martes, 5 de enero de 2016

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 43

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 43
Carta del Mahatma Morya a A. P. Sinnett.

CARTA Nº 43
Recibida en Allahabad, en febrero de 1882.
Antes de que otra línea se cruce entre nosotros, debemos llegar a un acuerdo, mi impulsivo amigo. Primero, tendrá usted que prometerme con lealtad no juzgar nunca a ninguno de nosotros, ni a la situación, ni a cualquier otra cosa que tenga alguna relación con los "míticos Hermanos" —altos o bajos, gruesos o delgados— basándose en su experiencia de hombre de mundo —o de lo contrario usted no llegará nunca a la verdad. Haciéndolo como hasta ahora, sólo ha perturbado constantemente la solemne tranquilidad de mis cenas durante varias noches, y con su escrito y el pensar en él hizo que mi rúbrica culebreante se me apareciera incluso en sueños —como si por afinidad con ella yo me sintiera arrastrado por su cola al otro lado de las colinas. ¿Por qué ha de ser usted tan impaciente? Tiene toda la vida por delante para nuestra correspondencia, si bien mientras las tenebrosas nubes del Deva-Loka "Ecléctico" estén descendiendo sobre el horizonte de la "Sociedad Madre", ha de ser una correspondencia irregular e incierta. Incluso puede interrumpirse de repente debido a la tensión manifiesta de nuestro demasiado intelectual amigo. ¡Oy-hai, Ram, Ram! ¡Pensar que nuestra moderada crítica sobre el folleto —crítica comunicada por usted al Sahib Hume— pudo haber inducido a éste a matarnos en un arrebato! ¡A destruimos sin concedernos un momento para llamar a un Padri, o ni siquiera tiempo para arrepentimos! Encontrarnos vivos y, sin embargo, tan cruelmente privados de nuestra existencia, es realmente triste, aunque no del todo inesperado. Pero todo es culpa nuestra. En cambio, si le hubiéramos enviado, prudentemente a su casa un himno de alabanza ahora podríamos haber estado vivos y bien, rebosantes de salud y vigor —si no de sabiduría— para muchos años venideros, y podríamos haber encontrado en él a nuestro Ved-Vyasa para cantarnos las proezas ocultas de Krishna y Arjuna en las desoladas orillas del Tsam-pa. Pero ahora que estamos muertos y hasta disecados, también puedo dedicar unos minutos de mi tiempo a escribirle a usted, en calidad de bhut, en el mejor inglés que encuentro yaciendo ocioso en el cerebro de mi amigo, donde también hallo —en las células de la memoria— el fosforescente pensamiento de una breve carta para ser enviada por él mismo al editor del Pioneer para calmar su impaciencia inglesa.
Amigo de mi amigo —K.H. no le ha olvidado a usted; K.H.no tiene la intención de romper con usted— a menos que el Sahib Hume eche a perder la situación sin remedio. Y ¿por qué tendría que hacerlo? Usted ha hecho todo cuanto ha podido y eso es nada menos lo que nunca intentamos pedir a nadie. Y ahora hablaremos.
Usted debe prescindir totalmente del elemento personal si desea progresar en el estudio oculto y —durante algún tiempo— incluso de él. Comprenda, amigo mío, que los afectos sociales tienen poco ascendente, si es que tienen alguno, sobre cualquier verdadero adepto en el cumplimiento de su deber. En la medida en que se eleva hacia el perfecto adeptado, las preferencias y las antipatías de su anterior yo se van debilitando: (tal como K.H. se lo explicó a usted en esencia) toma en su corazón a toda la humanidad y la considera en su conjunto. El caso de usted es una excepción. Usted le ha obligado a él a aceptarle y ha tomado la posición por asalto, por la misma violencia e intensidad de sus sentimientos hacia él —y puesto que le ha aceptado, en el futuro él tiene que aceptar las consecuencias. Sin embargo, con él no se trata de lo que el Sinnett visible pueda ser, sus impulsos, sus fracasos o sus éxitos en su mundo, su constante o su inconstante estimación por él. Con el Sinnett "visible" nada tenemos que ver. Para nosotros es sólo un velo que oculta a los ojos profanos el otro ego, en cuya evolución estamos interesados. En el rupa externo haga lo que guste, piense lo que quiera; sólo cuando los efectos de esa acción voluntaria se observen en el cuerpo de nuestro corresponsal —es de nuestra incumbencia advertirlo.
