viernes, 3 de junio de 2016

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 138

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 138
Carta de Blavatsky a A. P. Sinnett.

APENDICE


CARTA Nº 138
Adyar, 17 de marzo.
Mi querido señor Sinnett:
Siento mucho que el Mahatma me haya escogido a mí para librar esta nueva batalla. Pero, puesto que debe haber una sabiduría oculta incluso en el hecho de escoger a una persona medio muerta que acaba de salir de una enfermedad de ocho semanas en cama, y que a duras penas puede concentrar sus ideas dispersas para decir aquello que mejor sería que no dijera, —obedezco.
Usted no puede haber olvidado lo que le dije una y otra vez en Simla y lo que el mismo Maestro K.H. le escribió, es decir: que la S.T. es, ante todo, una Fraternidad Universal y no una Sociedad para los fenómenos y para el ocultismo. Estas cosas deben mantenerse en secreto, etc. Sé que debido a mi gran celo por la causa y a sus afirmaciones de que la Sociedad  nunca prosperaría a menos que se introdujera en ella el elemento oculto, y a menos que los Maestros fueran proclamados, soy más culpable que nadie por haber prestado oídos a esto.
Sin embargo, todos ustedes tienen ahora que sufrir el Karma. Pues bien, ahora el señor Hodgson —con la ayuda de los padres y otros enemigos —ha descubierto que todos los fenómenos son fraudes, desde el fenómeno del "broche" hasta el último; y los Maestros son arrastrados ante el público y sus nombres desacreditados por cualquier villano europeo.
Los padres han gastado cientos de miles para conseguir testigos falsos y de otra clase, y a mí no se me permitió acudir ante los tribunales para que, al menos, pudiera presentar mi testimonio; y ahora es Hodgson, que hasta el otro día parecía muy bien dispuesto y que venía a vernos casi a diario, el que nos ha vuelto la espalda. Fue a Bombay y vio a Wimbridge y a todos mis enemigos. Al volver, le aseguró a Hume (que está aquí y que también viene cada día) que, en su opinión, esas declaraciones de nuestros empleados y las de otros testigos son tan contradictorias que, después de Bombay, ha llegado a la conclusión de que todos nuestros fenómenos eran fraudes. Amén.
Y ahora, ¿de qué sirve escribir para sacar de su error al señor Arthur Gebhard? Tan pronto como el oráculo de la P.R.S.(Psiquic Resoarch Society (Sociedad de Investigaciones Psíquicas). N.T.) habrá proclamado que soy una "impostora" en toda la línea, y que todos ustedes son mis incautas víctimas (como lo proclama Hume riéndose y con la mayor despreocupación) —es seguro que su Rama Londres de la Sociedad fracasará. ¿Puede, ni siquiera usted, el sincero y el devoto, resistir esta tormenta? ¡Feliz Damodar! Se fue a la tierra de la Felicidad, al Tibet, y en estos momentos debe estar muy lejos, en las regiones de nuestros Maestros. Ahora ya nadie volverá a verle, supongo.
Bien, a esto es a lo que nos han conducido los malditos fenómenos. Olcott volverá de Birmania dentro de tres días y se encontrará con lindas cosas. Al principio. Hume era todo amabilidad. Luego llegaron las revelaciones. ¡¡¡Hogdson había encontrado el rastro del broche!!! Yo había entregado a Servai antes de salir para Simla, un broche o alfiler idéntico para arreglarlo, según se le dijo, y se trataba de ese broche. ¿Recuerda la señora Sinnett que, por aquel entonces, le hablé de que yo había tenido un alfiler de perlas muy parecido que había enviado a los hijos de mi hermana junto con otro que había comprado en Simla? Hablé de este parecido incluso con el señor Hume. Le pedí a éste que enviara su alfiler al joyero (pero sin que Servai, compañero de Wimbridge y mi mortal enemigo lo supiera), quien lo identificará, o no lo identificará. Lo más probable es que lo haga. ¿Por qué no tendría que hacerlo por un centenar de rupias o más?
El señor Hume quiere salvar la Sociedad y ha descubierto un medio. Ayer convocó una reunión del Consejo compuesta por Ragunath Row, Subba Row, Sreenavas Row, el Honorable Subra-manya lyer y Rama lyer, todos ellos ilustres hindúes. Después de elegir como Presidente a Rag. Row, y con una asistencia compuesta por los dos Oakleys, Hartman y los chelas —les entregó un papel. Para salvar la Sociedad (imagina e insiste que se está desmoronando después de las "revelaciones", aunque ningún miembro haya desertado todavía) proponía: obligar al Coronel Olcott, Presidente Vitalicio, a Mme. Blavatsky (ídem), a Damodar, (ausente) a Bowaji, Bhavani Row, Ananda, Rama Swami, etc., en total dieciséis personas, a que dimitieran, ya que todos ellos eran unos impostores y cómplices, puesto que  muchos de ellos aseguraban que conocían a los Maestros, aparte de mí, cuando los Maestros no existían. Que la Sede Central debe venderse y en su lugar debe crearse una nueva Sociedad Teosófica Científico-Filosófica-Humanitaria. Yo no estuve presente en la reunión; sigo recluida en mi habitación. Pero después de la reunión, los Consejeros vinieron a verme en bloque. Sin embargo, en lugar de aceptar la propuesta y declarar que los fenómenos son un fraude, tal como el señor Hume dijo que eran según él sabía —Ragunath Row rechazó el papel, arrojándolo a un lado con disgusto. Todos ellos creían en los Mahatmas y en los fenómenos que habían presenciado personalmente —dijo él— y no querían que los nombres de los Maestros siguieran desacreditándose. A partir de entonces, los fenómenos debían ser prohibidos, y si se producían por sí mismos, no debía hablarse de ello bajo pena de expulsión.
Se negaban a pedir a los Fundadores que renunciasen. No veían ninguna razón para ello. ¡El señor Hume es un "Salvador" muy peculiar!
Por lo tanto, basta de fenómenos, por lo menos aquí, en la India. Mientras Mas[kelyne] y Cook presentan sus fenómenos, y encima se les paga por ello, nosotros debutamos en segunda línea y se nos recibe a patadas.
El señor Hume es más liberal que los padres. Estos dicen de Olcott que es "un crédulo infeliz, pero indudablemente un hombre honrado"; y él declara que desde el momento que Olcott jura haber visto a los Maestros, no puede ser un hombre honrado, y puesto que él adquirió el alfiler con la perla en casa del prestamista de Bombay (por complicidad) debe ser además un ladrón, aunque Hume se niega a creer esto último.
Esta es, resumiéndola, la situación actual. Se inició en Simla con la apertura del primer acto y ahora llegamos al Epílogo que pronto terminará, con mi muerte. Porque, a pesar de los doctores (que diagnosticaron para mí cuatro días de agonía y la imposibilidad de recuperación), de repente, me siento mejor gracias a la intervención protectora del Maestro.
Arrastro conmigo dos dolencias incurables: el corazón y los ríñones. En cualquier momento el corazón puede fallar, y los ríñones pueden llevárseme en pocos días. No veré el amanecer de otro año. Y todo esto es debido a los cinco años de angustia constante, de preocupación y de emoción reprimida. A un Gladstone se le puede llamar "impostor", y él puede reírse de ello.
Yo, diga usted lo que diga, señor Sinnett —no puedo.
Y ahora vamos a sus asuntos. Antes de empezar a servirles a usted y al señor Hume, nunca he transmitido ni recibido cartas, a los Maestros o de los Maestros, excepto para mí misma. Si usted tuviera alguna idea de las dificultades, o del modus operandi, no hubiera aceptado estar en mi lugar. Y sin embargo, yo nunca rehusé. El sagrario fue pensado para facilitar la transmisión, pero ahora vienen centenares de personas para rezar y para pedir si pueden poner dentro sus cartas. Como usted sabe, y como está claro para todos, excepto para el señor Hogdson que encuentra contradicciones, todos recibieron respuestas sin que yo hubiera salido de la habitación, y a menudo en diferentes idiomas. Y es a esto, a lo que el señor Hume, al no poder explicarlo, denomina un fraude colectivo en toda la línea, puesto que, según él, los Maestros no existen, y por lo tanto, nunca escribieron ni una sola de las cartas recibidas —y entonces, la conclusión lógica es que todo el estamento— todos los de la Sede Central — Damodar, Bowaji, Subba Row, todos, todos ellos me ayudaron a escribir las cartas y a pasarlas por el hueco. El mismo Hogdson encuentra la idea ridicula.
Y ahora, pasemos al "engaño" sufrido por el señor Arthur Gebhard, del cual me enteré por el Mahatma y por la propia carta que A.G. me envió. Este "fraude", unido a las revelaciones e insinuaciones sobre los demás, hechas por la ronroneante señora Holloway, debe haber hecho que la pobre y querida señora Gebhard quedara impresionada por un personaje ¡¡tan exquisitamente honorable y honesto como H.P.B.!!
Ahora bien, las personas que se encuentran a las puertas de la muerte, generalmente, no se inventan ni dicen mentiras. Espero que usted me crea, porque digo la verdad. Ar. G. no es el único que sospecha de mí y me acusa de impostora. Dígales, pues, a los "amigos" que puedan haber recibido cartas del Maestro a través mío, que yo nunca fui una impostora; que jamás les suplanté. A menudo he ayudado en el fenómeno de la transmisión de cartas para facilitar las cosas por medios más fáciles también ocultos. Sólo que, como ningún teósofo excepto los ocultistas, conoce ninguna de las dificultades, ni de las facilidades de la transmisión oculta, ni tampoco está familiarizado con las leyes ocultas, para ellos todo es sospechoso.
Vea, por ejemplo, esta ilustración indicativa: la transmisión por la transferencia mecánica de pensamiento (contraria y distinta a la transmisión consciente). La primera forma de transmisión se hace llamando la atención, en primer lugar, del chela o del Maestro. La carta tiene que abrirse y cada línea de ella tiene que ser pasada por la frente, reteniendo la respiración y sin separarla para nada de la frente, hasta que suena una campanilla que avisa que ha sido leída y anotada. La otra forma de transmisión es imprimir cada frase de la carta(conscientemente, desde luego) todavía mecánicamente, en el cerebro, y luego enviarla frase por frase, a la otra persona, en el otro cabo de la línea. Evidentemente, esto si el remitente deja que usted la lea y cree, honradamente, que usted la leerá mecánicamente, reproduciendo únicamente la forma de las palabras y de las líneas en el cerebro de usted —y no su significado. Pero, en ambos casos, la carta tiene que abrirse y después tiene que quemarse con lo que nosotros llamamos fuego virgen (no encendido con cerillas, ni con azufre, ni con ninguna preparación, sino por medio de la frotación de una pequeña piedra resinosa, transparente, una bolita que no debe tocar la mano de nadie si no lleva un guante). Esto se hace así por las cenizas que, al tiempo que el papel está ardiendo, se vuelven inmediatamente invisibles, lo cual no sucedería si el papel se encendiera de otra manera; porque, con su peso y su densidad, permanecería en la atmósfera circundante en lugar de ser transferida instantáneamente al receptor.

Este doble proceso se hace por una doble seguridad: porque las palabras transmitidas de un cerebro a otro, o al akasa, cerca del Mahatma o del chela —algunas de ellas— pueden ser omitidas, palabras enteras pueden escaparse, etc. y las cenizas pueden no ser transmitidas a la perfección; y de esta manera, un proceso subsana al otro. Yo no puedo hacer eso, y por lo tanto hablo de ello solamente como ejemplo de cuan fácilmente puede originarse una confusión.

Imagínese a A. dando una carta para el Mahatma a B.; B. se va a la habitación colindante y abriendo la carta —ninguna palabra de la cual recordará si es un verdadero chela y un hombre honrado— la transmite a su cerebro por uno de los dos métodos, enviando una frase tras otra a la corriente y luego se dispone a quemar la carta; tal vez ha olvidado la "piedra virgen" en su habitación. Dejando, sin darse cuenta, la carta abierta encima de la mesa, se ausenta durante unos minutos, y durante ese tiempo A., impaciente y probablemente desconfiado, entra en la habitación. Ve su carta abierta encima de la mesa. O bien la cogerá y armará un ESCÁNDALO (!!) o la dejará, y después de que B. la haya quemado le preguntará si ha enviado su carta. Naturalmente, B. le contestará que sí. Entonces llegará el escándalo con las consecuencias que usted puede imaginar; o bien A. contendrá su lengua y hará lo que muchos: considerará para siempre a B. como un impostor. Este es uno de los muchos ejemplos, y un ejemplo real que el Maestro me facilitó para ponerme sobre aviso.

En la carta del señor A.G. hay algo muy divertido y sugerente. Por ejemplo, al volver a detallar en ella cómo me entregó la carta, y que seis horas después yo le había dicho "la carta ya salió", él añade: "cuatro días más tarde, el Coronel Olcott escribió a H.P.B. diciéndole que su Maestro se apareció" y dijo lo que K.H. había dicho: (vea el original que le devolví). Pero entonces, ¿es que el bueno del "Coronel debe ser también un impostor", un aliado mío, un cómplice? ¿O es mi Maestro quien engaña al señor A.G., a Arthur Gebhard, o qué? Y luego añade: "H.P.B. es una impostora, aunque yo nunca negaré sus excelentes cualidades". Las 'excelentes cualidades' de una impostora es algo sorprendente y original en todos los sentidos.
Así es que usted tendrá la amabilidad de decirle al señor A.R. Gebhard que nosotros dos somos los "impostores" —si es que lo somos; y también esto: el Mahatma K.H. recibió, pero nunca leyó su carta, por la sencilla razón de que no podía, debido a la promesa que había hecho al Chohan de no leer ninguna carta de un teósofo hasta el regreso de su misión en China, donde estaba entonces. Esto, El condescendió ahora en decírmelo, para ayudarme en mi defensa, tal como dice. Me había prohibido rigurosamente que le enviara ninguna carta más hasta nuevas órdenes. En cuanto a que el Maestro, ante la apremiante súplica de Arthur G. la tuviera en cuenta por razones que El conoce mejor que nadie, no tengo nada que decir, sino obedecer. Cogí la carta y la puse en un cajón lleno de papeles. Cuando la busqué descubrí que había desaparecido, al menos no la vi, y se lo dije a él. Pero, antes de acostarme, al coger un sobre para abrirlo, descubrí que su carta estaba todavía allí, si bien por la mañana había desaparecido realmente. Ahora bien, si mis recuerdos son correctos, yo enseñé a la señora Gebhard la carta de Olcott en la que habla de lo que dijo el Maestro. Yo no había leído la carta de Gebhard y puedo haber tomado las palabras como una respuesta a esta carta. Tal como están las cosas, no tengo ahora el más mínimo recuerdo de todo el mensaje. Una cosa sé, y la señora Gebhard lo confirmará, y es que ella me habló a mí en Londres, antes de salir hacia París, y también al señor Olcott repetidamente, de las terribles peleas que continuamente sostenían Arth. G. y su padre. Ella había manifestado la esperanza de que el Mahatma interviniera en su favor, y estas palabras pueden haberse referido a esto y de ninguna manera a la carta. ¿Cómo puedo recordarlo? Puede que Olcott no lo oyera con la suficiente claridad, o puede que yo me armara un lío con las cosas. Pueden haber ocurrido cien combinaciones. El único engaño es, pues, decirle por mi parte y de una manera inconsciente, una cosa que no era verdad respecto a que, seis horas más tarde, la carta ya había salido, cuando en realidad sólo desapareció por la mañana, seis horas después. De decir esto, sí, me declaro "culpable".
Pero, al igual que en el caso del "alfiler de la perla" de Hume, en la producción de fenómenos hay implicado algo más que el simple fraude. Si en esto he engañado a la señora Gebher, y a él mismo, entonces no cabe duda de que me he convertido en una estafadora, en una EMBAUCADORA. He recibido hospitalidad en su casa durante meses; ellos se han ocupado de mí durante mi enfermedad, e incluso no dejaron que yo pagara al médico; me colmaron de ricos presentes, me prodigaron honores y amabilidades, a todo lo cual yo correspondo con el ENGAÑO. ¡Oh, poderes celestiales de la Verdad y la Justicia! Que el Karma del señor Arthur Gebhard le sea leve. Le perdono en atención a su madre y a su padre, a los que amaré y respetaré mientras viva. Le ruego que transmita mis palabras de despedida a la señora Gebhard. No tengo nada más que decir.
