martes, 14 de junio de 2016

KARMA, parte 3 libro de Annie Besant

KARMA INDIVIDUAL

CAPITULO  7

El estudiante ha de reconocer que el alma  del hombre, el ego, el causante del karma es una entidad progresiva, un ser viviente que adelanta en estatura mental y en sabiduría según recorre el sendero de su eónica evolución, por lo que conviene tener siempre presente la esencial identidad de la mente concreta y la mente abstracta, aunque las distinguimos para mayor facilidad en su estudio; pero la diferencia es de actividad funcional y no de naturaleza. La mente superior o abstracta actúa en el plano causal con plena conciencia de todo el pasado del ego, mientras que la mente inferior actúa en los planos mental y astral, con todas sus facultades embargadas por la índole kámica del deseo, con la conciencia limitada a las experiencias que mayormente le han impresiona do en la encarnación por que está pasando (El plano mental sólo es uno; pero según la actividad de la mente se clasifica  por  conveniencia  en  mental  superior  mental  inferior.  Al superior se le denomina plano causal y al inferior sencillamente plano mental, aunque ambos son mentales.)

Para la mayoría de la gente la mente concreta es su yo; y el ego individual, que siempre  actúa desde su propio plano o sea el plano causal o mental superior, es para ellos la voz de la conciencia, vaga y confusamente considerada como  sobrenatural,  como  la  voz  de  Dios,  y  aciertan  al  reconocerle  autoridad,  aunque desconozcan su naturaleza.  Pero el estudiante ha de comprender muy bien que la mente inferior es de la misma esencia que la superior, como el rayo de sol es de la misma esencia del sol. El sol de la mente superior brilla siempre en el plano causal, mientras que el rayo de la mente inferior penetra en el plano físico a través del plano astral. Por lo tanto, el ego es una entidad progresiva, y cuando la mente superior emite un rayo que llamamos mente inferior, puede compararse este descenso a una mano que se sumergiera en un estanque de agua para recoger un objeto caído en el fondo, y saliera del agua con el objeto recogido. El adelanto del ego depende del valor de los objetos recogidos por la alargada mano; y al retraerse el rayo, la importancia de toda su obra mientras estuvo actuando en el plano físico, se estima por el valor de las reunidas experiencias. Es como si el propietario y cultivador de una finca rústica saliese al campo a trabajar sufriendo todas las inclemencias del tiempo, y regresara con el fruto de su labor para llenar los alfolíes.
Cada yo personal es el aspecto actuante en el plano físico del ego individual a quien representa en el grado de desenvolvimiento correspondiente a la etapa de su evolución. Cuando así se comprende, se desvanece la duda que suele asaltar a los principiantes en el estudio de la Teosofía, respecto a la aparente injusticia de que recaigan sobre la personalidad las consecuencias de culpas que no cometió.
Entonces se echa de ver que el mismo ego que sembró el karma, lo cosecha; que el mismo labrador que plantó la semilla, cosecha el fruto, aunque haya mudado de traje entre la siembra y la cosecha. Así también las envolturas astral y física del ego se desgastaron entre la siembra y la cosecha, y se ha revestido de nuevos trajes para recoger el fruto de lo que sembró. En las primeras etapas de la evolución del ego, adelanta muy lentamente, porque le zarandean los deseos y cede a las atracciones del plano físico. La mayoría de las imágenes mentales que genera son pasionales, y en consecuencia las formas de pensamiento son violentas y de corto alcance. Su duración dependerá de la cantidad de elemento manásico (El elemento manásico equivale a materia mental.) que haya entrado en la formación de la imagemental.  
