EL MUNDO OCULTO
(SINNETT)
CAPITULO SEGUNDO
LA CIENCIA OCULTA ES ASEQUIBLE AL PROFANO
¿Quiénes son los adeptos que disponen de esas fuerzas
terribles é imponderables de que hablamos?
Hay razones para creer que ellos han existido en todas
las épocas de la historia y que aún existen hoy en día en la misma India.
La identidad de la ciencia que les fue legada por los
antiguos iniciados en el ocultismo de los templos, es en verdad innegable y
manifiesta, por el examen de las doctrinas que conservan, y por las facultades
de que están en ejercicio.
Esto parece resultar del estudio de una literatura excesivamente
vastísima que nos abstenemos de mencionar por ahora, reservándonos para más
adelante indicar las mejores opiniones acerca del particular.
Examinemos en tanto, la situación actual de los
adeptos.
Ellos constituyen una fraternidad o asociación
secreta, que extiende sus ramificaciones por todo el Oriente, pero cuyo asiento
principalmente se encuentra, según se cree actualmente en el Tíbet.
La India no ha estado jamás sin estos seres, pues han
recibido siempre nuevos neófitos del país.
Pues la gran Fraternidad es la menos exclusivista del
mundo, anhelando con todo ese exclusivismo, para admitir discípulos, sin
importarles de qué raza son ni a qué escuela pertenecen, siempre que ellos reúnan
las condiciones requeridas.
Un adepto ha dicho, que la puerta se abre siempre para
el hombre justo que llama y quiere entrar; pero actualmente los muy
determinados pueden esperar andar el camino que a esta puerta conduce.
Es absolutamente
imposible describir los peligros de este camino, sino en sus términos
generales.
Para ello no es
necesario poseer ninguno de los secretos de los iniciados para comprender la
clase de pruebas porque debe pasar un neófito, antes de llegar a la dignidad de
maestro en ocultismo. No parece haber un adepto, pues este se hace a sí mismo
con sus virtudes y estudio, pues él tiene en sus manos y verifica en sí, su
propio adelantamiento.
Se cree por lo
general, que nunca es menor de siete años, el tiempo que el discípulo emplea en
su primera enseñanza, a partir del día en que es admitido como tal a la nueva
escuela.
Este tiempo, sin duda que es prorrogable, cuando el
candidato no adelanta en su estudio lo bastante, no sabiendo el mismo si estos
años prorrogables lo serán adlibitum.
Él no sabe nunca,
si será o no, admitido a la iniciación.
Este es un punto no
menos terrible, pues esta incerteza hace, qué la mayoría de los europeos que
prueban dar los primeros pasos en ese camino, se consideren juguetes del
capricho de una sociedad despótica que se complace en jugar con el ardor de los
más perseverantes.
Las pruebas (morales, no físicas.) por las que tiene que pasar el neófito, no son
pantomimas fantásticas ni actos de comedia estudiados.
Los maestros en
ocultismo, no oponen obstáculos, ni barreras artificiales para ensayar la
resistencia de los nervios de los más aventajados, como haría un profesor de
equitación en una carrera de obstáculos en un picadero ó circo.
Es en la naturaleza
de la ciencia explorada, donde deben ejercitar su juicio y descubrir sus secretos,
probando así sus fuerzas y resolución.
Es en lo interno del candidato, donde se entablan las
pruebas a que se halla sometido y que una vez vencidas con perseverancia
extremada en sus principios, con su moralidad y aún por decirlo también, con
sus cualidades físicas e intelectuales; entonces le es permitido dar la
zambullida final dentro del mar de sensaciones extrañas que él debe vencer con
la fuerza de sus propios brazos o perecer.
En cuanto a la clase de pruebas a que se sujetan
durante el tiempo que dura su desenvolvimiento interior, no poseemos un
conocimiento exacto, y las conjeturas que pudiéramos hacer estando basadas en
fragmentarias revelaciones, tendrían que ser erróneas o confusas y no vale la
pena aquí de hacerlas.
Más es cierto de
todas maneras, que no existe secreto para el candidato, en cuanto se refiere al
género de vida que debe observar.
El completo desarrollo de un adepto demanda entre
otras cosas,
una vida
absolutamente pura, bajo el punto de vista físico, y hace falta que el
candidato muestre desde sus principios con su conducta y firmeza de voluntad,
que él se siente con fuerzas para seguir tal género de vida.
Es decir, se hace necesario que durante los años de
noviciado, él sea casto, sobrio e indiferente a toda especie de vanidades y
lujos.
Este régimen no lleva por lo que se ve, ninguna
mortificación anormal, ningún ascetismo mortificante ni obligatorio, ni tampoco
ningún alejamiento del mundo.
Nada impide a un hombre de sociedad, a un noble,
observar y seguir el régimen de los candidatos para el ocultismo en medio y en
completa sociedad de Londres, sin que las personas más en contacto con él se
aperciban.
Pero no se alcanza
un paso en el verdadero ocultismo, fin sublime de todo adepto, con el ascetismo
degradante y sucio, de un faquir indio vulgar, o un yogui de los bosques o del desierto, en el que se acumula la
suciedad con la locura; o el fanático, que clava en sus carnes garfios de
hierro o mantiene sus brazos levantados, hasta que pierde el ejercicio de su
movimiento.
Un conocimiento
imperfecto de cualquier a de estos hechos exteriores del ocultismo indiano,
puede inducir al que lo ve, a formar un mal entendido juicio.
Yog-vidya, es el nombre
indio de la ciencia oculta que es útil conocer, pero no practicarla, cuál
lo hacen los ignorantes entusiastas que cultivan alguna de las ramas inferiores
de esta ciencia, sólo con ayuda de ejercicios físicos.
Propiamente hablando, esta ciencia de desarrollo
físico, tiene el nombre de Hattayoga; tanto
que el nombre de Ragi-yoga, es el más
elevado de la disciplina mental, y que conduce a la ciencia del ocultismo.
Ningún ocultista
considerará jamás como adepto, a él que haya adquirido los poderes para ejercitarlos
en actos ligeros o pueriles del Hattayoga.
No queremos con
esto decir que dichos ejercicios de origen inferior, sean completamente
inútiles; pues conceden indudablemente al que los tiene, facultades anormales.
Estos se hallan descritos en gran número de tratados,
y todos aquellos que han vivido algún tiempo en la India, pueden relatar hechos
curiosos, producidos por los juglares que hacen profesión de estas artes
extraordinarias.
Si nosotros quisiéramos aumentar el volumen de este
libro, podríamos citar casos fenomenales que no hemos tenido tiempo de
escudriñar, pero que sería fácil reunir.
Mas desistimos de
tal propósito; pero sí, insistimos en asegurar, que todo aquél que presente al yoguismo
trascendental como han apellidado algunos a el Ragi-yoga, el cual conduce
a las soberanas cimas del verdadero adeptado.
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