LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 136
Carta del Blavatsky
a A. P. Sinnett.
APENDICE
CARTA Nº 136
17 de marzo
Mi querido señor
Sinnett:
Leída con sorpresa
su invitación,
No
"sorpresa" de que se me haya invitado a mí, sino de que me haya
invitado otra vez ¡como si no estuviera harto de mi persona! Ahora bien, ¿qué
es lo que yo puedo hacer de bueno por alguien en este mundo, excepto sorprender
a unos y hacer que otros especulen sobre mi habilidad como impostora y hacerme
mirar por una exigua minoría con esa sensación de asombro reservado,
generalmente, para los "monstruos" que se exhiben en los museos o en
los acuariums? Esta es la realidad y tuve ya bastantes pruebas de ello para no
correr de nuevo a poner mi cuello en el dogal, si puedo evitarlo. Mi estancia
en su casa, aún por unos cuantos días, sería sólo motivo de decepción para
usted mismo y causa de tormento para mí. Ahora bien, no debe usted tomarse a
mal estas palabras. Sencillamente, soy sincera con usted.
Desde
hace mucho tiempo, ustedes han sido y son mis mejores amigos aquí,
especialmente la señora Sinnett; pero es precisamente porque les considero como
a tales, que me siento obligada a ser motivo de un disgusto pasajero para
ustedes, para evitarles otro mayor; es preferible negarme, que no aceptar la
amable invitación.
Además —como médium de comunicación entre usted y K.H. (porque supongo que ¿no me invita usted sólo pour mes beaux yeux (Por
mi cara bonita. N.T.) ahora resulto
totalmente ineficaz. Hay un límite de resistencia; hay un límite para el mayor
de los sacrificios, el sacrificio de uno mismo. He trabajado para ellos
fielmente y desinteresadamente durante años, y el resultado ha sido que arruiné
mi salud, deshonré el nombre de mis antepasados, conseguí ser vilipendiada por
cada verdulera de Oxford Street, y por cada vendedor de pescado del mercado de
Hunger-ford —convertidos en funcionarios— y, —en definitiva, no resultó ningún
bien para ellos, muy poco para la Sociedad, y ninguno en absoluto ni para
Olcott ni para mí.
Créame, seremos mejores amigos con varios cientos de millas de separación entre nosotros —que si
estuviéramos a dos pasos. Además, el Jefe dice que sobre nuestras cabezas se
ciernen nuevos acontecimientos. El y K.H. se han
puesto de acuerdo y están preparándose
para actuar, según me dicen. No quedan más que unos pocos meses hasta
noviembre, y si las cosas no se han clarificado por completo de aquí a
entonces, y si en la fraternidad y en el Ocultismo no se infiltra sangre nueva
—más vale que nos vayamos todos a dormir. Que se hayan aclarado o no, por lo que a mí
personalmente me atañe, no tiene importancia. También se acerca rápidamente el
momento en que sonará mi hora de triunfo.
Será entonces
cuando podré demostrar a los que especularon sobre mí, tanto a los que creyeron
como a los que no lo hicieron, que ninguno de ellos se aproximó ni a cien
millas de la verdad. He
sufrido un infierno en la tierra, pero antes de abandonarla prometo un triunfo tal,
que hará que los Ripons y sus católico-romanos, los Baly y el obispo Sargeant
con sus borricos protestantes —rebuznen tan estentóreamente como se lo permitan
sus pulmones.
Ahora bien, mi
querido Sinnett, ¿cree
usted realmente que ME conoce? ¿Piensa que, por el hecho de haberse
familiarizado —según se imagina— con mi apariencia física externa y con mi
cerebro, que por más que sea usted un sagaz analista de la naturaleza humana
—ha penetrado nunca ni siquiera por debajo de la primera de las cutículas de mi
Yo Real? Se equivocaría seriamente si fuera así. Yo
he sido acusada por todos ustedes de falta de sinceridad porque, hasta ahora,
sólo he mostrado al mundo la verdadera Madame Blavatsky externa. Es como si
usted se lamentara de la falsedad de una roca firme y resistente que estuviera
recubierta de barro, y encima del barro, recubierta de musgo pegado porque
llevara escrito en su exterior: "no soy ni el musgo que recubre el barro,
ni el barro adherido: su vista le engaña porque usted no puede ver más allá de
la corteza externa", etc. Tiene usted que comprender la alegoría. No es
por vanagloriarme porque yo no digo si dentro de esa roca poco atractiva hay
una residencia palaciega o una humilde choza. Lo que digo es esto:
usted
no me conoce; porque sea lo que fuere lo que haya en el interior, no es lo que
usted piensa que es; y por lo tanto —acusarme de falta de sinceridad es el
mayor de los errores del mundo, además de ser una flagrante injusticia. Yo (el
verdadero "Yo" interno) estoy prisionero y no puedo mostrarme tal
como soy, a pesar de cuanto pudiera desearlo. Por qué, pues, si lo hiciera, al
hablar por mí misma tal como soy y tal como siento que tengo que ser, ¿por qué
se me tendría que responsabilizar de la puerta exterior de la prisión, y de su
apariencia, cuando yo no la he construido, ni tampoco la he decorado?
Sin embargo, todo
esto no será más que una desazón para su espíritu. "La pobre vieja señora ya
vuelve a fantasear" —dirá usted. Deje que le
vaticine que vendrá un día en que usted acusará a K.H. de haberle
"engañado" también; sólo por no haberle dicho lo que no tiene derecho
a decir a nadie. Sí; usted
blasfemará incluso contra él; porque, secretamente, siempre abriga la esperanza
de que él pueda hacer una excepción en su favor.
¿Por qué tanta
parrafada extravagante, aparentemente sin utilidad, como la contenida en esta carta?
Porque se acerca la hora; y porque, después de haber demostrado lo que tengo
que demostrar, me retiraré de la educada Sociedad Occidental —y desapareceré.
Después, ya pueden ustedes buscar en vano a los Hermanos. Palabra de EVANGELIO.
Desde
luego, era una broma. No: usted no me odia; usted sólo siente una especie de benevolente
desprecio amistoso, indulgente, por H.P.B. Tiene razón en lo que se refiere a
la persona cuya apariencia conoce, esa persona que está a punto de derrumbarse.
Sin embargo, acaso pueda usted descubrir su equivocación respecto a la otra
parte de ella —la que permanece bien oculta. En estos momentos está conmigo
Deb; Deb "Shortridge" (Pequeña
loma. N.T.) corrió nosotros le
llamamos, el cual parece un muchacho de 12 años, aunque pasa bastante de los
30.
Rostro menudo
ideal, con pequeños y delicados rasgos, dentadura de perlas, cabello largo, ojos
almendrados, y un bonete tártaro-chino de color púrpura sobre su cabeza. Es mi "heredero
de salvación" y tengo trabajo que hacer con él. No puedo y no tengo
derecho a dejarlo ahora. Tengo que traspasarle mi trabajo. Es mi mano derecha
(y la mano izquierda de K.H.) — en el fraude y la simulación engañosa.
Y ahora —que Dios
le bendiga. Más vale que no se sorprenda por lo que yo diga o haga; sólo como
amiga, como una verdadera amiga, le digo que mientras usted no haya cambiado su
modo de vida, no espere ninguna excepción.
Sinceramente suya,
H.P.B.
Mi sincero cariño
para la señora Sinnett y un beso al pequeño y querido Dennie.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario