sábado, 23 de mayo de 2015

CLARIVIDENCIA (Parte 2)

CLARIVIDENCIA
 Leadbeater
 
(Parte 2)

En el plano búdico nos encontramos por primera vez con una nueva facultad que no tiene nada de común con aquellas de que nos hemos ocupado, pues allí el hombre conoce los objetos de un modo completamente distinto, en el cual no toman parte las vibraciones externas. El objeto se convierte en una parte de sí mismo, y lo estudia desde dentro en lugar de desde fuera. Pero con este poder no está relacionada la clarividencia ordinaria.

El desarrollo, ya sea completo o parcial de cualquiera de estas facultades, se halla bajo nuestra definición de la clarividencia -el poder de ver lo que está oculto a la vista física ordinaria-. Pero esta facultad puede desenvolverse de varios modos, y convendría decir algunas palabras acerca de ellos.

Presumimos que si fuera posible que un hombre viviese aislado, durante su evolución, de todo lo que no fuera las influencias externas más apacibles, y que se desenvolviese desde un principio de un modo perfectamente regular y normal, desarrollaría también sus sentidos con regularidad. Sus ojos físicos extenderían gradualmente su campo de acción hasta llegar a responder a todas las vibraciones físicas, tanto de la materia densa como de la etérica; después, en serie ordenada, vendría la sensibilidad de la parte más grosera del plano astral, a la que pronto sucedería la más fina, hasta que a su debido tiempo la facultad devachánica se presentaría a su vez.

En la vida real, sin embargo, apenas se conoce semejante desarrollo regular, y muchos hombres tienen a veces vislumbres de la conciencia astral, sin haber poseído jamás la visión etérica. y esta irregularidad en el desarrollo es una de las causas principales de la extraordinaria propensión al error en asuntos de clarividencia; propensión que no hay medio de evadir sino por un largo curso de cuidadosos ejercicios bajo la dirección de un maestro experto.

Los estudiantes de la literatura teosófica saben muy bien que existen tales maestros; que aun en este materialista siglo es todavía verdad el antiguo dicho de que «cuando el discípulo está pronto, el Maestro lo está también», y que «en el templo del saber, cuando sea capaz de entrar en él, el discípulo encontrará siempre a su Maestro». También saben que sólo con un guía así puede un hombre desarrollar sus poderes latentes sin peligro y con seguridad, pues saben cuán fatalmente fácil es que el clarividente inexperto se engañe respecto del sentido y valor de lo que ve, o que desnaturalice por completo su visión al transportarla a la conciencia física.

No se sigue de esto que el discípulo que recibe una instrucción regular en el uso de los poderes ocultos, vea éstos desenvolverse exactamente del modo ordenado que antes hemos indicado como ideal probable. Su progreso anterior puede que no haya sido de naturaleza tal que sea esta senda la más fácil o deseable para él; pero en todo caso se halla entre las manos de alguien perfectamente competente para guiarle en su desenvolvimiento espiritual, y se apoya en la firme seguridad de que el camino por donde le llevan debe ser el que más le conviene.

Otra gran ventaja que adquiere, es que dominará definidamente cualquiera facultad que obtenga, la cual podrá usar por completo y constantemente siempre que la necesite para su obra teosófica; al paso que si se trata de un hombre inexperto, semejantes poderes sólo se manifiestan de un modo muy parcial y espasmódico; y van y vienen aparentemente según quieren.
Puede objetarse, con razón, que si la clarividencia es, como se ha dicho, parte del desarrollo oculto de un hombre, y por tanto una señal de cierto progreso en esta senda, parece extraño que sea a menudo propiedad de gentes primitivas o de personas ignorantes e incultas entre nosotros, que evidentemente son muy poco desarrolladas desde cualquier punto de vista que se las considere. No hay duda que esto es sorprendente a primera vista; pero el hecho es que la sensibilidad del hombre primitivo, vulgar ignorante, no es, en realidad, lo mismo que la facultad del individuo debidamente educado, ni tampoco la ha adquirido del mismo modo.

Una explicación exacta y detallada de esta diferencia nos conduciría a tecnicismos más bien recónditos, pero quizá pueda obtenerse una idea general de la distinción entre ambos, con un ejemplo tomado del plano más ínfimo de la clarividencia en muy próximo contacto con el físico denso. El doble etérico del hombre está en estrechísima relación con su sistema nervioso; y cualquier clase de acción en uno de ellos, reacciona inmediatamente en el otro. Ahora bien: en la aparición esporádica de la vida etérica en el hombre primitivo, ya sea del África Central o de la Europa Occidental, se ha observado que la alteración nerviosa correspondiente se halla casi por completo en el sistema simpático, y que todo el asunto está fuera del dominio del individuo; es, en una palabra, una especie de sensación maciza que pertenece vagamente a todo el cuerpo etérico, más bien que una percepción definida y exacta de los sentidos comunicada por un órgano especial.
Como en las razas ulteriores y en un desarrollo más elevado, las energías del hombre toman una parte cada vez mayor en la evolución de las facultades mentales, esta sensibilidad vaga desaparece generalmente; pero más tarde aún, cuando el hombre espiritual principia a desenvolverse, vuelve a obtener su poder de clarividencia. Esta vez, sin embargo, la facultad es precisa y exacta, bajo el dominio de la voluntad del hombre, y ejercida por medio de un órgano definido; siendo de notar que cualquiera acción nerviosa en simpatía con él, se encuentra ahora casi exclusivamente en el sistema cerebroespinal.

