KARMA INDIVIDUAL
CAPITULO 7
El estudiante ha de reconocer
que el alma
del hombre,
el ego, el causante del karma es una
entidad progresiva, un ser
viviente que adelanta en estatura
mental y en sabiduría según recorre
el sendero de su eónica evolución, por lo que conviene tener siempre presente la esencial identidad
de la mente concreta y la mente
abstracta, aunque las distinguimos para mayor facilidad en
su estudio; pero la diferencia es de actividad funcional
y no de naturaleza. La mente
superior o abstracta actúa en el plano causal con plena conciencia
de todo el pasado del ego, mientras que la mente inferior
actúa en los planos mental y astral, con todas sus facultades
embargadas por la
índole kámica del deseo,
con la conciencia limitada a las experiencias
que mayormente le han impresiona do en la encarnación por que está pasando (El plano mental sólo es uno; pero según la actividad
de la mente
se clasifica por
conveniencia en mental superior y
mental inferior. Al superior se le denomina plano causal y al inferior sencillamente plano mental, aunque ambos son mentales.)
Para la mayoría
de la gente la mente concreta es su yo; y el ego individual, que siempre actúa desde su propio plano o sea el plano causal o mental
superior, es para ellos la
voz de la conciencia, vaga y confusamente considerada como sobrenatural,
como la voz
de Dios, y
aciertan al reconocerle
autoridad, aunque desconozcan su naturaleza. Pero el estudiante ha de comprender muy bien que la mente inferior
es de la misma esencia
que la superior, como el rayo
de sol
es de
la misma
esencia del sol. El sol de la
mente superior brilla siempre en
el plano
causal, mientras que el rayo
de la
mente inferior penetra en el plano físico a través del plano astral. Por lo tanto, el ego es una entidad progresiva, y cuando la mente superior
emite un rayo que llamamos mente inferior, puede compararse este descenso
a una mano que se sumergiera en un estanque de agua para recoger un objeto caído en el
fondo, y saliera del agua con
el objeto
recogido. El
adelanto del ego depende
del valor
de los
objetos recogidos por la alargada mano;
y al retraerse el rayo, la
importancia de toda su obra
mientras estuvo
actuando en el plano físico, se estima por el valor de las reunidas
experiencias. Es como si el propietario y cultivador de una finca rústica
saliese al campo a trabajar
sufriendo todas las inclemencias del tiempo, y regresara
con el fruto de su labor para llenar los alfolíes.
Cada yo personal
es el aspecto actuante en el plano físico del ego individual a quien representa en el grado de desenvolvimiento correspondiente a la etapa de su evolución.
Cuando así se comprende, se desvanece
la duda
que suele asaltar a los principiantes
en el
estudio de la Teosofía, respecto a la aparente
injusticia de que recaigan sobre la personalidad las consecuencias de culpas
que no cometió.
Entonces se echa de ver que el mismo ego que sembró el karma, lo cosecha;
que el mismo labrador
que plantó la semilla, cosecha
el fruto,
aunque haya mudado de traje
entre la siembra y la cosecha. Así también las envolturas astral y física del ego se desgastaron entre la siembra
y la cosecha,
y se ha revestido
de nuevos trajes para recoger el fruto de lo que sembró.
En las primeras etapas
de la
evolución del ego, adelanta muy
lentamente, porque le zarandean los deseos y cede
a las atracciones del plano físico.
La mayoría
de las
imágenes mentales que genera
son
pasionales, y en consecuencia
las formas de pensamiento son violentas y de corto alcance. Su
duración dependerá de la cantidad de elemento manásico (El elemento manásico equivale a materia mental.)
que haya entrado en la formación
de la imagen
mental.
Los firmes y sostenidos
pensamientos forjarán claras y definidas
imágenes mentales, y en consecuencia vigorosas y duraderas formas de pensamiento,
por lo
que la
imagen mental ha de ser una dominante influencia
que dirija las energías del ego.
Durante la vida terrena forja el
hombre un sinnúmero de imágenes mentales. Unas son recias, vigorosas, de
continuo reforzadas por repetidos impulsos mentales. Otras son débiles, vagas, que apenas nacidas se
desvanecen. Unas son de índole espiritual y denotan anhelos de
servir al prójimo, deseos de
conocimiento, ansias de más alta vida. Otras son puramente intelectuales, como límpidas joyas
del pensamiento o receptáculos de los resultados de profundos estudios. También las hay emocionales que denotan amor, compasión ternura y devoción;
o pasionales denotadoras de ira,
ambición, orgullo, codicia, gula, lujuria y cuantas emociones
siniestras anidan en la
naturaleza inferior.
