miércoles, 6 de enero de 2016

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 44

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 44
Carta del Mahatma Morya a A. P. Sinnett.

CARTA N° 44
Recibida en Allahabad en febrero de 1882
Su carta estaba dirigida a mí, pues usted no estaba enterado de que K.H. se había puesto de nuevo en contacto con usted. Sin embargo, puesto que se dirigió a mí, yo contestaré. "De todos modos, en adelante, hágalo así". El resultado puede ser desastroso para el espiritismo, aunque se compruebe la realidad de los fenómenos; por lo tanto, beneficioso para la Teosofía.
Parece cruel dejar que el pobre y sensitivo muchacho se arriesgue a entrar en la cueva del león, pero ¿por qué los demás deberían preocuparse, cuando el aceptar o el rechazar esa amable invitación se supedita al médium que sigue el consejo y la inspiración de su poderoso y previsor "Ernesto?"
Estimado señor, como que probablemente no vamos a escribirnos a menudo a partir de ahora —le diré algo que debe usted saber y de lo cual puede sacar algún provecho. El 17 de noviembre próximo finalizará el período de siete años de prueba concedido a la Sociedad en su fundación para "predicar" discretamente sobre nosotros. Uno o dos de nosotros confiaba en que el mundo habría avanzado bastante intelectualmente, si no intuitivamente, hasta el punto de que la doctrina Oculta podría obtener una aceptación intelectual y se daría impulso para un nuevo ciclo de investigación oculta. Otros —más juiciosos, tal como ahora podría parecer— opinaban de modo distinto, pero dieron su consentimiento para el ensayo. Sin embargo, se estipuló que el experimento habría de realizarse independientemente de nuestra dirección personal; que no habría ninguna intromisión anómala por nuestra parte. Así, buscando por todas partes, encontramos en América el hombre candidato para líder del movimiento —un hombre de gran valor moral, altruista y que poseía otras buenas cualidades. Estaba lejos de ser perfecto, pero (como dice el señor Hume en el caso de H.P.B.), era el mejor disponible. Con él asociamos a una mujer con los talentos más excepcionales y extraordinarios. Combinado con ellos, poseía numerosos defectos personales pero, con todo y como era, no había otra igual en el mundo capaz de llevar a cabo este trabajo. La enviamos a América, hicimos que se encontraran y empezó la prueba. Desde el principio, tanto a ella como a él se les dio a entender claramente que el resultado dependía enteramente de ellos. Y ambos se ofrecieron para la prueba por una indudable recompensa en un futuro muy lejano —tal como diría K.H.— como soldados voluntarios de un una Misión Desesperada. Durante seis años y medio han luchado contra tantas dificultades que hubieran hecho desistir a cualquiera que no actuase con la desesperación del que arriesga la vida y todos los bienes, en un supremo esfuerzo desesperado. Su éxito no ha igualado a las esperanzas de sus patrocinadores originales, aunque ha sido extraordinario en ciertos sentidos. Dentro de unos meses el período de prueba terminará. Si, para entonces, la posición de la Sociedad respecto a nosotros —la cuestión de los Hermanos— no está definitivamente resuelta (ya sea retirándola del programa de la Sociedad o aceptándola según nuestros propios términos), eso será lo último que se sepa acerca de los "Hermanos" de todas condiciones y caracteres, tallas y categorías.
Desapareceremos de la vista del público como un vapor en el océano. Sólo a aquellos que han demostrado ser fieles a ellos mismos y a la Verdad, desde el principio hasta el fin, se les permitirá una ulterior relación con nosotros. Y ni siquiera a ellos, a menos que, desde el Presidente para abajo, no se comprometan, mediante la más solemne promesa de honor, a guardar a partir de entonces el secreto más inviolable acerca de nosotros, de la Logia y de los asuntos tibetanos, ni siquiera contestando a las preguntas de sus amigos más íntimos, aunque el silencio pudiera, probablemente, ser considerado como una apariencia de "fraude" sobre todo lo que ha trascendido. En tal caso, el esfuerzo se suspendería hasta el comienzo de otro ciclo septenario cuando, si las circunstancias fueran más propicias, pudiera hacerse otra prueba bajo la misma o bajo otra dirección.
Mi propia y humilde impresión es que el actual folleto del Sahib Hume, altamente intelectual como es, podría ser mejorado de tal modo, que ayudara enormemente a dar el giro necesario a los asuntos de la Sociedad. Y si él confiara más en sus intuiciones personales —las cuales, cuando les presta oído son fuertes— y confiase menos en la voz de uno que no representa exclusivamente —como usted parece creer— la opinión pública ni creería aunque llegase a tener mil pruebas —ese folleto se convertiría en una de las más poderosas obras que este movimiento moderno ha producido.
Sus preguntas sobre cosmología serán atendidas cuando yo no esté acosado por asuntos más importantes.
Salud y prosperidad.
M.



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