La Genealogía Intelectual
TERCERA CONFERENCIA
Parte V
Tomado del libro: “La Genealogia del Hombre.”
De Annie Besant
Cuando los
Señores de Venus -los Dragones de Sabiduría, como a veces se les llama-
descendieron a nuestra tierra, trajeron consigo las semillas de diversos tipos
de seres vivientes desarrollados en Venus, con el objeto de beneficiar y apresurar
la evolución terrestre. Recordaréis que cuando se describe la
llegada de Manu con otros Rishis, se dice que trajo Consigo en Su nave -el Arca-
muchas semillas de vida. Y estas semillas no eran únicamente las de la vida
espiritual e intelectual, sino también las de la vida física tal como existía
en Venus. El trigo,
por ejemplo, no pertenece a nuestra tierra, y muchos son los botánicos que se
hallan perplejos con respecto a su origen. Por medio del cruzamiento del trigo producido por las
semillas procedentes de Venus con las hierbas indígenas de la tierra, los
primeros Instructores desarrollaron los diversos granos alimenticios. Las abejas y hormigas,
con sus especiales sistemas sociales y bien dirigidos esfuerzos, proceden de
Venus; proceden de una esfera en donde toda evolución ha progresado mucho más
que la nuestra, de modo que hasta en los reinos de la vida vegetal y animal,
todo se halla en un nivel mucho más elevado que el que nosotros hemos alcanzado
hasta el presente.
Estos Dragones de Sabiduría son los primitivos Adeptos de
la tercera Raza, y más adelante de la cuarta y quinta" (D. S., ll, 220.)
dice H. P.
B. ellos eran los "Hijos del Fuego",
los discípulos inmediatos de los "Padres", la "Llama
Primordial" (Stanzas, D.S., 1, 60). Ellos dieron los
Buddhas; esto es, el Buddha supremo y el Bodhisattva a la Tercera Raza, así
como muchos Arhats, formando también parte de esta gloriosa cohorte unos pocos
Pitris Agnishvatta. También entraron a formar parte de esta gloriosa cohorte
veinticuatro de los Señores que tenían estas mismas categorías en la cuarta y
quinta Razas, siendo la mayor parte de estos Seres Pitris Agoishvatta, los
cuales son conocidos entre los Jainas como los veinticuatro Tirthankaras (D. S., ll, 44l,
nota.).
Los divinos
Hermafroditas del punto medio de la tercera Raza, los "Padres inmaculados", como Se les llama,
crearon Hijos por medio de la voluntad y del yoga, para la encarnación de los
más elevados Agnishvatta, los "Antecesores -los antepasados espirituales-
de todos los subsecuentes y presentes Arhats o Mahatmas" (D. S., ll, l83.), esto es, sus Gurús; y se nos dice que, en la séptima
Raza, estos Hijos de la voluntad y del yoga, junto con otros como ellos,
producirán hijos nacidos de la mente (D. S., ll, 288.).
Estos Hijos son
Aquellos que, vigilando la evolución de las últimas tercera y cuarta Razas, se
irritaron con los hijos de los Atlantes, como más adelante veremos, cuando
éstos cayeron en la degradación y fueron víctimas de la gran catástrofe que los
sumergió debajo de las aguas del océano. Constantemente se habla de ellos como
de los Instructores divinos, Aquellos que dirigen la evolución espiritual humana,
y guían las fuerzas cósmicas para favorecerla
y estimularla. Los Reyes divinos de las más primitivas dinastías que
dirigieron el desarrollo intelectual de la humanidad, que
le enseñaron las artes y las ciencias, y que guiaron su evolución social, eran
algunos de los más elevados Pitris Agnishvata. Estos Pitris eran los Titan-Kaborim, a los cuales se alude en los anales de los pueblos más
antiguos. H. P. B. dice: "Ellos son
en verdad los grandes y benéficos poderosos Dioses", como Cassius Hermane
los llama. En Tebas,
Corea y Demeter, los Kabirim tenían un santuario, y en Ménfis los Kabiri tenían
un templo tan sagrado, que nadie, excepto los sacerdotes, podían entrar en sus
sagrados recintos... Ellos fueron, además, en el principio de los tiempos, los
Directores de la humanidad, cuando encarnaron como Reyes de las dinastías
divinas. Ellos
dieron el primer impulso a la civilización, y dirigieron la inteligencia con la
cual habían dotado al hombre, hacia la invención y perfeccionamiento de todas
las artes y ciencias. Por esto se dice que los Kabiri aparecieron como los
bienhechores de los hombres, y como tales vivieron durante edades en la memoria
de los pueblos. A estos Kabiri o Titanes se atribuye la invención de la escritura... de las
leyes y de la legislatura, de la arquitectura, así como de las diversas formas
de la llamada magia y del empleo medicinal de las plantas"(D. S., ll, 380.)
