CLARIVIDENCIA
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(Parte 5)
CLARIVIDENCIA EN EL ESPACIO
Hemos definido ésta como la facultad de ver sucesos o
escenas a distancia del vidente y demasiado alejadas para la observación
ordinaria. Los ejemplos de esto son tan
numerosos y diversos, que consideramos conveniente intentar una clasificación
de ellos algún tanto más detallada. No importa gran cosa el orden que
adoptemos, siempre que sea suficientemente inteligible y comprenda todos los
casos; quizá sea
conveniente el agruparlos bajo las dos grandes clasificaciones de clarividencia
intencional y clarividencia no intencional en el espacio, con una clase
intermedia que pudiera denominarse como semiintencional, título curioso que explicaremos más tarde.
Como antes, principiaré por exponer lo que es posible
para el clarividente ejercitado, y trataré de explicar cómo funciona su
facultad y bajo qué limitaciones actúa.
Después de esto nos encontraremos en mejor situación
para tratar de comprender los múltiples ejemplos de clarividencia parcial y no
ejercitada. Discutamos, pues, en primer término la Clarividencia Intencional
Clarividencia intencional
Claro es, por lo que ya hemos manifestado acerca del
poder de la
visión astral, que cualquiera que la posea por completo, podrá ver por su medio
prácticamente todo lo que desee ver en este mundo. Los sitios más
secretos están abiertos a su mirada, y los obstáculos no existen para él, por
razón del cambio de su punto de vista; de modo que si le concedemos el poder de
moverse libremente en su cuerpo astral, puede sin dificultad alguna ir a todas
partes y verlo todo dentro de los límites del planeta. A la verdad esto le es
en gran parte posible, aun sin necesidad de viajar en el cuerpo astral, como
veremos pronto.
Consideremos más de cerca los métodos por los cuales
puede usarse esta vista suprafísica para observar sucesos que se verifican a
distancia. Cuando, por ejemplo, un hombre aquí en Europa ve en sus menores
detalles algo que está pasando en aquel momento en la India o en América, ¿cómo se verifica esto?
Se ha presentado una hipótesis muy ingeniosa para
explicar el fenómeno. Se ha dicho que todos los objetos irradian constantemente
en todas direcciones, al modo que los cuerpos luminosos lanzan rayos de luz,
aunque en forma más sutil, y que la clarividencia no es otra cosa que la
facultad de ver por medio de estas irradiaciones más finas. La distancia, en
este caso, no sería obstáculo para la vista; todos los objetos intermedios
serían penetrables por estos rayos, y podrían cruzarse entre sí hasta lo
infinito en todas direcciones sin confundirse, precisamente como sucede con las
vibraciones de la luz ordinaria.
Ahora bien, aunque no es este exactamente el modo como
funciona la clarividencia, la teoría es, sin embargo, muy verdadera en la mayor
parte de sus premisas. Todos los objetos, indudablemente, arrojan radiaciones
en todos sentidos; y justamente de esta manera, aunque en un plano más elevado,
es cómo se forman los anales akáshicos. Sobre ellos es necesario que digamos
algo más adelante, y así ahora no hacemos más que mencionarlos. Los fenómenos
de psicometría dependen también de estas radiaciones, como se explicará
seguidamente.
Existe, sin embargo,
ciertas dificultades prácticas en el uso de estas vibraciones etéricas (pues
esto es, por supuesto, lo que son), como medio para ver algo que tiene lugar a
distancia. Los objetos intermedios no son por completo transparentes; y como
los actores de la escena que el experimentador tratase de observar, serían, sin
duda, igualmente transparentes, es claro que de todo ello resultaría gran confusión.
La dimensión adicional que entra
en juego, si en lugar de las radiaciones etéricas se perciben las astrales,
haría desaparecer algunas de las dificultades; pero por otra parte
introducirían algunas complicaciones que le son propias; así, pues, para
objetos prácticos, al tratar de comprender la clarividencia, podemos desterrar
esta hipótesis de nuestra mente, y ocupamos de los métodos que están en
realidad a disposición del estudiante. Se verá que hay cinco, siendo cuatro de
ellos realmente variedades de la clarividencia, al paso que el quinto no tiene
en modo alguno sitio bajo la denominación de que tratamos, sino que pertenece
al dominio de la magia. Nos ocuparemos primero de este último, a fin de
descartamos de él.
Por la ayuda de un espíritu de la
naturaleza.
Este método no envuelve necesariamente la posesión de
ninguna facultad psíquica de parte del experimentador, bástale saber cómo
inducir a algún habitante del mundo astral a hacer la investigación por él.
Esto puede hacerse bien por invocación o por evocación; esto es, el operador
puede persuadir a su coadjutor astral a ayudarle por medio de ruegos u ofertas,
o bien puede obligarle a prestar su ayuda por el ejercicio determinado de una
voluntad altamente desarrollada.
Este método ha sido
muy usado en Oriente, donde la entidad empleada es usualmente un espíritu de la
naturaleza, y en la antigua Atlántida, donde «los señores de la oscura faz»
empleaban una variedad altamente especial y muy venenosa de elementales
artificiales con tal objeto.
De un modo semejante
se obtienen informaciones en nuestras modernas sesiones espiritistas; pero en este caso el
mensajero empleado es mucho más probable que sea algún ser humano recientemente
fallecido, y que se encuentre actuando en el plano astral más o menos
libremente, aunque también suele suceder que sea algún servicial espíritu de la
naturaleza que se divierta haciendo el papel de un pariente difunto. En todo
caso, según he dicho ya, este método no tiene nada de clarividente, sino de
mágico, y sólo se menciona aquí para evitar que el lector se confunda al tratar
de clasificar casos
de esta índole,
bajo las denominaciones que seguirán.
Por medio de una corriente astral
Esta es una frase que se usa con frecuencia, y no
siempre con propiedad, en parte de nuestra literatura teosófica, para
determinar una diversidad considerable de fenómenos, y entre ellos el que
intento explicar. Lo que en realidad
hace el estudiante que adopta este método, no es poner en acción una corriente
en la materia astral, sino más bien construir a través de ella un teléfono temporal.
Es imposible poder dar en este trabajo un tratado
completo de física astral, aunque tuviese conocimientos para ello; basta con
decir que es posible construir en la materia astral una línea conectora
definida que actúe como un hilo telegráfico para conducir vibraciones, por cuyo
medio pueda verse todo lo que pasa en el otro extremo. Semejante línea no se
establece, entiéndase bien, por una proyección directa de materia astral a
través del espacio, sino por una acción sobre una línea (o más bien muchas
líneas) de partículas de esta materia, que las haga capaces de formar un conductor
a propósito para las vibraciones del carácter que se requiere.
Esta acción preliminar puede ejecutarse de dos
maneras:
-ya sea por la transmisión de la energía de partícula
a partícula, hasta que la línea quede formada, -o bien por el uso de una fuerza
desde un plano superior capaz de actuar simultáneamente sobre toda la línea.
Por supuesto, este último método implica un desarrollo
mucho mayor, puesto que envuelve el poder y el conocimiento para el empleo de
fuerzas de un nivel considerablemente superior; de suerte que el hombre que
pudiese construir de este modo una línea, no necesitaría de tal línea, puesto
que podría ver mucho más fácil y perfectamente por medio de una facultad por
todos conceptos más elevada.
De estos dos métodos, aun el más sencillo resulta muy
difícil de describir, por más que sea muy fácil de ejecutar. Puede decirse que participa algún tanto de
la naturaleza de la magnetización de una barra de acero; pues consiste en lo
que pudiera llamarse la polarización, por un esfuerzo de la voluntad, de un
número de líneas paralelas de átomos astrales, que parten desde el operador
hasta la escena que desea observar. Todos los átomos de esta suerte
afectados son mantenidos durante el tiempo de la observación, con sus ejes
rígidamente paralelos entre sí, de manera que forman una especie de tubo
temporal, por el cual mira el clarividente. Este
método tiene la desventaja de que la línea telegráfica puede ser desarreglada y
hasta destruida por cualquier corriente astral, lo bastante fuerte para ello,
que se interponga en su camino; pero
si el esfuerzo original de la voluntad fuese bien definido, entonces sería ésta
una contingencia que sólo raramente ocurriría.
La vista de una escena distante obtenida por medio de
esta «corriente astral», se asemeja, por muchos conceptos, a la que se ve por
medio de un telescopio. Las figuras
humanas aparecen comúnmente muy pequeñas, como las de un escenario distante;
pero a pesar de su pequeñez, son tan claras como si estuvieran al lado de uno.
Algunas veces es
posible por este medio oír lo que se dice igualmente que ver lo que hacen; pero como en la mayor parte de los casos no es esto
lo que sucede, debemos considerarlo más bien como la manifestación de otra
facultad, que no como un corolario indispensable de la clarividencia.
Se observará que en
este caso el vidente no abandona, por regla general, su cuerpo físico, no hay
ninguna clase de proyección de su vehículo astral ni de parte alguna de sí
mismo hacia aquello que está viendo, sino que simplemente se fabrica un
telescopio astral temporal. Por consiguiente, se halla en poder, hasta cierto
punto, del uso de sus facultades físicas, hasta cuando está examinando escenas
distantes; por ejemplo, su voz seguirá, generalmente, bajo su dominio, de
manera que podrá describir lo que vea al mismo tiempo que está haciendo sus
observaciones. La conciencia del hombre, en una palabra, se encuentra clara y
tranquila al extremo de la línea.
Este hecho, sin embargo, tiene sus limitaciones así
como sus ventajas; limitaciones que se parecen también mucho a las que se
encuentran en el uso del telescopio en el plano físico. El experimentador, por ejemplo,
no puede cambiar su punto de vista; su telescopio, por decido así, tiene un campo
particular de visión que no puede agrandarse ni alterarse; ve la escena desde
cierta dirección, y no puede darle vuelta repentinamente para verla desde el
otro lado. Si dispone de suficiente energía psíquica, puede desechar
por completo el telescopio que está usando y fabricar otro totalmente nuevo,
que enfoque el objeto de un modo diferente; pero éste no es un método que tenga
probabilidades de ser puesto en práctica.
Pero, se nos dirá: el solo hecho
de que use la vista astral debiera permitirle ver el objeto por todos lados a
la vez.
Así sería si usase esta vista del modo normal sobre un
objeto bastante cercano, dentro de su alcance astral, por decirlo así; pero a
una distancia de cientos o de miles de millas el caso es muy distinto. La vista astral nos
da la ventaja de una dimensión adicional, pero existe todavía una posición en
esta dimensión, la cual es, naturalmente, un factor potente en la limitación
del uso de los poderes de un plano. Nuestra vista ordinaria de tres dimensiones
nos permite ver desde luego todos los puntos del interior de una, figura de dos
dimensiones, tal como un cuadrado, pero para hacer esto, el cuadro tiene que
estar a una distancia razonable de nuestros ojos; la sola dimensión adicional
puede servir a un hombre en Londres, pero muy poco si trata de examinar un
cuadrado en Calcuta.
La vista astral, al ser dificultada por dirigirla a
través de lo que prácticamente resulta un tubo, se limita de un modo muy
semejante a lo que sucedería con la vista física en las mismas circunstancias;
aunque si se posee a la perfección seguirá demostrando, aun a esta distancia,
las auras, y por tanto, todas las emociones y la mayor parte de los
pensamientos de la gente bajo la observación.
Hay mucha gente
para quien este tipo de clarividencia se les facilita mucho si tienen a mano
algún objeto físico que puedan emplear como punto de partida de su tubo astral,
un foco conveniente para el poder de su voluntad. Una bola de cristal es el más usual y efectivo de
tales focos, pues tiene además la ventaja de poseer en sí cualidades que
estimulan la facultad psíquica; pero también se emplean otros objetos a los
cuales tendremos necesidad de referimos más particularmente cuando lleguemos a
tratar la clarividencia semi-intencional.
Relacionados con esta forma de clarividencia de
corriente astral, así como con otras, vemos que hay algunos psíquicos que no
pueden usarla excepto bajo la influencia del magnetismo. La peculiaridad de
este caso es que entre tales psíquicos hay dos variedades:
-una en la cual, al libertarse de este modo, el hombre
puede hacer un telescopio para sí, y
-otro en que el magnetizador mismo hace el telescopio,
y el sujeto sólo tiene que mirar a través. En este último caso, es claro que el
sujeto no tiene bastante fuerza de voluntad para construir el tubo, y que el
operador, aunque posee la fuerza de voluntad necesaria, no es clarividente,
porque de otro modo podría ver por medio de su propio tubo sin necesidad de
ayuda.
Ocasionalmente, aunque pocas veces, el tubo que se
forma posee otro de los atributos del telescopio -el de aumentar los objetos sobre los que se dirige hasta que parecen
del tamaño natural-. Por supuesto, los objetos tienen que ser siempre
aumentados hasta cierto punto, porque de otro modo serían absolutamente
invisibles; pero por regla general la extensión es determinada por el tamaño
del tubo astral, y toda la cosa es sencillamente un diminuto cuadro vivo. En los pocos casos en que las figuras se ven
de tamaño natural por este método, es probable que sea porque una nueva facultad
esté empezando a mostrarse; pero cuando esto sucede se necesita una
observación muy cuidadosa, a fin de poderlos distinguir de ejemplos de nuestra
próxima clasificación.
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