DHARMA,
“FILOSOFIA DE LA CONDUCTA”
Annie Besant
LAS DIFERENCIAS
CAPITULO 1
Al hacer nacer, sucesivamente, las naciones sobre la
tierra, Dios da a cada una -una palabra especial- la palabra que debe decir al
mundo, la palabra particular que viene de lo Eterno y que cada una debe
pronunciar. Echando una ojeada a la historia de las naciones, podemos sentir
resonar esta palabra, saliendo de la boca colectiva del pueblo, pronunciada en
sus actos, contribución de este pueblo a la humanidad ideal y perfecta. Para el antiguo Egipto, la palabra fue Religión; para la Persia, la palabra fue Pureza; para la Caldea, la palabra fue Ciencia; para la Grecia, fue Belleza;
para Roma, Ley; para la India en
fin, la mayor de todas, el Eterno da una palabra que resume todas las demás
-la palabra DHARMA.-
He aquí lo que la India debe decir al mundo. Pero no
podemos pronunciar esta palabra tan significativa, tan grande por la potencia
que encierra, sin inclinarnos a los pies
de aquel que es la más alta personificación del Dharma que el mundo haya
visto jamás; sin inclinarnos ante Bhishma,
el hijo de Ganga, la más valiente encarnación del Deber. Retroceded conmigo por
un momento cinco mil años atrás y ved a este héroe, acostado en su lecho de
flechas sobre el campo de batalla de Kurukshetra.
Allí el tiene a la Muerte en jaque hasta el momento en que suene la hora
favorable. Allí encontramos montones de guerreros degollados, montañas de elefantes
y caballos muertos. En nuestro camino tropezamos con piras funerarias y gran cantidad
de armas y carros destrozados. Llegamos hasta el héroe extendido en su lecho de
flechas, traspasado por centenares de ellas y reposando su cabeza sobre una
almohada de flechas, por que él ha rehusado los cojines de suave plumón para
no aceptar más que la almohada de flechas preparada por Arjuna.
Bhishma, cumplidor del Dharma, siendo muy joven todavía,
por el amor a su padre, por amor al deber filial, había hecho un gran voto: el
de renunciar a la vida de familia y a la corona por cumplir la voluntad de su
padre y satisfacer el Corazón paternal y Shantanu, con su bendición, le había
otorgado una favor maravilloso: que la muerte no podría venir a él más que a su
llamamiento y a la hora en que él consintiere en morir. Cuando
Bhishma cayó, el sol estaba en su declinación austral y la estación no era propicia
para la muerte de un hombre que no debía volver. Usó por tanto, el poder que le
había dado su padre y rechazó la muerte hasta que el sol viniese a abrirle el
camino de la paz eterna y de la liberación. Extendido ahí durante muchos y
largos días, martirizado por sus heridas, torturado por las angustias del inútil
cuerpo que le servía de vestidura, vio venir hacia él con numerosos Rishis, a
los últimos reyes arios. Shri Krishna vino también para ver al
fiel guerrero. Allí vinieron los cinco príncipes, hijos de Pandu, los
vencedores de la gran guerra. Bañados todos en lágrimas rodearon a Bhishma y
le adoraron, llenos del deseo de recibir sus enseñanzas. A este héroe sumido en
tan crueles angustias vino a hablar Aquel cuyos labios eran los de Dios. Él lo libró de la fiebre, le concedió
el reposo del cuerpo, la lucidez del espíritu y la calma interior y después le
ordenó enseñar al mundo la significación del Dharma, a él que durante su vida,
lo había enseñado siempre, que nunca se había separado del camino del justo,
que como hijo, príncipe u hombre de Estado, había seguido siempre el sendero estrecho.
Los que le rodeaban solicitaron sus lecciones y Vasudeva
le pidió que les hablara del Dharma, puesto que Bhishma era digno de enseñarlo (Mahabarata, Shanti Parva, § 54).
Entonces se aproximaron a él los hijos de Pandu, teniendo a su cabeza a su
hermano mayor Yudhisthira, jefe de los guerreros que habían herido a Bhishma
a golpes mortales. Yudhisthira temía acercarse y hacer preguntas, pensando que
siendo en realidad suyas las flechas disparadas por tal causa el era
responsable de la sangre de su primogénito y que no era conveniente solicitar
sus enseñanzas. Viéndole vacilar, Bhishma, que con espíritu equilibrado, había
seguido siempre el sendero difícil del deber sin separarse a derecha ni izquierda,
pronunció estas memorables palabras: "Si el deber
de los Brahmanes es practicar la caridad, el estudio y la penitencia, el deber
de los Kchatriyas es sacrificar su cuerpo en los combates. Un Kchatriya debe
inmolar a sus padres, abuelos, hermanos, preceptores, parientes y aliados que
vinieren a presentarle batalla por una causa injusta. Tal es el deber marcado,
oh Keshava. Un Kchatriya que sepa su deber, inmole en el combate hasta a sus
mismos preceptores si estos apareciesen llenos de pecado y concupiscencia y
olvidados de sus juramentos. Interrógame, hijo, sin ningún "temor".
Entonces, lo mismo que Vasudeva, hablando a Bhishma, le había reconocido el derecho
de hablar como maestro, éste, dirigiéndose a su vez a los príncipes, expuso las
cualidades necesarias a los que quieren pedir aclaraciones sobre el problema
del Dharma. Que el hijo de Pándu, dotado de inteligencia, dueño de sí mismo,
pronto a perdonar, justo de espíritu, vigoroso y enérgico, me haga preguntas.
Que el hijo de Pándu, que siempre, por sus buenos oficios, honra las personas
de su familia, sus huéspedes, sus servidores y los que dependen de él, me haga
preguntas. Que el hijo de Pándu en quien están la verdad, la caridad, las
penitencias, el heroísmo, la dulzura, la destreza y la intrepidez, me haga preguntas" (Ibíd. § 55.) Estos son algunos de los trazos que caracterizan al hombre que
quisiera comprender los misterios del Dharma. Estas son las cualidades que vosotros
y yo debemos tratar de desenvolver en nosotros para poder comprender las enseñanzas,
para ser dignos de solicitarlas.
Entonces comenzó
aquel discurso maravilloso, sin igual entre los discursos de la tierra. Expuso
los deberes de los reyes y de los vasallos, los de cada categoría de hombres,
deberes distintos y correspondientes a cada período de la evolución. Todos
vosotros deberíais conocer este grandioso discurso y estudiarlo no por su belleza
literaria, sino por su sublimidad moral. Si solamente pudiéramos seguir el
camino que Bhishma nos ha trazado ¡cuánto se aceleraría nuestra evolución! ¡Como
vería la India aproximarse la aurora de su redención! La moralidad, asunto relacionado
estrechamente con el Dharma y que no se puede comprender sin saber lo que
significa el Dharma es, para algunos, una cosa muy simple. Esto es cierto visto a grandes rasgos. El bien y el mal, en las acciones
ordinarias de la vida, están delineados de una manera clara, simple y recta.
Para el hombre poco desenvuelto, para el de inteligencia estrecha, para el poco
instruido, la moralidad parece bastante fácil de definir. Pero para aquellos de
profundo saber y de elevada inteligencia, para los que evolucionan hacia los
niveles superiores de la raza humana, para los que deseen comprender los
misterios, la moralidad es cosa muy difícil. "La
moralidad es muy sutil" decía el príncipe Yudhisthira, llamado a resolver
el problema del matrimonio de Krishna con los cinco hijos de Pandu. Una
autoridad más alta que el príncipe ha-bía hablado de esta dificultad. Shri
Krishna, el Avatar, en su discurso pronunciado sobre el campo de batalla de
Kurukshetra, había hablado precisamente de la dificultad que tenía para saber
actuar. He aquí sus palabras:
"¿Qué es la
acción? ¿Qué es la inacción? Sobre este punto los mismos sabios están perplejos.
Es preciso distinguir la acción -distinguir la acción ilícita- distinguir la
inacción. Misterioso es el sendero de la acción" (Bhagavad Gita, IV, 16-17.) Misterioso es el sendero de la acción. Misterioso, porque
la moralidad no es como creen los espíritus simples, una e invariable para
todos, puesto que cambia con el Dharma de cada uno. Lo que para uno es bueno,
para otro es malo y viceversa. La moralidad es una cosa individual; depende del
Dharma del hombre que actúa y no de lo que a veces se llama el bien y el mal
absolutos. Nada hay absoluto en un universo sometido a condiciones variables.
El bien y el mal son relativos y deben ser juzgados
relativamente al individuo y a sus deberes. Por eso el más grande de todos los
Maestros ha dicho con respecto al Dharma y esto nos guiará en nuestra errante
marcha: Más vale el Dharma propio, aun desprovisto de mérito, que el Dharma de
otro, aunque se cumpla bien. Vale más la muerte que se encuentra al cumplir el
Dharma propio. El Dharma de otro está colmado de peligros (Ibid, III, 35.)
Él repite este pensamiento
al final de su inmortal discurso y entonces dice, cambiando los términos de
manera de arrojar nueva luz sobre el asunto: Vale más el Dharma propio, aun
desprovisto de mérito, que el Dharma de otro bien cumplido. Aquel que se amolda al Karma indicado
por su propia naturaleza, no se expone a pecar (Ibid,
XVIII, 47), Desenvuelve más aquí estas
enseñanzas y determina para nosotros sucesivamente el Dharma de las cuatro
grandes castas. Los
mismos términos que él emplea nos dan la significación de esta palabra que tan
pronto se traduce por el Deber, como por la Ley o la Religión. Ella significa
todo esto y mucho más aun, porque su significación es mucho más profunda y más
vasta que todo lo que esas palabras expresan.
Veamos las palabras de Shri Krishna concerniente al Dharma de
las cuatro castas: los Karmas de los Brahmanes de los Kchatriyas, de los Vaishyas y de
los Shudras. ¡oh Parantapa,! han sido "distribuidos según los gunas
nacidos de sus diferentes naturalezas".
La serenidad, el imperio
sobre si mismo, la austeridad, la pureza, la prontitud al perdón, lo mismo que
la rectitud, la sabiduría, el conocimiento, la creencia en Dios, Son el Karma
del Brahman, nacido de su propia naturaleza.
El valor, el esplendor,
la firmeza, la destreza, la temeridad que en el combate hace desconocer la fuga,
la generosidad, las cualidades del dominador son el Karma del Kchatriya nacido
de su propia naturaleza.
La agricultura, el
pastoreo y el comercio son el Karma del Vashya, nacido de su propia naturaleza.
Actuar como
servidor es el Karma del Shudra, nacido de su propia naturaleza.
El hombre alcanza
la perfección por la aplicación de cada uno a su propio Karma.
Dice enseguida: Es mejor el Dharma propio, aun sin mérito, que el Dharma de otro
bien cumplido. Aquel que se amolda al Karma indicado por su propia naturaleza
no se expone a pecar.
Ved como las dos palabras Dharma y Karma son tomadas la
una por la otra. Ellas nos dan la clave que nos servirá para resolver nuestro
problema. Permitidme primero daros una definición
parcial del Dharma. No puedo daros claramente, de una vez, la definición completa.
Os daré la primera
mitad y me referiré a la segunda en su oportunidad.
La primera mitad es
esta: El Dharma es la naturaleza interior que ha alcanzado, en
cada hombre un cierto "grado de desarrollo y florecimiento". Esta naturaleza interior es la que
modela la vida exterior, la que se expresa por los pensamientos, palabras y
acciones y a la que el nacimiento físico ha colocado en un medio favorable a su
crecimiento. Lo
primero que hay que comprender bien es que el Dharma no es una cosa exterior
como la ley, la virtud, la religión o la justicia. Es la ley de la vida que se
desarrolla y modela a su propia imagen todo lo que le es exterior.
Para tratar de elucidar este tema difícil y abstruso, lo
dividiré en tres partes principales. Primera, las diferencias, porque los
hombres tienen Dharmas diferentes. En el pasaje antes citado ya se hace mención
de cuatro grandes clases. Un examen más atento nos demuestra que cada individuo
tiene su propio Dharma. ¿Cómo comprender lo que este debe ser? A
menos de comprender hasta cierto punto la naturaleza de las diferencias, lo
que las ha producido, su razón de ser, el sentido que nosotros demos a la
palabra diferencias; a menos de comprender como cada hombre muestra por sus
pensamientos, palabras y acciones el nivel que ha alcanzado; a menos de
comprender todo esto, nosotros, no podemos comprender el Dharma.
En segundo lugar, vamos a hablar de la evolución porque
necesitamos seguir estas diferencias en su evolución.
Por último, debemos abordar el problema del bien y del mal
porque nuestro estudio nos lleva a responder a esta pregunta: ¿Cómo
debe conducirse un hombre en la vida? Sería inútil pediros seguirme en
pensamientos de una naturaleza difícil si, en consecuencia, no debemos poner en
práctica los conocimientos adquiridos y esforzarnos en vivir de acuerdo con el
Dharma, mostrando así al mundo lo que la India ha tenido la misión de enseñar.
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