Algunas veces suele suceder que le sobrevienen al hombre de elevada cultura y de mente espiritual, ráfagas de clarividencia, aun cuando no haya oído jamás cosa alguna acerca de la posibilidad de ejercitar semejante facultad. En este caso, tales ráfagas significan generalmente que se está aproximando a ese estado de su evolución en que estos poderes empiezan a manifestarse naturalmente, y su aparición debe servir como un estimulo más para esforzarse en sostenerse en la senda elevada de la pureza moral y equilibrio mental, sin los cuales la clarividencia es más bien una maldición que no una dicha para su poseedor. .

Entre los que son completamente insensibles y los que se hallan en posesión del poder clarividente, hay muchos grados intermedios. Entre ellos merece alguna atención ese grado en que el individuo, aunque carece de la facultad de la clarividencia en la vida ordinaria, la exhibe, sin embargo, más o menos completa, bajo la influencia del magnetismo. Este es un caso en el cual la naturaleza psíquica es ya sensible, pero en el que la conciencia no es todavía capaz de funcionar en ella en medio de las múltiples distracciones de la vida física. Necesita ponerse en libertad por la impresión temporal de los sentidos externos en el sueño magnético, antes de que pueda usar las facultades más divinas que precisamente principien a alborear en ella. Por supuesto, aun en el sueño magnético hay innumerables grados de lucidez, desde el sujeto ordinario sin inteligencia alguna, hasta el hombre cuyo poder de visión se halla por completo bajo el dominio del operador, quien puede dirigirlo adonde quiere, o hasta el grado todavía más avanzado en el cual, cuando la conciencia está libre, se escapa por completo del poder del magnetizador y se eleva a campos de visión exaltada en donde se halla completamente fuera de su alcance.

Otro paso en la misma senda es aquel en que no es necesaria una supresión tan perfecta de lo físico, como la que tiene lugar en el sueño hipnótico, sino que la facultad de la vista supranormal, aunque no se manifiesta durante el estado de vigilia, se hace posible cuando el cuerpo se encuentra entregado al sueño ordinario. En este estado de desarrollo estaban muchos de los profetas y videntes de quienes leemos que fueron «avisados por Dios en un sueño», o que se comunicaban con seres mucho más elevados que ellos en las silenciosas vigilias de la noche.

La gente más culta de las razas evolucionadas, posee hasta cierto punto este desarrollo, esto es, los sentidos del cuerpo astral se hallan en completa actividad y son perfectamente capaces de recibir impresiones de objetos y entidades de su propio plano.
Mas para que este hecho les sea de algún modo útil aquí abajo en el cuerpo físico, son necesarios, generalmente, dos cambios:
primero, que el ego sea despertado a las realidades de aquel plano e inducido a salir de la crisálida formada por sus propios pensamientos del estado de vigilia, y mire a su alrededor para observar y aprender; y
segundo, que la conciencia se conserve de tal modo a la vuelta del ego al cuerpo físico, que pueda imprimir en su cerebro físico el recuerdo de lo que ha visto o aprendido.

Si ha tenido lugar el primero de estos cambios, entonces el segundo tiene poca importancia, toda vez que el ego, el hombre verdadero, podrá aprovecharse de lo que aprenda en aquel plano, aun cuando no tenga la satisfacción de aportar a la vida física ningún recuerdo de ello.

Los estudiantes preguntan a menudo cómo empezará a manifestarse en ellos por primera vez esta facultad de la clarividencia; cómo pueden conocer cuándo han alcanzado el estado en el cual principien a ser visibles las primeras vagas manifestaciones. Los casos difieren de tal modo, que es imposible dar a esta pregunta una respuesta que sea universalmente aplicable.

-Algunos principian, por decirlo así, por una zambullida, y bajo un estímulo anormal pueden en aquel preciso momento ver alguna visión sorprendente; y muy a menudo, en este caso, dado que la experiencia no se repite, el vidente llega con el tiempo a creer que ha debido ser víctima de una alucinación.
- Otros principian por tornarse conscientes, pero con intermitencias, de los brillantes colores y vibraciones del aura humana; otros se aperciben de que con frecuencia cada vez mayor ven y oyen algo para lo que están ciegos y sordos los demás;
-otros, también, ven caras, paisajes o nubes de colores flotando en la oscuridad antes de dormirse, al paso qué quizá la experiencia más común de todas, es aquella de los que principien a recordar con más y más claridad lo que han visto y oído en otros planos durante el sueño.

Habiendo, hasta cierto punto, despejado las nebulosidades del asunto, podemos pasar a considerar los diversos fenómenos de la clarividencia bajo las tres denominaciones que hemos mencionado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario