domingo, 24 de mayo de 2015

LA FÓRMULA INFALIBLE

LA FÓRMULA INFALIBLE

 Este escrito es un extracto de uno de los maravillosos libros de Metafísica de Conny Méndez, aquí lo comparto con ustedes..


“Conoced la Verdad y ella os hará libres” (San Juan: 8, 32).
La Verdad, la ley suprema es La Armonía Perfecta, la belleza, la bondad, la justicia, la libertad, la salud (Vida), inteligencia, sabiduría, amor, dicha. Todo lo opuesto es apariencia.

CUALQUIER COSA QUE ESTÉS MANIFESTANDO; QUE TE ESTÉ OCURRIENDO CONTRARIA A LA ARMONÍA PERFECTA, O QUE TÚ MISMO ESTÉS HACIENDO O SUFRIENDO CONTRARIA A LA ARMONÍA PERFECTA, SE DEBE A UNA CREENCIA ERRADA QUE TÚ CREASTE, YA LO SABES, Y QUE POR REFLEJO ESTÁS LANZANDO HACIA AFUERA Y ATRAYENDO SU IGUAL, DEL EXTERIOR. NO TIENE NADA QUE VER CON TU YO SUPERIOR. ÉSTE CONTINÚA PERFECTO. SUS CONDICIONES Y SU SITUACIÓN SON PERFECTAS.

Ahora, en cada una de las circunstancias enumeradas más arriba, debes recordar lo que te acabo de decir, primeramente, y luego decir mentalmente o en voz alta, como quieras, NO LO ACEPTO.

Dilo con firmeza pero con infinita suavidad.
Los trabajos mentales NO NECESITAN de la fuerza física.
Ni el pensamiento ni el espíritu tienen músculos. Cuando tú digas “No lo acepto”, hazlo como si dijeras “No me da la gana”, tranquilamente, pero con la misma convicción y firmeza, sin gritar, sin violencia, sin un movimiento, sin brusquedad.

Después de haber dicho “no lo acepto”, recuerda que tu YO superior es perfecto; que sus condiciones son perfectas.

Ahora dí: “DECLARO QUE LA VERDAD DE ESTE PROBLEMA ES... (armonía, amor, inteligencia, justicia, abundancia, vida, salud, etc., cualquiera que sea lo opuesto a la condición negativa que se esté manifestando en ese momento). GRACIAS PADRE QUE ME HAS OÍDO”.

No tienes por qué creer ciegamente lo que estás leyendo. Debes comprobarlo tú mismo.
En el lenguaje metafísico esto se llama “un tratamiento”.
Después de todo tratamiento hay que conservar la actitud que se ha declarado. No se puede uno permitir que entre la duda respecto a la eficacia del tratamiento, ni se puede volver a expresar en palabras los conceptos, opiniones y creencias de antes, porque se destruye, se anula el tratamiento.
Hay convicciones que están tan arraigadas que son lo que se llama en el lenguaje metafísico “cristalizaciones”. Estas requieren más trabajos que otras. Pero cada “negación” y “afirmación” que se haga respecto a estas cristalizaciones va borrando el diseño original hasta que desaparece totalmente y no queda sino la Verdad.
Verás los milagros que ocurren en tu vida, en tu ambiente y en tus condiciones.
Esta es la Gran Verdad. No la olvides jamás. Comienza ahora mismo a practicarla.
Mientras más se practica más se realiza, más se adelanta y más feliz te sentirás.
Acuérdate. Tú eres único, como tus huellas digitales. Fuiste creado por un diseño único, para un propósito especial que no puede cumplir nadie más que tú.
Cada palabra que se pronuncia es un decreto que se manifiesta en lo exterior.
La palabra es el pensamiento hablado.

Te propongo que pongas atención a todo lo que tú decretas en un solo día.
Vamos a recordártelo.
“Los negocios están malísimos”.
“Las cosas andan muy malas”.
“La juventud está perdida”.
“El tráfico está imposible”.
“El servicio está insoportable”.
“No se consigue servicio”.
“No dejes eso rodando porque te lo van a robar”.
“Los ladrones están asaltando en todas las esquinas”.
“Tengo miedo de salir”.
“Mira que te vas a caer”.
“Cuidado que te matas”.
“Te va a pisar un carro”.
“¡Vas a romper eso!”.
“Tengo muy mala suerte”.
“No puedo comer eso, me hace daño”.
“Mi mala memoria...”, “mi alegría...”, “mi dolor de cabeza...”, “mi reumatismo...”, “mi mala digestión...”.
“¡Ese es un bandido!”,
“esa es una desgraciada”.
“Tenía que ser, cuando no”.
No te sorprendas ni te quejes si al expresarlo lo ves ocurrir. Lo has decretado. Has dado una orden que tiene que ser cumplida.
Ahora recuerda y no olvides jamás, CADA PALABRA QUE PRONUNCIAS ES UN DECRETO. Positivo o negativo. Si es positivo se te manifiesta en bien. Si es negativo se te manifiesta en mal, si es contra el prójimo es lo mismo que si lo estuvieras decretando contra ti. SE TE DEVUELVE. Si es bondadoso y comprensivo hacia el prójimo, recibirás bondad y comprensión de los demás hacia ti.
Y cuando te suceda algo molesto, negativo, desagradable, no digas “¡Pero si yo no estaba pensando ni temiendo que me fuera a suceder esto!”. Ten la sinceridad y la humildad de tratar de recordar en cuáles términos te expresaste de algún prójimo. En qué momento saltó de tu corazón un concepto viejísimo, arraigado allí, que tal vez no es sino una costumbre social como la generalidad de esas citadas más arriba y que tú realmente no tienes deseos de seguir usando.

