jueves, 14 de mayo de 2015

LOS SABIOS DEL HIMAVAT

LOS SABIOS DEL HIMAVAT
Damodar K. Mavalankar

Mientras me encontraba en mi recorrido con el Coronel Olcott, ocurrieron varios fenómenos, en su presencia al igual que en su ausencia, como fueron las respuestas inmediatas que recibí en la escritura de mi Maestro, y con su firma, a preguntas planteadas por varios de nuestros Asociados. Estos acontecimientos tuvieron lugar antes de que llegáramos a Lahore, en donde esperábamos encontrar en su cuerpo a mi Maestro. Allí, él me visitó en su cuerpo físico, por tres noches consecutivas, por cerca de tres hora cada vez, mientras que yo conservaba plenamente mi consciencia, y en un caso, incluso, fui a encontrarlo fuera de la casa.

Para mi conocimiento no existe caso alguno en los anales del Espiritismo, de un médium que haya permanecido perfectamente consciente y que previa cita, haya encontrado a su espíritu visitante dentro de la propiedad, que haya vuelto a entrar a la casa con él, le haya ofrecido un asiento y luego que haya mantenido una larga  conversación con el "espíritu desencarnado", en una forma tal que le hubiese dado la impresión de que estaba en contacto personal con una entidad encarnada.

Además, al que yo vi en persona en Lahore, era el mismo que yo había visto en forma astral en el Cuartel General de la Sociedad Teosófica, y también, el mismo que yo había visto en visiones y en trance en su casa, a miles de kilómetros de allí, a donde yo llegué en mi Ego astral gracias a su ayuda y protección directa. En esos casos, con mis poderes psíquicos todavía escasamente desarrollados, siempre lo había visto como una forma más bien borrosa, aunque sus facciones estaban perfectamente definidas y su recuerdo estaba profundamente grabado en el ojo y memoria de mi alma, mientras que ahora en Lahore, en Jummoo y en otras partes, la impresión fue totalmente diferente. En los primeros casos, cuando hacía el Pralham (o salutación) mis manos pasaban a través de su forma, mientras que en las últimas ocasiones ellas encontraron sólidos ropajes, carne y hueso. Aquí yo vi a un hombre vivo ante mí, al original de los cuadros en posesión de la Señora Blavatsky y del Sr. Sinnett, aunque mucho más imponente en su apariencia general y presencia.

No me detendré en el hecho de que el Maestro fue visto corporalmente tanto por el Coronel Olcott como por el Sr. Brown separadamente dos noches en Lahore, ya que ellos lo pueden hacer mejor que yo, cada quien por sí mismo, si así lo desean.

Nuevamente en Jammu, a donde nos dirigimos de Lahore, el Sr. Brown lo vio en la tarde del tercer día de nuestra llegada allí, y de él recibió una carta en su conocida caligrafía, a lo cual cabría añadir las visitas que me hizo casi cada día. Y casi todo el mundo en Jammu sabe lo que ocurrió la mañana siguiente, cuando tuve la buena fortuna de haber sido enviado y de habérseme permitido visitar un sagrado Ashram, en donde permanecí por unos pocos días en la bendita compañía de varios de los Mahatmas del Himavat y de sus discípulos.

Allí, no sólo me encontré a mi querido Gurudeva y al maestro del Coronel Olcott, [Mahatma M.], sino a varios otros de la fraternidad incluyendo a uno de los más elevados. Por desgracia, la naturaleza extremadamente personal de mi visita a esas regiones tres veces benditas, me impiden decir más acerca de ellas. Basta decir que el lugar que me fue permitido visitar está en los Himalayas, y no en una imaginaria Tierra de Veraneo, y que lo vi en fui propio sthula sarira ( cuerpo físico) encontrando a mi Maestro idéntico a la forma que había visto en los primeros días de mi chelado.

Es así como, yo vi a mi querido Guru no sólo como a un ser vivo, sino de hecho como a uno joven en comparación con algunos otros Sadhus de la bendita compañía, sólo que mucho más afectuoso, y siendo capaz de hacer comentarios y conversación divertida a veces. Es así como en el segundo día de mi llegada, después de la hora de la comida, se me permitió la oportunidad de conversar por más de una hora con mi Maestro.

Me preguntó sonriendo, qué era lo que me hacía mirarlo de manera tan perpleja, a lo cual por mi parte yo pregunté: "Maestro, ¿Por qué a algunos miembros de nuestra Sociedad se les ha metido en la cabeza la noción de que usted era un hombre viejo y de que incluso lo habían visto clarividentemente como un hombre viejo de más de sesenta años?" A lo cual, él sonrió afablemente y me dijo que esta última idea equivocada se debía a los relatos de un cierto Brahmachari, un alumno de un Swami Vedantico del Punjab, que él encontró el año pasado en el Tibet, el cual era jefe de una secta, un Lama anciano, que fue su compañero de viaje en esa ocasión. El susodicho Brahmachari, al hablar de su encuentro en la India, dejó que varias personas lo confundieran con él. En cuanto a que lo hubiesen percibido como un “anciano”, añadió que si se tratase de verdadera clarividencia, no conduciría a tales nociones erróneas; y luego afablemente me reprendió por darle alguna importancia a la edad de un Guru, añadiendo que las apariencias eran frecuentemente falsas, etc., etc.: y luego continuó explicándome otros puntos.

Estos son hechos sólidos, y no existe una vía alterna de interpretación para el lector. Lo que afirmo es ya sea cierto o falso.
En el primer caso, ninguna hipótesis Espiritista o Espiritualista puede sostenerse, y tendría que admitirse que los Hermanos Himálayicos son hombres vivos, no siendo ni espíritus desencarnados ni creaciones de fanáticos con una imaginación sobrecalentada. Desde luego estoy plenamente consciente de que muchos desacreditarán mi relato; sin embargo, yo sólo escribo para el beneficio de aquellos pocos que me conocen lo suficientemente bien, como para no verme como a un médium alucinado, ni tampoco atribuirme ningún mal motivo, y que siempre han sido fieles y leales a sus convicciones ya la causa que tan noblemente han abrazado.
No tomo en consideración a la mayoría, que se reirá y ridiculizará lo que no tiene ni inclinación ni capacidad para comprender. Si estas cuantas líneas pudiesen ayudar a estimular incluso a alguno de mis colegas, Hermanos en la Sociedad, o a un hombre de pensamiento recto fuera de ella, para promover la causa de la Verdad y de la Humanidad, podré considerar haber realizado correctamente mi deber.


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