EL MUNDO OCULTO
(SINNETT)
CAPITULO PRIMERO
EL OCULTISMO Y SUS
ADEPTOS
Antes de empezar, debo decir, que los poderes que el
ocultismo confiere á sus adeptos, guardan cierta conformidad con las fuerzas de
la naturaleza, acerca de lo que, la ciencia no conoce nada absolutamente, y á
la sola idea de pensar que un adepto pueda hablar con otro, á cualquiera que
sea la distancia que los separe sobre la superficie terrestre, le haría creer al
que tal cosa le dijera, que su razón no estaba firme, y que un tal loco no
debería andar con los cuerdos.
Sin émbargo, tal hecho existe y ya el abate Hue (1)
presenció en una Lamasería del Tíbet un suceso semejante.
(1) El autor Mr.
Sinnett, quiere aquí hacer referencia á lo que Madame Blavatsky cuenta haber sucedido al abate Huc
en una Lamaseria y que refirió á Mr. Arsenieff cuando hubo regresado del Tíbet,
como un hecho á él mismo sucedido y por él mismo presenciado.
«Me hallaba, cuenta
el abate, en el Tíbet, en la Lamasería de Kounboum. Un día mientras estaba hablando con uno de los lamas (monje buddhista) éste cesó,
súbitamente de hablarme y tomó la atenta actitud de uno que escucha algo que se
le comunica, aunque él (el
abate Huc) no oía cosa alguna.
-En este, caso, yo
debo ir, prorrumpió de pronto el lama como
si contestase a lo que se le decía,
-¿Ir a donde?..
preguntó el asombrado «lama de Jehová» (Huc)
-¿Y con quien estáis
hablando?
-A la Lamasería de ****, respondió
tranquilamente. El Saberon me necesita; él es quien me ha llamado.
Ahora bien; esta
Lamaseria estaba a muchas jornadas distante de la de Kounboum, en la cual la conversación tuvo lugar.
Pero lo que al
parecer asombró más al buen abate fué, que en vez de emprender el lama su viaje se dirigió
sencillamente hacia una especie de cúpula situada en el terrado ó azotea de la
casa en que vivían y por otro lama, después de haber cambiado
algunas palabras, los siguió, viendo como lo encerraba bajo llave, que retiró y
guardó; pasados unos cuantos segundos, con una ligera sonrisa, le dijo que el
compañero ya había marchado.
-¿Pero cómo ha
podido marcharse si lo habéis encerrado y yo no le he visto alejarse?, preguntó
con asombrosa incredulidad el abate, el cuarto no tiene otra salida que la
puerta, añadió.
-Y qué clase de
obstáculo es para él una puerta?, respondió el lama guardián. El que ha partido es el mismo: su cuerpo no es
necesario, y por esto lo ha dejado a mi cuidado.
Tres días después
al ponerse el sol y en el preciso momento en que los demás lamas disponiánse a retirarse, oyó
Huc la voz de su amigo ausente como si llamase desde las nubes a su compañero para
que lo libertase de su encierro abriendo la puerta.
Mirando hacia
arriba, percibió el abate la silueta del viajero tras la celosía de la
habitación en donde había sido encerrado.
En cuanto bajó,
fuese en derechura a ver al Gran Lama
de Kounboum al cual transmitió ciertos mensajes y órdenes del lugar de
donde había venido y que según el abate, se relacionaron con su expulsión de
aquellos lugares por su imprudente curiosidad e indiscreción sin lugar a duda.
De este abate es
también la descripción que hace de uan pintura animada que vió en el Tíbet, en
otra Lamasería de las muchas
que aún existen.
Hablando el abate
Huc de esas pinturas maravillosas, nos ha dejado una descripción asombrosa.
Era una simple tela
pintada, dice, que no tenía el más insignificante mecanismo como podía comprobar
el visitante examinándola a su sabor. Representaba un paisaje iluminado por la
luna; pero éste astro, no estaba inmóvil y sin brillo; todo lo contrario,
porque podría decirse que nuestra luna misma, ó al menos su duplicado viviente,
iluminaba dicha pintura. Cada fase, cada aspecto, cada movimiento de nuestro
satélite estaba reproducido en su facsímile en el movimiento y curso de la luna
en la sagrada pintura. «Veíase, dice Huc, a este astro en la pintura,
levantarse como en su cuarto creciente ó luna llena, resplandeciendo
brillantemente, pasar por detrás de las nubes, salir y ponerse, imitando del
modo más sorprendente al verdadero satélite. En una palabra, era la más fiel y
esplendida reproducción de la pálida reina de la noche, á quien en épocas
antiguas tanta gente tributaba adoración» (El Traductor.)