A la muerte del cuerpo físico, el ego ve su conciencia henchida de cuantas imágenes
mentales de una u otra índole forjó durante la vida que acaba de
pasar. Es el resultado de su vida astromental.
Todo pensamiento, por fugaz que haya sido, está allí representado. Podrán haberse
desvanecido largo tiempo las formas de pensamiento que sólo duraron
unas cuantas
horas, pero las imágenes
mentales, sin faltar una, permanecen en la conciencia del alma que se las lleva
consigo al mundo astral luego de muerto el cuerpo físico.
El mundo astral se
divide en siete subplanos y cada uno de éstos en gradaciones infinitesimales
correspondientes a otros tantos de densidad de
la materia
astral, de suerte que el
ego cargado
de imágenes
mentales groseras permanecerá en los subplanos
inferiores del mundo astral
envuelto en dichas imágenes mentales
que se esforzará en activar y se predispondrá
de este
modo a reiterarlas físicamente en su próxima
vida
terrena, así como también se verá atraído hacia las escenas terrestres que le deparen ocasión de derivar
de
sus imágenes mentales, formas de pensamiento.
Lo mismo sucede respecto
de las imágenes mentales
cuya índole las sintonice con cualquier otro subplano inferior del mundo astral, hasta que por consunción o agotamiento pierden
estas groseras imágenes
mentales la materia que
les da
existencia formal, pero quedan latentes
en la
conciencia del ego, que entonces
mantiene vivas las imágenes mentales de armoniosa índole forjadas durante la anterior vida terrena
y asciende a los subplanos superiores del mundo astral sintonizados con ellas.
Pero también estas imágenes
mentales consumen el elemento de deseo y queda el puro elemento mental, a la par que el ego se despoja por completo del cuerpo astral y queda con el cuerpo mental inferior por externa envoltura. Cuando terminada la vida mental o devachánica y después de
una breve estancia en el
mundo causal o mental superior, donde ve todo su
pasado, el ego retorna
al mundo físico por los planos mental inferior y astral,
la respectiva materia de estos planos reaviva las imágenes mentales que quedaron latentes en la conciencia del ego, y se convierten en las cualidades del carácter que ha
de manifestar
el ego
en la
nueva personalidad.
Conviene advertir que las creencias
supersticiosas transmutadas en imágenes mentales durante la vida terrena,
ocasionan acerbos sufrimientos al ego en los primeros
estadios de la vida astral, pues le representan horrorosos tormentos que en rigor carecen en absoluto de realidad.
Al retornar el ego al mundo físico, dice Leadbeater en su obra: El
Plano Astral: Los Señores
del Karma, que llevan cuenta de las buenas y malas acciones de cada personalidad,
construyen de conformidad con el karma la plantilla del doble etéreo que ha de
servir de molde al cuerpo físico del ego en la próxima encarnación.
Durante la vida devachánica se asimila el ego las experiencias
adquiridas en los mundos físico y astral, y su adelanto depende del número de imágenes
mentales de una y otra índole que forjó durante la vida terrena.
Las imágenes
mentales de siniestra índole
le servirán de lección y escarmiento por las penosas consecuencias que
le acarrearon al transmutarlas en formas de pensamiento concretadas en acción. Las imágenes
mentales de índole armónica le aprovecharán porque al asimilarse
su esencia se convertirán
en aptitudes y facultades propias ya para siempre de su naturaleza. El ego agrupa todas las imágenes mentales de una
misma índole, se asimila
su esencia,
y por meditación crea un nuevo
órgano mental, a manera de molde
en el
que vierte la asimilada esencia y la transmuta en facultad. Por ejemplo, si durante la vida terrena forjó el ego muchas imágenes mentales de anhelos de conocimiento y de esfuerzos para comprender verdades superiores, cuando muere el cuerpo físico mantiene durante la vida astral el mismo nivel mental que tenía en la vida física;
pero en el mundo mental
inferior o devachán transmuta todas esas imágenes mentales en facultades y aptitudes,
de modo que el ego vuelve a la tierra con un órgano mental mucho más agudo y eficaz que el que poseyó en la anterior
encarnación, con mayor potencia de facultades intelectuales que le permiten acometer
y llevar a cabo estudios e investigaciones de que hasta entonces fue de todo punto incapaz. Tal es la
transmutación de las imágenes
mentales que dejan de existir en el plano mental, puesto que se han
transmutado en facultades; pero subsisten
perpetuamente en los
anales akásicos en donde el
ego las percibe desde el plano causal. Por lo tanto, quien anhele acrecentar el vigor de sus presentes facultades intelectuales, podrá lograrlo si
mantiene persistentemente su anhelo, pues las aspiraciones y deseos durante una vida terrena se convierten en aptitudes
en la
siguiente y la voluntad de obrar se transmuta en positiva aptitud para la definida acción. Conviene advertir que las facultades y aptitudes
de esta
suerte elaboradas están estrictamente sometidas en su condición
a los materiales de
que dispuso
el ego,
por lo
que si
éste no plantó durante la
vida terrena las semillas de
la aspiración
y el anhelo, muy escasa o nula será su cosecha en la vida mental.
Las imágenes
mentales constantemente repetidas sin definido
propósito y anhelo de acrecentar las
facultades intelectuales y volitivas, se transmutan en corrientes
de pensamiento
o canales por los que se desperdicia la energía mental. De aquí la importancia de no permitir que la mente vague de un punto a otro sin determinado propósito, porque entonces forja imágenes mentales
de índole trivial
que formarán canales por donde se habitúe a fluir
la energía
mental sin
encontrar resistencia a que aplicarse. Cuando por falta de oportunidad y no de aptitud se ha frustrado
el anhelo de realizar
una acción de índole pura y elevada,
se formará
una imagen mental que se
transmutará en vivo pensamiento durante
la vida
devachánica y se concretará
en positiva
acción durante la próxima vida
terrena en cuanto se le
depare favorable
oportunidad, que se le deparará
inevitablemente si el anhelo o aspiración se transmutaron en pensamiento
durante la vida mental, la misma ley rige cuando el deseo es de índole grosera
y sensual, aunque en este caso no se transmuta en pensamiento en el devachán,
donde no pueden penetrar estas siniestras imágenes mentales, sino que permanecen latentes en el ego hasta que a su paso por el
mundo astral en retorno
a la tierra
se transmutan en formas de pensamiento y se concretan en acción.
Así los deseos
codiciosos formarán una imagen mental que vigorizada por la repetición del deseo,
determine en una vida ulterior
la congénita tendencia al robo que se
concrete en acción. El karma
causativo es completo,
y cuando la imagen mental está
lo bastante
vigorizada, se concreta casi automáticamente en
acción.
Además sabido
es que la
repetición continuada de un acto lo
convierte en hábito, y lo mismo sucede
en todos los planos, de suerte que la reiteración de un deseo
en el plano astral y de un pensamiento en el mental,
los transmutarán en acción en el plano físico a la menor oportunidad.
Muchas veces, el que comete
un crimen dice que "lo hizo
sin pensar" que "estaba obcecado", que "no sabía lo que hacía", y que "no
hubiera cometido el crimen si reflexionara en lo que iba a hacer". El criminal que así se disculpa, tiene
razón en lo que
dice, pues en verdad no
cometió el crimen
deliberadamente con premeditación, sino impulsivamente como resultado automático de los deseos
y pensamientos precedentes, que sin remedio se concretaron automática mente en acción. Sucede algo parecido a cuando una disolución salina saturada cristaliza súbitamente en cuanto se le añade un menudísimo cristal de la misma substancia
disuelta. De la propia suerte,
cuando la agregación de imágenes mentales está
saturada, una sola más
que se añada, las concretará
en acción.
Es inevitable
la acción
porque al reiterar una y otra
vez la imagen mental se
anuló la libertad de elección,
y lo físico no tiene más
remedio que obedecer al impulso mental. El persistente deseo de obrar en tal o cual sentido durante una vida, se transmuta en impulso
en otra,
y parece entonces como si el
deseo fuese una imperiosa exigencia que se hace a la naturaleza
para que depare la oportunidad
de la
acción.
También ha de observar el ego
las imágenes
mentales que de las experiencias
pasadas en la vida terrena almacena la memoria. Son el fiel historial de la influencia ejercida por el mundo exterior
en el ego, quien debe meditar sobre ellas para descubrir sus mutuas relaciones y conocer su valor como expresión y manifestación de la Mente universal en la Naturaleza.
