LAS CARTAS DE LOS
MAHATMAS.
CARTA N°. 13
Carta del Mahatma Morya
a A. P. Sinnett.
Notas sobre
Cosmología. Preguntas seguidas de las respuestas de M. Recibidas en enero de 1882,
en Allahabad.
(1)
Yo concibo que al final de un pralaya el impulso dado por los Dhyan Chohans no
se desarrolla desde el caos en una sucesión de mundos de una manera simultánea,
sino uno después de otro. La comprensión del modo en que cada uno de ellos sale
sucesivamente de su predecesor como consecuencia del impacto producido por el
impulso original, tal vez podría dejarse de lado hasta que yo esté capacitado
para comprender el funcionamiento de todo el mecanismo —el ciclo de mundos—
después que todas sus partes han llegado a la existencia.
(1) Muy bien concebido.
Nada en la naturaleza llega a la existencia de
una manera repentina; todo está sujeto a la misma ley de evolución gradual.
Comprenda de una vez el proceso del moho. (?) ciclo
de una esfera y los habrá comprendido todos.
Un hombre nace como
otro hombre, una raza evoluciona,
se desarrolla y
declina como otra y como todas las demás razas.
La
naturaleza sigue el mismo procedimiento, desde la "creación" de un
universo hasta la de un mosquito. Al estudiar la cosmogonía esotérica no pierda de
vista la visión espiritual del proceso fisiológico del nacimiento humano;
proceda desde la causa al efecto estableciendo, a medida que vaya avanzando,
analogías entre el nacimiento de un hombre y el de un mundo.
En nuestra doctrina
descubrirá usted que es necesario el método de sintetización; usted tendrá que
abarcar el conjunto —es decir, unir el macrocosmos con el microcosmos— antes de
que esté capacitado para estudiar por separado cada parte, o antes de
analizarlas provechosamente para su comprensión. La
cosmología es la fisiología del universo espiritualizado porque no existe más
que una ley.
(2)
Teniendo en cuenta la mitad de un período de actividad entre dos pralayas, es
decir, la actividad de un manvántara, —según yo entiendo, lo que ocurre es esto:
Los
átomos se polarizan en la región más elevada de la emanación espiritual desde
detrás del velo de la materia cósmica primaria. El impulso magnético que ha
llevado a cabo este proceso pasa raudo desde una forma mineral a otra, dentro
de la primera esfera, hasta que, al haber recorrido ya la ronda de la
existencia en ese reino de la primera esfera desciende, siguiendo una corriente
de atracción, a la segunda esfera.
(2) Estos átomos se
polarizan durante el proceso de movimiento y son impulsados a la acción por la
Fuerza irresistible. En Cosmogonía y en el
trabajo de la naturaleza, lo positivo y lo negativo, o las fuerzas activas y
las pasivas, corresponden a los principios masculino y femenino. La "emanación espiritual" de la que
usted habla no llega de "detrás del velo", sino que es la simiente
masculina cayendo en el velo de la materia cósmica. El principio activo es atraído
por el principio pasivo y la Gran Nag, la serpiente —emblema de la eternidad—
atrae su cola hacia su propia boca, formando con ello un círculo (ciclos en la
eternidad), en esta incesante persecución de lo negativo por lo positivo. De
aquí el emblema del lingam, el falo y el kteis. El único y principal atributo
del principio espiritual universal —el dador de vida, inconsciente pero siempre
activo— es el expandirse y derramarse; el atributo del principio material
universal es unirse y fecundar. Inconscientes y no existentes por separado, se convierten
en conciencia y vida cuando se reúnen. De ahí, pues, la palabra Brahma, de la
raíz "brih" del sánscrito, para indicar "expandirse, crecer o
fructificar", no siendo Brahma más que la
fuerza "expansiva" vivificadora de la naturaleza en su eterna
evolución.
(3)
¿Se interponen los mundos de los efectos entre los mundos de actividad en las
series descendentes?
(3) Los mundos de los efectos no son lokas o lugares.
