LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 32
Carta del Mahatma
K.H. a A. P. Sinnett.
CARTA N° 32
Lamento todo lo que
ha sucedido, pero era de esperar. El señor Hume ha puesto su pie en un avispero,
y no debe quejarse. Si mi confesión no ha alterado sus sentimientos —estoy
resuelto a no influir en usted y por lo tanto no me cuidaré de su modo de
averiguar cómo se le presenta el asunto, amigo mío— y si usted no está por
completo disgustado con nuestro sistema y procedimientos, en resumen, si
todavía es su deseo continuar la correspondencia y aprender, hay que hacer algo
para controlar a la irresponsable "Benefactora". Impedí que ella
enviara a Hume una carta peor que la que le escribió a usted. Yo no puedo
obligarla a que transmita las cartas que él me escribe a mí ni las que yo le
escribo a él; y puesto que ya no me es posible confiar en Fem, y que
difícilmente se podría sacrificar G.K., con algún sentido de justicia, a un
hombre enteramente incapaz de apreciar ningún servicio prestado, excepto los
suyos — ¿qué hemos de hacer nosotros en este caso? Puesto que nosotros mismos
nos hemos mezclado con el mundo exterior no tenemos derecho a reprimir la
opinión personal de sus miembros individualmente, ni de evitar sus críticas,
por desfavorables que nos sean —de ahí la orden formal a H.P.B. para que
publique el artículo del señor Hume. Sólo que, como quisiéramos que el mundo
conociera los dos aspectos de la cuestión, hemos permitido también que la protesta
conjunta en el Theosophist, de Déb, Subba Row, Damodar y unos cuantos chelas
más —a continuación de la critica que él hace de nosotros y de nuestro sistema.
Yo le di a usted
únicamente indicaciones de lo que, en algún otro momento, escribiré más detalladamente.
Piense usted, entretanto, en las dificultades que se encuentran en nuestro camino;
y si la amistad de usted hacia mí es sincera —no hagamos que nuestras cadenas
se vayan estrechando y haciéndose más pesadas a medida que forcejeamos con ellas.
Por mi parte, me arriesgaré voluntariamente a que se me considere un ignorante
que se contradice, y a ser criticado en letras de imprenta en términos
desmesurados por el señor Hume, siempre que usted aproveche la enseñanza y que,
de tiempo en tiempo, comparta sus conocimientos con el mundo. Pero si he de
expresarle mis pensamientos sin desfigurarlos, diré que no me gustaría
arriesgarme de nuevo con ningún otro europeo que no sea usted. Como ve ahora,
el contacto con el mundo exterior sólo puede acarrear dolor a aquellos que tan
lealmente nos sirven, y descrédito para nuestra Fraternidad. No es probable que
ningún asiático pueda sentirse nunca afectado por las egoístas embestidas del
señor Hume contra nosotros (resultado de mi última carta y de la promesa precisa
de que me escribirá con menos frecuencia y no tanto como ha venido haciendo);
pero estas embestidas y estas críticas que los lectores europeos tomarán como
una revelación y una confesión, sin sospechar nunca de dónde han surgido y por
qué sentimientos egoístas fueron dictadas —esos ataques están calculados para hacer
un gran daño— en un sentido que, hasta ahora, usted no ha sospechado. Habiendo resuelto
no perder un instrumento tan útil (útil en cierto sentido, por supuesto), el
Chohan se dejó convencer por nosotros para dar su aprobación a mi relación con
el señor Hume. Yo le había dado mi palabra al Chohan de que él estaba
arrepentido —de que era un hombre nuevo.
Y ahora, ¿cómo
podré enfrentarme a mi Gran Maestro, de quien se hace burla, escarnio, y que está
siendo objeto de la ridicula inventiva del señor Hume, que le llama Ramsés el
Grande, y otros epítetos inadecuados por el estilo? Y emplea en sus cartas
términos cuya brutal grosería me impide repetirlos y que han sublevado mi alma
cuando los he leído; palabras tan sucias como para corromper el mismo aire que
las toca, y que yo me apresuré a enviarle a usted con la carta que las
contenía, para no tener así esas páginas en mi casa, llena de jóvenes e inocentes
chelas, a los que yo quisiera evitar que jamás oyeran tales expresiones.
Luego usted mismo,
amigo mío, influido en esto por él más de lo que usted sabe o sospecha —usted
mismo deduce demasiado pronto que hay "contradicciones" donde no hay
más que expresiones incompletas. La novedad o el aspecto incomprensible de
cualquier hecho afirmado por nuestra Ciencia no es razón suficiente para
calificarlo inmediatamente de contradicción y proclamar, como lo hace el señor
Hume en su artículo, que él podría enseñar en una semana lo que consiguió de
nosotros en dieciocho meses, porque el conocimiento de ustedes es todavía tan
limitado que a él le resultaría difícil decir cuánto sabemos o no sabemos nosotros.
Pero me he alargado
demasiado sobre este ataque irracional, ilógico y antifilosófico contra nosotros
y nuestro Sistema. Algún día demostraremos la nulidad de las objeciones
formuladas por el señor H. Puede que en el Municipio se le considere como un
sabio consejero, pero a duras penas podría ser considerado como tal por
nosotros. Me acusa de haberme valido de él para dar "ideas y hechos
falsos" al mundo y añade que de buena gana se apartaría —que rompería con
nosotros— ¡si no fuera por su deseo de beneficiar al mundo! Verdaderamente, es
el método más cómodo de barrenar todas las ciencias, porque no hay una en que
no abunden "hechos falsos" y teorías extravagantes. Sólo que,
mientras las ciencias occidentales crean confusión, nuestra ciencia, más
confusa aún, explica todas las aparentes discrepancias y concilla las más
disparatas teorías.
Por lo demás, si usted
le hace entrar en razón, pronto terminará todo —esta vez de modo irrevocable.
No necesito confirmarle mi sincera consideración por usted y nuestra gratitud
por lo que ha hecho aquí por la Sociedad —indirectamente por nosotros dos.
Ocurra lo que ocurra, estoy a su servicio. Si hubiera manera, desearía hacer
todo lo que pudiera por su amigo el coronel Chesney. Por consideración a usted,
si se evita la crisis y se desvanece la negra nube —le instruiré a él tanto
como pueda. Pero —¿no será demasiado tarde?
Siempre
sinceramente suyo,
K.H.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario