jueves, 22 de septiembre de 2016

DESDE TIERRAS POLARES

DESDE TIERRAS POLARES

[Una Historia de Navidad]

Blavastky

Hace exactamente un año, durante las festividades de Navidad, un grupo numeroso se reunió en la casa de campo, o mejor dicho en el viejo castillo heredado
de un rico terrateniente en Finlandia. Todavía quedaban en él muchos recuerdos de hospitalaria forma de vida de nuestros antepasados, preservéndose gran parte de las costumbres medievales, basadas en tradiciones y supersticiones mitad finlandesas y mirad rusas, importadas tardíamente por las mujeres propietarias de las costas del Neva.  Los árboles de Navidad  eran preparados y adornados para su uso ceremonial y se mantenían listos.  En ese viejo castillo había lúgubres retratos comidos por gusanos de famosos ancestros, Caballeros y Damas, viejas torres abandonadas, con bastiones y ventanas Góticas, misteriosos callejones sombríos y oscuros e interminables sótanos, fácilmente transformados en pasajes subterráneos y cuevas, fantasmagóricas celdas para prisioneros, embrujadas por los  inquietos fantasmas de los héroes de las leyendas locales. En síntesis, la vieja casa tenía  diversos artículos para terrores románticos. ¡Pero diantres! Todo esto no sirvió de nada. En el siguiente relato estos viejos terrores dejaron de tener utilidad y fueron sustituidos por otros.
Su principal protagonista es un hombre ordinario y prosaico, llamémosle Erkler, si, Dr. Erkler, profesor de medicina, mitad-alemán por su Padre, completamente ruso por el lado de su Madre y por educación, era alguien que se veía de constitución pesada y un mortal ordinario. No obstante cosas muy  extraordinarias le sucedieron.
Erkler, en cuanto conoció el mundo se convirtió en un extraordinario viajero, quien bajo su propio riesgo, acompañó más de una vez a uno de los más famosos exploradores en sus viajes alrededor del mundo.
Ambos se  habían visto cara a cara con la muerte bajo insolaciones de los trópicos y el frió en las regiones polares. A pesar de todo esto, el Doctor hablaba sin menguar su entusiasmo acerca de los  “anillos de invierno” en Groenlandia y Nueva Zembla, y  acerca de las planicies desérticas en Australia donde almorzó canguro, cenó emú, y casi perece de sed durante un recorrido sin agua que les tomo 40 horas realizar. 
"Si," El acostumbraba a remarcar, "he experimentado casi todo, salvo lo que ustedes describen como sobrenatural….Esto, claro sin tomar en cuenta cierto evento extraordinario en mi vida- un hombre que conocí, de quien les comentare ahora mismo y es…sin duda muy extraño, debo agregar algunos resultados inexplicables."
Ante la ruidosa demanda para que explicara esto, el Doctor fue forzado a alzar la voz, y así empezó su historia.
"En 1878 nosotros fuimos obligados a pasar el invierno en la costa noroeste de Spitzbergen. Habíamos intentado encontrar nuestro rumbo durante el corto verano hacia el polo, pero como de costumbre el intento había sido un fracaso, a causa de los témpanos y después de varios infructuosos esfuerzos, tuvimos que rendirnos.  Tan pronto nos establecimos la noche polar descendió sobre nosotros, nuestros vapores fueron atracados congelados entre los bloques de hielo en el Golfo de Mussel, así nos encontramos excluidos por ocho largos meses del mundo viviente…yo confieso, de mi parte que por una ocasión me sentí al principio terriblemente.  Nos llegamos a sentir especialmente desanimados cuando una noche de tormenta huracanada dispersó un montón de materiales preparados para nuestras construcciones de invierno, y nos privo de 40 venados de nuestra manada.  El hambre como perspectiva no es un incentivo para el buen humor y con los venados que perdimos el  mejor plat de resistance en contra de las heladas polares, los organismos humanos en este tipo de clima reclaman un incremento de calor y comida sólida.  Sin embargo, estábamos finalmente reconciliados con nuestra pérdida, incluso hasta nos acostumbramos a la comida local realmente mas nutritiva-focas y grasa de focas.  