sábado, 31 de mayo de 2014

El Poder del Silencio



EL PODER DEL SILENCIO
Por Radha Burnier

La experiencia muestra que el sonido y la palabra tienen un impacto sobre la conciencia, no sólo sobre la conciencia humana sino aun sobre aquella de los animales y las plantas.  Incluso una sola sílaba o frase puede producir un efecto perturbador sobre un escucha cuando es oprimido por vibraciones de ira o disgusto.  Por otro lado, una simple palabra o sonido puede llevar consuelo y esperanza, si el amor y la simpatía son las fuerzas tras ellos.

El universo está hecho de vibraciones que se nos revelan como sonido, color, forma, o muchos impactos sutiles sobre la conciencia.  Los antiguos Indios concibieron una doctrina oculta referida a la existencia del sonido en cuatro dimensiones, la menor de las cuales es la que normalmente llamamos sonido.  La señora Blavatsky escribe en La Doctrina Secreta que la totalidad del ‘cosmos’ es este nivel inferior del sonido conocido como vaikhari; en el nivel más sutil de madhyama, el sonido es la luz del Logos (o Isvara); a un nivel aún más sutil es llamado pasyanti, el cual es el Logos mismo; y más allá de todos ellos está para, sonido como la Realidad Suprema, el poder creador de la Realidad, que pone en movimiento y energiza la manifestación.  Como dice la escritura Cristiana: ‘En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.’  Esto se refiere también en otras religiones en formas diferentes.  Se ha dicho, por ejemplo, que Siva y Sakti son uno, siendo Siva el aspecto de la conciencia, y Sakti el indisoluble poder creador integrado con esa conciencia.
Hay otras interesantes declaraciones de Blavatsky.  Ella dice que el sonido es una fuerza tan maravillosa que quienes tienen conocimiento oculto pueden producir sonido que podría elevar la pirámide de Cheops en el aire o revivir y llenar con nuevo vigor a un hombre moribundo que está exhalando su último suspiro.  Éste puede ser la clase de poder que los rishis pueden ejercer, porque se ha dicho que una maldición pronunciada por un rishi tiene tremendo poder; como también una bendición que él pueda dar.

Todas las religiones han usado palabras sagradas como Om y Amén, que se ha dicho que son la expresión fonética de ‘uno de los nombres secretos de la Deidad Una, Eterna, siempre Presente’.  Los mantras o conjuros son considerados como combinaciones de sonidos con números y figuras que invocan una respuesta de los mundos superiores cuando la combinación es hecha con conocimiento.  La señora Blavatsky declara que mientras la bien conocida máxima Om mani padme hum es interpretada como ‘La Joya en el Loto’ por la gente común, esotéricamente señala al Dios dentro del corazón de uno, la unión entre el Hombre y el Universo.  El Loto es el símbolo universal del Cosmos como la totalidad absoluta, y la Joya es el Hombre Espiritual, o Dios.  Estas palabras de Blavatsky también suministran una clave para comprender la gran reverencia y fe ligadas al uso de la palabra sagrada Om, que significa la profunda afinidad entre el microcosmo y el macrocosmo.

Sin embargo, es importante darse cuenta de la conexión entre la pronunciación de estas especiales combinación de sonidos, y por otra parte de la pureza de quien las usa.  ‘Pronunciadas por un hombre muy santo y puro’, la palabra Om puede atraer Potencias superiores; cuando un buen hombre promedio pronuncia la palabra del modo correcto, le ayudará a fortalecerlo moralmente, especialmente si medita sobre la inefable gloria dentro de sí; pero ‘desdichado el hombre que la pronuncia después de la comisión de un pecado grave’.  En los Yoga Sutras se declara también que Om significa Isvara (Logos), pero que la repetición de la palabra (japa) debe acompañarse por meditación sobre su importancia.
Las enseñanzas éticas y religiosas del mundo a menudo han enfatizado la importancia del recto hablar y del recto pensar.  El recto hablar debe ser verdadero, útil y amable, y como el habla y el pensamiento están íntimamente relacionados, esto se aplica también al recto pensamiento.  Toda palabra y pensamiento que salga de una persona debe ser necesariamente recto en el anterior sentido, si la intención es producir verdadero beneficio para uno mismo y también para otros.

