miércoles, 1 de junio de 2016

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 136

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 136
Carta del Blavatsky a A. P. Sinnett.

APENDICE


CARTA Nº 136
17 de marzo
Mi querido señor Sinnett:
Leída con sorpresa su invitación,
No "sorpresa" de que se me haya invitado a mí, sino de que me haya invitado otra vez ¡como si no estuviera harto de mi persona! Ahora bien, ¿qué es lo que yo puedo hacer de bueno por alguien en este mundo, excepto sorprender a unos y hacer que otros especulen sobre mi habilidad como impostora y hacerme mirar por una exigua minoría con esa sensación de asombro reservado, generalmente, para los "monstruos" que se exhiben en los museos o en los acuariums? Esta es la realidad y tuve ya bastantes pruebas de ello para no correr de nuevo a poner mi cuello en el dogal, si puedo evitarlo. Mi estancia en su casa, aún por unos cuantos días, sería sólo motivo de decepción para usted mismo y causa de tormento para mí. Ahora bien, no debe usted tomarse a mal estas palabras. Sencillamente, soy sincera con usted.
Desde hace mucho tiempo, ustedes han sido y son mis mejores amigos aquí, especialmente la señora Sinnett; pero es precisamente porque les considero como a tales, que me siento obligada a ser motivo de un disgusto pasajero para ustedes, para evitarles otro mayor; es preferible negarme, que no aceptar la amable invitación. Además —como médium de comunicación entre usted y K.H. (porque supongo que ¿no me invita usted sólo pour mes beaux yeux  (Por mi cara bonita. N.T.) ahora resulto totalmente ineficaz. Hay un límite de resistencia; hay un límite para el mayor de los sacrificios, el sacrificio de uno mismo. He trabajado para ellos fielmente y desinteresadamente durante años, y el resultado ha sido que arruiné mi salud, deshonré el nombre de mis antepasados, conseguí ser vilipendiada por cada verdulera de Oxford Street, y por cada vendedor de pescado del mercado de Hunger-ford —convertidos en funcionarios— y, —en definitiva, no resultó ningún bien para ellos, muy poco para la Sociedad, y ninguno en absoluto ni para Olcott ni para mí. Créame, seremos mejores amigos con varios cientos de  millas de separación entre nosotros —que si estuviéramos a dos pasos. Además, el Jefe dice que sobre nuestras cabezas se ciernen nuevos acontecimientos. El y K.H. se han puesto de  acuerdo y están preparándose para actuar, según me dicen. No quedan más que unos pocos meses hasta noviembre, y si las cosas no se han clarificado por completo de aquí a entonces, y si en la fraternidad y en el Ocultismo no se infiltra sangre nueva —más vale que nos vayamos todos a dormir. Que se hayan aclarado o no, por lo que a mí personalmente me atañe, no tiene importancia. También se acerca rápidamente el momento en que sonará mi hora de triunfo.
Será entonces cuando podré demostrar a los que especularon sobre mí, tanto a los que creyeron como a los que no lo hicieron, que ninguno de ellos se aproximó ni a cien millas de la verdad. He sufrido un infierno en la tierra, pero antes de abandonarla prometo un triunfo tal, que hará que los Ripons y sus católico-romanos, los Baly y el obispo Sargeant con sus borricos protestantes —rebuznen tan estentóreamente como se lo permitan sus pulmones.
Ahora bien, mi querido Sinnett, ¿cree usted realmente que ME conoce? ¿Piensa que, por el hecho de haberse familiarizado —según se imagina— con mi apariencia física externa y con mi cerebro, que por más que sea usted un sagaz analista de la naturaleza humana —ha penetrado nunca ni siquiera por debajo de la primera de las cutículas de mi Yo Real? Se equivocaría seriamente si fuera así. Yo he sido acusada por todos ustedes de falta de sinceridad porque, hasta ahora, sólo he mostrado al mundo la verdadera Madame Blavatsky externa. Es como si usted se lamentara de la falsedad de una roca firme y resistente que estuviera recubierta de barro, y encima del barro, recubierta de musgo pegado porque llevara escrito en su exterior: "no soy ni el musgo que recubre el barro, ni el barro adherido: su vista le engaña porque usted no puede ver más allá de la corteza externa", etc. Tiene usted que comprender la alegoría. No es por vanagloriarme porque yo no digo si dentro de esa roca poco atractiva hay una residencia palaciega o una humilde choza. Lo que digo es esto:
usted no me conoce; porque sea lo que fuere lo que haya en el interior, no es lo que usted piensa que es; y por lo tanto —acusarme de falta de sinceridad es el mayor de los errores del mundo, además de ser una flagrante injusticia. Yo (el verdadero "Yo" interno) estoy prisionero y no puedo mostrarme tal como soy, a pesar de cuanto pudiera desearlo. Por qué, pues, si lo hiciera, al hablar por mí misma tal como soy y tal como siento que tengo que ser, ¿por qué se me tendría que responsabilizar de la puerta exterior de la prisión, y de su apariencia, cuando yo no la he construido, ni tampoco la he decorado?
Sin embargo, todo esto no será más que una desazón para su espíritu. "La pobre vieja señora ya vuelve a fantasear" —dirá usted. Deje que le vaticine que vendrá un día en que usted acusará a K.H. de haberle "engañado" también; sólo por no haberle dicho lo que no tiene derecho a decir a nadie. Sí; usted blasfemará incluso contra él; porque, secretamente, siempre abriga la esperanza de que él pueda hacer una excepción en su favor.
¿Por qué tanta parrafada extravagante, aparentemente sin utilidad, como la contenida en esta carta? Porque se acerca la hora; y porque, después de haber demostrado lo que tengo que demostrar, me retiraré de la educada Sociedad Occidental —y desapareceré. Después, ya pueden ustedes buscar en vano a los Hermanos. Palabra de EVANGELIO.
Desde luego, era una broma. No: usted no me odia; usted sólo siente una especie de benevolente desprecio amistoso, indulgente, por H.P.B. Tiene razón en lo que se refiere a la persona cuya apariencia conoce, esa persona que está a punto de derrumbarse. Sin embargo, acaso pueda usted descubrir su equivocación respecto a la otra parte de ella —la que permanece bien oculta. En estos momentos está conmigo Deb; Deb "Shortridge" (Pequeña loma. N.T.) corrió nosotros le llamamos, el cual parece un muchacho de 12 años, aunque pasa bastante de los 30.
Rostro menudo ideal, con pequeños y delicados rasgos, dentadura de perlas, cabello largo, ojos almendrados, y un bonete tártaro-chino de color púrpura sobre su cabeza. Es mi "heredero de salvación" y tengo trabajo que hacer con él. No puedo y no tengo derecho a dejarlo ahora. Tengo que traspasarle mi trabajo. Es mi mano derecha (y la mano izquierda de K.H.) — en el fraude y la simulación engañosa.
Y ahora —que Dios le bendiga. Más vale que no se sorprenda por lo que yo diga o haga; sólo como amiga, como una verdadera amiga, le digo que mientras usted no haya cambiado su modo de vida, no espere ninguna excepción.
Sinceramente suya,
H.P.B.
Mi sincero cariño para la señora Sinnett y un beso al pequeño y querido Dennie.


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