Son la sombra del mundo de las causas, sus almas —mundos que, al igual que los
hombres, poseen sus siete principios que se desarrollan y crecen
simultáneamente con el cuerpo.
Así, el cuerpo del
hombre está unido y permanece para siempre en el cuerpo de su planeta; su
principio vital individual,
el jivatma, aquello
que en fisiología se llama tendencias animales retorna, después de la muerte, a
su origen —Fohat;
su linga shariram
quedará absorbido en el Akasa;
su Kamarupa se
mezclará de nuevo con el Sakti Universal —la Fuerza de Voluntad, o energía
universal; su "alma animal", que tomó prestada del aliento de la
Mente Universal, revertirá a los Dhyan Chohans;
su sexto principio,
ya sea atraído o rechazado por la matriz del Gran Principio Pasivo, debe permanecer
en su propia esfera,—sea como parte de la materia bruta sea como una entidad individualizada,
para renacer en un mundo superior de causas.
El Séptimo le hará
dejar el Devachán y seguir al nuevo Ego a su lugar de renacimiento....
(4)
El impulso magnético que no puede ser concebido todavía como una individualidad
— entra en la segunda esfera en el mismo reino (el mineral) al cual perteneció
en la esfera I, y sigue allí la ronda de encarnaciones minerales, pasando luego
a la esfera III. Para él, nuestra tierra es todavía una esfera de necesidad. De
ahí pasa a la serie ascendente y, desde la más elevada de estas esferas, entra
en el reino vegetal de la esfera I.
Sin
recibir ningún nuevo impulso de fuerza creadora que venga de lo alto, su
carrera alrededor del ciclo de mundos como principio mineral ha desarrollado
algunas nuevas atracciones o polarización que le lleva a asumir la forma
vegetal más inferior; en formas vegetales pasa sucesivamente a través del ciclo
de mundos, siendo todavía toda la existencia un círculo de necesidad (ya que
aún no se le puede atribuir ninguna responsabilidad a una individualidad inconsciente
y, por lo tanto, en ninguna etapa de su progreso no puede hacer nada por
escoger uno u otro de los senderos divergentes). ¿O es que hay algo, incluso en
la vida de un vegetal que, aún sin responsabilidad, pueda hacerlo ascender o
descender en esta etapa crítica de su progreso?
Al
haber completado todo el ciclo como vegetal, la individualidad en desarrollo se
expande en el circuito siguiente como forma animal.
(4) La evolución de los mundos no puede ser
considerada aparte de la evolución de todo lo creado, o que tenga existencia en
estos mundos. Los conceptos que usted admite en cosmogonía —tanto desde el
punto de vista teológico como científico— no le capacitan para resolver ni un
solo problema antropológico, ni siquiera étnico, y son un obstáculo para usted cuando
se trata de resolver el problema de las razas en este planeta. Cuando una persona
empieza a hablar de la creación y del origen del hombre, se da de cabeza contra
los hechos una y otra vez. Siga diciendo:
"Nuestro
planeta y el hombre fueron creados" —y se encontrará usted luchando
siempre contra hechos incontestables, perdiendo el tiempo analizando detalles
triviales, incapaz de comprender el conjunto. Pero una vez que se admite que
nuestro planeta y nosotros mismos no somos más creaciones que el iceberg que
tengo delante de mí (en casa de nuestro K.H.), y que tanto el planeta como el hombre
son estados, durante un tiempo determinado, y que su apariencia actual
—geológica y antropológica— es transitoria y es sólo una condición en consonancia
con esa etapa de evolución a la cual han llegado en el ciclo descendente, todo resultará
claro.
Usted
comprenderá fácilmente lo que se quiere decir con el "solo y único" elemento
o principio en el universo, siendo éste andrógino: la serpiente de siete
cabezas, la Ananta de Vishnú, la Nag alrededor de Buddha, el gran dragón de la
eternidad mordiendo con su cabeza activa su cola pasiva, de cuyas emanaciones
nacen los mundos, los seres y las cosas. Comprenderá fácilmente la razón de por
qué el primer filósofo proclamó que TODO es Maya, excepto ese principio único
que sólo descansa durante los maha-pralayas, "las noches de
Brahm"....