Como el sentimiento que acompaña a un pensamiento es lo que lo graba más firmemente en el subconsciente, el Maestro Jesús, que jamás empleó palabras superfluas, lo expresó muy bien al decir, “LO QUE DE LA BOCA SALE, DEL CORAZÓN PROCEDE”, y esto nos da la clave inequívoca. El primer sentimiento que nos enseñan es el temor. Nos lo enseñan nuestros padres, primeramente, y luego nuestros maestros de religión. Al sentir un temor se nos acelera el corazón. Solemos decir “por poco se me sale el corazón por la boca” para demostrar el grado de temor que sentimos en un momento dado. El temor es lo que está por detrás de todas las frases negativas que te he citado más arriba.
Cuando estés en reunión de otras personas, te darás perfecta cuenta de la clase de conceptos que poseen y los constatarás en todo lo que les ocurre. Siempre que escuches conversaciones negativas no afirmes nada de lo que expresen. Piensa “NO LO ACEPTO NI PARA MÍ NI PARA ELLAS”. No tienes que decírselo a ellas. Es mejor no divulgar la verdad que estás aprendiendo, no porque haya que ocultarlo sino porque hay una máxima ocultista que dice: “CUANDO EL DISCÍPULO ESTÁ PREPARADO APARECE EL MAESTRO”.

LA FE MUEVE MONTAÑAS
Todo el mundo conoce el dicho y lo repite a menudo. Lo repite como loro, pues no sabe en realidad lo que significa, ni por qué ni cómo es eso, que la fe mueve montañas.

Pocos saben que el temor también mueve montañas.
El temor y la fe son una misma fuerza.
El temor es negativo y la fe es positiva.
El temor es fe en el mal.
O sea, la convicción de que va a ocurrir lo malo.
La fe es la convicción de que lo que va a ocurrir es bueno, o que va a terminar bien.
El temor y la fe son las dos caras de una misma medalla.

Fíjate bien. Tú jamás temes que te vaya a suceder algo bueno. Ni tampoco dices jamás “tienes fe en que te va a ocurrir lo malo”. La fe siempre se asocia a algo que deseamos; y no creo que tú deseas el mal para tí! A éste le temes; ¿no es así?

TODO LO QUE TÚ TEMES LO ATRAES Y TE OCURRE. Ahora que, cuando te ocurre, generalmente dices con aire triunfante: “¡Ajá, yo lo sabía! Lo presentí”, y sales corriendo a contarlo y repetirlo como para lucir tus dotes de clarividente. Y lo que en realidad ha sucedido es que lo pensaste con temor. ¿Lo presentiste? Claro. Lo presentiste. Tú mismo lo estás diciendo. Ya tú sabes que todo lo que se piensa sintiendo al mismo tiempo una emoción, es lo que se manifiesta o se atrae. Tú lo anticipaste y lo esperaste. Anticipar y esperar es fe.

Ahora fíjate que todo lo que tú esperas con fe te viene, te sucede. Entonces, si sabes que esto es así, ¿qué te impide usar la fe para todo lo que tú desees?, ¿amor, dinero, salud, etc.?
Es una ley natural. Es una ordenanza divina. El Cristo lo enseñó con las siguientes palabras, que tú conoces: TODO LO QUE PIDIÉREIS EN ORACIÓN, CREYENDO, LO RECIBIRÉIS. San Pablo lo dice en palabras que no tienen otra interpretación: “la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que se ve”. Más arriba te dije que la fe es la convicción del bien.

Déjame darte la fórmula metafísica para obtener cualquier cosa que uno desee.
Es una fórmula. Hay que emplearla para todo.
Compruébala por tí mismo. No me lo creas ciegamente.

“YO DESEO (TAL COSA). EN ARMONÍA PARA TODO EL MUNDO Y DE ACUERDO CON LA VOLUNTAD DIVINA. BAJO LA GRACIA Y DE MANERA PERFECTA. GRACIAS PADRE QUE YA ME OÍSTE”.

