CLARIVIDENCIA
Leadbeater
(Parte 3)
CLARIVIDENCIA SIMPLE
Hemos definido ésta como
un mero principio de visión etérica o astral, que permite a su poseedor ver lo que haya a su alrededor en estos
planos, pero que generalmente no está acompañada del poder de ver a gran
distancia, ni de leer el pasado ni el porvenir. No es posible excluir por completo
estas últimas facultades; porque la visión astral tiene necesariamente una
extensión mucho mayor que la física, y porque de vez en cuando se presentan
cuadros del pasado y el porvenir, hasta a los clarividentes que no saben cómo
buscarlos especialmente; pero sin embargo, existe una verdadera diferencia
entre tales vislumbres accidentales y el poder definido de proyección.
Entre las personas
sensitivas, vemos gentes de todos grados en esta clase de clarividencia; desde
el hombre que recibe una impresión vaga que apenas merece el nombre de vista,
hasta el que posee por completo la visión etérica o astral respectivamente. Quizás el método
más sencillo para nosotros sea principiar por describir lo que es visible en el
caso de este mayor desarrollo de la facultad, toda vez que los casos de su
posesión parcial caerían naturalmente en su respectivo lugar.
Principiemos por la
visión etérica. Ésta consiste
simplemente, como ya se ha dicho, en ser susceptible a una serie de vibraciones
físicas mucho mayor que la ordinaria, pero, sin embargo, su posesión presenta a
la vista mucho, para lo cual la mayor parte de la humanidad está ciega todavía. Consideremos
los cambios que su adquisición produce en el aspecto de los objetos familiares
animados e inanimados, y veamos luego qué factores completamente nuevos nos
presenta. Pero hay que tener presente que lo que voy a describir pertenece tan
sólo a la posesión completa y el dominio perfecto de la facultad, y que la
mayor parte de los casos que se encuentran en la vida real no se aproximan, ni
con mucho, a tal resultado en ninguno de sus aspectos.
El
cambio más sorprendente que se verifica en la apariencia de los objetos
inanimados por la adquisición de esta facultad, es que la mayor parte de ellos
se hacen casi transparentes, debido a la diferencia en, la rapidez de las
hondas en algunas de las vibraciones a que el hombre se ha hecho ahora susceptible. Se encuentra capaz
de ejecutar con la mayor facilidad la proeza proverbial de «ver a través de una
pared de ladrillo»; pues para su nueva visión, la pared no parece tener mayor
consistencia que la de una ligera niebla. Por tanto, puede ver lo que pasa en
la habitación vecina, casi como si no existiese tal pared intermedia puede
describir con exactitud el contenido de una caja cerrada, o leer una carta
sellada, y con un poco de práctica, encontrar un pasaje dado en un libro
cerrado. Este último hecho, si bien es sumamente fácil para la visión astral,
presenta mucha dificultad para la vista etérica, a causa de la circunstancia de
que hay que mirar cada página a través de todas las que tenga
sobrepuestas.
A menudo se hace la pregunta de si en estas
circunstancias el clarividente ve siempre con su vista anormal, o tan sólo
cuando quiere. La contestación es, que si la
facultad está perfectamente desarrollada, estará por completo bajo su dominio;
de suerte que puede usar ésta o la visión ordinaria a voluntad. Pasa de una a otra
con la misma prontitud y facilidad que nosotros cambiamos el foco de los ojos
cuando desviamos la mirada de nuestro libro para seguir los movimientos de
algún objeto a una milla de distancia. Es, como si dijéramos, enfocar la
conciencia en uno u otro aspecto de lo que se ve; y aun cuando el individuo
tenga claramente a la vista el aspecto en que por el momento haya fijado su
atención, continuará también estando vagamente consciente del otro aspecto, lo
mismo que cuando enfocamos nuestra vista en un objeto que tenemos en la mano,
vemos, sin embargo, de un modo vago la pared opuesta de la habitación.
Otro cambio curioso que ocurre cuando se posee esta
vista, es que el suelo sólido, sobre el que camina el individuo, se le hace
hasta cierto punto transparente; de suerte que puede ver dentro del mismo hasta
una profundidad considerable, de un modo semejante a como se ve en un estanque
de agua muy clara. Esto le permite observar cualquier animal que esté
trabajando bajo tierra, distinguir un filón de carbón o de metal que no esté a
gran profundidad, y así sucesivamente.
El límite de la
vista etérica, cuando se mira a través de la materia sólida, parece que es
análogo al que se alcanza cuando miramos a través del agua o de la niebla. No
podemos pasar de cierta distancia, porque el medio a través del cual miramos no
es por completo transparente.
