TIPOS BÁSICOS DE LA
PERSONALIDAD
La verdadera enseñanza básica de
la Teosofía es la eternidad de todo lo que vive. La Sociedad Teosófica no mantiene credo
alguno al cual sus miembros han de suscribirse, como tampoco tiene dogmas. Pero sí declara su principal objeto, el primer objeto de su existencia es:
Formar un núcleo de la Fraternidad Universal de
la Humanidad sin distinción de
raza, credo, sexo, casta o color
Puesto que cada individuo es una unidad de conciencia,
un mundo de conciencia. La fraternidad humana no es mera teoría
sino un hecho en la Naturaleza; y los estudios de
Teosofía, al reconocer este hecho, tratan de vivir de acuerdo con él.
Se dan cuenta de
que toda unidad de conciencia, todo ser humano, es un alma en proceso de crecimiento
y se esfuerzan
en vivir de manera que no entorpezcan el crecimiento de otra persona,
dando a todos perfecta y completa libertad de crecer a su manera y de
acuerdo con su propio modelo.
La Teosofía no tiene mandamientos ni exigencias,
pero nos inspira y fomenta en
nosotros la aspiración.
Enseña
que toda unidad de conciencia es un alma que utiliza el cuerpo humano para lograr experiencias vida tras vida para
que pueda crecer en sabiduría, poder y compasión; y enseña que todos avanzamos juntos en nuestro progreso impulsados por
la vida divina que todo lo anima. De este modo, estrechamente ligados, como
estamos, parece importante que comprendamos
a nuestro prójimo hasta donde podamos, y que lo guiemos —si es que hemos de juzgarlo— sobre una base eterna, más bien que sobre la base de nuestros pequeños
prejuicio y preferencias.
Es evidente que no todos nos encontramos en la mis etapa de
crecimiento y progreso; o sea que nuestras almas no tienen la misma
edad, para decirlo de otra manera.
Los aborígenes australianos y los pigmeos sudamericanos, con una inteligencia tan escasa en el arte de la vida que ni
siquiera les permite recordar que el invierno
sigue al verano en sucesión regular, son probablemente las almas más jóvenes en nuestro planeta.
Los grandes benefactores de la raza humana son
probablemente las almas más viejas y las
que están más cerca de su meta de perfección en el carácter y en la acción.
Entre estos dos extremos se encuentran todas las posibles
gradaciones de inteligencia y de
naturaleza moral: la gran masa de la Humanidad.
Y aquí surge
naturalmente la pregunta: ¿Nos encaminamos todos exactamente hacia la misma meta? La perfección que nos señaló el Cristo al decir "sed perfectos",
¿significa que terminaremos
siendo todos iguales?
¿Significa que hay un solo patrón para toda la Humanidad?
Categóricamente, no. Uno
de los perpetuos misterios y milagros de la Naturaleza es su
infinita variedad. Se aplica lo mismo a las personas que a los
copos de nieve. Y sin embargo, hay en toda la Naturaleza
ciertas categorías básicas dentro de las cuales caen los millones de
unidades de individuos. Y esto es cierto en cuanto a los humanos al igual que
a toda otra forma de
vida.
El conocimiento de
este hecho es de gran utilidad para ayudarnos a comprender a aquellos que son
diferentes de nosotros. Es cierto que nosotros nos inclinamos a admirar a
quien hace
las cosas de la forma que a nosotros nos gusta que se hagan, y que
miramos con ojeriza a la persona cuyos métodos y objetivos son enteramente
distintos de los nuestros! Frecuentemente decimos "No puedo comprender como fulano puede
ser así", dando a entender que de algún modo nos sentimos
contrariados cada vez que alguien
deja de ajustarse a nuestro patrón particular.