Esta telegrafía
psicológica, es completamente independiente de todo mecanismo y agente material,
y las facultades clarividentes del adepto son tan perfectas, que ellas le dan
una especie de omnisciencia, en lo que respecta a los asuntos mundanos.
El cuerpo, es la
cárcel del alma, para el hombre ordinario.
Nosotros no podemos ver sino lo que tenemos ante los
ojos y eso a través de los hierros de la prisión.
El adepto posee la
llave de su encierro y puede salir cuando quiera.
No es pues una
prisión, es, sencillamente una habitación que él ocupa temporalmente.
En otros términos; el adepto puede proyectar su alma fuera de su cuerpo a
cualquier lugar que le plazca y esto con la rapidez del pensamiento.
La manera de ser del ocultismo, la base de los hechos
y la forma en que opera, se halla fuera del alcance de la concepción ordinaria
y por lo tanto difícil de saber y explicar.
Es como si se describiese el funcionamiento de una
máquina a un auditorio, que ignorase no solamente lo más rudimentario del arte
mecánico, sino que desconociera lo más elemental de las matemáticas.
Por efecto de una
mala educación literaria recibida en los centros de enseñanza respecto a las
ciencias, los que a ellas se dedican, cuando llegan a ocuparse de las llamadas
ciencias ocultas u ocultismo, se hallan en una ignorancia completa, desconociendo hasta el A. B. C. de
lo que tratan de investigar, desconociendo hasta las facultades del alma en sus
muchas y varias manifestaciones y más aún cuando se trata del alma y el cuerpo,
unidos.
Los ocultistas de todas las edades si son admitidos
por sus aficiones a estos estudios, suelen llegar a conseguir resultados
maravillosos, pero no así aquellos que son pobres en inteligencia y conocimientos,
pues esto les parecerá entrar en un mundo de milagros y encantamientos.
Si se echa una mirada sobre una carta histórica,
pueden verse los sucesos mezclados, más ó menos, unos con otros, si se exceptúa
a la China; y esfumarse y perderse en las lejanías de los tiempos pasando a confundirse
todos.
Supongamos que la
Europa hubiera entrado algo más tarde en contacto con los Chinos mucho más adelantados
ó inteligentes de lo que en realidad son, y hubiesen desarrollado una rama de
las ciencias físicas hasta nuestro nivel de hoy día y que esta rama del saber
chino hubiera sido para nosotros completamente desconocida; la sorpresa nuestra
hubiera sido inmensa a la vista de los adelantos Chinos, desconocidos para
nosotros.
Tal es, o cosa parecida, nuestra expectación ante las
ciencias ocultas.
Los ocultistas han formado y constituido una casta
aparte, desde la antigüedad más remota,
desde un tiempo que nosotros no podemos calcular,
pero no son una
raza especial bajo el punto de vista físico,
ni tampoco uniforme
en sus composiciones
y menos aun se les
pudiera calificar como constituyendo una nación o pueblo,
asociación de hombres
de una inteligencia superior,
vienen a ser solamente, que unidos por el fuerte lazo
de las experiencias comunes, ellos continúan perpetuando las vidas, las
tradiciones y los misterios del desarrollo interno en el hombre y cuya
herencia: les han legado sus antepasados.
Durante este tiempo, la civilización ha avanzado a la
par que la ciencia en Europa, pero descuidando, o mejor dicho, ocupándose del
único estudio a que los ocultistas han venido dedicando su atención.
No es extraño por tanto, si las líneas de demarcación
en las dos civilizaciones, la Oriental y la Occidental, han divergido hasta el
punto de no entenderse hoy en día.
Quédanos por ver, si se aceptará el intento de reunir
en uno, dos cuerpos de doctrina largo tiempo divorciados entre sí, aun siendo
hermanos, cual hijos de una madre común a ambos, o si se la considerará como un
imprudente impostor que trata le sea reconocido el parentesco.
Ya hemos dicho, que el ocultista disfruta el poder de
alejar su alma (El cuerpo astral, se sobrentiende) del cuerpo.
Debe observarse que por este solo hecho, él obtiene
sin ninguna sombra de, duda, la certeza de que tiene un alma.
Al estudio
comparativo de las mitologías se le ha llamado siempre, la ciencia de la
religión; si existe pues, una ciencia de la religión, esa ciencia no puede ser
otra, que el ocultismo.
