CHELAS Y CHELAS LAICOS
Blavatsky
Dado
que la Teosofía ha introducido, entre muchos otros términos, la palabra: Chela
en la nomenclatura de la metafísica occidental y puesto que la circulación
de nuestra revista (El Teósofo) está en constante ascenso, sería oportuno dar
una explicación más definida referente al sentido del término Chela y acerca de
las reglas del estado de Chela (Chelaship, en inglés), para el beneficio
de los miembros europeos si no orientales.
Entonces:
un "Chela" es aquella persona que
se ha entregado como discípulo para aprender, prácticamente, "los misterios
ocultos de la Naturaleza y los poderes psíquicos latentes en el ser humano." En la India, con el
término Gurú,
se
indica el maestro espiritual al cual él propone su candidatura y el Gurú auténtico
es siempre un Adepto en la Ciencia Oculta.
Es
un ser con un profundo conocimiento exotérico y esotérico, especialmente en lo
que concierne a este último.
Ha controlado, por medio de su Voluntad, la naturaleza
carnal; ha desarrollado, en sí, tanto el poder (Siddhi) para controlar
las fuerzas de la naturaleza, como la capacidad de hurgar sus secretos, valiéndose
de los poderes de su ser que, anteriormente, estaban latentes; pero ahora son
activos.
Este
es el verdadero Gurú. Ofrecerse como candidato
al estado de Chela es suficientemente fácil; mientras que, desarrollarse en un
Adepto, es la tarea más ardua que algún ser pueda emprender. Hay una
profusión de poetas, matemáticos, mecánicos y estadistas "congénitos";
sin embargo, un Adepto congénito es algo prácticamente imposible. Pues, aunque muy raramente se oye hablar de alguien
que tiene una extraordinaria capacidad innata para adquirir el conocimiento y
el poder ocultos, también este individuo debe experimentar las mismas pruebas
que adiestran a la personalidad y pasar por la misma autodisciplina que
cualquier otro compañero aspirante menos dotado. En este aspecto, es una
verdad diamantina que no existe ningún camino rápido a lo largo del cual, los
privilegiados pueden viajar.
Durante siglos, los Mahatmas himaláyicos han seleccionado los
Chelas fuera del grupo hereditario dentro del gon-pa (templo), entre la profusa
clase de místicos congénitos Tibetanos. Las únicas excepciones han sido los
casos de hombres occidentales como Fludd, Thomas Vaughan, Paracelso, Pico de la
Mirandola, Conde de St. Germain, etc., cuya afinidad temperamental con esta
ciencia celestial indujo, más o menos, a los Adeptos distantes, a entablar relaciones
personales con ellos, dándoles la oportunidad de obtener una porción, más o menos
pequeña, de la verdad plena, según era posible divulgar en su medio ambiente social.
En
el cuarto Libro de Kiu-te, en el Capítulo concerniente
a "Las Leyes de los Upasanas," aprendemos que las calificaciones
necesarias en un Chela son:
1.
Una salud física perfecta.
2.
Una pureza mental y física absolutas.
3.
Propósito inegoísta, caridad universal, compasión para todos los seres animados.
4.
Verdadera lealtad y una fe diamantina en la ley de Karma, independiente de
cualquier poder en la naturaleza que pudiera interferir: una ley cuyo curso no
puede obstruirse por ningún agente, ni ser desviado por oración, o por ceremonias
exotéricas propiciatorias.
5.
Una osadía intrépida en toda emergencia, aun a costo de la vida.
6.
Una percepción intuitiva de que él es el vehículo de Avalokitesvara manifestado
o Atma Divino (Espíritu.)
7.
Una calmada indiferencia; pero una justa apreciación, para todo lo que constituye
el mundo objetivo transitorio, en su relación con las regiones invisibles.
Estas
deben ser, al menos, las calificaciones de uno que aspira al estado de Chela
perfecto. Sólo
la primera, en casos raros y excepcionales, puede ser modificada, mientras las
demás son objetos de insistencia irrevocable y todas deben haber sido, más o
menos, desarrolladas en la naturaleza interna por los Esfuerzos
autoinducidos del Chela, antes de que pueda ser puesto, verdaderamente, a
prueba.
Cuando
el asceta, según su capacidad natural a lo largo del camino autoevolutivo,
tanto dentro del mundo activo o fuera de él, ha dominado y se ha colocado sobre
su
(1)
Sarira, cuerpo;
(2)
Indriya, sentidos;
(3)
Dosha, limitaciones;
(4)
Dukkha, dolor; y está listo para hacerse uno con su
Manas,
la
mente;
Buddhi,
el
intelecto o inteligencia espiritual y
Atma,
el
alma suprema o espíritu y además reconoce en Atma el regente más
elevado en el mundo de las percepciones y en la voluntad, la energía (o poder)
ejecutiva suprema, entonces, conforme a las reglas venerables, puede ser tomado
bajo la égida de uno de los Iniciados.
