martes, 8 de diciembre de 2015

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 32

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 32
Carta del Mahatma K.H. a A. P. Sinnett.

CARTA N° 32
Lamento todo lo que ha sucedido, pero era de esperar. El señor Hume ha puesto su pie en un avispero, y no debe quejarse. Si mi confesión no ha alterado sus sentimientos —estoy resuelto a no influir en usted y por lo tanto no me cuidaré de su modo de averiguar cómo se le presenta el asunto, amigo mío— y si usted no está por completo disgustado con nuestro sistema y procedimientos, en resumen, si todavía es su deseo continuar la correspondencia y aprender, hay que hacer algo para controlar a la irresponsable "Benefactora". Impedí que ella enviara a Hume una carta peor que la que le escribió a usted. Yo no puedo obligarla a que transmita las cartas que él me escribe a mí ni las que yo le escribo a él; y puesto que ya no me es posible confiar en Fem, y que difícilmente se podría sacrificar G.K., con algún sentido de justicia, a un hombre enteramente incapaz de apreciar ningún servicio prestado, excepto los suyos — ¿qué hemos de hacer nosotros en este caso? Puesto que nosotros mismos nos hemos mezclado con el mundo exterior no tenemos derecho a reprimir la opinión personal de sus miembros individualmente, ni de evitar sus críticas, por desfavorables que nos sean —de ahí la orden formal a H.P.B. para que publique el artículo del señor Hume. Sólo que, como quisiéramos que el mundo conociera los dos aspectos de la cuestión, hemos permitido también que la protesta conjunta en el Theosophist, de Déb, Subba Row, Damodar y unos cuantos chelas más —a continuación de la critica que él hace de nosotros y de nuestro sistema.
Yo le di a usted únicamente indicaciones de lo que, en algún otro momento, escribiré más detalladamente. Piense usted, entretanto, en las dificultades que se encuentran en nuestro camino; y si la amistad de usted hacia mí es sincera —no hagamos que nuestras cadenas se vayan estrechando y haciéndose más pesadas a medida que forcejeamos con ellas. Por mi parte, me arriesgaré voluntariamente a que se me considere un ignorante que se contradice, y a ser criticado en letras de imprenta en términos desmesurados por el señor Hume, siempre que usted aproveche la enseñanza y que, de tiempo en tiempo, comparta sus conocimientos con el mundo. Pero si he de expresarle mis pensamientos sin desfigurarlos, diré que no me gustaría arriesgarme de nuevo con ningún otro europeo que no sea usted. Como ve ahora, el contacto con el mundo exterior sólo puede acarrear dolor a aquellos que tan lealmente nos sirven, y descrédito para nuestra Fraternidad. No es probable que ningún asiático pueda sentirse nunca afectado por las egoístas embestidas del señor Hume contra nosotros (resultado de mi última carta y de la promesa precisa de que me escribirá con menos frecuencia y no tanto como ha venido haciendo); pero estas embestidas y estas críticas que los lectores europeos tomarán como una revelación y una confesión, sin sospechar nunca de dónde han surgido y por qué sentimientos egoístas fueron dictadas —esos ataques están calculados para hacer un gran daño— en un sentido que, hasta ahora, usted no ha sospechado. Habiendo resuelto no perder un instrumento tan útil (útil en cierto sentido, por supuesto), el Chohan se dejó convencer por nosotros para dar su aprobación a mi relación con el señor Hume. Yo le había dado mi palabra al Chohan de que él estaba arrepentido —de que era un hombre nuevo.
Y ahora, ¿cómo podré enfrentarme a mi Gran Maestro, de quien se hace burla, escarnio, y que está siendo objeto de la ridicula inventiva del señor Hume, que le llama Ramsés el Grande, y otros epítetos inadecuados por el estilo? Y emplea en sus cartas términos cuya brutal grosería me impide repetirlos y que han sublevado mi alma cuando los he leído; palabras tan sucias como para corromper el mismo aire que las toca, y que yo me apresuré a enviarle a usted con la carta que las contenía, para no tener así esas páginas en mi casa, llena de jóvenes e inocentes chelas, a los que yo quisiera evitar que jamás oyeran tales expresiones.
Luego usted mismo, amigo mío, influido en esto por él más de lo que usted sabe o sospecha —usted mismo deduce demasiado pronto que hay "contradicciones" donde no hay más que expresiones incompletas. La novedad o el aspecto incomprensible de cualquier hecho afirmado por nuestra Ciencia no es razón suficiente para calificarlo inmediatamente de contradicción y proclamar, como lo hace el señor Hume en su artículo, que él podría enseñar en una semana lo que consiguió de nosotros en dieciocho meses, porque el conocimiento de ustedes es todavía tan limitado que a él le resultaría difícil decir cuánto sabemos o no sabemos nosotros.
Pero me he alargado demasiado sobre este ataque irracional, ilógico y antifilosófico contra nosotros y nuestro Sistema. Algún día demostraremos la nulidad de las objeciones formuladas por el señor H. Puede que en el Municipio se le considere como un sabio consejero, pero a duras penas podría ser considerado como tal por nosotros. Me acusa de haberme valido de él para dar "ideas y hechos falsos" al mundo y añade que de buena gana se apartaría —que rompería con nosotros— ¡si no fuera por su deseo de beneficiar al mundo! Verdaderamente, es el método más cómodo de barrenar todas las ciencias, porque no hay una en que no abunden "hechos falsos" y teorías extravagantes. Sólo que, mientras las ciencias occidentales crean confusión, nuestra ciencia, más confusa aún, explica todas las aparentes discrepancias y concilla las más disparatas teorías.
Por lo demás, si usted le hace entrar en razón, pronto terminará todo —esta vez de modo irrevocable. No necesito confirmarle mi sincera consideración por usted y nuestra gratitud por lo que ha hecho aquí por la Sociedad —indirectamente por nosotros dos. Ocurra lo que ocurra, estoy a su servicio. Si hubiera manera, desearía hacer todo lo que pudiera por su amigo el coronel Chesney. Por consideración a usted, si se evita la crisis y se desvanece la negra nube —le instruiré a él tanto como pueda. Pero —¿no será demasiado tarde?
Siempre sinceramente suyo,
K.H.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario