LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 45
Carta del Mahatma
K.H. a A. P. Sinnett.
CARTA Nº 45
La primera recibida
después del regreso, en febrero de 1882.
Hermano mío —he realizado un largo viaje tras el
conocimiento supremo; me tomé mucho tiempo para descansar. Luego, ya de
regreso, tuve que dedicar todo mi tiempo a mis obligaciones y todos mis
pensamientos al Gran Problema. Ahora todo ha pasado. Las festividades
del Año Nuevo han terminado y yo soy "Yo" de nuevo. Pero, ¿qué es Yo? Sólo un
huésped circunstancial cuyos intereses son todos parecidos a un espejismo del
gran desierto....
En cualquier caso
—éste es mi primer rato libre. Se lo dedico a usted, cuyo Yo interno me reconcilia
con el gran hombre externo quien, demasiado a menudo, olvida que un gran hombre
es aquel que es más fuerte en el ejercicio de la paciencia. Mire a su
alrededor, amigo mío; vea los "tres venenos" feroces en el corazón
del hombre —la ira, la codicia, el engaño— y las cinco oscuridades (¿Obstáculos?.—Eds.)
: la envidia, la
pasión, la duda, la pereza y la falta de fe — obstaculizando siempre su visión
de la verdad. Los hombres jamás se librarán de la contaminación
de sus mezquinos y perversos corazones, ni percibirán la parte espiritual de sí
mismos. Para acortar la distancia entre nosotros, ¿no intentará usted
desenredarse de la red de la vida y de la muerte —en la que los hombres están
atrapados, y no tratará de tener menos en cuenta la codicia y el deseo? El joven Portman está pensando seriamente en
dejarlo todo para pasarse a nosotros y "convertirse en un monje
tibetano", como él dice. Sus ideas son extrañamente confusas sobre las dos
características y calificaciones, totalmente distintas, la del
"Monje" o Lama y la del "Lha" vivo o Hermano. Pero de todos
modos, que lo intente.
Sí —sólo ahora me
siento capaz de mantener correspondencia con usted. Al mismo tiempo permítame
decirle que es más difícil ahora que antes intentar intercambiar cartas con
usted, aunque mi interés por usted ha aumentado sensiblemente en lugar de
disminuir —como usted temía— y no disminuirá —a menos que sea como consecuencia
de sus propios actos. Yo bien sé que usted tratará de evitar que surja ningún
obstáculo de esa naturaleza; pero, después de todo, el hombre es la
víctima de su medio ambiente mientras vive en la atmósfera de la sociedad. Nosotros podemos
estar deseosos de ayudar a aquellos que nos inspiran interés, y sin embargo,
puede resultamos tan imposible hacerlo como lo es para el que ve a un amigo hundiéndose
en un mar tempestuoso cuando no hay ningún bote cerca para salvarlo, y cuando su
fuerza personal está paralizada por una mano más fuerte que lo retiene. Sí, veo
su pensamiento. . . pero está usted equivocado. No culpe al santo varón por
haber cumplido estrictamente con su deber por humanidad. Si no hubiera sido por el Chohan y su influencia moderadora, usted no
estaría leyendo ahora de nuevo una carta de su corresponsal transhimaláyico.
El mundo de las planicies es antagónico al de las montañas, eso usted ya lo sabe;
pero lo que no sabe es el gran daño producido por sus propias e inconscientes indiscreciones.
¿Le doy un ejemplo? Recuerde la furia que se desencadenó en Stainton Moses a
causa de su muy imprudente carta, con citas ad libitum de la que yo le dirigí a
usted hablando de él, citas hechas libremente y que originaron los resultados
más desastrosos. ... La causa generada en aquel momento ha producido ahora sus
resultados: no sólo S.M. se ha separado por completo de la Sociedad, algunos de
cuyos miembros creen en nosotros, sino que además ha decidido, en su corazón,
la total aniquilación de la Rama Británica. Se está fundando una Sociedad
Psíquica, y él ha conseguido atraer a ella a Wyld, Massey y otros. ¿Le hablo también del futuro de esa nueva
agrupación? Crecerá, se desarrollará y se expandirá y, finalmente, la Sociedad
Teosófica de Londres quedará empantanada en ella; primero perderá su influencia
y después —su nombre, hasta que la Teosofía y su mismo nombre se conviertan en
cosa del Pasado. Sólo usted, sólo la simple acción de su ágil pluma, es la
que habrá producido el nidana y el ten-del, la "causa" y el
"efecto", y así, el trabajo de siete años, los constantes e
incansables esfuerzos de los constructores de la Sociedad Teosófica, perecerán —asesinados
por la vanidad herida de un médium.
Este simple acto
por su parte está descubriendo calladamente una grieta entre nosotros. El mal todavía
puede evitarse —dejando que la Sociedad
subsista sólo de nombre, hasta el día en que pueda reclutar miembros con los
que podamos trabajar de facto —y por medio de la creación de otra causa
contrarrestadora. Sólo la mano del Chohan puede tender un puente, pero debe
ser la de usted la que coloque la primera piedra para la obra. ¿Cómo lo hará?
¿Cómo podrá hacerlo? Piense bien en ello, si tiene interés en una relación
ulterior. Ellos quieren algo nuevo.
Un Ritual que los
distraiga. Consulte con Subba Row, con Sankariah, con el Dewan Naib de Cochin,
lea atentamente su folleto, cuyos extractos encontrará en el último Theosophist
(vea: "A Flash of Light upon Occult Free Masonry", página 135). Yo
puedo acercarme a usted, pero usted debe atraerme mediante un corazón
purificado y una voluntad en gradual desarrollo. Como aguja imantada,
el adepto sigue lo que le atrae. ¿No es ésta la Ley de los Principios desencarnados?
¿Por qué no también la de los principios vivientes? Así como los lazos
sociales del hombre carnal son demasiado débiles para volver a llamar al
"Alma" del fallecido —a menos que no exista una afinidad mutua que
sobreviva como una fuerza en la región dentro del área terrestre, así las
llamadas de la simple amistad, o incluso de un cálido interés, son demasiado
débiles para atraer al "Lha" que ha franqueado una etapa del viaje en
la que ha tenido que dejarle atrás, a menos que continúe un desarrollo
paralelo. M. Habló bien y en verdad
cuando dijo que el amor de la humanidad colectiva es su incesante inspiración;
y que si cualquier individuo deseara atraer su atención, ese individuo debe dominar
la tendencia dispersadora por medio de una fuerza vigorosa.
Digo todo esto, no
porque su esencia no le haya sido explicada antes, sino porque leo en su corazón
y detecto en él una sombra de tristeza, por no decir de desencanto, que
revolotea por allí. Usted ha tenido otros corresponsales, pero no está
totalmente satisfecho. Por eso y para satisfacerle le escribo, haciendo un
esfuerzo, para pedirle que mantenga un animoso estado de ánimo. Sus esfuerzos,
sus perplejidades y sus presentimientos son igualmente observados, mi fiel y
buen amigo. En el imperecedero ARCHIVO de los Maestros usted los ha escritos
todos.
Allí
están registrados cada uno de sus actos y de sus pensamientos pues aunque no
sea un chela, como le dice a mi Hermano Morya, ni siquiera un
"protege" —según usted entiende la expresión— sin embargo, ha puesto
los pies dentro del círculo de nuestro trabajo, ha cruzado usted la línea
mística que separa su mundo del nuestro; y ahora, tanto que usted persevere como
no; tanto que más adelante aparezcamos ante sus ojos como los seres vivientes
más reales, o que nos desvanezcamos de su mente como tantos sueños ficticios
—tal vez como una espantosa pesadilla— usted es, virtualmente, DE LOS NUESTROS.
Su Yo interno ha quedado reflejado en nuestro Akasa; su naturaleza es —la de
usted, su esencia es la nuestra.
La llama es
distinta del tronco de la madera que le sirve temporalmente de combustible; al término
de su nacimiento en el mundo de los espectros —y aunque los dos nos encontremos
cara a cara en nuestros ruvas más groseros— usted no puede evitar encontrarse
con nosotros en la Existencia Real. Sí, mi buen amigo, en verdad su Karma es
nuestro Karma, porque usted lo imprimió día a día y hora a hora en las páginas
de ese libro donde se conservan los más mínimos detalles de los individuos que
ponen los pies en el interior de nuestro círculo; —y ese Karma suyo va a ser su
única personalidad cuando usted pase más allá. Con el pensamiento
y con los actos durante el día, con los forcejeos del alma durante las noches, usted
ha estado escribiendo la historia de sus deseos y de su desarrollo espiritual.
Esto lo hace todo aquel que se acerca a nosotros con un ansia vehemente de
convertirse en nuestro colaborador; él mismo "precipita" las entradas
que se anotan en el Registro por un proceso idéntico al empleado por nosotros
cuando escribimos en sus cartas cerradas y en las páginas aún sin cortar de los
libros y folletos en tránsito. (Vea de nuevo las páginas 32 y 35 del Informe enviado
por Olcott). Le digo esto para su información particular, y no debe figurar en el
próximo folleto de Simla. Durante
los pasados meses, particularmente cuando su fatigado cerebro estaba sumido en
el letargo del sueño, su impaciente alma me buscaba con frecuencia y la
corriente de sus pensamientos ha estado golpeando contra mis barreras
protectoras de Akás como pequeñas olas chocando contra una costa rocosa. El hombre carnal,
el dominador de las cosas del mundo, no ha ratificado aquello a lo que el
"Yo Interno", ansioso o impaciente, ha anhelado unirse: las ligaduras
de la vida son todavía tan fuertes como cadenas de acero. En verdad, algunas de
ellas son sagradas, y nadie va a pedirle a usted que las rompa.
Ahí abajo se
encuentra su esfera de iniciativas y de utilidad largo tiempo acariciada por
usted.
El nuestro, nunca puede
ser más que un mundo de brillantez fantasmal para el hombre con un "sentido
práctico" perfecto; y si el caso de usted es, en cierto modo excepcional,
se debe a que su naturaleza tiene inspiraciones más profundas que las de otros
que son todavía más "prácticos", cuya fuente de elocuencia está en el
cerebro, no en el corazón que nunca estuvo en contacto con el corazón
misteriosamente radiante y puro del Tathagata.
Si usted no tiene a
menudo noticias mías, no se sienta nunca decepcionado. Hermano mío, sólo diga:
"Es culpa mía". La Naturaleza ha unido todas las partes de su Imperio
mediante sutiles hebras de simpatía magnética y hay una mutua correlación
incluso entre una estrella y un hombre. El pensamiento viaja más rápidamente que el fluido
eléctrico y su pensamiento me encontrarán si está proyectado por un impulso
puro, como el mío le encontrará, le ha encontrado ya, y con frecuencia ha
impresionado su mente. Podemos
movernos en ciclos de actividad dividida —no totalmente separados el uno del
otro. Igual que la luz es percibida en el valle en sombras por el montañés
desde su cima, cada brillante pensamiento de su mente, hermano mío,
resplandecerá y atraerá la atención de su lejano amigo y corresponsal. Si de
este modo descubrimos nuestros Aliados naturales en el mundo de las Sombras
—fuera de los límites de su mundo y del nuestro— y si nuestra ley es acercarnos
a todo aquel que posea siquiera el más leve vislumbre de la verdadera luz del
Tathagata en su interior —entonces, ¡cuánto más fácil será para usted
atraernos! Comprenda esto y entonces la admisión en la Sociedad de personas que
con frecuencia le resultan desagradables dejará de sorprenderle.
"Los que están
sanos no necesitan médico, sino los que están enfermos" —es un axioma, sea
quien sea el que lo haya dicho.
Y ahora permita que
me despida de usted por ahora y hasta la próxima. No se deje dominar por
aprensiones sobre el mal que pudiera derivarse si las cosas no van tal como su
mundana sabiduría piensa que deberían ir; no dude, porque la
naturaleza de la duda acobarda e impide el propio progreso de uno. Tener
una alegre confianza y esperanza es una cosa totalmente distinta a dejarse llevar
por el ciego optimismo de un necio; el hombre sabio nunca lucha contra el
infortunio por adelantado. Una
nube se cierne sobre su camino —se condensa cerca de la colina de Jakko. Aquel
a quien hizo usted su confidente —le aconsejé que fuera sólo su colaborador, y
que no le comunicara las cosas que debería haberse guardado para usted— está bajo
una funesta influencia, y puede convertirse en su enemigo. Usted hace bien
tratando de salvarlo de esa influencia, pues ello presagia daño para él, para
usted y para la Sociedad. La gran inteligencia de él, fumigada por la vanidad y
hechizada por el silbido de una inteligencia más débil pero más astuta, está,
por el momento, bajo un período de fascinación. Usted descubrirá fácilmente el
poder maligno que hay detrás de ambos, a los que utiliza como instrumentos para
la realización de sus propios e inicuos planes. La catástrofe que se prepara puede
evitarse redoblando la vigilancia e incrementando la fuerza de voluntad por
parte de los amigos de la S.B.L. Si está todavía dispuesto, trabaje, pues, para
desviar el golpe, porque si éste cae, usted no saldrá ileso, por grandes que
sean los esfuerzos de mis Hermanos. La causa nunca perecerá, aunque la roca de Sísifo
puede aplastar los dedos de muchos pies. Adiós otra vez, amigo mío —por mucho o por poco
tiempo, como usted decida. La obligación me llama.
Suyo sinceramente,
K.H.
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