Lofirmes  y  sostenidopensamientoforjarán claras y definidas imágenes mentales, y en consecuencia vigorosas y duraderas formas de pensamiento, por lo que la imagen mental ha de ser una dominante influencia que dirija las energías del ego.
Durante la vida terrena forja el hombre un sinnúmero de imágenes mentales. Unas son recias, vigorosas, de continuo reforzadas por repetidos impulsos mentales. Otras son débiles, vagas, que apenas nacidas se desvanecen. Unas son de índole espiritual y denotan anhelos de servir al prójimo, deseos de conocimiento, ansias de s alta vida. Otras son puramente intelectuales, como límpidas joyas del pensamiento o receptáculos de los resultados de profundos estudios. También las hay emocionales que denotan amor, compasión ternura y devoción; o pasionales denotadoras de ira, ambición, orgullo, codicia, gula, lujuria y cuantas emociones siniestras anidan en la naturaleza inferior.
A la muerte del cuerpo físicoel ego ve su conciencia henchida de cuantas imágenes mentales de una u otra índole forjó durante la vida que acaba de pasar. Es el resultado de su vida astromental. Todo pensamiento, por fugaz que haya sido, está allí representado. Podrán haberse desvanecido largo tiempo las formas de pensamiento que sólo duraron  unas cuantas horas, pero las imágenes mentales, sin faltar una, permanecen en la conciencia del alma que se las lleva consigo al mundo astral luego de muerto el cuerpo físico.
El mundo astral se divide en siete subplanos y cada uno de éstos en gradaciones infinitesimales correspondientes a otros tantos de densidad de la materia astral, de suerte que el ego cargado de imágenes mentales groseras permanecerá en los subplanos inferiores del mundo astral envuelto en dichas imágenes mentales que se esforzará en activar y se predispondrá de este modo a reiterarlas físicamente en su próxima vida terrena, así como también se verá atraído hacia las escenas terrestres que le deparen ocasión de derivar de sus imágenes mentales, formas de pensamiento.
Lo mismo sucede respecto de las imágenes mentales cuya índole las sintonice con cualquier otro subplano inferior del mundo astral, hasta que por consunción o agotamiento pierden estas groseras imágenes mentales la materia que les da existencia formal, pero quedan latentes en la conciencia del ego, que entonces mantiene vivas las imágenes mentales de armoniosa índole forjadas durante la anterior vida terrena  y  asciende  a  losubplanosuperioredemundastral sintonizados con ellas.
Pero también estas imágenes mentales consumen el elemento de deseo y queda el puro elemento mental, a la par que el ego se despoja por completo del cuerpo astral y queda con el cuerpo mental inferior por externa envoltura. Cuando terminada la vida mental o devachánica y después de una breve estancia en el mundo causal o mental superior, donde ve todo su pasado, el ego retorna al mundo físico por los planos mental inferior y astral, la respectiva materia de estos planos reaviva  laimágenementaleququedarolatenteelconciencideego,  y  se convierten en las cualidades del carácter que ha de manifestar el ego en la nueva personalidad.
Conviene advertir que las creencias supersticiosas transmutadas en imágenes mentales durante la vida terrena, ocasionan acerbos sufrimientos al ego en los primeros estadios de la vida astral, puelrepresentahorrorosotormentoquerigocareceeabsolutdrealidad. 
Al retornar el ego al mundo físico, dice Leadbeater en su obra: El Plano Astral: Los Señores del Karma, que llevan cuenta de las buenas y malas acciones de cada personalidad, construyen de conformidad con el karma la plantilla del doble etéreo que ha de servir de molde al cuerpo físico del ego en la próxima encarnación.
 Durante la vida devachánica se asimila el ego las experiencias adquiridas en los mundos físico y astral, y su adelanto depende del número de imágenes mentales de una y otra índole que forjó durante la vida terrena. Las imágenes mentales de siniestra índole le servirán de lección y escarmiento por las penosas consecuencias que le acarrearon al transmutarlas en formas de pensamiento concretadas en acción. Las imágenes mentales de índole armónica le aprovecharán porque al asimilarse su esencia se convertirán en aptitudes y facultades propias ya para siempre de su naturaleza. El ego agrupa todas las imágenes mentales de una misma índole, se asimila su esencia, y por meditación crea un nuevo órgano mental, a manera de molde en el que vierte la asimilada esencia y la transmuta en facultad. Por ejemplo, si durante la vida terrena forjó el ego muchas imágenes mentales de anhelos de conocimiento y de esfuerzos para comprender verdades superiores, cuando muere el cuerpo físico mantiene durante la vida astral el mismo nivel mental que tenía en la vida física; pero en el mundo mental inferior o devachán transmuta todas esas imágenes mentales en facultades y aptitudes, de modo que el ego vuelve a la tierra con un órgano mental mucho s agudo y eficaz que  el que poseyó en la anterior encarnación, con mayor potencia de facultades intelectuales que le permiten acometer y llevar a cabo estudios e investigaciones de que hasta entonces fue de todo punto incapaz. Tal es la transmutación de las imágenes mentales que dejan de existir en el plano mental, puesto que se han transmutado en facultades; pero subsisten perpetuamente en los anales akásicos en donde el ego las percibe desde el plano causal. Por lo tanto, quien anhele acrecentar el vigor de sus presentes facultades intelectuales, podrá lograrlo si mantiene persistentemente su anhelo, pues las aspiraciones y deseos durante una vida terrena se convierten en aptitudes en la siguiente y la voluntad de obrar se transmuta en positiva aptitud para la definida acción. Conviene advertir que las facultades y aptitudes de esta suerte elaboradas están estrictamente sometidas en su condición a los materiales de que dispuso el ego, por lo que si éste no plantó durante la vida terrena las semillas de la aspiración y el anhelo, muy escasa o nula será su cosecha en la vida mental.
Las imágenes mentales constantemente repetidas sin definido propósito y anhelo de acrecentar las facultades intelectuales y volitivas, se transmutan en corrientes de pensamiento o canales por los que se desperdicia la enera mental. De aquí la importancia de no permitir que la mente vague de un punto a otro sin determinado propósito, porque entonces forja imágenes mentales de índole triviaquformarácanalepodondshabitúe  a  fluir  la  energía  mental  sin  encontrar resistencia a que aplicarse. Cuando por falta de oportunidad y no de aptitud se ha frustrado el anhelo de realizar una acción de índole pura y elevada, se formará una imagen mental que se transmutará  en vivo pensamiento durante la vida devachánica y se concretará en positiva acción durante la próxima vida terrena en cuanto se le depare favorable oportunidad, que se le deparará inevitablemente si el anhelo o aspiración se transmutaron en pensamiento durante la vida mental, la misma ley rige cuando el deseo es de índole grosera y sensual, aunque en este caso no se transmuta en pensamiento en el devachán, donde no pueden penetrar estas siniestras imágenes mentales, sino que permanecen latentes en el ego hasta que a su paso por el mundo astral en retorno a la tierra se transmutan en formas de pensamiento y se concretan en acción.
Así los deseocodiciosoformaráunimagen mental que vigorizada por la repetición del deseo, determine en una vida ulterior la congénita tendencia al robo que se concrete en acción. El karma causativo es completo, y cuando la imagen mental está lo bastante vigorizada, se concreta casi automáticamente  en  acción. 

