martes, 12 de junio de 2018

La Genealogía Física, SEGUNDA CONFERENCIA, Parte VIII


La Genealogía Física
     SEGUNDA CONFERENCIA     

Parte VIII

Tomado del libro: “La Genealogia del Hombre.”
De Annie Besant

La tercera Raza presentaba, como podemos deducir por analogía, tres tipos bien marcados, a los cuales llamaremos
el primitivo,
el mediano y
el más avanzado de la tercera.
Así como la primera raza, en contacto con Atma, presentaba una unidad, y la segunda, en contacto con Atma-Buddhi, una dualidad, del mismo modo la tercera, en contacto con Atma-Buddhi-Manas, presentaba una triplicidad.
En el primer tipo, el primitivo de la tercera, el modo de reproducción es similar al del más avanzado de la segunda; esto es, se verifica por medio de la expulsión de cuerpos blandos y viscosos, el "sudor". Estos cuerpos se endurecen durante la segunda subraza: "las gotas se densifican y redondean. El Sol lo calienta, la Luna lo enfría y moldea, y el viento lo nutre hasta su madurez". Estos blandos cuerpos se endurecen gradualmente, y asumen la forma de huevos, el huevo que desde aquel entonces hasta el presente es el lugar natal del germen. La forma pasaba entonces dentro del huevo sus primeras etapas de desarrollo, siendo más humana en sus contornos y latentemente andrógina.
Este tipo primitivo de la tercera incluye dos subrazas.
La primera subraza nació del sudor, y las características de los sexos apenas se hacían visibles en el cuerpo.
La segunda subraza nació todavía del sudor, y se desarrollo en seres andróginos bien caracterizados y definidos, claramente humanos en el tipo, habiéndose densificado y endurecido la cubierta externa de la envoltura.
A estos seres se les llama los Hijos del Yoga pasivo, tan abstraídos parecían estar de las cosas externas. En el segundo tipo, el mediano de la tercera, en la tercera subraza, los pequeñuelos se desarrollaban dentro de la envoltura, que era entonces una cáscara, desenvolviendo los dobles órganos sexuales, y cuando nacían, rompiendo la envoltura, estaban completamente desarrollados, como sucede con el polluelo en nuestros días, pudiendo andar y correr. Ellos eran los hermafroditas de los cuales hablaremos luego, pues se convirtieron en los vehículos de los Señores de Sabiduría, y esta circunstancia les da el nombre de medianos de la tercera. En la cuarta subraza, la reproducción tuvo todavía lugar por medio de huevos, pero al desarrollarse los pequeñuelos, uno de los sexos principio a predominar sobre el otro, hasta que del huevo surgieron varones y hembras. A medida que este proceso continuo, los tiernos vástagos se hicieron cada vez más y más desvalidos, hasta que al fin de la cuarta subraza ya no les fue posible andar al surgir de la envoltura protectora.
El embrión humano reproduce todavía estas etapas en su desarrollo, puesto que presenta la forma parecida a la ameba de la primera Raza; la forma filamentosa de la segunda; la carencia de sexo de las primeras etapas es reemplazada por un estado andrógino, y gradualmente predominan las características del varón o de la hembra que determinan el sexo, como sucede en la tercera.
Puede hacerse notar que las huellas de la dualidad de sexo no desaparecen ni aun en la madurez del embrión, pues el varón conserva los órganos rudimentarios de la hembra, así como la hembra los del varón. Es sumamente interesante hacer notar las muchas huellas que se hallan en la literatura Inda, así como en los "mitos", que encierran más verdades que la historia, de los variados modos de reproducción comunes en los tiempos primitivos. En el relato, del sacrificio de Daksha se citan diversos modos; "por medio del huevo, por la exhalación de fluidos, por la vegetación, por los poros de la piel, y, finalmente, sólo por medio de la matriz" (D. S., ll, 193, citado del Vayu Purana). En el tipo tercero, el más avanzado de la tercera, la quinta subraza, la reproducción todavía se verificaba al principio por medio de la producción de huevos, dentro de los cuales se desarrollaba la criatura humana; pero gradualmente el huevo fue conservado dentro de la madre, y el niño nació, como en nuestros días, débil y desvalido. En la sexta y séptima subrazas, la reproducción sexual fue universal. Este más avanzado tipo de la tercera está pronto para recibir a los Manasaputras.
La separación de los sexos, en la cuarta subraza, a la mitad de la tercera raza raíz, tuvo lugar en la última parte del Periodo Secundario, hace de ello 18.000.000 de años, y en este punto hablan transcurrido a lo menos 18.000.000 de años o quizás más desde que la raza existía, puesto que principió en el periodo Jurásico del Secundario, o edad Mesozoica, el periodo de los Reptiles, como a veces se le llama.
Después de la separación de los sexos, las más primitivas subrazas perecieron rápidamente, debido principalmente a la catástrofe que ya se ha mencionado. Los Reyes Divinos, como veremos, descendieron a la tierra antes de la separación de los sexos, y habitaron en las formas más perfectas de dicha tercera raza raíz. Estos Reyes eran llamados los Andróginos Divinos, los Hermafroditas Divinos, y dieron a estas formas una belleza divina; las transformaron en gigantes cuyas facciones y continente presentaban un soberbio aspecto. Con su venida, y la subsecuente separación de los sexos, concluyó el Satya Yuga en la tierra.
El primitivo de la tercera nació bajo el imperio de Shukra, Venus, y bajo su influencia se desarrollaron los hermafroditas, y las razas fueron separadas bajo el imperio de Lohitanga, Marte, que es la encarnación de Kama, la naturaleza pasional. Como todas las demás formas, entonces existentes sobre la tierra, el hombre era de estatura gigantesca, comparado con su talla actual; era el contemporáneo del piterodáctico, el megolosauro y otros gigantescos animales, y tenía que luchar con ellos. En esta tercera Raza fueron desarrollados los órganos visuales; al principio fue desarrollado un ojo único que estaba situado en medio de la frente -llamado más tarde "el tercer ojo"- y luego los dos ojos; pero estos últimos fueron poco usados por la tercera Raza hasta su séptima subraza, y únicamente en la cuarta Raza -habiéndose el tercer ojo retirado al interior para convertirse en la glándula pineal- se convirtieron en los órganos normales de la visión.
El color de la tercera Raza era rojo, variando mucho en sus matices.
Los Divinos Andróginos eran de un hermoso color rojo-dorado, brillando y resplandeciendo de un modo indescriptible, y añadiendo a la gloria y hermosura de su aspecto general, el ojo único que brillaba a manera de una joya desde su deslumbrante foco.
Causa una impresión desagradable pasar desde ellos a los colores rojos terrestres de las toscas e imperfectas formas de los primeros hombres y mujeres después de la separación de sexos. De estatura gigantesca y bien proporcionados, se comprende que estos hombres y mujeres debían estar dotados de una tremenda fuerza, tan por encima de la de los hombres de nuestra actual generación, como los Anoplatoides y los Paleotoides que los rodeaban en sus últimos tiempos, se hallaban por encima de los bueyes, ciervos y cerdos, y de los caballos, tapires y rinocerontes que son sus descendientes. La cabeza con la frente achatada, el cárdeno ojo lánguido y triste brillando sobre la aplastada nariz, las abultadas y salientes quijadas, todo esto constituía un conjunto repulsivo al gusto moderno. La memoria del tercer ojo persistió en la historia de Grecia, en donde se habla de hombres que sólo poseían un ojo, los Cíclopes, como se les llamó posteriormente, y de Ulises, un hombre de la cuarta Raza, que mató a un Cíclope de la tercera, el cual tenía un ojo central. Este tercer ojo, desarrollado bajo la influencia de la Mónada, del Espíritu en el hombre, poseía muchos más grandes poderes de visión que los dos ojos posteriores, o, por hablar con más propiedad, ofrecía menos obstáculos al poder perceptivo de la Mónada. Pero a medida que la Mónada cedió el terreno a la inteligencia, lo físico triunfó, y los dos débiles órganos de visión que se llaman nuestros ojos se desarrollaron gradualmente, creando así mayores obstáculos al amplio poder perceptivo de la Mónada, pero proporcionando, sin embargo, una definición más precisa de los objetos, y por ende una visión más sutil y perspicaz que antes. El tercer ojo proporcionaba impresiones de lo físico en masa más bien que en detalle, y su pérdida temporal dio por resultado una vista más penetrante. Estos aparentes salvajes, salvajes en la forma, eran, sin embargo, intuitivos, respondiendo fácilmente a los impulsos que les dirigían los Reyes Divinos que los gobernaban, bajo cuya tutela construyeron grandes ciudades, enormes templos ciclópeos, fuertes y macizos, construidos con tanta solidez que todavía quedan fragmentos de ellos, y Shamballah, la Ciudad Santa, la Sagrada Mansión, todavía permanece en pie como testigo de la fuerza que la construyó, y de la inteligencia que la dirigió. Cuando tratemos de la Evolución Intelectual, diremos algo acerca de esta civilización, Antes de dejar la Evolución Física, en la que los Petris Barhishad juegan tan importante papel, echemos una ojeada a su subsecuente participación en la evolución de la Raza.

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