La Genealogía Física
SEGUNDA CONFERENCIA
Parte VIII
Tomado del libro: “La Genealogia del Hombre.”
De Annie Besant
La tercera Raza
presentaba, como podemos deducir por analogía, tres tipos bien marcados, a los
cuales llamaremos
el primitivo,
el mediano y
el más avanzado
de la tercera.
Así como la
primera raza, en contacto con Atma, presentaba una unidad, y la segunda, en
contacto con Atma-Buddhi, una dualidad, del mismo modo la tercera, en contacto
con Atma-Buddhi-Manas, presentaba una triplicidad.
En el primer tipo,
el primitivo de la tercera, el modo de reproducción es similar al del más
avanzado de la segunda; esto es, se verifica por medio de la expulsión de
cuerpos blandos y viscosos, el "sudor". Estos cuerpos se endurecen
durante la segunda subraza: "las
gotas se densifican y redondean. El Sol lo calienta, la Luna lo enfría y
moldea, y el viento lo nutre hasta su madurez". Estos blandos
cuerpos se endurecen gradualmente, y asumen la forma de huevos, el huevo que
desde aquel entonces hasta el presente es el lugar natal del germen. La forma pasaba
entonces dentro del huevo sus primeras etapas de desarrollo, siendo más humana
en sus contornos y latentemente andrógina.
Este tipo primitivo de la tercera incluye dos subrazas.
La primera subraza
nació del sudor, y las características de los sexos apenas se hacían visibles
en el cuerpo.
La segunda subraza
nació todavía del sudor, y se desarrollo en seres andróginos bien
caracterizados y definidos, claramente humanos en el tipo, habiéndose densificado
y endurecido la cubierta externa de la envoltura.
A estos seres se
les llama los Hijos del Yoga pasivo, tan abstraídos parecían estar de las cosas
externas. En el segundo tipo, el mediano de la tercera, en la tercera subraza,
los pequeñuelos se desarrollaban dentro de la envoltura, que era entonces una
cáscara, desenvolviendo los dobles órganos sexuales, y cuando nacían, rompiendo
la envoltura, estaban completamente desarrollados, como sucede con el polluelo
en nuestros días, pudiendo andar y correr. Ellos eran los hermafroditas de los cuales hablaremos
luego, pues se convirtieron en los vehículos de los Señores de Sabiduría, y
esta circunstancia les da el nombre de medianos
de la tercera. En la cuarta
subraza, la reproducción tuvo todavía lugar por medio de huevos, pero al
desarrollarse los pequeñuelos, uno de los sexos principio a predominar sobre el
otro, hasta que del huevo surgieron varones y hembras. A medida que
este proceso continuo, los tiernos vástagos se hicieron cada vez más y más
desvalidos, hasta que al fin de la cuarta subraza ya no les fue posible andar
al surgir de la envoltura protectora.
El embrión
humano reproduce todavía estas etapas en su desarrollo, puesto que presenta la
forma parecida a la ameba de la primera Raza; la forma filamentosa de la
segunda; la carencia de sexo de las primeras etapas es reemplazada por un
estado andrógino, y gradualmente predominan las características del varón o de
la hembra que determinan el sexo, como sucede en la tercera.
Puede hacerse
notar que las huellas de la dualidad de sexo no desaparecen ni aun en la
madurez del embrión, pues el varón conserva los órganos rudimentarios de la
hembra, así como la hembra los del varón. Es sumamente interesante hacer notar
las muchas huellas que se hallan en la literatura Inda, así como en los
"mitos", que encierran más verdades que la historia, de los variados
modos de reproducción comunes en los tiempos primitivos. En el relato,
del sacrificio de Daksha se citan diversos modos; "por medio del huevo, por la exhalación de fluidos, por la
vegetación, por los poros de la piel, y, finalmente, sólo por medio de la
matriz" (D. S., ll, 193, citado del Vayu Purana). En el tipo
tercero, el más avanzado de la tercera, la quinta subraza, la reproducción todavía
se verificaba al principio por medio de la producción de huevos, dentro de los
cuales se desarrollaba la criatura humana; pero gradualmente el huevo fue
conservado dentro de la madre, y el niño nació, como en nuestros días, débil y
desvalido. En la sexta y
séptima subrazas, la reproducción sexual fue universal. Este más avanzado tipo
de la tercera está pronto para recibir a los Manasaputras.
La separación de
los sexos, en la cuarta subraza, a la mitad de la tercera raza raíz, tuvo lugar
en la última parte del Periodo Secundario, hace de ello 18.000.000 de años, y
en este punto hablan transcurrido a lo menos 18.000.000 de años o quizás más
desde que la raza existía, puesto que principió en el periodo Jurásico del
Secundario, o edad Mesozoica, el periodo de los Reptiles, como a veces se le
llama.
Después de la
separación de los sexos, las más primitivas subrazas perecieron rápidamente,
debido principalmente a la catástrofe que ya se ha mencionado. Los Reyes Divinos, como veremos, descendieron a la
tierra antes de la separación de los sexos, y habitaron en las formas más
perfectas de dicha tercera raza raíz. Estos
Reyes eran llamados los Andróginos Divinos, los Hermafroditas Divinos, y
dieron a estas formas una belleza divina; las transformaron en gigantes cuyas
facciones y continente presentaban un soberbio aspecto. Con su venida, y la subsecuente
separación de los sexos, concluyó el Satya Yuga en la tierra.
El primitivo de la tercera nació bajo el imperio de
Shukra, Venus, y bajo su influencia se desarrollaron los hermafroditas, y las
razas fueron separadas bajo el imperio de Lohitanga, Marte, que es la encarnación
de Kama, la naturaleza pasional. Como todas las demás formas, entonces existentes sobre la
tierra, el hombre era de estatura gigantesca, comparado con su talla actual;
era el contemporáneo del piterodáctico, el megolosauro y otros gigantescos animales,
y tenía que luchar con ellos. En esta tercera Raza fueron desarrollados los órganos
visuales; al principio fue desarrollado un ojo único que estaba situado en
medio de la frente -llamado más tarde "el tercer ojo"- y luego los
dos ojos; pero estos últimos fueron poco usados por la tercera Raza hasta su
séptima subraza, y únicamente en la cuarta Raza -habiéndose el tercer ojo
retirado al interior para convertirse en la glándula pineal- se convirtieron en
los órganos normales de la visión.
El color de la
tercera Raza era rojo, variando mucho en sus matices.
Los Divinos
Andróginos eran de un hermoso color rojo-dorado, brillando y resplandeciendo de
un modo indescriptible, y añadiendo a la gloria y hermosura de su aspecto
general, el ojo único que brillaba a manera de una joya desde su deslumbrante
foco.
Causa una
impresión desagradable pasar desde ellos a los colores rojos terrestres de las
toscas e imperfectas formas de los primeros hombres y mujeres después de la
separación de sexos. De estatura gigantesca y
bien proporcionados, se comprende que estos hombres y mujeres debían estar
dotados de una tremenda fuerza, tan por encima de la de los hombres de
nuestra actual generación, como los Anoplatoides y los Paleotoides que los
rodeaban en sus últimos tiempos, se hallaban por encima de los bueyes, ciervos
y cerdos, y de los caballos, tapires y rinocerontes que son sus descendientes. La cabeza con la
frente achatada, el cárdeno ojo lánguido y triste brillando sobre la aplastada
nariz, las abultadas y salientes quijadas, todo esto constituía un conjunto
repulsivo al gusto moderno. La memoria del tercer ojo persistió en la historia de
Grecia, en donde se habla de hombres que sólo poseían un ojo, los Cíclopes,
como se les llamó posteriormente, y de Ulises, un hombre de la cuarta Raza, que
mató a un Cíclope de la tercera, el cual tenía un ojo central. Este tercer ojo,
desarrollado bajo la influencia de la Mónada, del Espíritu en el hombre, poseía
muchos más grandes poderes de visión que los dos ojos posteriores, o, por
hablar con más propiedad, ofrecía menos obstáculos al poder perceptivo de la
Mónada. Pero a
medida que la Mónada cedió el terreno a la inteligencia, lo físico triunfó, y
los dos débiles órganos de visión que se llaman nuestros ojos se desarrollaron
gradualmente, creando así mayores obstáculos al amplio poder perceptivo de la
Mónada, pero proporcionando, sin embargo, una definición más precisa de los
objetos, y por ende una visión más sutil y perspicaz que antes. El tercer ojo
proporcionaba impresiones de lo físico en masa más bien que en detalle, y su pérdida
temporal dio por resultado una vista más penetrante. Estos aparentes
salvajes, salvajes en la forma, eran, sin embargo, intuitivos, respondiendo
fácilmente a los impulsos que les dirigían los Reyes Divinos que los
gobernaban, bajo cuya tutela construyeron grandes ciudades, enormes templos
ciclópeos, fuertes y macizos, construidos con tanta solidez que todavía quedan
fragmentos de ellos, y Shamballah, la Ciudad Santa, la Sagrada Mansión, todavía
permanece en pie como testigo de la fuerza que la construyó, y de la
inteligencia que la dirigió. Cuando tratemos de la Evolución Intelectual, diremos algo acerca de esta
civilización, Antes de dejar la Evolución Física, en la que los Petris Barhishad
juegan tan importante papel, echemos una ojeada a su subsecuente participación
en la evolución de la Raza.
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