La riqueza del silencio
Tomado de: Sadhana, un camino de oración
de Anthony de Mello, sacerdote jesuita
“El silencio es la
gran revelación”,
dijo Lao-tse. Estamos acostumbrados a considerar la Escritura como la
revelación de Dios. Y así es. Con todo, quisiera que, en este momento, descubrierais
la revelación que aporta el silencio. Para recibir la revelación de la
Escritura tenéis que aproximaros a ella; para captar la revelación del
Silencio, debéis primero lograr silencio. Y ésta no es tarea sencilla.
Vamos a intentado
en este primer ejercicio.
Que cada uno de vosotros busque
una postura cómoda.
Cerrad los ojos.
Voy a invitaros a
guardar silencio durante diez minutos. Intentaréis, en primer lugar, hacer silencio,
el silencio más total, tanto de corazón como de mente. Cuando lo hayáis
conseguido, quedaréis abiertos a la revelación que trae consigo el silencio.
Al final de los
diez minutos os invitaré a que abráis los ojos y a que compartáis con el resto,
si así lo deseáis, lo que habéis hecho y experimentado en este tiempo.
Para compartir con
el resto lo que habéis hecho y lo que os ha ocurrido, que cada uno cuente los
intentos que hizo para lograr el silencio y en qué medida lo ha conseguido. Que
describa ese silencio, si es capaz. Que cuente algo de lo que ha pensado y
sentido durante este ejercicio.
Las experiencias de la gente que se somete a este
ejercicio son infinitamente variadas.
Muchos descubren,
para sorpresa suya, que el silencio es algo a lo que no están acostumbrados en absoluto.
Hagan lo que hagan, son incapaces de detener el constante vagar de su mente y
de acallar el alboroto emocional que sienten dentro de su corazón. Otros, por
el contrario, se sienten cercanos a las fronteras del silencio. En ese momento
sienten pánico y huyen. El silencio puede ser una experiencia aterradora.
Con todo, no existe motivo para
desanimarse.
Incluso esos pensamientos
alocados pueden ser una revelación. ¿No es una
revelación sobre ti mismo el hecho de que tu mente divague? Pero no basta con
saberlo. Debes detenerte y experimentar ese vagabundeo. El tipo de dispersión
en que tu mente se sumerge, ¿no es acaso
revelador?
En este proceso hay algo que puede animarte: el hecho
de que hayas podido ser consciente de tu dispersión mental, tu agitación
interior o tu incapacidad de lograr silencio, demuestra que tienes dentro de ti
al menos un pequeño grado de silencio, el grado de silencio suficiente para
caer en la cuenta de todo esto.
Cierra los ojos de
nuevo y percibe tu mente dispersa durante dos minutos...
Siente ahora el
silencio que te hace posible concienciar la dispersión de tu mente...
En los ejercicios
que vienen a continuación iremos construyendo este silencio mínimo que tienes
dentro de ti. A medida que crezca te revelará más y más cosas sobre ti mismo.
Esta es su primera revelación: tu propia identidad. En esta revelación, y a
través de ella, alcanzarás cosas que el dinero no puede comprar, tales como
sabiduría, serenidad, gozo, Dios.
Para alcanzar estas realidades a
las que no se puede poner precio no basta con reflexionar, hablar, discutir. Es
preciso actuar. Poner manos a la obra ahora mismo.
Cierra los ojos.
Busca el silencio durante otros cinco minutos.
Cuando termines
este ejercicio, trata de ver si los esfuerzos que has realizado en estos últimos
minutos han sido más o menos positivos que los anteriores.
Observa si el
silencio te ha revelado ahora algo que no habías percibido anteriormente.
No pretendas
encontrar algo sensacional en la revelación que el silencio te regala: luces, inspiraciones,
perspectivas.
Limítate a observar.
Trata de recoger
todo lo que se presenta a tu conciencia.
Todo, aunque sea trivial
y ordinario, lo que te sea revelado.
Quizás toda la revelación
se reduzca a caer en la cuenta de que tus manos están húmedas, a hacerte
cambiar de postura o a tomar conciencia de que estás preocupado por tu salud.
No importa.
Es realmente valioso
que hayas caído en la cuenta de todo esto. Es más importante la calidad de tu
toma de conciencia que sus contenidos.
A medida que mejore la calidad,
tu silencio será más profundo. Y a medida que tu silencio se profundice
experimentarás un cambio. Y descubrirás, para satisfacción tuya, que revelación
no es conocimiento racional. Revelación es poder; un poder misterioso que
transforma.
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