También cambia considerablemente la apariencia de los
objetos animados, para el hombre que ha aumentado hasta este punto su poder de
visión. Los cuerpos de los
hombres y de los animales son para él transparentes, de suerte que puede
observar la acción de los diversos órganos internos, y hasta cierto punto
diagnosticar algunas de sus enfermedades. Esta extensión de vista le permite también percibir,
con más o menos claridad, varias clases de seres elementales, y otros cuyos
cuerpos no son capaces de reflejar ninguno de los rayos dentro del límite del
espectro que ordinariamente se ve.
Entre las entidades que de este modo se perciben, hay
algunas de las clases inferiores de espíritus de la naturaleza, o aquellos
cuyos cuerpos están constituidos por la materia etérica más densa. A esta
categoría pertenecen casi todas las hadas, gnomos y duendes, acerca de los
cuales hay aún tantas historias en las montañas escocesas e irlandesas, y en
los lugares remotos en todo el mundo. El vasto
reino de espíritus de la naturaleza es, en su mayor parte, un reino astral;
pero no obstante, hay una sección grande del mismo que pertenece a la parte
etérica del plano físico, y esta sección, por supuesto, es mucho más
probable que se ponga dentro de la esfera de acción de algunos individuos que
las otras.
Ciertamente, cuando leemos los cuentos comunes de
hadas, tropezamos con frecuencia con indicaciones de que se trata de esta
especie de seres. Cualquier estudiante de esta clase de tradiciones, deberá
recordar cuán a menudo se menciona un ungüento o droga misteriosa, que al ser
aplicada a los ojos del hombre, le permite ver los individuos del reino de las
hadas cuando los encuentra. Este ungüento y su resultado se mencionan con tanta
frecuencia, y provienen de partes tan distintas del mundo, que sin duda debe
haber alguna verdad en ello, como la hay siempre en toda tradición popular
universal. Ahora
bien: ninguna clase de untura en los ojos puede, en modo alguno, abrir la
visión astral de un individuo, por más que ciertos ungüentos, dados en todo el
cuerpo, ayudan muchísimo al cuerpo astral para poder abandonar el físico en
plena conciencia; pero su aplicación alojo físico puede fácilmente estimular su
sensibilidad de tal modo, que lo haga susceptible a algunas de las vibraciones
etéricas.
Esta clase de historias refieren con frecuencia cómo,
algunas veces que el ser humano, con este ungüento místico, ha podido ver una
hada con su mayor poder de visión, ésta le ha golpeado o pinchado los ojos, con
lo cual no sólo le ha privado de la vista etérica, sino también de la física
más densa. (Véase The Science of Fairy Tales, por E. S.
Hartland.) Si la vista
adquirida hubiese sido astral, semejante procedimiento hubiera sido inútil, porque ningún daño en el aparato físico puede
afectar una facultad astral; pero siendo etérica la vista que la untura
produjera, la destrucción del ojo físico ocasionaría en el acto la de aquélla
en la mayor parte de los casos, puesto que es el mecanismo por cuyo conducto
obra.
Otro hecho que también observaría pronto, sería su mayor extensión de vista en la percepción de
los colores, pues vería colores completamente nuevos que no se parecerían en lo
más mínimo a los del espectro que hoy conocemos, y por tanto, serían por
completo indescriptibles en nuestro lenguaje actual. Y no sólo vería
objetos nuevos con tales nuevos colores, sino que también se apercibiría que el
color de muchos objetos que le eran familiares se había modificado, según
tuviesen o no algún matiz de estos nuevos colores mezclados con los antiguos.
De suerte que dos tonos de color que para el ojo ordinario aparecerían
armonizarse perfectamente, presentarían muchas veces matices diferentes para la
vista más penetrante.
Hemos bosquejado ya algunos de los principales cambios
que tendrían lugar en el mundo de un hombre al obtener la vista etérica; y debe
tenerse siempre presente que, en la mayor parte de los casos, esto acarrearía a
la vez un cambio correspondiente en sus demás sentidos, de suerte que podría
oír y quizá hasta sentir más que la generalidad. Ahora bien, suponiendo que
además de esto obtuviese la vista del plano astral, ¿qué otros cambios se observarían?
Estos cambios serían muchos y grandes; en una palabra,
todo un mundo nuevo se abriría ante sus ojos. Consideremos brevemente sus maravillas
en el mismo orden que antes, y veamos primeramente que diferencia habría en la
apariencia de los objetos inanimados. En este punto principiaré por citar una
hábil contestación que se dio en The Viihan:
«Hay una marcada
diferencia entre la vista etérica y la astral, siendo esta última la que parece
corresponder a la cuarta dimensión.
La manera más fácil de comprender esta diferencia, es
presentar un ejemplo. Si se mira un hombre
con las dos vistas, empleando una después de otra, veréis en ambos casos los
botones de atrás de su traje; sólo que con la vista etérica se verían a través de él, percibiéndose como más
próximo a uno el frente anterior; pero si se mira astralmente, se verá, no sólo
de este modo, sino también como si uno se hallara detrás del hombre a la vez
que delante.»
O bien si se mira
etéricamente un cubo de madera con escritos en todos sus lados, sería lo mismo
que si el cubo fuera de cristal; de modo que se vería a través de él y se
distinguirían las letras en el lado opuesto, todas por detrás, al paso que las
de la derecha e izquierda no serían claras, a menos de cambiar de sitio, porque
se verían de perfil. Pero mirando astralmente se verían todos los lados a la
vez, y todo derecho, como si el cubo hubiese sido aplanado ante uno, viéndose
también cada partícula del interior, pero no a través de las demás, sino como
si estuviesen en el mismo plano se las miraría desde una nueva dirección en
ángulo recto, con todas las direcciones que conocemos.
Si se mira etéricamente un reloj por detrás, se verán
al través todas las ruedas, y las caras respectivas de éstas a través de las mismas, pero por detrás; pero mirando astralmente,
se verán las caras de forma directa y todas las ruedas separadamente, pero nada
en los extremos de nada.
Aquí tenemos desde
luego la Clave, el factor principal del cambio; el hombre mira todas las cosas
desde un punto de vista absolutamente nuevo, completamente fuera de todo lo que
hasta entonces hubiera imaginado. No tendrá la más ligera dificultad de leer
cualquier página de un libro cerrado, porque no la ve a través de las otras
páginas sobrepuestas, sino que la mira directamente como si fuera la única
página que hubiese que ver. La profundidad a que se hallase una vena de metal o
de carbón, no constituiría una barrera a su vista, porque entonces no miraría a
través de la profundidad intermedia de la tierra. El espesor de un muro o el
número de muros que hubiesen entre el observador y el objeto, constituiría una
notable diferencia para la claridad de la vista etérica, pero tal diferencia no
existiría para la vista astral, porque en el plano astral los muros no intervendrían
entre el observador y el objeto. Naturalmente, esto suena paradójico e
imposible, y es por completo inexplicable para la mente que no está especialmente
educada para comprender la idea; sin embargo, no es por esto menos
absolutamente cierto.
Esto nos lleva
derechamente en medio de la enfadosa cuestión de la cuarta dimensión, asunto
del mayor interés, aunque no pretendemos discutirlo en el espacio de que
disponemos. Los que deseen estudiar lo como merece, se les recomienda
principiar con Scientific Romances, de
C. H. Hinton, o Another World, del
doctor A. T. Schofield, y seguir luego con la obra más extensa del primero, A New Era of Thought. Hinton no sólo
pretende poder él mismo asir mentalmente algunas de las formas más sencillas de
cuatro dimensiones, sino que también declara que cualquiera que se tome el
trabajo de seguir sus instrucciones, puede también, con perseverancia, adquirir
igualmente esta comprensión mental. No estoy seguro de que esta posibilidad se
halle al alcance de todos, según él cree, porque me parece que se requiere
considerable habilidad matemática; pero sí puedo, en todo caso, afirmar que me
consta que el «tesseract» o cubo de cuatro dimensiones que describe, es una
realidad por ser una figura muy familiar en el plano astral.
Sé que Madame Blavatsky, aludiendo a la teoría de la cuarta dimensión, ha expresado el
parecer de que sólo era una manera tosca de expresar la idea de la completa
permeabilidad de la materia, y que W. T. Stead ha seguido el mismo método,
presentando a sus lectores el concepto bajo el nombre de through [a
través]. Sin
embargo, una investigación cuidadosa, detallada y muy repetida, parece
demostrar de modo concluyente, que esta explicación no abarca todos los hechos.
Es una descripción perfecta de la visión etérica; pero la otra idea por
completo diferente de la cuarta dimensión, según expone Hinton, es la única que
presenta alguna explicación aquí abajo de los hechos constantemente observados
de la visión astral. Por esta razón me aventuro a indicar deferentemente, que
cuando Madame Blavatsky escribió lo que antecede se refería a la visión etérica
y no a la astral, y que la gran propiedad de la frase aplicada a esta otra y
superior facultad, en la cual no pensaba en aquel momento, no se le ocurrió.
La posesión, pues, de este poder
extraordinario y apenas expresable, debe siempre tenerse presente en todo lo
que sigue. Expone cada punto del interior de todo cuerpo sólido absolutamente
manifiesto a la mirada del vidente, del mismo modo que cada punto del interior
de un círculo se halla manifiesto a la vista de la persona que lo mire.
Pero aún esto no es, en modo alguno todo lo que esta
facultad concede a su poseedor, pues no sólo ve el interior lo mismo que el
exterior de los objetos, sino también sus dobles astrales. Cada átomo y molécula del plano físico tiene su
correspondiente átomo y molécula astral, y la masa que constituyen es
claramente visible al clarividente. Generalmente, el astral de cualquier objeto
se proyecta un poco fuera de la parte física, y así los metales, las piedras y
demás están rodeados por un aura astral.
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