KARMA COLECTIVO
CAPITULO 13
La agrupación
de egos en familias, castas, naciones y razas introduce un nuevo elemento de perplejidad
en los resultados kármicos, y así se explican los llamados "accidentes"
y los ajustes que constantemente hacen los Señores del Karma. Parece que aunque nada puede sucederle a un
individuo, que no esté determinado por su
karma, cabe la posibilidad de aprovechar una catástrofe nacional o sísmica para que extinga
parte del mal karma que no le hubiera correspondido extinguir en la vida por que
está pasando. Digo que parece, porque trato
este asunto teóricamente, sin conocimiento práctico de él, aunque es muy lógico suponer que la muerte súbita no
puede privar a un ego de su cuerpo físico, a menos que sea deudor de semejante muerte
a la ley, pues si no mediase esta circunstancia
se "salvaría milagrosamente" del naufragio,
del terremoto, del descarrilamiento, del
incendio o de cualquier catástrofe en que se viera envuelto. Pero si debe una muerte súbita y su karma nacional o familiar
le envuelven en una catástrofe, no podría salvarse aunque aquella muerte no estuviera
trazada en la plantilla kármica que sirvió para la formación del cuerpo etéreo.
Desde luego se le evitará todo sufrimiento inmerecido, pero se le dejará pagar su
deuda aprovechando la ocasión deparada por el karma colectivo en indirecta operación
de la ley. Análogamente
puede beneficiarse el ego cuando pertenece a una nación que goza de un buen karma
colectivo, y así recibe el pago de un crédito pendiente, que no se le hubiera satisfecho
por la sola razón de su karma individual.
El nacimiento de un ego en determinada
nación está regido por los principios generales de la evolución y por sus peculiares
características. Si consideramos la ordinaria evolución de la humanidad, el ego
en su lento desenvolvimiento ha de pasar por las siete razas raíces y las correspondientes
subrazas de un globo. Esta
necesidad requiere ciertas condiciones a que ha de adaptarse el karma
individual, y la nación perteneciente a la
subraza por la que el ego haya de pasar reunirá las condiciones
requeridas. El examen de una larga serie de encarnaciones ha demostrado que algunos
egos progresan normalmente de una subraza a otra, mientras que otros reencarnan
repetidamente en una misma subraza. Dentro de
las condiciones de la subraza las características individuales del ego le conducirán
a una u otra nación. Así nos muestra la historia que al cabo de un normal período
de mil quinientos años aparecen de nuevo colectivamente ciertas características
nacionales. Una gran masa de los antiguos romanos reencarnan en nuestros días
en Inglaterra cuyas características nacionales son la expansión colonial y la conquista
por los mismos procedimientos de la antigua Roma. Un ego en quien estuviese muy señalada esta característica nacional nacerá
en Inglaterra conducido por su karma para participar en bien o en mal de todo lo
que el karma colectivo pudiera afectarle como individuo.
Los lazos de familia
son de índole
más personal que los nacionales, y
quienes contraen afectos en una vida propenden a reunirse en otra como miembros
de una misma familia. A veces estos lazos persisten cada vez más estrechos en sucesivas
vidas; pero otras veces, a causa de la diferencia de duración de la vida mental
por la mayor actividad intelectual y espiritual de algunos durante la vida
terrena en que fueron parientes de otros, pueden dispersarse los miembros de una
familia y no volverse a encontrar hasta después de varias encarnaciones.
En general, cuanto más íntima es la unión
en las superiores manifestaciones de la vida mayores probabilidades hay de nacer
en una misma familia. También el karma del individuo está influido por la interacción
del karma familiar y puede gozar o sufrir de un modo que no corresponda a su peculiar
karma en aquella vida, pagando así deudas o cobrando créditos todavía pendientes.
En lo que a la personalidad se refiere, parece que ha de haber cierta
compensación en las vidas astral y mental, de modo que se haga justicia aun a la
transitoria personalidad. El examen pormenorizado del karma colectivo nos llevaría
más allá de los límites de un tratado elemental como el presente y no estaría al
alcance de nuestros conocimientos, por lo que sólo podemos exponer estas incompletas
indicaciones. El conocimiento exacto del asunto exigiría un detenido examen de casos
individuales, continuado durante millares de años, pues las especulaciones sobre
este asunto son inútiles, y lo que se requiere es la paciente observación. Sin embargo,
algo adecuadamente cabe decir respecto al karma colectivo en cuanto a la relación
entre los pensamientos y acciones de los hombres
y los aspectos
del mundo exterior.
Sobre este obscuro punto dice Blavatsky:
"De
acuerdo con Platón expone Aristóteles que la palabra "elementos" denota
los principios incorpóreos colocados como inspectores en cada una de las cuatro
grandes divisiones de nuestro mundo. Así es que los paganos no adoran ni veneran
a los elementos ni a los puntos cardinales sino a las entidades espirituales
que simbolizan. "Según
la iglesia romana hay dos clases de seres siderales: los ángeles y los demonios.
