domingo, 26 de abril de 2015

EL MUNDO OCULTO, CAPITULO SEGUNDO

EL MUNDO OCULTO
(SINNETT)

CAPITULO SEGUNDO
LA CIENCIA OCULTA ES ASEQUIBLE AL PROFANO

¿Quiénes son los adeptos que disponen de esas fuerzas terribles é imponderables de que hablamos?
Hay razones para creer que ellos han existido en todas las épocas de la historia y que aún existen hoy en día en la misma India.
La identidad de la ciencia que les fue legada por los antiguos iniciados en el ocultismo de los templos, es en verdad innegable y manifiesta, por el examen de las doctrinas que conservan, y por las facultades de que están en ejercicio.
Esto parece resultar del estudio de una literatura excesivamente vastísima que nos abstenemos de mencionar por ahora, reservándonos para más adelante indicar las mejores opiniones acerca del particular.

Examinemos en tanto, la situación actual de los adeptos.
Ellos constituyen una fraternidad o asociación secreta, que extiende sus ramificaciones por todo el Oriente, pero cuyo asiento principalmente se encuentra, según se cree actualmente en el Tíbet.
La India no ha estado jamás sin estos seres, pues han recibido siempre nuevos neófitos del país.
Pues la gran Fraternidad es la menos exclusivista del mundo, anhelando con todo ese exclusivismo, para admitir discípulos, sin importarles de qué raza son ni a qué escuela pertenecen, siempre que ellos reúnan las condiciones requeridas.
Un adepto ha dicho, que la puerta se abre siempre para el hombre justo que llama y quiere entrar; pero actualmente los muy determinados pueden esperar andar el camino que a esta puerta conduce.

Es absolutamente imposible describir los peligros de este camino, sino en sus términos generales.
Para ello no es necesario poseer ninguno de los secretos de los iniciados para comprender la clase de pruebas porque debe pasar un neófito, antes de llegar a la dignidad de maestro en ocultismo. No parece haber un adepto, pues este se hace a sí mismo con sus virtudes y estudio, pues él tiene en sus manos y verifica en sí, su propio adelantamiento.

Se cree por lo general, que nunca es menor de siete años, el tiempo que el discípulo emplea en su primera enseñanza, a partir del día en que es admitido como tal a la nueva escuela.
Este tiempo, sin duda que es prorrogable, cuando el candidato no adelanta en su estudio lo bastante, no sabiendo el mismo si estos años prorrogables lo serán adlibitum.
Él no sabe nunca, si será o no, admitido a la iniciación.
Este es un punto no menos terrible, pues esta incerteza hace, qué la mayoría de los europeos que prueban dar los primeros pasos en ese camino, se consideren juguetes del capricho de una sociedad despótica que se complace en jugar con el ardor de los más perseverantes.
Las pruebas (morales, no físicas.) por las que tiene que pasar el neófito, no son pantomimas fantásticas ni actos de comedia estudiados.
Los maestros en ocultismo, no oponen obstáculos, ni barreras artificiales para ensayar la resistencia de los nervios de los más aventajados, como haría un profesor de equitación en una carrera de obstáculos en un picadero ó circo.
Es en la naturaleza de la ciencia explorada, donde deben ejercitar su juicio y descubrir sus secretos, probando así sus fuerzas y resolución.

Es en lo interno del candidato, donde se entablan las pruebas a que se halla sometido y que una vez vencidas con perseverancia extremada en sus principios, con su moralidad y aún por decirlo también, con sus cualidades físicas e intelectuales; entonces le es permitido dar la zambullida final dentro del mar de sensaciones extrañas que él debe vencer con la fuerza de sus propios brazos o perecer.

En cuanto a la clase de pruebas a que se sujetan durante el tiempo que dura su desenvolvimiento interior, no poseemos un conocimiento exacto, y las conjeturas que pudiéramos hacer estando basadas en fragmentarias revelaciones, tendrían que ser erróneas o confusas y no vale la pena aquí de hacerlas.

Más es cierto de todas maneras, que no existe secreto para el candidato, en cuanto se refiere al género de vida que debe observar.
El completo desarrollo de un adepto demanda entre otras cosas,
una vida absolutamente pura, bajo el punto de vista físico, y hace falta que el candidato muestre desde sus principios con su conducta y firmeza de voluntad, que él se siente con fuerzas para seguir tal género de vida.
Es decir, se hace necesario que durante los años de noviciado, él sea casto, sobrio e indiferente a toda especie de vanidades y lujos.
Este régimen no lleva por lo que se ve, ninguna mortificación anormal, ningún ascetismo mortificante ni obligatorio, ni tampoco ningún alejamiento del mundo.
Nada impide a un hombre de sociedad, a un noble, observar y seguir el régimen de los candidatos para el ocultismo en medio y en completa sociedad de Londres, sin que las personas más en contacto con él se aperciban.

Pero no se alcanza un paso en el verdadero ocultismo, fin sublime de todo adepto, con el ascetismo degradante y sucio, de un faquir indio vulgar, o un yogui de los bosques o del desierto, en el que se acumula la suciedad con la locura; o el fanático, que clava en sus carnes garfios de hierro o mantiene sus brazos levantados, hasta que pierde el ejercicio de su movimiento.
Un conocimiento imperfecto de cualquier a de estos hechos exteriores del ocultismo indiano, puede inducir al que lo ve, a formar un mal entendido juicio.

Yog-vidya, es el nombre indio de la ciencia oculta que es útil conocer, pero no practicarla, cuál lo hacen los ignorantes entusiastas que cultivan alguna de las ramas inferiores de esta ciencia, sólo con ayuda de ejercicios físicos.
Propiamente hablando, esta ciencia de desarrollo físico, tiene el nombre de Hattayoga; tanto que el nombre de Ragi-yoga, es el más elevado de la disciplina mental, y que conduce a la ciencia del ocultismo.
Ningún ocultista considerará jamás como adepto, a él que haya adquirido los poderes para ejercitarlos en actos ligeros o pueriles del Hattayoga.
No queremos con esto decir que dichos ejercicios de origen inferior, sean completamente inútiles; pues conceden indudablemente al que los tiene, facultades anormales.

Estos se hallan descritos en gran número de tratados, y todos aquellos que han vivido algún tiempo en la India, pueden relatar hechos curiosos, producidos por los juglares que hacen profesión de estas artes extraordinarias.
Si nosotros quisiéramos aumentar el volumen de este libro, podríamos citar casos fenomenales que no hemos tenido tiempo de escudriñar, pero que sería fácil reunir.

Mas desistimos de tal propósito; pero sí, insistimos en asegurar, que todo aquél que presente al yoguismo trascendental como han apellidado algunos a el Ragi-yoga, el cual conduce a las soberanas cimas del verdadero adeptado.


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