martes, 14 de junio de 2016

KARMA, parte 5, final, libro de Annie Besant

KARMA COLECTIVO

CAPITULO  13


La agrupación de egos en familias, castas, naciones y razas introduce un nuevo elemento de perplejidad en los resultados kármicos, y así se explican los llamados "accidentes" y los ajustes que constantemente hacen los Señores del Karma. Parece que aunque nada puede sucederle a un individuo,  que no esté determinado por su karma,  cabe  la  posibilidad  de  aprovechar  una catástrofe nacional o sísmica para que extinga parte del mal karma que no le hubiera correspondido extinguir en la vida por que está pasando. Digo que parece, porque trato este asunto teóricamente, sin conocimiento práctico de él, aunque es muy lógico suponer que la muerte súbita no puede privar a un ego de su cuerpo físico, a menos que sea deudor de semejante muerte a la ley,  pues  si  no  mediase  esta  circunstancia  se  "salvaría  milagrosamente"  del  naufragio,  del terremoto, del descarrilamiento, del incendio o de cualquier catástrofe en que se viera envuelto. Pero si debe una muerte súbita y su karma nacional o familiar le envuelven en una catástrofe, no podría salvarse aunque aquella muerte no estuviera trazada en la plantilla kármica que sirvió para la formación del cuerpo etéreo. Desde luego se le evitará todo sufrimiento inmerecido, pero se le dejará pagar su deuda aprovechando la ocasión deparada por el karma colectivo en indirecta operación de la ley. Análogamente puede beneficiarse el ego cuando pertenece a una nación que goza de un buen karma colectivo, y así recibe el pago de un crédito pendiente, que no se le hubiera  satisfecho  por  la  sola  razón  de  su  karma  individual.  El  nacimiento  de  un  ego  en determinada nación está regido por los principios generales de la evolución y por sus peculiares características. Si consideramos la ordinaria evolución de la humanidad, el ego en su lento desenvolvimiento ha de pasar por las siete razas raíces y las correspondientes subrazas de un globo. Esta necesidad requiere ciertas condiciones a que ha de adaptarse el karma individual, y la nación  perteneciente a la subraza  por  la  que  el  ego  haya  de  pasar  reunirá  las  condiciones requeridas. El examen de una larga serie de encarnaciones ha demostrado que algunos egos progresan normalmente de una subraza a otra, mientras que otros reencarnan repetidamente en una misma subraza. Dentro de las condiciones de la subraza las características individuales del ego le conducirán a una u otra nación. Así nos muestra la historia que al cabo de un normal período de mil quinientos años aparecen de nuevo colectivamente ciertas características nacionales. Una gran masa de los antiguos romanos reencarnan en nuestros días en Inglaterra cuyas características nacionales son la expansión colonial y la conquista por los mismos procedimientos de la antigua Roma. Un ego en quien estuviese muy señalada esta característica nacional nacerá en Inglaterra conducido por su karma para participar en bien o en mal de todo lo que el karma colectivo pudiera  afectarle  como  individuo. 
Los  lazos  de  familia  son  de  índole  más  personal que los nacionales, y quienes contraen afectos en una vida propenden a reunirse en otra como miembros de una misma familia. A veces estos lazos persisten cada vez más estrechos en sucesivas vidas; pero otras veces, a causa de la diferencia de duración de la vida mental por la mayor actividad intelectual y espiritual de algunos durante la vida terrena en que fueron parientes de otros, pueden dispersarse los miembros de una familia y no volverse a encontrar hasta después de varias encarnaciones.
En general, cuanto más íntima es la unión en las superiores manifestaciones de la vida mayores probabilidades hay de nacer en una misma familia. También el karma del individuo está influido por la interacción del karma familiar y puede gozar o sufrir de un modo que no corresponda a su peculiar karma en aquella vida, pagando así deudas o cobrando créditos todavía pendientes.
En lo que a la personalidad se refiere, parece que ha de haber cierta compensación en las vidas astral y mental, de modo que se haga justicia aun a la transitoria personalidad. El examen pormenorizado del karma colectivo nos llevaría más allá de los límites de un tratado elemental como el presente y no estaría al alcance de nuestros conocimientos, por lo que sólo podemos exponer estas incompletas indicaciones. El conocimiento exacto del asunto exigiría un detenido examen de casos individuales, continuado durante millares de años, pues las especulaciones sobre este asunto son inútiles, y lo que se requiere es la paciente observación. Sin embargo, algo adecuadamente cabe decir respecto al karma colectivo en cuanto a la relación entre los  pensamientos  y  acciones  de  los  hombres  y  los  aspectos  del  mundo  exterior.  Sobre  este obscuro punto dice Blavatsky: "De acuerdo con Platón expone Aristóteles que la palabra "elementos" denota los principios incorpóreos colocados como inspectores en cada una de las cuatro grandes divisiones de nuestro mundo. Así es que los paganos no adoran ni veneran a los elementos ni a los puntos cardinales sino a las entidades espirituales que simbolizan. "Según la iglesia romana hay dos clases de seres siderales: los ángeles y los demonios. Según los kabalistas y ocultistas sólo existe una clase, sin diferencia entre los "Rectores de Luz" y los "Rectores de Tinieblas" o Cosmocratores, a quienes la iglesia romana supone entre los "Rectores de Luz" cuando los oye designar por otro nombre distinto del que ella les da. No castiga o premia el Rector o Maharaja con permisión de Dios o sin ella, sino que el mismo hombre se castiga o premia por su karma, que cuando erróneo acarrea individual y colectivamente (como sucede a veces en las naciones) toda clase de males y calamidades. "Nosotros establecemos causas que ponen en actividad a las potestades correspondientes del mundo sideral, y las atraen irresistiblemente hacia quienes establecen tales causas y sobre ellos reaccionan, tanto si han perpetrado malas acciones como si han tenido siniestros pensamientos. La ciencia moderna nos dice que el pensamiento es materia, y según enseñan a los profanos los señores Jevons y Babbage en sus Principios científicos, cada partícula de materia existente debe ser un registro de todo cuanto ha sucedido. La ciencia moderna penetra cada día más en el vórtice del ocultismo, aunque de ello no se dé cuenta. El pensamiento es materia, pero no en el sentido del materialista Moleschott, quien afirma que el pensamiento es el movimiento de la materia, declaración absurda casi sin igual. Los estados mentales y los físicos se hallan en completo contraste; pero esto no importa para que todo pensamiento, además de la acción cerebral, tenga un aspecto objetivo en el mundo astral, aunque para nosotros sea en objetividad suprasensible. (Doctrina Secreta. Comentarios a la Estancia V del libro de Dzyan.) Parece que cuando los hombres engendran gran número de malignas y destructoras formas de pensamiento, las cuales se agrupan en grandes masas en el mundo astral, su energía  se precipita sobre el plano físico y provoca motines,  asonadas,  trastornos, revoluciones, guerras y todo linaje de disturbios sociales que caen como karma colectivo sobre sus progenitores. Así tenemos que también el hombre es colectivamente dueño de su destino, y creador de su propio ambiente. Las rachas de crímenes, las epidemias, los períodos de conmoción o trastorno en una ciudad se explican según el mismo principio. Las formas de pensamiento animadas por la cólera incitan al asesinato. Los elementales de estas formas están alimentados por los efectos del crimen y los vigorizan el sentimiento de venganza de los pacientes de la víctima, la ferocidad del criminal y su rencor cuando lo ajustician y se ve lanzado violentamente del mundo. Así la horda de formas malignas impulsan desde el mundo astral a la perpetración de nuevos crímenes que se repiten horrorosamente. Los sentimientos de temor que provoca la propagación  de  una  epidemia  intensifican  la  virulencia de la enfermedad y  se  perturba  el ambiente magnético de cuantas personas se hallan en el área de la epidemia. En todos sentidos e innumerables modalidades causan estragos los malignos pensamientos de los hombres cuando en vez de cooperar al desenvolvimiento del divino plan del universo invierte en la destrucción su poder creador.