Por meditación aprende el ego de las experiencias,
lecciones de placer que acaba en dolor
y dolor que termina en placer.
Reconoce la existencia de leyes inviolables a las que ha de obedecer.
Aprende lecciones de éxitos y fracasos, de esperanzas y desengaños, de
triunfos y derrotas, de temores infundados, de fuerzas
incapaces por lo débiles de resistir a la prueba, de la presunta sabiduría que se torna ignorancia,
del
paciente sufrimiento que invierte en victoria
la aparente derrota
y la atolondrada
precipitación que trueca en
derrota la aparente
victoria. Sobre todas estas cosas medita el ego y por su propia virtud alquímica transmuta las entremezcladas
experiencias en el oro del
conocimiento, de modo
que renace en la tierra con mejor disposición y aptitud para arrostrar
los sucesos de la nueva vida con el resultado de las pasadas
experiencias. La conciencia se desenvuelve por medio de la transmutación en conocimiento de las
imágenes mentales dimanantes de las experiencias, y
particularmente de las
que enseñan que
el sufrimiento deriva
de la
ignorancia o de la desobediencia a la ley.
Durante las sucesivas vidas terrenas, el ego se ve continuamente
impulsado por el deseo hacia los objetos de sensación, pero al ceder a
sus halagos se lastima al chocar contra la ley. La experiencia le enseña
que todo placer deseado contra la ley es un germen
de dolor; y cuando en una
nueva vida, el deseo le
impulsa a un
morboso goce, el recuerdo de
las pasadas experiencias se afirma
en la
conciencia y refrena los impetuosos corceles de los sentidos
que si se desbocaran se precipitarían obcecadamente en el objeto de sensación. En el actual estadio de la evolución humana, todos los egos, excepto los más atrasados,
han tenido suficientes experiencias para reconocer las más salientes
características del "bien"
y del "mal", o sea de lo que está en armonía o en discordancia con la divina Ley, de suerte que por su dilatada experiencia
puede el ego manifestarse clara y explícitamente en su aspecto ético; pero en
cuanto a las cuestiones
peculiares del presente
estadio de
evolución y no de
los ya
recorridos, la experiencia del ego
es tan
deficiente, que aún no se
ha transmutado
en conciencia,
y se expone a errar en sus determinaciones por muy sincero
que sea su intento de obrar rectamente. En este caso, la voluntad
de obedecer armoniza al ego con la divina ley en los planos superiores;
y su desconocimiento de cómo ha de
obedecer, se remediará por efecto del dolor que experimente al obrar en contra
de la ley, de suerte que el sufrimiento le enseñará lo que ignoraba y sus
aflictivas experiencias acrecentarán su conciencia para evitar ulteriores errores y caídas y darle mayor
conocimiento de Dios en la Naturaleza, de la consciente armonía
con la ley de la
vida, de la consciente cooperación al desenvolvimiento del plan de Dios. Así tenemos que los principios
definidos de la ley kármica
que operan con las imágenes mentales como causas se pueden expresar
del modo siguiente:
Las aspiraciones y deseos se convierten en
aptitudes
Los pensamientos reiterados se convierten tendencias
La voluntad de obrar se convierte
en acciones
Las experiencias se
convierten en conocimiento
Los sufrimientos se convierten en conciencia
OPERACIÓN DEL
KARMA
CAPITULO 8
Cuando el ego se ha asimilado
en el
mundo mental todos los materiales
acopiados durante su vida terrena, vuelve
a moverle el deseo de vida
senciente, y entonces comienza el último
periodo del ciclo de vida, durante
el cual se reviste de nuevos cuerpos mental y astral adecuados a la nueva vida
terrena que va a pasar por la puerta del nacimiento, trayendo consigo los resultados de su vida en el mundo mental. Si el ego es joven,
poco habrá ganado, porque el adelanto en los
primeros estadios de la
evolución es mucho más lento
de lo
que algunos se figuran,
y las vidas se suceden
pesadamente, de modo que escasas son la siembra en el mundo físico y la cosecha
en el mental. Según se van desenvolviendo las facultades
se acelera en proporción
el adelanto del ego,
y cuando entra en la vida mental con gran acopio de experiencias, sale de ella
y vuelve a la tierra con facultades acrecentadas según el descrito procedimiento. Antes de su re-descenso,
permanece algún tiempo el ego
en el
Plano causal, donde percibe todo
su pasado,
y de allí sale revestido tan
sólo del cuerpo causal que
perdura todo el ciclo de sus encarnaciones
y está rodeado por el aura
correspondiente a su individualidad,
aura luminosa, policromada,
más o menos resplandeciente
y de radio proporcional a su grado
de evolución.