El estudio de los tipos básicos
que se encuentran en el Reino Humano —de los
cuales hay siete— es algo profundo y serio,
un estudio fascinante. Solo puede darse una idea muy superficial de dicho
estudio en una exposición tan breve como ésta; pero si ella despierta
vuestro anhelo de mayor conocimiento sobre la materia, os sugerimos que hay muy
buen material en
la literatura teosófica, concerniente a los llamados Siete Rayos, o siete tipos
de personalidad.
Veamos lo que son
estos siete tipos o rayos.
El primero, es el de las personas que a través de muchas vidas
sobre la Tierra van desarrollando las características del líder, ya sea como ejecutivos, como grandes
generales o como gobernantes.
El
segundo tipo o rayo, incluye a los que crecen y evolucionan siguiendo la línea de la enseñanza, para convertirse en una vida futura, en líderes en el campo de la educación,
o en grandes dirigentes o jefes
religiosos. Todos los fundadores de las religiones
del mundo se han formado a través del segundo Rayo.
El tercer tipo evoluciona hacia la meta del filósofo. Las personas
de este tipo llegarán a ser, en vidas futuras, los grandes estudiantes y
exponentes de la filosofía, los
propiciadores de la comprensión
por los hombres de las verdades .internas. Estos
tres tipos representan las cualidades subjetivas de la voluntad, el amor y la sabiduría.
Pasando por alto el cuarto tipo por el momento,
hablaremos del otro
grupo de tres tipos —entre los siete— que representan las
cualidades objetivas designadas por Platón como "bondad,
verdad y belleza".
El quinto tipo, o Rayo, representa la verdad, porque
es el camino del científico, que busca
la verdad y exacto conocimiento acerca de su
mundo en todas sus fases materiales, desde el átomo
a las galaxias astronómicas. La persona de este Rayo evoluciona hasta
convertirse a su debido tiempo en un gran propiciador del conocimiento humano
en lo concerniente a las cosas externas.
El sexto tipo, o Rayo, representa la bondad. Es el
camino del devoto, el que se dedica por entero a un gran líder espiritual,
un gran ideal, o un gran movimiento para realzar a la humanidad. La mayoría de los santos de la Edad Media
fueron devotos, o sea personas del sexto Rayo dedicadas por
completo al Maestro Jesús y al ideal
cristiano.
El séptimo tipo, o
Rayo, representa la belleza porque es el camino
del método, del orden y del ejemplo. La persona del séptimo Rayo evoluciona
hacia la perfección en todas las formas
de la acción, y puede ser, por un lado, un amante del ritual, o por otro lado, puede apegarse a cualquier grupo de
actividad sistemática, ya sea el de
ejercicio militar, el despliegue atlético o la cooperación en masa de la
industria. Con el tiempo llegará a ser un experto en la acción que pueda traer
el orden, el método y la belleza
en los menos prometedores y caóticos campos de
la vida.
Ahora bien, vistos los tres tipos a los cuales llamamos, el primero, segundo y
tercer Rayos a través de los cuales
la humanidad expresa el lado interno de la vida, y los otros tres llamados
quinto, sexto y séptimo Rayos a través de los cuales los hombres expresan el lado externo de la vida,
podremos comprender mejor el cuarto
Rayo que pasamos por alto hace un momento.
El cuarto tipo, o Rayo, es el Rayo que armoniza. La
persona que evoluciona siguiendo esta dirección busca la armonía entre
la vida externa y la interna, entre lo objetivo y lo subjetivo. Es algunas veces el artista que expresa las
aspiraciones internas del hombre por
medio de la forma externa de la Pintura, la
Escultura, el Drama, o la Música; otras veces es el armonizador entre las personas, alejándolas de sus diferencias
externas hacia el conocimiento de la unidad interna.
Resumiendo diremos que lo antedicho ha sido
grandemente simplificado en interés de la brevedad. Puede parecer una cosa muy sencilla el
descubrir nuestro propio tipo básico o el de cualquiera otra persona.
Pero lo cierto es que aunque
uno —al igual que cualquiera
otra persona— haya pertenecido a su propio Rayo
desde el mismo nacimiento de su alma, hace muchas, muchas vidas, también ha estado sometido a las fuertes
influencias de los otros
Rayos en sus variadas circunstancias externas.
Aunque a su debido tiempo
cada cual habrá de especializarse en una de estas siete características, también tendrá que poseer un sólido y vigoroso
carácter y ser una persona bien equilibrada.
Por ejemplo, Albert Einstein a quien todo el mundo
conoce como uno de los más
grandes científicos,-era también un excelente violinista
y un grande y ardiente humanista. Es
fácil, sin embargo, reconocerlo como una persona
perteneciente al quinto Rayo; el tipo científico.
Pero nuestro vecino más cercano puede también ser una persona del quinto Rayo, pero con menor desarrollo, y lo único que consigue es molestarlo
a usted, tratando siempre de hacer cosas
sin resultados, por lo cual se torna irritable e impaciente al
sentirse frustrado por no encontrar las
soluciones. La persona —digamos— del primero o del sexto Rayo puede haberse sentido tentada a decir,
"No puedo comprender qué es lo
que hace que fulano o zutano sea de esa manera".
Pero este conocimiento de que todo hombre y mujer en
la tierra crece a su manera para llegar a la perfección de su propio tipo, ayuda a
hacer realizable nuestra fraternidad humana.
Las diferencias dejan de parecer
tan formidables. En verdad, llegamos a ver las
diferencias como un factor que enriquece la suma
total de experiencias. La variedad se convierte, en verdad, en la sal de la vida.
Usted y yo —su gente y la mía—
todos progresamos juntos hacia nuestras
metas, pero no de la misma manera, y podemos
ver ahora que nuestras diferencias son preciosas.
Un
lema para la tolerancia y la apreciación podría muy bien ser el siguiente: "Unidos en la diversidad".
Y
en cuanto a
la fraternidad humana también podríamos decir: "Unidos en la diversidad".
La verdadera enseñanza básica de
la Teosofía es la eternidad de todo lo que vive. La Sociedad Teosófica no mantiene credo
alguno al cual sus miembros han de suscribirse, como tampoco tiene dogmas. Pero sí declara su principal objeto, el primer objeto de su existencia es:
Formar un núcleo de la Fraternidad Universal de
la Humanidad sin distinción de
raza, credo, sexo, casta o color
Puesto que cada individuo es una unidad de conciencia,
un mundo de conciencia. La fraternidad humana no es mera teoría
sino un hecho en la Naturaleza; y los estudios de
Teosofía, al reconocer este hecho, tratan de vivir de acuerdo con él.
Se dan cuenta de
que toda unidad de conciencia, todo ser humano, es un alma en proceso de crecimiento
y se esfuerzan
en vivir de manera que no entorpezcan el crecimiento de otra persona,
dando a todos perfecta y completa libertad de crecer a su manera y de
acuerdo con su propio modelo.
La Teosofía no tiene mandamientos ni exigencias,
pero nos inspira y fomenta en
nosotros la aspiración.
Enseña
que toda unidad de conciencia es un alma que utiliza el cuerpo humano para lograr experiencias vida tras vida para
que pueda crecer en sabiduría, poder y compasión; y enseña que todos avanzamos juntos en nuestro progreso impulsados por
la vida divina que todo lo anima. De este modo, estrechamente ligados, como
estamos, parece importante que comprendamos
a nuestro prójimo hasta donde podamos, y que lo guiemos —si es que hemos de juzgarlo— sobre una base eterna, más bien que sobre la base de nuestros pequeños
prejuicio y preferencias.
Es evidente que no todos nos encontramos en la mis etapa de
crecimiento y progreso; o sea que nuestras almas no tienen la misma
edad, para decirlo de otra manera.