Los ocultistas
llaman también Mánushis a estos Seres divinos, quienes enseñaron la lengua
sagrada, el Senzar, a la tercera y cuarta Razas (D. S., l, 26.).
Pasemos desde los
Directores, a la humanidad que Ellos dirigen. Los grados más elevados de esta
humanidad, los inmediatos discípulos y ministros de los Reyes divinos, eran
Agnishváttas de las clases inferiores, algunos de los cuales se desarrollaron
gradualmente en Arhats en los cuerpos del tipo más perfecto de la cuarta y
quinta subrazas. La segunda clase de Pitris Solares de
la Luna encarnaron en la sexta y séptima subrazas, guiando la
evolución humana bajo la inmediata dirección de estos Agnishváttas, hasta que
fueron reemplazados por la primera clase que encarnó en la cuarta Raza. Por debajo de
esta primera clase encarnaron las cuatro clases de Mónadas exlunares antes
mencionadas, presentando así a nuestra vista una inmensa variedad de grados
humanos; desde los hombres semidivinos que rodean a los Reyes divinos, hasta
los tipos semianimales de cabeza estrecha. En todas las clases elevadas
funcionaba activamente el tercer ojo, de suerte que los mundos astrales eran
para ellos tan visibles como el físico. Estos poderes disminuyeron en las clases inferiores,
hasta que en los de cabeza estrecha la visión se hizo muy imperfecta. Como hemos
visto, en la sexta y séptima subrazas el tercer ojo se retiró gradualmente al
interior, hasta que al fin desapareció por completo entre los Atlantes.
Durante la primera
parte de la tercera Raza, vemos en la Lemuria el amanecer de una civilización
refinada, en la cual los Mayores guían a los jóvenes, quienes son todavía obedientes,
dóciles e intuitivos, siguiendo los más jóvenes, ciega y sumisamente, los
preceptos de sus superiores. La organización es debida únicamente a los Mayores; de
aquí su perfección. Pero es evidente que este estado de cosas no puede ser
permanente, puesto que esto no es más que la perfección de la infancia
cuidadosamente guiada y protegida, más no la perfección de la virilidad que se
gobierna y dirige por sí misma. Dirigida por los Reyes divinos, la sexta
subraza construyó las primeras ciudades de piedra y lava en la región de
Madagascar. A estas ciudades se guiaron otras muchas, de
las cuales acá y allá todavía quedan grandes fragmentos; piedras que ningún ingeniero moderno podría manejar; minas
de vastos templos - ruinas ciclópeas, como se las llama. Hasta los primitivos
griegos y egipcios tomaron por modelo los tipos de tales construcciones, y en
los templos de Egipto, tales como el de Karnac, vemos huellas de las
construcciones Lemurianas practicadas por sus últimos descendientes de la cuarta
Raza. Además, en
algunos de los antiguos templos de la India del Sur, se ven huellas de este
macizo y sólido estilo de construcción. Juzgando por las ruinas de Karnac,
podéis colegir las construcciones de aquellos que eran todavía mucho más
fuertes y poderosos que los que subieron y colocaron aquellas enormes piedras;
o podéis ver la gran pirámide de Egipto, y de esta suerte haceros cargo del
conocimiento y habilidad que dio origen a su estupenda fuerza y poder. Pero aquellas
piedras no fueron subidas por el mero esfuerzo muscular, ni por medio de ningún
ingenioso aparato más potente que las modernas máquinas, sino que lo fueron por
aquellos que conocían y podían dominar las fuerzas del magnetismo terrestre, de
suerte que la piedra perdía su peso especifico y flotaba suspensa en el aire,
siendo guiada por el simple contacto de un dedo hacia el sitio en donde debía
posarse. Algunas
de las extraordinarias piedras oscilatorias que fueron colocadas por dedos
Lemurianos, o, para emplear un término que os es más familiar," por los
dedos de los Danavas, todavía subsisten. Los Danavas eran
la sexta y séptima subrazas de la Tercera Raza. Estas piedras
constituyen uno de los enigmas que la Ciencia moderna no ha conseguido
descifrar, pretendiendo solventarlo acudiendo a la teoría de la corrosión por
medio del hielo y del agua, solución que es a todas luces inadecuada. ¿Y, qué son
ellas, las piedras oscilatorias? Instrumentos por medio de los cuales se podían transmitir
mensajes de los de arriba a los de abajo, pues los movimientos de la piedra
escribían tales mensajes, del mismo modo que los movimientos de la aguja del
telégrafo Morse los escribe hoy día. Acabo de mencionar a los Danavas, y
recordaréis que, según los antiguos relatos, los Danavas eran puros y piadosos en sus primitivos
tiempos, y que posteriormente se pervirtieron lenta y gradualmente. Sigamos este
proceso descendente y veamos de qué modo tuvo lugar.