Nosotros no estamos complacidos ni disgustados porque usted no asistiera a la reunión de Bombay. Si usted hubiera ido habría sido mejor para su "mérito"; puesto que no fue, perdió esa pequeña oportunidad. Yo no podía influir en usted, y no tenía derecho a influirle en absoluto —precisamente porque usted no es un chela. Se trataba de una prueba, una prueba muy pequeña, aunque a usted le pareció lo bastante importante como para hacerle pensar en "los intereses de su esposa y de su hijo". Usted tendrá muchas pruebas de ésas, pues aunque es posible que nunca sea un chela, sin embargo, nosotros no depositamos nuestra confianza ni siquiera en los corresponsales y "proteges" cuya discreción y cuyo valor moral no hayan sido bien demostrados. Es usted víctima de maya. Será una larga lucha para usted el extirparse las cataratas de sus ojos y ver las cosas tal como son. El Sahib Hume es un maya para usted tan grande como cualquier otro. Usted sólo ve su montón de carne y huesos, su personalidad oficial, su intelecto y sus influencias. Por favor, dígame, ¿qué es todo eso para su yo real, que usted no puede ver haga lo que haga? ¿Qué tiene que ver su habilidad para destacar en un Durbar, o ser el director de una sociedad científica, con su aptitud para la investigación oculta, o con su honestidad para guardar nuestros secretos? Si nosotros deseáramos que se conociera algo de nuestras vidas y de nuestra labor, ¿no están abiertas para nosotros las columnas del Theosophist? ¿Por qué habríamos de divulgar poco a poco los hechos por medio de él, para que sean aderezados como alimento del público, con una salsa de dudas nauseabundas y sarcasmos mordaces, aptos para revolver en confusión el estómago del público? Para él no hay nada sagrado, ni dentro ni fuera del ocultismo. El es, por temperamento, un destructor de pájaros y de creencias; sacrificaría su propia carne y su sangre tan despiadadamente como las de un ruiseñor persa, y le disecaría a usted mismo y a nosotros, a K.H. y a la "querida Vieja Dama", y nos haría desangrar hasta morir bajo su escalpelo —si pudiera— con tanta facilidad como lo haría con un mochuelo, para colocarnos en su "museo" con las adecuadas etiquetas, y luego especificaría nuestras necrologías para los aficionados, en Stray Feathers. No, Sahib; el Hume externo es tan diferente (y superior) del Hume interno, como el Sinnett externo es diferente (e inferior) al naciente "protege" interno. Aprenda esto y disponga que este último vigile al editor para que no le juegue una mala pasada algún día. Nuestra mayor preocupación es la de enseñar a los discípulos a no dejarse engañar por las apariencias.
Tal como ya ha sido usted avisado por Damodar por el D—, yo no le llamé a usted chela — examine su carta para asegurarse de ello. Sin embargo, y jocosamente, le hice a O. la pregunta de si reconocía en usted el material del cual se hacen los chelas. Usted sólo vio que Bennett tenía las manos sin lavar, las uñas sucias y que utilizaba un lenguaje tosco y que tenía — según usted— un aspecto, en general, desagradable. Pero si esa clase de cosas es su criterio de excelencia moral o de poder potencial, ¿cuántos adeptos o cuántos lamas creadores de maravillas pasarían su examen? Esto forma parte de su ceguera. Si él se muriese en este instante —emplearé fraseología cristiana para que usted me comprenda mejor— el Ángel de la Muerte no derramaría sobre otros hombres, también infortunados, lágrimas más ardientes que las que derramaría por Bennett. Pocos hombres han sufrido —y sufrido injustamente— como él ha sufrido; y también pocos tienen un corazón más bondadoso, más desinteresado y más sincero. Eso es todo; y el Bennett que no se lava es moralmente tan superior al caballero Hume como usted es superior a su Porteador.
Lo que le ha repetido H.P.B. es exacto: "los nativos no ven la tosquedad de Bennett, y K.H. es también un nativo". ¿Qué quise decir? Simplemente, quise señalar que nuestro amigo, como Buddha, puede ver a través del barniz exterior la fibra de la madera que hay debajo: y dentro de la legamosa y maloliente ostra puede descubrir —¡la "inapreciable perla interior!" B— es un hombre honrado y de corazón sincero, además de poseer un tremendo valor moral y de ser un mártir por añadidura. Nuestro K.H. ama a esos seres —mientras que sólo sentiría desdén por un Chesterfíeld y un Grandison. Supongo que la condescendencia del perfecto "caballero" K.H. para con el burdo temperamento del pagano Bennett no es más sorprendente que la pretendida condescendencia del "caballero" Jesús para con la prostituta Magdalena. Existe un olfato moral, así como uno físico, mi buen amigo. Vea qué bien interpretó K.H. su carácter cuando no quiso enviar al joven de Lahore a hablar con usted sin que se cambiara de traje. La dulce pulpa de la naranja está en el interior de la piel —Sahib; trate de buscar las joyas en el interior de los estuches, y no confíe en las que están en la tapa. Y otra vez le digo: el hombre es un hombre honrado, muy entregado; no es exactamente un ángel —éstos tienen que buscarse en las iglesias elegantes, en las fiestas de las mansiones aristocráticas, en los teatros y clubs y en lugares sagrados por el estilo— pero como los ángeles están excluidos de nuestra cosmogonía, nosotros estamos contentos con la ayuda incluso de hombres honrados y animosos, aunque vayan sucios.
