viernes, 3 de junio de 2016

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 139

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 139
Carta H. P. B. a A. P. Sinnett.

APENDICE


CARTA N° 139 (Parece como si esta carta fuera una respuesta a la contestación del señor Sinnett a la Carta n° 141, p. 688. Al final de esa carta, se pide al señor Sinnett que estimule su intuición (p. 694). Al principio de la Carta 139 — arriba— H.P.B. hace alusión a esto.—Eds. )

Miércoles.
Mi querido señor Sinnett:
Le pedí a usted (yo misma) en mi carta: "Le ruego que trate de estimular su intuición". Sólo lo ha conseguido en parte. Usted sentía que una página o más de la misma me había sido dictada, y que no lo hizo un falso K.H. Pero ha vuelto a equivocarse, al no percibir con qué puro espíritu de bondad, simpatía y aprecio hacia usted El dictó esas pocas frases. Usted lo interpretó erróneamente, como una crítica. Ahora, escúcheme. Excepto un vago recuerdo de que he estado escribiendo bajo Su dictado, desde luego, no podría recordar correctamente una sola línea de ello, aunque lo he leído cuidadosamente antes de cerrar la carta. Pero lo que puedo jurarle es que no había una sola sombra de crítica personal contra usted en la intención o en el pensamiento del Mahatma cuando éste me alcanzó. Yo estaba escribiendo mi carta para usted y llevaba escritas tres o cuatro páginas cuando entró la Condesa y me leyó esas líneas desalentadoras de la carta de usted en las que dice que se siente inclinado a sospechar que los "Poderes Superiores" no desean que la Sociedad siga existiendo y que es inútil que usted se esfuerce, o algo por el estilo. No había yo tenido tiempo de abrir la boca para contestar y protestar, cuando vi reflejada Su imagen sobre la mesa escritorio y escuché las palabras: "Ahora, escriba, se lo ruego". Yo no escuchaba las palabras que me dictaba más que de una manera mecánica, pero sé con qué atención y sumo interés estuve atenta al "aspecto que presentaban los pensamientos y los sentimientos" y el aura, si entiende lo que quiero decir.
Supongo que el Mahatma quiso que yo viera eso; de otro modo. Sus pensamientos y su sugerencia interna hubieran resultado impenetrables. Y le digo que NUNCA, desde que usted Le conoce, nunca se mostró tan bondadoso, con unos sentimientos tan francos hacia usted y con una tan completa ausencia de crítica o de reproche, como en ese momento. No sea ingrato; y no lo interprete mal. Abra por completo lo más íntimo de su corazón y de sus sentimientos, y no juzgue a través de las gafas de las frías razones de su mundo. Pregunte a la Condesa, a quien se le leyó la carta, y a quien dije lo que ahora le digo a usted, y ella se alegró muchísimo por usted de escucharlo, porque simpatiza con usted y con su posición y aprecia tanto como yo todo lo que usted ha hecho. Todo lo que usted dice es absolutamente cierto, y es justamente lo que yo creí haber descubierto en el aura del Mahatma. Las líneas amarillo grisáceas iban todas dirigidas hacia Olcott, (en su período de Londres, no ahora), a Mohini, a Finch (las más rojizas), y a otros que no citaré. El retrato de usted de cuerpo entero o scinlecca, recibía un torrente de luz de color azul claro, plateado —el incidente Kingsford del Princes Hall, e incluso el de Holloway, quedaban todos lejos, muy alejados de usted en la bruma— he aquí una prueba innegable de que estaba implicado en ello, no personalmente por su culpa, sino que se vio arrastrado irremisiblemente por el Karma general. ¿Dónde está, pues, la "crítica" o el reproche? Ningún hombre viviente puede hacer más en este mundo de lo que le toca. Usted no podía evitar la reunión en el Prince's Hall, porque la Sociedad había escogido un camino al cual tenía que venir a parar. Pero si todos ustedes, y usted el primero, se hubieran preparado para ello como debieran haberlo hecho mucho antes, habrían salvado la situación pronunciando cada uno un discurso —aún cuando leerlo hubiera sido mejor— que muy bien hubiera llegado al público, en vez de lo que pasó. El discurso de usted fue el único contra el cual no se podía objetar nada pero debido a su mala disposición por haberse visto envuelto en ello contra su voluntad, resultó tan frío, tan falto de entusiasmo y también tan falto de convicción, que se convirtió en una pauta para los demás. El de Olcott fue un típico dislate yanqui, y resultó uno de los peores. El del "Seráfico Mohini" fue un discurso remarcablemente estúpido, algo así como una retórica florida al estilo Babu, etc. Pero eso ya es agua pasada. Evidentemente, fue un fracaso; pero podría haber sido un éxito, a pesar de todo lo que había en contra, si se hubiera organizado con antelación. La aceptación del público fue acorde con el esquema escogido, y tenía que celebrarse, porque todavía hubiera sido peor si se hubiera suspendido. Se envió a Holloway y formaba parte del programa de pruebas y destrucción. Ella le ha hecho a usted diez veces más daño que a la Sociedad, pero esto es totalmente culpa suya, y ahora ella está bailando la danza de guerra alrededor de Olcott, que tiene con ella una amistad tan firme o más que la que tuvo con usted. Es una correspondencia semanal continua y cautivadora, fascinante de contemplar; ella es su apreciado representante en Brooklyn para las cosas ocultas, etc. Pero dejemos eso. Lo de los "chelas" es una cuestión más seria. Ninguno de los dos es un loco. Presienten, si es que aún no lo saben, que el abismo entre ellos y los Maestros se va haciendo cada día más grande.
Presienten que se encuentran en el lado izquierdo, equivocado, y al presentirlo, se vuelven hacia aquello a lo cual se vuelven esos "fracasados". Si los Maestros les ordenaran que volvieran a la India, no creo que lo hicieran ahora, estando como están bajo la inspiración de Bowajee. Mohini es inaprovechable, no cabe duda. Y la señorita——se echa a perder en su compañía. Tiene usted que actuar independientemente; no rompa abiertamente con ellos pero actúe por su cuenta, prescindiendo de ellos. Ahora, preste atención: quiero que escriba usted una carta muy seria a Arthur Gebhard y que le diga todo lo que sabe acerca de Bowajee. El mantiene una copiosa correspondencia con los americanos, y se frecuenta con ellos, tal como lo hizo con los Gebhard. Yo le escribí, y la Condesa también lo hizo. Pero él no va a creernos, a menos que usted se lo confirme. Seguramente que ya le habrán dicho que la Condesa está totalmente bajo mi influencia psicológica. Franz está convencido de ello, el pobre hombre. A menos que usted le ponga sobre aviso, los dos, o uno de los "chelas", es seguro que parten hacia América. Si pudiera usted hacer que Leonard reclamara a voz en grito su salida hacia la India, como medio de arreglar las cosas, entonces no tendría excusa para quedarse. Pero, ¿cómo hacerlo? Si tan sólo pudiera ver a esa tunanta y acercarme a ella, estaría dispuesta a sacrificarme, a hacer cualquier cosa para erradicar de la Sociedad esa ponzoñosa vegetación.
Pero usted puede actuar independientemente de todos ellos —téngalo por seguro.
Antes del día 15 de abril estaremos cerca de usted, al otro lado del estrecho. La Condesa se viene conmigo y se arriesga, hasta mediados de mayo. Tengo que estar cerca de usted para el caso de que ocurra algo porque, aparte de ella, no creo que tenga en todo el ancho mundo más amigo de verdad que usted y la señora Sinnett. La "falsa aparición", el Mr. Hyde de la Teosofía (el Dr. Jekyll) hizo de las suyas. Yo podría parar eso en una hora, con sólo dejarme caer sobre ella inesperadamente. Le doy mi palabra. Pero, ¿cómo hacerlo? Si solamente pudiera llegar y detenerme en Londres durante dos días, de incógnito, sería cosa hecha. Iría a su encuentro a las ocho de la mañana. Pero antes tengo que verle a usted y pensarlo bien. Si solamente tuviera salud—cosa que no tengo. Los "dos años de vida y no más" pronosticados por el médico de Londres a través de Gebhard y de mi médico de Adyar, casi están llegando a su fin. A menos que el Maestro intervenga de nuevo —¡Adiós!
No me dice nada de las inocentes triquiñuelas de Gladstone. ¿No cree usted en ellas? Es gracioso. Me dice que ya en la época de los disturbios originados con motivo del Proyecto Ilbert, usted recibió una carta que trataba de esa cuestión. Bien, puedo contarle lindas cosas sobre los jesuítas y sus actuaciones. Sin embargo, evidentemente, no serviría de nada. Pero en verdad, en verdad que se trata de algo muy serio.
Bien, adiós y escríbame.
Siempre fielmente suya,
H.P.B.

Cariñosos saludos para la señora Sinnett.

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