sábado, 25 de abril de 2015

LA PREDISPOSICIÓN DEL ASPIRANTE

LA PREDISPOSICIÓN DEL ASPIRANTE
A. P. SINNET


No debe esperar a encontrar el aspirante en ningún libro de filosofía oculta escrito o por escribir, durante algún tiempo, explicaciones perfectamente claras, precisas, directas, sobre los misterios del nacimiento, de la muerte y del porvenir.
Prosiguiendo estos estudios, causa irritación al principio, la dificultad de comprender lo que los ocultistas creen realmente con respecto al estado futuro, la naturaleza de la vida por venir y su  conjunto general.

Las religiones conocidas tienen puntos de vista muy restringidos sobre estos asuntos, y en el orden práctico afirman algunas de ellas que personas calificadas, delegadas por las iglesias, pueden enviar a las almas desencarnadas por el bueno o mal camino según la confianza que estas almas les inspiran. Estas clases de teorías son inteligibles y tienen al menos el mérito de la simplicidad, pero no son suficientes para el espíritu en cuanto a los detalles.

El estudiante reconocerá después de cortas investigaciones en el dominio de la filosofía oculta, que en ella no encontrará ningún concepto que pueda ofender su más puro ideal, sea que se trate de Dios o de la vida futura. Rápidamente verá que el sistema de ideas que explora va hasta los extremos límites de lo grande y de lo majestuoso... accesibles al espíritu humano.
Pero él buscará, para no quedar en lo vago, enseñanzas explícitas sobre tal o cual punto, hasta que compruebe gradualmente que la verdad absoluta sobre el origen y destinos del alma humana es muy sutil y complicada para que pueda expresarse en un lenguaje directo.

Ideas perfectamente claras pueden ser adquiridas por aquellos espíritus purificados de vistas avanzadas en el ocultismo, que habiendo concentrado todas sus facultades en proseguir y asimilar estas ideas, llegan al fin a comprenderlas, gracias al auxilio de facultades intelectuales particulares especialmente desenvueltas con este fin; pero no sigue de todo esto que, con la mejor voluntad del mundo, tales personas puedan necesariamente resumir en una docena de líneas un credo que abarque la   teoría completa del Universo.

El estudio del ocultismo, aun para las gentes del mundo, sujetas por sus ocupaciones ordinarias, puede rápidamente ampliar y purificar la comprensión hasta el punto de permitir al espíritu comprobar lo absurdo de toda hipótesis religiosa errónea; pero la estructura absoluta de la creencia oculta es una cosa que, por su naturaleza, puede ser edificada solamente con lentitud en el espíritu de cada arquitecto espiritual.
Esto justifica la repugnancia de los ocultistas a dar una explicación categórica de sus doctrinas. Ellos saben de manera cierta que las plantas vivaces del conocimiento deben germinar en el espíritu de cada hombre y no pueden ser trasplantadas cuando están en plena madurez al terreno de una inteligencia no preparada; ellas están bastante dispuestas a dar la semiente, pero todo hombre debe cultivar su propio árbol de la ciencia.
Así como el Adepto no es hecho, sino que llega a ser, así en un menor grado, la persona que aspira a comprender al Adepto y su manera de ver, debe desenvolver por sí misma su facultad de comprensión pasando de las nociones rudimentarias a las conclusiones legítimas.


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