Es inútil, señor Sinnett, La Sociedad Teosófica vivirá aquí, en la India, para siempre. Parece que en Europa está sentenciada, porque yo estoy sentenciada. Se sostiene por su Buddhismo Esotérico y El Mundo Oculto; y si los Mahatmas son un mito y a mí —la autora de todas esas cartas, se me acusa de impostora declarada, o de algo peor, según la P.R.S. ¿cómo puede sobrevivir la Rama Londres? Le dije a usted —porque así lo sentía y lo sigo sintiendo siempre, que esta investigación del señor Hodgson sería fatal. El es el más excelente, sincero y experto de los jóvenes. Pero, ¿cómo puede distinguir la verdad de la mentira cuando está rodeado de una espesa tela de conspiraciones? Al principio, cuando visitó la Sede Central y los Padres no pudieron contactar con él, todo fue bien. Sus informes eran favorables. Pero después, lo atraparon. Tenemos nuestros informadores que fueron siguiendo los pasos de los misioneros concienzudamente. Ustedes, en Inglaterra, pueden reirse —pero nosotros no.
Sabemos que la conspiración no es cosa de risa. Los 30.000 padres de la India están todos confabulados contra nosotros. Es su última carta la que ponen en juego —ellos o nosotros. En Bombay se recaudaron 72.000 rupias en una semana —"para dirigir las investigaciones contra los llamados Fundadores de la S.T." Todos los jueces del país (¡piense en Sir C. Turner!) están en contra nuestra. Escépticos y cristianos de nombre, librepensadores y los snobs C.S. —mi solo nombre apesta en sus narices. Y ahora sale de nuevo a escena la vieja bella durmiente. Después de todo, yo soy UNA ESPÍA RUSA. Ayer por la noche, los Oakley cenaron con Hume en casa de los Garstin, y éstos estuvieron hablando muy seriamente de que el gobierno iba a hacerme seguir secretamente, una vez más; que ellos tenían información (¿los Coulomb?) y que yo tenía que ser "vigilada". Fue en vano que Hume se riera y que los Oakíeys protestaran. La cosa era "muy seria", teniendo en cuenta que los rusos habían atravesado Kabul, en Afganistán, o algo así.
Una mujer vieja y moribunda, confinada en su habitación, a quien se le ha prohibido subir escaleras para que su corazón no estalle; que nunca lee un periódico por miedo a encontrar en ellos los insultos personales más viles; que de Rusia recibe sólo cartas de sus parientes —esa mujer, ¡es una espía, una persona peligrosa! ¡Oh, ingleses de la India! ¿Dónde está vuestro valor?
A pesar de Hume, de su amigo Hogdson y de toda la evidencia, los Oakíeys no me consideran una impostora; tienen plena confianza en los Maestros; nada, dicen ellos, les hará dudar de su existencia y, dejando aparte algunas pequeñas cosas desagradables debidas a chismorrees sobre asuntos privados, son unos fieles teósofos, y como ellos dicen, mis mejores amigos.
Bien, es bueno que así sea. Yo creo. ¡Oh, Señor, pon remedio a mi escepticismo! ¿Cómo puedo creer que alguien sea mi amigo en estos momentos? Sólo aquel que sabe, como sabe que vive y respira, que nuestros Mahatmas existen y que los fenómenos son reales, es el que me comprende y me mira como una mártir. Cada día aparecen panfletos de los reverendos, libros y artículos desenmascarándome de arriba abajo: "La Teosofía al descubierto" — "Madame Blavatsky desenmascarada" —"El fraude Teosófico ante el mundo" —"Cristo contra los Mahatmas"; etc. etc. Usted, que conoce bien la India, señor Sinnett, ¿cree que es difícil hallar falsos testimonios aquí? Ellos tienen todas las ventajas sobre nosotros. Ellos, (los enemigos), trabajan día y noche, inundando el país de literatura contra nosotros, y nosotros nos quedamos sentados, inmóviles y no hacemos más que pelearnos entre nosotros en la Sede Central. Para terminar, a Olcott se le considera un loco; los Oakley le detestan (por algunos malentendidos que realmente él no pudo evitar) y los hindúes le veneran. Y después de la llegada de Hume, ahora me toca a mí. Aunque mis amigos los Oakley me aconsejan que renuncie, los hindúes dicen que si lo hago, ellos lo abandonan todo. Tengo que renunciar, porque si se piensa de mí que soy una "espía rusa", hago peligrar la Sociedad. Esa es mi vida durante mi convalescencia en la que, según el doctor, cada emoción puede ser fatal. Tanto mejor. Por lo tanto, renunciaré de facto. Pero, por otra parte, ellos se olvidan de hasta qué punto yo soy el único eslabón entre los europeos y los Mahatmas. A los indios no les importa.
Decenas de ellos son chelas y cientos de ellos les conocen, pero, como en el caso de Subba Row, antes morirían que hablar de sus Maestros. Hume no pudo conseguir nada de Subba Row, si bien cada uno sabe lo que pasa. La otra noche, en la sala de reuniones, éste recibió una larga carta de mi Maestro, cuando Hume votó mi dimisión. Acababan de votar precisamente que no habría más fenómenos y que no se hablaría más de los Mahatmas; al parecer, la carta estaba escrita en telugu. Aunque ellos están de mi parte, y lo estarán hasta el fin, me acusan de haber desacreditado la Verdad y los Maestros, al haber sido la causante de que se publicaran El Mundo Oculto y El Buddhismo Esotérico. Ustedes, los de la Rama Londres, no cuenten con los hindúes. Cuando yo muera, que la Sociedad se despida de los Maestros. Que se despidan ya ahora —todos, tal vez con una sola excepción— porque he dado mi palabra a mis Hermanos hindúes, los ocultistas, de no mencionar nunca Sus nombres, excepto entre nosotros, y eso lo mantendré.
Probablemente, ésta será la última carta que le envíe, querido señor Sinnett. Me llevó casi una semana escribirla —tan débil me siento; y por eso no creo que tenga otra oportunidad. No puedo decirle el por qué; lo más probable es que usted no lo lamente. Usted no podrá seguir siendo fiel durante mucho tiempo, viviendo como vive en el mundo. Myers y la P.R.S. se reirán de usted con desprecio. Hume, que irá a Londres en abril, pondrá a todos en contra de los Mahatmas y de mí. Se necesita otra clase de hombres y mujeres diferentes de los que usted tiene en la R.L. —con excepción de la señorita Arundale y dos o tres más— para resistir una persecución y una tormenta como esas. Y todo esto se debe al hecho de que hemos profanado la Verdad al prodigarla indistintamente —y hemos olvidado el lema del verdadero ocultista:
Saber, osar y CALLAR.
Adiós, pues, queridos señor y señora Sinnett. Tanto si me muero dentro de pocos meses, como si permanezco dos o tres años en soledad, es como si ya estuviera muerta. Olvídenme y traten de merecer la comunicación personal con el Maestro. Entonces podrán ustedes pregonar su existencia, y si lo consiguen como yo lo conseguí serán abucheados e insultados, como lo fui yo, y ustedes verán si pueden resistirlo. Los Oakley me presionan para que escriba a mi tía y a mi hermana y les pida que me envíen el diseño del broche de perlas que yo les envié en 1880. Me niego. ¿Por qué tendría que hacerlo? Una vez aclarado el fenómeno del broche, entonces surgirían otras cosas que serían corroboradas por falsos testimonios. Estoy cansada, cansada, cansada y tan asqueada por los engaños, que la misma Muerte, con sus primeras horas de pavor, es preferible a esto. Que el mundo entero —con la excepción de algunos amigos y de mis ocultistas hindúes— piense que soy una impostora. No lo desmentiré —ni siquiera delante de ellos. Dígale esto al señor Myers y a los demás.
De nuevo, adiós. Que su vida se deslice feliz y próspera y que la señora Sinnett goce en su edad madura de mejor salud de la que tuvo en su juventud. Perdonen las molestias que pueda haberles causado, y —olvídenme.
Suya hasta el fin,
H.P. BLAVATSKY


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