Según los kabalistas y ocultistas sólo existe una clase, sin diferencia entre los
"Rectores de Luz" y los "Rectores de Tinieblas" o Cosmocratores,
a quienes la iglesia romana supone entre los "Rectores de Luz" cuando
los oye designar por otro nombre distinto del que ella les da. No castiga o premia
el Rector o Maharaja con permisión de Dios o sin ella, sino que el mismo hombre
se castiga o premia por su karma, que cuando erróneo acarrea individual y colectivamente
(como sucede a veces en las naciones) toda clase de males y calamidades. "Nosotros
establecemos causas que ponen en actividad a las potestades correspondientes del
mundo sideral, y las atraen irresistiblemente hacia quienes establecen tales causas
y sobre ellos reaccionan, tanto si han perpetrado malas acciones como si han tenido
siniestros pensamientos. La ciencia moderna nos dice que el pensamiento es materia,
y según enseñan a los profanos los señores Jevons y Babbage en sus Principios
científicos, cada partícula de materia existente debe ser un registro de todo cuanto
ha sucedido. La ciencia moderna penetra cada día más en el vórtice del
ocultismo, aunque de ello no se dé cuenta. El pensamiento es materia, pero no en
el sentido del materialista Moleschott, quien afirma que el pensamiento es el movimiento
de la materia, declaración absurda casi sin igual. Los estados mentales y los físicos
se hallan en completo contraste; pero esto no importa para que todo pensamiento,
además de la acción cerebral, tenga un aspecto objetivo en el mundo astral, aunque
para nosotros sea en objetividad suprasensible. (Doctrina Secreta. Comentarios a la Estancia V del libro de Dzyan.) Parece que cuando los hombres engendran gran número de malignas
y destructoras formas de pensamiento, las cuales se agrupan en grandes masas en
el mundo astral, su energía se precipita
sobre el plano físico y provoca motines,
asonadas, trastornos, revoluciones,
guerras y todo linaje de disturbios sociales que caen como karma colectivo sobre
sus progenitores. Así tenemos que también el hombre es colectivamente dueño de su
destino, y creador de su propio ambiente. Las rachas de crímenes, las
epidemias, los períodos de conmoción o trastorno en una ciudad se explican según
el mismo principio. Las formas de pensamiento animadas por la cólera incitan al
asesinato. Los elementales de estas formas están alimentados
por los efectos del crimen y los vigorizan el sentimiento de venganza de los pacientes
de la víctima, la ferocidad del criminal y su rencor cuando lo ajustician y se ve
lanzado violentamente del mundo. Así la horda de formas malignas impulsan desde
el mundo astral a la perpetración de nuevos crímenes que se repiten horrorosamente. Los sentimientos de temor que provoca la propagación de una epidemia intensifican
la virulencia de la enfermedad y se perturba el ambiente magnético de cuantas personas se hallan
en el área de la epidemia. En todos sentidos e innumerables modalidades causan estragos
los malignos pensamientos de los hombres cuando en vez de cooperar al desenvolvimiento
del divino plan del universo invierte en la destrucción su poder creador.
CONCLUSION
CAPITULO 14
Tal es en bosquejo la capital ley del karma y sus operaciones, cuyo conocimiento
y empleo le permite al hombre acelerar su evolución, libertarse de la rueda de muertes
y nacimientos y llegar a ser mucho antes de que su raza termine su curso, un auxiliar
y salvador del mundo. El profundo y firme convencimiento
de la verdad de esta ley tranquiliza serenamente el ánimo y desvanece todo
temor, pues nada puede sucedernos que no sea obra nuestra y no merezcamos. Como toda siembra ha de dar su cosecha no hemos
de lamentarnos si por haber sembrado vientos cosechamos tempestades. Pero una
vez pasada la tempestad no vuelve a atormentarnos.
Por lo tanto, mejor será afrontar con ánimo alegre los dolorosos resultados de un mal karma,
pues vale más pagar cuanto antes las deudas que tengamos. No se figuran las gentes la fuerza que podrían obtener si se apoyaran en la ley. Desgraciadamente,
para los occidentales
el karma es una quimera, y aun entre los teósofos, la creencia en el karma es más
bien una función intelectual que un vivo convencimiento que guíe su conducta, pues como dice Bain, la virtualidad de una
creencia se mide por su repercusión en la conducta,
y la creencia
en el karma debiera
manifestarse en la pureza, serenidad, vigor y dicha de la vida. Sólo nuestras mismas
acciones pueden entorpecernos y nuestra propia voluntad encadenarnos. Cuando los
hombres reconozcan esta verdad habrá sonado la hora de su liberación, pues nadie
puede esclavizar a quien obtuvo el poder por medio del conocimiento y lo emplea en el amor.
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