Además  sabido  es  que  la  repetición  continuada de un acto lo convierte en hábito, y lo mismo sucede en todos los planos, de suerte que la reiteración de un deseo en el plano astral y de un pensamiento en el mental, los transmutarán en acción en el plano físico a la menor oportunidad.

Muchas veces, el que comete un crimen dice que "lo hizo  sin pensar" que "estaba obcecado", que "no sabía lo que hacía", y que "no hubiera cometido el crimen si reflexionara en lo que iba a hacer". El criminal que así se disculpa, tiene razón en lo que  dice,  pues  en  verdad  no  cometió  el  crimen  deliberadamente  con premeditación, sino impulsivamente como resultado automático de los deseos y pensamientos precedentes, que sin remedio se concretaron automática mente en acción. Sucede algo parecido a cuando una disolución salina saturada cristaliza súbitamente en cuanto se le añade un menudísimo cristal de la misma substancia disuelta. De la propia suerte, cuando la agregación de imágenes mentales está saturada, una sola s que se añada, las concretará en acción. Es inevitable la acción porque al reiterar una y otra vez la imagen mental se anuló la libertad de elección, y lo físico no tiene más remedio que obedecer al impulso mental. El persistente deseo de obrar en tal o cual sentido durante una vida, se transmuta en impulso en otra, y parece entonces como si el deseo fuese una imperiosa exigencia que se hace a la naturaleza para que depare la oportunidad de la acción.
También ha de observar el ego las imágenes mentales que de las experiencias pasadas en la vida terrena almacena la memoria. Son el fiel historial de la influencia ejercida por el mundo exterior en el ego, quien debe meditar sobre ellas para descubrir sus mutuas relaciones y conocer su valor como expresión y manifestación de la Mente universal en la Naturaleza.
Por meditación aprende el ego de las experiencias, lecciones de placer que acaba en dolor y dolor que termina en placer. Reconoce la existencia de leyes inviolables a las que ha de obedecer. Aprende lecciones de éxitos y fracasos, de esperanzas y desengaños, de triunfos y derrotas, de temores infundados, de fuerzas incapaces por lo débiles de resistir a la prueba, de la presunta sabiduría que se torna ignorancia, del paciente sufrimiento que invierte en victoria la aparente derrota y la atolondrada precipitación que trueca en derrota la aparente victoria. Sobre todas estas cosas medita el ego y por su propia virtud alquímica transmuta las entremezcladas experiencias en el oro del conocimiento, de modo que renace en la tierra con mejor disposición y aptitud para arrostrar los sucesos de la nueva vida con el resultado de las pasadas experiencias. La conciencia se desenvuelve por medio de la transmutación en conocimiento de las imágenes mentales dimanantes de las experiencias, y particularmente  de  las  que  enseñan  que  el  sufrimiento  deriva  de  la  ignorancia  o  de  la desobediencia  a  lleyDurantlasucesivavidaterrenaseegsvcontinuamente impulsado por el deseo hacia los objetos de sensación, pero al ceder a sus halagos se lastima al chocar contra la ley. La experiencia le enseña que todo placer deseado contra la ley es un germen de dolor; y cuando en una nueva vida, el deseo le impulsa a un morboso goce, el recuerdo de las pasadas experiencias se afirma en la conciencia y refrena los impetuosos corceles de los sentidos que si  se desbocaran se precipitarían obcecadamente en el objeto de sensación. En el actual estadio de la evolución humana, todos los egos, excepto los más atrasados, han tenido suficientes experiencias para reconocer las s salientes características del "bien" y del "mal", o sea de lo questá  earmonía  o  ediscordancicoldivinLeydsuertquposdilatada experiencia puede el ego manifestarse clara y explícitamente en su aspecto ético; pero en cuanto a lacuestiones  peculiares  del  presente  estadio  de  evolución  y  no  de  los  ya  recorridos,  la experiencia del ego es tan deficiente, que n no se ha transmutado en conciencia, y se expone a errar en sus determinaciones por muy sincero que sea su intento de obrar rectamente. En este caso, la voluntad de obedecer armoniza al ego con la divina ley en los planos superiores; y su desconocimiento de cómo ha de obedecer, se remediará por efecto del dolor que experimente al obrar en contra de la ley, de suerte que el sufrimiento le enseñará lo que ignoraba y sus aflictivas experiencias acrecentarán su conciencia para evitar ulteriores errores y caídas y darle mayor conocimiento de Dios en la Naturaleza, de la consciente armonía con la ley de la vida, de la consciente cooperación al desenvolvimiento del plan de Dios. Así tenemos que los principios definidodllekármicquoperacolaimágenementalecomcausaspueden expresar del modo siguiente:

Las aspiraciones y deseos se convierten en aptitudes
Los pensamientos reiterados se convierten tendencias
La voluntad de obrar se convierte en acciones
Las experiencias se convierten en conocimiento
Los sufrimientos se convierten en conciencia