Al pasar por los
planos mental y astral en su retorno
a la tierra
se reviste el
ego
de nuevos cuerpos constituidos por la respectiva materia de dichos
planos, de conformidad con los resultados de su pasado karma, teniendo por
embrión las imágenes mentales que al ascender
después de la anterior muerte
física quedarán privadas de materia, y que ahora reavivan con la que atraen de los planos mental y astral y constituyen la tónica
de los pensamientos y emociones de toda índole que ha de constituir su
congénito carácter en la nueva encarnación
(Las expresiones
de ascenso y descenso son figuradas pues los planos se interpenetran, y al hablar de superiores e inferiores se da a entender
la diferente tónica de su vibración). Una vez así revestido,
cuya operación puede ser breve o muy prolongada según el caso, se halla el ego dispuesto a recibir de los Señores del
Karma el cuerpo etéreo por ellos formado con los materiales que el mismo ego proporcionó,
y que sirve de molde para construir por ley fisiológica el cuerpo denso en que
debe manifestarse en el mundo físico durante la próxima encarnación. De esta
suerte el ego individual se refleja en el ego personal, y su carácter, sus
cualidades, dotes y circunstancias dependerán de sus pensamientos anteriores.
Se convertirá en lo que pensó, y así el hombre es según quiso ser. Sin embargo,
el cuerpo físico, en sus dos aspectos de etéreo y denso, limita y condiciona la
actividad de las facultades del ego, que ha de vivir en determinado ambiente de
cuya índole derivarán las circunstancias externas. Ha de seguir el
ego un sendero
trazado por las
causas que estableció
y arrostrar vicisitudes
ora placenteras, ora penosas,
resultantes de las
fuerzas que generó
y que ponen
a prueba sus facultades. Pero algo más que los aspectos individual y personal del ego parece aquí
necesario para proporcionar campo de acción a sus energías de modo que se
adapten a los instrumentos condicionantes y a las reaccionarias circunstancias.
Nos acercamos a un punto del que muy poco cabe decir apropiadamente, porque se
trata de la región de las potentes Inteligencias espirituales cuya naturaleza
transciende de mucho nuestras
limitadas facultades, pero
cuya existencia podemos conocer
y cuya actividad señalar, aunque respecto de quiénes
estamos en análoga posición a la de los animales respecto de nosotros, que
conocen que existimos, pero ignoran el alcance y operaciones de nuestra
conciencia. Son estas Inteligencias los Señores del
Karma y los Cuatro Maharajas o Devarajas, respecto de lo poco que sabemos de
los Señores del Karma, da muestra el siguiente pasaje de la Doctrina Secreta: Los Señores
del Karma, descritos en el comentario 6° de la estancia IV son los Espíritus
del Universo. Pertenecen a la parte más oculta de la cosmogénesis de que no es
posible tratar aquí. Tampoco está preparada la autora para decir si los
adeptos, aun los de muy elevada categoría, conocen por completo a esta orden
angélica en sus triples grados o tan sólo conocen el inferior relacionado con
los registros de nuestro mundo, aunque me inclino a la segunda suposición. Lo
único que se sabe de ellos es que están encargados de registrar el Karma. Como también dice la Doctrina Secreta, están los Señores del Karma relacionados "con el
destino y nacimiento de cada ser humano".