‘AUM significa buena acción, no meramente sonido labial.  Ustedes deben decirlo en hechos’ (HPB en La Doctrina Secreta).  La importancia de esto es clara a partir de los comentarios acerca de cuán diferentes son los efectos cuando esta palabra sagrada es cantada por un  hombre puro y santo, por un hombre corriente, o por uno que ha cometido un pecado o errores graves.  El vivir una vida pura impregna el sonido con una energía que un modo descuidado de vivir no puede hacer.  Es para aprender a ser puro, lo cual significa ausencia de egoísmo, que las experiencias en este difícil mundo físico son necesarias.  Aquí abajo el sentido de separatividad es muy fuerte y conduce a ilusiones que son difíciles de disipar.  Así somos probados mientras no podamos estar en los mundos más sutiles.  Clarividentes eminentes mencionan que en los mundos más sutiles hay una comprensión de las experiencias de la vida física que nosotros no podemos tener mientras vivamos en el cuerpo físico.  Por ejemplo, se ha visto que el dolor y la degradación son pasajeros, e incluso que las personas más bajas o más brutales tienen posibilidades divinas.  Esto hace toda la diferencia para nuestro comportamiento y relaciones.

Es de extrema importancia el consejo acerca de no llegar a conclusiones acerca de otros con nuestro presente punto de vista.  Vemos que lo que parece feo en el carácter de una persona puede ser solamente un estado por el cual debe pasar antes de que la belleza del alma se revele.  Éste es un punto de vista más alto desde el cual todas las cosas pueden verse de manera diferente.  Cuando vemos de manera diferente, actuamos mejor, y todo lo que pensamos y decimos será benévolo.


El fallido intento de explicar la resurreccion con la ciencia



El fallido intento de explicar la resurrección con ciencia.

Durante siglos, los filósofos trataron de explicar la resurrección como un fenómeno natural sujeto a las leyes físicas normales. El desarrollo de la ciencia moderna mostró que era imposible

