LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 139
Carta H. P. B. a A.
P. Sinnett.
APENDICE
CARTA N° 139 (Parece como si esta
carta fuera una respuesta a la contestación del señor Sinnett a la Carta n°
141, p. 688. Al final de esa carta, se pide al señor Sinnett que estimule su
intuición (p. 694). Al principio de la Carta 139 — arriba— H.P.B. hace alusión
a esto.—Eds. )
Miércoles.
Mi querido señor
Sinnett:
Le pedí a usted (yo
misma) en mi carta: "Le ruego que
trate de estimular su intuición". Sólo lo ha conseguido en parte. Usted
sentía que una página o más de la misma me había sido dictada, y que no lo hizo
un falso K.H. Pero ha vuelto a equivocarse, al no percibir con qué puro espíritu
de bondad, simpatía y aprecio hacia usted El dictó esas pocas frases. Usted
lo interpretó erróneamente, como una crítica. Ahora, escúcheme. Excepto un vago
recuerdo de que he estado escribiendo bajo Su dictado, desde luego, no podría
recordar correctamente una sola línea de ello, aunque lo he leído
cuidadosamente antes de cerrar la carta. Pero lo que puedo jurarle es que no había una sola
sombra de crítica personal contra usted en la intención o en el pensamiento del
Mahatma cuando éste me alcanzó. Yo estaba escribiendo mi carta para usted y
llevaba escritas tres o cuatro páginas cuando entró la Condesa y me leyó esas líneas
desalentadoras de la carta de usted en las que dice que se siente inclinado a
sospechar que los "Poderes Superiores" no desean que la Sociedad siga
existiendo y que es inútil que usted se esfuerce, o algo por el estilo. No había yo tenido
tiempo de abrir la boca para contestar y protestar, cuando vi reflejada Su
imagen sobre la mesa escritorio y escuché las palabras: "Ahora, escriba,
se lo ruego". Yo no escuchaba las palabras que me dictaba más que de una
manera mecánica, pero sé con qué atención y sumo interés estuve atenta al
"aspecto que presentaban los pensamientos y los sentimientos" y el
aura, si entiende lo que quiero decir.
Supongo que el
Mahatma quiso que yo viera eso; de otro modo. Sus pensamientos y su sugerencia
interna hubieran resultado impenetrables. Y
le digo que NUNCA, desde que usted Le conoce, nunca se mostró tan bondadoso,
con unos sentimientos tan francos hacia usted y con una tan completa ausencia
de crítica o de reproche, como en ese momento. No sea ingrato; y no lo
interprete mal. Abra por completo lo más íntimo de su corazón y de sus sentimientos,
y no juzgue a través de las gafas de las frías razones de su mundo.
Pregunte a la Condesa, a quien se le leyó la carta, y a quien dije lo que ahora
le digo a usted, y ella se alegró muchísimo por usted de escucharlo, porque
simpatiza con usted y con su posición y aprecia tanto como yo todo lo que usted
ha hecho. Todo lo que usted dice es absolutamente cierto, y es justamente lo
que yo creí haber descubierto en el aura del Mahatma. Las líneas amarillo grisáceas
iban todas dirigidas hacia Olcott, (en su período de Londres, no ahora), a
Mohini, a Finch (las más rojizas), y a otros que no citaré. El retrato de usted
de cuerpo entero o scinlecca, recibía un torrente de luz de color azul claro,
plateado —el incidente Kingsford del Prince’s
Hall, e incluso el de Holloway, quedaban todos lejos, muy alejados de usted en
la bruma— he aquí una prueba innegable de que estaba implicado en ello, no
personalmente por su culpa, sino que se vio arrastrado irremisiblemente por el
Karma general. ¿Dónde
está, pues, la "crítica" o el reproche? Ningún hombre
viviente puede hacer más en este mundo de lo que le toca. Usted no podía evitar
la reunión en el Prince's Hall, porque la Sociedad había escogido un camino al
cual tenía que venir a parar. Pero si todos ustedes, y usted el primero, se
hubieran preparado para ello como debieran haberlo hecho mucho antes, habrían
salvado la situación pronunciando cada uno un discurso —aún cuando leerlo
hubiera sido mejor— que muy bien hubiera llegado al público, en vez de lo que
pasó. El discurso de usted fue el único contra
el cual no se podía objetar nada pero debido a su mala disposición por haberse
visto envuelto en ello contra su voluntad, resultó tan frío, tan falto de
entusiasmo y también tan falto de convicción, que se convirtió en una pauta
para los demás. El de Olcott fue un típico dislate yanqui, y resultó uno de los
peores. El del "Seráfico Mohini" fue un discurso remarcablemente
estúpido, algo así como una retórica florida al estilo Babu, etc. Pero eso ya es
agua pasada. Evidentemente, fue un fracaso; pero podría haber sido un éxito, a
pesar de todo lo que había en contra, si se hubiera organizado con antelación.
La aceptación del público fue acorde con el esquema escogido, y tenía que
celebrarse, porque todavía hubiera sido peor si se hubiera suspendido. Se envió
a Holloway y formaba parte del programa de pruebas y destrucción. Ella le ha
hecho a usted diez veces más daño que a la Sociedad, pero esto es totalmente
culpa suya, y ahora ella está bailando la danza de guerra alrededor de Olcott,
que tiene con ella una amistad tan firme o más que la que tuvo con usted. Es
una correspondencia semanal continua y cautivadora, fascinante de contemplar;
ella es su apreciado representante en Brooklyn para las cosas ocultas, etc.
Pero dejemos eso. Lo de los "chelas" es una cuestión más seria.
Ninguno de los dos es un loco. Presienten, si es que aún no lo saben, que el
abismo entre ellos y los Maestros se va haciendo cada día más grande.
Presienten
que se encuentran en el lado izquierdo, equivocado, y al presentirlo, se
vuelven hacia aquello a lo cual se vuelven esos "fracasados". Si los
Maestros les ordenaran que volvieran a la India, no creo que lo hicieran ahora,
estando como están bajo la inspiración de Bowajee. Mohini es inaprovechable, no
cabe duda. Y
la señorita——se echa a perder en su compañía. Tiene usted que actuar
independientemente; no rompa abiertamente con ellos pero actúe por su cuenta,
prescindiendo de ellos. Ahora, preste atención: quiero que escriba usted una
carta muy seria a Arthur Gebhard y que le diga todo lo que sabe acerca de
Bowajee. El mantiene una copiosa correspondencia con los americanos, y se frecuenta
con ellos, tal como lo hizo con los Gebhard. Yo le escribí, y la Condesa
también lo hizo. Pero él no va a creernos, a menos que usted se lo confirme.
Seguramente que ya le habrán dicho que la Condesa está totalmente bajo mi
influencia psicológica. Franz está convencido de ello, el pobre hombre. A menos
que usted le ponga sobre aviso, los dos, o uno de los "chelas", es
seguro que parten hacia América. Si pudiera usted hacer que Leonard reclamara a
voz en grito su salida hacia la India, como medio de arreglar las cosas,
entonces no tendría excusa para quedarse. Pero, ¿cómo hacerlo? Si tan sólo pudiera ver a esa tunanta y
acercarme a ella, estaría dispuesta a sacrificarme, a hacer cualquier cosa para
erradicar de la Sociedad esa ponzoñosa vegetación.
Pero usted puede
actuar independientemente de todos ellos —téngalo por seguro.
Antes del día 15 de
abril estaremos cerca de usted, al otro lado del estrecho. La Condesa se viene
conmigo y se arriesga, hasta mediados de mayo. Tengo que estar cerca de usted
para el caso de que ocurra algo porque, aparte de ella, no creo que tenga en
todo el ancho mundo más amigo de verdad que usted y la señora Sinnett. La
"falsa aparición", el Mr. Hyde de la Teosofía (el Dr. Jekyll) hizo de
las suyas. Yo podría parar eso en una hora, con sólo dejarme caer sobre ella
inesperadamente. Le doy mi palabra. Pero, ¿cómo hacerlo? Si solamente pudiera
llegar y detenerme en Londres durante dos días, de incógnito, sería cosa hecha.
Iría a su encuentro a las ocho de la mañana. Pero antes tengo que verle a usted
y pensarlo bien. Si solamente tuviera
salud—cosa que no tengo. Los "dos años de vida y no más"
pronosticados por el médico de Londres a través de Gebhard y de mi médico de
Adyar, casi están llegando a su fin. A menos que el Maestro intervenga de nuevo
—¡Adiós!
No me dice nada de
las inocentes triquiñuelas de Gladstone. ¿No cree usted en ellas? Es gracioso.
Me dice que ya en la época de los disturbios originados con motivo del Proyecto
Ilbert, usted recibió una carta que trataba de esa cuestión. Bien, puedo
contarle lindas cosas sobre los jesuítas y sus actuaciones. Sin embargo,
evidentemente, no serviría de nada. Pero en verdad, en verdad que se trata de
algo muy serio.
Bien, adiós y
escríbame.
Siempre fielmente
suya,
H.P.B.
Cariñosos saludos
para la señora Sinnett.
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