domingo, 18 de septiembre de 2016

UN LIBRO DE TEXTO DE TEOSOFIA CAPITULO 9

UN LIBRO DE TEXTO DE TEOSOFIA


CAPITULO 9


CADENAS PLANETARIAS

El plan de evolución a que nuestra Tierra perte­nece, no es el único de nuestro sistema solar, pues en este sistema existen diez separadas cadenas de globos como escenarios de análogas evoluciones.
Cada uno de estos planes de evolución se desenvuelve en una cadena de globos y cada cadena pasa por siete encarnaciones en el transcurso de su evolución. El objeto de estas sucesivas encarnaciones de la cadena de globos de cada plan evolutivo es irse su­miendo gradualmente en la materia para también por grados ir ascendiendo de ella.
Cada cadena consta de siete globos y tanto globos como cadenas están sujetos a la regla de descender a la materia y después ir saliendo de ella.
Para mejor comprender este proceso pongamos por ejemplo la cadena a que pertenece nuestra Tierra. Actualmente se halla en su cuarta encarnación, la más material; y por lo tanto, tres de sus globos se hallan en el mundo físico, dos en el astral y dos en la parte in­ferior del mental. La oleada de vida divina pasa suce­sivamente de globo a globo de esta cadena, principiando por uno de los superiores, descendiendo gradualmente a los inferiores y ascendiendo después hasta el mismo nivel en donde principió.

Designaremos convencionalmente los siete globos por las primeras letras del alfabeto y numeraremos ordinalmente las encarnaciones.
Por lo tanto, como quiera que la encarnación actual de nuestra cadena es la cuarta,
el primer globo de la cadena en la presente encarnación será 4A,
el segundo 4B,
el tercero 4C,
el cuarto (nuestra Tierra) 4D,
el quinto 4E,
el sexto 4F y
el séptimo 4G.

No todos estos globos están constituidos por materia física.
El 4A no contiene materia inferior a la mental y tiene su contraparte en todos los mundos su­periores al suyo, pero ni un átomo de materia inferior.
El 4B es de materia astral.
El 4C es de materia física visible telescópicamente, porque es el planeta Marte.
El globo 4D es nuestra Tierra, donde está hoy en acción la oleada de vida.
El globo 4E es el planeta Mercurio, también de materia física.
El globo 4F es de materia astral, correlacionado en el arco ascendente con el globo astral 4B del arco descendente.
El globo 4G es de materia mental, correlacionado en el arco ascendente con el globo 4A también de materia mental en el arco descendente.
Así resulta un sistema de globos que empieza en el mundo mental, desciende al astral y al físico y as­ciende al mental a través del astral.
Así como la sucesión de los globos en una cadena constituye el descenso a la materia y la ascensión desde ella, así también ocurre en las sucesivas encarnaciones de una cadena.

Hemos descrito las circunstancias de la cuarta encarnación; pero echando una mirada retros­pectiva a la tercera vemos que no principió en el mundo mental, sino que los globos 3A y 3G eran de materia causal; 3B y 3F de materia mental; los 3C y 3E de ma­teria astral; y únicamente el globo 3D de materia física.
Aunque la tercera encarnación de nuestra cadena hace larguísimo tiempo que pasó, todavía es visible el cadáver del que fue su planeta o globo físico 3D o sea la Luna, el actual satélite de la Tierra, por lo que a aquella tercera encarnación de nuestra, cadena, se le llama cadena lunar.
La quinta encarnación de nuestra cadena, que to­davía ha de tardar incalculable tiempo, será correlativa a la tercera,
con los globos 5A y 5G de materia causal;
los 5B y 5F de materia mental;
los 5C y 5E de materia astral;
y un solo globo físico 5D que aún no existe.
Las otras encarnaciones de la cadena siguen el mismo orden de descenso y ascenso.
Los globos 2A y 2G y 6A y 6G están todos en el mundo intuicional;
los 2B y 2F y 6B y 6F en el causal;
los 2C y 2E y 6C y 6E en el mental;
2D y 6D en el astral.
Análogamente IA-IG y 7A-7G pertenecen al mundo espiritual;
IB-IF y 7B-7F al intuicional;
IC-IE y 7C-7E al causal;
ID y 7D al mental.
Por lo tanto, vemos que no sólo desciende en la materia y de ella reasciende la oleada de vida al pasar de uno a otro globo, sino que lo mismo hace toda la cadena en el transcurso de sus siete sucesivas encar­naciones.
En el sistema solar a que pertenecemos, hay actual­mente en trámite diez planes de evolución; pero de ellos tan sólo siete se hallan en etapa que requiera planeta físico. Las cadenas son:
1.            La de un planeta no descubierto todavía por los astrónomos, llamado Vulcano, muy cercano al Sol. Esta cadena se halla en la tercera encarnación.
2.            La de Venus, que está en la quinta encarna­ción y por lo tanto también tiene un solo planeta físico.
3.            La de Tierra-Marte-Mercurio que está en la cuarta encarnación y por lo mismo tiene tres planetas físicos.
4.            La de Júpiter.
5.            La de Saturno.
6.            La de Urano en su tercera encarnación.
7.            La de Neptuno y dos desconocidos planetas allende la órbita neptuniana, pues tiene tres planetas físicos por hallarse en la cuarta encarnación.
Suele llamarse período catenario a cada encarna­ción de una cadena y durante este período la oleada de vida pasa siete veces por los siete globos de la cadena y a cada una de dichas veces se le llama ronda.
El tiempo en que la oleada de vida permanece en cada globo, se llama ciclo mundial y durante cada ciclo mun­dial se suceden siete razas raíces que según ya dijimos se subdividen en subrazas y éstas en ramales­