Nos hallamos
todavía en el arco descendente, si bien
muy cerca de su conclusión. La materia se hace rápidamente más densa, y los cuerpos
cada vez más y más materiales. Estos cuerpos son gigantescos, fuertes y
vigorosos, y, con la separación de los sexos, el instinto creador que es
inherente a toda vida, toma al surgir una vehemente forma de pasión sexual
hasta aquí desconocida. En la producción de nuevas formas, este instinto creador
había funcionado blanda y suavemente en los sin sexo. Pero ahora surgen la
violenta excitación física y la pasión sexual mezcladas con el placer que en
ellos va envuelto, primero en los animales, y luego en el hombre. Los Pitris
Agnishvatta y los Pitris Solares que habían encarnado, revestidos de cuerpos
que en cada nacimiento se hacían más densos y más robustos, conscientes de su
poder intelectual y sintiéndose como Dioses sobre la tierra, atrajeron hacia
sus cuerpos fuertes corrientes de vitalidad que en estos cuerpos densos fueron
transmutadas en corrientes de pasión sexual hasta aquí desconocidas. Estos Pitris
fueron con frecuencia atraídos por mujeres de las clases menos desarrolladas,
y, desposándose con ellas, dieron nacimiento a una progenie de un tipo inferior
al suyo. Los brillantes Hijos de la Luz se casaron con las más sensuales
mujeres; "los Hijos de Dios vieron que las hijas
de los hombres eran hermosas, y las tomaron por esposas, dice la antigua
tradición Hebraica con bastante exactitud (Génesis, v. 2.), y de esta suerte la humanidad descendió más profundamente
en la materia. Fue necesario descender a las últimas profundidades de la
materia a fin de conquistarla, y en este primer Kurukshetra muchos fueron
vencidos. Entonces
tuvo lugar una división entre aquellos que, en la tremenda lucha permanecieron
fieles a las leyes de la Jerarquía Divina, y los que, habiendo sucumbido a los
embriagadores deleites de los sentidos, quedaron prisioneros de la grosera
materia, volviendo desde aquel momento las espaldas a los Señores de la Luz. Después que se hubieron
separado surgieron pendencias y guerras entre ellos. Los más puros se
dirigieron lentamente hacia el norte, y los más groseros vagaron por doquier,
hacia el sur, oriente y occidente, e hicieron alianza con los más groseros elementales,
y de este modo se convirtieron en adoradores de la materia más bien que del
Espíritu. Estos últimos fueron los progenitores de la Raza Atlante,
la Raza en la cual la materia debía llegar a su estado más denso, y alcanzar
sus mayores triunfos. Esta es la primera división entre los partidarios de la
luz y los partidarios de las tinieblas, división que será más marcada y de
resultados más terribles entre los Atlantes. Las deificadas estatuas de estos
gigantes Lemures eran adoradas como las de los Dioses y Héroes en la cuarta y
quinta Razas, y muchos antiguos mitos recuerdan sus grandes hazañas, sus
colosales combates y su gran fuerza.