Hace unos 2.000 años, un joven palestino cumplió, según sus seguidores, un sueño universal sobre el que se edificaría un mundo nuevo. Jesús de Nazaret, ajusticiado en una cruz de madera tres días antes, regresó de entre los muertos en un día que los católicos celebran el Domingo de Pascua. La religión fundada sobre este fenómeno extraordinario basaría su éxito, en buena medida, en la promesa de que al final de los días todos disfrutarían de la resurrección de su cuerpo y su alma.
Hasta ahora, la única forma de inmortalidad fehaciente es la conseguida por los egoístas genes que nos empujan a fornicar, muchas veces contra nuestros propios intereses, para tratar de saciar su hambre de eternidad. Sin embargo, durante mucho tiempo, los pensadores cristianos se devanaron los sesos para otorgar una justificación más o menos racional a las promesas de resurrección. Hasta la Ilustración, muchos científicos compartían la idea de que la religión revelada incluía conocimientos empíricos sustantivos, por lo que la resurrección de los cadáveres era un proceso físicamente posible.
Como recuerda Carlos Solís, investigador de la UNED en un artículo publicado en la revista Asclepio, este esfuerzo dio lugar a esfuerzos intelectuales muy peculiares. En la segunda mitad del siglo II se introdujo la resurrección de los cuerpos materiales y hubo que explicar el modo en que los cadáveres descompuestos, comidos por los gusanos o absorbidos por las plantas, se podían volver a reunir para formar a todos los humanos que habrán vivido cuando se acabe el tiempo.
Si el final de los tiempos llegase mañana, Dios tendría que reconstruir los cuerpos de 107.000 millones de humanos
Uno de los filósofos que se aplicó con mayor talento a buscar una explicación fue Atenágoras de Atenas. Criticaba la teoría aristotélica según la cual todo cuerpo consta en diversas proporciones de cuatro elementos (tierra, aire, agua y fuego). Con procesos de frío y calor, unos elementos podrían transmutarse en otros y no habría límite para la corrupción de los cadáveres. Según explica Solís, Atenágoras, planteando una teoría de la materia más parecida a la que hoy se conoce, “supone que hay unas partes mínimas que se dispersan por el ecosistema, diminutas pero intactas, con lo que el problema de reunirlas de nuevo es meramente técnico y una fruslería para la omnisciencia divina que conoce la posición de cada una”.
Solís hace un cálculo de las dimensiones de la tarea que deberá cumplir Dios antes del juicio final: “Podemos contar con no menos de 26 toneladas de materia cadavérica por kilómetro cuadrado, estimando a la baja la esperanza media de vida en unos diez años, cuando un niño de hoy alcanza los 30 kilos de peso. La población total de Homo sapiens moderno en toda la historia se ha calculado en unos 107.000 millones; 100.000 millones quitando los aún vivos. Las tierras emergidas suman 148,6 millones de kilómetros cuadrados, a las que si restamos los 32.941 millones de desiertos con población despreciable, nos dejan unos 115,7 millones habitables. Así, podemos calcular que de media ha habido unos 864 cadáveres por kilómetro cuadrado”.
Un alquimista afirmó haber resucitado a unos cangrejos después de reducirlos a cenizas
“En cualquier caso, las partículas de esos cadáveres recibidos por la tierra, pasaron a las plantas, de ahí a los animales y de ambos, a los humanos. Todos somos caníbales indirectos, lo que plantea el problema de a quién asignar esas partículas compartidas por tanta gente en el momento de la resurrección de los mismos cuerpos que tuvimos”, continúa Solís. Para resolver este problema, Atenágoras toma la teoría de la digestión de Galeno, el médico contemporáneo suyo, según la cual se podría asumir que la materia humana, aunque alimente, no se asimila al organismo y acaba en las letrinas.
A partir del Renacimiento, cuando los alquimistas mezclaban el interés por probar experimentalmente las teorías con una tendencia a creer cualquier cosa espiritual o mágica, se llegaron a hacer experimentos para probar los mecanismos físicos que harían posible la resurrección. Alquimistas como Paracelso planteaban que, de un modo similar al T-1000 en Terminator 2, los átomos sueltos tendrían un poder regenerador de todo el cuerpo. Este principio, conocido como palingenesia, se llegó a probar, supuestamente, en experimentos como los que realizó Kenelm Digby a mediados del siglo XVII, que afirmó haber logrado la resurrección completa de cangrejos de río.
“Primero los coció durante un par de horas, luego los destiló en un alambique de barro, reservó el destilado y calcinó el residuo en el horno de reverbero. Mezcló la sal fija así obtenida con el resultado de la destilación y lo puso todo en un recipiente que colocó en un lugar fresco y húmedo. A los pocos días aparecieron unos cangrejitos diminutos que, alimentados con sangre de buey, pronto alcanzaron unos pocos centímetros. Se pasaban entonces a agua de río que se cambiaba cada tres días y a la que se añadía sangre de buey hasta que los animales alcanzaban un tamaño notable”, cuenta Solís.
La promesa de la medicina regenerativa
Aunque este tipo de experimentos eran relativamente populares y gozaban de credibilidad entre la gente culta, con el perfeccionamiento del método científico, la credulidad disminuyó. Robert Boyle, uno de los padres fundadores de la química moderna y teólogo cristiano, trató sin éxito de reproducir algunos experimentos similares de resurrección y concluía que los que habían visto aquellos resultados “no solo habían recurrido a sus ojos sino también a su imaginación”.
El desarrollo de la ciencia mostró que no era posible explicar el fenómeno de la resurrección sin recurrir a lo sobrenatural y la teología cristiana renunció a apoyarse en las leyes físicas. En un libro reciente sobre la materia, el papa Benedicto XVI, buen conocedor de los esfuerzos estériles de sus predecesores, se refugiaba en el misterio: “Cualquiera que se acerque a las narraciones de la Resurrección creyendo que sabe lo que significa levantarse de entre los muertos, inevitablemente malinterpretará esas narraciones y las descartará como carentes de significado”.
Tras descubrir los nuevos poderes que les otorgaba la nueva ciencia y la tecnología, los cerebros que antes se habían dedicado a la alquimia o la teología no han renunciado a combatir la mortalidad por otros medios. La medicina regenerativa, que utiliza el poder reparador de las células madre, es una de las vías empleadas para esta pelea con resultados mucho más humildes que los que ofrece la religión, pero tangibles. Algunos, como Ray Kurzweil, predican incluso la posibilidad relativamente cercana de copiar nuestra consciencia en un dispositivo digital para vivir como un cíborg para siempre.

Namastae!