Para mayor claridad puntualizaremos sinóptica­mente esta clasificación:
7 ramales = 1 subraza.
7 subrazas = 1 raza raíz.
7 razas-raíces = 1 ciclo mundial.
7 ciclos mundiales = 1 ronda.
7 rondas = 1 ciclo catenario.
7 ciclos catenarios = plan de evolución.
10 planes de evolución. = Nuestro sistema solar.

Es evidente que la cuarta raza raíz del cuarto globo de la cuarta ronda del cuarto ciclo catenaria será el punto medio de un plan de evolución. Nosotros he­mos transpuesto no hace mucho este punto medio.
La raza aria a que pertenecemos es la quinta raíz del cuarto globo, de modo que el punto medio de nuestro plan de evolución correspondió a la época de la cuarta raza raíz, que fue la atlante.
Por lo tanto, la masa total del linaje humano está a muy poco más de mitad de ca­mino en su evolución y los pocos egos que se aproximan al adeptado, fin y corona de nuestra evolución, están muy adelantados respecto de los demás hombres. ¿Cómo adelantaron tanto? En unos casos porque trabajaron ardorosamente; pero generalmente porque son egos ya viejos e ingresaron en el reino humano en muy remota fecha y  han tenido más tiempo de adquirir experiencias en la humana evolución. Una oleada de vida procedente de la Deidad se detiene generalmente durante todo un ciclo catenario en cada uno de los reinos de la naturaleza.
La oleada de vida que en nuestra primera cadena animó el primer reino elemental animó el segundo de estos reinos en la segunda cadena, el tercero en la tercera y está ahora animando en la cuarta el reino mineral. En la quinta cadena animará el reino vegetal, en la sexta el animal y en la séptima el humano.
De esto se infiere que la presente humanidad cons­tituía
el reino mineral en la primera cadena,
el vegetal en la segunda y
el animal en la tercera.
Algunos que ahora son hombres se individualizaron en la tercera cadena, que fue la lunar e ingresaron en el reino humano al comienzo de la actual cadena terrestre. Otros que estaban más atrasados no se individualizaron en la tercera cadena y permanecieron todavía algún tiempo en el reino animal de la cuarta cadena antes de alcanzar la individualización. Sin embargo, no todos los individuos de la actual humanidad ingresaron conjuntamente en la cadena terrestre. Al terminar la cadena lunar, los hombres de ella se hallaban en diversas etapas de evolución. La meta señalada para dicha cadena no era el adeptado sino la que para nosotros es ahora la cuarta etapa del sendero de evolución. Quienes alcanzaron la meta o nivel señalado para la cadena lunar (llamados gene­ralmente en bibliografía teosófica Señores de la Luna) tuvieron abiertos ante sus pasos siete caminos o moda­lidades de servicio. Uno de estos caminos era el de pasar a la cadena terrestre para servir de auxilio y guía a las primeras razas humanas y lo siguieron algunos de aquellos Señores. La mayoría de los hombres lunares no habían alcanzado aún la señalada meta al término de la cadena lunar y por consiguiente reaparecieron también como hombres en la cadena terrestre. Además, una gran cantidad de animales lunares estaban cercanos a la individualización. Algunos ya la han logrado, mientras que otros todavía no; y como éstos necesitan nuevas encarnaciones en el reino animal de la cadena terrestre, prescindiremos de ellos en nues­tra consideración sobre este asunto. Había muchas clases de hombres lunares y por ello conviene explicar su distribución en la cadena terrestre. Por regla general, quienes han alcanzado el más alto nivel posible en una cadena, un globo o una raza raíz, no renacen en los comienzos de la siguiente cadena, globo o raza. Las primeras etapas se destinan siempre para las entidades atrasadas y hasta que éstas se apro­ximan al nivel de las más adelantadas no reencarnan estas otras para seguir unidas con aquéllas, pues de lo contrario fuera muy señalado el desnivel. Es decir, que casi la primera mitad de todo ciclo de evolución, sea de raza, globo o cadena, está destinada al progreso de las entidades atrasadas, hasta que alcan­cen el nivel de las adelantadas y entonces, éstas reen­carnan para proseguir junto con aquéllas hacia el tér­mino de la evolución, habiendo estado entretanto des­cansando gozosamente en el mundo mental. Así es que los primeros egos que procedentes de la cadena lunar entraron en la terrestre no fueron cierta­mente los más adelantados, sino los más atrasados de cuantos habían logrado la individualización. Eran hom­bres con todavía mucho de animalidad. Como quiera que entraban en una cadena de glo­bos recién plasmados, habían de establecer las formas en todos los reinos de la naturaleza. Es necesario efec­tuar esta labor al principio y nunca después de la pri­mera ronda de una nueva cadena, porque aunque la oleada de vida se concentra cada vez en un globo de los siete de la cadena, no desaparece totalmente la vida de los otros seis globos. Por ejemplo, en el momento actual la oleada de vida de nuestra cadena está concentrada en la Tierra, pero también hay vida en Marte y Mercurio, los otros dos globos físicos de la cadena. Todavía hay en ellos seres humanos, animales y vegetales, por lo que cuando la oleada de vida pase a uno de ambos, no habrá nece­sidad de crear nuevas formas, pues ya están allí los viejos tipos que se revivificarán con pasmosa fecundidad, multiplicándose rápidamente los diversos reinos. Así pues la ínfima clase de hombres lunares, los animálicos, establecieron las formas en la primera ronda de la cadena terrestre. Inmediatamente después llega­ron los superiores animales lunares dispuestos a ocupar las formas recién construidas.
En la segunda ronda de la cadena terrestre, los hombres animálicos de la lunar que habían sido allí los más atrasados, fueron los de­lanteros de la tercera humanidad, al paso que los za­gueros eran los que habían sido animales superiores y estaban cercanos a la individualización en la cadena lunar.
En la tercera ronda de la terrestre ingresaron en el reino humano muchos más animales lunares, hasta que en el promedio de la tercera ronda, al llegar la oleada de vida al globo D o sea a nuestra Tierra, reen­carnaron los hombres lunares del orden inmediato su­perior, el segundo orden y asumieron con la dignidad de reyes divinos la dirección de la humanidad.
En la cuarta ronda, o sea la actual, vinieron a la Tierra los hombres lunares del primer orden, los que estaban muy cerca de la meta. Algunos de ellos habían entrado ya en el sendero durante su estancia en la Luna y no tardaron en lograr el Adeptado y pasaron más allá de la Tierra. Otros, no tan adelantados, lo alcanzaron posteriormente, esto es, hace unos cuantos millares de años y son los adeptos de hoy día. Los hombres que ac­tualmente pertenecen a las subrazas superiores de la humanidad estaban varias etapas tras ellos, aunque tienen la posibilidad de seguir sus huellas con sólo quererlo.
La evolución a que nos referimos es la del ego o alma humana; pero también se ha de considerar la evolución del cuerpo.
Las formas construidas en la primera ronda eran muy diferentes de cuantas hoy conocemos. En rigor apenas pueden llamarse formas las plasmadas en el mundo terreno, porque eran de materia etérea, semejantes a vagas, flotantes y amorfas nubes.
En la se­gunda ronda fueron ya concretamente físicas, aunque todavía amorfas y lo bastante tenues para flotar a merced del viento.
Hasta la tercera ronda no empezaron a tener las formas algún parecido con las astrales y los procedi­mientos de su reproducción en aquellas primeras etapas eran muy distintos del hoy vigente en la especia hu­mana y análogo al que hoy se observa en los hongos, algas y otras formas inferiores de vida. A la sazón era andrógino el hombre y la separa­ción de sexos no sobrevino hasta el promedio de la tercera ronda. De entonces acá ha ido evolucionando rápidamente la forma humana en más definidas líneas, aumentando en compacticidad al par que disminuía la estatura y logrando mantenerse en posición bípeda en vez de ir agachado o a rastras, en distinción de las de­más formas animales de que por ley del transformismo había evolucionado la humana. Merece mencionarse una extraña discontinuidad­ en el proceso de la evolución de la forma.