Ahora
se le podrá mostrar el camino misterioso a cuyo final, al Chela se le enseña el
discernimiento infalible de Phala o los frutos de causas producidas, entregándole los medios para
alcanzar Apavarga, la emancipación de la
miseria de los renacimientos cíclicos (en cuya determinación el ignorante es
impotente), evitando, así Pratya-bhava, la transmigración.
Desde el advenimiento de la Sociedad Teosófica, una de cuyas
arduas tareas consistía en volver a despertar en la mente aria la memoria
latente de la existencia de esta ciencia y de estas capacidades humanas
trascendentales, las reglas de la selección del Chela, desde un punto de vista,
se han hecho levemente menos austeras. Muchos miembros de la Sociedad Teosófica se postularon como
candidatos al estado de Chela porque la prueba práctica que se les dio, sobre
los puntos anteriores, los convenció y justamente pensaron que, si otros seres
humanos han alcanzado la meta, también ellos, si estaban inherentemente
preparados, podrían realizarla, siguiendo el mismo camino. Vista su insistencia,
se les otorgó la oportunidad de, al menos, comenzar; ya que hubiera sido una
interferencia con el Karma negársela. Hasta la fecha, los resultados han sido
muy poco alentadores y se ordenó la recopilación de dicho artículo a fin de
mostrar a estos desdichados la causa de su fracaso y poner alerta a otros que,
sin pensar, quisieran precipitarse en un destino similar.
A
pesar de que los candidatos en cuestión fueron advertidos con anticipación,
empezaron cometiendo el error de mirar egoístamente al futuro, perdiendo de
vista el pasado.
Se
olvidaron que no habían hecho nada para merecer el raro honor de la selección,
nada que les garantizara tal privilegio al cual sentían tener derecho y que no
podían ufanarse de ninguno de los méritos enumerados.
Como
seres humanos del mundo sensual y egoísta, casados o solteros, comerciantes, empleados,
soldados o catedráticos, todos habían pasado por una escuela más calculada para
asimilarlos con la naturaleza animal que para desarrollar en ellos las potencialidades
espirituales. Sin
embargo, cada uno de ellos era tan vanidoso que suponía que, en su caso, se
haría una excepción a la ley establecida en un pasado remoto, como si, en
realidad, en su persona ¡hubiese nacido un nuevo Avatar en el mundo! Todos esperaban que se les enseñaran las
cosas ocultas y que se les entregaran poderes extraordinarios sólo por haberse
unido a la Sociedad Teosófica. Sin embargo debemos ser justos y decir que
algunos determinaron mejorar sinceramente sus vidas, abandonando la mala
conducta.
Al
principio fueron rechazados todos, empezando por el Coronel Olcott, el Presidente
y no hacemos ningún mal en decir que no fue aceptado formalmente como Chela
hasta que probó, por más de un año de duro trabajo devoto y una determinación
inquebrantable, que podía ser puesto a prueba sin peligro. Entonces, por todos
lados se oyeron quejas: de los hindúes, que debían haber sido más perceptivos y
de los europeos, los cuales, obviamente, no estaban en la condición de saber
nada acerca de las reglas. Se concitaba que: si no se daba la oportunidad de probar a
unos pocos teósofos, la Sociedad homóloga no podía sobrevivir. Todo otro
aspecto noble y altruista de nuestro programa fue ignorado y en la febril carrera hacia el adeptado, se
pisotearon y se perdieron de vista el deber de uno hacia su prójimo, su país,
su deber de ayudar, iluminar, alentar y elevar a los más débiles y menos
afortunados que él. En todo círculo resonaba el pedido por los fenómenos y
sólo los fenómenos; los Fundadores no podían llevar a cabo su verdadero trabajo
porque se les importunaba a fin de que intercedieran con los Mahatmas, la
fuente de la verdadera queja, aunque fueron sus pobres agentes el blanco de
todo ataque. Al final; las autoridades superiores accedieron que unos pocos de
los candidatos más insistentes,
podían
ser aceptados por lo que eran. Quizá el resultado del experimento muestre de
forma más clara que cualquier sermón, lo que implica el estado de Chela y cuáles
son las consecuencias del egoísmo y de la temeridad. Cada candidato fue
advertido que debía esperar años antes de que se probara su idoneidad y que
debía pasar por una serie de pruebas que llevarían a la superficie todo lo que
había de bueno o malo en él. La mayoría eran hombres
casados, por eso se les denominó "Chelas Laicos," un neologismo en
español; sin embargo, su sinónimo era muy antiguo en los idiomas asiáticos. Un
Chela Laico es una persona del mundo que anhela, firmemente, convertirse en un
sabio en las cosas espirituales.
Virtualmente, cada miembro de la Sociedad Teosófica que acepte el
segundo de los tres "Principios Declarados," es un Chela Laico. Sin
embargo, aunque no pertenezca al número de los Chelas auténticos, tiene la
posibilidad de convertirse en tal, porque ha atravesado el confín que lo separaba
de los Mahatmas y podríamos decir que se ha hecho notar por Ellos.
Al unirse a la Sociedad Teosófica y al comprometerse en ayudar
al trabajo, ha dado su promesa de actuar, en cierto grado, en armonía con esos
Mahatmas, por cuya instancia se organizó la Sociedad y bajo cuya protección
condicional permanece. Unirse a ella es, simplemente, la introducción; todo el resto
depende plenamente del miembro, que nunca deberá esperar el más pequeño
"favor" por parte de uno de nuestros Mahatmas o de algún otro Mahatma
en el mundo y si este último decidiera hacerse conocer, esto no sería el fruto
completo del mérito personal.
Los
Mahatmas son los servidores de la Ley de Karma y no los árbitros. El estado
de Chela Laico no otorga ningún privilegio a nadie: excepto aquel de trabajar
para el mérito, bajo la observación de un Maestro.
Que
el Chela vea o no el Maestro no altera el resultado: sus pensamientos, sus palabras
y acciones buenas fructificarán, así como las malas. Ufanarse por ser un Chela
Laico u ostentarlo, es la manera más cierta para reducir la relación con el
Gurú a algo simplemente nominal; ya que sería una prueba tajante de vanidad e
incapacidad para un progreso ulterior. Durante años hemos enseñado siempre la
máxima: "Primero merece y luego desea" una relación íntima con los
Mahatmas.
Ahora
bien: en la naturaleza obra una ley terrible, inalterable y cuya operación
aclara el aparente misterio de la selección de ciertos "Chelas" que
en estos años pasados han resultado ser tristes ejemplos morales.
¡Recuerda, el lector, el antiguo proverbio: "dejar lo bueno
en paz?"
Este encierra un mundo de verdad oculta. Ningún ser humano
conoce su fuerza moral hasta que es puesto a prueba. Millares llevan
vidas respetables porque jamás se han visto acorralados. No cabe duda que esta sea
una verdad común; pero es muy pertinente en el caso en cuestión. Aquél que
trata de emprender el estado de Chela, despierta y exacerba, hasta la
desesperación, toda pasión latente de su naturaleza animal. Este es el comienzo
de una lucha por el dominio de nosotros, en la cual no hay espacio para la
indulgencia; ya que implica, de una vez por todas: "Ser o No ser."
La
victoria conduce al Adeptado; la derrota a un Martirio innoble, porque caer
víctima de la lujuria, el orgullo, la avaricia, la vanidad, el egoísmo, la
cobardía o cualquier otra de las tendencias inferiores es, en realidad, algo
innoble para el parámetro de un verdadero ser humano.
El Chela, no sólo es llamado a encarar todas las proclividades
malas latentes en su naturaleza, sino también todo el poder maléfico acumulado
por la comunidad y la nación a las cuales pertenece; ya que es parte integrante
de esos agregados y lo que influencia al ser humano individual o a la
colectividad (ciudad o nación), repercute sobre el otro. En este caso, la
batalla que ha librado en favor de la bondad, desarmoniza todo el conjunto de
la maldad en su ambiente, la cual reacciona precipitando su furia sobre él.
Si
está satisfecho con seguir la corriente de sus semejantes, siendo casi como
ellos, quizá un poco mejor o algo peor de lo ordinario, no atraerá la atención
de nadie. Sin
embargo, tan pronto como se sabe que ha podido detectar la vaciedad del teatro
de la vida social, su hipocresía, egoísmo, sensualidad, codicia y otros
aspectos negativos y ha tomado la determinación de levantarse a un nivel
superior, inmediatamente se convierte en el objeto de odio y toda naturaleza
negativa, fanática o malévola, le envía una corriente de malquerencia que se
opone a su poder de voluntad. Si el Chela es inherentemente fuerte la domina, así como el
poderoso nadador se desliza por la corriente impetuosa que arrastraría a uno
más débil. Sin embargo, en esta lucha moral, si el Chela tiene una sola
limitación, haga lo que haga, ésta aflorará. El barniz de las
convencionalidades que la "civilización" sobrepone a todos nosotros,
debe disiparse hasta su último vestigio para que el Yo Interno pueda expresarse
libre y exento del más leve velo que oculta su realidad. Bajo la presión del
estado de Chela, es posible que se olviden los hábitos sociales que, hasta
cierto punto, mantienen la humanidad bajo un freno moral, obligándola a pagar
tributo a la virtud, aparentando una bondad que puede ser o no ser genuina y,
al mismo tiempo, estos frenos pueden desintegrarse. Ahora, el Chela se
encuentra en una atmósfera ilusoria, Maya. El vicio asume su máscara más cautivante y las pasiones tentadoras
tratan de embelesar al aspirante inexperto en las anfractuosidades del degrado
psíquico. Lo antedicho no es análogo
al cuadro de un gran artista donde Satán está jugando ajedrez con un hombre que
ha apostado su alma, mientras el ángel de la guarda lo asiste y lo aconseja.