¡NAMASTAE! ([i])

La fundación de este periódico se debe a causas que, habiendo sido enumeradas en el Prospecto, necesitan sólo ser ojeadas en su correlación. Estas causas son: La rápida expansión de la Sociedad Teosófica desde América hacia varios países europeos y asiáticos; la creciente dificultad y costo de mantener correspondencia por carta con miembros tan ampliamente diseminados; la necesidad de un órgano por medio del cual los escolares nativos del Este puedan comunicar su aprendizaje al mundo occidental, y, especialmente, a través del cual la sublimidad de las religiones Aria, Buddhista, Parsi y otras pueda ser expuesta por sus propios sacerdotes o sabios, los únicos intérpretes cualificados; y finalmente, a la necesidad de un contenedor para los hechos — en especial los relacionados con Ocultismo— recopilados por los Miembros de la Sociedad de entre las distintas naciones. En otro sitio hemos explicado con claridad la naturaleza de la Teosofía y la plataforma de la Sociedad; sólo nos resta decir unas palabras respecto a la política de nuestro periódico.
Ha sido expuesto que los miembros individuales de nuestra Sociedad tienen sus propias y privadas opiniones sobre asuntos tanto de naturaleza religiosa como de cualquier otra índole. Ellos son protegidos en el disfrute y expresión de las mismas; y, como individuos, tienen equitativo derecho a manifestarlas en el TEÓSOFO, amparadas bajo sus propias firmas. Unos de nosotros preferimos ser conocidos como ario samajistas, otros como buddhistas, algunos más como idolatores, y otros como algo más. Lo que cada quién es, se revelará en sus colaboraciones firmadas. Pero ni a arios y buddhistas, ni a otros representantes de una religión en particular, ya sean editores o colaboradores, puede permitírseles, bajo las reglas de la Sociedad, usar estas columnas editoriales exclusivamente en el interés de la misma, o comprometer, sin reservas, el periódico a su propaganda. Está estipulado que una estricta imparcialidad debe ser observada en las opiniones editoriales, siendo que el periódico representa el todo de la Sociedad Teosófica, o Hermandad Universal, y no una sección en particular. Puesto que en ningún sentido la Sociedad es una iglesia o una secta, nuestra intención es dar la misma cordial bienvenida a colaboraciones de una clase de religionistas como a aquellas de otra, insistiendo, sólo, en que la cortesía de lenguaje hacia los oponentes debe privar. Y la política de la Sociedad es también la total promesa y garantía de que no habrá supresión, de hecho o por modificación, en los escritos, para servir a fines de cualquier iglesia establecida o detractora de ningún país.
Los artículos y correspondencia acerca de cualquiera de los tópicos incluidos en el plan de la Teosofía, son bienvenidos; y aunque, claro, preferimos que sean en inglés, aun si son enviados en hindi, marathi, bengalí o gujrati; o en francés, italiano, español o ruso, serán cuidadosamente traducidos y editados para su publicación. Donde se haga necesaria la impresión de nombres y palabras en hebreo, griego y otros caracteres (excepto sánscrito y las lenguas vernáculas indias) diferentes del tipo romano, los autores amablemente escribirán también sus equivalentes fonéticos en inglés, dado que los recursos de nuestra oficina de impresión no parecen ser extraordinarios en este aspecto. Los manuscritos deben ser legibles, escritos a una sola cara, y los autores deben siempre guardar copias en sus hogares, ya que no asumiremos responsabilidad alguna por la pérdida de los mismos, como tampoco nos obligamos a devolver los artículos rechazados. No serán aceptadas declaraciones de hecho de partes desconocidas sin la debida autenticación.
Se desea que nuestra revista especializada sea leída con el mismo interés tanto por aquellos que no son filósofos profundos como por quienes lo son. Algunos se regocijarán al seguir a los sabios o panditas por los laberintos de los pormenores  metafísicos y de la traducción de manuscritos antiguos, y otros, al ser instruidos por medio de leyendas y cuentos de significados místicos. Nuestras páginas serán como las muchas viandas en un festín en el que cada apetito puede ser satisfecho y ninguno es dejado ir con hambre. Los quereres prácticos de la vida son para muchos lectores más urgentes que los espirituales, y sin el propósito de descuidarlos, nuestras páginas simplemente los mostrarán.
Una palabra más en el umbral antes de decir a nuestros huéspedes que entren. El primer número del TEÓSOFO fue puesto en circulación bajo dificultades mecánicas que no se hubieran encontrado en Nueva York o en Londres, y de las cuales esperamos escapar en futuros números. Por ejemplo: tratamos primero de obtener el excelente diseño del Sr. Edgard Wimbridge para la portada, grabado en madera, pero no fue posible conseguir madera del tamaño adecuando para componer el bloque, ni grapa para sujetarlo; tampoco había un grabador competente que le hiciera justicia al material. En litografía tampoco tuvimos mejor éxito; no había un operario de prensa en quien pudiera confiarse para imprimir trabajo artístico a color, y el propietario de una de las mejores oficinas de empleo en la India nos aconsejó enviar la orden a Londres. Como último recurso, determinamos imprimir el diseño en relieve y luego registrar los mercados de metal de Bombay y Calcuta en busca de rollos de lámina metálica. Habiendo, al final, asegurado una vieja pieza, el artista fue forzado a inventar un enteramente novedoso proceso para grabar en ella y para ejecutar el trabajo por sí mismo. Mencionamos estos hechos con la esperanza de que nuestros hermanos jóvenes desempleados indios puedan recordar el viejo adagio: “Donde hay voluntad, existe la manera”, y apliquen la lección a su propio caso. Y ahora, amigos y enemigos, todos — ¡Namastae!


[i] N de T.: Acompañado con un saludo de manos juntas, como en actitud de oración, “¡Namastae!” significa: “¡Saludo al dios en ti!”.

Liberacion y Progreso



Liberación y Progreso

Helena P. Blavatsky



“Un neófito, para ser iniciado, no debe tener
ningún afecto ni deseo que lo encadene al mundo.”
(Bulwer Lytton en “Zanoni”)


Se ha dicho que el primer paso que debe dar un estudiante de (Ocultismo es renunciar a las “vanidades del mundo”.

Esto no significa, necesariamente, que deba romper sus lazos familiares, desatender sus medios de subsistencia, evitar la sociedad de los demás, convertirse en un misántropo y retirarse a una cueva en la selva para entretenerse allí con las morbosas fantasías de su imaginación y estar de continuo codiciando internamente los mismos objetos a los que ha pretendido renunciar y abandonar externamente.

El aspirante puede vivir en el mundo y, sin embargo, no ha de ser del mundo. Su cuerpo y su mente pueden estar más o menos ocupados en los asuntos de la vida cotidiana y él puede, al mismo tiempo, estar ejercitando sus facultades espirituales. Puede estar personalmente en el mundo y, no obstante, remontarse espiritualmente por encima de él.

Todo ser humano posee, además de su cuerpo físico, dos juegos de facultades: intelectuales y espirituales. Los poderes de estas facultades están correlacionados y entretejidos. Si se usan solamente los poderes intelectuales en el plano físico para fines materiales, uno se vuelve más egoísta y materialista. Está concentrando sus poderes en un pequeño foco que representa su 'personalidad'; y cuanto más los concentra, más reducido será ese foco. Entonces, esa persona se volverá mezquina y egoísta y perderá la visión de la unidad, de la cual será apenas una parte infinitesimal e insignificante.

Por otra parte, si intenta enviar prematuramente su espíritu a las regiones de lo desconocido, sin haber desarrollado y ensanchado suficientemente su intelecto para que actúe como una base firme sobre la cual apoyar su espiritualidad, vagará como una sombra a través de los campos de lo infinito. Quizás contemple cosas espirituales, pero no será capaz de entenderlas. Se convertirá en una persona, nada práctica, en un fanático supersticioso y en un soñador.

El crecimiento demasiado rápido en una sola dirección, con exclusión del crecimiento correspondiente en la otra, va en detrimento del verdadero progreso. Por tanto es necesario discernir adecuadamente los poderes, tanto intelectuales como espirituales, y desarrollarlos en la correcta proporción.

“Renunciar al mundo” no significa mirar con desdén los adelantos de la ciencia, ignorar las matemáticas o la filosofía, ni dejar de interesarse por el progreso humano evitando los deberes correspondientes a la esfera en que hemos nacido, o descuidar nuestro ambiente. Lo que significa es renunciar al egoísmo, a la egolatría, a lo que Edwin Arnold llama 'el pecado del yo' en su libro “La Luz de Asial”, donde dice: “EI pecado del yo que ve su preciado rostro reflejado en el universo como en un espejo y exclama: ¡Que el mundo entero se exalte y que todo perezca para que sólo yo sea eterno!”

La renuncia al egoísmo va necesariamente acompañada del crecimiento espiritual. Por tanto, uno de los primeros deberes que tiene que cumplir el estudiante de Teosofía práctica es despojar su mente de la idea de un yo personal, empezar a darle menos importancia a las cosas y a los sentimientos personales. Debe olvidarse de sí mismo. No debe ver su existencia como la de una entidad permanente que ni cambia ni puede cambiar, solitaria en medio de otras entidades también aisladas y que vive separada de ellas por una concha impermeable. El mismo debe considerarse como una parte integral de un poder infinito que abarca el universo y cuyas fuerzas están concentradas en el cuerpo que él está habitando temporalmente. En ese cuerpo confluyen continuamente, y también de él irradian incesantemente, los rayos de la esfera infinita de Luz, cuya circunferencia no está en ninguna parte y cuyo centro está por doquier.

Para acelerar esta idea examinaremos al hombre en sus tres aspectos, el físico, el intelectual y el espiritual.
1) Se ha demostrado, a menudo, que el cuerpo físico del hombre no tiene existencia individual real o permanente. Por tanto no podemos realmente ni verlo ni oírlo ni sentirlo. Lo que percibimos de él son los efectos que sus actividades producen; en otras palabras, percibimos las vibraciones o circunvaluciones de fuerzas que al actuar sobre nuestros sentidos producen ciertas impresiones mentales. Estas impresiones, al llegar a nuestro conocimiento intelectual, nos dan una conciencia .
Más aún, los constituyentes de este cuerpo físico temporal cambian continuamente por el proceso de 'asimilación' y 'eliminación'. Los tejidos desaparecen, lenta o velozmente,
según su naturaleza o sus afinidades; nuevos tejidos ocupan su lugar para ser reemplazados, a su vez, por otros. Y este proceso continúa mientras dura la vida.
Tampoco tiene ninguna permanencia la forma del cuerpo físico. Este cambia de tamaño, forma y densidad al avanzar con la edad, desde la robusta salud de la infancia y de la juventud hasta la vigorosa constitución de la virilidad, o la gracia y la belleza de la femineidad. y sigue así, hasta que llegan las manifestaciones de la vejez y de la decrepitud, precursoras del declive, muerte y putrefacción .

2) ¿Existe alguna individualidad permanente en la Mente o Intelecto? ¿O bien no la hay, como sucede con el cuerpo físico? Para responder a esta pregunta investiguemos primero el significado de estos términos.
El Intelecto es un poder activo que trabaja con la Voluntad. Todas las impresiones del mundo externo que se reciben a través de los sentidos, son reunidos por el Intelecto como en un centro o foco común. Allí las retiene juntas la “Memoria”, para aplicarlas a cualquier propósito u objetivo.
Ahora bien, con el paso del tiempo también cambian las percepciones. Nuevas percepciones reemplazan a las antiguas. La voluntad va perdiendo su poder de mantenerlas unidas. Los recuerdos palidecen. y el Intelecto cambia su modo y forma de acción . Ningún hombre en la madurez de su vida tiene las mismas opiniones que tuvo en su niñez; y lo que hoy le parece prudente, mañana le parecerá necio. Nuestras ideas de lo recto y lo torcido y nuestras opiniones religiosas o filosóficas, toman su tonalidad según los modos de pensar que prevalecen en el país donde vivimos y según las influencias que allí predominan .
De modo que el Intelecto nace, crece y se desarrolla en constante cambio. Y aunque este proceso de cambio puede dilatarse o extenderse indefinidamente, debe soportar un cambio similar al del cuerpo físico. Tampoco puede haber, pues, una individualidad permanente en la Mente.

3) Consideremos ahora los principios superiores del hombre: el alma y el espíritu. La mayoría de los seres humanos tiene el sexto principio (Buddhi o Intuición) en estado apenas embrionario. y muchos no tienen ni siquiera conciencia de que existe ese principio. Por tanto, no puede considerárseles como poseedores de individualidad mientras no lo desarrollen, acompañado de las partes superiores de la Mente o Manas, y lo unan con el séptimo principio, Atman, la vida Una, el espíritu universal único y eterno.

Este espíritu divino es una unidad y no puede dividírselo en partes para encasillarlo en las sucesivas 'personalidades' individuales. No se le puede atraer hacia ellas si no que ellas deben elevarse hacia él. y cuanto más se elevan ellas, más se amplían sus facultades intelectuales y espirituales. Cuanto más se amalgaman esas personalidades con ese principio divino, más se unifican con él, hasta que, finalmente, cada espíritu 'individual' abarca en su potencialidad el universo y queda contenido en el Todo, tal como el Todo queda contenido en él.
Si este modo de ver al hombre en sus tres aspectos es correcto, entonces vemos que la existencia y la actividad del ser humano no están en absoluto limitadas a los confines de su cuerpo material, sino que deben extenderse a través de todo el espacio. Al terminar su evolución cíclica, el hombre iluminará todo el espacio, tal como ahora él es iluminado por los rayos espirituales del universo, hasta una extensión proporcional a su capacidad para atraer y recibir esa Luz.
El hombre es un centro de fuerzas en el cual convergen los rayos del universo. En ese centro comienza la labor de la ilusión, y a ese centro queda confinada. Los efectos se
toman equivocadamente por las causas, y las apariencias se toman por realidades. La mente se goza en deleites que son provocados por ciertas causas que producen alucinaciones, y alimentan deseos por cosas para las cuales no existe necesidad real. Tal como los rayos solares son reflejados desde la pulida superficie de un insignificante pedrusco, o desde la concha de una ostra, produciendo los múltiples tintes del arco iris que danzan y brillan en diversas tonalidades mientras están expuestos al sol, de la misma manera los rayos procedentes del mundo objetivo fluyen a través de nuestros sentidos, reflejan sus imágenes sobre el espejo de nuestra mente creando en ella fantasías y quimeras, ilusiones y deseos, y llenando la mente con los productos de su propia imaginación.
El primer deber de un verdadero teósofo es discernir entre lo que es real y lo que es irreal; distinguir entre lo verdadero y lo falso, por medio de la Luz divina del espíritu. Cumpliendo este deber descubre que el amor a sí mismo es ilusorio; que no existe un yo real y permanente, ni existencia individual alguna excepto aquélla que abarca en sí a toda la humanidad. y cuando el teósofo entienda plenamente esta idea de la unidad y esté dispuesto a dejar que muera y desaparezca su 'personalidad', entonces la Luz eterna de la conciencia espiritual habrá empezado a alborar en él y habrá comenzado su inmortalidad como forma integral e individual del espíritu universal.

El 'Zanoni' de Bulwer Lytton dice: "El primer requisito para la consumación de todo cuanto hay de grande y sublime es la clara percepción de la verdad."
Los fragmentos de verdad que se han exhibido de diversas maneras en el curso de las edades, y de los cuales se encuentran indicios en las diversas escrituras sagradas, pero que más recientemente nos han sido explicados en su verdadero sentido esotérico y en un lenguaje teosófico mejor adaptado a nuestros tiempos y más comprensible para nosotros parecen mostrar que, a medida que el espíritu, en su progresión hacia abajo se hunde en la materia, la mónada espiritual universal queda diferenciada primero en el reino animal. Es decir, se desmenuza en diferentes rayos de diversas tonalidades o características que colorean las diferentes clases y especies colectivamente. Y más adelante, en una escala superior, da colorido separadamente a las 'personalidades', hasta que alcanza su más alto grado de aislamiento diferencial en el hombre.

Ahí, en el hombre, comienza a reascender. Pero ahora ya no es un rayo pasivo del espíritu universal, sino que está dotado de actividad positiva, y marcha acompañado por aquellas porciones de sus principios inferiores que la personalidad ha sido capaz de afinar y asimilar con el espíritu.
El espíritu es el mismo en el arco descendente que en el ascendente y es siempre el mismo en cada 'individuo'. Pero al ir ascendiendo, cada rayo suyo queda dotado con un tono diferente que le imparte la 'personalidad' de cada 'individuo' con las partes superiores del quinto principio, Manas. Cuanto más intelecto se haya evolucionado, más intelecto habrá para acompañar al espíritu en su vuelo ascendente, y para impartirle un tono o carácter más distintivo. Pero si el desenvolvimiento del intelecto se ha retardado, o bien si el intelecto que se ha desarrollado se ha aplicado a propósitos materiales o 'personales', menos intelecto habrá para combinarlo con el rayo espiritual, y el espíritu puro seguirá proporcionalmente carente de inteligencia y desprovisto de poder activo. Entonces se verá compelido a volver a la tierra para atraer hacia él una nueva combinación de Manas, pues no debe regresar a su estado original.

Cuanto más se desarrolla y se expande el intelecto, más queda establecido sobre una base firme el estado espiritual la conciencia espiritual, hasta que el espíritu, investido
con los atributos divinos de Sabiduría y Amor, penetra en el océano infinito del universo y abarca en su potencialidad el Todo.

Comienza entonces a manifestarse un cambio muy importante en la mente del aspirante que ha alcanzado este grado de desarrollo. Ese cambio consiste en que ve su propia 'personalidad' como de poca importancia. Pero no es sólo su propia 'personalidad' la que ahora aparece ante él bajo esa luz sino también cualquier otra 'personalidad'. A todas las ve proporcionalmente insignificantes y pequeñas. El hombre le parece tan sólo como la 'centralización' de una idea. La humanidad en general le parece como los granos de arena en las playas del océano infinito. Fortuna, amor, lujo, etc. asumen en su concepto la poca importancia de pompas de jabón, y no vacilan en renunciar a todas ellas como juguetes infantiles.

Pero a semejante renunciación no se la puede llamar sacrificio, pues los niños y las niñas no 'sacrifican' sus fusiles y sus muñecas sino que, simplemente, ya no los quieren más. Ellos buscan algo más útil, en proporción a lo expansión de su mente. Y a medida que el espíritu del hombre se expande, las cosas a su alrededor e incluso el planeta en
que vive, le parecen pequeñas, como un paisaje en lontananza que se contempla desde una elevada cima. Al mismo tiempo, su concepción del infinito que le rodea se hace más grandiosa y asume una forma gigantesca.

El sentimiento producido por semejante expansión de la mente es verdadera contemplación, y en un grado potencializado se llama “éxtasis”. Esta expansión de nuestra conciencia 'nos desliga de nuestro país y de nuestro hogar', haciéndonos ciudadanos del universo; nos eleva desde los estrechos confines de lo que nos parecía real, al campo ilimitado de lo Ideal. y liberando al hombre de la cárcel de arcilla mortal, lo conduce al sublime esplendor de la Vida Eterna y Universal.
Pero 'el espejo del alma no puede reflejar, simultáneamente, la tierra y el cielo; mientras la una se desvanece de la superficie, el otro se refleja en sus profundidades'. ¿Cómo puede lograrse esta gran renunciación al yo y esta expansión del espíritu?

Hay una palabra mágica que es la clave de todos los misterios, que abre los lugares donde están ocultos los tesoros espirituales, intelectuales y materiales, y con la cual
obtenemos poderío sobre lo visible y lo invisible. Esa palabra es DETERMINACION. Si deseamos cumplir un gran objetivo debemos aprender a concentrar en él todos nuestros deseos.
Sea cual fuere el objetivo, bueno o malo, el efecto, es proporcional a la causa que lo genera.
El poder de la voluntad es infinito, pero sólo puede ponerse en acción por una determinación firme y resuelta y con fijeza de propósito. Una voluntad vacilante no consigue nada. Aquel a quien le tiembla el corazón con temor abyecto para abandonar sus viejos hábitos e inclinaciones, aquel que tiene miedo a luchar contra sus pasiones y dominarlas, aquel que es esclavo de su yo personal y se aferra con cobarde ansiedad a los hechizos de la vida, no puede lograr nada.

No son los vicios los que se adhieren al hombre, sino el hombre el que se aferra a ellos y teme soltarlos, ya sea porque sobreestima el valor y utilidad que tienen, o quizás porque se imagina que al soltarse de ellos su yo ilusorio puede ser precipitado a la infinita nada y hacerse añicos contra las rocas que en su fantasía ve abajo. Sólo aquél que está dispuesto a ver morir su 'personalidad' puede vivir, y sólo cuando los sentimientos y deseos personales que dan inertes, puede el hombre volverse inmortal.

¿Cómo puede ser capaz de dirigir a otros aquél que no tiene el poder de dirigirse a sí mismo? Un esclavo que quiera volverse amo debe antes liberarse. Y la libertad se adquiere solamente con determinación, con voluntad puesta en acción. El Adepto no es hechura de otros, sino que debe convertirse en Adepto por su propio esfuerzo. El que se hunde en las profundidades de la tierra pierde de vista el sol; el que se hunde en la materia no puede percibir el espíritu. El que está apegado a ideas y opiniones falsas no puede contemplar la verdad.

Las ideas y opiniones viejas van endureciéndose. Han crecido con nosotros, nos hemos apegado a ellas, y es tan doloroso verlas morir como perder un amigo o un pariente muy querido. Son a menudo como nuestros propios hijos. Las hemos engendrado o adoptado; las hemos criado, alimentado y enseñado; han sido nuestras compañeras de años, y nos parece cruel y sacrílego despedirlas.

Claman por nuestra misericordia, y cuando las hemos despedido vuelven otra vez solicitando hospitalidad y reclaman derechos. Pero podremos desembarazarnos de ellas fácilmente si llamamos en nuestro auxilio a ese poderoso genio cuyo nombre es Determinación. Este genio pondrá en acción la Voluntad, y la Voluntad es un potente gigante libre de sentimentalismo, que una vez que entra en acción se vuelva irresistible.

Publicado en “The Theosophist” 1884