Ahora, piense en el
despertar de Nag. Exhala un denso aliento que es enviado como una sacudida
eléctrica a todo lo largo del alambre conductor que circunda el Espacio. Vaya
hasta su piano y ejecute en el registro de las teclas más graves siete notas de
la octava más baja — en escala ascendente y descendente. Comience pianissimo,
en crescendo desde la primera nota, y pulsando fortissimo en la última nota, la
más grave, retroceda al principio disminuyendo, obteniendo de su última nota un
sonido a duras penas perceptible— "morendo pianissimo"(como lo he
descubierto, por suerte y para mi conocimiento, impreso en una de las piezas musicales
guardadas en el viejo baúl de K.H.). Las notas primera y última representarán
para usted la primera y la última esferas en el ciclo de la evolución — ¡las
más elevadas!— y la que usted pulsa una vez es nuestro planeta. Ahora, recuerde
que tiene que invertir el orden en el piano: empiece con la séptima nota, no
con la primera. Las siete vocales que entonaban los sacerdotes egipcios a los
siete rayos del sol naciente, a las cuales respondía Mennon, no significan sino
eso. El Principio-Vida único cuando está en acción se mueve en circuitos, como
incluso la misma ciencia física sabe. Recorre la ronda en el cuerpo humano,
donde la cabeza representa y es al Macrocosmos (el mundo físico de la materia)
lo que la cima del ciclo es para el Microcosmos (el mundo de las Fuerzas
espirituales universales); y lo mismo ocurre con la formación de los mundos y
el gran "círculo de necesidad" descendente y ascendente. Todo es una
misma Ley. El hombre posee sus siete
principios, cuyos gérmenes lleva consigo al nacer. Así también los tiene un
planeta o un mundo. Desde la primera a la última esfera, cada una de ellas
tiene su mundo de efectos, y el paso por ellos proporcionará un lugar de reposo
final a cada uno de los principios humanos, exceptuando el séptimo.
Nace el mundo "A"
y con él, y adheridos como lapas al casco de un buque en movimiento, los seres
vivientes de su atmósfera evolucionan desde su primer aliento de vida, desde
los gérmenes hasta entonces inertes despertando ahora a la vida con el primer
movimiento de la esfera.
Con la esfera
"A" comienza el reino mineral, y recorre la ronda de la evolución
mineral.
Cuando esto se ha
completado, la esfera "B" se vuelve objetiva y atrae hacia ella la
vida que ya ha completado su ronda en la esfera "A" y se ha
convertido en un excedente (al ser inagotable la fuente de vida, porque es la
verdadera Aracne ((Mitol.) Mujer de
Lidia que osó retar a la diosa Atenea.) condenada a tejer eternamente su tela de araña
—excepto en los períodos de pralaya).
Luego viene la vida
vegetal en la esfera A, y tiene lugar el mismo proceso. En su curso
descendente, la "vida" se va volviendo cada vez más tosca, más
material; y más incorpórea cada vez, en cada etapa de curso ascendente. No, no
existe ni puede existir ninguna responsabilidad hasta el momento en que el
espíritu y la materia están debidamente equilibrados.
Hasta llegar al
hombre, la "vida" no tiene responsabilidad en ninguna de sus formas;
no más de la que tiene el feto que, en el seno materno pasa por todas las
formas de la vida como mineral, vegetal y animal, para convertirse finalmente
en Hombre.
(5)
¿De dónde obtiene el alma animal su quinto principio? ¿Acaso la potencialidad
de éste ha estado desde el comienzo en el impulso magnético original que
constituyó el mineral, o bien el alma animal, en cada transición desde el
último mundo en el lado ascendente hacia la esfera número I atraviesa, por así
decirlo, un océano espiritual y asimila algún nuevo principio?
(5) Como usted ha
visto, el quinto principio del hombre se desarrolla en su interior, al poseer el
hombre, tal como usted muy bien dice, "la potencialidad" de los siete
principios en germen, desde el mismo instante en que aparece en el primer mundo
de causas como un aliento intangible que se coagula y se solidifica juntamente
con la esfera madre.
El espíritu o VIDA
es indivisible. Y cuando hablamos del séptimo
principio no es la cualidad ni la cantidad, ni siquiera la forma lo que queremos
señalar, sino más bien el espacio ocupado en ese océano del espíritu por los
resultados o efectos — (benéficos como son todos los de un colaborador de
la naturaleza) — impresos en él.
(6)
Desde la forma animal (no humana) más elevada en la Esfera I — ¿cómo se llega a la esfera II? Es inconcebible que
se pueda descender a la forma animal más inferior de esa esfera, pero, de otro
modo, ¿cómo se puede atravesar todo el círculo de vida en cada planeta de
turno?
Si
recorre su ciclo en espiral (es decir, si pasa de la forma 1 de la esfera I, a
la forma 1 de la esfera II, etc. —luego a la forma 2 de la esfera I, II, III,
etc., y luego a la forma 3 de la esfera... enésima) entonces, a mí me parece
que se debe aplicar la misma regla a las individualidades minerales y vegetales
(si las tienen), y sin embargo, algunas cosas que se me han dicho parecen
militar en contra de eso. (Expóngalas y serán contestadas y aclaradas.) Sin
embargo, por el momento, debo trabajar sobre esa hipótesis.
(Habiendo
ya agotado el ciclo en la forma animal más elevada, el alma animal, en la
siguiente inmersión en el océano del espíritu, adquiere el séptimo principio,
que la dota con el sexto.
Esto
determina su futuro en la Tierra y al término de su vida terrena posee
suficiente vitalidad para mantener una atracción propia para el séptimo
principio, o bien la pierde y deja de existir como entidad separada. Todo esto
está mal interpretado.)
El
séptimo principio está siempre allí, como una fuerza latente en cada uno de los
principios —incluso en el cuerpo. Como el Todo macrocósmico, este principio
está presente incluso en la esfera más inferior, si bien no existe allí nada
que pueda comparársele.
(6) ¿Por qué
"inconcebible"? Al no ser responsable la forma animal más elevada de
la esfera I o "A", no hay degradación para la individualidad en
sumergirse en la II o "V", como lo más infinitesimal de esa esfera.
Mientras tanto, en su curso ascendente, como ya se le dijo, el hombre descubre
que allí incluso la forma animal más inferior es más elevada de lo que era él mismo
en la Tierra.
¿Cómo sabe usted
que los hombres y los animales —e incluso la vida en su etapa incipiente, no
son mil veces superiores allí de lo que son aquí? Además, cada reino (y nosotros tenemos siete —mientras que ustedes sólo
tienen tres) está subdividido en siete grados o clases.
El
hombre (físicamente) es un compuesto de todos los reinos y, espiritualmente —su
individualidad no es peor por estar encerrada en el cuerpo de una hormiga de lo
que lo es por estar dentro de un rey.
No es la envoltura
externa o física la que deshonra y contamina los cinco principios, sino la
perversidad mental.
Por lo tanto, no es
más que en la cuarta ronda, cuando llega a la plena posesión de su energía
kámica y ha madurado completamente, que el
hombre se vuelve plenamente responsable y cuando en la sexta puede convertirse
en un Buddha, y en la séptima, antes del Pralaya, en un "Dhyan
Chohan".
El mineral, el
vegetal, el animal-hombre, todos tienen que recorrer sus siete rondas durante
el período de actividad de la tierra —el Maha-Yug. No entraré aquí en detalles
de la evolución mineral y vegetal, sino que sólo me referiré al hombre, o
animal-hombre.
El comienza su descenso
como una simple entidad espiritual —un
séptimo principio inconsciente (un Parabrahm en contraposición a Para-parabrahm)
— con los gérmenes de los otros seis principios latentes y dormidos en él. Al ir adquiriendo solidez en cada esfera —cuando
sus seis principios pasan por los mundos de los efectos, y su forma externa por
los mundos de las causas (para esos mundos o etapas del lado descendente
nosotros tenemos otros nombres) — cuando el hombre alcanza nuestro planeta es
tan sólo un espléndido haz luminoso en una esfera que, en sí, todavía es pura e
inmaculada (porque la humanidad y todas las cosas vivas del planeta
aumentan su materialidad con la del planeta).
Nuestro globo, en
esa etapa es como la cabeza de un recién nacido —blanda y con rasgos
indefinidos— y el hombre es un Adán antes de que el soplo de vida le sea
insuflado en sus narices, (parafraseando vuestras embrolladas Escrituras, a fin
de que me comprenda usted mejor).
Para el hombre y
para la naturaleza (de nuestro planeta), es el primer día (vea la tergiversada
tradición de su Biblia.)
El hombre nº 1 hace
su aparición en el ápice del círculo de las esferas, en la esfera nº 1, después
de haber completado las siete rondas o períodos de los dos reinos (conocidos de
usted), y por eso se dice que el hombre fue creado en el octavo día (vea la Biblia, capítulo II; fíjese en los versículos
5 y 6 y piense en lo que quiere decir allí el término niebla —y en el versículo
7, donde la LEY, la gran modeladora universal es calificada como
"Dios" por cristianos y judíos, y entendida como Evolución por los
Kabalistas.)
Durante esta
primera ronda, el "hombre animal", como usted dice, recorre su ciclo
en una espiral. En el arco descendente —de donde él parte después de haber
completado la séptima ronda de vida animal en sus propias siete rondas
individuales— tiene que entrar en cada esfera, no como un animal inferior, tal
como usted lo entiende, sino como un hombre inferior, puesto que durante el
ciclo que precedió a su ronda como hombre, él la recorrió como el tipo de
animal más superior. Vuestro "Señor Dios",
dice la Biblia, Capítulo I, versículos 25 y 26, después de haberlo creado todo,
dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen", etc. y creó al hombre — ¡como
un antropoide andrógino' (extinguido en nuestro planeta), el más superior en
inteligencia del reino animal y cuyos descendientes encuentra usted en los
antropoidea de hoy. ¿Negará usted la posibilidad al antropoide más superior
de que en la próxima esfera tenga una inteligencia superior a la de algunos
hombres inferiores en ésta —los salvajes, por ejemplo los pigmeos africanos y nuestros
propios Vedd-has de Ceilán?
Pero el hombre no
tiene que pasar por esa "degradación" una vez que ha alcanzado la
cuarta etapa de sus rondas cíclicas. Al igual que las vidas y seres inferiores
durante su primera, segunda y tercera rondas, en tanto que es un compuesto de
materia pura sin responsabilidad y de espíritu puro, (ninguno de ellos contaminado
todavía por la conciencia de sus posibles objetivos y sus aplicaciones) y procedente
de la esfera I, donde ha realizado su séptima ronda local de proceso evolutivo,
desde la clase más inferior de las especies más superiores de —digamos los
antropoides— hasta el hombre rudimentario, éste entra ciertamente en la esfera
nº 2 como un simio (utilizo esta última palabra para su mejor comprensión).
En esta ronda o
etapa, su individualidad está tan dormida en él como la de un feto durante su
período de gestación. No tiene ninguna conciencia
ni ningún sentido, porque empieza como hombre astral rudimentario y aterriza en
nuestro planeta como hombre físico primitivo. Hasta ahí, es un simple
transmisor de movimiento mecánico.
La
volición y la conciencia son, a la vez, auto-determinantes y determinadas por
las causas, y la volición del hombre, su inteligencia y su conciencia, no despertarán
más que cuando su cuarto principio, Kama, esté maduro y finiquitado por sus (sucesivos)
contactos con los Kamas o fuerzas energizadoras de todas las formas por las cuales
ha pasado el hombre en sus tres rondas previas. La presente
humanidad se encuentra en su cuarta ronda (la humanidad como especie o como
clase, no como RAZA, nota bene) del ciclo evolutivo post-praláyico; y al igual
que sus varias razas, las entidades individuales en ellas cumplen
inconscientemente sus ciclos terrenales septenarios locales; de ahí la gran diferencia
en los grados de inteligencia, energía y demás. Ahora bien, a cada
individualidad la acompañará en su arco ascendente la Ley de retribución —el
Karma y la muerte, como corresponde. El hombre
perfecto o la entidad que alcanzó la perfección total (al haber madurado cada
uno de sus siete principios), no volverá a nacer aquí. Su ciclo local terrestre
ha terminado y tiene que proseguir hacia adelante o bien quedar aniquilado como
individualidad. (Las entidades imperfectas tienen que renacer o
reencarnar). (A
propósito, escribiré de nuevo para usted las páginas 345 a 357 del Vol. I de
Isís —muy embrolladas y confundidas por Olcott, ¡que pensó que las estaba
mejorando!)
En su quinta ronda,
después de un Nirvana parcial, cuando se haya alcanzado el cénit del gran
ciclo, a partir de ese momento, estas entidades serán responsables en su
descenso de esfera en esfera, ya que tendrán que aparecer en esta Tierra como
una raza todavía más perfecta y más intelectual. Este curso descendente no ha
comenzado aún, pero comenzará pronto. Sólo que, cuántos, ¡oh, cuántos, quedarán
aniquilados en el camino!
Lo dicho antes es
la regla. Los Buddhas y los Avatars son la excepción ya que, ciertamente, algunos
Avatars aún se han quedado con nosotros en la tierra.
(7)
El alma animal, al haber perdido, por así decirlo, en las sucesivas etapas
alrededor del ciclo, el ímpetu que previamente la empujaba más allá, en el
sendero divergente de descenso que la lanza de golpe aquí, cae en el mundo
inferior en el ciclo relativamente corto en el cual se desvanece su
individualidad.
Pero
esto ocurriría solamente en el caso del alma animal que en su unión con el
espíritu no hubiera desarrollado un sexto principio duradero. Si lo hubiera
hecho y si el sexto principio, atrayendo hacia sí la individualidad del hombre
completo, hubiera deteriorado el quinto principio inferior, —como la flor del
áloe, que cuando abre sus pétalos marchita sus hojas— entonces, el alma animal
no tendría la suficiente cohesión para entrar en otra existencia en un mundo
inferior y pronto se disiparía en la esfera de atracción de esta tierra.
(7) Reformando sus
conceptos después de lo que dije más arriba, ahora usted lo entenderá mejor.
La
individualidad entera está centrada en los tres principios intermedios, es
decir, el tercero, el cuarto y el quinto. Durante la vida en la tierra ella está centrada
enteramente en el Cuarto, el centro de energía, la volición —la voluntad. El
señor Hume ha aclarado perfectamente la diferencia entre personalidad e
individualidad.
La primera
sobrevive con dificultad —
la segunda, para recorrer con éxito su curso septenario
descendente y ascendente, tiene que asimilar para sí el eterno poder de vida
que reside solamente en el séptimo principio, y luego tiene que reunir los tres
(el cuarto, el quinto y el séptimo) en uno —el sexto. Los que consiguen
hacerlo así se convierten en Buddhas, Dhyan Chohans, etc. El objetivo principal
de nuestros esfuerzos e iniciaciones es alcanzar esta unión mientras estamos
todavía en esta tierra. Aquellos que lo logren no tienen nada que temer durante
las rondas quinta, sexta y séptima. Pero esto no es un misterio. Nuestro amado
K.H. está en camino hacia la meta —la más elevada de todas, tanto en esta
esfera como más allá.
Tengo que
agradecerle a usted todo lo que ha hecho por nuestros dos amigos. Es una deuda
de gratitud que hemos contraído con usted.
M. (Morya)
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