Ahora no dudes por un solo instante. Has empleado la fórmula mágica. Has cumplido con toda la ley y no tardarás en ver tu deseo manifestado. Ten paciencia. Mientras más tranquilo esperes, más pronto verás el resultado. La impaciencia, la tensión y el ponerse a empujar mentalmente destruyen el tratamiento (la fórmula es lo que en metafísica se llama “un tratamiento”).

Para que conozcas lo que has hecho al repetir la fórmula, te voy a explicar el proceso detalladamente. Al tú decir “en armonía para todo el mundo” has eliminado todo peligro de que tu conveniencia perjudique a otro, como tampoco se te hace posible desear un mal para otro.
Al decir “de acuerdo con la voluntad divina”; si lo que tú deseas es menos que perfecto para tí, verás suceder algo mucho mejor de lo que tú esperabas. En este caso significa que lo que estabas deseando no lo ibas a encontrar suficiente, o no te iba a resultar tan bueno como tú pensabas. La voluntad de Dios es perfecta.
Al tú decir “bajo la Gracia y de manera perfecta”, encierra un secreto maravilloso.
“Gracias Padre que ya me oíste” es la expresión más alta de fe que podamos abrigar.
Jesús la enseñó y la aplicaba en todo, desde antes de partir el pan con que alimentó a cinco mil, hasta para decir cómo transformar el vino en su sangre. Dando gracias al Padre antes de ver la manifestación.

Todo lo que tú desees, todo lo que vayas necesitando lo puedes manifestar. El Padre todo lo ha previsto ya, todo lo ha dado ya, pero hay que irlo pidiendo a medida que se sienta la necesidad. Sólo tienes que recordar que no puedes pedir mal para otro porque se te devuelve a ti, y todo lo que pidas para tí debes pedirlo también para toda la humanidad porque todos somos hijos del mismo Padre.

Por ejemplo, pide grande. El Padre es muy rico y no le gusta la mezquindad. No digas “Ay, Papá Dios, dame una casita. Sólo te pido una casita, aunque no sea sino chiquitita”, cuando la realidad es que tú necesitas una casa muy grande porque tu familia es numerosa! No recibirás sino lo que pides. Pide así:
PADRE, DAME A MÍ Y A TODA LA HUMANIDAD, TODAS LAS MARAVILLAS DE TU REINO y ahora haz tu lista.
Para ir fortificando la fe, haz una lista de cosas que deseas o que necesitas.
1. Enumera los objetos o las cosas.
2. Al lado de esta lista haz otra enumerando cosas que deseas ver desaparecer, o bien en ti mismo o en lo exterior.
En el mismo papel escribe la fórmula que ya te di más arriba. Ahora, lee tu papel todas las noches. No debes sentir la menor duda. Da las gracias de nuevo cuantas veces pienses en lo que has escrito.
A medida que veas que se te van realizando las cosas enumeradas, ve tachándolas.
Y al final, cuando las veas realizadas todas, no vayas a ser tan mal agradecido de pensar: “Tal vez se me iban a dar de todas maneras”, porque es mentira. Se te dieron porque las pediste correctamente. Lo exterior se acomodó para dejártelas pasar.

Como ya estás muy habituado a sentir temor por una variedad de razones, cada vez que te encuentres atacado por un temor, repite la fórmula siguiente, que te irá borrando el reflejo que tienes grabado en el subconsciente:
“YO NO TENGO MIEDO. NO QUIERO EL TEMOR. DIOS ES AMOR Y EN TODA LA CREACIÓN NO HAY NADA A QUÉ TEMER. YO TENGO FE. QUIERO SENTIR FE”.

Un gran Maestro decía “lo único que se debe temer es al temor”. La fórmula la debes repetir aún cuando estés temblando de terror. En ese momento, con mayor razón. Solamente el deseo de no temer y el deseo de tener fe bastan para cancelar todos los efectos del temor, y para situarnos en el polo positivo de la fe.
Supongo que ya tú conoces el principio psicológico que dice, que CUANDO SE BORRA UNA COSTUMBRE HAY QUE SUSTITUIRLA POR OTRA.
Cada vez que se niega o se rechaza una idea cristalizada en el subconsciente, se borra ésta un poquito. El pequeño vacío que así se hace, hay que llenarlo inmediatamente con una idea contraria. Si no, el vacío atraerá ideas de la misma clase y que siempre están suspendidas en la atmósfera, pensadas por otros. Poco a poco irás viendo que tus temores desaparecen, si es que tienes la voluntad de ser constante, repitiendo la fórmula en todas las circunstancias que se vayan presentando.

Poco a poco irás viendo que únicamente te sucederán las cosas como tú las deseas.

“POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS”, dijo Jesús.

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