domingo, 10 de junio de 2018

La Genealogía Física, SEGUNDA CONFERENCIA, Parte VII


La Genealogía Física
     SEGUNDA CONFERENCIA     

Parte VII

Tomado del libro: “La Genealogia del Hombre.”
De Annie Besant

Como hemos visto, la segunda Raza aparece y presenta durante su existencia dos tipos marcados, respondiendo ligeramente a la conciencia Buddhica; presenta la dualidad que es característica de esta conciencia procedente de sus cambios físicos, de sus dos sentidos, el auditivo y el del tacto, y de su conciencia del fuego y del agua, bastante notable ya en este punto de la evolución Monádica.
Estos tipos son llamados Kimpurushas, los hijos del Sol y la Luna, "el Padre Amarillo y la Madre Blanca" (Stanzas, D. S., II, 19.), de aquí el fuego y el agua, y nacieron bajo el planeta Brihaspati, Júpiter. Su color era de un amarillo dorado, a veces casi brillante como el de la naranja; otras veces presentaba los matices mas pálidos del limón, y estas formas de magníficos colores, filamentosas, cuyas estructuras se parecían a un árbol, algunas a tipos animales, y otras asumían un aspecto semihumano, completamente heterogéneas en apariencia, agitándose, flotando por el espacio, deslizándose y trepando de acá para allá; llamándose unas a otras por medio de sonidos parecidos a los que emite una flauta, a través de espléndidos bosques tropicales, cuyo verdor brillaba al recibir los rayos del sol; con floridas enredaderas adornadas de brillantes flores; todo esto constituye un hermoso cuadro de soberbios matices, el esplendor de la naturaleza en su exuberante juventud, rebosando de vida, de color y de movimiento, perfiles trazados por una mano de gigante, esparciendo por doquier los colores de una superabundante  e  inagotable  paleta.  Como  hemos  dicho,  en  esta  segunda  Raza  aparecen  dos  tipos  principales, el primitivo y el más avanzado.
En el primer tipo no existen huellas de sexo; sus individuos son unisexuales, y se multiplican por expansión y brotación como la primera Raza. A medida que estas formas adquieren más solidez, y se revisten con una capa de partículas terrestres más densa, esta clase de reproducción se hace imposible; en este punto surgen de ellas pequeños llamados, en sentido figurado, "gotas de sudor"; puesto que brotan como el sudor de la piel humana; son viscosos, opalescentes y se endurecen gradualmente; crecen, se desarrollan y asumen diversos aspectos.
Recordareis que en los Puranas se dice que todas las razas nacieron de los poros de la piel de sus progenitores. Recordareis asimismo que Virabhadra, comisionado por Mahadeva para inutilizar el sacrificio de Daksha, produjo miríadas de extrañas formas de los poros de su piel. Muchas huellas de esta clase de reproducción pueden hallarse en los relatos Puránicos, y los datos aquí aducidos referentes al lado físico de la evolución del hombre, os harán comprender mucho mejor que antes el significado de dichos relatos. En el decurso del tiempo principian a notarse ligeros indicios de sexualidad en estos "nacidos del sudor" de la segunda raza, puesto que presentan señales de los dos sexos, por cuyo motivo se les llama andróginos latentes. Cuando estudiamos el desenvolvimiento de los reinos inferiores actuales, vemos que todas estas etapas de desarrollo subsisten todavía, y percibimos con que firmeza y regularidad han sido dirigidos los espíritus de la naturaleza a lo largo de un plan único, el cual ha sido constantemente modificado en sus detalles, pero que en sus principios esenciales siempre ha permanecido el mismo. De los gérmenes expelidos por esta segunda Raza de "hombres", se desarrolló gradualmente el reino de los mamíferos en toda su inmensa variedad de formas, siendo los animales inferiores a los mamíferos formados por los espíritus de la naturaleza de los tipos desarrollados en la tercera Ronda, ayudados a veces por emanaciones humanas.
Mientras tanto la tierra cambia lentamente. "La gran Madre trabajaba debajo de las aguas... trabajaba asiduamente para la tercera (Raza), y su busto y ombligo aparecieron sobre las aguas. Esto fue el Cinturón, el sagrado Himavat que rodea al mundo" (Comentario, D. S., II, 419.). El mar inmenso que se extendía hacia el sur de Plaksha cubría el desierto de Gobi, el Tibet y Mongolia, y de entre las aguas del sur de este mar surgió la gran cordillera de los Himalayas. La tierra apareció lentamente al sur, extendiéndose desde el pie de la cordillera de los Himalayas, sur de Ceilán y Sumatra, hasta más allá de la Australia, Tasmania e Isla de Pascua. Hacia el occidente surgió también Madagascar y parte del África, sumándose además a todo esto, la Noruega, la Suecia, la Siberia oriental y occidental y Kamschatka que se apropio de su predecesor -un vasto continente- la enorme Lemuria, la cuna de la raza en la que apareció la inteligencia humana. En la historia antigua esta tierra es llamada Shalmali. En el curso de las edades, este gran continente sufrió muchas disgregaciones, y fue dividido en grandes islas. De tiempo en tiempo, erupciones volcánicas y grandes terremotos segregaron enormes fragmentos de su gigantesca masa. Noruega principia a hundirse lentamente, y esta antigua tierra desaparece por momento de la vista. 700.000 años antes del Periodo Terciario, el Periodo Eoceno Terciario, hubo una gran erupción de fuegos volcánicos; se produjeron hendiduras en el fondo del océano, y la Lemuria, como tal, desapareció, dejando únicamente fragmentos tales como la Australia y Madagascar como huellas de su historia, con la Isla de Pascua sumergida y vuelta a reaparecer. Durante la vida de la Lemuria, a la mitad poco más o menos de su curso de desarrollo, tuvo lugar el gran cambio de clima que destruyo los restos de la segunda Raza, junto con su progenie la tercera primitiva. "El eje de la rueda se inclino. El Sol y la Luna no brillaron ya por más tiempo sobre las cabezas de esta parte de los nacidos del sudor. La gente conoció la nieve y el hielo, y los hombres, las plantas y los animales fueron detenidos en su crecimiento y disminuyeron de estatura"(Comentario, D. S., II, 343, 344.). Los brillantes colores de los trópicos desaparecieron ante el helado soplo del viento del norte; los días y noches polares de seis meses principiaron, y durante un determinado periodo los restos de Plaksha solo presentaron una mezquina y raquítica población. Más allá de Plaksha, en la región polar, sonreía siempre la Imperecedera Tierra Sagrada.


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