Pues,
en el caso del Chela, la lucha es entre su Voluntad y su naturaleza carnal y el
Karma prohibe que algún ángel o Gurú interfiera hasta que se sepa el resultado. En "Zanoni,"
obra que los ocultistas siempre apreciarán, Bulwer Lytton idealiza todo esto
con una vívida fantasía poética; mientras, en Una Historia
Extraña, se vale de la misma facundia para mostrar el lado negro de la
búsqueda oculta y sus peligros mortales. El otro día, un Mahatma definió el estado de Chela como
un "disolvente psíquico que carcome toda la incrustación, dejando aflorar
el oro puro." Si el candidato tiene
un deseo latente por el dinero, el embrollo político, el materialismo
escéptico, la ostentación vana, la mentira, la crueldad y la gratificación
sensual de cualquier tipo, es casi cierto que esta semilla brotará, análogamente
a las cualidades nobles de la naturaleza humana. Emerge lo que en realidad
somos.
Entonces:
¡no es, quizá, la cumbre de la demencia, dejar el camino tranquilo de la vida
común y corriente, para escalar los desfiladeros del estado de Chela sin estar
seguro que uno posee en sí lo que se necesita? La Biblia dice: "Que
aquel que está de pie ponga atención, si no quiere caerse." Palabras
que todo aspirante Chela debería tomar en seria consideración antes de
precipitarse en el fuego. Para algunos de nuestros Chelas laicos, hubiera sido
conveniente si lo hubiesen pensado dos veces antes de retar las pruebas.
Recordemos
varios fracasos de los últimos doce meses.
Uno
enloqueció, negó los sentimientos nobles expresados sólo unas semanas anteriores
y se hizo miembro de una religión que había, justa y desdeñosamente, comprobado
ser falsa.
Un
segundo fue el reo de un delito y escapó con el dinero de su patrón, que es
también un teósofo.
Un
tercero se entregó a una lujuria grosera, confesándola inútilmente, entre
murmullos y sollozos, a su Gurú.
Un
cuarto se enredó con una persona del sexto opuesto y alienó sus amistades más
queridas y verdaderas.
Un
quinto mostró síntomas de aberración mental y fue llevado a Corte bajo cargos
de conducta vergonzosa.
Un
sexto, cuando estaba por ser capturado, se disparó para sustraerse a las
consecuencias de su conducta criminal.
La
lista continúa. Todos eran, aparentemente, buscadores sinceros de la verdad y
llevaban una vida respetable. Externamente y según las apariencias, eran buenos
candidatos para el estado de Chela; sin embargo: "en el interior,
todo era putrefacción y huesos de muertos." La capa del mundo era tan
densa que ocultaba la ausencia del oro atrás y el "disolvente,"
haciendo su trabajo, mostró que, en cada caso, el candidato era una simple
figura blanqueada de escorias morales, desde la circunferencia hasta el centro
[...]
En
lo anterior hemos tratado, naturalmente, sólo los fracasos entre los Chelas
Laicos; sin embargo ha habido, también, éxitos parciales que están pasando,
gradualmente, por las primeras etapas de su prueba. Algunos tratan de ser útiles
a la Sociedad Teosófica y al mundo en general mediante un buen ejemplo y la
enseñanza. Si persisten, ellos y nosotros nos beneficiaremos.
Les
esperan pruebas muy arduas; pero nada "es Imposible para quien tiene Voluntad." Las dificultades en el
estado de Chela jamás se amortiguarán hasta que la naturaleza humana cambie,
desenvolviendo una nueva.
San
Pablo, (en Romanos, VII., 18, 19), debe haber pensado en un Chela cuando dijo: "la voluntad está
presente en mí; pero no encuentro cómo poner en práctica lo que es bueno. Pues
el bien que quisiera hacer no lo hago y el mal que no quisiera hacer, esto sí
lo hago."
En
el sabio Kiratarjuniya de Bharavi leemos:
Los enemigos que afloran
dentro del cuerpo humano,
Las pasiones malas son de difícil dominio,
Si las combatiéramos con osadía, el que las conquista
Es comparable al conquistador de los mundos. (XI, 32)
Las pasiones malas son de difícil dominio,
Si las combatiéramos con osadía, el que las conquista
Es comparable al conquistador de los mundos. (XI, 32)
(Chelas
and Lay Chelas, The Theosophist, julio 1883)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario