jueves, 7 de mayo de 2015

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS. CARTA N°. 13

LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS.
CARTA N°. 13
Carta del Mahatma Morya a A. P. Sinnett.


Notas sobre Cosmología. Preguntas seguidas de las respuestas de M. Recibidas en enero de 1882, en Allahabad.
(1) Yo concibo que al final de un pralaya el impulso dado por los Dhyan Chohans no se desarrolla desde el caos en una sucesión de mundos de una manera simultánea, sino uno después de otro. La comprensión del modo en que cada uno de ellos sale sucesivamente de su predecesor como consecuencia del impacto producido por el impulso original, tal vez podría dejarse de lado hasta que yo esté capacitado para comprender el funcionamiento de todo el mecanismo —el ciclo de mundos— después que todas sus partes han llegado a la existencia.
(1) Muy bien concebido. Nada en la naturaleza llega a la existencia de una manera repentina; todo está sujeto a la misma ley de evolución gradual. Comprenda de una vez el proceso del moho. (?) ciclo de una esfera y los habrá comprendido todos.
Un hombre nace como otro hombre, una raza evoluciona,
se desarrolla y declina como otra y como todas las demás razas.
La naturaleza sigue el mismo procedimiento, desde la "creación" de un universo hasta la de un mosquito. Al estudiar la cosmogonía esotérica no pierda de vista la visión espiritual del proceso fisiológico del nacimiento humano; proceda desde la causa al efecto estableciendo, a medida que vaya avanzando, analogías entre el nacimiento de un hombre y el de un mundo.
En nuestra doctrina descubrirá usted que es necesario el método de sintetización; usted tendrá que abarcar el conjunto —es decir, unir el macrocosmos con el microcosmos— antes de que esté capacitado para estudiar por separado cada parte, o antes de analizarlas provechosamente para su comprensión. La cosmología es la fisiología del universo espiritualizado porque no existe más que una ley.

(2) Teniendo en cuenta la mitad de un período de actividad entre dos pralayas, es decir, la actividad de un manvántara, —según yo entiendo, lo que ocurre es esto:
Los átomos se polarizan en la región más elevada de la emanación espiritual desde detrás del velo de la materia cósmica primaria. El impulso magnético que ha llevado a cabo este proceso pasa raudo desde una forma mineral a otra, dentro de la primera esfera, hasta que, al haber recorrido ya la ronda de la existencia en ese reino de la primera esfera desciende, siguiendo una corriente de atracción, a la segunda esfera.
(2) Estos átomos se polarizan durante el proceso de movimiento y son impulsados a la acción por la Fuerza irresistible. En Cosmogonía y en el trabajo de la naturaleza, lo positivo y lo negativo, o las fuerzas activas y las pasivas, corresponden a los principios masculino y femenino. La "emanación espiritual" de la que usted habla no llega de "detrás del velo", sino que es la simiente masculina cayendo en el velo de la materia cósmica. El principio activo es atraído por el principio pasivo y la Gran Nag, la serpiente —emblema de la eternidad— atrae su cola hacia su propia boca, formando con ello un círculo (ciclos en la eternidad), en esta incesante persecución de lo negativo por lo positivo. De aquí el emblema del lingam, el falo y el kteis. El único y principal atributo del principio espiritual universal —el dador de vida, inconsciente pero siempre activo— es el expandirse y derramarse; el atributo del principio material universal es unirse y fecundar. Inconscientes y no existentes por separado, se convierten en conciencia y vida cuando se reúnen. De ahí, pues, la palabra Brahma, de la raíz "brih" del sánscrito, para indicar "expandirse, crecer o fructificar", no siendo Brahma más que la fuerza "expansiva" vivificadora de la naturaleza en su eterna evolución.

(3) ¿Se interponen los mundos de los efectos entre los mundos de actividad en las series descendentes?
(3) Los mundos de los efectos no son lokas o lugares. Son la sombra del mundo de las causas, sus almas —mundos que, al igual que los hombres, poseen sus siete principios que se desarrollan y crecen simultáneamente con el cuerpo.
Así, el cuerpo del hombre está unido y permanece para siempre en el cuerpo de su planeta; su principio vital individual,
el jivatma, aquello que en fisiología se llama tendencias animales retorna, después de la muerte, a su origen —Fohat;
su linga shariram quedará absorbido en el Akasa;
su Kamarupa se mezclará de nuevo con el Sakti Universal —la Fuerza de Voluntad, o energía universal; su "alma animal", que tomó prestada del aliento de la Mente Universal, revertirá a los Dhyan Chohans;
su sexto principio, ya sea atraído o rechazado por la matriz del Gran Principio Pasivo, debe permanecer en su propia esfera,—sea como parte de la materia bruta sea como una entidad individualizada, para renacer en un mundo superior de causas.
El Séptimo le hará dejar el Devachán y seguir al nuevo Ego a su lugar de renacimiento....

(4) El impulso magnético que no puede ser concebido todavía como una individualidad — entra en la segunda esfera en el mismo reino (el mineral) al cual perteneció en la esfera I, y sigue allí la ronda de encarnaciones minerales, pasando luego a la esfera III. Para él, nuestra tierra es todavía una esfera de necesidad. De ahí pasa a la serie ascendente y, desde la más elevada de estas esferas, entra en el reino vegetal de la esfera I.
Sin recibir ningún nuevo impulso de fuerza creadora que venga de lo alto, su carrera alrededor del ciclo de mundos como principio mineral ha desarrollado algunas nuevas atracciones o polarización que le lleva a asumir la forma vegetal más inferior; en formas vegetales pasa sucesivamente a través del ciclo de mundos, siendo todavía toda la existencia un círculo de necesidad (ya que aún no se le puede atribuir ninguna responsabilidad a una individualidad inconsciente y, por lo tanto, en ninguna etapa de su progreso no puede hacer nada por escoger uno u otro de los senderos divergentes). ¿O es que hay algo, incluso en la vida de un vegetal que, aún sin responsabilidad, pueda hacerlo ascender o descender en esta etapa crítica de su progreso?
Al haber completado todo el ciclo como vegetal, la individualidad en desarrollo se expande en el circuito siguiente como forma animal.
(4) La evolución de los mundos no puede ser considerada aparte de la evolución de todo lo creado, o que tenga existencia en estos mundos. Los conceptos que usted admite en cosmogonía —tanto desde el punto de vista teológico como científico— no le capacitan para resolver ni un solo problema antropológico, ni siquiera étnico, y son un obstáculo para usted cuando se trata de resolver el problema de las razas en este planeta. Cuando una persona empieza a hablar de la creación y del origen del hombre, se da de cabeza contra los hechos una y otra vez. Siga diciendo:
"Nuestro planeta y el hombre fueron creados" —y se encontrará usted luchando siempre contra hechos incontestables, perdiendo el tiempo analizando detalles triviales, incapaz de comprender el conjunto. Pero una vez que se admite que nuestro planeta y nosotros mismos no somos más creaciones que el iceberg que tengo delante de mí (en casa de nuestro K.H.), y que tanto el planeta como el hombre son estados, durante un tiempo determinado, y que su apariencia actual —geológica y antropológica— es transitoria y es sólo una condición en consonancia con esa etapa de evolución a la cual han llegado en el ciclo descendente, todo resultará claro.
Usted comprenderá fácilmente lo que se quiere decir con el "solo y único" elemento o principio en el universo, siendo éste andrógino: la serpiente de siete cabezas, la Ananta de Vishnú, la Nag alrededor de Buddha, el gran dragón de la eternidad mordiendo con su cabeza activa su cola pasiva, de cuyas emanaciones nacen los mundos, los seres y las cosas. Comprenderá fácilmente la razón de por qué el primer filósofo proclamó que TODO es Maya, excepto ese principio único que sólo descansa durante los maha-pralayas, "las noches de Brahm"....

Ahora, piense en el despertar de Nag. Exhala un denso aliento que es enviado como una sacudida eléctrica a todo lo largo del alambre conductor que circunda el Espacio. Vaya hasta su piano y ejecute en el registro de las teclas más graves siete notas de la octava más baja — en escala ascendente y descendente. Comience pianissimo, en crescendo desde la primera nota, y pulsando fortissimo en la última nota, la más grave, retroceda al principio disminuyendo, obteniendo de su última nota un sonido a duras penas perceptible— "morendo pianissimo"(como lo he descubierto, por suerte y para mi conocimiento, impreso en una de las piezas musicales guardadas en el viejo baúl de K.H.). Las notas primera y última representarán para usted la primera y la última esferas en el ciclo de la evolución — ¡las más elevadas!— y la que usted pulsa una vez es nuestro planeta. Ahora, recuerde que tiene que invertir el orden en el piano: empiece con la séptima nota, no con la primera. Las siete vocales que entonaban los sacerdotes egipcios a los siete rayos del sol naciente, a las cuales respondía Mennon, no significan sino eso. El Principio-Vida único cuando está en acción se mueve en circuitos, como incluso la misma ciencia física sabe. Recorre la ronda en el cuerpo humano, donde la cabeza representa y es al Macrocosmos (el mundo físico de la materia) lo que la cima del ciclo es para el Microcosmos (el mundo de las Fuerzas espirituales universales); y lo mismo ocurre con la formación de los mundos y el gran "círculo de necesidad" descendente y ascendente. Todo es una misma Ley. El hombre posee sus siete principios, cuyos gérmenes lleva consigo al nacer. Así también los tiene un planeta o un mundo. Desde la primera a la última esfera, cada una de ellas tiene su mundo de efectos, y el paso por ellos proporcionará un lugar de reposo final a cada uno de los principios humanos, exceptuando el séptimo.
Nace el mundo "A" y con él, y adheridos como lapas al casco de un buque en movimiento, los seres vivientes de su atmósfera evolucionan desde su primer aliento de vida, desde los gérmenes hasta entonces inertes despertando ahora a la vida con el primer movimiento de la esfera.
Con la esfera "A" comienza el reino mineral, y recorre la ronda de la evolución mineral.
Cuando esto se ha completado, la esfera "B" se vuelve objetiva y atrae hacia ella la vida que ya ha completado su ronda en la esfera "A" y se ha convertido en un excedente (al ser inagotable la fuente de vida, porque es la verdadera Aracne ((Mitol.) Mujer de Lidia que osó retar a la diosa Atenea.) condenada a tejer eternamente su tela de araña —excepto en los períodos de pralaya).  
Luego viene la vida vegetal en la esfera A, y tiene lugar el mismo proceso. En su curso descendente, la "vida" se va volviendo cada vez más tosca, más material; y más incorpórea cada vez, en cada etapa de curso ascendente. No, no existe ni puede existir ninguna responsabilidad hasta el momento en que el espíritu y la materia están debidamente equilibrados.
Hasta llegar al hombre, la "vida" no tiene responsabilidad en ninguna de sus formas; no más de la que tiene el feto que, en el seno materno pasa por todas las formas de la vida como mineral, vegetal y animal, para convertirse finalmente en Hombre.

(5) ¿De dónde obtiene el alma animal su quinto principio? ¿Acaso la potencialidad de éste ha estado desde el comienzo en el impulso magnético original que constituyó el mineral, o bien el alma animal, en cada transición desde el último mundo en el lado ascendente hacia la esfera número I atraviesa, por así decirlo, un océano espiritual y asimila algún nuevo principio?
(5) Como usted ha visto, el quinto principio del hombre se desarrolla en su interior, al poseer el hombre, tal como usted muy bien dice, "la potencialidad" de los siete principios en germen, desde el mismo instante en que aparece en el primer mundo de causas como un aliento intangible que se coagula y se solidifica juntamente con la esfera madre.
El espíritu o VIDA es indivisible. Y cuando hablamos del séptimo principio no es la cualidad ni la cantidad, ni siquiera la forma lo que queremos señalar, sino más bien el espacio ocupado en ese océano del espíritu por los resultados o efectos — (benéficos como son todos los de un colaborador de la naturaleza) — impresos en él.

(6) Desde la forma animal (no humana) más elevada en la Esfera I — ¿cómo se llega a la esfera II? Es inconcebible que se pueda descender a la forma animal más inferior de esa esfera, pero, de otro modo, ¿cómo se puede atravesar todo el círculo de vida en cada planeta de turno?
Si recorre su ciclo en espiral (es decir, si pasa de la forma 1 de la esfera I, a la forma 1 de la esfera II, etc. —luego a la forma 2 de la esfera I, II, III, etc., y luego a la forma 3 de la esfera... enésima) entonces, a mí me parece que se debe aplicar la misma regla a las individualidades minerales y vegetales (si las tienen), y sin embargo, algunas cosas que se me han dicho parecen militar en contra de eso. (Expóngalas y serán contestadas y aclaradas.) Sin embargo, por el momento, debo trabajar sobre esa hipótesis.
(Habiendo ya agotado el ciclo en la forma animal más elevada, el alma animal, en la siguiente inmersión en el océano del espíritu, adquiere el séptimo principio, que la dota con el sexto.
Esto determina su futuro en la Tierra y al término de su vida terrena posee suficiente vitalidad para mantener una atracción propia para el séptimo principio, o bien la pierde y deja de existir como entidad separada. Todo esto está mal interpretado.)
El séptimo principio está siempre allí, como una fuerza latente en cada uno de los principios —incluso en el cuerpo. Como el Todo macrocósmico, este principio está presente incluso en la esfera más inferior, si bien no existe allí nada que pueda comparársele.
(6) ¿Por qué "inconcebible"? Al no ser responsable la forma animal más elevada de la esfera I o "A", no hay degradación para la individualidad en sumergirse en la II o "V", como lo más infinitesimal de esa esfera. Mientras tanto, en su curso ascendente, como ya se le dijo, el hombre descubre que allí incluso la forma animal más inferior es más elevada de lo que era él mismo en la Tierra.
¿Cómo sabe usted que los hombres y los animales —e incluso la vida en su etapa incipiente, no son mil veces superiores allí de lo que son aquí? Además, cada reino (y nosotros tenemos siete —mientras que ustedes sólo tienen tres) está subdividido en siete grados o clases.
El hombre (físicamente) es un compuesto de todos los reinos y, espiritualmente —su individualidad no es peor por estar encerrada en el cuerpo de una hormiga de lo que lo es por estar dentro de un rey.
No es la envoltura externa o física la que deshonra y contamina los cinco principios, sino la perversidad mental.
Por lo tanto, no es más que en la cuarta ronda, cuando llega a la plena posesión de su energía kámica y ha madurado completamente, que el hombre se vuelve plenamente responsable y cuando en la sexta puede convertirse en un Buddha, y en la séptima, antes del Pralaya, en un "Dhyan Chohan".
El mineral, el vegetal, el animal-hombre, todos tienen que recorrer sus siete rondas durante el período de actividad de la tierra —el Maha-Yug. No entraré aquí en detalles de la evolución mineral y vegetal, sino que sólo me referiré al hombre, o animal-hombre.
El comienza su descenso como una simple entidad espiritual —un séptimo principio inconsciente (un Parabrahm en contraposición a Para-parabrahm) — con los gérmenes de los otros seis principios latentes y dormidos en él. Al ir adquiriendo solidez en cada esfera —cuando sus seis principios pasan por los mundos de los efectos, y su forma externa por los mundos de las causas (para esos mundos o etapas del lado descendente nosotros tenemos otros nombres) — cuando el hombre alcanza nuestro planeta es tan sólo un espléndido haz luminoso en una esfera que, en sí, todavía es pura e inmaculada (porque la humanidad y todas las cosas vivas del planeta aumentan su materialidad con la del planeta).
Nuestro globo, en esa etapa es como la cabeza de un recién nacido —blanda y con rasgos indefinidos— y el hombre es un Adán antes de que el soplo de vida le sea insuflado en sus narices, (parafraseando vuestras embrolladas Escrituras, a fin de que me comprenda usted mejor).
Para el hombre y para la naturaleza (de nuestro planeta), es el primer día (vea la tergiversada tradición de su Biblia.)
El hombre nº 1 hace su aparición en el ápice del círculo de las esferas, en la esfera nº 1, después de haber completado las siete rondas o períodos de los dos reinos (conocidos de usted), y por eso se dice que el hombre fue creado en el octavo día (vea la Biblia, capítulo II; fíjese en los versículos 5 y 6 y piense en lo que quiere decir allí el término niebla —y en el versículo 7, donde la LEY, la gran modeladora universal es calificada como "Dios" por cristianos y judíos, y entendida como Evolución por los Kabalistas.)
Durante esta primera ronda, el "hombre animal", como usted dice, recorre su ciclo en una espiral. En el arco descendente —de donde él parte después de haber completado la séptima ronda de vida animal en sus propias siete rondas individuales— tiene que entrar en cada esfera, no como un animal inferior, tal como usted lo entiende, sino como un hombre inferior, puesto que durante el ciclo que precedió a su ronda como hombre, él la recorrió como el tipo de animal más superior. Vuestro "Señor Dios", dice la Biblia, Capítulo I, versículos 25 y 26, después de haberlo creado todo, dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen", etc. y creó al hombre — ¡como un antropoide andrógino' (extinguido en nuestro planeta), el más superior en inteligencia del reino animal y cuyos descendientes encuentra usted en los antropoidea de hoy. ¿Negará usted la posibilidad al antropoide más superior de que en la próxima esfera tenga una inteligencia superior a la de algunos hombres inferiores en ésta —los salvajes, por ejemplo los pigmeos africanos y nuestros propios Vedd-has de Ceilán?
Pero el hombre no tiene que pasar por esa "degradación" una vez que ha alcanzado la cuarta etapa de sus rondas cíclicas. Al igual que las vidas y seres inferiores durante su primera, segunda y tercera rondas, en tanto que es un compuesto de materia pura sin responsabilidad y de espíritu puro, (ninguno de ellos contaminado todavía por la conciencia de sus posibles objetivos y sus aplicaciones) y procedente de la esfera I, donde ha realizado su séptima ronda local de proceso evolutivo, desde la clase más inferior de las especies más superiores de —digamos los antropoides— hasta el hombre rudimentario, éste entra ciertamente en la esfera nº 2 como un simio (utilizo esta última palabra para su mejor comprensión).
En esta ronda o etapa, su individualidad está tan dormida en él como la de un feto durante su período de gestación. No tiene ninguna conciencia ni ningún sentido, porque empieza como hombre astral rudimentario y aterriza en nuestro planeta como hombre físico primitivo. Hasta ahí, es un simple transmisor de movimiento mecánico.
La volición y la conciencia son, a la vez, auto-determinantes y determinadas por las causas, y la volición del hombre, su inteligencia y su conciencia, no despertarán más que cuando su cuarto principio, Kama, esté maduro y finiquitado por sus (sucesivos) contactos con los Kamas o fuerzas energizadoras de todas las formas por las cuales ha pasado el hombre en sus tres rondas previas. La presente humanidad se encuentra en su cuarta ronda (la humanidad como especie o como clase, no como RAZA, nota bene) del ciclo evolutivo post-praláyico; y al igual que sus varias razas, las entidades individuales en ellas cumplen inconscientemente sus ciclos terrenales septenarios locales; de ahí la gran diferencia en los grados de inteligencia, energía y demás. Ahora bien, a cada individualidad la acompañará en su arco ascendente la Ley de retribución —el Karma y la muerte, como corresponde. El hombre perfecto o la entidad que alcanzó la perfección total (al haber madurado cada uno de sus siete principios), no volverá a nacer aquí. Su ciclo local terrestre ha terminado y tiene que proseguir hacia adelante o bien quedar aniquilado como individualidad. (Las entidades imperfectas tienen que renacer o reencarnar). (A propósito, escribiré de nuevo para usted las páginas 345 a 357 del Vol. I de Isís —muy embrolladas y confundidas por Olcott, ¡que pensó que las estaba mejorando!)
En su quinta ronda, después de un Nirvana parcial, cuando se haya alcanzado el cénit del gran ciclo, a partir de ese momento, estas entidades serán responsables en su descenso de esfera en esfera, ya que tendrán que aparecer en esta Tierra como una raza todavía más perfecta y más intelectual. Este curso descendente no ha comenzado aún, pero comenzará pronto. Sólo que, cuántos, ¡oh, cuántos, quedarán aniquilados en el camino!
Lo dicho antes es la regla. Los Buddhas y los Avatars son la excepción ya que, ciertamente, algunos Avatars aún se han quedado con nosotros en la tierra.

(7) El alma animal, al haber perdido, por así decirlo, en las sucesivas etapas alrededor del ciclo, el ímpetu que previamente la empujaba más allá, en el sendero divergente de descenso que la lanza de golpe aquí, cae en el mundo inferior en el ciclo relativamente corto en el cual se desvanece su individualidad.
Pero esto ocurriría solamente en el caso del alma animal que en su unión con el espíritu no hubiera desarrollado un sexto principio duradero. Si lo hubiera hecho y si el sexto principio, atrayendo hacia sí la individualidad del hombre completo, hubiera deteriorado el quinto principio inferior, —como la flor del áloe, que cuando abre sus pétalos marchita sus hojas— entonces, el alma animal no tendría la suficiente cohesión para entrar en otra existencia en un mundo inferior y pronto se disiparía en la esfera de atracción de esta tierra.
(7) Reformando sus conceptos después de lo que dije más arriba, ahora usted lo entenderá mejor.
La individualidad entera está centrada en los tres principios intermedios, es decir, el tercero, el cuarto y el quinto. Durante la vida en la tierra ella está centrada enteramente en el Cuarto, el centro de energía, la volición —la voluntad. El señor Hume ha aclarado perfectamente la diferencia entre personalidad e individualidad.
La primera sobrevive con dificultad —
la segunda, para recorrer con éxito su curso septenario descendente y ascendente, tiene que asimilar para sí el eterno poder de vida que reside solamente en el séptimo principio, y luego tiene que reunir los tres (el cuarto, el quinto y el séptimo) en uno —el sexto. Los que consiguen hacerlo así se convierten en Buddhas, Dhyan Chohans, etc. El objetivo principal de nuestros esfuerzos e iniciaciones es alcanzar esta unión mientras estamos todavía en esta tierra. Aquellos que lo logren no tienen nada que temer durante las rondas quinta, sexta y séptima. Pero esto no es un misterio. Nuestro amado K.H. está en camino hacia la meta —la más elevada de todas, tanto en esta esfera como más allá.
Tengo que agradecerle a usted todo lo que ha hecho por nuestros dos amigos. Es una deuda de gratitud que hemos contraído con usted.



M. (Morya)

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