OPERACIÓN DEL KARMA

CAPITULO  8

Cuando el ego se ha asimilado en el mundo mental todos los materiales acopiados durante su vida terrena, vuelve a moverle el deseo de vida senciente, y entonces comienza el último periodo del ciclo de vida, durante el cual se reviste de nuevos cuerpos mental y astral adecuados a la nueva vida terrena que va a pasar por la puerta del nacimiento, trayendo consigo los resultados de su vida en el mundo mental. Si el ego es joven, poco habrá ganado, porque el adelanto en los primeros estadios de la evolución es mucho s lento de lo que algunos se figuran, y las vidas se suceden pesadamente, de modo que escasas son la siembra en el mundo físico y la cosecha en el mental. Según se van desenvolviendo las facultades  se acelera en proporción el adelanto del ego, y cuando entra en la vida mental con gran acopio de experiencias, sale de ella y vuelve a la tierra con facultades acrecentadas según el descrito procedimiento. Antes de su re-descenso, permanece algún tiempo el ego en el Plano causal, donde percibe todo su pasado, y de allí sale revestido tan sólo del cuerpo causal que perdura todo el ciclo de sus encarnaciones y está rodeado por el aura correspondiente a su individualidad, aura luminosa, policromada, s o menos resplandeciente y de radio proporcional a su grado de evolución. Al pasar por los planos mental y astral en su retorno a la tierra se reviste el ego de nuevos cuerpos constituidos por la respectiva materia de dichos planos, de conformidad con los resultados de su pasado karma, teniendo por embrión las imágenes mentales que al ascender después de la anterior muerte física quedarán privadas de materia, y que ahora reavivan con la que atraen de los planos mental y astral y constituyen la tónica de los pensamientos y emociones de toda índole que ha de constituir su congénito carácter en la nueva encarnación (Las expresiones de ascenso y descenso son figuradas pues los planos se interpenetran, y al hablar de superiores e inferiores se da a entender la diferente tónica de su vibración). Una vez así revestido, cuya operación puede ser breve o muy prolongada según el caso, se halla el ego dispuesto a recibir de los Señores del Karma el cuerpo etéreo por ellos formado con los materiales que el mismo ego proporcionó, y que sirve de molde para construir por ley fisiológica el cuerpo denso en que debe manifestarse en el mundo físico durante la próxima encarnación. De esta suerte el ego individual se refleja en el ego personal, y su carácter, sus cualidades, dotes y circunstancias dependerán de sus pensamientos anteriores. Se convertirá en lo que pensó, y así el hombre es según quiso ser. Sin embargo, el cuerpo físico, en sus dos aspectos de etéreo y denso, limita y condiciona la actividad de las facultades del ego, que ha de vivir en determinado ambiente de cuya índole derivarán las circunstancias externas. Ha de seguir  el  ego  un  sendero  trazado  por  las  causas  que  estableció  y  arrostrar  vicisitudes  ora placenteras,  ora  penosas,  resultantes  de  las  fuerzas  que  generó  y  que  ponen  a  prueba  sus facultades. Pero algo más que los aspectos individual y personal del ego parece aquí necesario para proporcionar campo de acción a sus energías de modo que se adapten a los instrumentos condicionantes y a las reaccionarias circunstancias. Nos acercamos a un punto del que muy poco cabe decir apropiadamente, porque se trata de la región de las potentes Inteligencias espirituales cuya  naturaleza  transciende  de  mucho  nuestras  limitadas  facultades,  pero  cuya  existencia podemos  conocer  y  cuya  actividad señalar, aunque respecto de quiénes estamos en análoga posición a la de los animales respecto de nosotros, que conocen que existimos, pero ignoran el alcance y operaciones de nuestra conciencia. Son estas Inteligencias los Señores del Karma y los Cuatro Maharajas o Devarajas, respecto de lo poco que sabemos de los Señores del Karma, da muestra el siguiente pasaje de la Doctrina Secreta: Los Señores del Karma, descritos en el comentario 6° de la estancia IV son los Espíritus del Universo. Pertenecen a la parte más oculta de la cosmogénesis de que no es posible tratar aquí. Tampoco está preparada la autora para decir si los adeptos, aun los de muy elevada categoría, conocen por completo a esta orden angélica en sus triples grados o tan sólo conocen el inferior relacionado con los registros de nuestro mundo, aunque me inclino a la segunda suposición. Lo único que se sabe de ellos es que están encargados de registrar el Karma. Como también dice la Doctrina Secreta, están los Señores del Karma relacionados "con el destino y nacimiento de cada ser humano".