Los aborígenes australianos y los pigmeos sudamericanos, con una inteligencia tan escasa en el arte de la vida que ni
siquiera les permite recordar que el invierno
sigue al verano en sucesión regular, son probablemente las almas más jóvenes en nuestro planeta.
Los grandes benefactores de la raza humana son
probablemente las almas más viejas y las
que están más cerca de su meta de perfección en el carácter y en la acción.
Entre estos dos extremos se encuentran todas las posibles
gradaciones de inteligencia y de
naturaleza moral: la gran masa de la Humanidad.
Y aquí surge
naturalmente la pregunta: ¿Nos encaminamos todos exactamente hacia la misma meta? La perfección que nos señaló el Cristo al decir "sed perfectos",
¿significa que terminaremos
siendo todos iguales?
¿Significa que hay un solo patrón para toda la Humanidad?
Categóricamente, no. Uno
de los perpetuos misterios y milagros de la Naturaleza es su
infinita variedad. Se aplica lo mismo a las personas que a los
copos de nieve. Y sin embargo, hay en toda la Naturaleza
ciertas categorías básicas dentro de las cuales caen los millones de
unidades de individuos. Y esto es cierto en cuanto a los humanos al igual que
a toda otra forma de
vida.
El conocimiento de
este hecho es de gran utilidad para ayudarnos a comprender a aquellos que son
diferentes de nosotros. Es cierto que nosotros nos inclinamos a admirar a
quien hace
las cosas de la forma que a nosotros nos gusta que se hagan, y que
miramos con ojeriza a la persona cuyos métodos y objetivos son enteramente
distintos de los nuestros! Frecuentemente decimos "No puedo comprender como fulano puede
ser así", dando a entender que de algún modo nos sentimos
contrariados cada vez que alguien
deja de ajustarse a nuestro patrón particular.
El estudio de los tipos básicos
que se encuentran en el Reino Humano —de los
cuales hay siete— es algo profundo y serio,
un estudio fascinante. Solo puede darse una idea muy superficial de dicho
estudio en una exposición tan breve como ésta; pero si ella despierta
vuestro anhelo de mayor conocimiento sobre la materia, os sugerimos que hay muy
buen material en
la literatura teosófica, concerniente a los llamados Siete Rayos, o siete tipos
de personalidad.
Veamos lo que son
estos siete tipos o rayos.
El primero, es el de las personas que a través de muchas vidas
sobre la Tierra van desarrollando las características del líder, ya sea como ejecutivos, como grandes
generales o como gobernantes.
El
segundo tipo o rayo, incluye a los que crecen y evolucionan siguiendo la línea de la enseñanza, para convertirse en una vida futura, en líderes en el campo de la educación,
o en grandes dirigentes o jefes
religiosos. Todos los fundadores de las religiones
del mundo se han formado a través del segundo Rayo.
El tercer tipo evoluciona hacia la meta del filósofo. Las personas
de este tipo llegarán a ser, en vidas futuras, los grandes estudiantes y
exponentes de la filosofía, los
propiciadores de la comprensión
por los hombres de las verdades .internas. Estos
tres tipos representan las cualidades subjetivas de la voluntad, el amor y la sabiduría.
Pasando por alto el cuarto tipo por el momento,
hablaremos del otro
grupo de tres tipos —entre los siete— que representan las
cualidades objetivas designadas por Platón como "bondad,
verdad y belleza".
El quinto tipo, o Rayo, representa la verdad, porque
es el camino del científico, que busca
la verdad y exacto conocimiento acerca de su
mundo en todas sus fases materiales, desde el átomo
a las galaxias astronómicas. La persona de este Rayo evoluciona hasta
convertirse a su debido tiempo en un gran propiciador del conocimiento humano
en lo concerniente a las cosas externas.
El sexto tipo, o Rayo, representa la bondad. Es el
camino del devoto, el que se dedica por entero a un gran líder espiritual,
un gran ideal, o un gran movimiento para realzar a la humanidad. La mayoría de los santos de la Edad Media
fueron devotos, o sea personas del sexto Rayo dedicadas por
completo al Maestro Jesús y al ideal
cristiano.