Todo esto se lo digo sin malicia ni amargura, contrariamente a lo que usted erróneamente se imagina. Usted ha hecho progresos durante el año pasado —por lo tanto, está más cerca de nosotros. En consecuencia, yo le hablo como a un amigo de quien espero, finalmente, un cambio hacia alguna de nuestras maneras de pensar. Su entusiasmo por nuestro estudio encierra un tinte de egoísmo; incluso sus sentimientos por K.H. tienen un carácter confuso; sin embargo, está usted más cerca. Sólo que confió demasiado en Hume y desconfió demasiado tarde de él, y ahora el mal karma de él produce efectos en el suyo, en detrimento de usted. Sus amistosas indiscreciones de las cosas confiadas por H.P.B. sólo a usted, es decir —la causa— son el origen de las irreflexivas publicaciones de él, es decir, —el efecto. Me temo que esto debe sumarse contra usted. Sea más sensato de ahora en adelante. Si nuestra norma es la de ser parcos con las confidencias, es porque desde el principio se nos enseña que cada hombre es personalmente responsable ante la Ley de Compensación de cada palabra que pronuncia voluntariamente. Naturalmente, el señor Hume diría que esto es jesuitismo. Trate también de traspasar ese gran maya contra el cual los estudiantes de ocultismo de todo el mundo siempre han sido prevenidos por sus maestros —el ansia de fenómenos. Igual que el ansia por la bebida y por el opino, el ansia por los fenómenos crece con la satisfacción. Los espiritistas se embriagan con eso; son unos borrachos de la taumaturgia. Si usted no puede sentirse feliz sin los fenómenos, nunca aprenderá nuestra filosofía. Si usted quiere pensamientos saludables y filosóficos y puede quedar satisfecho con ellos —correspondemos.
Le comunico una profunda verdad al decirle que si usted (como su mítico Shloma) sólo escoge la sabiduría, todo lo demás le vendrá por añadidura —a su debido tiempo. No añade ninguna fuerza a nuestras verdades metafísicas el que nuestras cartas sean precipitadas desde el espacio hasta su regazo o que aparezcan debajo de su almohada. Si nuestra filosofía es falsa, un milagro no la convertirá en verdadera. Tome conciencia de esto y hablemos como hombres sensatos. ¿Por qué hemos de jugar como niños? ¿No son ya crecidas nuestras barbas?
Y ahora es el momento de poner punto final a mi abominable caligrafía, y así liberarle de la tarea. Sí — ¡su "cosmogonía!" Bien, buen amigo: su cosmología está —entre las hojas de mi Khuddaka Patha (mi Biblia familiar) — y haciendo un supremo esfuerzo trataré de contestarle tan pronto como sea relevado, porque precisamente ahora estoy de servicio. La que usted ha elegido es una tarea para toda la vida y, de alguna manera, en lugar de generalizar, usted se las arregla siempre para detenerse en aquellos detalles que resultan ser los más dificultosos para un principiante. Esté sobre aviso, mi buen Sahib. La tarea es difícil y K.H., en recuerdo de los viejos tiempos, cuando gustaba de recitar poesías, me pide que termine mi carta con la siguiente dirigida a usted:
"¿No da muchos rodeos el camino hasta la cima?"
"Sí, hasta su mismo término."
"La jornada diaria, ¿ocupará todo el día?"
"De la mañana a la noche, amigo mío."
El conocimiento para la mente, como el alimento para el cuerpo, tiene por objeto nutrir y ayudar al crecimiento, pero requiere ser bien digerido, y cuanto más completa y pausadamente se lleve a cabo el proceso, mejor será para el cuerpo y para la mente.
Vi a Olcott y le instruí acerca de lo que ha de decir a nuestro sabio de Simla. Si la V.D. se lanza a darle explicaciones por carta, deténgala —ya que O. se encargó de todo el asunto. No tengo tiempo para cuidarme de ella, pero le hice prometer que nunca le escribiría a él sin antes enseñarle a usted la carta.
Namaskar. (Namaskar = saludo con las manos juntas.(N.T.) Significa (yo rindo) homenaje. —Eds.)

Suyo, M.


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