conocimiento súper físico
que poseían para engrandecerse, y se rodeaban del mayor misterio para inspirar
respeto y terror a los ignorantes. Con el objeto de conseguir que el pueblo se alejara cada
vez mas del Emperador Blanco, introdujeron gradualmente muchos cambios en el
culto religioso, y sustituyeron las suntuosas fiestas, los brillantes
espectáculos y las pompas exteriores, al grandioso y algún tanto severo ritual
instituido por los Reyes divinos. Los templos primitivos eran de sólida
grandeza, relucientes de oro y ricos en joyas, pero todo era puro y casto,
sencillo y grandioso.
Un brillante Sol de oro era el objeto central, la imagen
y símbolo del Sol celestial, y este, a su vez, no era más que el símbolo, el
ropaje radiante del Señor de la Luz y Amor, el Gobernador del sistema solar, en
el cual El velaba Su Presencia de luz inefable.
El culto
consistía en cantos sonoros y grandiosas masas de rítmica danza, con guirnaldas
de flores y nubes de oloroso incienso que flotaban por los aires, conjunto espléndido
y majestuoso sin duda, pero sin embargo de un carácter tan puro y sencillo como
severo y elevado. Contigua al Templo de Oro de la capital, existía la
Cámara Blanca, o Cueva de la Iniciación, en donde los discípulos de los
Dragones de Sabiduría recibían el óleo santo, en donde brillaba la Estrella de
la Iniciación sobre la cabeza del Hierofante, y en donde de tiempo en tiempo
aparecían las radiantes formas de los Hijos del Fuego. Esto era lo que
confería al Templo su augusta santidad, y hacia que fuese el foco del poder
espiritual. Hacia él dirigía su corazón el pueblo; en torno de él brillaba
constantemente la aureola de su devoción; él era el símbolo visible de la
protección de los Dragones de Sabiduría.
Bien sabían los
ambiciosos Asuras que mientras el Templo de Oro y la Cámara Blanca fuesen el
punto hacia donde estuviesen dirigidas todas las miradas, el corazón agradecido
del Imperio Tolteca, el corazón del pueblo permanecería allí. De aquí que
determinaron crear una nueva capital, y establecieron en ella un Emperador
rival llamado Thevatat, construyendo en su palacio un nuevo templo y una nueva
cámara de iniciación. Para dar a este nuevo centro el carácter de súper físico,
llamaron en su ayuda a poderosos Elementales del mundo astral inferior, los
cuales aparecían en medio de ellos en los grandes festivales, y recibían,
vestidos exteriormente de una manera deslumbrante, las ofrendas y adoraciones
del pueblo. Después de algún tiempo, para tener a estos terribles seres más
estrechamente consagrados a su servicio, principiaron por ofrecerles
sacrificios de animales, y en los grandes festivales hasta sacrificios humanos. Después de estos
sacrificios principiaron las practicas licenciosas, puesto que la crueldad y la
lujuria tienen su natural afinidad, hasta que las orgías de la clase más vil y
abyecta ocuparon las noches que se seguían a los días empleados en representar
combates y sangrientos sacrificios.
El próximo paso
hacia su perdición y ruina fue dado cuando los jefes de los Asuras se
proclamaron a sí mismos objeto del culto divino: "Nosotros somos los
Reyes; nosotros somos los Dioses", y, esculpiendo grandes estatuas de sí
mismos, las colocaron en los templos como objetos de adoración, y el poder
creador del hombre, reflexión del poder divino, fue sustituido a aquella
energía espiritual de la cual era el representante físico. De este modo se
entronizo el falicismo con todo su sequito de repugnantes abominaciones.
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