El séptimo tipo, o
Rayo, representa la belleza porque es el camino
del método, del orden y del ejemplo. La persona del séptimo Rayo evoluciona
hacia la perfección en todas las formas
de la acción, y puede ser, por un lado, un amante del ritual, o por otro lado, puede apegarse a cualquier grupo de
actividad sistemática, ya sea el de
ejercicio militar, el despliegue atlético o la cooperación en masa de la
industria. Con el tiempo llegará a ser un experto en la acción que pueda traer
el orden, el método y la belleza
en los menos prometedores y caóticos campos de
la vida.
Ahora bien, vistos los tres tipos a los cuales llamamos, el primero, segundo y
tercer Rayos a través de los cuales
la humanidad expresa el lado interno de la vida, y los otros tres llamados
quinto, sexto y séptimo Rayos a través de los cuales los hombres expresan el lado externo de la vida,
podremos comprender mejor el cuarto
Rayo que pasamos por alto hace un momento.
El cuarto tipo, o Rayo, es el Rayo que armoniza. La
persona que evoluciona siguiendo esta dirección busca la armonía entre
la vida externa y la interna, entre lo objetivo y lo subjetivo. Es algunas veces el artista que expresa las
aspiraciones internas del hombre por
medio de la forma externa de la Pintura, la
Escultura, el Drama, o la Música; otras veces es el armonizador entre las personas, alejándolas de sus diferencias
externas hacia el conocimiento de la unidad interna.
Resumiendo diremos que lo antedicho ha sido
grandemente simplificado en interés de la brevedad. Puede parecer una cosa muy sencilla el
descubrir nuestro propio tipo básico o el de cualquiera otra persona.
Pero lo cierto es que aunque
uno —al igual que cualquiera
otra persona— haya pertenecido a su propio Rayo
desde el mismo nacimiento de su alma, hace muchas, muchas vidas, también ha estado sometido a las fuertes
influencias de los otros
Rayos en sus variadas circunstancias externas.
Aunque a su debido tiempo
cada cual habrá de especializarse en una de estas siete características, también tendrá que poseer un sólido y vigoroso
carácter y ser una persona bien equilibrada.
Por ejemplo, Albert Einstein a quien todo el mundo
conoce como uno de los más
grandes científicos,-era también un excelente violinista
y un grande y ardiente humanista. Es
fácil, sin embargo, reconocerlo como una persona
perteneciente al quinto Rayo; el tipo científico.
Pero nuestro vecino más cercano puede también ser una persona del quinto Rayo, pero con menor desarrollo, y lo único que consigue es molestarlo
a usted, tratando siempre de hacer cosas
sin resultados, por lo cual se torna irritable e impaciente al
sentirse frustrado por no encontrar las
soluciones. La persona —digamos— del primero o del sexto Rayo puede haberse sentido tentada a decir,
"No puedo comprender qué es lo
que hace que fulano o zutano sea de esa manera".
Pero este conocimiento de que todo hombre y mujer en
la tierra crece a su manera para llegar a la perfección de su propio tipo, ayuda a
hacer realizable nuestra fraternidad humana.
Las diferencias dejan de parecer
tan formidables. En verdad, llegamos a ver las
diferencias como un factor que enriquece la suma
total de experiencias. La variedad se convierte, en verdad, en la sal de la vida.
Usted y yo —su gente y la mía—
todos progresamos juntos hacia nuestras
metas, pero no de la misma manera, y podemos
ver ahora que nuestras diferencias son preciosas.
Un
lema para la tolerancia y la apreciación podría muy bien ser el siguiente: "Unidos en la diversidad".
Y
en cuanto a
la fraternidad humana también podríamos decir: "Unidos en la diversidad".
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