domingo, 26 de abril de 2015

EL MUNDO OCULTO, CAPITULO PRIMERO

EL MUNDO OCULTO
(SINNETT)

CAPITULO PRIMERO
EL OCULTISMO Y SUS ADEPTOS


Antes de empezar, debo decir, que los poderes que el ocultismo confiere á sus adeptos, guardan cierta conformidad con las fuerzas de la naturaleza, acerca de lo que, la ciencia no conoce nada absolutamente, y á la sola idea de pensar que un adepto pueda hablar con otro, á cualquiera que sea la distancia que los separe sobre la superficie terrestre, le haría creer al que tal cosa le dijera, que su razón no estaba firme, y que un tal loco no debería andar con los cuerdos.
Sin émbargo, tal hecho existe y ya el abate Hue (1) presenció en una Lamasería del Tíbet un suceso semejante.
(1) El autor Mr. Sinnett, quiere aquí hacer referencia á lo que Madame  Blavatsky cuenta haber sucedido al abate Huc en una Lamaseria y que refirió á Mr. Arsenieff cuando hubo regresado del Tíbet, como un hecho á él mismo sucedido y por él mismo presenciado.

«Me hallaba, cuenta el abate, en el Tíbet, en la Lamasería de Kounboum. Un día mientras estaba hablando con uno de los lamas (monje buddhista) éste cesó, súbitamente de hablarme y tomó la atenta actitud de uno que escucha algo que se le comunica, aunque él (el abate Huc) no oía cosa alguna.
-En este, caso, yo debo ir, prorrumpió de pronto el lama como si contestase a lo que se le decía,
-¿Ir a donde?.. preguntó el asombrado «lama de Jehová» (Huc)
-¿Y con quien estáis hablando?
-A la Lamasería de ****, respondió tranquilamente. El Saberon me necesita; él es quien me ha llamado.
Ahora bien; esta Lamaseria estaba a muchas jornadas distante de la de Kounboum, en la cual la conversación tuvo lugar.
Pero lo que al parecer asombró más al buen abate fué, que en vez de emprender el lama su viaje se dirigió sencillamente hacia una especie de cúpula situada en el terrado ó azotea de la casa en que  vivían y por otro lama, después de haber cambiado algunas palabras, los siguió, viendo como lo encerraba bajo llave, que retiró y guardó; pasados unos cuantos segundos, con una ligera sonrisa, le dijo que el compañero ya había marchado.
-¿Pero cómo ha podido marcharse si lo habéis encerrado y yo no le he visto alejarse?, preguntó con asombrosa incredulidad el abate, el cuarto no tiene otra salida que la puerta, añadió.
-Y qué clase de obstáculo es para él una puerta?, respondió el lama guardián. El que ha partido es el mismo: su cuerpo no es necesario, y por esto lo ha dejado a mi cuidado.
Tres días después al ponerse el sol y en el preciso momento en que los demás lamas disponiánse a retirarse, oyó Huc la voz de su amigo ausente como si llamase desde las nubes a su compañero para que lo libertase de su encierro abriendo la puerta.
Mirando hacia arriba, percibió el abate la silueta del viajero tras la celosía de la habitación en donde había sido encerrado.
En cuanto bajó, fuese en derechura a ver al Gran Lama de Kounboum al cual transmitió ciertos mensajes y órdenes del lugar de donde había venido y que según el abate, se relacionaron con su expulsión de aquellos lugares por su imprudente curiosidad e indiscreción sin lugar a duda.
De este abate es también la descripción que hace de uan pintura animada que vió en el Tíbet, en otra Lamasería de las muchas que aún existen.
Hablando el abate Huc de esas pinturas maravillosas, nos ha dejado una descripción asombrosa.
Era una simple tela pintada, dice, que no tenía el más insignificante mecanismo como podía comprobar el visitante examinándola a su sabor. Representaba un paisaje iluminado por la luna; pero éste astro, no estaba inmóvil y sin brillo; todo lo contrario, porque podría decirse que nuestra luna misma, ó al menos su duplicado viviente, iluminaba dicha pintura. Cada fase, cada aspecto, cada movimiento de nuestro satélite estaba reproducido en su facsímile en el movimiento y curso de la luna en la sagrada pintura. «Veíase, dice Huc, a este astro en la pintura, levantarse como en su cuarto creciente ó luna llena, resplandeciendo brillantemente, pasar por detrás de las nubes, salir y ponerse, imitando del modo más sorprendente al verdadero satélite. En una palabra, era la más fiel y esplendida reproducción de la pálida reina de la noche, á quien en épocas antiguas tanta gente tributaba adoración» (El Traductor.)

