UN LIBRO DE TEXTO DE TEOSOFIA
CAPITULO
9
CADENAS PLANETARIAS
El plan de
evolución a que nuestra Tierra pertenece, no es el único de nuestro sistema
solar, pues en este sistema existen diez separadas cadenas de globos como
escenarios de análogas evoluciones.
Cada uno de
estos planes de evolución se desenvuelve en una cadena de globos y cada cadena
pasa por siete encarnaciones en el transcurso de su evolución. El objeto de estas sucesivas encarnaciones de la
cadena de globos de cada plan evolutivo es irse sumiendo gradualmente en la
materia para también por grados ir ascendiendo de ella.
Cada cadena
consta de siete globos y tanto globos como cadenas están sujetos a la regla de
descender a la materia y después ir saliendo de ella.
Para mejor
comprender este proceso pongamos por ejemplo la cadena a que pertenece nuestra
Tierra. Actualmente se halla en su cuarta encarnación, la más material;
y por lo tanto, tres de sus globos se hallan en el mundo físico, dos en el
astral y dos en la parte inferior del mental. La oleada de vida divina pasa sucesivamente de globo a globo de
esta cadena, principiando por uno de los superiores, descendiendo gradualmente
a los inferiores y ascendiendo después hasta el mismo nivel en donde principió.
Designaremos
convencionalmente los siete globos por las primeras letras del alfabeto y
numeraremos ordinalmente las encarnaciones.
Por lo tanto,
como quiera que la encarnación actual de nuestra cadena es la cuarta,
el primer globo
de la cadena en la presente encarnación será 4A,
el segundo 4B,
el tercero 4C,
el cuarto
(nuestra Tierra) 4D,
el quinto 4E,
el sexto 4F y
el séptimo 4G.
No todos estos globos están constituidos por materia física.
El 4A no contiene materia inferior a la mental y tiene su
contraparte en todos los mundos superiores al suyo, pero ni un átomo de
materia inferior.
El 4B es de materia astral.
El 4C es de materia física visible telescópicamente, porque es
el planeta Marte.
El globo 4D es nuestra Tierra, donde está hoy en acción la
oleada de vida.
El globo 4E es el planeta Mercurio, también de materia física.
El globo 4F es de materia astral, correlacionado en el arco
ascendente con el globo astral 4B del arco descendente.
El globo 4G es de materia mental, correlacionado en el arco
ascendente con el globo 4A también de materia mental en el arco descendente.
Así resulta un sistema de globos que empieza en el mundo mental,
desciende al astral y al físico y asciende al mental a través del astral.
Así como la sucesión de los globos en una cadena constituye el
descenso a la materia y la ascensión desde ella, así también ocurre en las
sucesivas encarnaciones de una cadena.
Hemos descrito
las circunstancias de la cuarta encarnación; pero echando una mirada retrospectiva a la tercera vemos que no
principió en el mundo mental, sino que los globos 3A y 3G eran de materia
causal; 3B y 3F de materia mental; los 3C y 3E de materia astral; y únicamente el globo 3D de materia física.
Aunque la tercera encarnación de nuestra cadena hace
larguísimo tiempo que pasó, todavía es visible
el cadáver del que fue su planeta o globo físico 3D o sea la Luna, el
actual satélite de la Tierra, por lo que a aquella tercera encarnación de
nuestra, cadena, se le llama cadena lunar.
La quinta
encarnación de nuestra cadena, que todavía ha de tardar incalculable tiempo,
será correlativa a la tercera,
con los globos 5A
y 5G de materia causal;
los 5B y 5F de
materia mental;
los 5C y 5E de
materia astral;
y un solo globo
físico 5D que aún no existe.
Las otras
encarnaciones de la cadena siguen el mismo orden de descenso y ascenso.
Los globos 2A y
2G y 6A y 6G están todos en el mundo intuicional;
los 2B y 2F y 6B
y 6F en el causal;
los 2C y 2E y 6C
y 6E en el mental;
2D y 6D en el
astral.
Análogamente
IA-IG y 7A-7G pertenecen al mundo espiritual;
IB-IF y 7B-7F al
intuicional;
IC-IE y 7C-7E al
causal;
ID y 7D al
mental.
Por lo tanto,
vemos que no sólo desciende en la materia y de ella reasciende la oleada de
vida al pasar de uno a otro globo, sino que lo mismo hace toda la cadena en el
transcurso de sus siete sucesivas encarnaciones.
En el sistema
solar a que pertenecemos, hay actualmente en trámite diez planes de evolución;
pero de ellos tan sólo siete se hallan en etapa que requiera planeta físico.
Las cadenas son:
1.
La de un planeta no descubierto todavía por los astrónomos,
llamado Vulcano, muy cercano al Sol. Esta cadena se halla en la tercera
encarnación.
2.
La de Venus, que está en la quinta encarnación y por lo tanto
también tiene un solo planeta físico.
3.
La de Tierra-Marte-Mercurio que está en la cuarta encarnación y
por lo mismo tiene tres planetas físicos.
4.
La de Júpiter.
5.
La de Saturno.
6.
La de Urano en su tercera encarnación.
7.
La de Neptuno y dos desconocidos planetas allende la órbita
neptuniana, pues tiene tres planetas físicos por hallarse en la cuarta
encarnación.
Suele llamarse período catenario a cada encarnación
de una cadena y durante este período la oleada de vida pasa siete veces por los
siete globos de la cadena y a cada una de
dichas veces se le llama ronda.
El tiempo en que
la oleada de vida permanece en cada globo, se llama ciclo mundial y durante cada ciclo mundial se suceden siete razas raíces que según ya dijimos se subdividen en subrazas y
éstas en ramales
Para mayor
claridad puntualizaremos sinópticamente esta clasificación:
7 ramales = 1
subraza.
7 subrazas = 1
raza raíz.
7 razas-raíces =
1 ciclo mundial.
7 ciclos
mundiales = 1 ronda.
7 rondas = 1
ciclo catenario.
7 ciclos
catenarios = plan de evolución.
10 planes de
evolución. = Nuestro sistema solar.
Es evidente que la cuarta raza raíz del cuarto globo de la
cuarta ronda del cuarto ciclo catenaria será el punto medio de un plan de
evolución. Nosotros hemos transpuesto no hace mucho este punto medio.
La raza aria a que pertenecemos es la quinta raíz del cuarto
globo, de modo que el punto medio de nuestro plan de evolución
correspondió a la época de la cuarta raza raíz, que fue la atlante.
Por lo tanto, la
masa total del linaje humano está a muy poco más de mitad de camino en su
evolución y los pocos egos que se aproximan al adeptado, fin y corona de
nuestra evolución, están muy adelantados respecto de los demás hombres. ¿Cómo
adelantaron tanto? En unos casos porque
trabajaron ardorosamente; pero generalmente porque son egos ya viejos e
ingresaron en el reino humano en muy remota fecha y han tenido más tiempo de adquirir
experiencias en la humana evolución. Una oleada de vida procedente de la
Deidad se detiene generalmente durante todo un ciclo catenario en cada uno de
los reinos de la naturaleza.
La oleada de vida
que en nuestra primera cadena animó el primer reino elemental animó el segundo
de estos reinos en la segunda cadena, el tercero en la tercera y está ahora
animando en la cuarta el reino mineral. En la quinta cadena animará el reino
vegetal, en la sexta el animal y en la séptima el humano.
De esto se
infiere que la presente humanidad constituía
el reino mineral
en la primera cadena,
el vegetal en la
segunda y
el animal en la
tercera.
Algunos que ahora son hombres se individualizaron en la tercera
cadena, que fue la lunar e ingresaron en el reino humano al comienzo de la
actual cadena terrestre. Otros que estaban más atrasados no se individualizaron
en la tercera cadena y permanecieron todavía algún tiempo en el reino animal de
la cuarta cadena antes de alcanzar la individualización. Sin embargo, no todos
los individuos de la actual humanidad ingresaron conjuntamente en la cadena
terrestre. Al terminar la cadena lunar, los hombres de ella se hallaban en
diversas etapas de evolución. La meta señalada para dicha cadena no era el adeptado sino la
que para nosotros es ahora la cuarta etapa del sendero de evolución. Quienes
alcanzaron la meta o nivel señalado para la cadena lunar (llamados generalmente
en bibliografía teosófica Señores de la Luna) tuvieron abiertos ante sus pasos
siete caminos o modalidades de servicio. Uno de estos caminos era el de pasar a la cadena terrestre para
servir de auxilio y guía a las primeras razas humanas y lo siguieron algunos de
aquellos Señores. La mayoría de los hombres lunares no habían alcanzado aún la
señalada meta al término de la cadena lunar y por consiguiente reaparecieron
también como hombres en la cadena terrestre. Además, una gran cantidad de animales lunares estaban cercanos
a la individualización. Algunos ya la han logrado, mientras que otros todavía
no; y como éstos necesitan nuevas encarnaciones en el reino animal de la cadena
terrestre, prescindiremos de ellos en nuestra consideración sobre este asunto.
Había muchas clases de hombres lunares y
por ello conviene explicar su distribución en la cadena terrestre. Por regla general, quienes han alcanzado el más
alto nivel posible en una cadena, un globo o una raza raíz, no renacen en los
comienzos de la siguiente cadena, globo o raza. Las primeras etapas se destinan siempre para las entidades atrasadas y
hasta que éstas se aproximan al nivel de las más adelantadas no reencarnan
estas otras para seguir unidas con aquéllas, pues de lo contrario fuera muy
señalado el desnivel. Es decir, que casi la primera mitad de todo ciclo de evolución, sea de
raza, globo o cadena, está destinada al progreso de las entidades atrasadas,
hasta que alcancen el nivel de las adelantadas y entonces, éstas reencarnan
para proseguir junto con aquéllas hacia el término de la evolución, habiendo
estado entretanto descansando gozosamente en el mundo mental. Así es que los
primeros egos que procedentes de la cadena lunar entraron en la terrestre no
fueron ciertamente los más adelantados, sino los más atrasados de cuantos
habían logrado la individualización. Eran hombres con todavía mucho de
animalidad. Como quiera que entraban en una cadena de globos recién plasmados,
habían de establecer las formas en todos los reinos de la naturaleza. Es necesario efectuar esta labor al
principio y nunca después de la primera ronda de una nueva cadena, porque
aunque la oleada de vida se concentra cada vez en un globo de los siete de la
cadena, no desaparece totalmente la vida de los
otros seis globos. Por ejemplo, en el momento actual la oleada de vida de nuestra cadena está
concentrada en la Tierra, pero también hay vida en Marte y Mercurio, los otros
dos globos físicos de la cadena. Todavía hay en ellos seres humanos, animales y
vegetales, por lo que cuando la oleada de vida pase a uno de ambos, no habrá
necesidad de crear nuevas formas, pues ya están allí los viejos tipos que se
revivificarán con pasmosa fecundidad, multiplicándose rápidamente los diversos
reinos. Así pues la ínfima clase de hombres lunares, los animálicos,
establecieron las formas en la primera ronda de la cadena terrestre. Inmediatamente
después llegaron los superiores animales lunares dispuestos a ocupar las
formas recién construidas.
En la segunda ronda de la cadena terrestre, los hombres
animálicos de la lunar que habían sido allí los más atrasados, fueron los delanteros
de la tercera humanidad, al paso que los zagueros eran los que habían sido
animales superiores y estaban cercanos a la individualización en la cadena
lunar.
En la tercera ronda de la terrestre ingresaron en
el reino humano muchos más animales lunares, hasta que en el promedio de la
tercera ronda, al llegar la oleada de vida al globo D o sea a nuestra Tierra,
reencarnaron los hombres lunares del orden inmediato superior, el segundo
orden y asumieron con la dignidad de reyes divinos la dirección de la
humanidad.
En la cuarta ronda, o sea la actual, vinieron a la Tierra los hombres lunares del
primer orden, los que estaban muy cerca de la meta. Algunos de ellos habían entrado ya en el sendero durante su estancia en
la Luna y no tardaron en lograr el Adeptado y pasaron más allá de la Tierra.
Otros, no tan adelantados, lo alcanzaron posteriormente, esto es, hace unos
cuantos millares de años y son los adeptos de hoy día. Los hombres que actualmente
pertenecen a las subrazas superiores de la humanidad estaban varias etapas tras
ellos, aunque tienen la posibilidad de seguir sus huellas con sólo quererlo.
La evolución a que nos referimos es la del ego o alma humana; pero
también se ha de considerar la evolución del cuerpo.
Las formas
construidas en la primera ronda eran muy
diferentes de cuantas hoy conocemos. En rigor apenas pueden llamarse formas
las plasmadas en el mundo terreno, porque eran
de materia etérea, semejantes a vagas, flotantes y amorfas nubes.
En la segunda
ronda fueron ya concretamente físicas, aunque todavía amorfas y lo bastante
tenues para flotar a merced del viento.
Hasta la tercera
ronda no empezaron a tener las formas algún
parecido con las astrales y los procedimientos de su reproducción en aquellas
primeras etapas eran muy distintos del hoy vigente en la especia humana y
análogo al que hoy se observa en los hongos, algas y otras formas inferiores de
vida. A la sazón era andrógino el hombre y la
separación de sexos no sobrevino hasta el promedio de la tercera ronda. De
entonces acá ha ido evolucionando rápidamente la forma humana en más definidas
líneas, aumentando en compacticidad al par que disminuía la estatura y logrando
mantenerse en posición bípeda en vez de ir agachado o a rastras, en distinción
de las demás formas animales de que por ley del transformismo había
evolucionado la humana. Merece mencionarse una extraña discontinuidad en el proceso de
la evolución de la forma.
En la cuarta ronda
hubo en la Tierra un desvío de la recta marcha evolutiva. Como quiera que la
Tierra es el globo intermedio y también es intermedia la cuarta ronda, señalaban
ambas él punto medio de la evolución y el último instante del período durante
el cual habían podido individualizarse los animales de la cadena lunar. En consecuencia
se dispuso lo conveniente para proporcionar
coyuntura de individualización al mayor número posible de dichos animales y al
efecto se reprodujeron las condiciones de las primera y segunda rondas en vez
de las condiciones de las primera y segunda razas, porque en tiempo oportuno no estaban aquellas atrasadas entidades en
disposición de aprovecharse de las condiciones de las primera y segunda rondas
con cumplida eficacia. Pero con lo que habían adelantado durante la tercera
ronda ya estaban algunos a punto de aprovecharse de dichas condiciones y por lo
tanto quisieron individualizarse antes de que se cerrase la puerta del reino
humano. Desde luego que no alcanzarán muy alto nivel de evolución humana, pero
al menos cuando ingresen en el reino humano de la próxima cadena les será muy
ventajoso el haber tenido esta ligera experiencia de la humana vida. La evolución
terrestre recibió muy poderoso estímulo del eficaz auxilio prestado por el
planeta hermano Venus, que está ahora en la quinta encarnación de su cadena y
en la séptima ronda de tal encarnación de modo que sus habitantes se hallan
vez y media más adelantados que los terrícolas en su evolución. Por lo tanto,
fue excelente idea que por estar ellos mucho más evolucionados se trasladaran a
la Tierra algunos adeptos de la venusta evolución, con objeto de auxiliar a la
humanidad terrestre en aquellos momentos críticos del progreso de la cuarta
raza raíz, cuando se iban a cerrar las puertas del reino humano. A estos
augustos Seres se les ha denominado Señores de la Llama e Hijos de la Ignea
Niebla y contribuyeron maravillosamente a la evolución terrestre. La inteligencia
de que tanto nos engreímos la debemos casi del todo a su presencia, porque en
el natural curso de los sucesos, la próxima quinta ronda había de presidir el
desenvolvimiento de la inteligencia, mientras que en la cuarta ronda actual nos
correspondía tan sólo cultivar las emociones. Por consiguiente, hemos adelantado
muchísimo en el programa que se nos tenía señalado y este adelanto provino
enteramente del auxilio concedido por los grandes Señores de la Llama. La Mayoría de ellos sólo estuvieron con
nosotros durante aquel crítico período de nuestra evolución; unos cuantos
permanecen todavía para desempeñar los altos cargos de la Fraternidad Blanca,
hasta que haya hombres de nuestro ciclo de evolución capaces de relevar en sus
funciones a los augustos visitantes. La evolución que nos aguarda atañe
igualmente a la vida y a la forma, porque en las futuras rondas, al paso que
los egos crezcan en poder; sabiduría y amor, serán de cada vez más bellas sus
formas físicas. En el mundo terrestre hay actualmente hombres de muy diversa
evolución y entre ellos muchos salvajes tan atrasados respecto de los pueblos
cultos que es de todo punto imposible que alcancen su nivel. Posteriormente,
llegaremos en el transcurso de nuestra evolución a un punto en que ya no
podrán convivir los zagueros con los delanteros y será necesario le separación. Este
procedimiento es exactamente análogo al que emplea un catedrático con sus
alumnos. Durante el curso académico los ha preparado a todos para el examen de
prueba y a mediados de curso ya conjetura quiénes saldrán airosos y si hubiere
algunos que de ningún modo pudiesen arrostrar el examen, haría bien en decirles
a medio curso: "Es completamente inútil que prosigáis con vuestros
condiscípulos, porque no entenderíais las cada vez más difíciles restantes
lecciones del programa y os será imposible, en el tiempo que falta, poneros en
condiciones de vencer en el examen. Así es que serían vanos vuestros esfuerzos
y estorbaríais a los demás alumnos de la clase. Por lo tanto, os valdrá mucho
más desistir de esforzaros contra lo imposible y repetir el curso anterior que
no aprendisteis debidamente, para presentaros el año que viene a este examen,
pues entonces os será fácil lo que ahora imposible". Esto mismo se
les dirá a los egos muy atrasados en una futura etapa de nuestra evolución.
Quedarán eliminados del aula en aquel curso académico para repetir la
asignatura en el siguiente. Tal es la "eterna condenación" a que ha
poco nos referíamos. Se calcula que las dos quintas partes de la humanidad quedarán
eliminadas de la actual evolución y las otras tres quintas partes proseguirán
con mayor rapidez hacia su glorioso destino.
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