LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 31
Carta del Mahatma
K.H. a A. P. Sinnett.
Recibida en Londres
el 26 de marzo de 1881.
Es desde las
profundidades de un desconocido valle, entre los empinados riscos y glaciares
de Terich-Mir —un valle nunca hollado por pies europeos desde los tiempos en
que la montaña misma fue exhalada del seno de nuestra Madre Tierra— que su
amigo le envía estas líneas.
Porque es allí
donde K.H. recibió sus "afectuosos homenajes", y es allí donde él
intenta pasar sus "vacaciones de verano". Una carta enviada
"desde las moradas de las nieves y la pureza eternas", y recibida
—"¡en las moradas del vicio;" . . . ¿Extraño, n'est ce pas?
¿Querría, o mejor,
podría yo estar con usted en esas "moradas?"
No; por lo demás,
estuve en diferentes ocasiones, aunque no en forma "astral" ni en
ninguna otra forma tangible, sino simplemente en pensamiento. ¿No le satisface?
Bien, bien; usted conoce las limitaciones a las que estoy sujeto en su caso, y
debe tener paciencia.
Su futuro libro (El
Mundo Oculto.—Eds.) es
una pequeña joya, y pequeño e insignificante como es, algún día puede verse
remontado tan alto como el Monte Everest se remonta sobre las colinas de Simla.
Entre todas las otras obras de esa clase en la jungla de la literatura
espiritista, demostrará ser, indudablemente, el Redentor ofrecido en sacrificio
por los pecados del mundo de los espiritistas. Ellos comenzarán rechazándolo
—aún más—, difamándolo; pero encontrará a sus doce fieles —y la semilla lanzada
por su mano en el suelo de la especulación no crecerá tanto como la cizaña.
Hasta aquí podemos prometer. Con frecuencia, es
usted demasiado prudente; demasiado a menudo le recuerda usted al lector su
ignorancia y presenta en el libro, tan sólo como una modesta teoría, lo que en
el fondo de su corazón usted sabe y siente que es un axioma, una verdad
primordial —y en lugar de ayudar al lector le deja perplejo— y crea la duda en
él. Pero
es un vivo y preciso relato y, como apreciación crítica de los fenómenos de los
que usted fue testigo personalmente, es mucho más útil que la obra del señor
Wallace. Es hacia esta clase de fuentes
que los espiritistas deberían ser estimulados para saciar su sed de fenómenos y
de conocimiento místico, en lugar de dejarles que se traguen la sarta de tonterías
que se encuentran en Banners of Light y otras obras. El mundo —y me refiero al mundo de las existencias individuales— está
lleno de esos significados latentes y de esos profundos designios que son
subyacentes a todos los fenómenos del Universo y de las Ciencias Ocultas —es decir,
la razón elevada a Sabiduría supersensorial— que es la única que puede
facilitar la clave con la cual descubrir al intelecto esos significados y esos
propósitos.
Créame, en la vida de
un adepto llega un momento en que todas las dificultades por las que ha pasado
son mil veces recompensadas. Para adquirir un
mayor conocimiento, ya no tiene que recurrir a un minucioso y lento proceso de
investigación y comparación de diferentes materias, sino que se le concede una
instantánea e implícita percepción de toda verdad primordial.
Habiendo
pasado la etapa de la filosofía que sostiene que todas las verdades fundamentales
han surgido de un impulso ciego —ésta es la filosofía de sus Sensacionalistas y
Positivistas— y dejando muy atrás esa otra clase de pensadores —los Intelectuales
o Escépticos— que sostienen que las verdades fundamentales se derivan sólo del
intelecto y que nosotros mismos somos las causas únicas que las originan, el
adepto ve, siente y vive en la misma fuente de todas las verdades fundamentales
—la Esencia Espiritual Universal de la Naturaleza, SHIVA el Creador, el
Destructor y el Regenerador. Igual que los espiritistas actuales han degradado
el "espíritu", así los hindúes degradaron la Naturaleza con sus conceptos
antropomórficos de la misma. Sólo la Naturaleza puede encamar el Espíritu de la
contemplación sin límites.
"Absorto en la
absoluta auto-inconsciencia del yo físico, sumido en las profundidades del verdadero
Ser, el cual no es un ser sino la vida Eterna y Universal", toda su forma,
tan inmutable y blanca como las perpetuas cumbres nevadas en Kailasa, donde se
asienta, más allá de toda ansiedad, de todo dolor, más allá del pecado y de las
cosas del mundo, un mendicante, un sabio, un sanador, el Rey de Reyes, el Yogui
de Yoguis: tal es el Shiva ideal de los Yoga-Shastras, la culminación de la
Sabiduría Espiritual. . . . ¡Oh, vosotros, los Max Mullers y los Monier
Williams, qué habéis hecho con nuestra filosofía!
Pero usted,
difícilmente puede esperar disfrutar o ni siquiera comprender la mencionada phanerosis (Presumiblemente,
quiere decir lo que se hace visible.—Eds.) de nuestras enseñanzas. Perdóneme. Rara vez escribo cartas, y cuando estoy obligado
a hacerlo, sigo mis propios pensamientos antes que atenerme estrictamente al
tema que debería tener presente. He trabajado
durante más de un cuarto de siglo, día y noche, para conservar mi lugar dentro
de las filas de ese ejército, invisible pero siempre activo, que trabaja y se
prepara para una tarea que no puede aportar ninguna recompensa, a no ser la concienciación
de que estamos cumpliendo nuestro deber hacia la humanidad; y al hallarle a usted
en mi camino, no he intentado alistarlo —no tema— porque eso sería imposible,
sino simplemente atraer su atención, excitar su curiosidad, si no sus mejores
sentimientos, hacia la única y sola verdad. Usted demostró ser leal y sincero,
y ha hecho lo mejor que ha podido. Si sus esfuerzos enseñan al mundo aunque
sólo sea una simple letra del alfabeto de la Verdad — esa Verdad que en otro
tiempo invadió todo el mundo— su recompensa no le será negada. Y ahora que
usted se ha reunido con los "místicos" de París y de Londres, ¿qué
piensa de ellos?
. .
Suyo,
K.H.
P.D.—Nuestra
desventurada "Vieja Dama" está enferma. El hígado, los riñones, la
cabeza, el cerebro, las piernas, todos sus órganos y miembros se resienten y se
burlan de sus esfuerzos por ignorarlos. Uno de nosotros tendrá que
"arreglarla", como dice nuestro digno señor Olcott, o ella lo pasará
mal.
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