LOS
SABIOS DEL HIMAVAT
Damodar K. Mavalankar
Mientras me encontraba en
mi recorrido con el Coronel Olcott, ocurrieron varios fenómenos, en su
presencia al igual que en su ausencia, como fueron las respuestas inmediatas
que recibí en la escritura de mi Maestro, y con su firma, a preguntas
planteadas por varios de nuestros Asociados. Estos acontecimientos tuvieron
lugar antes de que llegáramos a Lahore, en donde esperábamos encontrar en su
cuerpo a mi Maestro. Allí, él me visitó en su cuerpo físico, por tres noches
consecutivas, por cerca de tres hora cada vez, mientras que yo conservaba plenamente
mi consciencia, y en un caso, incluso, fui a encontrarlo fuera de la casa.
Para mi conocimiento no
existe caso alguno en los anales del Espiritismo, de un médium que haya
permanecido perfectamente consciente y que previa cita, haya encontrado a su espíritu
visitante dentro de la propiedad, que haya vuelto a entrar a la casa con él, le
haya ofrecido un asiento y luego que haya mantenido una larga conversación con el "espíritu
desencarnado", en una forma tal que le hubiese dado la impresión de que
estaba en contacto personal con una entidad encarnada.
Además, al que yo vi en persona en Lahore, era el mismo
que yo había visto en forma astral en el Cuartel General de la Sociedad
Teosófica, y también, el mismo que yo había visto en visiones y en trance en su
casa, a miles de kilómetros de allí, a donde yo llegué en mi Ego astral gracias
a su ayuda y protección directa. En esos casos, con mis poderes psíquicos
todavía escasamente desarrollados, siempre lo había visto como una forma más
bien borrosa, aunque sus facciones estaban perfectamente definidas y su
recuerdo estaba profundamente grabado en el ojo y memoria de mi alma, mientras
que ahora en Lahore, en Jummoo y en otras partes, la impresión fue totalmente
diferente. En los primeros casos, cuando hacía el Pralham (o salutación) mis manos pasaban
a través de su forma, mientras que en las últimas ocasiones ellas encontraron
sólidos ropajes, carne y hueso. Aquí yo vi a un hombre
vivo ante mí, al original de los cuadros en posesión de la Señora Blavatsky y
del Sr. Sinnett, aunque mucho más imponente en su apariencia general y
presencia.
No me detendré en el hecho de que el Maestro fue visto
corporalmente tanto por el Coronel Olcott como por el Sr. Brown separadamente
dos noches en Lahore, ya que ellos lo pueden hacer mejor que yo, cada quien por
sí mismo, si así lo desean.
Nuevamente en Jammu, a donde nos dirigimos de Lahore, el
Sr. Brown lo vio en la tarde del tercer día de nuestra llegada allí, y de él
recibió una carta en su conocida caligrafía, a lo cual cabría añadir las
visitas que me hizo casi cada día. Y casi todo el mundo en Jammu sabe lo que
ocurrió la mañana siguiente, cuando tuve la buena fortuna de haber sido enviado
y de habérseme permitido visitar un sagrado Ashram, en donde permanecí por unos
pocos días en la bendita compañía de varios de los Mahatmas del Himavat y de
sus discípulos.
Allí, no sólo me encontré a mi querido Gurudeva y al maestro
del Coronel Olcott, [Mahatma M.], sino a varios otros de la fraternidad
incluyendo a uno de los más elevados. Por desgracia, la naturaleza
extremadamente personal de mi visita a esas regiones tres veces benditas, me
impiden decir más acerca de ellas. Basta decir que el lugar que me fue permitido visitar
está en los Himalayas, y no en una imaginaria Tierra de Veraneo, y que lo vi en
fui propio sthula sarira ( cuerpo físico) encontrando a mi Maestro idéntico a
la forma que había visto en los primeros días de mi chelado.
Es así como, yo vi a mi querido Guru no sólo como a un
ser vivo, sino de hecho como a uno joven en comparación con algunos otros
Sadhus de la bendita compañía, sólo que mucho más afectuoso, y siendo capaz de
hacer comentarios y conversación divertida a veces. Es así como en el segundo día de mi llegada, después de
la hora de la comida, se me permitió la oportunidad de conversar por más de una
hora con mi Maestro.
Me preguntó sonriendo, qué era lo que me hacía mirarlo de
manera tan perpleja, a lo cual por mi parte yo pregunté: "Maestro, ¿Por qué a algunos
miembros de nuestra Sociedad se les ha metido en la cabeza la noción de que
usted era un hombre viejo y de que incluso lo habían visto clarividentemente
como un hombre viejo de más de sesenta años?" A lo cual, él sonrió afablemente y me dijo que esta
última idea equivocada se debía a los relatos de un cierto Brahmachari, un
alumno de un Swami Vedantico del Punjab, que él encontró el año pasado en el
Tibet, el cual era jefe de una secta, un Lama anciano, que fue su compañero de
viaje en esa ocasión. El susodicho Brahmachari, al hablar de su encuentro en la
India, dejó que varias personas lo confundieran con él. En cuanto a que lo
hubiesen percibido como un “anciano”, añadió que si se tratase de verdadera
clarividencia, no conduciría a tales nociones erróneas; y luego afablemente me
reprendió por darle alguna importancia a la edad de un Guru, añadiendo que las apariencias
eran frecuentemente falsas, etc., etc.: y luego continuó explicándome otros puntos.
Estos son hechos sólidos,
y no existe una vía alterna de interpretación para el lector. Lo que afirmo es
ya sea cierto o falso.
En el primer caso, ninguna hipótesis
Espiritista o Espiritualista puede sostenerse, y tendría que admitirse que los
Hermanos Himálayicos son hombres vivos, no siendo ni espíritus desencarnados ni
creaciones de fanáticos con una imaginación sobrecalentada. Desde luego estoy
plenamente consciente de que muchos desacreditarán mi relato; sin embargo, yo
sólo escribo para el beneficio de aquellos pocos que me conocen lo
suficientemente bien, como para no verme como a un médium alucinado, ni tampoco
atribuirme ningún mal motivo, y que siempre han sido fieles y leales a sus
convicciones ya la causa que tan noblemente han abrazado.
No tomo en consideración
a la mayoría, que se reirá y ridiculizará lo que no tiene ni inclinación ni
capacidad para comprender. Si estas cuantas líneas pudiesen ayudar a estimular incluso
a alguno de mis colegas, Hermanos en la Sociedad, o a un hombre de pensamiento
recto fuera de ella, para promover la causa de la Verdad y de la Humanidad,
podré considerar haber realizado correctamente mi deber.
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