A medida que la
separación prosiguió, grandes y gigantescas convulsiones principiaron a dividir
la Lemuria en fragmentos. Los terremotos hacían trepidar la tierra, y los
volcanes lanzaban por doquier impetuosos torrentes de ardiente lava. El enorme
continente se dividió en grandes islas, cada una de -las cuales era tan grande
como un continente, y éstas a su vez se dividieron y cuartearon debido a nuevas
convulsiones, hasta que por último, algunos 700.000 años antes del principio de
la edad Terciaria, la Lemuria, como tal, desapareció devastada por el fuego,
arrasada por la lava, barrenada por grandes explosiones de gases mezclados con
agua, y, entre abrasadoras llamas y rugientes olas, se hundieron isla tras isla
en medio de torbellinos de fuego yagua.
De las diversas regiones que no fueron destruidas,
algunas formaron parte del continente Atlante, y otras que se quedaron
aisladas, tales como la Australia, sirvieron de albergue por largo tiempo a individuos
sobrevivientes de la tercera Raza.
Los aborígenes
australianos y tasmanianos, al presente casi extinguidos, pertenecen a la
séptima subraza de los Lemures.
Los malayos y
papuanos descienden de un cruzamiento entre esta subraza y los Atlantes, y los
hotentotes constituyen otro resto.
Los Dravidianos
del sur de la India son una mezcla de esta séptima subraza con la segunda
subraza Atlante. Allí donde se ve una raza realmente oscura, tal como la negra,
la descendencia Lemuriana se halla fuertemente marcada.
Otro hecho
debemos tener en cuenta antes de concluir hoy con la tarea que nos hemos
impuesto, dado que se derivo por haberse negado los Asuras a ocupar el lugar
que en justicia les correspondía en la evolución, lo cual dio origen a la terrible
degradación -un retroceso en vez de un progreso- de aquellos que debían haberse
convertido en verdaderos hombres.
Con respecto a
este punto, los anales ocultos están en completo desacuerdo con las enseñanzas
científicas modernas. La Ciencia moderna presupone un común antecesor animal
para los monos antropoides y el hombre. El Ocultismo
afirma que los monos antropoides son los últimos descendientes de una mezcla de
los reinos humano y animal que tuvo lugar durante la tercera Raza. Recordaréis que
la clase más inferior humana de las Monadas exlunares -aquellas que habían
llegado a las fronteras del reino humano a la conclusión de la tercera Ronda,
los de "cabeza estrecha"- no estaban prontas para recibir el destello
de la inteligencia. Se habían separado en sexos, pero estaban regidas por
completo por los instintos animales. En la séptima subraza, algunas de ellas se aparearon con
animales semejantes a monos, no muy distintos de ellas en cuanto a la forma,
pero que estaban animados por Monadas mucho menos desarrolladas que las suyas,
puesto que dichas Monadas todavía formaban parte del reino animal, y esta unión
dio origen a una raza semihumana y semianimal. Más adelante, algunos de sus descendientes se unieron a su vez con algunos
de los más degradados de los últimos Atlantes, y los seres conocidos como
Sátiros en la antigua historia griega, los moradores de los bosques y lugares
solitarios, el terror de todos los hombres más ventajosamente desarrollados,
excesivamente bestiales - fueron la progenie de esta degradante unión.
De estos
últimos, según el Ocultismo, descienden los monos antropoides, los cuales serán
los únicos que de todo el reino animal existente hoy día, alcanzarán el tipo
humano en nuestra Cadena.
En la sexta y
séptima Razas de esta Ronda en nuestro globo, obtendrán la forma astral humana,
y en la
quinta Ronda entrarán definitivamente en el reino humano. Tal fue el pecado de
los "sin mente" y sus resultados.
"Visto que los Lhas (Asuras), que no habían
construido hombres, lloraban, diciendo: "Los Amanasa (sin mente) han
profanado nuestras futuras moradas. Esto es Karma. Moremos en las otras.
Procuremos instruirlos mejor, no sea que sucediera algo peor. Ellos así lo
hicieron. .. Entonces todos los hombres fueron dotados de Manas” (Stanzas, D.
S., II, 22). La tierra estaba
pronto para la evolución Atlante. La cuarta Raza nació.