En la cuarta ronda hubo en la Tierra un desvío de la recta marcha evolutiva. Como quiera que la Tierra es el globo intermedio y también es intermedia la cuarta ronda, seña­laban ambas él punto medio de la evolución y el último instante del período durante el cual habían podido in­dividualizarse los animales de la cadena lunar. En con­secuencia se dispuso lo conveniente para proporcionar coyuntura de individualización al mayor número posi­ble de dichos animales y al efecto se reprodujeron las condiciones de las primera y segunda rondas en vez de las condiciones de las primera y segunda razas, porque en tiempo oportuno no estaban aquellas atrasadas entidades en disposición de aprovecharse de las condiciones de las primera y segunda rondas con cumplida eficacia. Pero con lo que habían adelantado durante la ter­cera ronda ya estaban algunos a punto de aprovecharse de dichas condiciones y por lo tanto quisieron individualizarse antes de que se cerrase la puerta del reino humano. Desde luego que no alcanzarán muy alto nivel de evolución humana, pero al menos cuando ingresen en el reino humano de la próxima cadena les será muy ventajoso el haber tenido esta ligera experiencia de la humana vida. La evolución terrestre recibió muy poderoso estí­mulo del eficaz auxilio prestado por el planeta hermano Venus, que está ahora en la quinta encarnación de su cadena y en la séptima ronda de tal encarna­ción de modo que sus habitantes se hallan vez y media más adelantados que los terrícolas en su evolución. Por lo tanto, fue excelente idea que por estar ellos mucho más evolucionados se trasladaran a la Tierra algu­nos adeptos de la venusta evolución, con objeto de auxiliar a la humanidad terrestre en aquellos momen­tos críticos del progreso de la cuarta raza raíz, cuando se iban a cerrar las puertas del reino humano. A estos augustos Seres se les ha denominado Señores de la Llama e Hijos de la Ignea Niebla y contribuyeron maravillosamente a la evolución terrestre. La inteligencia de que tanto nos engreímos la debemos casi del todo a su presencia, porque en el natural curso de los sucesos, la próxima quinta ronda había de pre­sidir el desenvolvimiento de la inteligencia, mientras que en la cuarta ronda actual nos correspondía tan sólo cultivar las emociones. Por consiguiente, hemos ade­lantado muchísimo en el programa que se nos tenía se­ñalado y este adelanto provino enteramente del auxilio concedido por los grandes Señores de la Llama. La Mayoría de ellos sólo estuvieron con nosotros durante aquel crítico período de nuestra evolución; unos cuantos permanecen todavía para desempeñar los altos cargos de la Fraternidad Blanca, hasta que haya hombres de nuestro ciclo de evolución capaces de re­levar en sus funciones a los augustos visitantes. La evolución que nos aguarda atañe igualmente a la vida y a la forma, porque en las futuras rondas, al paso que los egos crezcan en poder; sabiduría y amor, serán de cada vez más bellas sus formas físicas. En el mundo terrestre hay actualmente hombres de muy diversa evolución y entre ellos muchos salvajes tan atrasados respecto de los pueblos cultos que es de todo punto imposible que alcancen su nivel. Posterior­mente, llegaremos en el transcurso de nuestra evolu­ción a un punto en que ya no podrán convivir los za­gueros con los delanteros y será necesario le separación. Este procedimiento es exactamente análogo al que emplea un catedrático con sus alumnos. Durante el curso académico los ha preparado a todos para el exa­men de prueba y a mediados de curso ya conjetura quiénes saldrán airosos y si hubiere algunos que de ningún modo pudiesen arrostrar el examen, haría bien en decirles a medio curso: "Es completamente inútil que prosigáis con vues­tros condiscípulos, porque no entenderíais las cada vez más difíciles restantes lecciones del programa y os será imposible, en el tiempo que falta, poneros en condicio­nes de vencer en el examen. Así es que serían vanos vuestros esfuerzos y estorbaríais a los demás alumnos de la clase. Por lo tanto, os valdrá mucho más desistir de esforzaros contra lo imposible y repetir el curso an­terior que no aprendisteis debidamente, para presen­taros el año que viene a este examen, pues entonces os será fácil lo que ahora imposible". Esto mismo se les dirá a los egos muy atrasados en una futura etapa de nuestra evolución. Quedarán eliminados del aula en aquel curso académico para repetir la asignatura en el siguiente. Tal es la "eterna condenación" a que ha poco nos referíamos. Se calcula que las dos quintas partes de la humanidad quedarán eliminadas de la actual evolución y las otras tres quin­tas partes proseguirán con mayor rapidez hacia su glo­rioso destino.


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