Los Señores del Karma trazan la plantilla del cuerpo etéreo o molde del denso, con el cual constituye el cuerpo físico que le ha de servir al ego para manifestar sus cualidades mentales y emocionales en la vida terrena que va a pasar. Los Señores del Karma entregan la plantilla a los Cuatro Maharajas, quienes son como dice la Doctrina Secreta: "los protectores de la humanidad y los agentes del karma en el mundo terrestre". Añade Blavatsky sobre estos "Cuatro Maharajas" lo siguiente en la citada Doctrina Secreta al comentar la estancia V del libro de Dzyan: "Cuatro Ruedas Aladas en cada ángulo... para los Cuatro Santos y sus huestes. Son los Cuatro Maharajas o Reyes de los Dhyan-Chohans, los Devarajas que presiden los cuatro puntos cardinales... Estos Seres también están relacionados con el karma, que necesita agentes físicos y materiales para el cumplimiento de sus decretos. Una vez recibido de los Señores del Karma el dechado o plantilla del cuerpo etéreo, los Maharajas escogen para elaborarlo los elementos o materiales más a propósito para la expresión de las cualidades del carácter congénito del ego que va a reencarnar, y también con objeto de que sirva de  instrumento  de  las  limitaciones  impuestas  por  los  pasados  fracasos  y  desaprovechadas ocasiones.
Los Mahárajas, auxiliados por sus huestes, envían el cuerpo etéreo así formado al país, raza, familia y madre que proporcionen el campo o ambiente más favorable para el agotamiento de  la  porción  de  karma  ya  madura  correspondiente  a  aquella  inminente  vida  terrena.
No es posible agotar o extinguir en una sola vida todo el karma acumulado por el ego, ni podría elaborarse instrumento alguno ni encontrar ambiente apropiado ni reunir todas las circunstancias necesarias para la manifestación de todas las evolucionadas facultades del ego ni para que éste cumpla las obligaciones contraídas en el pasado con otros egos.
Por lo tanto, el cuerpo etéreo ha de estar elaborado en congruencia con la parte de karma que el ego sea capaz de agotar en aquella encarnación y se le colocará en un ambiente social donde pueda relacionarse con los egos con quienes  tenga  contraídos  lazos  kármicos. 
Se  eligen  un  país  y  una  raza  cuyas  condiciones políticas, religiosas y sociales convengan a las facultades del ego y proporcionen ambiente adecuado a la ocurrencia de los efectos de las causas que estableció.
La familia elegida ha de poseer una herencia fisiológica a propósito para proporcionar la materia física requerida por la adaptación del cuerpo denso al molde etéreo, de suerte que el cuerpo físico sea eficaz instrumento de manifestación y expresión de las facultades mentales y emocionales del ego y puede éste agotar la señalada porción de su acumulado karma.
Por muy incomprensible que parezca el poder requerido para estas adaptaciones, concebimos su posibilidad de acuerdo con la perfecta justicia. El telamen del destino de un hombre puede componerse de innumerables hilos entretejidos con arreglo a un dechado de inconcebible complejidad. Si a nuestra vista desaparece un hilo, es porque sé oculta de momento bajo el revés del telamen para luego aparecer; y cuando nos parece ver un hilo nuevo es porque reaparece el oculto; y como quiera que sólo veamos una porción del telamen, no podemos tener exacto concepto del dechado. Dice Jámblico sobre el particular en Sobre los Misterios, IV, 4:  Lo que a nosotros nos parece estrictamente justo, no lo es para los dioses,  porque  nosotros  sólo  vemos  esta  breve  vida,  las  cosas presentes y la manera como subsisten; pero las Potestades superiores a nosotros conocen todos los ciclos de vida del ego.
La seguridad de que la perfecta justicia gobierna el mundo estimula el adelanto del evolucionante ego;  porque  según  adelanta  es  más  capaz  de  ver  en  los  planos  superiores  y  transmitir  su conocimiento a la conciencia vigilia, y aprende con cada vez mayor certeza que la Buena Ley actúa infaliblemente, que sus Agentes la aplican sin el más leve error, de modo que todo resulta en beneficio del mundo y de los egos en él militantes. En medio de la oscuridad, los vigilantes egos que con la lámpara de la Sabiduría divina pasan por los lóbregos caminos de la mansión de la humanidad, exclaman que todo va bien. La exposición de las causas y la comprensión de los efectos del karma nos ayudarán a formar concepto de los principios que presiden la operación de la Ley.