Esta telegrafía psicológica, es completamente independiente de todo mecanismo y agente material, y las facultades clarividentes del adepto son tan perfectas, que ellas le dan una especie de omnisciencia, en lo que respecta a los asuntos mundanos.

El cuerpo, es la cárcel del alma, para el hombre ordinario.

Nosotros no podemos ver sino lo que tenemos ante los ojos y eso a través de los hierros de la prisión.
El adepto posee la llave de su encierro y puede salir cuando quiera.
No es pues una prisión, es, sencillamente una habitación que él ocupa temporalmente.
En otros términos; el adepto puede proyectar su alma fuera de su cuerpo a cualquier lugar que le plazca y esto con la rapidez del pensamiento.

La manera de ser del ocultismo, la base de los hechos y la forma en que opera, se halla fuera del alcance de la concepción ordinaria y por lo tanto difícil de saber y explicar.
Es como si se describiese el funcionamiento de una máquina a un auditorio, que ignorase no solamente lo más rudimentario del arte mecánico, sino que desconociera lo más elemental de las matemáticas.

Por efecto de una mala educación literaria recibida en los centros de enseñanza respecto a las ciencias, los que a ellas se dedican, cuando llegan a ocuparse de las llamadas ciencias ocultas u ocultismo, se hallan en una ignorancia  completa, desconociendo hasta el A. B. C. de lo que tratan de investigar, desconociendo hasta las facultades del alma en sus muchas y varias manifestaciones y más aún cuando se trata del alma y el cuerpo, unidos.

Los ocultistas de todas las edades si son admitidos por sus aficiones a estos estudios, suelen llegar a conseguir resultados maravillosos, pero no así aquellos que son pobres en inteligencia y conocimientos, pues esto les parecerá entrar en un mundo de milagros y encantamientos.
Si se echa una mirada sobre una carta histórica, pueden verse los sucesos mezclados, más ó menos, unos con otros, si se exceptúa a la China; y esfumarse y perderse en las lejanías de los tiempos pasando a confundirse todos.
Supongamos que la Europa hubiera entrado algo más tarde en contacto con los Chinos mucho más adelantados ó inteligentes de lo que en realidad son, y hubiesen desarrollado una rama de las ciencias físicas hasta nuestro nivel de hoy día y que esta rama del saber chino hubiera sido para nosotros completamente desconocida; la sorpresa nuestra hubiera sido inmensa a la vista de los adelantos Chinos, desconocidos para nosotros.

Tal es, o cosa parecida, nuestra expectación ante las ciencias ocultas.

Los ocultistas han formado y constituido una casta aparte, desde la antigüedad más remota, desde un tiempo que nosotros no podemos calcular,
pero no son una raza especial bajo el punto de vista físico,
ni tampoco uniforme en sus composiciones
y menos aun se les pudiera calificar como constituyendo una nación o pueblo,
asociación de hombres de una inteligencia superior,
vienen a ser solamente, que unidos por el fuerte lazo de las experiencias comunes, ellos continúan perpetuando las vidas, las tradiciones y los misterios del desarrollo interno en el hombre y cuya herencia: les han legado sus antepasados.

Durante este tiempo, la civilización ha avanzado a la par que la ciencia en Europa, pero descuidando, o mejor dicho, ocupándose del único estudio a que los ocultistas han venido dedicando su atención.
No es extraño por tanto, si las líneas de demarcación en las dos civilizaciones, la Oriental y la Occidental, han divergido hasta el punto de no entenderse hoy en día.

Quédanos por ver, si se aceptará el intento de reunir en uno, dos cuerpos de doctrina largo tiempo divorciados entre sí, aun siendo hermanos, cual hijos de una madre común a ambos, o si se la considerará como un imprudente impostor que trata le sea reconocido el parentesco.

Ya hemos dicho, que el ocultista disfruta el poder de alejar su alma (El cuerpo astral, se sobrentiende) del cuerpo.
Debe observarse que por este solo hecho, él obtiene sin ninguna sombra de, duda, la certeza de que tiene un alma.
Al estudio comparativo de las mitologías se le ha llamado siempre, la ciencia de la religión; si existe pues, una ciencia de la religión, esa ciencia no puede ser otra, que el ocultismo.

Un observador superficial pudiera imaginar que la verdadera religión no puede manifestarse con mayor claridad, a el alma desprendida temporalmente del cuerpo sino cuando lo hace por mediación de los sentidos físicos. Pero es evidente que el hombre que se eleva hacia el reino de lo inmaterial, goza de una más vasta comprensión en la verdadera religión, puesto que, por su conocimiento, la pura percepción y facultades intelectuales del alma cuando se halla libre, las concentra en el hombre inmaterial.
Hemos hablado del hombre inmaterial separado del cuerpo físico. Pero la exposición de doctrinas que examinamos es tan compleja, que no hay que dejar pasar una expresión que pueda el lector juzgar propia.
Es una de las verdades incontestables en la filosofía oculta, que el ego interior etéreo y el hombre aun cuando esté separado del cuerpo, es uno mismo. Solo que se halla revestido de una envoltura más etérea, pero material, aunque en el sentido de ser más sutil.

Es creencia general en los países civilizados, creer que el hombre posee un alma que sobrevive al cuerpo en una u otra forma que sea; pero se ven obligados a confesar que ellos no saben acerca de eso gran cosa.
Una gran parte de los seres que figuran a la cabeza de nuestra civilización, abrigan graves dudas acerca de esta cuestión; sugiriendo a algunos la idea, investigando la física, de que después de todo, el pensamiento pudiera, muy bien ser uno de los modos de movimiento; tendiendo a establecer la probabilidad hipotética siguiente, y es que al morir el cuerpo y destruirse... nada queda.
La filosofía oculta no especula en esto; ella sabe y conoce lo que son los hechos.
San Pablo que era seguramente un ocultista, consideraba al hombre como compuesto de cuerpo, alma y espíritu.

Esta distinción no se halla acorde con la teoría consciente de que cuando un hombre muere su alma pasa al cielo ó al infierno. ¿Qué viene á ser entonces el espíritu y cuál es su diferencia con el alma?
Los filósofos ortodoxos, se han creado cada uno de por sí, su teoría acerca de esto.
El alma es el lugar donde se cobijan todas las emociones que agitan la vida, y el espíritu de donde parten las facultades intelectuales, ó vice-versa.
No se puede encontrar fundamento sólido para tales conjeturas, ni menos una base en que sostenerse, ni menos una revelación en que apoyarse.

Pero San Pablo, cuando empleaba esta palabra, no lo hacia como una vaga y fantástica inspiración, pues parecía considerar el espíritu como el alma del alma.

Por de pronto, dejemos que diluciden esta cuestión en la mejor forma los que la plantean en sus términos, y vengamos al punto en que el ocultismo dice que el alma del hombre es considerablemente más sutil y más permanente que lo es el cuerpo, siendo sin embargo, una realidad material.
No material siguiendo el concepto de la química, sino como podría: comprenderse todo lo físico en bloque; si los tentáculos de cada una de las partes de la ciencia se hallasen en fino contacto y trabajasen en armonía los unos con los otros.

Esto no es negar la materialidad de una substancia hipotética, aun cuando no pueda determinarse el peso atómico y sus afinidades.
El éter que transmite la luz, es material para aquel que admite su existencia, pero hay una gama que recorrer entre la diferencia que existe entre él y el gas más sutil.
No se llega a una verdad científica siempre por el mismo camino.
Unas son percibidas directamente, otras se deducen de una manera indirecta y no por eso estas últimas dejan de ser menos ciertas.
La materialidad del éter dimana, del modo como se examinan las modificaciones de la luz: la materialidad del alma puede ser deducida de lo que ella sufre, por la acción de fuerzas exteriores.
La influencia magnética, es una emanación inherente a cierta función física del magnetizador.
Esta emanación afecta el alma del sujeto a distancia, y produce un efecto perceptible para él, y demostrable para los otros.
Naturalmente, esto es un ejemplo y no una prueba.
Exponemos de la mejor manera posible, aunque imperfecta, los descubrimientos del ocultismo, sin abordar dé una vez las pruebas de las manifestaciones.
Lejos de esto, se darán parcamente, escogiendo entre ellas otras, que vendrán más tarde como consecuencia lógica.

El alma es material, y por lo general se halla unido al cuerpo que está formado de materia más densa, y es en este estado de cosas, que permite al ocultista hablar de una manera positiva con la persona que desea, y, transportarse a distancia con esa alma menos material, teniendo por el solo ejercicio de tal facultad la certeza, de que dicha alma al poder vivir separada del cuerpo, puede y debe sobrevivirle cuando quiera.

El adepto no se apoya en la fe, o especula metafísicamente, para establecer posibilidades acerca de la supervivencia y existencia real cuando se halla fuera del cuerpo, pues verifica esta experiencia cuando le place.

Ciertamente, la simple facultad con que obra al verificar temporalmente la separación de que se habla, no por eso proporciona al que lo ejecuta, dones y conocimientos sobre los destinos futuros después de la finalidad o muerte real del sujeto: únicamente adquiere, la reseña exacta de las condiciones con que pasa al otro mundo.

En tanto viva, su alma se halla unida al cuerpo como un globo cautivo, por decirlo así, y sujeto por un cable; a la verdad, largo, flexible é imponderable.

Las ascensiones estando en cautividad, no le dirán ni le enseñarán si el globo flotará lo mismo cuando la máquina que lo sostiene se vea destruida, ó si él se encontrará sin dirección yéndose a la deriva sin rumbo conocido; pero esto depende del aeronauta y de los globos con que navegue en determinadas circunstancias.
La facultad de que venimos hablando, es de un infinito resultado; por ser al parecer, casi el final de la enseñanza en el adeptado; pero en realidad puede decirse que en vez de ser el fin, es solamente el principio.

Las operaciones, en apariencia mágicas, que pueden ejecutar los adeptos en ocultismo, son hijas del conocimiento de una fuerza de la naturaleza denominada en los libros sanscritos, akasa.

En la novela La Raza Futura, de lord Lytton, que sabía en ocultismo, más de lo que se creía generalmente, hace una referencia imaginaria y maravillosa de las condiciones que afectan a la fuerza que él denomina vril, en el centro de la tierra a donde hace penetrar a su héroe.
Al escribir sobre el vril, lord Lytton tuvo evidentemente la idea de poetizar el akasa.
En La Raza Futura, el autor describe á un pueblito poseyendo parte de los poderes asequibles a los adeptos; pero este pueblo, difiere esencialmente en absoluto del cuerpo de que forman parte los adeptos, en muchos puntos esenciales y entre otros, el que sus moradores en ese pueblo disfrutan, desde su infancia sean mujeres u hombres, de los mismos poderes.

Esto solo, está en oposición, al ocultismo que los adeptos llegan á obtener.
De cualquiera manera que sea, cualquiera que estudie esta ciencia reconocerá que el autor de La Raza Futura, debía estar familiarizado con las ideas principales que sustenta el ocultismo.
Esto resulta así mismo con la lectura de sus otras novelas misteriosas, Zanoni y Una Extraña Historia.
En Zanoni, el personaje Mejnour representa justamente un gran adepto en ocultismo oriental, parecido a aquellos de que ya hemos hablado.
Es difícil explicar el por qué lord Lytton con la intención manifiesta en su novela, de seguir exponiendo hechos reales de ocultismo, presenta a Mejndur como al último superviviente de la fraternidad de los Rosa-Cruces.
Los guardianes de la ciencia oculta, se contentan con ser un cuerpo pequeño, relativamente a la importancia grande de los conocimientos que ellos procuran salvar de un naufragio, siendo igualmente difícil comprender porque lord Lytton instruido como él estaba, se ha complacido en fingir y presentar como una ficción literaria lo que presentado al público bajo su verdadera forma, hubiera merecido una más seria atención.

Mucho pudiera decirse sobre esto, pero no sería imposible conjeturar que lord Lytton penetrado de los inconvenientes que esto último traería, prefirió presentar al público los secretos de ocultismo bajo una forma semi-velada, y sobre todo agradablemente mística.

De esta manera, las teorías embargando la atención del lector, se harían simpatizar con ellas pasando desapercibidas para aquellas inteligencias ligeras que no se fijan más al leer que en las galas literarias ó externas, evitando también de este modo que su libro sea destinado a fijar la atención de los santurrones de la ciencia, de la religión y de la gran filosofía vulgar.

El akasa es pues, una fuerza para la cual no tenemos nombre adecuado y que por falta de conocimiento y práctica, no nos puede dar idea de su clase.
Tal vez pueda formarse esa idea, imaginándose que es un agente más sutil, más prepotente y más extraordinario que la electricidad, lo mismo que la electricidad viene siendo superior á la fuerza del vapor por su sutileza y variedad en sus efectos.
Es por el conocimiento de las propiedades de esta fuerza, que el adepto produce los fenómenos físicos, como demostraremos de una manera aun más concluyente.


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