La Genealogía Física
SEGUNDA CONFERENCIA
Parte VII
Tomado del libro: “La Genealogia del Hombre.”
De Annie Besant
Como hemos
visto, la segunda Raza aparece y presenta durante su existencia dos tipos
marcados, respondiendo ligeramente a la conciencia Buddhica; presenta la
dualidad que es característica de esta conciencia procedente de sus cambios físicos,
de sus dos sentidos, el auditivo y el del tacto, y de su conciencia del fuego y
del agua, bastante notable ya en este punto de la evolución Monádica.
Estos tipos son
llamados Kimpurushas, los hijos del Sol y
la Luna, "el Padre Amarillo y la Madre Blanca" (Stanzas,
D. S., II, 19.), de aquí
el fuego y el agua, y nacieron bajo el planeta Brihaspati, Júpiter. Su color era de
un amarillo dorado, a veces casi brillante como el de la naranja; otras veces
presentaba los matices mas pálidos del limón, y estas formas de magníficos
colores, filamentosas, cuyas estructuras se parecían a un árbol, algunas a
tipos animales, y otras asumían un aspecto semihumano, completamente
heterogéneas en apariencia, agitándose, flotando por el espacio, deslizándose y
trepando de acá para allá; llamándose unas a otras por medio de sonidos
parecidos a los que emite una flauta, a través de espléndidos bosques
tropicales, cuyo verdor brillaba al recibir los rayos del sol; con floridas
enredaderas adornadas de brillantes flores; todo esto constituye un hermoso cuadro
de soberbios matices, el esplendor de la naturaleza en su exuberante juventud,
rebosando de vida, de color y de movimiento, perfiles trazados por una mano de
gigante, esparciendo por doquier los colores de una superabundante e inagotable paleta. Como
hemos dicho, en
esta segunda Raza
aparecen dos tipos principales, el
primitivo y el más avanzado.
En el primer
tipo no existen huellas de sexo; sus individuos son unisexuales, y se
multiplican por expansión y brotación como la primera Raza. A medida que estas
formas adquieren más solidez, y se revisten con una capa de partículas
terrestres más densa, esta clase de reproducción se hace imposible; en este
punto surgen de ellas pequeños llamados, en sentido figurado, "gotas de
sudor"; puesto que brotan como el sudor de la piel humana; son viscosos,
opalescentes y se endurecen gradualmente; crecen, se desarrollan y asumen
diversos aspectos.
Recordareis que
en los Puranas se dice que todas las razas nacieron de los poros de la piel de
sus progenitores. Recordareis asimismo que Virabhadra, comisionado por Mahadeva
para inutilizar el sacrificio de Daksha, produjo miríadas de extrañas formas de
los poros de su piel. Muchas huellas de esta clase de reproducción pueden
hallarse en los relatos Puránicos, y los datos aquí aducidos referentes al lado
físico de la evolución del hombre, os harán comprender mucho mejor que antes el
significado de dichos relatos. En el decurso del tiempo principian a notarse ligeros
indicios de sexualidad en estos "nacidos del sudor" de la segunda
raza, puesto que presentan señales de los dos sexos, por cuyo motivo se les
llama andróginos latentes. Cuando estudiamos el desenvolvimiento de los reinos
inferiores actuales, vemos que todas estas etapas de desarrollo subsisten
todavía, y percibimos con que firmeza y regularidad han sido dirigidos los
espíritus de la naturaleza a lo largo de un plan único, el cual ha sido
constantemente modificado en sus detalles, pero que en sus principios
esenciales siempre ha permanecido el mismo. De los gérmenes expelidos por esta segunda Raza de
"hombres", se desarrolló gradualmente el reino de los mamíferos en
toda su inmensa variedad de formas, siendo los animales inferiores a los
mamíferos formados por los espíritus de la naturaleza de los tipos
desarrollados en la tercera Ronda, ayudados a veces por emanaciones humanas.
Mientras tanto
la tierra cambia lentamente. "La gran
Madre trabajaba debajo de las aguas... trabajaba asiduamente para la tercera (Raza),
y su busto y ombligo aparecieron sobre las aguas. Esto fue el Cinturón, el
sagrado Himavat que rodea al mundo" (Comentario, D. S., II, 419.). El mar inmenso
que se extendía hacia el sur de Plaksha cubría el desierto de Gobi, el Tibet y
Mongolia, y de entre las aguas del sur de este mar surgió la gran cordillera de
los Himalayas. La tierra apareció lentamente al sur, extendiéndose desde el pie
de la cordillera de los Himalayas, sur de Ceilán y Sumatra, hasta más allá de
la Australia, Tasmania e Isla de Pascua. Hacia el occidente surgió también Madagascar y parte del
África, sumándose además a todo esto, la Noruega, la Suecia, la Siberia
oriental y occidental y Kamschatka que se apropio de su predecesor -un vasto
continente- la enorme Lemuria, la cuna de la
raza en la que apareció la inteligencia humana. En la historia antigua esta
tierra es llamada Shalmali. En el curso de las edades, este gran continente
sufrió muchas disgregaciones, y fue dividido en grandes islas. De tiempo en
tiempo, erupciones volcánicas y grandes terremotos segregaron enormes fragmentos
de su gigantesca masa. Noruega principia a hundirse lentamente, y esta antigua
tierra desaparece por momento de la vista. 700.000 años antes del Periodo
Terciario, el Periodo Eoceno Terciario, hubo una gran erupción de fuegos volcánicos;
se produjeron hendiduras en el fondo del océano, y la Lemuria, como tal,
desapareció, dejando únicamente fragmentos tales como la Australia y Madagascar
como huellas de su historia, con la Isla de Pascua sumergida y vuelta a reaparecer. Durante la vida de
la Lemuria, a la mitad poco más o menos de su curso de desarrollo, tuvo lugar
el gran cambio de clima que destruyo los restos de la segunda Raza, junto con
su progenie la tercera primitiva. "El eje de la
rueda se inclino. El Sol y la Luna no brillaron ya por más tiempo sobre las
cabezas de esta parte de los nacidos del sudor. La gente conoció la nieve y el
hielo, y los hombres, las plantas y los animales fueron detenidos en su
crecimiento y disminuyeron de estatura"(Comentario, D. S., II, 343, 344.). Los brillantes
colores de los trópicos desaparecieron ante el helado soplo del viento del
norte; los días y noches polares de seis meses principiaron, y durante un
determinado periodo los restos de Plaksha solo presentaron una mezquina y
raquítica población. Más allá de Plaksha, en la región polar, sonreía siempre
la Imperecedera Tierra Sagrada.
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