Ya vimos cómo los pensamientos constituyen el carácter. Veamos ahora cómo las acciones determinan   el   medio   en   que   se   vive.   Hemos   de   considerar   un   principio   general de transcendentales efectos, que convendrá exponer algo en pormenor. El hombre puede afectar con sus acciones al prójimo en el mundo físico; puede difundir a su alrededor la dicha o la desgracia y acrecentar o disminuir la totalidad del bienestar humano. Este aumento o disminución de bienestar puede provenir de motivos buenos, malos o medianos. Un deseo benevolente, el anhelo de que sean dichosos sus semejantes, puede mover a un hombre a regalar a la ciudad en que habita un parque de recreo; pero otro puede hacer el mismo regalo por pura ostentación, con propósito de que le otorguen un título nobiliario; y un tercero hará igual, movido en parte por benevolencia y en parte por egoísmo. Los motivos afectarán el carácter de estos tres hombres en su futura encarnación, de modo que mejorará el del primero, empeorará el del segundo y producirá escasos resultados de adelanto en el tercero. Pero el efecto de la acción, que beneficia a gran número de gentes, no depende del motivo del donador, pues sea cual sea, el público disfruta del parque, y este disfrute establece respecto del donador un crédito que se le pagará escrupulosamente por medio de bienes materiales que le proporcionen comodidades físicas en una vida futura, como también las proporcionó a sus semejantes. Tal es su derecho; pero el uso que haga de su posición social y la dicha que obtenga de sus riquezas dependerán de su carácter, y así vemos que cada semilla fructifica según su índole. El servicio prestado al prójimo en cada ocasión oportuna multiplicará en otra vida terrena las ocasiones de servir. Quien ayude en cuanto pueda a cuantos menesterosos encuentre, se encontrará en una vida ulterior en disposición de prestar muy amplios auxilios. Por otra parte, las oportunidades desaprovechadas aparecerán en otra vida transmutadas en limitaciones del instrumento de expresión y en desfavorables condiciones del ambiente. Por ejemplo,  el  cerebro  etéreo  estará  deficientemente  construido  y  de  las  mismas  deficiencias adolecerá  el  cerebro  denso.  El  ego  concebirá  ideas,  trazará  planes,  pero  será  incapaz de expresarlas y desenvolverlos físicamente. Las desaprovechadas ocasiones se transmutarán en anhelos frustrados, en deseos irrealizables, en impotentes ansias de auxiliar, ya por defecto de aptitud o por falta de oportunidad. El mismo principio rige en el caso de la temprana muerte de un hijo idolatrado. Si un ego trata duramente a otro a quien debe cariño y protección o servicio de cualquier clase, renacerá el despreciado como hijo único y heredero de quien en una vida anterior lo vejó y  en la presente lo adora; pero al morir prematuramente, la aflicción de los padres se lamentará de la "injusticia de Dios" que les arrebata su único hijo, en quien tenían puestas todas sus complacencias, mientras deja con vida los numerosos hijos de su prójimo.
Sin embargo, el karma obra siempre igual, aunque sólo pueden ver su actuación quienes tienen los ojos abiertos. Los defectos congénitos resultan de un deficiente cuerpo etéreo, y son vitalicias penas de graves rebeliones contra ley o de daños infligidos al prójimo. Los Señores del Karma trazan dichos defectos  en  la  plantilla  del  molde  etéreo,  a  fin  de  que  el  cuerpo  denso  resulte  con  las deformaciones  necesarias  para  enmendar  los  errores  del  ego,  y  así  se  explican  la  ceguera, sordomudez, imbecilidad y otras anormalidades congénitas. Así es que de la justa administración de la ley por los Señores del Karma proviene la reencarnación del ego en una familia afectada de una dolencia hereditaria, cuyo sufrimiento le es necesario al ego en su nueva personalidad. Los Señores del Karma favorecerán la manifestación de las facultades artísticas, por medio de un cuerpo etéreo que facilite la construcción en el cuerpo denso de un delicado sistema nervioso, y escogiendo una familia en que sea hereditaria la facultad artística desarrollada por el ego. Así vemos que para la expresión de la facultad musical se necesita un cuerpo físico con muy delicados y agudos sentidos del oído y del tacto, que proporcionará más fácilmente la herencia fisiológica. El servicio que un hombre presta a la humanidad con su palabra hablada o escrita, por medio de libros o de conferencias que difunden nobles y elevadas ideas es también un crédito contra  la  ley  que  los  Señores  del  Karma  pagarán  escrupulosamente  mediante  el  mental  y espiritual auxilio que presten al bienhechor. Así vemos los capitales principios de la actuación del karma y las respectivas funciones desempeñadas por los Señores del Karma y por el ego en el destino del individuo. El ego proporciona los materiales con que va construyendo su propio carácter. Los Señores del Karma trazan la plantilla o dechado de lo que ha de ser la futura personalidad del ego, de modo que al elaborar los Maharajas el cuerpo etéreo de conformidad con dicho dechado con los materiales también proporcionados por el ego, resulte el cuerpo denso un eficaz instrumento para la actuación del ego según la parte de karma que le está señalada en la vida terrena que ha de pasar, a despecho de las entre chocantes voluntades de los hombres.


EVITACION  DE LOS RESULTADOS DEL KARMA

CAPITULO  9

Dicen algunos al reconocer por vez primera la existencia del karma, que si todo proviene de la actuación de la ley, están irremediablemente esclavizados a su destino. Antes de considerar cómo puede utilizarse la ley para gobernar el destino, conviene el examen de un caso típico en demostración de que la fatalidad y el libre albedrío actúan armónicamente a la par. Llega un ser humano a este mundo con determinado carácter constituido por ordinarias facultades intelectuales y buenas y malas cualidades emotivas; con un cuerpo físico sano y bien formado, aunque no de espléndida índole. Tales son sus limitaciones claramente señaladas, y al llegar a la plenitud de la vida física se encuentra con un carácter constituido por sus cualidades mentales, emocionales y físicas, del que ha de hacer el mejor uso posible. Habrá alturas mentales que no sea capaz de escalar y conceptos inasequibles a sus facultades. Habrá tentaciones que no pueda resistir y empresas físicas incapaz de realizar.  Reconoce que no puede pensar como un genio ni ser hermoso como un Apolo. Se ve encerrado en un círculo incapaz de trasponer por mucho que se esfuerce. Además, no puede evitar ciertas tribulaciones que le afligen y forzosamente ha de sobrellevar.  Sucede  así  porque  el  ego  está  limitado por sus pasados pensamientos, sus desperdiciadas ocasiones, sus errores, siniestras tendencias y pasionales deseos. Sin embargo, el ego, el verdadero hombre no está limitado, porque es esencialmente libre. Quien hizo el pasado que aprisiona su presente, puede actuar en su cárcel de modo que en el porvenir manifieste su esencial libertad. En cuanto conozca que esencialmente es libre, quebrantará las cadenas que le aherrojan y proporcional a la medida de su conocimiento será la ilusividad de sus limitaciones. Pero el hombre ordinario cuyo conocimiento es chispa y no llama, dará el primer paso hacia el libre albedrío, si considera como hechura propia sus limitaciones y se esfuerza en cercenarlas. Cierto es que no puede pensar como un genio; pero puede tener mayor confianza en su capacidad y ejercitarla gradualmente hasta que llegue a ser un genio. Cierto es que no puede domeñar sus insensatas pasiones en un momento, pero sí luchar contra ellas por muchas veces que sucumba, hasta que al fin las venza. Aunque le limiten flaquezas emocionales y físicas, si sus pensamientos son cada vez más puros y armoniosos y sus obras benéficas, merecerá más bellos y eficaces instrumentos en el porvenir.
Siempre es esencialmente libre el ego en su cárcel y puede derribar las vallas que él mismo levantó.
Es su propio carcelero y si quiere libertarse se libertará. Si comete una grave falta que le acarrea tribulación es porque pecó en el pasado como pensador y ha de sufrir ahora como actor. Si pierde a un ser amado, no debe afligirse, porque no lo perdió para siempre sino que se mantiene unido a él por el amor y lo recuperará en el porvenir. Entre tanto, debe prestar a otros seres el auxilio que hubiera prestado al desaparecido del mundo físico, a fin de no sembrar semillas que dieran por amargo fruto una pérdida análoga en futuras vidas. Cuando comete una injusticia, sufre las consecuencias, porque la pensó en otro tiempo y ha de sufrirlas pacientemente,  y  esperar  que  el  día  de  mañana  quedará  libre  de  toda  limitación  si  sus pensamientos son nobles y bienhechores.

En medio de las tinieblas aparece un rayo de luz que dice: "¡Oh! vosotros los que sufrís. Sabed que porque queréis sufrís. Nadie os obliga. La ley que parecía cadenas se ha transmutado en alas que remontan al ego a regiones cuya existencia sin alas sólo podría conjeturar.

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