Los Señores del Karma trazan la plantilla del cuerpo etéreo o molde del
denso, con el cual constituye el cuerpo físico que le ha de servir al ego para
manifestar sus cualidades mentales y emocionales en la vida terrena que va a
pasar. Los Señores del Karma entregan la plantilla a los Cuatro Maharajas,
quienes son como dice la Doctrina Secreta: "los protectores de la humanidad
y los agentes del karma en el mundo terrestre". Añade Blavatsky sobre estos "Cuatro Maharajas"
lo siguiente en la citada Doctrina Secreta al comentar la estancia V del libro
de Dzyan: "Cuatro Ruedas Aladas en cada ángulo... para los Cuatro Santos y
sus huestes. Son los Cuatro Maharajas o Reyes de los Dhyan-Chohans, los Devarajas
que presiden los cuatro puntos cardinales... Estos Seres también están
relacionados con el karma, que necesita agentes físicos y materiales para el
cumplimiento de sus decretos. Una vez recibido de los Señores del Karma el dechado
o plantilla del cuerpo etéreo, los Maharajas escogen para elaborarlo los
elementos o materiales más a propósito para la expresión de las cualidades del
carácter congénito del ego que va a reencarnar, y también con objeto de que sirva
de instrumento de
las limitaciones impuestas
por los pasados
fracasos y desaprovechadas ocasiones.
Los Mahárajas, auxiliados por sus huestes, envían el cuerpo etéreo así formado al
país, raza, familia y madre que proporcionen el campo o ambiente más favorable
para el agotamiento de la porción
de karma ya
madura correspondiente a
aquella inminente vida
terrena.
No es posible agotar o extinguir en una sola vida todo el
karma acumulado por el ego, ni podría elaborarse instrumento alguno ni
encontrar ambiente apropiado ni reunir todas las circunstancias necesarias para
la manifestación de todas las evolucionadas facultades del ego ni para que éste
cumpla las obligaciones contraídas en el pasado con otros egos.
Por lo tanto, el cuerpo etéreo ha de estar elaborado en congruencia con la
parte de karma que el ego sea capaz de agotar en aquella encarnación y se le colocará en un ambiente social
donde pueda relacionarse con los egos con quienes tenga
contraídos lazos kármicos.
Se eligen
un país y
una raza cuyas
condiciones políticas, religiosas y sociales convengan a las facultades
del ego y proporcionen ambiente adecuado a la ocurrencia de los efectos de las
causas que estableció.
La familia
elegida ha de poseer una herencia fisiológica a propósito para proporcionar la
materia física requerida por la adaptación del cuerpo denso al molde etéreo, de
suerte que el cuerpo físico sea eficaz instrumento de manifestación y expresión
de las facultades mentales y emocionales del ego y puede éste agotar la señalada
porción de su acumulado karma.
Por muy incomprensible que parezca el poder requerido para estas
adaptaciones, concebimos su posibilidad de acuerdo con la perfecta justicia. El
telamen del destino de un hombre puede componerse de innumerables hilos entretejidos
con arreglo a un dechado de inconcebible complejidad. Si a nuestra vista
desaparece un hilo, es porque sé oculta de momento bajo el revés del telamen
para luego aparecer; y cuando nos parece ver un hilo nuevo es porque reaparece
el oculto; y como quiera que sólo veamos una porción del telamen, no podemos
tener exacto concepto del dechado. Dice Jámblico sobre el particular en Sobre
los Misterios, IV, 4: Lo
que a nosotros nos parece estrictamente justo, no lo es para los dioses, porque
nosotros sólo vemos
esta breve vida,
las cosas presentes y la manera
como subsisten; pero las Potestades superiores a nosotros conocen todos los
ciclos de vida del ego.
La seguridad de que la perfecta justicia gobierna el mundo estimula el
adelanto del evolucionante ego; porque
según adelanta es
más capaz de
ver en los
planos superiores y
transmitir su conocimiento a la
conciencia vigilia, y aprende con cada vez mayor certeza que la Buena Ley actúa
infaliblemente, que sus Agentes la aplican sin el más leve error, de modo que
todo resulta en beneficio del mundo y de los egos en él militantes. En
medio de la oscuridad, los vigilantes egos que con la lámpara de la Sabiduría
divina pasan por los lóbregos caminos de la mansión de la humanidad, exclaman
que todo va bien. La exposición de las causas y la comprensión de los efectos
del karma nos ayudarán a formar concepto de los principios que presiden la operación
de la Ley.