Un observador superficial pudiera imaginar que la
verdadera religión no puede manifestarse con mayor claridad, a el alma
desprendida temporalmente del cuerpo sino cuando lo hace por mediación de los
sentidos físicos. Pero es evidente que el hombre que se eleva hacia el
reino de lo inmaterial, goza de una más vasta comprensión en la verdadera
religión, puesto que, por su conocimiento, la pura percepción y facultades
intelectuales del alma cuando se halla libre, las concentra en el hombre
inmaterial.
Hemos hablado del hombre inmaterial separado del cuerpo
físico. Pero la exposición de doctrinas que examinamos es tan compleja, que no
hay que dejar pasar una expresión que pueda el lector juzgar propia.
Es una de las
verdades incontestables en la filosofía oculta, que el ego interior
etéreo y el hombre aun cuando esté separado del cuerpo, es uno mismo. Solo que se halla revestido de una envoltura más etérea,
pero material, aunque en el sentido de ser más sutil.
Es creencia general en los países civilizados, creer
que el hombre posee un alma que sobrevive al cuerpo en una u otra forma que
sea; pero se ven obligados a confesar que ellos no saben acerca de eso gran
cosa.
Una gran parte de
los seres que figuran a la cabeza de nuestra civilización, abrigan graves dudas
acerca de esta cuestión; sugiriendo a algunos la idea, investigando la física,
de que después de todo, el pensamiento pudiera, muy bien ser uno de los modos
de movimiento; tendiendo a establecer la probabilidad hipotética siguiente, y
es que al morir el cuerpo y destruirse... nada queda.
La filosofía oculta no especula en esto; ella sabe y
conoce lo que son los hechos.
San Pablo que era seguramente un ocultista,
consideraba al hombre como compuesto de cuerpo, alma y espíritu.
Esta distinción no se halla acorde con la teoría consciente
de que cuando un hombre muere su alma pasa al cielo ó al infierno. ¿Qué viene á ser entonces el espíritu y cuál es su
diferencia con el alma?
Los filósofos ortodoxos, se han creado cada uno de por
sí, su teoría acerca de esto.
El alma es el lugar donde se cobijan todas las
emociones que agitan la vida, y el espíritu de donde parten las facultades
intelectuales, ó vice-versa.
No se puede encontrar fundamento sólido para tales
conjeturas, ni menos una base en que sostenerse, ni menos una revelación en que
apoyarse.
Pero San Pablo, cuando empleaba esta palabra, no lo
hacia como una vaga y fantástica inspiración, pues parecía considerar el
espíritu como el alma del alma.
Por de pronto, dejemos que diluciden esta cuestión en
la mejor forma los que la plantean en sus términos, y vengamos al punto en que el ocultismo dice que
el alma del hombre es considerablemente más sutil y más permanente que lo es el
cuerpo, siendo sin embargo, una realidad material.
No material siguiendo
el concepto de la química, sino como podría: comprenderse todo lo físico en bloque;
si los tentáculos de cada una de las partes de la ciencia se hallasen en
fino contacto y trabajasen en armonía los unos con los otros.
Esto no es negar la materialidad de una substancia
hipotética, aun cuando no pueda determinarse el peso atómico y sus afinidades.
El éter que
transmite la luz, es material para aquel que admite su existencia, pero hay una
gama que recorrer entre la diferencia que existe entre él y el gas más sutil.
No se llega a una
verdad científica siempre por el mismo camino.
Unas son percibidas
directamente, otras se deducen de una manera indirecta y no por eso estas últimas
dejan de ser menos ciertas.
La materialidad del
éter dimana, del modo como se examinan las modificaciones de la luz: la materialidad
del alma puede ser deducida de lo que ella sufre, por la acción de fuerzas
exteriores.
La influencia
magnética, es una emanación inherente a cierta función física del magnetizador.
Esta emanación
afecta el alma del sujeto a distancia, y produce un efecto perceptible para él,
y demostrable para los otros.
Naturalmente, esto es un ejemplo y no una prueba.
Exponemos de la mejor manera posible, aunque
imperfecta, los descubrimientos del ocultismo, sin abordar dé una vez las
pruebas de las manifestaciones.
Lejos de esto, se darán parcamente, escogiendo entre
ellas otras, que vendrán más tarde como consecuencia lógica.
El alma es
material, y por lo general se halla unido al cuerpo que está formado de materia
más densa, y es en este estado de cosas,
que permite al ocultista hablar de una manera positiva con la persona que
desea, y, transportarse a distancia con esa alma menos material, teniendo por
el solo ejercicio de tal facultad la certeza, de que dicha alma al poder vivir
separada del cuerpo, puede y debe sobrevivirle cuando quiera.
El adepto no se
apoya en la fe, o especula
metafísicamente, para establecer posibilidades acerca de la supervivencia y
existencia real cuando se halla fuera del cuerpo, pues verifica esta experiencia
cuando le place.
Ciertamente, la
simple facultad con que obra al verificar
temporalmente la separación de que se habla, no por eso proporciona al que lo
ejecuta, dones y conocimientos sobre los destinos futuros después de la
finalidad o muerte real del sujeto: únicamente adquiere, la reseña exacta
de las condiciones con que pasa al otro mundo.
En tanto viva, su alma se halla unida al cuerpo como
un globo cautivo, por decirlo así, y sujeto por un cable; a la verdad, largo,
flexible é imponderable.
Las ascensiones estando en cautividad, no le dirán ni le
enseñarán si el globo flotará lo mismo cuando la máquina que lo sostiene se vea
destruida, ó si él se encontrará sin dirección yéndose a la deriva sin rumbo
conocido; pero esto depende del aeronauta y de los globos con que navegue en
determinadas circunstancias.
La facultad de que venimos hablando, es de un infinito
resultado; por ser al parecer, casi el final de la enseñanza en el adeptado;
pero en realidad puede decirse que en vez de ser el fin, es solamente el principio.
Las operaciones, en
apariencia mágicas, que pueden ejecutar los adeptos en ocultismo, son hijas del
conocimiento de una fuerza de la naturaleza denominada en los libros
sanscritos, akasa.
En la novela La Raza Futura, de lord Lytton, que sabía
en ocultismo, más de lo que se creía generalmente, hace una referencia
imaginaria y maravillosa de las condiciones que afectan a la fuerza que él denomina
vril, en el centro de la tierra a donde hace penetrar a su héroe.
Al escribir sobre el vril, lord Lytton tuvo
evidentemente la idea de poetizar el akasa.
En La Raza Futura, el autor describe á un pueblito
poseyendo parte de los poderes asequibles a los adeptos; pero este pueblo,
difiere esencialmente en absoluto del cuerpo de que forman parte los adeptos,
en muchos puntos esenciales y entre otros, el que sus moradores en ese pueblo
disfrutan, desde su infancia sean mujeres u hombres, de los mismos poderes.
Esto solo, está en oposición, al ocultismo que los
adeptos llegan á obtener.
De cualquiera manera que sea, cualquiera que estudie
esta ciencia reconocerá que el autor de La Raza Futura, debía estar
familiarizado con las ideas principales que sustenta el ocultismo.
Esto resulta así mismo con la lectura de sus otras
novelas misteriosas, Zanoni y Una Extraña Historia.
En Zanoni, el
personaje Mejnour representa justamente un gran adepto en ocultismo oriental, parecido
a aquellos de que ya hemos hablado.
Es difícil explicar
el por qué lord Lytton con la intención manifiesta en su novela, de seguir exponiendo
hechos reales de ocultismo, presenta a Mejndur como al último superviviente de
la fraternidad de los Rosa-Cruces.
Los guardianes de la
ciencia oculta, se contentan con ser un cuerpo pequeño, relativamente a la importancia
grande de los conocimientos que ellos procuran salvar de un naufragio, siendo
igualmente difícil comprender porque lord Lytton instruido como él estaba, se
ha complacido en fingir y presentar como una ficción literaria lo que
presentado al público bajo su verdadera forma, hubiera merecido una más seria
atención.
Mucho pudiera decirse sobre esto, pero no sería
imposible conjeturar que lord Lytton penetrado de los inconvenientes que esto
último traería, prefirió presentar al público los secretos de ocultismo bajo
una forma semi-velada, y sobre todo agradablemente mística.
De esta manera, las teorías embargando la atención del
lector, se harían simpatizar con ellas pasando desapercibidas para aquellas
inteligencias ligeras que no se fijan más al leer que en las galas literarias ó
externas, evitando también de este modo que su libro sea destinado a fijar la
atención de los santurrones de la ciencia, de la religión y de la gran
filosofía vulgar.
El akasa
es pues, una fuerza para la cual no tenemos nombre adecuado y que por falta
de conocimiento y práctica, no nos puede dar idea de su clase.
Tal vez pueda
formarse esa idea, imaginándose que es un agente más sutil, más prepotente y
más extraordinario que la electricidad, lo mismo que la electricidad viene
siendo superior á la fuerza del vapor por su sutileza y variedad en sus
efectos.
Es
por el conocimiento de las propiedades de esta fuerza, que el adepto produce
los fenómenos físicos, como demostraremos de una manera aun más concluyente.
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