Nuestros hombres construyeron con los maderos que sobraban una casa cuidadosamente dividida en dos compartimentos, uno para tres profesores y yo, y el otro para ellos, y algunos cobertizos de madera fueron construidos para propósitos meteorológicos, astronómicos y magnéticos, incluso añadimos un establo protegiendo a los pocos venados que quedaron. Y así empezaron la serie de  monótonos días y noches tan bajos de luz, que apenas se podían distinguir unos de otros. Excepto a través de sombras grises-oscuras. ¡A veces, “la nostalgia” en la que nos sumergíamos era espantosa! Habíamos  planeado enviar a casa dos de los tres vapores en Septiembre, pero lo prematuro e imprevisto de las formaciones de paredes de hielo alrededor de ellos frustraron nuestros planes; y ahora, con la tripulación entera en nuestras manos, teníamos que economizar aun más  nuestras  exiguas provisiones, combustible y luz. Las lámparas eran usadas solamente para propósitos científicos: el resto del tiempo nos teníamos que contentar con la luz de Dios- la luna y las auroras boreales……pero como describir estas espléndidas, e incomparables luces del norte!
Anillos, flechas, gigantescas conflagraciones de acertadas divisiones de rayos de lo mas vívido y variados colores. Las noches de luna de Noviembre fueron estupendas. El juego de los destellos lunares en la nieve y en las rocas congeladas de lo más llamativo. Estas fueron noches de hadas.
      “Bueno, una noche de esas- o a la mejor pudo haber sido un día de ésos, de lo que deduzco, ahí por finales de Noviembre y hacia la mitad de Marzo no tuvimos crepúsculos del todo, para distinguir uno del otro- De súbito espiábamos en el juego de los destellos de colores que en ese momento estaba  proyectando un matiz rosa dorado en los claros de la nieve, una mancha que se movía….esta creció, y parecía que se dispersaba a medida que se acercaba a nosotros. Que significaba esto?...esto parecía como una manada de ganado, o un grupo de vivientes, trotando sobre el desierto nevado…..Pero estos animales se parecían  a cualquier otra cosa.
Entonces que era esto?.....seres humanos?
“No podíamos creerle a nuestros ojos. Sí, un grupo de hombres se acercaba a nuestra morada. Parecían ser  cerca  de cincuenta cazadores- de foca, guiados por Matiliss, un bien conocido marinero veterano de Noruega. Ellos fueron sorprendidos por los témpanos de hielo, así como nosotros.
“¿Cómo supieron que estábamos aquí?” preguntamos.
“El Viejo Johan,  este antiguo amigo, nos mostró el camino”-ellos contestaron, señalando aun venerable-anciano de apariencia blanca como la nieve.
 Verdaderamente, observando la apariencia de su viejo guía, sería mejor que él estuviera en casa cerca del fuego que cazando focas en las tierras polares con hombres más jóvenes. Y así se los dijimos, y aun nos sorprendimos como él había sabido de nuestra presencia en este reino de osos blancos. Matiliss y sus compañeros sonrieron, asegurándonos que el ‘viejo Johan’ sabía todo. Ellos remarcaron que nosotros debíamos de ser novicios en las fronteras polares, ya que estábamos completamente ignorantes sobre la personalidad de Johan y podíamos maravillarnos de cualquier cosa que se dijera de él.
 “Desde hace cuarenta y cinco años” dijo el cazador principal, “que he estado atrapando focas en los Mares Polares, y tan lejos como puede ir mi memoria, siempre lo he conocido justo como el es ahora, un viejo de blanca barba. Y más atrás aún, en los días en que yo acostumbraba ir al mar cuando niño, mi padre acostumbraba hablarme sobre el mismo viejo Johan, y el añadió que su padre y su abuelo también, habían conocido a Johan en su niñez, ninguno de ellos lo había visto de otra forma mas que blanco como nuestra nieve. Y como nuestros ancestros lejanos lo habían apodado “la  cabellera-blanca que todos conocen”  de esta manera hacemos nosotros, los cazadores de focas, le llamamos así hasta el día de hoy.’
    
     “Quiere usted hacernos creer que el tiene doscientos años?”-nos reímos.
     “Algunos de nuestros marineros  rodearon al fenómeno de la cabellera-blanca atenazándolo con preguntas.”
      “¡Abuelo! Contéstanos, ¿cuantos años tienes?”
      “Realmente ni siquiera yo lo se, hijitos. Yo vivo tanto como Dios ha decretado que lo haga, pero mis años, nunca los he contado.”
      “Y abuelo como supo usted, que estábamos invernando en este lugar?”
   “Dios me guió. Como supe esto, no lo sé, salvo que Yo lo sabía. Yo sabía esto.”


Collected Writings Vol. XIII

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