Ya vimos cómo
los pensamientos constituyen el carácter. Veamos ahora cómo las acciones determinan el
medio en que
se vive. Hemos de
considerar un principio
general de transcendentales efectos, que convendrá exponer algo en
pormenor. El hombre puede afectar con sus acciones al prójimo en el mundo físico;
puede difundir a su alrededor la dicha o la desgracia y acrecentar o disminuir
la totalidad del bienestar humano. Este aumento o disminución de bienestar
puede provenir de motivos buenos, malos o medianos. Un deseo
benevolente, el anhelo de que sean dichosos sus semejantes, puede mover a un
hombre a regalar a la ciudad en que habita un parque de recreo; pero otro puede
hacer el mismo regalo por pura ostentación, con propósito de que le otorguen un
título nobiliario; y un tercero hará igual, movido en parte por benevolencia y
en parte por egoísmo. Los motivos afectarán el carácter de estos tres hombres
en su futura encarnación, de modo que mejorará el del primero, empeorará el del
segundo y producirá escasos resultados de adelanto en el tercero. Pero el efecto de la acción, que beneficia a gran número
de gentes, no depende del motivo del donador, pues sea cual sea, el público disfruta
del parque, y este disfrute establece respecto del donador un crédito que se le
pagará escrupulosamente por medio de bienes materiales que le proporcionen
comodidades físicas en una vida futura, como también las proporcionó a sus
semejantes. Tal es su derecho; pero el uso que haga de su posición social y la
dicha que obtenga de sus riquezas dependerán de su carácter, y así vemos que
cada semilla fructifica según su índole. El servicio prestado al prójimo en cada ocasión oportuna multiplicará en
otra vida terrena las ocasiones de servir. Quien ayude en cuanto pueda a cuantos menesterosos encuentre, se encontrará
en una vida ulterior en disposición de prestar muy amplios auxilios. Por otra
parte, las oportunidades desaprovechadas aparecerán en otra vida transmutadas
en limitaciones del instrumento de expresión y en desfavorables condiciones del
ambiente. Por ejemplo, el cerebro
etéreo estará deficientemente construido
y de las mismas deficiencias adolecerá el
cerebro denso. El
ego concebirá ideas,
trazará planes, pero
será incapaz de expresarlas y
desenvolverlos físicamente. Las desaprovechadas ocasiones se transmutarán en
anhelos frustrados, en deseos irrealizables, en impotentes ansias de auxiliar,
ya por defecto de aptitud o por falta de oportunidad. El mismo principio rige
en el caso de la temprana muerte de un hijo idolatrado. Si un ego trata duramente
a otro a quien debe cariño y protección o servicio de cualquier clase, renacerá
el despreciado como hijo único y heredero de quien en una vida anterior lo vejó
y en la presente lo adora; pero al morir
prematuramente, la aflicción de los padres se lamentará de la "injusticia
de Dios" que les arrebata su único hijo, en quien tenían puestas todas sus
complacencias, mientras deja con vida los numerosos hijos de su prójimo.
Sin embargo, el karma obra siempre igual, aunque sólo pueden ver su actuación
quienes tienen los ojos abiertos. Los defectos congénitos resultan de un deficiente cuerpo
etéreo, y son vitalicias penas de graves rebeliones contra ley o de daños
infligidos al prójimo. Los Señores del Karma trazan dichos defectos en
la plantilla del
molde etéreo, a
fin de que
el cuerpo denso
resulte con las deformaciones necesarias
para enmendar los
errores del ego,
y así se
explican la ceguera, sordomudez, imbecilidad y otras
anormalidades congénitas. Así es que de la justa administración de la ley por los
Señores del Karma proviene la reencarnación del ego en una familia afectada de
una dolencia hereditaria, cuyo sufrimiento le es necesario al ego en su nueva
personalidad. Los Señores del Karma favorecerán la manifestación de las
facultades artísticas, por medio de un cuerpo etéreo que facilite la construcción
en el cuerpo denso de un delicado sistema nervioso, y escogiendo una familia en
que sea hereditaria la facultad artística desarrollada por el ego. Así vemos
que para la expresión de la facultad musical se necesita un cuerpo físico con
muy delicados y agudos sentidos del oído y del tacto, que proporcionará más
fácilmente la herencia fisiológica. El servicio
que un hombre presta a la humanidad con su palabra hablada o escrita, por medio
de libros o de conferencias que difunden nobles y elevadas ideas es también un
crédito contra la ley
que los Señores
del Karma pagarán
escrupulosamente mediante el
mental y espiritual auxilio que
presten al bienhechor. Así vemos
los capitales principios de la actuación del karma y las respectivas funciones
desempeñadas por los Señores del Karma y por el ego en el destino del individuo.
El ego
proporciona los materiales con que va construyendo su propio carácter. Los Señores
del Karma trazan la plantilla o dechado de lo que ha de ser la futura personalidad
del ego, de modo que al elaborar los Maharajas el cuerpo etéreo de conformidad
con dicho dechado con los materiales también proporcionados por el ego, resulte
el cuerpo denso un eficaz instrumento para la actuación del ego según la parte
de karma que le está señalada en la vida terrena que ha de pasar, a despecho de
las entre chocantes voluntades de los hombres.
EVITACION DE LOS RESULTADOS DEL KARMA
CAPITULO 9
Dicen algunos
al reconocer por vez primera la existencia del karma, que si todo proviene de
la actuación de la ley, están irremediablemente esclavizados a su destino.
Antes de considerar cómo puede utilizarse la ley para gobernar el destino,
conviene el examen de un caso típico en demostración de que la fatalidad y el
libre albedrío actúan armónicamente a la par. Llega un ser humano a este mundo con
determinado carácter constituido por ordinarias facultades intelectuales y
buenas y malas cualidades emotivas; con un cuerpo físico sano y bien formado,
aunque no de espléndida índole. Tales son sus limitaciones claramente
señaladas, y al llegar a la plenitud de la vida física se encuentra con un
carácter constituido por sus cualidades mentales, emocionales y físicas, del
que ha de hacer el mejor uso posible. Habrá alturas mentales que no sea capaz
de escalar y conceptos inasequibles a sus facultades. Habrá tentaciones que no
pueda resistir y empresas físicas incapaz de realizar. Reconoce que no puede pensar como un genio ni
ser hermoso como un Apolo. Se ve encerrado en un círculo incapaz de trasponer
por mucho que se esfuerce. Además, no puede evitar ciertas tribulaciones que le
afligen y forzosamente ha de sobrellevar.
Sucede así porque
el ego está
limitado por sus pasados pensamientos, sus desperdiciadas ocasiones, sus
errores, siniestras tendencias y pasionales deseos. Sin embargo, el ego, el
verdadero hombre no está limitado, porque es esencialmente libre. Quien hizo el
pasado que aprisiona su presente, puede actuar en su cárcel de modo que en el
porvenir manifieste su esencial libertad. En cuanto conozca que esencialmente
es libre, quebrantará las cadenas que le aherrojan y proporcional a la medida
de su conocimiento será la ilusividad de sus limitaciones. Pero el hombre
ordinario cuyo conocimiento es chispa y no llama, dará el primer paso hacia el
libre albedrío, si considera como hechura propia sus limitaciones y se esfuerza
en cercenarlas. Cierto es que no puede pensar como un genio; pero puede tener
mayor confianza en su capacidad y ejercitarla gradualmente hasta que llegue a
ser un genio. Cierto es que no puede domeñar sus insensatas pasiones en un momento,
pero sí luchar contra ellas por muchas veces que sucumba, hasta que al fin las
venza. Aunque le limiten flaquezas emocionales y físicas, si sus pensamientos
son cada vez más puros y armoniosos y sus obras benéficas, merecerá más bellos
y eficaces instrumentos en el porvenir.
Siempre es esencialmente libre el ego en su cárcel y
puede derribar las vallas que él mismo levantó.
Es su propio
carcelero y si quiere libertarse se libertará. Si comete una grave falta que le
acarrea tribulación es porque pecó en el pasado como pensador y ha de sufrir ahora
como actor. Si pierde a un ser amado, no debe afligirse, porque no lo perdió
para siempre sino que se mantiene unido a él por el amor y lo recuperará en el
porvenir. Entre tanto, debe prestar a otros seres el
auxilio que hubiera prestado al desaparecido del mundo físico, a fin de no
sembrar semillas que dieran por amargo fruto una pérdida análoga en futuras vidas. Cuando comete una injusticia, sufre las consecuencias,
porque la pensó en otro tiempo y ha de sufrirlas pacientemente, y esperar que
el día de
mañana quedará libre
de toda limitación
si sus pensamientos son nobles y
bienhechores.
En medio de las tinieblas aparece un rayo de luz que dice: "¡Oh!
vosotros los que sufrís. Sabed que porque queréis sufrís. Nadie os obliga. La
ley que parecía cadenas se ha transmutado en alas que remontan al ego a regiones
cuya existencia sin alas sólo podría conjeturar.
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