CONCLUSION

CAPITULO  14

Tal es en bosquejo la capital ley del karma y sus operaciones, cuyo conocimiento y empleo le permite al hombre acelerar su evolución, libertarse de la rueda de muertes y nacimientos y llegar a ser mucho antes de que su raza termine su curso, un auxiliar y salvador del mundo. El profundo y firme convencimiento de la verdad de esta ley tranquiliza serenamente el ánimo y desvanece todo temor, pues nada puede sucedernos que no sea obra nuestra y no merezcamos. Como toda siembra ha de dar su cosecha no hemos de lamentarnos si por haber sembrado vientos cosechamos tempestades. Pero una vez  pasada la tempestad no vuelve a atormentarnos. Por lo tanto, mejor será afrontar con ánimo alegre los dolorosos resultados de un mal karma, pues vale más pagar cuanto antes las deudas que tengamos. No se figuran las gentes la fuerza que podrían obtener  si se apoyaran en la ley.  Desgraciadamente,  para  los  occidentales el karma es una quimera, y aun entre los teósofos, la creencia en el karma es más bien una función intelectual que un vivo convencimiento  que  guíe  su  conducta,  pues como dice Bain, la virtualidad de una creencia  se  mide  por  su  repercusión  en  la  conducta,  y  la  creencia  en  el  karma  debiera manifestarse en la pureza, serenidad, vigor y dicha de la vida. Sólo nuestras mismas acciones pueden entorpecernos y nuestra propia voluntad encadenarnos. Cuando los hombres reconozcan esta verdad habrá sonado la hora de su liberación, pues nadie puede esclavizar a quien obtuvo el poder por medio del conocimiento y  lo emplea en el amor.





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